Por Patricia
Fernández Mainardi
Un día
antes del 25 de mayo de 1982, el aviador naval Roberto Curilovic recibió una
misión: tenía que atacar a la flota británica. Para concretarla, su aeronave
Super Etendard contaba con los misiles Exocet y el apoyo de una Escuadrilla
dispuesta a todo a la hora de defender nuestra soberanía en las Islas.
Por:
Patricia Fernández Mainardi
El 25
de mayo de 1982, un grupo de pilotos argentinos se enfrentó en Malvinas a la
flota británica, una de las más poderosas del mundo. Contaba con tan solo un
par de aviones Super Etendard y 5 misiles Exocet. Sin embargo, logró marcar la
diferencia: hundió dos buques y averió al portaaviones HMS Invencible. Esta es
la historia de una de esas acciones, el ataque al Atlantic Conveyor,
considerada la mayor pérdida logística británica en un conflicto.
¿Quiénes
atacaron al Atlantic Conveyor?
A fines
de marzo de 1982 el hoy Capitán de Navío retirado Roberto Curilovic cumplía
funciones en la Armada Argentina. Era piloto de los Super Etendard, los aviones
franceses que habían ingresado al país apenas unos meses antes. De hecho, él y
otros integrantes de la emblemática Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y
Ataque de la Fuerza habían viajado a Francia para adiestrarse en el manejo de
estas aeronaves.
El 2 de
abril fue sorprendido por la noticia de la recuperación de las Islas Malvinas.
A él y a sus camaradas el destino les tenía reservadas varias hazañas que los
llevarían a quedar inmortalizados en la historia argentina.
Dos
buques hundidos y un portaaviones británico averiado
Pasaron
41 años de la Guerra de Malvinas, pero los relatos siguen vigentes, el sentimiento
y la causa también. DEF se reunió con Roberto Curilovic, quien conserva el
recuerdo de aquellos días.
No le
gusta hablar de él, insiste en la importancia de sus camaradas de la
Escuadrilla en el éxito de las misiones. Perseveramos en el pedido: queremos
que nos cuente sobre la participación de los pilotos de Super Etendard en los
ataques que provocaron el hundimiento de dos buques británicos y la avería del
portaaviones Invencible (daño que aún no fue reconocido por los ingleses), que
nos hable de cómo fue enfrentarse a una de las flotas más importantes del mundo
y de cómo logró atacar y hundir el buque que transportaba la carga logística de
una brigada británica.
“Todos
los pilotos teníamos experiencia, así que no era una dificultad en sí el cumplimiento
de la misión. De hecho nuestro mayor temor era que no funcionase el sistema y
no poder cumplir por esa causa. Allí reside el mérito de los mecánicos e
ingenieros que trabajaron en el anonimato y no son reconocidos. El piloto llega
al lugar, lanza el misil, vuelve y, como en Fórmula 1, le dan la copa (o
medalla)”, comienza.
Los
Exocet probados en combate, un mérito de la Armada Argentina
La
Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque contaba con los emblemáticos
aviones Super Etendard y los poderosos misiles Exocet. “Era lo más avanzado que
había en el país. Por entonces, los misiles no habían sido utilizados por
Francia, solo lo habían hecho en la fábrica. Así que iban a ser probados en
combate”, dice Curilovic, al tiempo que brinda más detalles sobre los misiles:
“Es un arma denominada inteligente. Era el armamento ideal para atacar a los
buques en aguas abiertas”.
Sin
embargo, a la Argentina no le habían entregado el total de la compra y solo
tenía 5 Exocet, 5 Super Etendard y 10 pilotos preparados para subir a las
aeronaves. Decidieron desarmar uno de los aviones para utilizarlo como
repuesto.
Durante
la Guerra, los aviadores navales despegaron desde la localidad fueguina de Río
Grande. Su desempeño logró cambiar el concepto de guerra aeronaval: “Por
primera vez se hundían buques con misiles aire-mar. Para nosotros fue una
experiencia importante porque no sabíamos si los Exocet iban a funcionar, no
teníamos la certeza”, destacó.
Y
agregó: “De hecho, el entonces presidente francés había informado a Margaret
Thatcher que no íbamos a poder usarlos porque no estábamos en capacidad de
hacerlo”. Los argentinos no solo demostraron lo contrario, sino que lo hicieron
con eficiencia absoluta.
Atacar a los ingleses con los Exocet: 98% de probabilidades de llegar al blanco
Para
armar las secciones que iban a atacar a la flota británica en la Guerra, se
tuvieron en cuenta las cifras estadísticas: si se lanzaban dos misiles, existía
un 98% de probabilidades de llegar al blanco.
“Se
decidió salir en secciones, cada avión con un misil, para disparar sobre un
mismo blanco. Teníamos 4 aviones y 10 pilotos. El comandante volaría con el
piloto más moderno de la Escuadrilla y así sucesivamente. El comandante
estableció que una vez cumplida la misión, se debía entregar la guardia a la
sección siguiente. Por cuestiones técnicas el comandante no pudo volar durante
el 1° de mayo, así que le entregó la guardia a Augusto Bedacarratz y a Armando
Mayora, ellos terminaron hundiendo el Sheffield el 4 de mayo de 1982”, cuenta
Roberto.
Antes
de continuar, hace una aclaración: al tener tan pocos misiles, se había tomado
la decisión de que solamente serían utilizados en blancos capitales, como portaaviones
y buques de transporte de personal o logística.
Luego,
siguió el turno de los pilotos Roberto Agotegaray y Juan José Rodríguez
Mariani. Ellos salieron en busca de una posición de la flota británica, pero no
pudieron dar con los blancos. Al otro día, el 24 de mayo, asumieron los pilotos
Roberto Curilovic y Carlos Machetanz.
Jorge
Colombo, un comandante para la guerra
Durante
el encuentro, Roberto Curilovic también se refirió a Jorge Colombo, el
comandante de la Segunda Escuadrilla durante la Guerra de Malvinas: “Era
exigente consigo mismo y también con nosotros. Fue un comandante para la
guerra, él defendía a sus pilotos”, comenta, al tiempo que detalla que, desde
Río Grande, Colombo fue quien mantuvo relaciones con los comandos de Comodoro
Rivadavia, Espora y Buenos Aires.
“Discutía
la realización de misiones. Porque es fácil decir cómo realizar una misión a
miles de kilómetros de distancia y no desde el lugar de los hechos. Era un
líder. Tuvo el éxito de –con 5 misiles– llevar al fondo a dos buques y averiar
a otros”, dice.
Un
ejemplo del Capitán Colombo que, en palabras de Curilovic, resume su condición
de líder fue que, tras haberse producido el hundimiento del Crucero ARA
“General Belgrano”, se llevaron adelante las acciones de rescate. Una de estas
había detectado 5 buques rumbo a la localidad fueguina.
“Era
tarde y la meteorología era muy desfavorable”, comienza el relato. Desde Buenos
Aires llegó la orden de enviar dos Super Etendard a atacarlos: “Yo que tenía
mayor experiencia me ofrecí para ir con Agotegaray. Íbamos a ir separados, con
radar emitiendo, y donde se detectasen a los blancos, lanzábamos los misiles y
volvíamos”.
Sin
dudarlo, Colombo se dirigió a la Central de Operaciones, desde allí explicaba
que esa misión no tenía sentido. Llegó a decir que sus aviones no iban a salir.
“Si realmente ustedes tienen problemas, pueden relevarme de mi comando”,
advirtió Colombo en el recuerdo de Curilovic. Al poco tiempo se pudo confirmar
que se trataba de buques pesqueros polacos.
“En
Malvinas él expuso sus condiciones de líder. Condujo a un rebaño de pilotos
prácticamente como un padre de familia, él nos protegía”, confiesa el Veterano
de Guerra sobre el desempeño del comandante.
Guerra
de Malvinas: el ataque al Atlantic Conveyor
Sabiendo
que los misiles funcionaban, luego del 4 de mayo el Reino Unido alejó a la
flota. Eso obligó a las aeronaves argentinas a hacer un reabastecimiento de
combustible al realizar los ataques.
En su
trayecto a Malvinas, los Super Etendard evitaban ser detectados por los radares
enemigos. Llegaban a un punto determinado, buscaban con el radar a los blancos,
los “enganchaban” y lanzaban los Exocet. “Esa distancia yo la definía como un
duelo de cowboys, porque quien sacaba primero, volteaba al otro”, comenta.
Desde
Río Grande, los pilotos sabían que los blancos a los que tenían que atacar
estaban siempre rodeados por otros que los protegían. Por eso, el 25 de mayo
decidieron aproximarse a la flota desde el noroeste: “Dimos toda la vuelta,
hicimos un reabastecimiento, y entramos por un lugar inesperado. Llegamos a los
buques del núcleo y pudimos lanzar los misiles sobre los blancos más grandes”.
Tras el
ataque, y desde el Invencible, a los argentinos les lanzaron misiles. “Con
bastante mala fortuna, eso te muestra la confusión que creaba cuando ellos
detectaban que estaban siendo atacados por los Super Etendard. Incluso, bajaron
un helicóptero propio. Enviaron también a una patrulla de dos Sea Harrier, pero
ya era tarde para interceptarnos”, dice Curilovic.
“Tras
el ataque salimos rasantes. Aterrizamos por la noche en Río Grande. La misión
duró 4 horas. Cuando bajamos rodando con los aviones se abrió la puerta del
hangar y aparecieron los mecánicos a recibirnos. Normalmente nosotros volábamos
cerca de una hora y media, así que ellos pensaban que ya no volveríamos. Por
eso, cuando vieron la lucecita de los aviones, hubo algarabía. Habíamos
cumplido con la misión”, agrega.
La
pérdida logística más grande en la historia de guerra británica
Recién
durante la noche del 25 de mayo pudieron saber que, efectivamente, habían
hundido un blanco británico: “Fue el Altantic Conveyor, con su carga de
helicópteros, repuestos de aviones y la logística para la fuerza que ya había
hecho el desembarco en San Carlos”.
“Un
error británico, y dicho por sus propios jefes, fue haber puesto tanta carga en
un mismo buque expuesto a un ataque misilístico como el que ocurrió. La idea
británica era, producido el desembarco, hacer un movimiento helitransportado
hasta proximidades de Puerto Argentino, llevando tropa y armamento. Pero
perdieron 11 helicópteros en el Atlantic Conveyor y eso significó que tuvieran
que caminar 100 km para llegar. El hundimiento fue considerado la pérdida
logística unitaria más grande en la historia de las operaciones británicas”,
subraya el protagonista de la hazaña.
Pilotos
en la guerra: “Cumplimos con el juramento de defender la bandera”
“Mientras
preparas la misión, tenés la inquietud normal del tema. Ahora, una vez que
cerrás la cabina, es un vuelo más porque el final no está en tus manos, sí el
poder cumplir la misión. Al volver tenés la obligación de agradecer por haber
regresado. Ahí, recién, pensás en la familia”, confiesa el oficial retirado de
la Armada.
Para
Curilovic, haberse enfrentado con una de las flotas más poderosas del mundo,
fue un desafío importante. “Era como pelear con un elefante demasiado grande.
Que quede bien claro, los únicos héroes de este conflicto son los 649 que no
regresaron. El resto de nosotros cumplimos con el juramento de defender la
bandera”, finaliza.
Fuente:
https://defonline.com.ar