Por Denis Lukyanov
El
18 de julio de 1981, la defensa aérea de la URSS detectó que un avión
desconocido había violado la frontera. El piloto Valentín Kuliapin recibió la
orden de interceptar al intruso, pero todavía no sabía que esto cambiaría su
vida para siempre. El aviador recordó los acontecimientos de aquel día fatídico
en una entrevista exclusiva con Sputnik.
Prólogo
La
situación en la frontera sur de la Unión Soviética durante la Guerra Fría era
muy tensa. Hubo precedentes muy graves en aquella época. El enemigo a menudo
ponía a prueba la defensa aérea de la URSS. Se dieron algunos casos en los que
aeronaves violaban deliberadamente la frontera, pero la respuesta nunca se
hacía esperar.
Este
fue el caso de un incidente aéreo que tuvo lugar en noviembre de 1973 cuando un
F-4 iraní con un Coronel estadounidense a bordo entró en el espacio aéreo
soviético. El Capitán Guenadi Yeliséyev despegó de la base de Vaziani, en la
Georgia soviética, para interceptarlo. El piloto recibió la orden de parar al
intruso a toda costa.
Yeliséyev
decidió recurrir a la última medida disponible: aplicar la táctica del ariete
aéreo, es decir, impactar contra el avión enemigo con la propia aeronave. Dicho
y hecho. Como consecuencia de la arriesgada acción, el piloto murió cuando su
avión, fuera de control, chocó contra una montaña. Esta fue la primera vez en
la historia de la aviación en la que la táctica de ariete aéreo la desplegó un
avión de reacción.
El
día fatídico
Los acontecimientos de 1973 y 1981 caminaron en paralelo. Tanto es así que casi parecen el mismo. El avión que violó la frontera sur del país comunista en 1981 y entró en el espacio aéreo de la República Soviética Socialista de Armenia no respondía. No se sabía qué objetivos tenía, de manera que se tomó la decisión de interceptarlo.
Inicialmente
no se sabía qué avión era, pero una cosa estaba muy clara: la aeronave no
identificada, a priori, representaba un peligro. Solo después quedó claro que
se trataba de una aeronave Canadair CL-44 de la empresa argentina Transporte
Aéreo Rioplatense.
Este
avión estaba siendo usado para el transporte de armas de Israel a Irán. El 18
de julio, el CL-44 regresaba de Teherán después de haber suministrado
municiones y piezas para carros de combate. Tenía previsto aterrizar en Lárnaca
(Chipre) para luego regresar a Tel Aviv (Israel).
Los
tres pilotos que formaban parte de la tripulación eran Héctor Cordero, el
capitán, Hermette Boasso y José Butragueño. Además, hubo un pasajero a bordo,
el traficante de armas, el súbdito británico de origen escocés Stuart Allan
McCafferty.
Aquel
día, el piloto Valentín Kuliapin estaba de guardia en la misma base aérea de
Vaziani. Para él, era un día ordinario antes de que se enterara de que el
primer equipo que estaba de guardia había despegado para interceptar un avión
intruso.
"Pronto
me ordenaron estar listo para despegar. Me vestí y me senté en mi caza —Su-15—
preparado para empezar a llevar a cabo la misión. Minutos después llegó la
orden de ir a la frontera cuanto antes y volar en el régimen de
poscombustión", recordó Kuliapin en su entrevista con Sputnik.
Dos
equipos aéreos ya estaban en el aire. Uno de ellos informó por radio que había
visto el blanco, pero que este volaba demasiado rápido. Mientras trataba de
alinearse con la aeronave intrusa, esta última salió de las fronteras de la
URSS. Entretanto, el avión de Kuliapin volaba a una altura de 11.000 metros y
ya a una velocidad supersónica.
"En
ese instante pensé que no pasaría nada más extraordinario y que pronto
regresaría a la base. Después de un rato me informan que el blanco había vuelto
a violar el límite. La orden fue obligarlo a aterrizar en un aeródromo
soviético", dijo.
Cazar
al intruso
El
entrevistado, según relata, entendía que no era un avión de pasajeros, sino uno
de transporte porque no tenía ventanas. También al juzgar por su tamaño, estaba
claro que era un avión de cargas. El piloto soviético no sabía ni qué cargas
transportaba ni cuántas personas estaban a bordo.
El intruso vio acercarse al caza de Kuliapin, cambió de rumbo y empezó a volar hacia el norte, dentro del territorio soviético. Esto era precisamente lo que necesitaba el piloto soviético. Sin embargo, pronto el avión desconocido volvió a volar a lo largo de la frontera, pero esta vez adentrándose más.
El
piloto otra vez recibe la orden de hacer aterrizar al blanco y se acerca a él.
En respuesta, el intruso hace una maniobra insegura en contra del avión de
Kuliapin: se escora hacia la izquierda y se acerca peligrosamente al caza
soviético.
"En
aquel momento, empezó a tratar de asustarme. Descendí para volar por debajo de
él. Luego, repetí la maniobra y él volvió a inclinarse hacia mí, por lo cual
tuve que volar esta vez por encima de él para evitar la colisión. Informé al
centro de mando que el intruso no acataba a las órdenes. Solicité el permiso
para aniquilarlo", rememoró.
La
repuesta fue hacer aterrizar al blanco. El avión cambió de rumbo hacia el sur y
empezó a volar hacia la frontera para salir del territorio soviético. Kuliapin
se lo informó a tierra. Simultáneamente otro avión soviético se acercó al
intruso. El centro de mando solicitó información sobre las armas de las que
disponían los dos.
"Estaba
seguro de que al segundo avión le darían la orden de derribar el blanco. Pero
mencionaron mi nombre en clave y me lo ordenaron a mí. Empecé a pensar en cuál
sería la mejor manera de hacerlo. Lanzar misiles tomaría demasiado
tiempo", dijo.
El
Teniente Coronel que dio la orden de derribar el avión era de origen armenio.
Luego explicó a Kuliapin que temía que el avión pudiera haber estado
transportando armas para lanzarlas contra la capital armenia, Ereván, donde
vivían muchos de sus parientes. Por lo tanto, ordenó derribar el blanco.
El
avión estaba cerca del límite del país, por eso disparar un proyectil no era
una opción por la escasez de tiempo. Kuliapin toma la decisión de chocar contra
el intruso. Inicialmente el piloto intentó atacar el ala, pero calculó mal la
colisión.
La
última oportunidad
Kuliapin
entendía bien que era un gran riesgo tratar de chocar contra el avión intruso.
También sabía que el anterior intento de ariete aéreo en un avión de reacción
—realizado por Guenadi Yeliséyev en noviembre de 1973— había derivado en la
muerte del piloto.
"En mi caso tenía una ventaja de tiempo. Yeliséyev se había acercado al avión enemigo que volaba a una alta velocidad, por eso realizó el “ariete aéreo” de la única manera posible y falleció. En mi caso, yo tenía más tiempo, vi cómo podía acercarme", puntualizó.
El
primer intento no fue fructuoso. Kuliapin tuvo la oportunidad de volver a
hacerlo con otro enfoque. El centro de mando le ordenó no volar por debajo de
600 km/h, pero el aviador tuvo que violar la orden y voló a 400 km/h.
A
Kuliapin no le gustaba la opción de chocar contra el ala. En el segundo intento
evaluó la situación y decidió impactar contra el estabilizador horizontal del
blanco y fue precisamente lo que hizo. Esta era la única oportunidad de no
chocar con la cabina.
"Si
bien tenía ciertas dudas, en general estaba seguro de que llevaría a cabo mi
plan. Una parte de mí se preguntaba si de verdad tenía que hacerlo, mientras la
otra respondía que sí. Desde el punto de vista psicológico fue un momento muy
interesante e ilustrativo", se sinceró.
El
piloto confesó que en aquellos instantes pensaba en su familia. Mientras
realizaba el ariete aéreo, Kuliapin se empezó a pensar a sí mismo en tiempo
pasado.
El impacto no fue duro, pero unos pedazos de vidrio cayeron sobre él, por lo cual decidió eyectarse. Según explicó, al parecer calculó "un poco mal el choque" y por eso tomó esta decisión.
Pasaron
13 minutos entre el encuentro y el derribo. En tanto, el tiempo que transcurrió
entre la orden de aniquilar el blanco y el propio derribo fue de menos de un
minuto.
"Cuando
me eyecté y el paracaídas se abrió, empecé a buscar el avión intruso con mis
ojos. Ya estaba por debajo de mí cayendo en barrena, es decir, en una posición
imposible de salvar. Empecé a analizar si había logrado derribarlo antes de que
cruzara la frontera", destacó.
Kuliapin
aterrizó cerca de una carretera en la frontera entre Armenia y Azerbaiyán. Se
le acercaron dos armenios que le hablaron en ruso y entonces el piloto soviético
se tranquilizó. Después, fue entregado a la Policía y luego a las guardias
fronterizas que lo acercaron a su base aérea donde rindió cuentas e informó que
había cumplido con su misión.
Vida
después
La
noticia sobre el derribo no se publicó durante varios días y salió solo una
semana después, recordó Kuliapin durante la entrevista. Los medios informaron
que un avión extranjero había violado la frontera, realizado maniobras
peligrosas, chocado contra el avión soviético, caído y que había comenzado a
arder. De esta manera fue difícil entender lo que había ocurrido en la
realidad.
"Ningún Gobierno presentó reclamaciones ni prometió aplicar sanciones. Efectivamente echaron tierra a este asunto. Durante varios años nadie habló del tema", indicó.
La
familia y los compañeros del servicio reaccionaron positivamente y elogiaron la
decisión de realizar el ariete aéreo. Valentín Kuliapin fue condecorado por su
hazaña con la orden de la Bandera Roja, uno de los principales galardones de la
URSS.
Después
del incidente continuó como parte de las Fuerzas Aéreas de la URSS. En aquella
época sirvió como vicecomandante de la escuadrilla en asuntos políticos.
Después entró en la Academia Política Militar de Lenin en Moscú donde estudió
durante tres años. Luego sirvió en las repúblicas del Báltico por otros tres
años. También trabajó en la Academia durante un tiempo y después se retiró del
servicio militar. Actualmente ya no vuela y trabaja en otro campo.
Cuando
se le pregunta si un piloto debe recurrir a la táctica de ariete aéreo,
Kuliapin contesta que, si el avión tiene misiles y cañones, entonces debe
usarlos.
"Solo
cuando no quedan otras opciones, creo que se puede usar el ariete aéreo como
última medida contra el enemigo. No fui el primero y no seré el último en
utilizarlo. Estoy seguro de que, en ciertas condiciones, otros pilotos harán lo
mismo que yo", concluyó.
Fuente:
https://mundo.sputniknews.com