31 de octubre de 2018

EL ARTILLERO CUYA ORINA SALVÓ LA VIDA DE SUS COMPAÑEROS DURANTE UN COMBATE CONTRA CAZAS NAZIS


Cuando Maynard H. Smith se quedó sin extintores para apagar el fuego que se había extendido en su avión, decidió orinar sobre él para apagarlo

Smith, junto a una ametralladora pesada 
Smith, junto a una ametralladora pesada

La Segunda Guerra Mundial está llena de historias que, 70 años después de su finalización, nos siguen asombrando de forma irremediable. Una de ellas es la de Maynard H. Smith, el artillero de un bombardero estadounidense que, en 1942, salvó a sus compañeros cuando –en pleno combate contra varios cazas nazis y tras quedarse sin extintores- logró apagar un fuego que se había generado en su avión mediante su propia orina. A su vez, su valentía le llevó a seguir disparando a los enfurecidos enemigos mientras trataba por todos los medios de evitar que las llamas se extendiesen en el aeroplano. Todo ello, mientras atendía a los miembros de la tripulación que habían sido heridos de gravedad durante el ataque.

El camino de Smith en el ejército del Tío Sam comenzó en 1942, año en que este estadounidense de Michigan se alistó en las fuerzas aéreas tras completar una formación básica en la escuela de artillería aérea. Por aquel entonces contaba 31 años, una edad algo elevada para la media de los soldados de la época, pero eso no le impidió ser trasladado a Inglaterra y entrar a formar parte del 423 Escuadrón de Bombardero. En esta unidad no tardó en ganarse cierta fama de compañero “odioso”, aunque también valeroso y decidido a hacer lo que fuera por expulsar a los alemanes de los cielos aliados.

El 1 de mayo de 1943 le llegó su primera misión. Como destacó el propio militar en los años posteriores, por entonces más de la mitad de los soldados que volaban en un bombardero no regresaban a la base. Su objetivo, así como el de otros tantos B-17 (llamados las “fortalezas volantes” por su gran tamaño y su resistencia), era soltar miles de explosivos sobre la base alemana ubicada en Saint-Nazaire (Francia). Una zona fuertemente defendida por cañones antiaéreos nazis y que era conocida por su irreductibilidad. A nuestro protagonista se le asignó el puesto en la cúpula que hacía las veces de torreta inferior, equipada con una potente ametralladora destinada a derribar pequeños cazas enemigos.

En principio, el B-17 de Smith no tuvo problemas para llegar hasta la zona. Sin embargo, cuando los aeroplanos estaban regresando a Gran Bretaña, la base de operaciones, comenzó el calvario. Y es que, fueron avistados por los cazas de la “Luftwaffe”, los cuales se hicieron a los cielos y no tardaron en dañar de forma severa el avión. “Fuimos alcanzados por FW-190 y cañones de 88 milímetros. Uno de los tanques de combustibles se rompió y vertió gasolina en el avión, que se incendió. Yo estaba en la torreta y, aunque no entendía que sucedía exactamente, sabía que algo iba mal […]. Cuando abrí la escotilla […] vi que el avión estaba en llamas”, explicó el propio militar en una entrevista al historiador Wayland Mayo.

La situación era dantesca. Y es que, mientras los alemanes derribaban varios B-17 (unos 8 o 9, según el militar), los tripulantes del B-17 de Smith luchaban por mantenerse en vuelo. Desesperado, nuestro protagonista se puso la máscara de oxígeno e intentó apagar de forma rápida el fuego que se extendía por una buena parte del aeroplano mediante extintores. Según afirmó posteriormente, llegó a usar su orina para poder extinguirlo completamente cuando se quedó sin agua. Mientras, atendió a los heridos y disparó a los cazas nazis que, sucesivamente, hicieron pasadas con la intención de derribarles.

“Mientras, el avión comenzaba a descender, fui a la cabina para ver cómo estaban el piloto y el copiloto. Les hice unos torniquetes para que pudiesen mantener el control del avión, añade el estadounidense. La suerte y su pericia hicieron que, aunque tres de sus compañeros murieron por arrojarse a las aguas desde el bombardero, otros seis se salvaran y pudieran llegar hasta Gran Bretaña. Eso sí, el B-17 se hizo añicos una vez que aterrizó, pues contaba con unos 3.500 impactos de bala en su fuselaje. Smith, por su parte, recibió la Medalla de Honor del Congreso por su actuación.

Fuente: www.abc.es