10 de abril de 2023

RICHARD COLE, 101 AÑOS: ÚLTIMO SUPERVIVIENTE DE LA INCURSIÓN DOOLITTLE SOBRE JAPÓN DE 1942

 

 

En la mañana del 18 de abril de 1942, 16 bombarderos B-25 Mitchell del Ejército de EEUU despegaron del portaaviones USS Hornet con una misión: vengar el ataque japonés a Pearl Harbor. Fue el primer ataque estadounidense sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial.

 

A bordo de esos aparatos iban 80 hombres. El protagonista de esta entrada era uno de ellos: el Teniente Coronel retirado Richard Cole, nacido el 7 de septiembre de 1915 y que tiene ahora, por tanto, 101 años. 


En esta foto, tomada ese mismo día en la cubierta de vuelo del USS Hornet, le vemos junto al Teniente Coronel Doolittle. Richard es el segundo empezando por la derecha. Entonces era Teniente y copiloto del avión número 1, el que pilotaba Doolittle.
 

Durante meses, las tripulaciones de esos 16 B-25B fueron entrenadas para despegar sus aparatos desde la pista del portaaviones. Aunque la película "Pearl Harbor" (2001) situase a dos pilotos de caza entre los voluntarios, en realidad todos los aviadores fueron seleccionados de miembros del 17º Grupo de Bombardeo, la primera unidad estadounidense que contó con los B-25. Cada uno de los aviones, con 5 tripulantes a bordo, debería cargar cuatro bombas de 500 libras (225 kilos) especialmente hechas para la ocasión y lanzarlas sobre diversos objetivos situados en Tokio, Yokohama, Yokosuka, Nagoya y Kobe. Era una operación muy audaz, ideada no tanto para provocar un daño real a Japón, como para inyectar moral al propio pueblo estadounidense, que se sentía ultrajado por el ataque japonés a Hawái y, a la vez, vivía con temor a un nuevo ataque nipón, esta vez contra el propio territorio continental de los EEUU. Un temor que se hizo aún más fuerte mes y medio después con la invasión japonesa de las islas Aleutianas, en Alaska.

 

Aunque estaba previsto lanzar los aviones a 400 millas de Japón, tuvo que adelantarse el despegue cuando la flota estadounidense que los transportaba se topó con un patrullero japonés. Ante el riesgo de perder el factor sorpresa, los aviones se lanzaron a 645 millas de la costa. Aunque no todos los aviones alcanzaron sus objetivos, el impacto del ataque en Japón fue enorme y pilló por sorpresa al Estado Mayor nipón. La mayoría de los aviones llegaron a China. Uno de ellos, el número 8, aterrizó en Vladivostok (URSS), recibiendo sus tripulantes un trato propio de prisioneros de guerra por parte de los soviéticos. Doolittle pensó que se someterían a un consejo de guerra por la pérdida de todos los aviones, pero para su sorpresa a su regreso a los EEUU se le concedió la Medalla de Honor y fue ascendido a General de Brigada.

 

De los 80 hombres que participaron en la incursión, dos murieron cerca de la costa de China, y uno ya en territorio chino. Ocho fueron hechos prisioneros por los japoneses, de los cuales tres fueron ejecutados y uno murió durante su cautiverio. Seis de los aviadores fueron gravemente heridos. En el teatro de operaciones del Pacífico siguieron combatiendo 28 de los tripulantes, muriendo en acción cinco de ellos. Otros 19 combatieron en el teatro del Mediterráneo, donde cuatro de ellos murieron y otros cuatro fueron hechos prisioneros. Finalmente, 9 de los raiders combatieron en el teatro europeo, muriendo en acción uno de ellos. Tras la guerra, los Doolittle Raiders siguieron viéndose en reuniones anuales hasta 2013. Ese año hicieron su última reunión en Fort Walton Beach, Florida, cerca de la base aérea de Eglin, donde habían sido entrenados para su audaz misión de 1942. Ya sólo quedaban cuatro de ellos, con edades comprendidas entre los 92 y los 98 años. El pasado 22 de junio murió el penúltimo de ellos que aún vivía, David Thatcher. Ese día Cole se convertía en el último superviviente de aquella incursión.

 

Richard Cole, como se ha señalado, volaba como copiloto en el avión número 1, con matrícula 40-2344. Este avión acabó en Quzhou, China, en una zona tomada por los japoneses, pero sus tripulantes pudieron ser rescatados por guerrilleros chinos y por el misionero estadounidense John Birch. El pasado mes de julio en una entrevista en Historynet le preguntaron si se sentía un héroe: "No, sólo estábamos haciendo nuestro trabajo".

 

 

 

 

Fuente: https://www.outono.net