26 de octubre de 2020

AVIADORES ESPAÑOLES DISTINGUIDOS - CÉSAR HERRÁIZ LLORÉNS

 

Por Carlos Lázaro

 

Nació: El 3 de enero de 1896 en Madrid

Murió: El 18 de abril de 1926 en Axdir (Marruecos)

Profesión: Piloto militar.

 

 

César Herráiz ingresó el 1 de septiembre de 1912 como alumno en la Academia de Ingenieros de Guadalajara, donde cursó sus estudios hasta obtener el empleo de Teniente de Ingenieros el 11 de julio de 1918 (Diario Oficial, Nº 155), siendo destinado ese mismo mes al 1er Regimiento de Zapadores y Minadores; pasó el 24 de septiembre al fuerte de Nuestra Señora de Guadalupe (Irún) con dichas fuerzas. En virtud de la Real Orden de 8 de enero de 1919, el Teniente Herráiz fue destinado al Servicio de Aeronáutica Militar incorporándose a la 1ª Unidad de Aviación, hasta que solicitó realizar el Curso de Observadores de Aeroplano, siéndole concedido en el mes de septiembre y, tras cumplir con las prácticas y vuelos preceptivos, recibió el correspondiente título el 10 de diciembre de 1919. El Teniente Herráiz quiso completar su formación aeronáutica y, después de recibir el despacho de observador, inició las clases en Cuatro Vientos (Madrid) para conseguir el título de piloto de aeroplano, obteniéndolo el 25 de febrero de 1920.

 

El 19 de abril de 1920, el joven piloto y observador viajó a la zona Occidental del Protectorado de Marruecos para incorporarse a la 1ª Escuadrilla de Marruecos con base en Tetuán. El 18 de mayo marchó en vuelo a Larache para asumir el mando de la Escuadrilla de dicha base y realizar vuelos, hasta que fue cesado momentáneamente a final de mes —pasando a dirigir los talleres del aeródromo—, hasta que reasumió la jefatura de la Escuadrilla el 3 de julio; dos semanas más tarde ascendió a Capitán de Ingenieros (Diario Oficial, Nº 160), y le ordenaron que se personase en la Comandancia de Ingenieros de Ceuta, destino al que no acudió, porque al cesar en la Jefatura de la Escuadrilla de Larache se incorporó de nuevo como piloto en la 1ª Escuadrilla de Marruecos a finales de mes. Tras un breve paso por Cuatro Vientos, el 8 de septiembre se incorporó en vuelo a Larache para hacerse cargo de la Jefatura de Talleres y Obras de la 3ª Escuadrilla, realizando vuelos de combate y reconocimiento sobre territorio enemigo hasta el final del año, por lo que su Escuadrilla fue felicitada por el comandante en jefe del Grupo de Escuadrillas de Marruecos y el alto comisario de España en Marruecos.

 

Herráiz siguió prestando servicio con la 3ª Escuadrilla y fue nombrado jefe de la misma el 26 de mayo, dirección que ejerció hasta el 21 de junio, fecha en la que se trasladó a la Península para disfrutar de una comisión de servicio en la Escuela de Tiro Aéreo de Cazeaux (Francia), en la que se realizaron unos ejercicios, permiso que le fue ampliado para viajar a París y Londres con el fin de reconocer material de aviación ofrecido a la Aviación Militar Española. Regresó a España el 17 de septiembre para incorporarse como profesor en la Escuela de Ametralladores y Bombarderos de Los Alcázares (Murcia) y con destino en la Escuadrilla de Granada hasta final de año. Herráiz permaneció en Los Alcázares simultaneando el cargo de profesor de Vuelos e inspector de tropas del aeródromo. También tuvo ocasión de participar en un certamen de aviación convocado por el Aero Club de Valencia a finales de agosto, en el que obtuvo el tercer premio. En octubre de 1922 fue enviado a Cuatro Vientos para formar parte del Grupo de Escuadrillas de Madrid, destino que nuevamente abandonó a principios de 1923 para incorporarse al Grupo de Escuadrillas de Melilla, con el que inició vuelos de guerra sobre territorio rifeño hasta el 4 de julio, fecha en que se le concedió licencia para casarse con María del Carmen Hidalgo de Quintana y Torres.

 

César Herráiz regresó a Marruecos a principios del mes de agosto y el día 4, después de un vuelo de reconocimiento sobre el frente, su avión sufrió una parada de motor que le obligó a aterrizar cerca del cabo Quilates, siendo capturado por los rifeños junto a su avión intacto. A partir de ese día, el Capitán Herráiz sufrió un penoso cautiverio en la prisión de Axdir, porque los rifeños, en repetidas ocasiones, le presionaron para que pusiera en vuelo el avión capturado, a lo que el oficial español se negó. Después de infructuosos intentos de liberación realizados por su madre, César Herráiz falleció a consecuencia de las duras condiciones de vida de la prisión. Fue condecorado en 1922, 1924 y 1925 con la Cruz de 1ª Clase del Mérito Militar por su participación en operaciones, y en 1923 con la Medalla de Sufrimientos por la Patria.

 

En 1926 se le dio su nombre a un aeródromo construido a orillas del río Neckor.

 

 

 

Fuente: http://dbe.rah.es

24 de octubre de 2020

AVIONES UTILIZADOS EN INTENTOS DE CRUZAR EL ATLÁNTICO NORTE SIN ESCALAS –L'OISEAU BLANC

 



 

Tipo: PL.8

Fabricante: Pierre Levasseur

Diseñado por: Pierre Levasseur

Primer vuelo: 19 de abril de 1927

Retirado: Desaparecido el 8 de mayo de 1927

Estado: Desaparecido

Nº construidos: 1

 

El Oiseau Blanc (en español: Pájaro blanco) fue un avión biplano que desapareció el 8 de mayo de 1927 junto con sus dos pilotos, los franceses Charles Nungesser y François Coli, durante el primer intento de realizar el vuelo entre París y Nueva York sin escalas. Menos de dos semanas después de su desaparición, el estadounidense Charles Lindbergh se convirtió en la primera persona en completar esta travesía, aunque en sentido contrario, a bordo del Spirit of Saint Louis.

 

La desaparición del Oiseau blanc es considerada como uno de los mayores misterios de la historia de la aviación​ y numerosas hipótesis han circulado en torno al paradero tanto del avión como del de sus dos tripulantes. Según diversas investigaciones el avión se habría estrellado en el Océano Atlántico al encontrarse con una fuerte turbonada o con un importante banco de niebla. ​ Sin embargo durante los años 1980 surgieron otros estudios que sostienen que el Oiseau blanc podría haber llegado hasta Terranova, en el continente americano, y se habría estrellado cerca de esta isla.

 

El Oiseau Blanc dejó un importante legado, aunque no pudiera completar su misión, pues aparece en varias películas y canciones y en Francia existen varias ciudades que tienen calles con los nombres de Nungesser y Coli. En su honor fue erigido un memorial en el Aeropuerto de París-Le Bourget, punto de partida de su viaje, y también en Étretat, en donde se lo pudo ver por última vez desde Francia. 

 

Contexto


François Coli y Charles Nungesser (en este orden) posando para la prensa antes del vuelo.

 

Tras el final de la I Guerra Mundial los aviadores de todo el mundo intentaron demostrar la utilidad pacífica de la aviación estableciendo todo tipo de nuevas marcas en distancia, altitud o velocidad. Es en este contexto que en mayo de 1919 el piloto estadounidense Albert Cushing Read realizó un vuelo entre Long Island, en los Estados Unidos, y Plymouth, en Inglaterra, en 23 días y realizando 5 escalas. Ello motivó al empresario Raymond Orteig a ofrecer un premio de 25000 dólares al primer aviador que realizara un vuelo transatlántico sin escalas entre Nueva York y París en un plazo de cinco años. Un mes después los aviadores británicos Alcock y Brown realizaron el primer vuelo transatlántico sin escalas al volar desde Terranova, en Canadá, hasta Clifden, en Irlanda,​ aunque no fue suficiente para ganar el premio.

 

El plazo de cinco años se cumplió y ningún piloto consiguió completar el desafío de Orteig, por lo que el empresario decidió renovar la competición por cinco años más. En 1925 el francés François Coli se convirtió en el primer aviador en inscribirse en el concurso, pero otros participantes como el famoso piloto de caza René Fonck se inscribieron al poco tiempo aprovechando los avances tecnológicos realizados durante los años 1920.

 

François Coli, veterano de la I Guerra Mundial y condecorado con la Legión de Honor, realizó varios vuelos históricos a través y alrededor del mar Mediterráneo. Uno de los más importantes fue el que realizó en 1919 entre París y Kenitra (actualmente en Marruecos) y con el que rompió la marca de distancia en línea recta. Desde 1923 concentró su trabajo en realizar un vuelo transatlántico y originalmente planeaba hacerlo con su compañero de la guerra Paul Tarascon, un reconocido as de la aviación con un total de 12 victorias en combate, pero un accidente a finales de 1926 destruyó su avión Potez 25 y le provocó a Tarascon graves quemaduras que le obligaron a abandonar la aviación por varios años. François Coli fue contactado entonces por Charles Nungesser, uno de los aviadores franceses más experimentados de la guerra con 43 victorias en combate, que se ofreció para reemplazar a Tarascon. Nungesser estudiaba la posibilidad del vuelo transatlántico París-Nueva York desde 1925 pero necesitaba un navegador experimentado como Coli. Poco después los dos hombres obtuvieron el apoyo del constructor aeronáutico Pierre Levasseur y del fabricante de motores Lorraine-Dietrich y comenzaron los preparativos para el viaje.

 

Si bien los vientos predominantes en el recorrido previsto soplarían de oeste a este, lo que favorecía el recorrido desde Nueva York hacia París, Charles Nungesser y François Coli organizaron su viaje para partir desde París por razones simbólicas. Por más que Coli se inscribió al Premio Orteig en 1925, el cambio de compañero y otros detalles hicieron que el vuelo programado no contara para el concurso, aunque a los aviadores no les importó ya que decían que su verdadero objetivo era establecer una nueva marca y no el premio monetario. ​La fuerte personalidad de los aviadores y su gran carisma les valió la atención de los medios y atrajo una gran publicidad en relación al vuelo a ambos lados del Atlántico, donde los preparativos para el viaje eran seguidos día a día por los periódicos.

 

Construcción del avión


El Oiseau blanc durante las pruebas, en abril de 1927.

 

Nungesser y Coli participaron en la construcción del Oiseau blanc, un Levasseur PL.8 desarrollado a partir del avión de reconocimiento Levasseur PL.4, con la ayuda de los ingenieros de Levasseur. El biplano de madera PL.4 con capacidad para tres pasajeros tenía la capacidad de amerizar en caso de emergencia, por lo que fue utilizado en la recién creada aviación naval francesa para servir en el primer portaaviones francés, el Béarn, que en ese momento estaba todavía en construcción. Con la ayuda del ingeniero Émile Farret y del jefe de fabricación Albert Longelot, los aviadores realizaron varias modificaciones en su avión: retiraron la cabina doble situada en la parte frontal del avión y la reemplazaron por tres tanques de combustible que contenían en total unos 4025 litros de carburante, el fuselaje se alargó y se reforzó para permitir un amerizaje más seguro y para permitir que Nungesser y Coli se pudieran sentar uno al lado del otro en la cabina trasera que quedaba y la envergadura se aumentó hasta 14,6 metros.

 

Motor Lorraine 12 Eb, ejemplar exhibido en el museo de la hidroaviación de Biscarrosse.

 

El motor utilizado para el avión fue un Lorraine 12 Eb de doce cilindros en W con una potencia de 450 caballos de fuerza, un propulsor que ya era conocido por su gran rendimiento en combates aéreos y montaba el famoso avión Potez 25. Los cilindros estaban separados en tres series con 60 grados de diferencia entre una y otra, lo que suponía una distribución parecida a la de los motores Napier de la época. Se realizaron varias pruebas en el motor para comprobar si soportaría la totalidad del largo vuelo que le esperaba, una de las cuales le hizo funcionar durante 40 horas seguidas en la fábrica de Levasseur para comprobar su fiabilidad.

 

El PL.8 fue bautizado Oiseau blanc (Pájaro blanco) por Nungesser en honor a un jefe indio de Wyoming que había conocido en 1925. Se le pintaron las alas y la deriva con el conocido tricolor francés azul-blanco-rojo y Nungesser hizo que se pintase a cada lado del fuselaje su insignia personal: una calavera con dos tibias entrecruzadas, con un ataúd y dos candelabros por encima y como fondo un corazón negro. Fue con esta insignia con la que se había hecho conocido entre los pilotos de la I Guerra Mundial.


 

El Oiseau blanc estuvo finalizado para mediados de abril de 1927 y a partir de entonces se realizaron varias pruebas hasta la partida de los dos aviadores. Se eliminó del avión todo peso considerado innecesario, incluyendo la radio y el bote salvavidas y el equipamiento del tablero de controles se minimizó, en particular en los controles concernientes al control de vuelo con baja visibilidad, al cual estaban poco habituados ambos aviadores. Para eliminar incluso más peso y ganar más aerodinamismo el tren de aterrizaje fue diseñado para ser desechado después del despegue, pues esta pieza no sería necesaria para el aterrizaje ya que los aviadores pensaban realizar un amerizaje delante de la Estatua de la libertad al llegar a Nueva York.

 

El vuelo


Plan de vuelo concebido por Coli para el 8 de mayo de 1927.

 

Nota: Los horarios dados a continuación corresponden a la hora legal de París (UTC +1)

François Coli concibió su plan de vuelo para seguir una ruta ortodrómica, la más corta, que los llevaría a navegar al noroeste sobrevolando el canal de la Mancha, el sudoeste de Gran Bretaña, Irlanda y el océano Atlántico antes de desviarse hacia el sudoeste para sobrevolar Terranova, Nueva Escocia y luego bordear la costa este estadounidense hasta llegar a Nueva York. François Coli era un experto navegante debido a sus años de experiencia a bordo de navíos mercantes y a sus vuelos en el mar Mediterráneo, por lo que trabajó durante todo el invierno de 1926-1927 previendo posibles cambios meteorológicos y estudiando las rutas astronómicas y decidió finalmente realizar el viaje durante el mes de mayo. ​

 

El 7 de mayo las previsiones meteorológicas francesas, británicas, irlandesas, canadienses y americanas estimaron que habría vientos favorables de este a oeste durante la mayor parte de la ruta establecida por Coli, aunque también se preveía una importante depresión atmosférica con posibilidad de tormenta cerca de Terranova. Sin embargo, las condiciones eran en general favorables y ambos aviadores decidieron iniciar su histórico vuelo la mañana del día siguiente. ​

 

El Oiseau blanc despegó del aeropuerto de París-Le Bourget a las 5 horas y 18 minutos,​ tras recorrer 900 metros de pista para poder levantar sus 4864 kg de peso. Poco después, cerca de Gonesse, se desechó el tren de aterrizaje como tenían previsto, la única pieza que se recuperaría del avión y que se encuentra expuesta en el Museo del Aire y del Espacio, en Le Bourget. Durante la primera etapa del viaje los aviadores fueron escoltados por varios aviones, uno de los cuales era pilotado por un empleado de Levasseur. Según su testimonio, Nungesser y Coli sobrevolaron todas las ciudades francesas previstas sin ningún inconveniente hasta llegar a Étretat, la última ciudad francesa del viaje, en donde los escoltas dieron la vuelta y el Oiseau blanc siguió su rumbo en solitario hacia Gran Bretaña. Esta también sería la última vez que el Oiseau blanc sería avistado con total certeza. En ese momento el avión volaba a una altura de entre 200 y 300 metros y a una velocidad de entre 130 y 150 km/h, inferiores a los 185 km/h estimados durante las pruebas debido al peso extra del combustible; a pesar de ello el vuelo se desarrollaba con normalidad.

 

A las 7 horas y 45 minutos el comandante del submarino británico H 50 avistó un biplano blanco con los distintivos colores azul-blanco-rojo en su deriva sobrevolando a una altura cercana a los 300 metros cerca de la isla de Wight. Más tarde el avión fue identificado también por un habitante de la ciudad irlandesa de Dungarvan a las 10 horas y 10 minutos y por un obispo de Carrigaholt a las 11 horas.

 

En la tarde del 9 de mayo, en Nueva York, una importante multitud se concentró en el Battery Park, desde donde se podría tener un buen panorama del amerizaje de Nungesser y Coli frente a la Estatua de la Libertad. Sin embargo, a medida que la llegada se demoraba comenzaron a surgir rumores de avistamientos del avión en Terranova y en Long Island, mientras que en Francia el Aero Club de Francia anunció el éxito del vuelo y varios periódicos como La Presse empezaron a preparar titulares de victoria. Durante la noche las autoridades estadounidenses desmintieron la información y anunciaron que los pilotos nunca llegaron a Nueva York. Los 3800 litros de combustible en el Oiseau blanc le permitían 40 horas de autonomía, pero al terminar ese plazo la inquietud se estableció a ambos lados del Atlántico y el avión y su tripulación se declararon desaparecidos. ​

 

La búsqueda

 

Intentos de rescate de 1927


Estatua conmemorativa de Coli, Nungesser y Lindbergh en la entrada del aeropuerto de París-Le Bourget.

 

Las búsquedas comenzaron inmediatamente después de haberse cumplido el plazo de 40 horas que tenía el Oiseau blanc de autonomía. La primera hipótesis de los buscadores fue la de un accidente en el canal de la Mancha ya que el peso del combustible disminuía considerablemente la maniobrabilidad del avión en la primera etapa del viaje. A partir de la mañana del 10 de mayo varios barcos y aviones rastrearon todo el Canal entre Étretat y la costa inglesa sin éxito. Las autoridades francesas decidieron abandonar la búsqueda en la Mancha durante la noche del 12 de mayo debido a la aparición de varios testimonios en Gran Bretaña e Irlanda que confirmarían que el avión habría atravesado el canal.

 

Del otro lado del Atlántico la marina estadounidense y la canadiense realizaron una extensa búsqueda en el golfo de San Lorenzo, Terranova, la isla Sable y Nueva Escocia pero se concentraron principalmente en Harbour Grace, en Terranova, debido a varios testimonios que señalaron la presencia de un avión blanco la mañana del 9 de mayo en ese lugar. La búsqueda del Oiseau blanc se detuvo oficialmente el 9 de junio de 1927, aunque el aviador australiano Sidney Cotton continuó por su cuenta hasta finales de julio sin resultados.

 

Durante los siguientes 50 años la hipótesis más aceptada fue que el Oiseau blanc se vio atrapado en una tormenta o se perdió en la niebla para luego estrellarse en el océano, llevándose consigo a Nungesser y a Coli.

 

Investigaciones a partir de 1980

 

Informe Meunier


Reconstrucción del vuelo del Oiseau blanc según el informe Meunier.

 

El caso del Oiseau blanc retomó importancia en 1980 cuando el antiguo ministro francés Roland Nungesser, sobrino de Charles Nungesser, solicitó oficialmente al Ministro de Transporte que realizara una investigación sobre el tema. Se le asignó el caso a Clément Pascal Meunier, ingeniero general de la aviación civil, el cual compiló y analizó durante tres años el conjunto de evidencias y testimonios recogidos desde 1927 para intentar reconstruir el recorrido del Oiseau blanc.

 

Según el informe de Meunier no habría ninguna duda de que Nungesser y Coli habrían llegado sin dificultades hasta el océano Atlántico. Después de Étretat el Oiseau blanc habría sido avistado varias veces hasta Irlanda y los emplazamientos y horarios de estos coincidirían perfectamente con el plan de vuelo de Coli. Meunier estimó que los aviadores abandonaron Irlanda a las seis horas de comenzar su vuelo y, según los reportes meteorológicos de la época, no deberían haberse encontrado con mal tiempo sino hasta atravesar el meridiano 40 Oeste, mucho después de haber superado el punto de no retorno.


 

Después del meridiano 40 Oeste, teóricamente alcanzado a las 21 horas del 8 de mayo, las condiciones meteorológicas habrían empeorado ya que la depresión atmosférica que se pronosticaba para Terranova se desplazó notoriamente menos de lo previsto al Este y terminó justo sobre la ruta del Oiseau blanc. Según Meunier los aviadores tendrían que haberse desviado en plena noche hacia el norte para evitar los fuertes vientos y posibles nevadas.

 

Este desvío habría significado que Coli y Nungesser habrían tenido que recorrer varios cientos de kilómetros más que previsto y habría retrasado la progresión hacia Terranova. Según el plan de vuelo de Coli, el Oiseau blanc tendría que haber llegado al continente americano a las 6 de la mañana a la altura de Belle Isle, una pequeña isla situada entre Terranova y la costa canadiense, sin embargo, cerca de quince testimonios concuerdan en un avistamiento de un avión blanco sobre Harbour Grace, 500 kilómetros al sudeste de Belle Isle. Estos avistamientos tuvieron lugar a las 14 horas 30 minutos, por lo que Nungesser y Coli se habrían retrasado ocho horas en llegar al continente americano. Meunier estimó con estos datos que probablemente el avión consiguió llegar a Terranova pero que el retraso dejó al avión sin combustible, forzándolo a aterrizar en algún lugar desconocido, aunque no tenía pruebas suficientes para afirmarlo con seguridad.

 

Estudio de Garreau


 

Relieve de los aviadores franceses Charles Nungesser (a la izquierda) y François Coli. Museo de Nungesser-et-Coli, Étretat, Francia.


En 1990 el escritor francés Charles Garreau publicó un libro sintetizando las búsquedas realizadas desde 1927 hasta entonces, desarrollando tres hipótesis diferentes para explicar la desaparición de Nungesser y Coli:

 

  • El Oiseau blanc se habría estrellado cerca de la bahía de Trinity en Terranova, poco después de haber sobrevolado Harbour Grace, probablemente debido a una cencellada dura en las alas, causando una pérdida de control en el avión.
  • El Oiseau blanc se habría estrellado en la región de Saguenay–Lac-Saint-Jean (Canadá) al haberse acabado su combustible y Nungesser y Coli habrían intentado entonces lanzar bengalas de auxilio.
  • El Oiseau blanc se habría estrellado en el norte de Maine en los Estados Unidos al haberse acabado su combustible.

 


Muchas de las pruebas de estas teorías fueron respaldadas por la TIGHAR (Grupo Internacional para la Recuperación de Aeronaves Históricas, por sus siglas en inglés) que en esa época realizó varias expediciones en Terranova buscando al Oiseau blanc en lo que llamó el proyecto Midnight Ghosts. La TIGHAR decidió cancelar el proyecto Midnight Ghosts a mediados de los años 1990 por falta de resultados y para poder concentrarse en otros proyectos.

 

Legado

Placa conmemorativa de los dos aviadores en Étretat.

 

La desaparición del Oiseau blanc es considerada a veces como “el Everest” de los misterios de la aviación y TIGHAR lo considera como “el avión desaparecido más importante de la historia”. La desaparición de los dos pilotos demostró que la travesía del Atlántico era más complicada de lo esperada por lo que el logro de Charles Lindbergh dos semanas después se vio aún más valorado y quizás contribuyó al fuerte empuje de la aviación estadounidense de los próximos años.

 

Después de su aterrizaje en Le Bourget, el 21 de mayo de 1927, la primera visita de Lindbergh fue a Laure Nungesser, madre del piloto del Oiseau blanc, para pedirle que no perdiera la esperanza de encontrar a su hijo. El 15 de octubre de 1927 los pilotos franceses Dieudonné Costes y Joseph Le Brix fueron los primeros en atravesar el Atlántico Sur sin escalas, uniendo las ciudades de Saint Louis (en Senegal) y de Natal (en Brasil). Su avión, un Breguet 19, fue bautizado Nungesser et Coli (Nungesser y Coli en francés) en honor a sus camaradas desaparecidos.

 

También se construyó un monumento en memoria de los aviadores sobre los acantilados de Étretat, la última ciudad francesa desde la que se pudo ver al Oiseau blanc. Fue destruido en 1942 durante el período de ocupación nazi para luego ser reconstruido como un nuevo monumento de 24 metros de altura en 1963. No muy lejos de allí se encuentra un museo dedicado a los dos pilotos. En 1929 se erigió una estatua en homenaje a Lindbergh, Nungesser y Coli en la entrada del aeropuerto de París-Le Bourget, desde donde partió el Oiseau blanc y a donde llegó el Spirit of St. Louis. En 1967 el servicio postal francés emitió un sello conmemorando los 40 años de la desaparición del Oiseau blanc​ y diez años más tarde otro conmemorando a Nungesser, Coli y Lindbergh. Varias ciudades de Francia tienen calles con los nombres de Coli, Nungesser y el Oiseau blanc.

 

Fuente: https://es.wikipedia.org

EL SENDERO DE ALUMINIO. LOS VASCOS QUE VOLARON SOBRE EL HIMALAYA, 1942-1945

 

Avance militar de Japón (en color azul) entre 1937 y 1942. En rojo los países aliados 

 

En memoria de la Dra. Emilia (Sarriugarte) Doyaga (Brooklyn, Nueva York, 1925-2020).

 

Con el ataque a Pearl Harbor en Hawái, y la invasión de Filipinas, el Imperio japonés inició una imparable carrera militar expansionista a lo largo y ancho del Pacifico contra posesiones estadounidenses, británicas y holandesas como respuesta al apoyo logístico que desde 1941 le brindaba los Estados Unidos (EEUU) a la República de China en su guerra con el país nipón (la Segunda Guerra Chino-japonesa se inició el 7 de julio de 1937), y al embargo de petróleo por parte de holandeses y británicos. En diciembre de 1941, Japón atacó territorios coloniales británicos en Hong Kong, Malasia, Singapur y Birmania (hoy en día Myanmar). 


Se abría así un nuevo frente militar en la guerra global, en el que China, con el apoyo estadounidense y soviético, se convertía en una pieza clave para frenar las ambiciones imperialistas japonesas en el sudeste asiático y que fue bautizado como el Teatro de Operaciones China-Birmania-India. Fue el gran teatro militar olvidado de la Segunda Guerra Mundial (SGM). Se estima que unos cuatro millones de soldados chinos y japoneses perecieron como resultado del conflicto bélico, a los que se habría que añadir entre 10 y 25 millones de civiles chinos fallecidos. La Segunda Guerra Chino-japonesa supuso la mayor tragedia humana en número de fallecidos en toda la Guerra del Pacifico. 


La invasión de Malasia se produjo el 8 de diciembre y fue ocupada en su totalidad para febrero de 1942. Desde ahí, Japón lanzó otro ataque a la isla de Singapur, al sur de la Península Malaya. El 15 de febrero las tropas británicas de Singapur se rindieron. A finales de diciembre Japón invadió Birmania con 100.000 soldados y cerca de 700 aeronaves. Los británicos capitularon en abril de 1942. La invasión de Birmania suponía para Japón la obtención de un suministro militar vital para los Aliados y particularmente para los Estados Unidos como fue el caucho natural. El 90% de toda la producción de caucho natural crecían en un radio de 15 grados de Singapur. La respuesta del gobierno de los EEUU no tardó y conformó un consorcio de empresas de fabricación de caucho con el objetivo de sustituir el caucho natural por uno sintético. Las hoy en día empresas multinacionales Firestone y posteriormente Goodyear fabricarían en la primavera de 1942 el primer caucho sintético de la historia.


 

Aún más, Birmania era un objetivo estratégico para Japón en su victoria final contra la resistencia China. Japón necesitaba cortar de raíz los suministros a China y que se realizaban principalmente a través de la llamada Carretera de Birmania construida en 1938 con una longitud de 1.154 kilómetros y que comunicaba Rangún, al sur de Birmania, y Kunming, en la provincia china de Yunnan. Birmania era el principal país a través del cual se abastecía a China en su objetivo de derrotar a Japón desde la invasión de 1937. La toma de Rangún en marzo de 1942 supuso el control de la Carretera de Birmania y el fin de los suministros aliados por tierra a China. (Japón tenía a China aislada por mar desde 1937). La única solución aliada en aquel momento fue la de abastecer a los nacionalistas chinos y a las unidades del Ejército del Aire estadounidenses por aire desde, inicialmente, Dinjan en la provincia de Assam, India, a la ciudad de Kunming —a través del extremo este de la cordillera del Himalaya, bautizada por los pilotos como “hump” (joroba; con altitudes superiores a los 4000 metros)-. La ruta área de 800 kilómetros, también conocida como el sendero de aluminio, fue inaugurada el 8 de abril de 1942.


 

Entre los hijos de vascos inmigrantes que volaron sobre el sendero de aluminio, se encuentran casualmente cuatro jóvenes del Condado de Humboldt, en el Estado de Nevada: Santiago Arriola Onandia y Joseph Malaxechevarria Plaza —ambos nacidos en 1919 en la pequeña localidad rural de Paradise Valley-, John Montero Bidegaray, nacido en 1922 en el rancho familiar de Leonard Creek, y Domingo Arangüena Bengoa, nacido en 1917 en Winnemucca.

 

Santiago Arriola fue reclutado el 17 de octubre de 1941 antes de que los EEUU entrase en la guerra. Se incorporó a las Fuerzas Aéreas y recibió formación de operador de radio en la base aérea de Scott (Illinois). Ascendido a Staff Sergeant, partió hacia la India bajo órdenes selladas desde Sioux Falls (Dakota del Sur) en un extraordinario periplo que le llevó primero a Greensboro (Carolina del Norte), luego a Miami Beach (Florida), donde cogió un vuelo que haría la ruta Puerto Rico, Belim, Isla Ascensión, Gold Coast of África (actual Ghana), Jartum y Adén. Su avión tuvo problemas con los motores y se vio obligado a aterrizar en Madagascar, para luego seguir ruta hacia Karachi, Barrackpore y, finalmente, el aeródromo de Kurmitola (Bengala), donde fue asignado a la División China-India del Mando de Transporte.

 

Voló en los aviones C-109 “Liberator Express” modificados como transportes de combustible en lo que se dio en llamar las “Gas runs” (rutas de suministro de combustible) desde India a China. A finales de 1944 su unidad fue destinada al aeródromo indio de Shamshernagar, donde permaneció hasta que fue bombardeado por los japoneses en junio de 1945. Cuando terminó su periodo de servicio había atravesado el Himalaya más de 100 veces. Al acabar la guerra fue trasladado en avión hasta Karachi, donde tomó un barco que le llevaría a Nueva York. Desmovilizado en Fort Douglas (Utah), llegó a su casa de Paradise Valley justo para la Navidad de 1945. Falleció en 1994.



 

Joseph Malaxechevarria (en los EEUU era Joseph Echevarría) se alistó el mismo día del ataque a Pearl Harbor. Entró en las Fuerzas Aéreas y consiguió plaza en la escuela de formación técnica de la base aérea de Chanute (Illinois), de donde salió graduado como mecánico. Fue enviado a África del Norte a finales de 1942 y luego a Sicilia, alcanzando la graduación de Staff Sergeant. Posteriormente fue enviado a India y a China, donde tuvo ocasión de volar sobre el extremo oriental de la cordillera del Himalaya. Recibió la Estrella de Bronce por haber consumado con éxito 150 horas de vuelo operacional en aviones de transporte en los meses de enero y febrero de 1945 sobre las peligrosas y difíciles rutas aéreas entre India y China, “mientras volaba tanto de día como de noche a elevadas altitudes sobre infranqueables montañas lo que requirió coraje y habilidad para largos períodos operativos”. En la primavera de 1945 regresó a los EEUU y fue destinado a la base de aviones de caza de Indian Springs (Nevada), dónde se licenció. Falleció en 2010 a los 91 años.

 

Se estima que unas 650.000 toneladas (el 81% de todos los suministros y personas que entraron en China) fueron aerotransportadas entre India y China a lo largo de la guerra. Por volumen transportado fue el puente aéreo estratégico más grande y extendido en la historia de la aviación hasta 1949. El coste humano y de aeroplanos fue considerable debido a las adversas condiciones climáticas, la extraordinaria altitud, fallos mecánicos, la falta de experiencia de los pilotos y a los ocasionales ataques de los cazas japoneses. Los pilotos no contaban con un radar ni con una torre de control y las radios no eran adecuadas. Casi 1.700 tripulantes y pasajeros y cerca de unos 600 aviones que hicieron la ruta India-China fueron dados por muertos o por desaparecidos. Entre estos últimos se encuentra John Montero.

 

John Montero fue reclutado el 28 de octubre de 1942 e ingresó en las Fuerzas Aéreas. Se graduó como artillero, incorporándose al 45º Escuadrón del 40º Grupo de Bombardeo, formando parte de la tripulación de la Súper fortaleza B-29 “Stockett’s Rocket”, que pilotaba el Capitán Marvin M. Stockett. Los B-29 empezaron a llegar a la base de Kuangchan (China) el 24 de abril de 1944, pero la primera salida de combate no se produciría hasta el día 5 de junio de 1944 desde aeródromos en India. El objetivo era bombardear talleres ferroviarios en Bangkok (Tailandia), perdiéndose hasta cinco aviones por problemas técnicos. La siguiente misión fue el 15 de junio 1944 y tenía como objetivo Japón, en lo que sería la primera vez desde la incursión de “Doolittle” de 1942. Tres B-29 se perdieron, incluido el avión en el que volaba el Sargento Montero, que cubría la posición de artillero en el lado izquierdo. Tras despegar sin novedad de su base de Chakulia (India) el “Stockett’s Rocket” desapareció sin que se haya podido averiguar cuál fue su destino, notificándose oficialmente su pérdida. Todo apunta a que se estrellaron al no poder rebasar la cordillera del Himalaya. La noticia de su desaparición llegó hasta su localidad natal de Leonard Creek apenas un mes después, celebrándose una misa por su memoria en la Iglesia Católica de Saint Paul de Winnemucca el 9 de julio de 1944. A la familia se le informó de que se trataba de un vuelo de rutina desde Chakulia (India) a Hsing-Ching (China) y que el último contacto por radio se produjo cuando volaban sobre Jorhat (India). Ni el avión ni, obviamente, los cuerpos fueron nunca encontrados. Está memorializado en el cementerio americano de Manila.

 




Domingo Arangüena fue reclutado el 10 de marzo de 1942. Destinado a las Fuerzas Aéreas, se formó como mecánico e ingeniero de vuelo del bombardero medio B-25 “Mitchell” en la base de Mather en Sacramento (California). Después inició un largo periplo que le llevó a África del Norte, Egipto, Irán, Indochina, Birmania e India, estableciendo su base de operaciones en Jorhat. Recién acabada la guerra tomó parte en vuelos de búsqueda sobre la cordillera del Himalaya, India y Birmania, donde se habían perdido centenares de aviones, incluido el B-29 “Stockett’s Rocket” de John Montero. Tras regresar a Winnemucca tuvo ocasión de hablar con el padre de éste, Ramón, que le preguntó si conocía bien aquel país y si sería posible ir a buscar a su hijo. Este le contestó que hubo aviones buscando y que él participó en muchas de aquellas misiones tras el fin de la guerra. Unos 1.200 tripulantes fueron felizmente rescatados o regresaron a la base por su propia cuenta durante la contienda. Arangüena falleció en 2004 con 86 años.

 

Sin el sacrificio y la voluntad férrea del comando aéreo y su personal, no hubiera ido posible distribuir los recursos necesarios para la defensa de China lo que eventualmente hubiese conllevado su derrota militar. El éxito de la heroica operación sobre la cordillera del Himalaya hizo que Japón mantuviese más de un millón de soldados y numerosos recursos en el frente de China, sin poder disponer de ellos en el del Pacifico, lo que facilitó en gran medida el éxito final de los Aliados[1].

 

Fuente: https://www.eldiario.es



[1] Launis, Roger D., Scott, Beth F., Rainey, James C., y Hunt, Andrew W. (eds. 2000). The Hump Airlift Operation. The Logistics of War: A Historical perspective. Air Force Logistics Management Agency (U.S. Air Force). pp. 110–113

 

23 de octubre de 2020

DIARIO DE JUAN COMAS BORRÁS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA DE 1936 AL 1939


 

Por Juan Comas Borrás

 

Diario original de Juan Comas Borrás (1913-1992), Mayor de Aviación y Jefe del Grupo 26 de Caza y Combate, de la Fuerza A rea Gubernamental de la II República Española, durante la Guerra Civil 1936-1939. Texto redactado por él mismo, en la localidad de Tordera (Barcelona), abril de 1978, no pudiendo ser más extenso debido a que todos los originales y Libro de Vuelo fueron destruidos por el autor pocos días antes de caer prisionero de los alemanes, en el pueblo de Soustons (Francia), situado entre Bayona y Biarritz.

 

Preliminar

 

Yo nací el día 30 del mes de enero del año 1913 en la Villa gerundense de Lloret de Mar. A los tres años de edad, mis padres fijaron su residencia en la vecina población de Blanes, donde cursé la enseñanza primaria y los estudios de comercio. El año 1928, cuando cumplí los quince años de edad, ingresé en la Escuela de la Aeronáutica Naval de Barcelona, para efectuar los tres cursos preliminares de acuerdo al Reglamento Militar, después fui destinado a la Escuela de Pilotos de la Base de Albacete para realizar el curso de Piloto Aviador, refrendado por la Federación Aeronáutica Internacional. Finalizado el curso de Piloto de Aeroplano me destinaron a la Base de Hidros de Barcelona, donde hice el curso de Piloto de Hidroavión. Posteriormente por asuntos familiares solicité la separación del Cuerpo, licenciándome el año 1932. 

 

Juan Comas Borrás. Estancia con permiso en Alicante (6 de febrero de 1937).

 

Diario original de Juan COMAS BORR S (1913-1992), Mayor de Aviación y Jefe del Grupo 26 de Caza y Combate, de la Fuerza Aérea Gubernamental de la II República Española, durante la Guerra Civil 1936-1939.

 

Año 1936

 

Al producirse el levantamiento militar el 18 de julio de 1936, contra el gobierno constitucional de la República, el mes de agosto me incorporé de nuevo a mí Cuerpo de procedencia, siendo destinado a la Base de San Javier (Murcia) para realizar las prácticas de reentrenamiento, después fui seleccionado junto con otros pilotos para viajar a Francia y hacernos cargo de traer unos aviones de caza para formar una escuadrilla. Al llegar a Barcelona estuvimos pendientes de recibir la orden oficial escrita para cruzar la frontera, pero, por causas desconocidas, esta orden no llegó y en consecuencia nos mandaron de regreso a nuestra base de procedencia.

 

Hallándome en la Base de San Javier tuve la ocasión de presenciar el amaraje de un hidroavión Dornier Wal, tripulado por el piloto Blanco de la Aeronáutica Naval que se había fugado de la zona rebelde de Ceuta, así como también el aterrizaje de un Junkers “Ju-52” pilotado por Ananias San Juan, procedente de una base enemiga de la Legión Cóndor.

 

Cierto día al realizar el traslado de un avión Breguet XIX desde el campo de Alcantarilla a San Javier, tuve que hacer un aterrizaje forzoso, por causa de una avería del sistema de refrigeración del motor, en la ladera de una montaña entre dos hileras de olivos en la que apenas si cabía el avión. A pesar de ser un lugar semidesierto a los pocos minutos aparecieron rápidamente, como arte de encanto, un grupo de diez o doce milicianos con cara de pocos amigos, que sin encomendarse a Dios ni al Diablo, querían fusilarme porque me tomaron por un piloto faccioso. De veras que me costó lo mío para convencerles de que estaban en un error, pero una vez aclarada la confusión, gracias a mis dotes persuasoras, las lanzas se volvieron cañas. Recomendé a aquellos milicianos que fueran a telefonear a la Base Aérea, especificando mí situación exacta, para que un par de mecánicos trajeran un racord acodado (causa de la avería del sistema de refrigeración), un bidón de agua y una rueda de repuesto, pues se había pinchado al tomar tierra en un terreno muy abundante de piedras.

 

Poco a poco aquel lugar deshabitado se fue llenando de gente, sin faltar entre los curiosos, la maestrita rural con la mayoría de la chiquillería de aquellos contornos, ávidos de ver aquel pajarraco que había caído del cielo. En honor a aquellos milicianos tengo que decir y, a la vez, agradecer su atención al traerme un opíparo desayuno regado de buen vino de aquella tierra.

 

Cuando llegaron los mecánicos con las herramientas y las piezas de repuesto necesarias, se armó un buen jaleo. Pues se enojaron de haber sudado para subir hasta lo alto de aquel monte, con el dichoso equipo de servicio y, más aún, con un bidón de doscientos litros de agua, todo ello para no poder despegar el avión por su difícil situación. Según opinaban los mecánicos no había forma de poder despegar con tan poco espacio de terreno.

 

Campo de aviación de La Albericia (Sandander) en la campaña del norte. (De izquierda a derecha): Miguel Zambudio, Juan Comas, San José, L. Morquillas, Feo (verano de 1937).
 

Después de su perorata, les contesté que el piloto era yo y de mí incumbencia el hacerlo o no. Cuando los mecánicos terminaron la reparación, con la colaboración de aquellos milicianos establecimos un plan para efectuar el despegue. Este consistía a que los milicianos con las manos agarradas en el borde de ataque del plano inferior del avión y, con los pies bien afirmados en el suelo, trabaran el avión igual que los calzos en las ruedas, así de esta manera y atentos a una señal mía se echaran rápidamente al suelo.


Entonces el avión liberado de su resistencia al avance saliera disparado como si fuera desde una catapulta. El plan no les pareció muy convincente a los mecánicos, pero, no obstante, admitieron su posibilidad. Los milicianos como no vieron ningún riesgo de su parte lo aceptaron de buenas a primeras. Arrancamos el motor y previamente lo calentamos, luego se hizo una prueba con los milicianos agarrando el plano inferior que resultó positivo. Después con la preparación definitiva y real llegó el momento de realizar el despegue que fue todo un éxito, inclusive algún miliciano que no se echó al suelo con rapidez lo arrastré unos metros. Eso también estaba previsto.

 

En estas fechas empezaron a llegar los aviones de caza rusos Polikarpov I-15, que les denominamos “Chato” por su corta longitud y el morro achatado. Los primeros aviones fueron tripulados por aviadores rusos, pero a medida que llegaron más aparatos tripulaciones españolas fueron haciéndose cargo de ellos.

 

Un ligero percance haciendo prácticas de tiro me impidió ser de los primeros aviadores españoles en volar con ellos. Pero repuesto del pequeño accidente fui destinado a la escuadrilla de Alonso Santamaría que se estaba organizando en el aeródromo de El Carmolí, cerca de Los Alcázares.

 

Año 1937

 

Por Orden Ministerial del 04-01-37 fui ascendido a Sargento, Gaceta de la República Nº 6 del 06-01-37. Con la escuadrilla de Alonso Santamaría partimos con destino al frente de Aragón con base en el aeródromo de Alfés (Lérida), después de Sariñena y Castejón del Puente. Hacíamos servicios rutinarios de protección en el vasto frente y en las presas de Tremp y de Camarasa. En el frente de Aragón y actuando desde el campo de Castejón del Puente, nos sucedió un caso que es digno de mencionar. Días antes había llegado a Castejón del Puente una escuadrilla compuesta de españoles, rusos, un inglés llamado Tinker y un americano llamado Bäumler, en total había unos veinte aviones. Este grupo de aviones era mandado por el ruso Kosakof. En aquellos días había movimiento en el sector del frente de Santa Quiteria, donde la posición del mismo nombre era atacada por la infantería y aviación enemiga. Nos dieron la orden de salir a defenderla, pero se dio el caso inaudito de incendiares los tres primeros aviones al iniciar el despegue.

 

Ante el sorprendente accidente, el jefe de la escuadrilla dio la orden de no despegar y hacer primero una revisión de los aviones. Al no acudir nosotros en defensa de los sitiados de Santa Quiteria, la posición cayó en manos del enemigo. Esto ocurrió a la primera hora de la mañana y para evitar cuestiones con el mando del ejército, nos dieron la orden de despegar rumbo al frente de Teruel con base en Sarrión.

 

En este sector realizamos varios servicios y en uno de ellos tuvimos un enfrentamiento con una escuadrilla de Heinkel-51, el combate fue bastante movido y ellos se llevaron la peor suerte, el resultado fue dos a uno a nuestro favor. Nuestro compañero Calvo murió al chocar contra el Heinkel-51 de Palmero Palmeta que también falleció, yo derribé al Heinkel-51 pilotado por Allende; no obstante, este avión con el motor parado lo protegí hasta que tomó tierra violentamente en territorio suyo.


Juan Comas Borrás. Aeródromo de Manises (Valencia). Durante la campaña de Teruel. Invierno de final de 1937 y principio de 1938

 

De Teruel nos destinaron al frente de Madrid con base en el campo de Algete (cerca del río Jarama). Hacía varios días que yo estaba agregado a una patrulla rusa compuesta por el jefe Víctor, León y yo. Los servicios en este frente son relativamente tranquilos: servicios de reconocimiento, de protección y algunos bombardeos con las bombas de 12 kilogramos que llevamos debajo de los planos; mayormente bombardeamos a los trenes cargados de material de guerra en las estaciones cercanas a los frentes.


Guerra Civil (1936-39) Aviación Gubernamental. 3ª Escuadrilla de “Chatos” Polikarpov I-15, aeródromo La Señera, marzo 1938. Pilotos: Puig, Redondo, Hueso, Comas, Montoya, Briz, Sánchez-Salvadó, Zambudio, Ortega, Hernández, Nieto-Sandoval, Pérez Pérez, Montagut.

 

Mis nuevos compañeros de vuelo soviéticos, se preocuparon mucho de mí perfecta formación en el vuelo y el combate. Los ratos libres que había de servicio, me mandaban realizar prácticas en el aire a combatir con ellos, hasta lograr dominar los trucos ofensivos y defensivos del buen piloto de caza. Según ellos comentaron después, cinco Fiat CR-32 juntos no serían capaces de derribarme. ¡Quién lo iba de decir que ocho meses más tarde su profecía se convertiría en realidad!

 

Las operaciones en el frente del Norte se complicaron y el mando del Estado Mayor creyó oportuno enviar más aviones de refuerzo para aliviar y sostener el frente de Bilbao. Quince aviones tripulados por españoles fuimos despedidos en el aeródromo de Manises por el ministro de Aviación Sr. Indalecio Prieto. De valencia volamos con aviones Chato hacia Reus y de aquí a Alfas (Lérida). De esta Base y al mando de Joven de la Aeronáutica Naval volamos rumbo a Pau (Francia). Nos acompañaban dos aviones de transporte Douglas DC-2 con material de repuesto. El paso de los Pirineos fue algo espantoso, una soberbia tormenta de nieve, con copos casi como el puño, nos impedía toda visibilidad. Estuvimos al borde de un desastre, por ello me vi obligado a dejar la formación y ponerme a la cola de un Douglas DC- 2 para que me sirviera de guía, los demás compañeros siguieron mí ejemplo y, todos nosotros, en fila india, cruzamos el Pirineo. Al llegar a Pau faltaba una patrulla, mandada por Critiá de la Aeronáutica Naval con Zarauza y Marin, que no tuvieron tiempo de formar la pescadilla.

 

En Pau, con todo nuestro pesar, fuimos detenidos por el Comité de No Intervención, impidiéndonos despegar hacia Bilbao que era nuestro destino. Estuvimos detenidos ocho días y desarmados tuvimos que regresar a España. Situados en Madrid los jefes planearon el viaje en vuelo directo que tenía sus dificultades. Pues había que volar más de doscientos de territorio enemigo que sumados a otro ciento cincuenta hacían un total de cuatrocientos, que era el límite máximo de autonomía de vuelo del Chato.

 

Salimos de Algete una escuadrilla de doce aviones al mando de Riverola y, al cruzar la sierra, Zarauza tuvo que volverse por fallos en el motor. El jefe de la escuadrilla al tener muy posiblemente la brújula mal compensada o, tal vez fue por despiste propio, tomó un rumbo equivocado y en lugar de dirigirse a Santander, que era nuestro destino, se dirigió a Irún. Yo intenté persuadirle de su error formando a su costado, señalándole con la mano el rumbo a seguir, no me hizo caso el hacerme señas con su mano de que seguía el rumbo verdadero. Repetí la maniobra dos veces más sin lograr convencerlo, entonces opté bajo mi responsabilidad llevar a mí patrulla a Santander, donde tomamos tierra fuera del campo por falta de gasolina, que afortunadamente al terminar de rodar puse las ruedas en él. De los otros aviones uno cayó prisionero en San Sebastián, y otro fue derribado en las cercanías de Bilbao, los demás tomaron tierra en los prados. Menos mal que pudieron salvar los aviones.

 

Los servicios que efectuamos en el Norte eran muy frecuentes y peligrosos, teniendo que combatir con un adversario que nos decuplicaba en número. En un servicio al frente de Bilbao, al ir a tomar tierra en el campo de Santander, se descolgaron los Messerchmitt-109 que nos estaban esperando protegidos por el Sol, en este combate fue derribado Baquedano y ametrallado mientras descendía en paracaídas. Murió en mis brazos en la casa de la salud “Valdecilla” sita en las afueras de Santander.

 

No voy a relatar los servicios hechos en el frente del Norte durante los cuatro meses que estuve allí, porque sería repetir siempre lo mismo; bombardeos en nuestros campos por la aviación y escuadra enemiga, salidas por alarma, combates aéreos, ametrallamiento en las líneas del frente, en fin, todo un panorama de sucesos cotidianos que nos tenían en acción muy seguido. Sin embargo, como cosa anecdótica, sí deseo resaltar tres casos diferentes. El primero, fue luchando contra los Fiat CR-32 sobre el cielo de Bilbao, al terminarse la refriega un Messerschmitt-109 intentó atacarme y el hacerle frente rehuyó el combate, pero acechándome a una distancia prudencial esperaba que yo picara para ponerse a mí cola; no caí en la trampa y subiendo en espiral con el morro apuntando siempre a él, subí hasta a los ocho mil metros. A esta altura la baja presión atmosférica hacía perder potencia al motor del Chato y, por otro lado, con mis pulmones faltos de aire jadeaba como un perro. Seguramente el piloto del Messerschmitt 109 creyó que yo llevaba careta de oxígeno y optó por retirarse sin aceptar el combate, luego piqué hasta saturarme de aire y así regresé al campo sin novedad. El segundo, ocurrió en una alarma de noche en Santander. Teníamos el campo en Santa María de Cayón a unos veinte kilómetros de Santander, había una niebla tan densa que no se veía a dos metros (no es una exageración). En estas condiciones una patrulla iniciamos el despegue, afortunadamente en este campo no existía ningún obstáculo, ya que el terreno era despejado, por lo tanto, despegando a la velocidad normal y tirando un poco de la palanca de mando, atravesamos aquella maldita niebla.

 

Con que gusto contemplé a las estrellas. En el combate derribamos al “As” de la caza italiana, Guido Pressel, en la playa de Somorrostro (Bilbao). El tercero, fue en Somorrostro, en un combate con los Fiat CR-32, cuyas escuadrillas iban relevándose en el aire, agotadas las municiones y la gasolina no tuve más remedio de tomar tierra. Pues bien. Mientras estaba rodando en el campo fui ametrallado por la caza adversaria logrando incendiarme el avión. Verdaderamente tuve mucha suerte y me libré de un buen apuro.


Polikarpov I-15 “Chato”. Juan Comas Borras. Aeródromo militar de Balaguer (Lérida).

 

En unas operaciones llevadas a cabo en Asturias y dada la complejidad de las líneas situadas en los montes asturianos, el mando creyó oportuno hacer personalmente una inspección en este sector. Mientras subimos con un coche por una ladera acercándonos a nuestras posiciones, como la carretera era batida por la artillería enemiga, es muy posible que nos tomaron por unos jefes militares de elevada categoría, porque nos cañonearon por delante y por detrás del vehículo hasta que llegamos a la posición. Menos mal que los artilleros no ajustaron bien el tiro de acuerdo a la velocidad de nuestro coche. Durante las operaciones de Norte, antes de caer Santander en manos del enemigo, me dieron unos días de permiso, pero, con la salvedad de regresar al Norte con un caza. El regreso fue de la manera siguiente: salí de Barcelona con un Chato por la mañana temprano, desayuné en Valencia y después almorcé en Madrid donde me esperaba una expedición.

 

Nos trasladamos a Santander haciendo el vuelo en una hora y media, batiendo el record del viaje con el Chato.

 

En este teatro de operaciones a pesar de los numerosos combates que realicé no pude confirmar ningún derribo, no había tiempo de poner el ojo en el colimador, se disparaba a bulto y a muy poca distancia del adversario, pues dar la cara y no arrugarse era toda una heroicidad. En Santander murieron en combate Baquedano y Ortiz de la Aeronáutica Naval, así como también Casals y un mecánico de Huelva, cuyo nombre no puedo acordarme a pesar de ser de mi promoción.


Guerra Civil (1936-39) Aviación Gubernamental. 3ª Escuadrilla de “Chatos” Polikarpov I-15 (de izquierda a derecha): Elias, Hueso, Puig, Nieto, Sánchez, Montoya, Montagut, Briz, Pérez Pérez, Ortega, Redondo, Zambudio y Comas. La Señera,(Valencia) 9 de marzo de 1938).

 

La muerte de estos dos últimos fue debido a un error de nuestra caza. Sucedió de la manera siguiente: en aquella época yo mandaba la escuadrilla de Chatos y la Jefatura del mando me ordenó que trasladara la escuadrilla a Gijón, pero que destacara una patrulla en vuelo de reconocimiento al frente de Bilbao y al regreso que aterrizara en Gijón; yo en vez de tomar el mando de la escuadrilla, mandé a la patrulla por creer que el servicio al frente de Bilbao era de más responsabilidad.

 

Los demás componentes volando rumbo a Gijón a la altura de Torrelavega divisaron el Sikorski de Casals, confundiendo con uno de los hidros del enemigo y lo derribaron. Si yo hubiese dirigido el vuelo a Gijón no habría ocurrido el conocer perfectamente el Sikorski de Casals. Son sucesos más que lamentables, pero los imponderables de la guerra lo determinaron así.

 

Pocos días antes de caer Santander en poder de los nacionales, el mando creyó oportuno trasladarme al sector del frente del Centro, donde me encomendaron la formación y entreno de la tercera escuadrilla de Chatos con base en Figueras. En esta época fui ascendido a Teniente según Orden Ministerial del 19-09-37, D.O. Nº 228 del 22-09-37, página 738.

 

La formación de la escuadrilla se hizo con pilotos nuevos, la mayoría procedentes de los cursos de Rusia, siendo los Jefes de patrulla pilotos veteranos madurados en los frentes de combate.

 

En Figueras permanecimos más o menos un mes, hasta tener la escuadrilla en condiciones de prestar servicios de guerra. Mientras se formaba la escuadrilla protegimos los puertos de la Costa Brava, aquí se descargaba el material de guerra para nuestro ejército, pero a menudo eran hostigados y bombardeados por los Heinkel-59 “zapatones” de la Legión Cóndor con Base en las Islas Baleares. También acompañamos a los barcos que salían del puerto hasta alta mar, para evitar ser torpeados por los submarinos italianos que estaban al acecho. Los “zapatones” hacían alguna que otra incursión, pero no les podíamos dar caza, pues desde su altitud cuando nos veían despegar se alejaban.


Sin embargo, tanto va el cántaro a la fuente que llegó el día que cazamos a uno de los “zapatones”. Fue una tarde, casi había anochecido, cuando nos dieron la alarma desde un observatorio de la costa, rápidamente despegamos una patrulla y sin entrar en detalles lo derribé siendo ya de noche, cayendo el hidro en el mar en aguas francesas, que era uno de sus refugios cuando se hallaban en una situación apurada. La mañana siguiente un piloto francés tomó tierra, exprofeso, en nuestro campo, para darnos la noticia aparecida en la prensa francesa de la mañana.

 

El mes de octubre nos desplazamos al aeródromo de Reus, donde nos entregaron doce aviones Chato nuevos recién salidos de fábrica, así como del escalón rodado. En este campo me pasó también un caso creo que, como anécdota, es digno de mencionar. Yo tenía las órdenes de mis superiores de interceptar cualquier avión que volara a más de dos mil metros de altura; pero en aquellos días me comunican desde un observatorio, que un avión enemigo volaba rumbo a Reus a más altitud de la permitida, enseguida despegue con una patrulla localizándole enseguida.

 

Este avión era un Douglas DC-2 que, al vernos, en vez de reducir la velocidad y dejarse identificar, aceleró la velocidad y puso rumbo a las Islas Baleares. Lo intercepté y le disparé unas ráfagas, inmediatamente el avión aminoró la velocidad y se dejó identificar, resultado ser un avión nuestro. Después de este servicio, al cabo de una dos o tres horas, me llamaron al despacho del jefe del aeródromo donde me recibió un General ruso para interrogarme respecto al servicio que había cumplimentado, me dijo que en el Douglas DC-2 iba un Estado Mayor ruso y que había aterrizado averiado en Barcelona. Le contesté que yo estaba de servicio en el campo para hacer cumplir las órdenes transmitidas, por lo tanto, no era a mí quien tenía que interrogar, sino a la tripulación del avión que no las había cumplido y, añadí, que de suceder otro caso parecido lo derribaría. Finalmente terminó felicitándome. Posteriormente, los días que estuve en Reus, cada vez que pasaba un Douglas DC-2 al servicio de los rusos lo hacía casi en vuelo rasante. El aviso dio resultado.

 

Cuando la escuadrilla estuvo completa de pilotos, mecánicos, armeros y demás personal auxiliar, nos destinaron al frente de Teruel, con base en Barracas. Estuvimos unos días haciendo vuelos de reconocimiento con el objeto de que los pilotos conocieran bien el sector, después nos mandaron al frente de Huesca con base en Bujaraloz. En este sector realizamos muchos servicios protegiendo a los aviones Natacha-R5 y Katiusca SB-2, que iban a bombardear los objetivos militares nacionales. Uno de ellos fue la fábrica de explosivos de Sabiñanigo. Estas operaciones tenían como objetivo, despistar al enemigo haciéndole creer que se preparaba una ofensiva en aquel sector, cuando en realidad lo que se estaba preparando era la ofensiva sobre Teruel. La escuadrilla tuvo su primer bombardeo efectuado por los Heinkel-111. Casualmente aquella mañana el Comandante Militar de Bujaraloz acompañado de un General francés de aviación vinieron a visitarnos. Después de las presentaciones de rigor militar y cuando el General empezaba a hacerme preguntas, aparecieron los Heinkel-111 y solamente tuve tiempo a contestar lo siguiente: “Monsieur, les affairess sont les affaires, excusez-moi”. Entonces rápidamente me instalé en el avión despegando en medio de un reguero de bombas. Cuando atacamos a los bombarderos aparecieron nuestros contrincantes, hartos conocidos. Los Messerschmitt 109, con quienes combatimos también, logrando derribar mi escuadrilla a uno que cayó a pocos metros del campo. El piloto hecho prisionero era natural de Estonia uno de los países del báltico.

 

Naturalmente, yo combatí también con los Messerschmitt-109 y uno de mis adversarios -pues combatí con varios aprovechando mí ataque a un Heinkel111, se puso a la cola de mí avión, para quitármelo de encima reduje la velocidad y el teutón, lento de reflejos, no supo que hacer y pasó rozándome por mí derecha a escasa velocidad, pues él, aunque tarde, también había reducido la velocidad. Vi perfectamente la cara de miedo y estupor del alemán. Por lo visto esta maniobra no estaba prevista en su manual de combate y acrobacia.

 

Cuando terminé el combate que fue el primero que tuvo la escuadrilla, derribando un caza y tocando a más de un bombardero en un reducido espacio, pues el campo era un verdadero colador. Una vez estacionado el avión me interesé por los dos visitantes, el español y el francés, respectivamente. Verdaderamente no había rastro de ninguno de ellos. Si el francés quería información no cabe duda que la tuvo de primera mano.

 

Con estos servicios los pilotos novatos iban tomando contacto con la caza y bombarderos enemigos, curtiéndose para los próximos combates en el frente de Teruel que, durante la ofensiva de nuestro ejército, se iban a desarrollar en cantidad y dureza inusitada.

 

Diciembre de 1937 y año 1938

 

En la ofensiva de Teruel mi escuadrilla actuó desde los campos de Barracas y El Toro, teniendo que intervenir constantemente -en apoyo de nuestra infantería- protegiendo a nuestros bombarderos sobre todo a los Natacha-R5, ametrallando las líneas enemigas y sus concentraciones sin dejar de combatir con la caza de bombarderos enemigos.

 

En un mes de duro batallar en el aire, salimos realizando casi unos cinco servicios diarios, pues en un mes totalicé doscientas horas de vuelo. Con eso está dicho todo. De los muchos servicios que realicé en este frente, cabe destacar algunos por su maestría rigurosa no por ser más peligrosos, sino por concurrir en ellos algunas peculiaridades diferentes. Voy a reseñar algunos que a mi parecer merecen la pena de ser citados para demostrar que la caza adversaria - al menos en estos combates- no era tan fiera como lo divulgaban los partes del mando nacional.

 

En un servicio de protección a una escuadrilla de Natacha-R5, después de efectuar el bombardeo sobre las posiciones enemigas, nos dio caza una escuadrilla de Messerschmitt-109 compuesta de cinco aviones igualmente que la nuestra. Me di cuenta enseguida de la persecución de que éramos objeto, hice una señal con las manos a mis pilotos de que nos perseguían, no quise hacer el alabeo acostumbrado para que los adversarios creyeran que no nos habíamos dado cuenta. Cuando estimé que la distancia era la más adecuada viramos rápidamente y nos dimos una pasada de frente. Derribé a un Messerschmitt-109 que cayó incendiado, siendo testigo el Sargento Olmos que era el último punto de cuña de la izquierda; al Chato del Sargento Rubor le averiaron el motor teniendo que tomar tierra fuera del campo. Después de la pasada que nos dimos, mutuamente, el adversario desapareció de nuestra vista como el alma del diablo. Fue tan rápido y breve el combate que los Natacha-R5 ni lo percibieron.

 

El día veintiocho de diciembre en las cercanías de Caudete, mi escuadrilla compuesta de seis aviones acompañados de una escuadrilla de Polikarpov I16 (Moscas), divisamos a una formación enemiga de quince aviones biplanos de cooperación protegidos por dieciocho Fiat CR-32. A pesar de la desigualdad numérica entablamos el combate. Al atacar a una patrulla de Fiat CR-32 debajo de mí, yo me vi sorprendido y atacado por dos Fiat que volaban a mayor altura, disparé sin colimar a la patrulla de abajo que a su vez en pescadilla se lanzaron tras de mí, siendo entonces cinco mis perseguidores. Resumiendo, recibí doscientos impactos en mi avión, los montantes y las diagonales resultaron rotas. La presión del aire aguantaba a los planos, cuando tomé tierra y perdía velocidad mientras rodaba en el campo, fue cesando la presión del aire hasta que los planos se cayeron. Era curioso de ver como estaba el avión: aletas de los cilindros del motor rotas, el borde de ataque del plano superior no había un centímetro sin la perforación de un balazo, etc.



 

Este fue el resultado de tan desigual combate. ¡Ah se me olvidaba de comentar! en dicho combate derribé un Fiat CR32 tripulado por López Sert (hijo del Conde de Sert de Barcelona). Este derribo fue confirmado, más tarde, por el Teniente Palacios pilotos de un Heinkel-51, hecho prisionero pocos días después, quien personalmente me lo dijo. Nosotros perdimos un Chato tripulado por el Teniente Campoamor. Es digno de recordar que realmente se había cumplido la profecía de mis compañeros soviéticos en el campo de Algete (Madrid). “Cinco Fiat CR-32 no podrían derribarme”.

 

Eran tantos los servicios que se efectuaban que los aviones sufrían materialmente muchos desperfectos. No bajas en combate. En cierta ocasión, de once aviones llegué a tener nueve en reparación en el mismo campo -no en talleres de retaguardia-, que significaba mayormente la pérdida de un servicio. En estas circunstancias el mando me ordenó efectuar un servicio de protección al frente.

 

Momentos antes había llegado de Reus un Chato recién salido de fábrica sin el armamento instalado, los armeros de la escuadrilla tenían que colocarles las cuatro ametralladoras. El avión vino de mil maravillas y sin armarlo, porque no había tiempo para ello, monté en el avión y junto con los otros dos aviones hicimos el servicio encomendado, casualmente hubo tranquilidad en este servicio porque no vimos el enemigo en el frente. Así, que regresamos a la base sin novedad.

 

Sin embargo, la novedad vino después el enterarse el mando de la tontería que había cometido. Luego broncazo y arresto.

 

En el frente de Teruel el fuego de la defensa antiaérea era muy nutrido y peligroso. Lo pude comprobar personalmente en un servicio que efectuamos de protección a los Matacha-R5; en un disparo antiaéreo abatieron una Natacha y su explosión en el aire derribó el avión de su derecha. La onda expansiva de uno de los disparos me hizo dar un toneau, perdiendo durante un momento el mando de mí avión; cuando recuperé el mando, me lancé en picado directo hacia a la artillería antiaérea y les ametrallé a conciencia.

 

Rápidamente me reuní con mi escuadrilla continuando la protección de los Natacha en su misión de bombardeo.

 

En aquel frente de Teruel efectuamos muchos y variados ametrallamientos, pero el más espectacular en el que tomamos parte tres escuadrillas completas de Chatos (una escuadrilla se componía de doce aviones), fue el que se llevó a cabo con éxito en la estación ferroviaria de Santa Eulalia, camino de hierro de Teruel a Zaragoza pasando por Calamocha. Cuando llegamos sobre la estación había dos convoyes de mercancías estacionados en sus andenes, además un tren de mercancías que marchaba de vacío en dirección a Calamocha. En una gran explanada que había frente a la estación se encontraban un buen número de baterías de artillería de montaña. Los soldados que estaban dentro de la estación y en los vagones, al oír el ruido de los motores posiblemente nos confundieron en aviones de bombardeo, porque se lanzaron corriendo hacia la explanada. Las tres escuadrillas desplegadas en ala, con el espacio aéreo libre, empezamos el ametrallamiento, los soldados que seguramente eran más de doscientos, intentaron ponerse a salvo echándose al suelo. El ametrallamiento fue general, lo mismo a las instalaciones que el material y la tropa. Yo pude comprobar el gran destrozo de material.

 

En Teruel hacía un frío terrible y por si fuera poco cayó una nevada, tan fuerte, que nos inmovilizó en el campo. Fueron unos días muy duros en los que se registraron temperaturas de 16 a 18 grados bajo cero. Aquella noche de la nevada, mejor dicho, al atardecer, se me ocurrió ir a Teruel con el coche, los primeros kilómetros con la poca nieve que había se circulaba con normalidad; pero al cruzar Sarrión la nevada se intensificaba cada vez más hasta quedar bloqueados en la carretera, afortunadamente en aquel lugar, había una casita de un peón caminero quien nos ayudó a dar la vuelta al coche y, así, emprender la marcha de regreso a El Toro, pero al llegar a la bifurcación de la carretera que conducía a El Toro, no pudimos continuar el camino por la cantidad de nieva acumulada. No hubo otra opción que seguir el camino hasta el pueblo de Viver, donde llegamos con muchas dificultades. El haber nacido y criado en el mediterráneo, donde una nevada es un regalo para la vista y jolgorio para la chiquillería, aquella nevada era para mí una cosa nunca vista de una belleza majestuosa. Estuve alojado en el pabellón militar en que pernoctaba el personal de aviación, entre ellos algunos mecánicos que por cierto me ensañaron a jugar al julepe. Un juego de naipes que se pone un fondo y se señala triunfo volviendo una carta, después de repartir tres a cada jugada. Finalmente los desplumé a todos.

 

En Viver pasé la noche y el día siguiente regresé a El Toro ciertamente con bastante dificultad, donde me esperaba un trabajo extraordinario. La zona de los campos de aviación en que se hallaban las escuadrillas del enemigo no había nieve, por lo tanto, era un peligro para nosotros que teníamos los aviones inmovilizados en tierra que, evidentemente, estaban a la merced de su caza que podría ametrallarnos impunemente.

 

Cuando recuerdo aquellos hechos todavía no me cabe en la cabeza por qué no aprovecharon aquella oportunidad que podían hacernos triza, barriéndonos de una vez por todas de una manera impune. Para evitar que esto sucediera, el mando nos ordenó que habilitásemos el campo para un despegue de emergencia. Con la colaboración de los campesinos de El Toro y de la ayuda de sus mulos, formamos una pista desalojando la nieve hacia los costados.


 

Había que ver cómo quedó la pista. La nieve acumulada en los lados era más alta que las alas de los aviones, la anchura de la pista no llegaba al doble de la envergadura de los planos, además tenía el piso helado que, con el menor movimiento del patín de cola al empezar el rodaje, podía ocasionar la desviación del avión con el consecuente choque sobre el talud de nieve. Esto explica llanamente en qué condiciones hicimos el despegue. A pesar de las dificultades previstas el despegue se realizó con éxito, no en vano los pilotos bisoños ya empezaban a ser un tanto veteranos y muy bien compenetrados con su avión.

 

Una vez al aire pusimos rumbo a la Cenia, pueblo que con su río limita la provincia de Tarragona a la de Castellón. Nos alojamos en la bonita población de Ulldecona donde pasamos unos días inactivos, hasta que llegó el deshielo y finalizamos el descanso. Después regresamos al campo de Barracas otra vez donde nos aguardaba la contraofensiva nacional. Si los servicios fueron numerosos y duros los combates en nuestra ofensiva, no cedieron en dureza ni intensidad los de la contraofensiva.

 

Y, así, día tras día, llegó el combate cumbre de toda la batalla de Teruel que hizo historia. Ocurrió entre el día 21 al 25 de febrero, fue una fecha memorable de las que no se olvidan. Despegaron todos los efectivos de primera línea de la aviación republicana en perfecta formación, cuatro escuadrillas de Natacha-R5 protegidas por cuatro de chatos: la primera rusa; la segunda, tercera y cuarta españolas, ambas completas con doce aviones cada una. Tres escuadrillas de Katiusca SB-2 y cinco de Moscas. En total un ejército volante que se aproximaba a los doscientos aviones. La flor y nata de nuestra aviación.

 

Al ver aquella masa imponente de aviación, cada escuadrilla de bombardeo protegida por una de caza y los dos sobrantes evolucionando encima de las demás, todas con una formación impecable, daba la sensación de seguridad y fortaleza aérea que bien pronto nos iba a ser necesaria.


Santander, campaña del Norte, verano de 1937 (de izquierda a derecha): San José, Comas, Zambudio, Panadero, Feo y Monquillas

Antes de alcanzar Teruel empecé a divisar en el lejano horizonte, unos puntitos que a medida que nos acercábamos se hacían más numerosos, no pude contar los aparatos de la aviación adversaria, pero a simple vista nos superaba en número como de costumbre. Cada escuadrilla de bombardeo tenía su objetivo marcado y la caza lo obligación de protegerla. La escuadrilla de Natacha que yo protegía bombardeó su objetivo, y, una vez efectuado, salió en vuelo rasante de regreso a su Base quedando mi escuadrilla libre para combatir. El primer combate de una serie que tuvo aquel día la escuadrilla fue con una formación de Heinkel-111, que después de bombardear intentaban regresar a su Base. Mi escuadrilla sin romper la formación, solamente con las patrullas un poco abiertas atacamos de frente a los Heinkel, yo colimé con toda tranquilidad el avión del jefe de la escuadrilla adversaria, disparando hasta llegar a pocos metros de él. Al mirar hacia atrás, vi perfectamente al avión del jefe y su punto izquierdo envueltos en una humareda que picando abandonaban sin remedio, la formación de su escuadrilla, lo que me dio a entender que fueron tocados y seguramente con bajas a bordo. El segundo combate fue con los Fiat CR-32, el espectáculo a pesar de su crueldad, era de una magnificencia impresionante; por doquier se veían paracaídas abiertos, aviones que descendían incendiados, cazas contra cazas en un carrusel infernal.

 

Cuando yo terminé de combatir y estaba haciendo el alabeo para reunir a la escuadrilla, divisé a un Messerschmitt 109 debajo mío que en un viraje a la vertical y subiendo intentaba colocarse a mi cola. No tuve más que pisar un poco el palomier, apretar el gatillo “corazón” y disparando las cuatro máquinas pasarlo “por ojo” como se dice en la marina. Era el segundo Messerschmitt derribado en el frente de Teruel. Antes de que se me olvide, deseo señalar que en cierto día despegues de un combate, cuando hacía el alabeo para reunir a la escuadrilla, un Fiat CR-32 despistado vino a la formación con nosotros, cuando se dio cuenta de su error se fue como el alma que lleva el diablo. No le perseguimos por andar justos de gasolina.

 

Mi escuadrilla no tuvo ninguna baja y algunos de sus componentes se apuntaron el derribo de algún avión enemigo. Al tomar tierra en el campo de El Toro, observamos que faltaba un piloto de la segunda escuadrilla, el Sargento Belda, derribado en combate, quien nos relató a su regreso que había visto con asombro allí, como el Cuerpo de infantería de ambos lados contendientes dejaron de combatir, presenciando desde lo alto de sus trincheras el imponente combate aéreo.

 

En este momento acabo de recordar un hecho curioso que voy a referir. Antes de empezar la ofensiva sobre Teruel, me encontré con la desagradable sorpresa de que la Intendencia Militar de nuestro ejército, tenía las órdenes de no suministrar nada especial a las escuadrillas de aviación. Nuestro intendente el primer día de suministro vino con unas pocas lentejas y alguna cosa más, esto fue motivo de que fuera a visitar al General Sarabia, jefe de operaciones, quien había dado estas órdenes. Me presente militarmente con el debido respeto, luego al exponerle el deficiente suministro de Intendencia, que yo consideraba que no era una dieta alimenticia apropiada para el personal de las escuadrillas, el General me contesto que todos éramos soldados combatientes y que no había ninguna deferencia entre las fuerzas, fuesen del aire o de tierra.

 

Intenté tranquilamente por todos los medios que revocara la orden, y finalmente le añadí: mi General Vd. manda en tierra, pero los aviones no van provistos de radio y en el aire mando yo. Al saludarlo militarmente y dar vuelta para marcharme, me llamó diciendo: muchacho vete a Intendencia que tienes mi autorización para pedir lo que necesites. Al terminarse la ofensiva de Teruel con la consiguiente toma de la ciudad, el General Sarabia vino a nuestra base a felicitar, personalmente, a todos los componentes de la escuadrilla por nuestra actuación en estas operaciones.

 

A veces uno de nuestros mayores enemigos no era, precisamente, la caza ni el fuego del adversario, sino los fenómenos atmosféricos. En una ocasión al regresar de un servicio apareció la niebla con tal intensidad y rapidez, regreso a su Base quedando mi escuadrilla libre para combatir. El primer combate de una serie que tuvo aquel día la escuadrilla fue con una formación de Heinkel-111, que después de bombardear intentaban regresar a su Base. Mi escuadrilla, sin romper la formación, solamente con las patrullas un poco abiertas atacamos de frente a los Heinkel, yo colimé con toda tranquilidad el avión del jefe de la escuadrilla adversaria, disparando hasta llegar a pocos metros de él. Al mirar hacia atrás, vi perfectamente al avión del jefe y su punto izquierdo envueltos en una humareda que picando abandonaban sin remedio, la formación de su escuadrilla, lo que me dio a entender que fueron tocados y seguramente con bajas a bordo.

 

El segundo combate fue con los Fiat CR-32, el espectáculo a pesar de su crueldad, era de una magnificencia impresionante; por doquier se veían paracaídas abiertos, aviones que descendían incendiados, cazas contra cazas en un carrusel infernal. Cuando yo terminé de combatir y estaba haciendo el alabeo para reunir a la escuadrilla, divisé a un Messerschmitt 109 debajo mío que, en un viraje a la vertical y subiendo, intentaba colocarse a mi cola. No tuve más que pisar un poco el palomier, apretar el gatillo “corazón” y disparando las cuatro máquinas pasarlo “por ojo” como se dice en la marina. Era el segundo Messerschmitt derribado en el frente de Teruel.

 

Antes de que se me olvide, deseo señalar que en cierto día después de un combate, cuando hacía el alabeo para reunir a la escuadrilla, un Fiat CR-32 despistado vino a la formación con nosotros, cuando se dio cuenta de su error se fue como el alma que lleva el diablo. No le perseguimos por andar justos de gasolina. Mi escuadrilla no tuvo ninguna baja y algunos de sus componentes se apuntaron el derribo de algún avión enemigo. Al

tomar tierra en el campo de El Toro, observamos que faltaba un piloto de la segunda escuadrilla, el Sargento Belda, derribado en combate, quien nos relató a su regreso que había visto con asombro allí, como el Cuerpo de infantería de ambos lados contendientes dejaron de combatir, presenciando desde lo alto de sus trincheras el imponente combate aéreo.

 

En este momento acabo de recordar un hecho curioso que voy a referir. Antes de empezar la ofensiva sobre Teruel, me encontré con la desagradable sorpresa de que la Intendencia Militar de nuestro ejército, tenía las órdenes de no suministrar nada especial a las escuadrillas de aviación. Nuestro intendente el primer día de suministro vino con unas pocas lentejas y alguna cosa más, esto fue motivo de que fuera a visitar al General Sarabia, jefe de operaciones, quien había dado estas órdenes. Me presente militarmente con el debido respeto, luego al exponerle el deficiente suministro de Intendencia, que yo consideraba que no era una dieta alimenticia apropiada para el personal de las escuadrillas, el General me contesto que todos éramos soldados combatientes y que no había ninguna deferencia entre las fuerzas, fuesen del aire o de tierra.

 

Intenté tranquilamente por todos los medios que revocara la orden, y finalmente le añadí: mi General Vd. manda en tierra, pero los aviones no van provistos de radio y en el aire mando yo. Al saludarlo militarmente y dar vuelta para marcharme, me llamó diciendo: muchacho vete a Intendencia que tienes mi autorización para pedir lo que necesites. Al terminarse la ofensiva de Teruel con la consiguiente toma de la ciudad, el General Sarabia vino a nuestra base a felicitar, personalmente, a todos los componentes de la escuadrilla por nuestra actuación en estas operaciones.

 

A veces uno de nuestros mayores enemigos no era, precisamente, la caza ni el fuego del adversario, sino los fenómenos atmosféricos. En una ocasión al regresar de un servicio apareció la niebla con tal intensidad y rapidez, Despegamos del campo de Pomar de Cinca la segunda y tercera escuadrillas de Chatos con la misión de proteger el sector de Blesa y Muniesa. Combatimos con un Fiat CR-32 que, en presencia de los grupos, como si fuera un acuerdo entre las dos partes, el Fiat que combatía bien haciendo alardes acrobáticos en la salida de un looping, estando yo en vuelo invertido, lo derribé.

 

Como extensión a nuestros servicios, también mi escuadrilla se vio implicada en un combate contra los tanques. En el sector de Alcañiz una agrupación artillera nuestra se vio desbordada por los tanques enemigos; con la rapidez acostumbrada mi escuadrilla apareció para lanzar sus bombas, luego con un ametrallamiento eficaz logramos ahuyentar a los tanques que se retiraron del sector, dejando algunos de averiados. A los

pocos días de esta operación fui ascendido a Capitán, según la orden ministerial del 07-03-38; D.O. Nº 60 del 11-03-38, página 722, con la particularidad de la fiesta que celebramos. Parte de ella se hizo con las vituallas que la referida agrupación artillera nos obsequió agradecida por nuestra acción.

 

En una ocasión desplazado en el campo de Candas nos recibí la visita del Coronel Alfonso Reyes, quien fue testigo al cronometrar el despegue de la escuadrilla en un servicio de rutina. Estábamos todos comiendo menos la patrulla de guardia cuando el mando nos ordenó efectuar un servicio. En esta ocasión aproveché de decirle al Coronel que tuviera la amabilidad de mirar el reloj y de fijarse en el tiempo que tardaba la escuadrilla en despegar. Disparé la raqueta roja, señal significativa de despegue rápido sin orden de preferencia, y a los dos minutos exactos la escuadrilla, en perfecta formación, enfilaba rumbo al frente. Posteriormente el Coronel Reyes me felicitó diciéndome. “Si no lo veo no lo creo”.

 

El mes de abril me concedieron un descanso. Después me incorporé a mi escuadrilla en Alcublas, luego destinado al campo de Barracas en el frente de Teruel. Aquí tuve un singular accidente. El mando me comunicó que un piloto novato se incorporaba a mi escuadrilla en vuelo procedente de Alcublas (el piloto se llamaba Pinilla, actualmente residente en París) este piloto, sin darse cuenta, pasó por la vertical del campo de Barracas rumbo a Teruel, despegue inmediatamente para darle alcance, pero no pude lograrlo, de regreso quise hacer un poco de acrobacia sobre el campo de El Toro que se hallaba la segunda escuadrilla. Una de las maniobras preferidas era la de alcanzar la máxima velocidad en vuelo rasante, después de un picado, dar un tirón y con él hacer una barrena ascendente. El centro de este campo formaba un lomo. Cuando yo iba a una velocidad no inferior a quinientos kilómetros por hora, toqué con las ruedas en dicha prominencia del terreno que destrozo el avión y los restos quedaron esparcidos por el campo, quedando solamente intacto el asiento donde yo estaba fuertemente atado con el atalaje. La polvareda y el estruendo del choque incluso lo oyeron en el campo de Barracas. A pesar de lo espectacular del accidente lo saldé con unas muelas rotas, y mi nariz de perfil romano se quedó como la de un boxeador machacado por un golpe. Me internaron en el Vedat de Valencia y a los ocho días me estaba recuperando en mi casa.

 

La nariz quedo lesionada y en la clínica Platón de Barcelona me hacían una cura semanal hasta mi total curación. Estuve dos meses inactivo y durante este lapso de tiempo, me propusieron ir a Rusia al frente de una expedición de jóvenes alumnos. Rehusé lo que yo consideraba una prebenda y en mi lugar marchó Morquillas, otro excelente piloto y compañero mío.

 

Me incorporé al servicio activo con el ascenso a la jefatura del Grupo 26 de Chatos nombrado el 01-07-38. Al frente de mi grupo tome parte en toda la batalla del Ebro. Si en el Norte, Teruel, le retirada de Aragón y campaña de Levante, los servicios fueron duros y continuados, en el Ebro superamos todas las contingencias a pesar del mayor número de aviones adversarios. Se derrochó el heroísmo a raudales, pero la suerte ya estaba echada.

 

Nosotros nunca mencionamos la palabra “la guerra está perdida”, siempre confiamos en algo que no llegó a cristalizarse. Y, así llegó el día 15 de noviembre de 1938. La noche del día anterior antes de la cena, me comunicaron de Fuerzas Aéreas que a primeras horas del día siguiente me desplazara al campo de Monjos, donde recibiría la visita del Agregado Militar norteamericano y que me pusiera a sus órdenes. El día siguiente después del amanecer volé desde el campo del Pla del Panadés para aterrizar en el campo de Monjos. A las 9 horas de la mañana llegó el personaje norteamericano, quien se interesó por el armamento del Chato y de sus características. Una vez satisfechas sus preguntas desayunamos en la caseta de mando, después tuvo la ocasión de ver despegar a la tercera escuadrilla en un servicio al frente mandada por Antonio Nieto, servicio que yo no realice por estar a las órdenes del Agregado Militar, quien pudo contemplar la perfecta formación de la escuadrilla.

 

La tercera escuadrilla era la que yo había formado en Figueras que había mandado durante ocho meses consecutivos, con la salvedad que durante todo el tiempo que estuvo bajo mi mando solamente hubo dos bajas; un muerto y un herido. Como mi puesto de mando estaba en el campo del Pla del Panadés, no tenía la posibilidad de ver y hablar con mis antiguos compañeros pilotos, por la que aproveché aquella ocasión para quedarme a comer y esperar el regreso de la escuadrilla. Mientras comía con el personal de la cuarta escuadrilla oímos el ruido de aviones, nosotros confundimos con los Katiuscas SB-2 de Celrá que hacia un rato habían pasado sobre el campo rumbo al frente del Ebro, pero nos equivocamos, eran aviones italianos Saboia-79 que nos estaban bombardeando. En el bombardeo resulté herido gravemente en la pierna izquierda, que tuvieron que amputarla a la altura del muslo en el Hospital Comarcal de Villafranca del Panadés.

 

Anteriormente fui ascendido a Comandante, según la Orden Ministerial del 16-11--38; D.O. Nº 301 del 17-11- 38, página 744. Antigüedad del 01-09-38 y efectivos administrativos del 01-11-38, D.O. Nº 23.259.

 

Después estuve hospitalizado en la clínica Platón de Barcelona, luego sucesivamente evacuado a Bañolas, Camprodón y Setcasas para llegar finalmente a Prats de Molló (Francia).

 

No quiero relatar mis primeros quince días en Francia, donde los pasé tumbado sobre un poco de paja en el suelo de una nave en una fábrica abandonada, sin asistencia médica de ninguna clase en un país extranjero, así permanecí algún tiempo. Felizmente pude superar aquellos días malos hasta que llegaron otros mejores. Aquí en Francia estuve hospitalizado seis meses, otros seis en el campo de concentración y después seis meses de libertad.

 

En Soustons un pueblo francés equidistante de Bayona y de Biarritz, yo tenía mi residencia cuando los alemanes invadieron y ocuparon la Francia Atlántica. Como me imaginaba lo que me iba ocurrir, quemé toda mi documentación y esperé a las autoridades de ocupación que me prendieran, que ocurrió a los pocos días de hallarse en el pueblo. Estuve detenido varios días siendo interrogado por dos oficiales del ejército alemán que me trataron con toda corrección, después fui trasladado con un Jeep a la prisión de Irún, España.

 

De los servicios prestados durante nuestra contienda civil, hay uno que no lo he mencionado y que en este momento acabo de recordarlo. En una de las misiones realizadas en el Norte ametrallé el barco de guerra Galerna. Y el crucero Canarias en la Bahía de Rosas al que le hice tocar zafarrancho de combate y huir a toda máquina.

 

Totalicé más de quinientos servicios de guerra y unas mil seiscientas horas de vuelo, con el derribo confirmado de siete aviones enemigos, sin contar los probables -difíciles de contar- que fueron algunos más. Con ello me convertí en uno de los pilotos que más había volado el Chato.

 











Fuente: Revista Aeroplano, Año 2004. N° 22

 

MÁS SOBRE EL DIARIO DE JUAN COMAS BORRÁS

 

Por José Pla Blanch

 

En el número anterior de AEROPLANO se publicaba el Diario redactado personalmente por quien fuera Jefe del Grupo 26 de Caza de las Fuerzas Aéreas de la República, durante la Guerra Civil de 1936–1939, el Mayor de Aviación D. Juan Comas Borrás.

 

Lo seguía una detallada “Ampliación al Diario de Juan Comas Borrás”, escrita por el General D. Jesús Salas Larrazábal.

 

Con el fin de ampliar un aspecto tratado muy de paso y aportar nuevos datos para un mejor conocimiento del historial del mencionado aviador en lo referente a sus servicios como piloto de guerra, durante el primer trimestre de 1937, sobre la estancia de la escuadrilla de Alonso Santamaría en el aeródromo leridano de Alfés, “para efectuar servicios de protección sobre los embalses de Tremp y Camarasa”, cabe puntualizar, que según manifestación personal del propio Sr. Comas, —en conversación telefónica efectuada el año 1989—, y de declaraciones de testigos presenciales, a partir del 26 de

marzo de 1937 la patrulla, mandada por el entonces Alférez Juan Comas Borrás, y perteneciente a la escuadrilla antes mencionada, fue destinada al aeródromo de Balaguer con el fin de efectuar servicios de protección sobre las centrales hidroeléctricas de la zona, las cuales habían sido atacadas por los Heinkel He–70 de la Legión Cóndor los días 17 y 19 de febrero, así como durante el 23 y 25 de marzo de 1937.

 

Se dio la circunstancia que los tres “Chatos” de dicha patrulla fueron los primeros en utilizar el recién habilitado aeródromo de Balaguer, en la partida conocida como la “Plana del Corb”.

 

Juan Comas fue el primero en tomar tierra, con el Chato Nº 17. La llegada de la patrulla resultó providencial, pues en la misma tarde del día 26 de marzo desbarataron un nuevo ataque, en esta ocasión contra la central de Camarasa, poniendo en fuga a un solitario Heinkel He–70, el cual recibió varios impactos que no le impidieron regresar a su base zaragozana tras desprenderse de las bombas en las inmediaciones del pueblo de Tartareu, situado al W. del embalse de Camarasa.

 

Al día siguiente, 27 de marzo, Juan Comas efectúa un servicio de reconocimiento en solitario. Al tomar tierra, a causa de las deficiencias del terreno, rompió el tren de aterrizaje. El piloto resultó ileso, pero el aparato bastante dañado, siendo trasladado en un camión a Reus para su reparación.


Alférez Comas con su Chato nº 17. Este avión y su piloto, fueron los primeros en tomar tierra en Balaguer. Marzo o Abril del 37. (Foto facilitada por Juan Comas).

Durante su estancia en Balaguer, recibieron la visita del Capitán Ramón Puparelli. En sus inicios, el aeródromo estaba custodiado por 16 soldados de aviación, los cuales se alojaban en los cobertizos y edificaciones de la “Torre del Corb”, una finca agrícola que había sido incautada al efecto, ya que los pabellones todavía no estaban construidos.


El Alférez Comas , con el equipo de vuelo, gafas incluidas, en el centro. A su izquierda el capitán Puparelli, comiendo con varios compañeros y mecánicos en uno de los cobertizos iniciales del aeródromo de Balaguer. Todavía no estaban construidos los pabellones, como lo demuestra el ambiente campestre reinante, con una piel de conejo, secándose, pegada en la columna del cobertizo. (Foto facilitada por Juan Comas).

 

El 6 de abril de 1937, finalizadas las operaciones en Guadalajara, las escuadrillas de “Chatos” de Kosakov, el resto de la de Alonso Santamaría y parte de la de García Lacalle se trasladaron a Balaguer, efectuando al día siguiente repetidas misiones sobre el frente de Huesca.

 

El 8 de abril, desde primeras horas de la mañana se registran nuevas salidas hacia Huesca. Al término de la jornada, la totalidad de los aparatos, con su escalón de tierra, partieron desde Balaguer con destino a Castejón del Puente.

 

Después de los primeros ataques de la Legión Cóndor sobre las centrales hidroeléctricas pirenaicas se dictaron disposiciones de protección y defensa, tales como la construcción de refugios subterráneos para el personal, protección del interior y exterior de las instalaciones con sacos terreros y el enmascaramiento exterior, el emplazamiento de algunas piezas o ametralladoras antiaéreas así como la utilización de una exclusiva red telefónica de alerta directa, y simultánea, entre las centrales y el aeródromo de Balaguer. Con el fin de garantizar su plena operatividad en cualquier circunstancia, cada cuatro horas, desde las centrales, se comprobaba el funcionamiento de la línea.


Central hidroeléctrica de Camarasa. Su peculiar situación no la hacía factible al ataque por grandes aparatos de bombardeo. Por ello sería motivo de atención a cargo de los monomotores Heinkel He–70, aunque con escaso éxito. (Foto del autor).

 

Dado el frecuente vaivén de unidades, cabe suponer que cuando no había aviación de caza en Balaguer, la protección de las centrales se efectuaría desde el aeródromo leridano de Alfés, más conocido entonces como Albatárrech. A pesar de dichas precauciones, no podría impedirse que, en enero de 1938, siete centrales hidroeléctricas leridanas fueran objeto de nuevos ataques aéreos.

Fuente: Revista Aeroplano, Año 2005. N° 23