Charles Lindbergh cruzó más de una vez el Atlántico y no precisamente para rememorar su hazaña de ser el primero en volar solo, y sin escalas, este océano. Ahora se acaba de descubrir que sus múltiples viajes estaban basados en delicadas cuestiones sentimentales.
El aviador estadounidense mantuvo en Munich una relación con una alemana, Brigitte Hesshaimer, con la que tuvo tres hijos. La revelación quedaría como una simple anécdota si Lindbergh no hubiera tenido un matrimonio con seis vástagos en Estados Unidos y si los hijos ilegítimos de Alemania no hubieran acudido a la prensa ahora para contar cómo descubrieron hace años quién era su padre.
Hace escasos meses, Astrid Bouteuil se puso en contacto desde París con el periódico muniqués Süddeutsche Zeitung. La mujer, de 41 años y originaria de la capital bávara, aseguraba tener un suculento relato, con pruebas incluidas. Bouteuil afirmó que su padre y el de sus dos hermanos, Dyrk y David Hesshaimer, de 44 y 36 años, respectivamente, eran hijos de Charles Lindbergh, el famoso aviador que, en 1927, voló 33 horas y media solo, y sin escalas, desde Roosevelt Field (Nueva York) hasta Le Bourget (París).
"Mi madre nunca nos dijo quién era nuestro padre", detalló Bouteuil. "Pero, cuando yo tenía 21 años, encontré unas cartas y unas viejas fotografías en casa. Investigué sobre ellas y descubrí que eran de Lindbergh. Inmediatamente, se lo dije a mi madre y ella se puso a llorar", añadió.
Astrid, Dyrk y David Hesshaimer vivieron toda su infancia y adolescencia con la incógnita de quién sería su progenitor. Hicieron muchas cábalas, pero lo que nunca llegaron a imaginar fue que el señor Careu Kent, que venía a visitarlos periódicamente a casa, era ni más ni menos que su padre.
El señor Kent, llámese Charles Lindbergh, conoció a la joven Brigitte (ella tenía 22 y él 55), en 1957, durante una estancia en Alemania. Desde entonces, el aviador viajó de continente a continente varias veces a lo largo de sus últimos 17 años de vida. Su espíritu viajero y aventurero era de sobra conocido (África era uno de sus lugares favoritos), por lo que sus traslados no llamaron demasiado la atención.
Lindbergh llamaba a la puerta de Brigitte Hesshaimer como un amigo, que hablaba sólo inglés y que deleitaba a los pequeños con trucos de magia. Los mantuvo económicamente y nunca temió ser descubierto porque su relación no era conocida por nadie más que por la propia Brigitte, quien prometió, además, no revelar nunca la existencia de esta familia secreta.
FIDELIDAD
Hasta tal punto llegó la fidelidad de Brigitte Hesshaimer, que prohibió a sus hijos confesar quién era su padre, a pesar de que éste ya estaba muerto (Lindberg falleció de cáncer en 1974).Tras la muerte de su madre en 1999, sus hijos aprovecharon para meditar si desvelaban o no el misterio públicamente. Y lo acaban de hacer con 112 misivas bajo el brazo.
"Es posible que, cronológica y geográficamente, Lindbergh mantuviera esa relación, de acuerdo con lo que he podido leer en las cartas, que, a mi juicio, son auténticas", ha asegurado el biógrafo del aviador, Scott Berg.
"Es muy probable que las haya escrito Lindbergh", sentencia la agencia de especialistas a la que el Süddeutsche Zeitung remitió la correspondencia.
Los tres hijos legales del águila solitaria (como era conocido y como se llamó la película que se hizo sobre su vida) declaran que no tienen nada que comentar. Su madre, la auténtica señora Lindbergh, falleció hace dos años y se cree que nunca llegó a enterarse de la vida paralela de su esposo.
En todo caso, la vida de Anne Morrow Lindbergh ya había quedado marcada en 1932, cuando secuestraron y asesinaron al hijo que el matrimonio tenía de sólo 20 meses. "No queremos nada", aseguran los hermanos Hesshaimer. "Sólo ser reconocidos como sus hijos, como parte de la misma familia", ha especificado el mayor, Dyrk, que luce un hoyuelo en la barbilla bastante similar al que ostentaba Charles Lindbergh.
Los tres están dispuestos a hacerse cuando haga falta la prueba del ADN y ya han nombrado un portavoz de la familia, quien avanza que los Hesshaimer tienen derecho, cómo no, a la herencia del águila [no tan] solitaria.
Fuente: El Mundo