29 de octubre de 2018
OPERACIÓN SOCORRO - 28 DE OCTUBRE DE 1965
El broche de oro de los bombarderos pesados de la Fuerza Aérea Argentina en zonas antárticas, fue el vuelo efectuado en octubre del año 1965, por el avión Avro Lincoln, matrícula B-022, que realizó un notable raid en el Sector Antártico Argentino, totalizando 21:50 horas de vuelo sin escalas, siendo éste el primer avión de la Fuerza Aérea de Tareas Antárticas (FATA) que hizo un vuelo de tal duración en aquellas australes latitudes. Formando parte de la misión realizada por la escuadrilla integrada por un avión Douglas C-47 matricula TA-05 con los dos aviones DHC-2 Beaver, matriculas P-05 y P-06 y de la expedición terrestre comandada por el entonces Coronel Leal al Polo Sur.Con
este vuelo realizado, luego de una constante actividad aérea, nuestros Avro
Lincoln nos brindaron una muestra más de su nobleza e hidalguía, a la vez que
el personal, ampliamente familiarizado con ellos, ratificaron la confianza y la
fe que sienten por estas unidades, en las postrimerías mismas de su actividad.
La
tripulación que cumplió esta notable hazaña estuvo integrada por los entonces:
Primer
Teniente Jorge F, MARTÍNEZ Comandante Aeronave
Primer
Teniente Mario ANDELIQUE Primer Piloto
Teniente Héctor A. VAN DEN PANHUYSEN Piloto
Capitán Ramón CAMPOS Navegador
Primer
Teniente Eduardo R. SERVÁTICO Navegador
Suboficial
Mayor Héctor F. CUELLO Radio Operador
Suboficial
Principal Francisco J. PUIGDELLIBOL Mecánico
Comandante Ervin R. KERN (*) Tripulante Especial
(*)
Miembro del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de Tareas Antárticas.
Relato
del Suboficial Mayor (R) Héctor CUELLO
El vuelo del Avro Lincoln, matrícula B-022, desde Río Gallegos, efectuando lanzamiento en la Base Antártica Belgrano, durante 20 horas y 37 minutos.
Este
relato fue realizado por el extinto Suboficial Mayor Héctor Francisco CUELLO, después
de haberse desempeñado como radio operador de a bordo del avión Avro Lincoln,
matrícula B-022 en el cumplimiento de esta misión.
Era
el ocaso del 27 de octubre de 1965 cuando la esperanza renacía en la ansiosa
tripulación del veterano Avro Lincoln B-022.
Parecía
que por fin iba a realizarse el postergado vuelo de ida y regreso desde la Base
Aérea Militar Río Gallegos hasta la Base General Belgrano, ubicada en la parte
más austral de la inhóspita costa del mar de Weddell, llevando a sus camaradas
de Ejército y de la propia Fuerza Aérea, el necesario apoyo logístico para
seguir avanzando en los arcanos hielos, en procura del Polo Sur, misión ya
transformada en ferviente anhelo nacional.
El
22 se había malogrado el primer intento de alcanzar tan lejana base; la
meteorología frustró el vuelo cuando apenas faltaban 2 horas escasas hasta el
objetivo, obligando a retornar desde los 71º 40'S 60º W, por el temido fenómeno
del blanqueo, que hace perder la sensación de profundidad en el inmaculado
paisaje, privando de los puntos de referencia para la navegación, por otra
parte, sumamente difícil en esos parajes donde la brújula pierde paulatinamente
su eficacia, dada la proximidad del polo magnético. Sin embargo, la
contrariedad sirvió de acicate a quienes deseaban con fervor contribuir con lo
que estimaban su pequeño esfuerzo, al éxito de las expediciones aéreas y
terrestres que con bravura sanmartiniana coronaron la empresa, elevando nuestro
pabellón en los 90º Sur.
Los
votos por ese retorno se comunicaron al coronel Leal, en mensaje del Jefe de la
Fuerza Aérea de Tareas Antárticas (FATA), Comodoro Demierre, a la sazón a bordo
del B-022, en momentos de abandonar nuestro continente blanco en demanda de Río
Gallegos. Y elogiosa fue la respuesta del coronel, no dudando del éxito e
invocando la protección de Dios, a pesar del primer fracaso.
La
mañana de aquel 27 de octubre presagiaba continuidad en la espera; pasado el
mediodía variaron las condiciones y en ese puñado de hombres alentaba la
esperanza de concretar la misión. En las últimas horas de la tarde ya no cabía
duda de la factibilidad del vuelo, porque los partes meteorológicos mostraban hora
a hora la mejora, mientras los pronósticos, elaborados por un plantel de
suboficiales, meteorólogos bajo la dirección del Licenciado Almejun, y con
datos suministrados por otro grupo no menos excelente de operadores de
comunicaciones, secundados por la receptora de facsimilado, eficazmente
atendida por dos suboficiales, daban la certeza de ejecución de la operación,
tal como se la había previsto.
Alrededor
de las 20:00 horas entró en efervescencia la BAM Río Gallegos., los tripulantes
del Avro Lincoln -1er. Teniente Jorge Francisco MARTÍNEZ, comandante de
aeronave; 1er Teniente Mario ANDELIQUE, Primer Piloto; Teniente Héctor VAN DEN
PANHUYSEN, piloto; Navegadores, Capitán Ramón Campos y 1er Teniente Eduardo R.
SERVÁTICO; radio operador Suboficial Mayor Héctor Francisco Cuello y mecánico
Suboficial Principal Francisco J. PUIGDELLIBOL , serian acompañados esta vez
por el Comandante Ervin R. Kern, del Estado Mayor de la FATA.
Todos
comieron temprano, retirándose a descansar y el resto del personal afectado a
la que se denominó Operación Socorro, proseguía con ahínco la tarea.
El
Jefe de Contaduría e Intendencia de la FATA, Alférez RUSTICCINI, controlaba que
nada faltara en las abundantes raciones para consumo a bordo.
Más
allá, el comandante SANSO, Jefe del EM de la FATA, recopilaba los datos
necesarios para la ampliación del briefing; los suboficiales del grupo de
mantenimiento del B-022, sin arredrarse por el frío o el viento, se dedicaban
de lleno a los últimos toques al viejo coloso. AGÜERO, CEMINO, CARLONI, GODOY y
MAYER, todos del Grupo Técnico 5, olvidaron la fatiga y no sabían del descanso,
no dándose tregua en su afán porque todo saliera a la perfección; y querían
dejar el avión - ¡y vaya si lo dejaron! – como recién salido del horno, listo
para escribir otra página de gloria en el historial de los poderosos
cuatrimotores del continente helado.
¡VAMOS!
Eran
las tres del 28 cuando se despertó a la tripulación. Con sus pintorescos
atuendos, dieron cuenta de un suculento desayuno, en ambiente de fresca
alegría, risas y emoción contenida, todo en singular conjunción. a las 03:30
horas hubo una breve reunión previa al vuelo – la principal había transcurrido
el día anterior-, completándose los pormenores faltantes.
En
ella se enteraron del pasaje de un frente de tormenta desplazándose hacia el
Este; del desarrollo de las nubes que arrastraba y todo cuanto otro dato pudo
obtenerse para confeccionar el pronóstico.
Enseguida
se trasladaron al avión, donde finiquitaron los aprestos de salida; tras la
inspección pre vuelo y de las raciones a consumir a bordo, embarcaron.
Comenzaron
a rugir los motores, primero el 2, después el 3; seguidamente el 4 y, por último,
el 1. Escuchóse luego la fraseología de rutina para el carreteo, prueba de
motores y ocupación de cabecera. Por fin llegó la autorización de despegue, y
por los auriculares del intercomunicador se oyó la voz del Comandante de
Aeronave: - ¡Vamos!
A
las 04:15 horas, exactamente, del día 28 de octubre de 1965 y conforme a lo
dispuesto en la orden de operaciones, decolaba del aeropuerto de Río Gallegos,
majestuoso e imponente, el Avro Lincoln B-022 con sus 37.500 kilogramos a
cuestas.
La
suerte estaba echada, comenzando uno de los vuelos más ambiciosos…. Eran las
04:28 hs cuando el operador de a bordo comunicaba la salida del área a la Torre
de Vuelo, mientras la aeronave ascendía hasta los 3.000 metros para mantener
nivel de crucero.
A
las 04:34 hs cruzaban el Estrecho de Magallanes...
En
la semioscuridad de la noche que empieza a ser vencida y desplazada por el día,
observaron e informaron la exactitud de los pronósticos.
Hacia
el Este, los negros y espesos nubarrones que se alejaban; al Oeste el titilar
de las estrellas pugnando por asomarse...
Posición
Ushuaia a 08:37 Z; 3.000 metros de nivel, estimando Cabo de Hornos a 09:01 Z;
Gallegos 03:00 Z, sobre tope, viento de los 225º, 40 nudos, cambio…- se oyó
decir al radio operador cuando las manecillas del reloj marcaban las 05:40,
pasando a continuación una situación meteorológica que, en rasgos generales,
concordaba con los pronósticos.
A
las 06:02 hs dejaban atrás el Continente Americano cruzando el Cabo de Hornos,
y se internaba en los dominios del inquietante pasaje de Drake.
Las
comunicaciones a través del éter eran constantes; LUL, pertenecientes a la Base
Aérea Militar Río Gallegos, oficiaba de estación cabecera integrando la red con
las estaciones de las bases Antárticas Matienzo y Belgrano, y como auxiliares
las restantes de la Fuerza Aérea Argentina.
La
posición cursada después de sobrevolar el Cabo de Hornos fue la identificada
como punto C, en medio del pasaje Drake, a las 08:10, alcanzando luego la isla
Melchior a las 09:28 hs.
El
vuelo continuo sin novedad registrándose el paso por la península Jackson a las
13:12Z, estimando llegar a la base General Belgrano a las 18:35 Z (15:35 hora
local argentina). Consumidas algunas bebidas calientes, el misionero mecánico
de a bordo abrió la sesión de sabrosos mates para deleite de la tripulación; un
símbolo más de la criolla presencia del gaucho en los cielos antárticos.
El
nivel de vuelo se mantenía en 3.000 metros, estudiados y corregidos por altura
y temperatura, alcanzándose ya el punto indicado por las coordenadas 71º S 59º
40'W.
La
temperatura a bordo, casi constante y alrededor de los 17º bajo cero; y sin
embargo los tripulantes no parecían afectados, merced a los buenos y abrigados
equipos y la adicción de la bebida caliente, siempre al alcance de quien la
necesitara, descontando, por supuesto, los mentados mates...
A
las 11:32 hs apareció otro motivo de satisfacción con el despegue de los
pequeños Beaver que decolaron rumbo a la Base General Belgrano, desde la Base
Aérea Teniente Matienzo una hora antes. Cerca del mediodía las condiciones del
tiempo empezaron a variar, desmejorando a consecuencia del blanqueo que por
momentos crecía en intensidad y obligaría a los dos pequeños aviones a retornar
a su base, en espera de mejores condiciones.
El
factor tiempo no fue óbice para que el observador tomara a su cargo la poderosa
cocina eléctrica de a bordo, preparando el almuerzo con nutritivos elementos
provistos por la intendencia y secundado por el mecánico, un perito en la
materia. Entretanto, se tenía noticia de que a las 14:52 Z, desde Base Belgrano
había despegado el TA-05, en apoyo de la patrulla terrestre polar que días
antes se había puesto en marcha, para después retornar e interceptar al B-022,
en condiciones meteorológicas muy buenas en esa zona.
MOTOR
1, REDUCIDO
El
punto más austral alcanzado en el vuelo anterior, cabo Deacon, esta vez fue
superado a las 15:45 Z, sin mayores novedades.
A
bordo, todo marchaba normal, conforme al chequeo de cada tripulante.
Afuera,
el blanqueo seguía como la principal preocupación y por momentos se
intensificaba.
La
temperatura descendió a 20º bajo cero, llevando a pensar si otra vez la mala
suerte obligaría a regresar sin cumplir la misión.
Una
consulta por radio con el TA-05 hizo renacer el optimismo, al comunicar que
entre cabo Adams y Base Belgrano, prácticamente estaba claro e ilimitado, CAVU
(Nota del autor: acrónimo de Ceiling and Visibility Unlimited, techo y
visibilidad ilimitados).
Con
ello se aseguraba el éxito de la primera etapa de la operación.
La
coordenada de intersección del paralelo 75º 30'S con el meridiano 52º W se
cruzó a las 16:23 horas y un ajuste en los cálculos de los navegadores arrojó
una estima de llegada al objetivo para las 17:57 Z, faltando tan solo una hora
y media para alcanzar la meta.
Frente
a tan buenas perspectivas empezaron a circular calientes emparedados, de los
que se daba cuenta a medida que la sección cocina los distribuya, deleitando
paladares y reconfortando ánimos.
A
partir de ese momento se logra enlace directo con el TA-05, que confirma el
estado de la ruta, mientras sobrevolaba la patrulla polar, para ir al encuentro
posteriormente del B-022.
La
patrulla había alcanzado los 78º 40'S sobre el meridiano 57º W.
Cuando
la sensación del triunfo ganaba a ese puñado de hombres, el veterano avión se
estremeció cual viejo cóndor, incapaz de soportar tantas emociones.
Sin
embargo, el espíritu no decayó a bordo, y se escucharon expresiones como:
-
¡El frío le hizo mal!...
-
¡Se resfrió el viejo!...
El
caso era que el motor 1 trepidaba y la novedad se cursó de inmediato, tanto al
Jefe de la FATA como a la Base Belgrano y al TA-05.
El
apetito, que tan feroz se había presentado, los abandono, insatisfecho, y dio
paso a la necesaria tranquilidad y serenidad requerida por la situación.
Sin
inmutarse oyeron la voz serena y pausada del comandante de aeronave informando
a su tripulación:
-
El motor 1 está trepidando. Vamos a reducirlo. Si mejora, es posible que
alcancemos la Base Matienzo para realizar la emergencia, conforme a lo previsto
en la reunión previa al vuelo.
Caso
contrario, haremos compañía a la dotación de General Belgrano ¿Alguna duda?...
El
silencio a esta pregunta daba la respuesta.
La
avezada tripulación conocía perfectamente el lugar que le correspondía en ese
engranaje de precisión; no existían dudas y no era menester, entonces, ninguna
aclaración.
Por
el éter llegaban mensajes de aliento del TA-05 que volaba al encuentro del
Lincoln, mientras piloto y mecánico reducían paulatinamente la potencia hasta
un punto en que el motor dejo de trepidar.
Cuando
ello ocurrió, más de la mitad de potencia había desaparecido y prácticamente,
ese motor solo operaba en molinete.
No
obstante, las condiciones de vuelo podían considerarse normales y así se hizo
saber, para tranquilidad de los camaradas pendientes de la situación.
El
mensaje cursado al Jefe de la FATA expresaba: Motor 1 reducido: velocidad entre
270 y 280 kph se comporta bien.
Fue
como una ola de alivio recorriendo el espacio para serenar los espíritus de
aquella gente, de toda la familia aeronáutica, atenta al vuelo.
El
momento de angustia quedaba atrás, aunque la tensión persistía.
Abajo,
el mar de Weddell aparecía poblado de innumerables trozos de hielo de la más
variada forma y tamaño, movidos por los fuertes vientos de la región.
El
TA-05 había interceptado al B-022 y lo acompañó en la fase final de la primera
parte del vuelo hasta avistar la ansiada meta.
El
júbilo fue general; la misión, prácticamente, estaba cumplida. Dios había
escuchado sus ruegos.
SOBRE
GENERAL BELGRANO
Iniciaron
el descenso hasta una altura adecuada para el lanzamiento de los bultos.
Después
del pasaje previo de reconocimiento, el primer piloto, el piloto y el mecánico
se dieron a la tarea de arrojarlos, soportando estoicamente el aire frío que a
raudales entraban por la puerta de lanzamiento y a temperatura de 25ºC bajo
cero.
El
personal de aquella lejana base saludó a sus camaradas, con los brazos en alto,
dando saltos, alborozados ante el imponente espectáculo que ofrecía el vuelo
del poderoso cuatrimotor que desde su vientre dejaba caer con paracaídas y en
caída libre, los materiales acondicionados en sus respectivos bultos,
acompañados de diarios, revistas y correspondencia, siempre bienvenida en
cualquier lugar de la tierra.
Pero
el destino deparaba otra sorpresa: los bultos arrojados con paracaídas eran
arrastrados por el viento hacia el mar.
Impotentes
en tierra para alcanzarlos, dada la velocidad que llevaban, desde el avión y
con rabia apenas contenida se seguía el inusitado espectáculo de los bultos
deslizándose por el hielo y arrastrados por los paracaídas desplegados a todo
viento.
La
desazón fue enorme y mientras la gente se aprestaba a recuperar el material que
había llegado a tierra en caída libre – digamos mejor, al hielo -, estudiando
la mejor forma de rescatar el resto, el Avro Lincoln iniciaba el regreso con su
tripulación desalentada por la mala jugada del viento.
El
retorno comenzó sobre el pasaje de lanzamiento y no quedaba posibilidad de dar
otra vuelta; convenía llegar sobre Río Gallegos con un margen de autonomía de
dos horas, por cualquier eventualidad meteorológica sobre el lugar de destino.
Por
otra parte, y en razón de la falta de plena potencia en el motor 1, debía
alcanzarse la Base Matienzo con suficiente luminosidad, por si se hacía
necesario un aterrizaje de emergencia.
La
única alternativa se traducía en el regreso inmediato, y entonces con nuevo
ascenso, pusieron proa hacia Matienzo.
Las
coordenadas 73º S 50º 30'W; 70º S 55º 30'W y 67º S 58º 30'W fueron
sucesivamente sobrepasadas a las 20:20Z; 21:29Z Y 22:31Z, respectivamente.
Alcanzaron
la Base Matienzo a las 23:08Z, con nivel similar al mantenido a la ida, y al
verificarse una vez más el estado general de los motores, sus instrumentos y
visualmente, el chequeo indicó un normal funcionamiento.
Igual
sucedía con el resto del equipo a bordo, significando que podía proseguirse la
navegación hasta la base de operaciones, con llegada prevista a las 03:55Z del
día siguiente.
Los
cálculos precisos de consumo de combustible daban un remanente de seis horas y
veinte minutos y todo presagiaba un final feliz.
Volvió
a reinar optimismo en la incansable tripulación a la cual comenzaron a llegar
mensajes de salutación y la confirmación de que en Belgrano todos los bultos se
habían recuperado.
A
LA VISTA DE RÍO GALLEGOS CON DOS MOTORES
Otro
factor de alegría y seguridad vino a sumarse cuando se estableció comunicación
con el BS-03 el trifibio Albatros que, habiendo decolado de Río Gallegos,
sobrevolaba estratégicamente el pasaje Drake, ya próximo al continente
americano para prestar apoyo radioeléctrico mediante su equipo homing.
Dejaron
atrás la isla Smith con las ultimas luces del día, a las 23:53Z; el punto C a
las 01:00 Z, cruzando el Cabo de Hornos a las 02:24Z, Ushuaia a las 02:40Z,
estimando alcanzar Río Grande a las 02:59Z.
Aquí
y sobre el filo de la medianoche, el vetusto avión reservaba una sorpresa más.
Una
voz dijo:
-
¡Oh!... ¡El motor 3 no funciona más! –haciendo referencia al chorro de fuego de
los escapes, bien nítidos en la noche.
-
¡Se plantó el tres! – exclamo el piloto casi al unísono.
De
inmediato fue puesto en bandera y alertadas una vez más las estaciones
terrestres cuando apenas faltaban una hora para arribar a Río Gallegos.
El
avión se mantenía bien, pese a todo y como una liviana paloma, aunque con unas
plumas de menos en sus alas.
Otra
vez la entrenada tripulación se mostró tranquila y serena y con acierto
continuo el vuelo a 3.000 metros hasta llegar a destino e iniciar el descenso.
Nuevamente
el Estrecho de Magallanes con sus bocas de fuego en la ribera norte; más allá
observamos gozosos el resplandor de la ciudad galleguina que paulatinamente
parecía ensancharse en el horizonte.
A
las 03:29Z, entraron al área de la Torre de Control de Río Gallegos y se hacían
cada vez más nítidas las luces y las calles de la capital Santacruceña.
Por
fin, también se distinguió la pista y la Base toda, sobre cuya vertical
llegaron a los cuarenta minutos del día 29 de octubre de 1965.
Con
la satisfacción propia de la certeza del retorno empezó el descenso lento.
Una...
dos vueltas... cada vez más bajo.... ¡Quinientos metros!... recta inicial...
básica... final! Exactamente a las 00:52 hora local, con el motor 3 en bandera
y el 1 sin potencia, al cabo de 20 horas y 37 minutos de vuelo, el viejo, pero
imbatible Avro Lincoln B-022, magistralmente guiado por una tripulación de las
que está acostumbrada a tener la Fuerza Aérea Argentina, se asentaba con
impecable aterrizaje sobre la extensa pista asfaltada.
Fuente:
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