Por Pablo
Luciano Potenze
Douglas
fue un fabricante de aviones exitoso. Primero fueron los biplanos M-1, 2, 3 y
4, de brillante carrera en el servicio postal norteamericano durante los años
veinte, y en 1933 el DC-1 inició una serie que, antes de la Guerra, llegaría
hasta el DC-3, un avión terrestre de gran capacidad para la época, confiable y,
sobre todo, comercialmente rendidor.
En este
punto de la evolución, el fabricante propuso a las aerolíneas el DC-4, que voló
en 1938 y era originalmente un cuatrimotor para 42 pasajeros. Era un avión muy
grande y complicado, y ninguna aerolínea estuvo interesada en comprarlo, por lo
que el proyecto se archivó, pero antes se le cambió el nombre por DC-4E (E por
experimental). Sólo se construyó un ejemplar.
El paso
siguiente fue el DC-5, que hizo su primer vuelo en 1939. Era un bimotor de ala
alta, con capacidad para 22 pasajeros, que no pudo competir con el probado y reconocido
DC-3. Sólo se fabricó una docena de estas máquinas.
Pero la
Guerra, con sus demandas infinitas, aseguró la producción de la fábrica,
primero con el DC-3/C-47, y luego con el DC-4 rediseñado, que sería
militarmente el C-54.
Con la
paz vendría el DC-6, el primer presurizado de la línea, y un genuino éxito en
el mercado civil.
Pero,
al mismo tiempo que mundo aerocomercial se adaptaba a los aviones de nueva
generación, en el entorno de 1950, había disponibilidad de grandes cantidades
de DC-3 y DC-4 de segunda mano, que además eran muy baratos, y prácticamente
tenía copado el mercado de aeronaves de esas categorías. Sólo un presurizado
mucho más moderno, el Convair Liner interesó a las aerolíneas en ese momento.
Por eso
resulta inconcebible que con toda la experiencia acumulada Douglas decidiera
lanzar al mercado un DC-3 mejorado, un poco más grande y veloz, que se presentó
como Super DC-3.
El
problema era el precio, porque se pretendió vender como un avión nuevo, barato
pero nuevo, y la opción no funcionó. Sólo se hicieron tres ejemplares civiles,
que fueron comprados por Capital Airlines. El proyecto fue salvado por la
marina norteamericana, que compró algo más de 100 aparatos, a los que denominó
R4D.
El
aviso de hoy fue publicado en la Revista Nacional de Aeronáutica de agosto de
1949, poco después del primer vuelo del Super DC-3, cuando se pensaba que la
máquina tendría una carrera civil.
Dos
años después, Douglas decía en su publicidad que en sus aviones volaba el doble
de pasajeros que en los de todos los competidores juntos, y era cierto, pero el
mérito era de la inmensa cantidad de DC-3 originales construidos durante la guerra.
Fuente:
https://www.gacetaeronautica.com