14 de marzo de 2023

DE LOS BOMBARDEOS MASIVOS A LOS QUIRÚRGICOS

 


 

Por Javier Jiménez Olmos*

 

  

La aparición de la aviación como arma de combate durante la Primera Guerra Mundial supuso una transformación decisiva en las confrontaciones bélicas. En aquel momento, la aviación se limitó prácticamente a combates aéreos aunque, en 1917, aviones alemanes realizaron bombardeos sobre algunas ciudades en territorio británico. Fue en el periodo entre guerras cuando se comenzó a desarrollar la doctrina del bombardeo estratégico, cuya inmediata consecuencia fue el diseño y construcción de aviones para operar a larga distancia. La Guerra Civil Española fue campo de experimentación de bombardeos masivos sobre poblaciones civiles. El bombardeo de Guernica es el más paradigmático.

 

El italiano Giulio Douhet fue el principal impulsor del empleo masivo de aviones para bombardeos de ciudades. Douhet pensaba que bombardear ciudades paralizaría totalmente la industria y los centros de poder de las sociedades, y minaría de un modo decisivo la moral de las poblaciones, que dejarían de apoyar a sus dirigentes a los que obligarían a aceptar las condiciones del enemigo. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial esta teoría no resultó ser válida. A pesar de la intensidad y capacidad destructora de los bombardeos aliados sobre Alemania y Japón, éstos no consiguieron doblegar ni a los gobiernos ni a la población. Algo parecido sucedió años después durante las campañas de bombardeos norteamericanos sobre Vietnam del Norte. Tampoco en esta ocasión los bombardeos estratégicos consiguieron su objetivo.

 

Las armas inteligentes

 

Durante la Segunda Guerra Mundial se comenzaron a emplear armamentos guiados, aunque la tecnología disponible no proporcionaba destruir objetivos con precisión. Fue en la guerra de Vietnam cuando los llamados armamentos inteligentes dieron sus primeros pasos con la utilización de bombas guiadas por láser, televisión, infrarrojos y ondas electromagnéticas.

 

La intención de esta clase de armas es la de proteger a las tripulaciones propias ya que de este modo se pueden lanzar las bombas y misiles desde distancias y alturas lo suficientemente grandes como para que no les alcancen las defensas antiaéreas enemigas. Del mismo modo, se ofrece a la opinión pública la gran ventaja que con este armamento de precisión se evitan víctimas civiles, dada la gran exactitud para alcanzar sus objetivos. Al mismo tiempo se comenzaron a desarrollar aviones de bombardeo capaces de evitar los radares enemigos. Eran los llamados aviones invisibles que debutaron en acciones de bombardeo durante la primera guerra del Golfo. La última generación, en esta escalada de superación en la perfección de los bombardeos, la llevan a cabo los aviones no tripulados o drones. Dirigidos a distancia pueden desarrollar todo tipo de misiones, las de bombardeo incluido, sin ningún riesgo para la tripulación y con el ahorro que supone diseñar aeronaves desprovistas de tripulación.

 

La Revolución de los Asuntos Militares

 

La Revolución de los Asuntos Militares (RAM)[1] se basa en la importancia decisiva de la tecnología en la planificación y desarrollo de la guerra. La RAM concierne principalmente al empleo del poder aéreo, cuyos más firmes impulsores defienden la teoría de que el arma aérea es decisiva para obtener la victoria militar en cualquier caso.

 

La RAM consiste en el empleo de los medios militares en operaciones de gran precisión contra los centros de gravedad del poder enemigo: infraestructuras, centros de mando y control, logística. Se trata de concentrar la potencia de fuego contra objetivos que puedan dañar definitivamente las capacidades de supervivencia del enemigo. Para estas operaciones el poder aéreo desempeña una labor principal. La RAM sustituye la estrategia de destrucción masiva por la de precisión quirúrgica. Pone especial atención en los ataques preventivos tanto si existe una amenaza real como si se sospecha que pueda haberla.

 

Es imprescindible disponer de una inteligencia capaz de definir con precisión los objetivos para llevar a cabo los bombardeos de acuerdo con el respeto de los derechos humanos.

 

En teoría, la RAM reduce el riesgo de bajas propias y enemigas y trata de evitar las víctimas colaterales entre la población civil. Durante la operación “Tormenta del Desierto” en Irak (1991), perdieron la vida 147 soldados de la coalición liderada por los Estados Unidos, y murieron unos 30.000 soldados iraquíes y al menos 2.000 civiles. En las operaciones de la OTAN durante la guerra de Bosnia (1995) y la guerra de Kosovo (1999) no hubo víctimas mortales entre las tropas de la alianza atlántica, aunque sí las hubo entre los soldados serbios, además de casi 500 víctimas civiles. Las guerras de Afganistán e Irak continuaron en la misma línea de desproporción entre las bajas de las fuerzas lideradas por los Estados Unidos y sus enemigos afganos e iraquíes.

 

Para los teóricos de la guerra sigue vigente la discusión sobre la eficacia de los bombardeos para vencer en la guerra. Los más puristas de la aviación defienden que sí es posible vencer desde el aire. Sin embargo, sin negar la importancia decisiva del poder aéreo, para obtener la victoria militar, la historia de la guerra y los recientes acontecimientos nos indican que la destrucción que causas los bombardeos en las infraestructuras y entre las filas militares y civiles del enemigo no son suficientes para doblegar su voluntad. Más aún, en tantas ocasiones produce el efecto contrario e incentivan más la lucha de los bombardeados. Además, hoy en día las opiniones públicas consideran inaceptables los bombardeos sobre población civil, incluso los bombardeos sobre objetivos militares cuando producen víctimas inocentes (llamadas eufemísticamente “daños colaterales”). Se exige la precisión absoluta que a través de la propaganda hace ver que las armas inteligentes nunca fallan, y son limpias y terapéuticas.

 

Bombardeos no selectivos

 

Sin embargo, no todos los bandos enfrentados en una guerra disponen de esos modernos medios militares de precisión y no por ello dejan de bombardear. No se puede olvidar que en Siria el ejército que sostiene al régimen de Al Asad está empleando rudimentarias bombas de barril para destruir objetivos enemigos. Estas bombas son barriles llenos de combustible explosivo y metralla que causan grandes estragos en edificios y numerosas víctimas civiles. Este tipo de bombardeo no tiene en cuenta ni en su planificación ni en su ejecución las más elementales reglas de la guerra y constituyen un absoluto desprecio de los derechos humanos.

 

Estos bombardeos indiscriminados tiene por objeto producir terror entre la población para disuadirla de apoyar al bando insurgente. Es también un modo de represalias, o de venganza, por los daños que el enemigo produce en el bando propio. Estas actuaciones, son propias de régimen dictatoriales, en los que la opinión pública y los derechos humanos han quedado anulados.

 

Hay que prestar también mucha atención a bombardeos de ejércitos que sí disponen de los suficientes medios tecnológicos para planear operaciones sin provocar daños colaterales, aunque bajo la apariencia de selectivos no tienen en cuenta las víctimas civiles. Es el caso de los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza que han producido víctimas inocentes y destrucciones masivas de edificaciones civiles. De nuevo se trata de atemorizar a la población civil con actos de represalia o venganza indiscriminada.

 

Conclusión

 

Las operaciones de bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial se planificaban con enormes cantidades de aviones que lanzaban sus bombas con una precisión muy limitada. La consecuencia era que grandes ciudades eran arrasadas con la consecuencia de miles de personas civiles muertas o heridas. Hoy en día ninguna opinión pública de países democráticos aceptaría este tipo de bombardeos. Por eso, y por el respeto a los derechos humanos, a la hora de planificar operaciones de este tipo, se debería de tener en cuenta el no provocar víctimas civiles.

 

El fracaso o la inexistencia de la diplomacia preventiva han dado paso a la facilidad quirúrgica de los bombardeos aéreos, que no hacen sino enconar el conflicto y provocar víctimas inocentes

 

Es imprescindible e indispensable disponer de una inteligencia capaz de definir con precisión los objetivos, contar con los medios aéreos adecuados y con las armas inteligentes apropiadas para llevar a cabo los bombardeos de acuerdo con las exigencias actuales, tanto por las opiniones públicas que rechazan los bombardeos masivos como por el respeto a los derechos humanos y las leyes internacionales.

 

Las armas inteligentes de última generación dependen cada vez menos del control humano. Para operarlas se requieren desde satélites hasta sofisticados ordenadores. Su evolución es tan rápida como exigen las nuevas operaciones bélicas. Han querido hacer ver a la opinión pública que las armas inteligentes son limpias y sólo ejecutan a los malhechores, algo nada más lejos de la realidad como demuestran los recientes bombardeos en Afganistán, Irak o Libia.

 

Alegar razones humanitarias para efectuar bombardeos al amparo de una resolución de las Naciones Unidas, que contempla una zona de exclusión aérea y el uso de cualquier medio para proteger a la protección civil, es olvidar la eficacia y moralidad de este tipo de acciones bélicas. Se necesitaron 78 días consecutivos de bombardeos sobre Serbia, con el pretexto de protección humanitaria de la población kosovar, en la operación “Fuerza Aliada”, durante la primavera de 1999, para doblegar la voluntad del dirigente serbio Milosevic. La OTAN provocó más de cuatrocientas víctimas civiles en los bombardeos que realizó sobre territorio serbio. Las armas inteligentes no lo fueron tanto. En la operación “Libertad Duradera”, llevada a cabo para invadir Afganistán en octubre de 2001, murieron más de mil civiles a causa de los bombardeos de las fuerzas aéreas de la coalición invasora. Los bombardeos sobre Irak previos a la invasión terrestre, en marzo de 2003, por parte de la aviación estadounidense y británica provocaron miles de muertos civiles. También el pretexto era humanitario y también la inteligencia de las armas quedo en entredicho[2].

 

El fracaso o la inexistencia de la diplomacia preventiva han dado paso una vez más a la facilidad quirúrgica de los bombardeos aéreos, que no hacen sino enconar el conflicto y provocar víctimas inocentes. La excusa humanitaria no puede contemplar acciones militares que conllevan el riesgo de matar inocentes. La legalidad para actuaciones humanitarias es condición necesaria, pero no suficiente. En todas las guerras, siempre hay víctimas colaterales y victimas por fuego amigo. Quienes las comienzan deberían de tenerlo siempre en cuenta. Las armas inteligentes no lo son tanto, como no lo son quienes autorizan, planifican y ejecutan algunas “operaciones humanitarias”.

 

 

*Doctor en Paz y Seguridad Internacional, miembro del Seminario de Investigación para la Paz

 

Fuente: https://www.icip.cat



[1] COLOM, G., Entre Ares y Atena, Madrid, IUGM, 2008.

[2] XERRIS-PHILIPE, D., La guerra y la paz, Barcelona, Icaria, 2008.