24 de febrero de 2009
BRIGADIER GENERAL ÁNGEL MARÍA ZULOAGA - DECANO Y PIONERO DE LA FUERZA AÉREA ARGENTINA
Por Magdalena Benard
Ángel María Zuloaga, descendiente de una familia vasca asentada en América desde 1599, realizó en junio de 1916 el primer e histórico cruce aéreo de los Andes en globo junto a Eduardo Bradley.
Un Homenaje en el 80º Aniversario del cruce Aéreo de los Andes
El 24 de junio de este año se cumplieron los 80 años del primer e histórico cruce aéreo de los Andes realizado por el entonces Teniente Primero Ángel María Zuloaga, de ascendencia vasca, y por el Señor Eduardo Bradley. Por tal motivo la Fundación Vasco Argentina Juan de Garay invitó al Brigadier General Carlos Benavídez y al arquitecto Federico Ugarte, quienes ante una nutrida concurrencia compuesta por miembros de Fuerza Aérea, familiares y amigos, se refirieron ampliamente a la travesía de los Andes y a la personalidad de quienes la llevaron a cabo.
Los protagonistas de la travesía
La idea del cruce en globo de los Andes fue gestada en 1916 en Chile durante la reunión del Congreso panamericano de Aeronáutica. Entre los invitados por la Argentina se encontraban el Sr. Eduardo Bradley y el teniente primero Ángel María Zuloaga. Bradley se acordó del proyecto del cruce en globo de la cordillera que había pensado y le había comunicado Jorge Newbery y que éste no había podido concretar por fallecer en un accidente aéreo. Así es que entusiasmó a su amigo Zuloaga y éste inmediatamente aceptó el desafío.
Pero ¿quiénes fueron Zuloaga y Bradley?.
Resumir aunque fuera brevemente sus carreras nos llevaría mucho espacio, por lo que sólo señalaremos sus rasgos más generales de estos pioneros de nuestra aviación.El Brigadier General Ángel María Zuloaga nació el 21 de mayo de 1885 en Mendoza, en el seno de una familia de origen vasco con raíces en la Argentina nada menos que desde 1599. En 1904 ingresó en le Colegio Militar de la Nación, del cual egresó en 1907 en el arma de artillería. Fue piloto militar y piloto de globo libre. Le fue acordado diploma especial de aviador militar el 24 de junio de 1916 con motivo de la travesía. También Francia y Uruguay le concedieron el diploma de aviador militar. Fue reconocido precursor de la aeronáutica nacional por el Aero Club Argentino y precursor benemérito de la aeronáutica argentina. Cursó numerosas escuelas de su especialidad en el extranjero y en la Argentina, fue instructor de vuelo de la Escuela de Aviación Militar y ocupó cargos directivos en la Aeronáutica. En el exterior nos representó como agregado militar en Francia durante la primera guerra mundial y luego agregado aeronáutico en Washington. Fue condecorado por los gobiernos de Chile, Francia, España, Gran Bretaña, Brasil, Polonia, Italia, Perú, Bolivia, etc. Miembro honorario y vicepresidente del Instituto Chileno de Cultura y de otras instituciones culturales, fue además un escritor prolífico de temas de nuestra historia y especialmente de aeronáutica. Entre sus libros sobresale "La victoria de las alas (historia de la aviación argentina)".Eduardo Bradley no quedó atrás en realizaciones. Nació en 1887 en La Plata. Idealista y hombre de empresa, ingresó al Aero Club Argentino como socio activo cuando tenía 22 años. Conoció a Jorge Newbery con quien voló ese mismo año en el globo libre "Patriota". Recibió el brevet de piloto Nº 12, el brevet internacional de piloto aviador civil nº 69 y también el brevet de aviador militar a pesar de ser civil en julio de 1916 después del cruce de los Andes. Junto con el Teniente Zuloaga en el momento del cruce habían batido varios records sudamericanos en vuelo en globo libre.
Crónica del cruce aéreo de los andes
Tras llegar a un acuerdo, Zuloaga y Bradley se pusieron a trabajar sin demorar. Desoyeron las advertencias de hombres como el brasileño Santos Dumont, precursor de la aviación en su país, quien les decía que no iban a llegar, que se encaminaban a una muerte segura. En su preparación tuvieron muy en cuenta la elección del material y el estudio de los antecedentes meteorológicos y aerológicos de la zona, consultando permanentemente a científicos en la Argentina y en Chile. Estudiaron perfectamente bien los vientos y creyeron que si llegaban a los 8000 metros de altura, un torrente de vientos huracanados proveniente de Chile los llevaría hacia la Argentina.Para el cruce adoptaron un globo esférico con capacidad para ascender a 9000 metros de altura, inflado como se usaba en esa época con gas hidrógeno. Con la autorización del gobierno argentino para seguir el proyecto, llevaron a Santiago de Chile dos globos, uno de 1600 m3 y otro de 2200 m3 propiedad del Aero Club para la realización del vuelo y lo bautizaron "Eduardo Newbery" en su homenaje. Dado que el hidrógeno no era puro (ácido sulfúrico y granallas de hierro) no se animaban cruzar con el globo en esas condiciones. Insistieron cuatro meses a pesar de las críticas, especialmente argentinas.En la semana del 20 de junio se decidieron a volar pero como no podían llenar el globo con hidrógeno lo completaron con gas de alumbrado obtenido en una fábrica de Chile. El 24 de junio de 1916 a las 6 de la mañana estaban al pie de su globo. A las 8 y 30 decolaron en las proximidades de Santiago y empezaron a subir a los 4000 metros. Comenzaron a largar bolsas de arena que usaban como lastre, para que el globo más liviano siguiera subiendo. A los 6000 metros sintieron fuertes corrientes hacia el oeste y el globo pretendió estabilizarse. Volvieron a arrojar lastre hasta los 6500 metros debiendo emplear máscaras de oxígeno. A los 7000 metros entraron en una corriente huracanada que los condujo hacia el este, hacia la Argentina. Debían llegar a los 8000 metros pero ya no les quedaba arena. No dudaron en desprenderse de víveres, armas, instrumentos meteorológicos y si hubiera sido indispensable, como afirma Bradley en su libro, habían pensado en arrojar la barquilla y sentarse en el aro del globo. No fue necesario ya que llegaron a los 8100 metros de altura con 33º bajo cero y divisaron el Tupungato. Comenzaron el descenso para el aterrizaje. A los 4000 metros fueron impelidos violentamente por los vendavales característicos de la quebrada de alta montaña. Luego divisaron el río Mendoza y aterrizaron en un cerro, en un precipicio a las doce del mediodía. Enterado el pueblo de Mendoza, fletó un tren especial con autoridades de gobierno, de la guarnición, estudiantes y deportistas. En un tren especial volvieron a Buenos Aires: el viaje fue muy lento, ya que en cada estación el pueblo entero los homenajeaba. En Buenos Aires, al llegar a Retiro, una multitud los llevó en andas al Círculo Militar, en la calle Florida, y de allí al Club Gimnasia y Esgrima. Y así como lo había hecho el ejército libertador del Gral. San Martín cien años antes, otra vez se cumplía la hazaña del cruce de los Andes, esta vez por el aire..
En casa de la señora Esther Zuloaga
Para más detalles y diferentes aspectos de la personalidad de Zuloaga visitamos a la señora Norma Tuculet, secretaria en la Fundación y quien firma, a la casa de la Sra. Esther Zuloaga, su hija menor. En la puerta del edificio puede leerse una placa indicativa de que allí vivió y murió el Brigadier General Ángel María Zuloaga. La señora Esther Zuloaga nos abrió amablemente su casa y espontáneamente nos relató recuerdos de su vida familiar. He aquí algunos fragmentos de la extensa charla que mantuvimos con ella
E.Z: Primero de todo era una persona sumamente optimista. Optimista pero muy serio en lo que él creía. En la última etapa de su vida por ejemplo, él estaba firmemente creído que la civilización, el avance tecnológico estaba para la astronáutica, o sea la exploración espacial, porque él siempre decía "nunca hay que decir la conquista del espacio, eso es infinito, no se puede, pero sí la exploración espacial" y tanto que los primeros que llegaron a la Luna, los de la Apolo XI vinieron a verlo y a visitarlo a casa. (...) Después de los EE.UU. la primera pista de cemento fue la que hizo mi padre, la hizo por su cuenta con un amigo ingeniero. Todos decían: "no ¡qué disparate! ¡No puede aguantar una pista de cemento el impacto de un avión al aterrizar!". Entonces él con este ingeniero dijo: "los aviones van a ser más pesados y veloces, por lo tanto no pueden aterrizar en tierra. Vamos a hacer la pista". Y la hicieron y hoy en día existe todavía en Palomar. (...) Después (del cruce) él tenía planeado otra cosa, que era el cruce aéreo del Atlántico con avión y cuando fue a pedirle permiso al ministro de guerra, éste le dijo: "Mire Zuloaga, Ud. es una personalidad dentro de las Fuerzas Armadas, yo no me animo a darle la autorización, si el presidente se la da yo le doy la mía". Entonces mi padre fue a ver a Irigoyen y le dice, contado por él, que caminaba por el patio de las palmeras en la Casa de Gobierno, Irigoyen le dijo, palmeándole la espalda: "Si Dios hubiera querido que el hombre volara, le hubiera dado alas. Entonces, no le doy el permiso". Él tuvo que optar, entre su carrera o cruzar el Atlántico y optó. Tenía todo arreglado con una empresa italiana. Por la falta de visión de algunas personas se frustró y hubiera sido tres años antes que lo de Lindbergh.
M.B: Él era un estudioso del clima, de los vientos...
E.Z: Sí, de todo. Era prolijo. Nosotros le decíamos que como buen vasco examinaba hasta el último detalle, no dejaba nada librado. Una vez que fijaba una idea la llevaba a cabo, lo mismo con la aviación, porque en ese momento la aviación era considerada una cosa un poco ridícula, para los deportistas sí, pero no una cosa en serio, entonces él luchó muchísimo. Hasta hay una anécdota que me la contó un ayudante de él. Estaban en Palomar, él era Director de Aeronáutica y pidieron unos repuestos de aviones y entonces el ministro de guerra o su ayudante le dijo que le ponga las ruedas a los aviones que habían llegado. Y mi padre les dice: "no pueden ponerse esas ruedas porque no compensa el peso con la velocidad". Entonces el ministro dijo: "No, que las pongan". Las pusieron y como papá no quería que se mataran ni que se hiriera ningún piloto, dijo: "Este avión lo vuelo yo, porque con esas ruedas no va a poder aterrizar". Y así los hizo. Aterrizó y cedieron las ruedas y se estrelló contra la pista. Era un hombre muy fuerte, muy sano, se rompió las piernas, la cara. Finocchietto se la armó (...).
M.B: ¿Con ustedes, cómo era como padre?
E.Z: Ah, era muy cariñoso, pero muy disciplinado. Con mamá era increíble, vivía pendiente de ella. Era muy protocolar en su vida íntima, o sea una educación básica pero que la vivía él, no para el mundo de afuera (...) Era muy gentil (...), le gustaba mucho la gimnasia. Por ejemplo: una cosa que hoy es normal y común, el footing, hace 50 años no existía ni la palabra footing. Existía la palabra trote que era lo mismo. Nosotros, cuando él tenía vacaciones, íbamos a alguna parte, era a la mañana temprano y a hacer footing, hacíamos footing en un parque, por ej. En Europa íbamos mucho a la Selva Negra, a Austria, había un árbol caído, había que saltarlo. Desde chicas hacíamos gimnasia antes de la escuela. Era horrible porque era una hora menos de sueño pero la gimnasia la teníamos. Hasta el día de hoy sigo haciendo gimnasia. Y él hacía dos veces por día, a la mañana y a la noche. Me decía que un militar que usa uniforme tiene que usarlo como corresponde. (...).
M.B: Aquí veo el retrato que nos envió.
E.Z: Sí es un óleo de Centurión, es el que está ahí (se encuentra en el escritorio). A él no le gustaba retratarse. Fue un poco mamá la que le dijo: "Bueno, mirá, Centurión está pidiendo hacerte un cuadro, por favor dejalo". No le gustaba para nada. Y el cuadro tenía una cosa. Decía "¿no ves? El avión de atrás es anticuado". Tenía amigos pintores, entonces lo cambiaba. Era muy amigo de artistas, de Quinquela Martín, de Perlotti, todos esos artistas, también de teatro, era miembro de la SADE, eran muy amigos.
N.T: Tendría sensibilidad artística, que con su carrera no pudo desarrollarla.
E.Z: Sí, dibujaba muy bien. Hay dibujos hechos por él. Luego venía el tallista y los tallaba.En el escritorio del primer piso además del óleo de Centurión su hija nos señaló los diplomas, brevet, placa del 50 aniversario del cruce y las condecoraciones.
E.Z: ... la polaca que él quería mucho, la de Polonia Restituta, que se la dieron porque cuando estaba en Francia, en la primera guerra mundial le pidieron que llevara al gobierno polaco a Inglaterra al exilio y entonces él fue en avión y los llevó, claro que no podía figurar con el nombre de capitán Zuloaga, porque era de la Embajada Argentina, entonces lo hacía con seudónimo. Está la de Bolivia, Inglaterra, el Sol del Perú, Italia, del Brasil, España, Chile.
M.B: ¿Cuál era la que más apreciaba?
E.Z: Las sudamericanas eran las que valoraba más, especialmente Chile y Perú. Perú porque decía eran los aliados que tuvimos siempre. Brasil también lo recibía siempre en los últimos años cuando iba privadamente (...).Luego nos llevó al segundo piso, en donde entramos en la extraordinaria biblioteca y escritorio, donde pasaba largas horas Zuloaga. En una de las paredes puede verse la bandera del cruce aéreo de los Andes y son frecuentes los grabados con motivos de globos aerostáticos.
E.Z: Era coleccionista. No había anticuario en ninguna parte del mundo que no conociera. Acá, salía por ejemplo a la mañana, se iba a las librerías, se podía pasar todo el día, se olvidaba de almorzar. Él se dedicó a la aeronáutica y su colección la donó en vida a las FF.AA. pero nosotros somos custodios. Acá está porque no tienen lugar donde ponerla, hay libros incunables que tienen que tener una conservación especial. Y sabía donde estaba cada libro (...).Cuando estábamos en Alemania llegamos a Berlín y el agregado aeronáutico en Berlín le dice: "Zuloaga, le he tomado una entrevista con Hitler". Y mi padre dice, eran todavía preliminares, recién habían invadido Checoslovaquia, yo a ese hombre no le doy la mano, por lo tanto no voy a ir a la entrevista". ¡Qué ojo! Lo conoció mucho a Franco. Decía que era una personalidad fantástica. Mussolini le dedicó una foto, pero a Hitler no quiso saludarlo.Ya al salir de la biblioteca y luego de mostrarnos una habitación con sus paredes tapizadas de diplomas, nos dijo Esther Zuloaga:Como persona era tan gentil siempre. Nunca tenía mal humor, era muy controlado. Jamás lo oí gritar, hablaba bajito. ¡Era tan vasco! Hablaba un poco de vasco, tenía libros, diccionarios, leyendas vascas. Era tremendamente vasco con gran honor de ser de raza vasca...
Y llegó el tiempo de despedirnos, con la sensación de que podríamos haber seguido hablando horas de este gran hombre, cuya hazaña en los Andes pudimos comprender mejor al haber conocido algunos aspectos brillantes de su personalidad.
Fuente: Los Vascos - Euskaldunak Año II N° 4 - Septiembre de 1996.
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