27 de marzo de 2011

AVIONES DE LA II GUERRA MUNDIAL - EL AVRO LANCASTER


En la segunda mitad de 1940 Gran Bretaña necesitaba un bombardero nocturno urgentemente para poder contraatacar por la noche a su enemigo alemán que atacaba casi a diario las ciudades británicas. Los ingleses probaron con un bombardero llamado Avro Manchester, pero sus malos resultados hicieron que lo retiraran del servicio. Entonces el ingeniero Roy Chadwick de la compañía Avro, tuvo la idea de hacer a un bombardero con unas enormes alas jamás diseñadas antes y colocarlas cuatro potentes motores Rolls Royce Merlin con hélices tripala, dos en cada ala, el plan dio resultado y el aparato voló con excelentes resultados el 09 de Enero de 1941.

A partir de ese momento la compañía Avro cogió a todos sus antiguos aparatos Avro Manchester y empezó a remoderarlos, se hicieron enormes y robustos aviones de más de 21 metros de longitud, a la cabina delantera en la parte superior se puso los asientos para el piloto, ingeniero y el radio, bajo la cabina en la parte frontal se fabricó una resistente cúpula para el ametrallador o piloto bombardero con una ametralladora doble de 7' 7 milímetros, mientras que en la parte trasera se añadió una ametralladora cuádruple del mismo calibre, la parte superior del fuselaje entre las alas contenía una torreta giratoria con más ametralladoras, la dotación total era de siete tripulantes, el aparato fue llamado Avro Lancaster BI.


La característica principal del avión era su capacidad para llevar hasta 48 bombas de 200 kilogramos alojadas en un gran almacén de la parte ventral del bombardero. El pesado bombardero de más 30.000 kilogramos estando cargado, se le proporcionó unos modernos trenes de aterrizaje con marinete de retracción y patas oleoneumáticas para hacer aterrizajes de mucho peso sobre las pistas.


Otras de las novedades del Lancaster fue su moderna combinación de luces de navegación y formación para el combate nocturno, contaba además con un proyector de haz de luz en la popa ventral para iluminar objetivos a baja altura, su gama de colores normalmente eran marrones oscuros o negros para mimetizarse con la noche.


A finales de 1941 se probaron bombardeos en campos de pruebas con un positivo resultado para el Lancaster, se decidió entonces que sus objetivos serían las ciudades alemanas e italianas.







Formación de tres Lancaster marchando al atardecer a bombardear Europa.


La primera versión del Lancaster fue la producida a partir del antiguo aparato retirado Avro Manchester llamado Lancaster BI. La siguiente versión fue el Lancaster BII con mejoras en los motores aunque no muy destacables. El Lancaster BIII Special fue una de las versiones más famosas debido a que el aparato estaba preparado para llevar minas que rebotaran en al agua a 500 revoluciones por minuto para destruir presas, a este nuevo modelo se le suprimió la torreta giratoria superior, además se le añadieron dos focos en la parta ventral con la intención de que cuando los haces de luz cruzados se juntaran en el agua podía soltarse la mina. La última versión más destacable fue el Lancaster BX canadiense, se utilizó para el bombardeo, para patrullas navales e incluso en aviación civil.






Escuadrón de Lancaster pasando por encima de una barca pesquera sobre el Canal de la Mancha.


A finales de 1942 los Lancaster empezaron a operar por Alemania, en un principio los bombardeos salieron mal debido a que debían volar por la noche sin escolta y además eran pocos en número para causar grandes daños a las ciudades. El Mariscal del Aire británico Arthur Tedder ordenó entonces que las formaciones de Lancaster dispusieran de 1000 aviones con unas cargas de bombas lo suficientemente amplias. El primer éxito del Lancaster vino en la primavera de 1943, cuando 1000 aparatos bombardearon la ciudad de Colonia arrasando 240 hectáreas de la metrópolis.


Tras el bombardeo de Colonia vendrían otros ataques de Lancaster sobre las ciudades alemanas por la noche, el objetivo era reducir la moral alemana e incapacitar su industria bélica. Otro triunfo importante del robusto avión fue el bombardeo de Hamburgo hecho el 24 de Mayo por más de 1000 Lancaster que lanzaron sobre la ciudad cientos de miles de bombas de demolición, fragmentación y fósforo, dejando más de 30000 muertos, días después, el 25 de Julio, 354 Lancaster apoyados por otros aviones repitieron la operación, el 27 de nuevo unos 700 aparatos y el 02 de Agosto un último ataque, el saldo en vidas humanas que dejó el Lancaster aquellos días fueron de 40000 personas.


Uno de los éxitos más famosos del Lancaster fue el de la voladura de las presas alemanas de Möhne y Eder en la cuenca del Ruhr ocurrido la noche del 23 de Mayo de 1943, ese día 19 Lancaster sobrevolaron los lagos de las presas, lanzaron minas rebotantes en el agua que chocaron contra el dique y lo volaron saliendo toda el agua y provocando un desastre, en la acción fueron derribados 8 Lancaster y 1500 personas murieron arrolladas por el agua, entre estas prisioneros aliados, los Lancaster durante la guerra volarían tres presas más de este modo.


Durante 1943, 1944 y 1945 las ciudades alemanas de Brunswick, Dusseldorf, Munich, Nuremberg, Frankfurt e incluso Berlín, entre otras, fueron torturadas por los Lancaster, Milán y algunas ciudades del Norte de Italia también fueron bombardeadas por estos aviones, así como decenas de áreas urbanas en Francia, Bélgica y Holanda. La actuación más fuerte del Lancaster fue el macabro bombardeo de Dresde en la noche del 13 al 14 de Febrero de 1945, en el ataque que llevaron a cabo más de 500 aviones Lancasters junto a otros centeneras de aviones norteamericanos redujeron la ciudad de Dresde a escombros, allí murieron unas 300000 personas. Las últimas misiones de la Segunda Guerra Mundial que efectuaron los Lancaster fue bombardear Berlín y el área del búnker de Adolf Hitler, aunque no sufrió daños, poco después se dedicaron a bombardear Japón desde la isla nipona de Okinawa.






Ataque nocturno de los Lancaster con minas rebotantes a las presas de Möhne y Eder.


En la guerra y tras ella el Lancaster había servido en las fuerzas aéreas de Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Después del conflicto varios Lancaster fueron vendidos a Polonia, Egipto, Suecia y Argentina. Otros conflictos en los que participaron los Lancaster fueron en los bombardeos británicos a las selvas de África en plena revolución colonial, o la guerra del Canal de Suez. Se fabricaron 7337 Lancasters y fue retirado del servicio en 1963 por la aviación civil de Canadá.


El Lancaster se convirtió en el mejor bombardero de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, sembró Alemania de fuego y bajo sus bombas murieron cientos de miles de personas. Según algunos autores el Lancaster es símbolo del genocidio alado.


Nombre: Avro Lancaster

Tipo: Bombardero

Nacionalidad: Gran Bretaña

Compañía: Avro

Motor: Cuatro motores Rolls Royce Merlin XX de 24 cilindros en V a 1.640 CV

Dimensiones: Envergadura= 31' 09 m. Longitud= 21' 18m. Altura= 6' 25 m

Peso: Cargado= 30.845 kg. Vacío= 16.730 kg

Velocidad: Velocidad máxima= 442 km/h. Trepada inicial= 76 m/ min

Alcance: 4.072 km

Techo de servicio: 5.790 m

Armamento: Nueve ametralladoras Browning de 7' 7 mm y 48 bombas de 200 kg

Primer vuelo: 9 de Enero de 1941

Bibliografía:

Marcel Socías, El Lancaster, Revista Historua y Vida Nº462 (2008), p.12-13

http://en.wikipedia.org/wiki/Avro_Lancaster

Fuente: http://www.eurasia1945.com

ASES DE LA AVIACIÓN ALEMANA - KAPITÄN HANS-JOACHIM MARSEILLE (1919-1942)

Hans-Joachim Marseille, nació en Berlín-Charlottenburg, Alemania, el 13 de diciembre de 1919, en el seno de una familia de militares de ascendencia franco-hugonota. Su padre fue un oficial del ejército que alcanzó el grado de general y luchó en Stalingrado. Los padres de Joachim vivieron legalmente separados, hecho que sin duda debe haber influido en su carácter. El joven Marseille se caracterizó por su indiferencia ante los ideales castrenses, siendo siempre informal y desenfadado ante la disciplina y el protocolo militar.



La biografía de Marseille es corta en el calendario pero extensa en vivencias durante sus últimos 3 años de vida. Joachim ingresó a la Luftwaffe cuando tenía 18 años y medio apenas. Al enrolarse en tiempo de paz, tuvo la suerte de recibir el entrenamiento completo de un cadete de su época. Como no le atraía la vida militar, es posible creer que soportaba la vida militar únicamente por satisfacer su pasión por volar.


Al estallar la guerra en 1939, estaba casi listo para entrar en acción y lo pudo hacer en la Batalla de Inglaterra en 1940, cuando estuvo al mando de Johannes "Macky" Steinhoff comandante del JG-52 (Grupo de Caza 52). En esos momentos no se pensaba, que el Sargento Marseille, podía llegar a ser lo que fue, aunque desde el comienzo mostró su habilidad para derribar a los aviones enemigos. Aparte de sus faltas a la disciplina, logro anotarse siete victorias, aunque pudo validar con testigos, sólo tres de ellas.


Durante esas batallas fue alcanzado seis veces con resultados fatales para su avión, logrando salvar la vida saltando en paracaídas. Entre las causas de esos accidentes estaba siempre de por medio su indisciplina y sus ansias de volar en solitario, cosa que hacía rompiendo las normas que le imponía la Luftwaffe.


Al finalizar la Batalla de Inglaterra, su hoja de servicios era un acumulado de faltas y sanciones disciplinarias. Joachim, era bien parecido, bohemio y mujeriego y usaba el cabello más largo que lo que indicaba el reglamento. Muchas veces faltó al llamado de asistencia debido a estar trasnochado, pero en cierto modo, el Comandante Steinhoff toleraba esas faltas porque consideraba que detrás de ese indisciplinado piloto había un as en potencia y no se equivocó.


En enero de 1941 fue trasladado del Frente Occidental a Döberitz, en las cercanías de Berlín, donde se encontraba la base del JG-27. Poco después Marseille y sus compañeros de grupo eran enviados al África del Norte. En la primavera de 1941 el JG-27 ya estaba instalado en su nueva base, para dar apoyo al Afrika Korps.


Pronto, Joachim Marseille, quien el 01 de Julio de 1941 era ascendido a Teniente, comenzó a apuntarse victoria tras victoria, haciendo las delicias del Ministerio de Propaganda alemán, que no perdía la oportunidad de mostrarlo en los noticieros de cine. Además su foto aparecía constantemente en los diarios y revistas del Reich y era mencionado en cuanto evento fuera propicio para hacer propaganda política. Así se fue convirtiendo en un ídolo, no sólo para sus compañeros de armas, sino en general para la población alemana, que estaba siempre pendiente de las hazañas del joven piloto.


Marseille era un joven especial, la "Estrella de África" como lo llamaban los diarios, que recibía enormes cantidades de correspondencia, en especial de sus admiradoras, las cuales compartía con sus compañeros de escuadrilla, quienes pasaban buenos momentos leyéndolas y comentándolas.

Mussolini se rindió ante las proezas del joven piloto y lo hizo acreedor de la Medalla de Oro a la Valentía, condecoración que sólo sería conferida a Marseille y al Capitán Joachim Müncheberg, quien llegó a ser comodoro de la JG-77. Es curioso anotar que Rommel y el General Nehring recibieron esa misma condecoración, pero en plata solamente.


A medida que pasaban los meses, Marseille iba adquiriendo y puliendo las cualidades de as de la aviación, que sólo unos escogidos pueden alcanzar. Sin embargo, Marseille logró lo que ningún otro piloto sería capaz de hacer, derribar múltiples enemigos en tiempo récord.


La habilidad de Joachim no tiene paralelo en la historia humana. La simbiosis hombre-máquina convertían a su avión en un sólo ente que parecía que tuviera vida, o tal vez, era Marseille quien se convertía en una parte indivisible de su máquina. El b

inomio hombre-máquina se movía con una gracia y precisión que impedía que el contrario pudiera evadirlo y menos enfrentarlo. Su velocidad y movimientos, unas veces con aceleraciones de 3 o 4 veces la gravedad, súbitamente eran reducidos a los limites de sustentación del avión, utilizando alerones para mantener la nave en la posición precisa, para con un ligero movimiento del bastón de mando y acelerador, enfilar la nariz del avión al punto exacto que el elegía. En el preciso momento en que la cabina del enemigo aparecía por décimas de segundo en la mira de sus armas, Marseille simplemente daba unos toques cortos y precisos que enviaban las ráfagas mortíferas que no perdonaban la vida del enemigo.


Marseille dominaba su aparato como ningún piloto lo ha hecho jamás. En esos tiempos, los pilotos británicos adoptaban la formación en círculo para tener mayor protección, pero Marseille gracias a su vista privilegiada, era capaz de iniciar el ataque antes que nadie se percatara, ni si quiera sus propios compañeros, y enfilaba el avión por detrás y debajo del círculo. Derribaba al último avión del círculo, se metía en él, reducía la velocidad hasta el límite giraba el avión y derribaba, uno tras otro, hasta que los ingleses rompían el círculo. Para entonces Marseille ya metía en picada a su me-109, antes que los enemigos se dieran cuenta de lo que había pasado.


De acuerdo a las estadísticas, los alemanes eran prolijos en recopilar los datos, Marseille era capaz de derribar un Hurricane o un P-40 con apenas 15 balas de promedio. Reiner Poettgen, su compañero de vuelo, recuerda cuan difícil era poder cubrir las espaldas de Marseille, porque arremetía contra el enemigo cuando nadie se había siquiera percatado de su presencia. La función de Poettgen de anotar las victorias en relación a la posición en un mapa era todo un reto, porque el ritmo que imponía Marseille era agobiante, sin contar que una aceleración vertiginosa casi siempre terminaba a mínima velocidad, pareciendo que el avión de Marseille se descolgaría del cielo. Eso no ocurría, pues luego de apuntar y disparar letalmente, la máquina de Marseille entraba en una picada espeluznante, recuperando la sustentación.


Durante las últimas semanas, Marseille comenzó a mostrar síntomas de agotamiento, estrés extremo, debido a las agotadoras misiones que lo obligaban a volar dos y tres veces diarias. Muy lejos estaba la Batalla de Inglaterra, cuando los pilotos alemanes tenían suficiente descanso entre misiones. Como les sucedía a todos los pilotos, terminaba las misiones temblando, pero cada vez necesitaba más tiempo para recobrarse. Perdió peso y su cara comenzaba a reflejar el cansancio.


En 1942 recibió la visita del comandante en jefe de la aviación de caza, el as de la aviación Adolf Galland. No era un acontecimiento extraño, pues como muchos otros altos jefes alemanes e italianos, Galland fue recibido en la tienda de campaña de Marseille donde había ciertos "lujos" y un bar adecuadamente abastecido. Marseille era especial. Apenas era un jefe de escuadrilla, pero se permitía las comodidades de un oficial superior, con la complicidad de sus compañeros y su propio jefe, el general Eduard Neumann.


El 01 de Setiembre de 1942 durante la batalla de Alam El Halfa, Marseille recibió la mala noticia de la muerte de su padre, General de infantería que estaba destacado en Stalingrado. Ese mismo día, Hans-Joachim derribaba diecisiete aviones enemigos en tres misiones. La primera se inició a las 7:30AM, cuando el frío de la noche comenzaba a ceder ante la presencia del sol abrasador.


Esa primera misión del día era de escolta para una escuadrilla de Stukas que debía realizar una misión de bombardeo al sur de Imayid. A las 07:50 la escuadrilla de Marseille hacía el rendez-vous con los Stukas. Cerca del blanco, Marseille ordenó subir a tres mil quinientos metros para hacer la cobertura.


Súbitamente Marseille comunicó por el radio que estaba atacando. Unos segundos después su compañero veía a Marseille detrás de un caza enemigo. Un disparo corto y el avión inglés hizo un movimiento extraño enfilando el morro a tierra. Poettgen apuntó la hora, 08:20AM y anotó la posición en el mapa.


Apenas terminaba Poettgen de hacer las anotaciones cuando vio a Marseille que giraba a la izquierda y atacaba a otro P-40. Eran las 08:40 y a dos kilómetros al este, caía otro avión británico. Mientras tanto, los Stukas habían completado su misión y daban media vuelta, pero los cazas P-40 restantes se lanzaban contra ellos. Marseille no dudo un segundo; giró a toda velocidad y se anotaba el tercer derribo con precisión inusitada. En esos momentos y cuando iniciaban la cobertura de retorno a la base, apareció una escuadrilla de Spitfires.


Marseille y su compañero corrían peligro al enfrentarse a los seis Spitfires, pero el joven piloto sabía muy bien lo que debía hacer. Hizo un giro hacia arriba y atrás y se dirigió como una flecha contra el líder inglés. El Spitfire disparaba sin tregua y Marseille viró súbitamente hasta quedar al frente del resto de la escuadrilla inglesa, que pasó rugiendo a su lado. Medio giro en 180 grados y estaba a menos de 100 metros del último Spitfire. Dos ráfagas cortas y el avión inglés, echando humo, comenzó una picada sin retorno. Eran las 08:39 AM.


A las 09:14 AM la escuadrilla de Marseille tocaba tierra. Revisión y recarga de armas y combustible. Marseille había disparado sólo 20 proyectiles de cañón y 60 balas de ametralladora. No había sorpresa, era el promedio de Marseille.


A las 10:20 AM nuevamente la escuadrilla estaba en el aire para escoltar a los Stukas. No pasó mucho tiempo cuando la vista privilegiada de Marseille avistó dos formaciones de unos 18 bombarderos enemigos escoltados por dos escuadrillas de caza con 25 aparatos cada una. La superioridad inglesa era evidente en esos momentos en África.


Una de las escuadrillas de escolta se lanzó contra los Stukas. Marseille y sus compañeros les cortaron el camino. Los ingleses inmediatamente tomaron la formación en círculo. Marseille se metió en el círculo a toda máquina, reduciendo de improviso la velocidad y dando un giro a la izquierda disparó contra el primer caza que se encontró al frente. Treinta segundos después caía el segundo. Los ingleses rompieron el círculo y se emparejaron para escapar hacia el noroeste. Marseille ya estaba detrás del último avión. Dos ráfagas cortas desde abajo y caía otro británico.


Los ingleses se agruparon y Marseille los siguió rumbo al Mediterráneo. Dos minutos después a las 11:01, el quinto P-40 estallaba en el aire ante el fuego del joven berlinés. El sexto caza fue derribado a las 11:02 AM. La restante escuadrilla inglesa volaba en formación cerrada y no vieron a los cazas alemanes acercándose por detrás. Marseille se lanzó directo hacia ellos y atrapó al último con certeros disparos. El P-40 se encabritó y estalló.


Marseille ordenó regresar cuando vio un P-40 que escapaba dejando una estela de humo blanco, El berlinés no lo pensó dos veces y se lanzó como un halcón sobre su presa. Un par de ráfagas bastaron para desintegrar al P-40, desde 80 metros de distancia. El saldo era impresionante, hasta para los compañeros de Marseille. Habían sido abatidos ocho aviones a las 10:55; 10:56, 10:58, 10:59, 11:01, 11:02, 11:03 y 11:05.


El día no había terminado. Pero, después de un breve descanso, no pudo liderar la escuadrilla en la siguiente misión por un neumático en malas condiciones. Debió esperar hasta las 17:00 horas para volver a despegar escoltando a una escuadrilla de Ju-88.


Quince Curtis P-40 se lanzaron contra los bombarderos, cuando Marseille ya estaba en curso de colisión con los cazas británicos. Nuevamente se formaron en círculo y una vez más Marseille se metía entre ellos rompiendo la formación. La acción duró sólo seis minutos y en ese lapso Marseille derribó cinco aviones ingleses.


Los primeros cuatro cayeron a intervalos de un minuto entre las 17:45 y las 17:50 y el quinto a las 17:53. La proeza de haber derribado diecisiete aviones en una sola jornada, se cumplía el mismo día en que fue informado de la muerte de su padre.


Durante las cuatro semanas siguientes, el Capitán Marseille derribó cuarenta y cuatro aviones más. Se había ganado los Diamantes para su Cruz de Caballero con Hojas de Roble y Espadas, pero nunca los recibió.


El 30 de Setiembre durante otra salida rutinaria, no encontraron ninguna escuadrilla enemiga. De regreso, alas 11:35 sus compañeros observaron humo en el me-109 del líder. Luego de salir del territorio enemigo Marseille abrió la cabina e invirtió el avión para lanzarse, cosa que hizo enceguecido por el humo. Demoró demasiado para lanzarse, cuando el avión picaba a 600 Kms por hora. Su cuerpo golpeó contra la cola del avión y se precipitó a tierra sin que se abriera el paracaídas.


El cuerpo de Marseille fue hallado a siete kilómetros al sur de Sidi Abdel Raman. La Estrella de África se había apagado dos meses antes de cumplir 23 años. Sin embargo el espíritu de Marseille nunca murió, ya era una leyenda que perduraría en la historia.

Fuente: http://www.exordio.com

24 de marzo de 2011

GUNTHER PLÜSCHOW - PIONERO DE LA AVIACIÓN ALEMANA Y ADMIRADOR DE LA PATAGÓNIA ARGENTINA

Por Roberto Litvachkes


Gunther Plüschow nació el 08 de febrero de 1886 en Munich, Alemania. Murió en un accidente de su hidroavión el 28 de enero de 1931, en Lago Rico, a 70 km de Calafate, Provincia de Santa Cruz, Argentina.


Comenzaremos esta reseña biográfica con uno de los últimos párrafos del libro de bitácora, fue hallado junto a su cuerpo a escasas horas del accidente que le costó la vida, se lee:


“Hace pocas horas una furiosa corriente de aire nos ha obligado a descender en un lago de 300 metros de ancho y paredes de piedra de 800 metros de altura, debemos salir de este encierro!”


Después de leer estas pocas líneas de manos del aviador ¿cómo no imaginar esas dos enormes moles de piedras encajonando a una avioneta, casi de juguete, cual si fuera un
soberbio gato divirtiéndose con un ratón? Pero, ¿qué hacía este personaje en el sur argentino y en semejante situación?


Trataremos de descifrar el enigma de la expedición a la Patagonia que Gunther Plüschow realizó entre 1928 y 1931. Esas palabras fueron escritas exactamente el 27 de enero de 1931 y son el angustioso testimonio de las últimas horas de esa exploración y del mismo Plüschow.


Como se ha dicho Plüschow nació un 08 de febrero de 1886 en Munich. Sus primeros pasos los dio en Roma, donde su padre dirigía un Museo. El "diablillo rubio", como le decían los vecinos, crecía en un ambiente de total libertad hasta que un día su madre lo sorprende vendiendo colillas de cigarrillos a los transeúntes y decidió inscribir al travieso Gunther de 4 años en un colegio jesuita francés.


Al pequeño no le resultaría fácil el cambio de andar libremente por las calles y veredas romanas a la disciplina jesuítica pero, con toda seguridad, allí debió haber escuchado las primeras historias sobre la Patagonia, una tierra tan lejana como mágica y seductora. A los 11 años su familia cambió de hogar y se trasladó a Mecklemburgo, donde Plüschow en un nuevo colegio, allí fue tutor de compañeros mayores a quienes ayuda con el inglés, ya que, además, habla francés, italiano y algo de español.


En uno de los lagos d
e esa zona, conoció a un viejo navegante y muy pronto se convierte en su alumno de navegación. Un día, una muy fuerte y peligrosa tormenta que sorprende a maestro y alumno en medio del lago. El pequeño Gunther se encuentra muy lejos de asustarse y muy por el contrario se divierte en tan especial situación. Mucho tiempo después Plüschow escribiría: "de muy pequeño descubrí mi pasión por la navegación, el mar sería la vía para conocer y conquistar los más lejanos países!".


Carrera Militar


En 1897 ingresó al Liceo Naval de Ploën en Schlosberg y más tarde, en 1905, ya seguro de su vocación por el mar, ingresó a la prestigiosa Escuela de la Marina Imperial Alemana.


Una tarde de invierno, leyendo en la biblioteca del Liceo con sus compañeros, encuentra en un libro la foto de un viejo buque alemán junto a montañas nevadas: ¡La Tierra del Fuego!


Queda fascinado, queda encantado como una cobra en su cesto ante el sonido de la flauta de su encantador. Convierte "esa" postal en un refugio donde su imaginación volará durante toda su vida: "… en ese momento arranqué la postal del libro y la pegué en mi armario, juré que alguna vez llegaría y conquistaría ese remoto lugar!", sentenció en su libro y nadie pudo torcer ya ese destino. En 1912 Plüschow termina su período de formación en la Escuela Naval, tenía solo 28 años años y ya había recorrido el mundo entero en el velero escuela Storch e incluso había llegado a la China.


Siempre fue el líder de sus compañeros, hablaba varios idiomas, y en cada puerto trataba de socializar con la gente del lugar para aprender sus costumbres y terminaba, irremediablemen
te, con íntimos amigos por todos lados. En aquella época, recordaba su mujer Isot, que por señalar muchas de las injusticias que se cometían en algunos lugares que él visitaba, sus camaradas pensaban que tenía un carácter demasiado rebelde para la profesión militar. A pesar de eso, es nombrado primer comandante de una torpedera y luego oficial inspector en Mürwen.


En lugar de aceptar y hacer su carrera, que parecía encaminada, pide permiso para ser instruido como aviador en el Aeropuerto de Jhoannisthal. En esa época "volar" era visto como una actividad muy poco seria y pareciera que esto obsesionó aún más a este singular personaje. Debió insistir varias veces hasta que aprobaron, a regañadientes, su petición. En tan solo dos semanas, la academia Rumpler lo nombra piloto y mecánico de aviones. Se lo asigna como aviador militar y observador aéreo de Tsingtao, una colonia alemana en China junto al Mar Amarillo. Se lo envía allí con un avión Taube, aparato muy primitivo y frágil.


Como también hablaba chino, consigue la ayuda de varios nativos de Tsingtao y prepara una pista de aterrizaje, un hangar, arma el avión y empieza a volar. No puede evitar algunos accidentes pero, como también se puede
adivinar, se sobrepone a todo.


Primera Guerra Mundial


En 1914 se declara la Primera Guerra Mundial y sus vuelos se tornan más arriesgados; es perseguido por aviones japoneses más modernos pero los enfurece pues constantemente burla sus ataques, casi como en un videojuego. Al final, los japoneses toman Tsingtao y Plüschow huye con documentos secretos que debe tratar de hacer llegar a Alemania.


Luego de hacer unos kilómetros desciende c
on su avión, lo quema para que no lo tome el enemigo y comienza un peligroso e increíble raid que lo llevará de Shangai a Beijing, a San Francisco, a Los Ángeles, a Nueva York y de ahí, en un desesperado intento por llegar a su patria, se embarca con documentos falsos en un buque pero en Gibraltar es descubierto, arrestado y enviado a la Prisión Militar de Donnigton Hill en Irlanda.


Al poco tiempo escapa: "me ocultaba en Londres vestido con ropas de peón, me escondía a la noche en el Museo Británico donde leía libros de viajeros a la Patagonia y estudiaba viejos mapas", cuenta en su libro como si estuviera riéndose de las aventuras de un joven travieso.


Consigue el nombre de un barco que va a Holanda y sube como polizón. Llega así al continente europeo y cuando por fin retorna Alemania ¡es confundido con un espía y casi fusilado!


Su huida le llevó 9 meses en total y la editorial Ullstein, además de su familia, lo convence para que escribiera un libro relatando sus aventuras y del cual se vendieron 600.000 ejemplares. Plüschow era un auténtico patriota que se preocupaba por el futuro de su nación, pero en 1919, decepcionado por el caos social de Alemania, renuncia a la Armada.


Preocupado por la parálisis aeronáutica e
n Alemania, aprovecha su prestigio y convence a varios empresarios para que formen una compañía Aeropostal: así nace AeroLloyd y él realiza el primer vuelo aeropostal entre Berlín y el Weimar. Esa compañía sería en el futuro Lufthansa. El emprendimiento dura un tiempo, luego del cual debe buscar otras tareas.


Trabajó como vendedor de automóviles, instaló una concesionaria de autos en Berlín pero pierde su capital; comienza de nuevo y aprende a ser proyectorista de cine, corre carreras de resistencia en automóvil y motos, vende hierro, pero, a pesar de todo, su situación económica es cada vez más complicada. Para esa época, Plüschow ya estaba casado y tenía un hijo nacido en 1918. Su mujer Isot al verlo tan entristecido, es quien los empuja a rendir un examen como Capitán de Buque Mercante.


Por el prestigio que tenía, lo contratan para llevar pasajeros y turistas por el Mediterráneo. Al poco tiempo su mujer recibe un telegrama desde Grecia que decía: "Me he encontrado con mi viejo camarada Laeitz quien conducirá un crucero hacia América del Sur. Me ha solicitado y he aceptado ser el cronista de ese viaje y filmar el mismo. Compra una cámara de fotos y una filmadora con su manual y envíamelos cuanto antes", casi sentenció sin posibles alternativas.


América del Sur - Brasil - Argentina - Chile - Tierra del Fuego – Patagonia


Isot no tiene más remedio que "hacer las compras" indicadas por su marido y en septiembre de 1925, parte en el velero Parma, de 4 mástiles, desde el puerto de Hamburgo. A los 75 días llegan a las Islas Malvinas, luego al Cabo de Hornos, Chile y al Puerto de Valdivia. Recorre otros lugares de Chile y Lauezzari, un estanciero alemán del cual se hace muy amigo, lo lleva a la zona del Paine. Plüschow señala la montaña y le pregunta qué hay detrás y su amigo le dice que nadie lo sabe.


Plüschow responde sin dudarlo: "Pues yo
volveré y lo averiguaré".


Retorna a Alemania, pero el romance con la Patagonia ya estaba declarado y la decisión de volver al sur para explorarla, estaba tomada. Antes de que ello ocurriera escribe su segundo libro: "Viaje en Velero hacia el País de las Maravillas". Durante un año se dedica a pedir apoyo para el viaje que pretende realizar. Así redacta numerosas cartas que envía a empresarios y amigos de toda Alemania, su argumento es:


Quiero ir hacia Tierra del Fuego y explorar sus costas en un velero y su territorio desde el aire en un avión, escribir un libro y filmar una película para que todo el mundo pueda conocer la extraordinaria belleza de la región. Ya estaba perdido en las redes de una mujer fatal: la Patagonia. Gracias a la editorial Ullstein, a Heinkel, Deutz, Agfa y a muchos amigos, consigue un velero, un avión, seguridad económica y todo lo necesario para el viaje.


En octubre de 1927 parte del Puerto de Busum en una pequeña goleta que bautiza con el nombre de Feuerland (Tierra del Fuego) con destino a la Patagonia. En noviembre de 1928, luego de más de un año de realizar un duro y peligroso viaje, después de haber explorado y filmado con detenimiento las costumbres de los aborígenes de la Amazonia y de las industrias y actividades del Norte y el Sur del Brasil, llega finalmente al Estrecho de Magallanes y lo atraviesa para llegar a Chile.


A partir de ese momento, se convierte en un infatigable explorador, fotógrafo y documentalista. A fines de noviembre, con la ayuda de su mecánico Ernst Dreblow, arma su "chiche" en Punta Arenas: un hidroavión Heinkel HD24 que lo había enviado desarmado en un buque mercante. El 03 de diciembre de 1928 cumple uno de sus más importantes anhelos y asombra a los habitantes de Ushuaia siendo el primer avión en acuatizar en su virgen bahía.


Se conserva la foto de ese momento histórico y se pueden ver a los alumnos de la escasa población con sus relucientes e impecables guardapolvos blancos. Plüschow entrega la primer saca de correo por vía aérea con saludos del gobernador de Magallanes al Gobernador de Ushuaia y también una encomienda postal para uno de los reclusos de la famosa prisión de Ushuaia.
También filma todo el viaje y esta maravilla permite apreciar las primeras imágenes aéreas de Punta Arenas, de Ushuaia y de la cordillera Darwin. Para los pobladores de las dos ciudades este vuelo significa el primer paso para romper el aislamiento que impedía el desarrollo y el crecimiento en la zona.


Plüschow hace un relevamiento geográfico y meteorológico pues en la zona no había ni aeropuertos, ni estudios previos, ni apoyo de radio, ni siquiera combustible de buena calidad para los vuelos, motivo que le acarreaba no pocas situaciones de peligro. En 1929 retorna a Alemania donde publica su libro "Silbercondor" y edita su película. Su hijo, Guntolf, recuerda:


"la película la hace muda porque pensaba que el sonido se iba a borrar con el tiempo".


También, gracias a la ayuda del anarquista e intelectual español Armand Guerra hace la traducción de su libro al castellano que él mismo corrige. Para mediados de 1930 retorna a la Argentina y al no conseguir sala debido a la inestabilidad política del momento y a que la película era muda, la estrena en el Anfiteatro de la Facultad de Medicina, actual anfiteatro de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en la Manzana de las Luces.


También la exhibe en el suntuoso Club Alemán que en ese momento funcionaba donde hoy se encuentra la sede del Círculo Aeronáutico. A pesar del éxito, quiere seguir con sus planes y va a Chile donde es condecorado. Luego vuelve a la Patagonia y se encuentra con su avión deteriorado ya que las ratas, afectas a la cola de pescado que era el pegamento del entelado de las alas, habían destruido el ala izquierda. Repara el avión con su mecánico y reinicia sus vuelos.


Desde Chile, quizás porque tenía temor que las autoridades de ese país le retiren el permiso de vuelo por el estado del avión, cruza a la Argentina. Realiza arriesgadísimos vuelos y filma sobre la región de los Hielos Continentales, sobre el Lago Argentino, sobre el Perito Moreno y sobre el Lago Viedma. El 25 de enero una feroz corriente de aire que desciende de la cordillera lo obliga a descender bruscamente en medio de un desfiladero de glaciares.


Durante varios días, junto a su copiloto, intentan reparar una rotura del flotador y sospechan algún daño que no consiguen localizar en el ala izquierda. El diario de Pluschow es el único testimonio del desesperado intento de él y de su mecánico Dreblow por arreglar el avión. Lo hacen sumergidos en el agua, casi helándose, pasando hambre y usando elementos inadecuados.


El 28 de enero es el último registro escrito donde dice que a las 11 harán un último intento por salir de ese lugar y a las pocas horas su avión se desploma sobre el Lago Rico, a 70 km de Calafate.


En Plüschow se dan varias paradojas. Por un lado, vino a la Patagonia con el objeto de filmarla, de capturarla, de "hacerla suya" para después poder mostrársela al mundo entero, casi un promotor turístico por vocación que había sido fascinado por la región mucho antes de conocerla. Por otra parte, deja un testimonio extraordinario como es su fantástica película, sus fotos y sus escritos más el relato de una vida de aventuras increíbles y de constantes desafíos que supera con una determinación admirable. Quienes han conocido ha Pluschow también hablan de su simpatía y de una personalidad avasallante, características ambas que le permitieron superar todo tipo de obstáculos y que hicieron de sus amigos sus más fieles admiradores.

Fuente: http://www.mundosgm.com

TRES AVIADORES JAPONESES QUE PARTICIPARON EN EL ATAQUE A PEARL HARBOR

Cayeron en picado sobre la bahía de Pearl Harbor. Pensaban en su país y en su emperador cuando soltaron las bombas de las panzas de sus aviones y cosieron a balazos las instalaciones navales más valiosas de Estados Unidos en el Pacífico.


Murieron 2330 estadounidenses y su flota quedó seriamente dañada. Desde aquel 07 de diciembre de 1941 fueron héroes en Japón, a pesar de las 185 bajas sufridas. Cuando terminó la contienda y su país se rindió, cayeron en desgracia. Eran el recuerdo vivo de la derrota.


Kaname Harada. A sus 85 años trabaja en un jardín de infancia de Nagano. Durante el ataque a Pearl Harbor estuvo asignado a la patrulla aérea que protegía a los bombarderos y la flota. Hoy, le mortifica recordar las caras de espanto de los hombres a los que derribó en una batalla sobre Ceilán y anhela encontrar a sus familias para que le perdonen.


A pocos meses del 60 aniversario del ataque y cinco días antes del estreno de la película Pearl Harbor en España, polémica porque ha costado más de 25.000 millones de pesetas hacerla y no ha respondido como se esperaba en la taquilla estadounidense, tres aviadores cuentan su periplo de seis décadas tratando de olvidar y soportando el peso de una sociedad que renegó de ellos. Su ataque en la isla hawaina de Oahu, realizado por 350 aeronaves de los portaaviones de la Primera Flota Aérea nipona y submarinos de bolsillo, causó un daño considerable a ocho buques de guerra estadounidenses que estallaron o se hundieron, así como numerosos navíos de menor tamaño, y logró destrozar sus aeródromos, fulminando en tierra 188 aparatos.


La mayoría de los pilotos nipones que participaron en la incursión aérea habían muerto incluso antes de que terminara la guerra, muchos de ellos como kamikazes. La posguerra significó para este trío de aviadores, al igual que para sus camaradas supervivientes, uno de cada tres, ser ignorados y despreciados por sus conciudadanos. Con la desesperación de quien intenta ocultar la humillación de ser vencido y el horror con el que se saldó la guerra, el pueblo japonés le dio la espalda a los hombres a quienes apoyaron con fanatismo durante el periodo bélico. La actitud generalizada de indiferencia quedó bien clara en 1991, en el transcurso de una sesión del parlamento japonés, cuando se planteó la cuestión del 50 aniversario del ataque a la isla hawaiana. Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores declaraba que todos los participantes en el ataque habían fallecido.


A medida que se aproxima el 60 aniversario se hace más difícil que Japón silencie los recuerdos, especialmente con el estreno de la producción estadounidense. Takeshi Maeda, Zenji Abe y Kaname Harada son testimonio, hasta ahora mudo, de lo que ocurrió y tienen el poder de la reconciliación. Participan en reuniones con sus antiguos enemigos e iniciativas para promover la paz y la comprensión. Esta es su historia.


Kaname Harada. Era un piloto nato. De los 1500 hombres que se enrolaron junto a él para convertirse en aviadores navales, sólo 26 completaron el proceso de selección y el entrenamiento de cuatro años. Harada recibió de manos de su emperador un reloj por ser el número uno de su promoción. Fuerte, apuesto e inteligente, se le consideró un candidato idóneo para el mundo castrense. Hoy tiene 85 años, trabaja en un jardín de infancia y su opinión sobre la vida ha cambiado mucho desde entonces. Cuando en septiembre de 1941 fue asignado al portaaviones Soryu, su formación como piloto imperial se hizo más intensa. Por eso, decidió enviar a su esposa embarazada, Sei, a casa de sus padres en Nagano. Haciendo gala de la frialdad japonesa, ninguno de los dos mostró emoción alguna en la despedida, pero ella le compensó escribiéndole todos los días hasta que su barco levó anclas. "Mis camaradas bromeaban y me decían que parecía suscrito a un periódico", relata divertido. Todavía recuerda cómo el día de su partida los conductos exteriores del navío fueron forrados para protegerlos del frío. Los tripulantes estaban convencidos de que se disponían a atacar a la Unión Soviética, incluso la nave trazaba rumbo hacia las Aleutianas. Nadie sospechaba que eran actos para ocultar a Estados Unidos sus verdaderas intenciones. Hasta el 24 de noviembre, ni Harada ni ninguno de sus compañeros supo que su objetivo era Pearl Harbor.


La participación relativamente discreta de Harada en la primera incursión aérea del conflicto no se hizo extensible al resto del conflicto. El 05 de abril de 1942 tomó parte en una serie de combates contra los británicos sobre la isla de Ceilán, actual Sri Lanka, y pudo confirmar que había derribado a cinco cazas enemigos Hurricane en sólo un día. La superior maniobrabilidad del avión japonés Mitsubishi Zero le permitió combatir a una distancia tan corta, que aún hoy le atormenta recordar las caras de espanto de los hombres a los que derribó. Rememora con claridad cómo uno de ellos logró aterrizar hábilmente sobre un arrozal con el aeroplano destrozado.


Durante la batalla de Midway, punto de inflexión decisivo en el desenlace de la guerra, cuatro portaaviones pesados nipones, incluyendo el de Harada, fueron hundidos por las fuerzas estadounidenses. Con ningún lugar donde tomar tierra, su caza se quedó sin combustible. Todavía guarda el reloj que llevaba, detenido para siempre a las 15.26, momento en el que amerizó. Salió ileso. Más tarde, en su primer derribo, la experiencia resultaría más dura. Tras un largo combate con un Wildcat sobre el cielo de Guadalcanal, isla del Pacífico Sur, fue abatido. Previamente había vivido un frenético duelo aéreo. El piloto rival Joe Foss y Harada volaban directos el uno hacia el otro con las ametralladoras escupiendo fuego. Herido en un brazo y con su aeronave seriamente dañada, el aviador japonés realizó un aterrizaje de emergencia en medio de la jungla.


Allí se encontraría con un bombardero nipón que también había sido derribado: uno de los tripulantes estaba muerto y el otro moribundo. El herido le rogó que le cortara un mechón de su cabello y se lo entregara a su familia. Después le pidió que le abandonara e intentara salvar su vida. Kaname Harada permaneció junto a él hasta que expiró. Posteriormente, supo que al hacer esto se había salvado. El retraso impidió que se cruzara las fuerzas estadounidenses que avanzaban en dirección a él.


Al terminar la guerra, este héroe y sus camaradas sufrieron el ostracismo en su país. Según los términos de la rendición, la sociedad quedaba totalmente desmilitarizada y a los antiguos soldados se les prohibía ejercer actividades relacionadas con la educación o la política. Durante los siguientes 25 años, se vio obligado a realizar trabajos sin perspectiva de futuro: "Vendí manzanas, ordeñé vacas y trabajé como peón de granja... Lo intenté todo, pero sólo obtuve el fracaso". En 1965, él y su esposa abrieron un jardín de infancia para ayudar a las madres de la zona. Finalmente, con el apoyo de la comunidad local, pudo establecerse en Nagano ejerciendo esta actividad. En 1991, con motivo del 50 aniversario de Pearl Harbor, Harada viajó a EEUU en busca del perdón. Allí conoció a Joe Foss, el piloto que le derribó. Unidos por el feroz duelo que protagonizaron siendo jóvenes, durante el cual el avión del estadounidense recibió más de 240 impactos, ambos se hicieron, y continúan siendo, amigos.


Con una existencia marcada por la obediencia ciega al mando militar, Harada comprende ahora el crucial papel que desempeña la educación a la hora de evitar que todo esto pueda suceder de nuevo. Lleva tres décadas hablando en los colegios nipones y estadounidenses, para ayudar a las nuevas generaciones a comprender la contienda. Es su forma personal de encontrar el perdón. Ahora, en el ocaso de su vida, su último deseo es conocer a las familias de los pilotos de los Hurricane con los que luchó. Mantiene la esperanza de que el aviador que logró aterrizar en el arrozal continúe con vida.


Zenji Abe. Con 24 años participó en el ataque que desencadenó la guerra entre Estados Unidos y Japón, como líder de un escuadrón que atacó al USS Arizona en la segunda oleada. Hace una década organizó la Asociación de Amigos Japoneses de Pearl Harbor y viajó a América en busca de la reconciliación.


Su acción contra el enclave americano se convirtió en aquel tiempo en motivo de honda decepción personal. Como piloto de elite de los cazas japoneses, el escuadrón de Zeros pasó la noche previa al ataque brindando con sus camaradas por la derrota de los Estados Unidos. Por ello, al ser informado de que estaba asignado a la patrulla aérea de combate que protegería a los bombarderos y la flota, rogó a sus superiores que le permitieran tomar parte en el ataque principal. La petición fue denegada y voló sin incidentes mientras sus compañeros, tres de los cuales nunca regresarían, tomaban parte en la destrucción del aeródromo de la isla. Los aviadores volvían jubilosos: el ataque había sido un éxito. Sin embargo, él recuerda que sintió lo contrario cuando supo que los portaaviones estadounidenses de la Flota del Pacífico no estaban fondeados en el puerto hawaiano. La historia demostraría que este hecho sería crucial en el desarrollo de la guerra.


Cuando el avión de este Teniente comenzó su frenético ataque en picado contra el acorazado de guerra USS Arizona, el buque ya se encontraba envuelto en llamas. Los pañoles de munición de proa habían saltado por los aires como consecuencia de una bomba lanzada durante la primera oleada. Su único torpedo, de 250 kilos, fue lanzado a 400 metros de altura y contribuyó a la destrucción bajo cubierta. Murieron casi 1200 marinos a bordo. El breve ataque sería la culminación de uno de los entrenamientos para pilotos de combate más riguroso del mundo.


Abe, que en la actualidad se acerca a los 85 años, recuerda cuán brutal fue su entrenamiento en la Marina Imperial: "Desde el momento en que tocaban diana disponíamos de dos minutos para vestirnos, hacer la cama y llegar al comedor situado a 150 metros de distancia. Todo aquel que llegara incorrectamente vestido o un segundo tarde era sacado de filas y apaleado". Cada minuto del tiempo que pasó en la Academia Naval era cuidadosamente programado y controlado. "No teníamos ni un momento para relajarnos o decidir qué hacer", explica. La férrea disciplina y el énfasis ciego en acatar órdenes sin cuestionarlas forjó al Teniente y sus camaradas como soldados letales del régimen.


Durante la preparación previa al ataque contra Pearl Harbor, el alto mando llevó al límite tanto a sus hombres como a sus máquinas. Los bombarderos estaban diseñados para descargar a 800 metros de altitud, una distancia que permitía a las aeronaves salir de su propio picado sin riesgo. Para aumentar su efectividad, se ordenó que la distancia se redujera a la mitad. Soltar las bombas a 400 metros significaba que el avión salía del picado a 15 metros del suelo. Este ex combatiente lo recuerda. "Si tus ojos perdían la visión durante algunos segundos, por el cambio de la fuerza de gravedad que provoca el salir de un picado, sabías que no lo ibas a lograr". Durante el entrenamiento fallecieron no menos de ocho pilotos. El efecto sobre la puntería fue espectacular, pasaron de una efectividad de un 20% a un 86%".


El día del ataque, Abe se levantó a las tres de la mañana. Para una misión tan importante, él y sus camaradas vestían su uniforme de gala bajo el traje de aviador. Tras escribir una carta a su esposa y dejarla en su taquilla, visitó un altar sintoísta y realizó sus oraciones. Se unió al resto de sus compañeros para el desayuno y recibir el informe final del ataque. En toda la nave resonaba el rugido de los motores de los aviones calentando sobre la cubierta de vuelo.


Un cuarto de hora tardaron los 167 aparatos de la segunda oleada en despegar de los seis navíos y alinearse en formación de combate. Una hazaña considerable testimonio de la habilidad de estos pilotos, que tuvieron estrictamente prohibido el contacto radiofónico de avión a barco. En vista del obligado silencio, las aeronaves volaban en formación cerrada, lo que hacía posible el contacto visual mediante señales con las manos o gestos faciales. Entre las alas de los aviones, que formaban escuadrones de nueve en nueve, no había más de un metro de distancia. Cada escuadrón volaba a distinta altitud para evitar las turbulencias de las hélices. "El mío iba en el punto más elevado y retrasado de la oleada, con lo que tenía una buena panorámica de todos los de delante. Me sentí orgulloso, como un pastor guiando a sus ovejas". Sus recuerdos del ataque en sí se centran en lo bien que los estadounidenses se recuperaron tras la sorpresa inicial, 30 minutos antes de que ellos llegaran. Como líder vio caer a dos de sus compañeros antes de que pudiera lanzarse en picado sobre el USS Arizona.


Tres bombarderos que le seguían fueron abatidos bajo un intenso fuego antiaéreo. De regreso, con muchos de sus compañeros muertos y al ver los daños de las aeronaves, la desnuda realidad de la guerra le golpeó y lanzó sobre él la sombra de la duda sobre el conflicto.


Abe tomó parte en otras cinco acciones en la Segunda Guerra Mundial. La última de ellas consistió en una misión sin retorno para bombardear al grupo de combate naval número 58 de EEUU. Su ataque lo realizaría más allá del punto de retorno; sin poder volver a su barco por la falta de combustible, tendría que realizar un aterrizaje en algún lugar de las cercanías del punto de ataque. Tras localizar a la flota, tres portaaviones rodeados por una veintena de buques navegando en formación concéntrica defensiva, dio a su escuadrón la orden de ataque a la par que lanzaba su aparato en picado a través de una lluvia de fuego antiaéreo. Recuperó altura y esperó a sus compañeros. En ese momento, varios cazas se lanzaron contra él, pero los eludió ocultándose entre las nubes. Con su combustible agotándose, logró aterrizar en la pequeña isla de Rota, en el Pacífico Oeste, a 32 millas de Guam. De los 430 aviones que participaron en el ataque, sólo se salvaron 30. El 15 de agosto de 1945, Abe se rindió a las tropas estadounidenses.


Después de la guerra, perdió el contacto con sus antiguos compañeros de armas. Más tarde, en 1991, con motivo del 50 aniversario del ataque, fue invitado a asistir a los actos de conmemoración organizados por la US Pearl Harbor Association. Su deseo de perdón le condujo a formar el Japanese Friends of Pearl Harbor (Asociación de Amigos Japoneses de Pearl Harbor). Confeccionó un listado de supervivientes, que por esa época sumaban unos 80, y fue a visitar a cada uno de ellos para explicarles lo que estaba haciendo. Estima que hoy sólo están vivas cinco personas que puedan relatar la experiencia. Ha viajado varias veces a EEUU y ha participado incansablemente en actos de reconciliación, ayudando a restañar algunas de las profundas heridas que se abrieron durante aquellos días.


Takeshi Maeda. Quería ser pintor y terminó cayendo en picado en la primera oleada contra Pearl Harbor. Más tarde fue asignado a una misión kamikaze de la que se libró por la rendición de Hiro Hito. A sus 80 años cree que, en última instancia, Hirosima y Nagasaki salvaron las vidas de muchos japoneses, más de las que se perdieron.


Educado por un padre autoritario, su sueño de la infancia de convertirse en pintor nunca llegó a materializarse. En vez de eso, le convencieron para que realizara una carrera más acorde con la ambición de su país. En 1938, se alistó en la Marina Imperial Japonesa. Tres años más tarde, participaba en uno de los eventos históricos del siglo XX. Para entonces tenía 20 años y se había convertido en un joven disciplinado y cualquier duda que pudiera albergar sobre las órdenes que recibía las suprimía automáticamente. Recuerda que no sintió miedo durante el ataque, ya que, para él, al igual que para sus compañeros, "sólo se trataba de otro trabajo". Como navegante a bordo de un torpedero participó en la incursión sorpresa de la isla de Oahu. La culminación de este conflicto sería la destrucción de Hirosima y Nagasaki de la mano de las primeras bombas atómicas y la rendición incondicional del emperador Hiro Hito.


Tomó parte de la primera oleada de 183 aeronaves que despegó de los portaaviones japoneses. La radio de su carlinga captó el Sunrise Serenade de Glenn Miller que emitía la cadena de las fuerzas estadounidenses en Hawai. Sintió confianza al saber que los americanos no habían detectado el inminente ataque. En contra de la creencia popular, "Tora, tora, tora" no fue una orden verbal emitida para iniciar el bombardeo sorpresa, sino la señal en código morse enviada al Almirante Yamamoto para informarle de que no se había avistado ningún portaaviones bajo la bandera de barras y estrellas, lo que permitió a los nipones continuar adelante con su estrategia. Bajo un estricto silencio de radio, la orden de ataque nunca fue pronunciada, sino que fue señalizada mediante una bengala lanzada por el comandante al mando del ataque, Mitsuo Fuchida.


Al ver la señal, Maeda recuerda que los 40 torpederos de su oleada se colocaron en formación de a uno para la aproximación final. Cada avión tenía asignado un objetivo específico. En su caso era el USS West Virginia. A pesar de ser la segunda aeronave entrando al ataque, le sorprendió la rápida reacción del enemigo mientras su torpedero era violentamente sacudido por la metralla del fuego antiaéreo. Los aviones que entraban a su cola no fueron tan afortunados. Los cinco últimos fueron derribados. Tras el impacto directo del proyectil de Maeda sobre el USS West Virginia, ocho bombas más de sus compañeros hicieron blanco contra el navío, enviándolo a pique en el interior de la bahía. En media hora se había completado la primera oleada. Este militar sólo participó durante un escaso minuto. Recuerda que su principal preocupación era encontrar el camino de regreso al portaaviones Kaga, a más de 4800 kilómetros.


Su torpedero llevaba un solo artefacto de 830 kilos que había sido modificado para ser lanzado en aguas poco profundas. Unas aletas especiales impedirían que el artefacto se hundiera a una profundidad excesiva y quedara clavado en el barro del fondo de la bahía. "Pasamos seis meses de intenso entrenamiento preparándonos para la operación, aunque por aquel entonces todavía desconocíamos que Pearl Harbor era nuestro objetivo. Para poder lanzar el proyectil en un brazo de agua tan estrecho, tuvimos que reducir nuestra trayectoria de aproximación de un mínimo de 1000 metros a 700. Debíamos sobrevolar las instalaciones del puerto enemigo antes de descender a diez metros sobre la superficie del agua, por lo que era crucial que realizáramos una aproximación perfecta. Una distancia tan corta significaba que los aviones corrían el riesgo de estrellarse contra los mástiles de los barcos a los cuales atacaban".


Una consecuencia del escaso calado de las aguas volvería para atormentarle mucho más tarde en el conflicto bélico: en 1945, durante la batalla de Okinawa, Maeda tomó parte en una incursión nocturna contra un grupo de barcos estadounidenses. "Los aviones de reconocimiento lanzaron bengalas para iluminar a la flota enemiga mientras iniciábamos el ataque final. De repente, justo enfrente de mí pude ver al USS West Virginia, el mismo barco que había torpedeado y hundido. No me lo podía creer, los ingeniosos americanos habían logrado reflotar y reparar muchos de los barcos hundidos o averiados. Las aguas poco profundas y las condiciones de la bahía que tanto puso a prueba la destreza y el valor de los pilotos japoneses, contribuyó a hacer infinitamente más sencillo reflotar los buques".


A pesar de participar como piloto en las principales campañas del Pacífico, la única herida que sufrió fue un balazo en la pierna en la batalla de Midway. Finalmente, en agosto de 1945, le obligaron a unirse a la fuerza especial de ataque como kamikaze. "Yo había acumulado 3800 horas de vuelo en combate y no podía creer que mis comandantes quisieran tirar esa experiencia por la borda, en una sola misión. En ese momento comprendí el error de mis líderes y la inconsciencia con la que dispusieron de las vidas del pueblo japonés". Esta opinión la mantiene. También cree que la decisión de emplear las armas nucleares contra Japón fue en represalia al ataque contra Pearl Harbor, pero que en última instancia, el bombardeo atómico supuso la salvación de más vidas de las que se perdieron. El 14 de agosto, el emperador Hiro Hito instó a su pueblo a la rendición, dos días antes de que Maeda realizara su previsto vuelo suicida.


Actualmente, a sus 80 años, es un hombre despierto y aparentemente tranquilo que ha pasado buena parte de su vida como civil trabajando para una corporación japonesa. Su punto de vista de la guerra ha cambiado. Participa en iniciativas de reconciliación y el discurso que pronunció en el simposio del 50 aniversario organizado por la Asociación Norteamericana Pearl Harbor, celebrado en Hawai, alcanzó las primeras páginas de la prensa estadounidense, al finalizarlo con la emotiva frase: "Pearl Harbor, nunca más". Desde entonces ha hecho muchos amigos en la tierra de la libertad, entre los que se encuentran algunos supervivientes del ataque al USS West Virginia.

Fuente: http://www.elmundo.es