6 de octubre de 2020

CHARLES LINDBERGH, LA TRAGEDIA DE UN AS DE LA AVIACIÓN


Tras convertirse en un ídolo de masas y en un héroe americano gracias a su hazaña de cruzar en solitario el Atlántico, la tragedia se cebó en Charles Lindbergh. El hijo del aviador, un niño de veinte meses, fue secuestrado en su habitación y, tras el pago del rescate, apareció muerto en una carretera.

 

Por Josep Gavaldà

 

Charles Lindbergh junto a su avión, el Espíritu de San Luis, antes de emprender su vuelo transatlántico en 1927.

 

Nacido en Detroit el 4 de febrero de 1902, Charles Lindbergh fue el primer hombre en cruzar en solitario el Atlántico y volar de América a Europa a bordo de su avión, el Espíritu de San Luis, y aterrizar en las inmediaciones del aeropuerto de Le Bourget, cerca de París, tras aproximadamente 33 horas de vuelo sin escala. Aquella hazaña fue, sin lugar a dudas, una de las más importantes y trascendentales de la historia de la aviación moderna. No sólo por el espaldarazo que supuso para la incipiente industria, sino por sus consecuencias inmediatas.

 

Un aviador en la cúspide

 

En una época en la que los medios de comunicación no eran tan sofisticados como en la actualidad, e internet no existía, sólo los nombres de tres personas eran lo suficientemente mediáticos como para ser conocidos en todos los rincones del planeta: Charles Lindbergh, Charles Chaplin y Rodolfo Valentino, y aunque los dos últimos eran estrellas de cine, ninguno de ellos llegó al nivel de fama internacional que alcanzó el aviador. Cuando aterrizó en el aeródromo francés, cerca de 150.000 personas estaban esperando su llegada, el presidente galo le rindió honores y a su regreso a los Estados Unidos fue distinguido con la Cruz de Vuelo por el presidente John Calvin Coolidge Jr. Tras convertirse en un héroe, diversas empresas aeronáuticas solicitaron sus servicios como asesor técnico.

 

Después de una gira de homenaje que llevó a Lindbergh por los entonces 48 estados de la Unión, la locura por el aviador fue perdiendo fuerza. Con el fin de la tournée, el piloto conocería el lado oscuro de la fama. Sin estar acostumbrado a ser el hombre más popular de su país, en 1929 se casó con la filósofa, escritora y aviadora Anne Spencer Morrow, con la que tuvo a Charles Augustus Lindbergh Jr., el primero de sus doce hijos. Cuando el pequeño contaba veinte meses, la vida de la familia Lindbergh cambiaría para siempre. El 1 de marzo de 1932, el pequeño Charles Augustus fue secuestrado. Al ser el primogénito de una importante personalidad de los Estados Unidos, y el hecho de que la noticia hubiera aparecido en prensa y en radio, convirtió la tragedia familiar en una tragedia nacional.

 

El secuestro de su hijo

 

El día del secuestro, Lindbergh estaba leyendo en la biblioteca cuando la niñera de la familia acostó al niño en su cuna, en el piso superior de la casa familiar. A las nueve y media un ruido sorprendió a Lindbergh que supuso que se debía a la caída de una caja de naranjas que había en la cocina, por lo que no le dio importancia. Media hora más tarde, la niñera volvió al cuarto del bebé y descubrió con horror que no estaba en su cuna. Alarmada, preguntó a la madre, que acababa de salir del baño, y ésta le contestó que no estaba con ella. En ese momento saltaron todas las alarmas en la casa. Lindbergh buscó al niño por toda la habitación y descubrió un sobre en el alféizar de la ventana.

 

Al abrir el sobre, Lindbergh leyó un mensaje escrito con mala caligrafía y peor inglés, con faltas de ortografía y que un par de filólogos atribuyeron a un alemán. En la nota, se decía que el niño había sido secuestrado y para liberarlo se exigía el pago de 50.000 dólares en certificados de oro, un bono que en aquella época equivalía a esa cantidad. La desaparición del bebé desató un huracán en los Estados Unidos y la búsqueda movilizó a media nación. Desde el presidente Herbert Hoover hasta el gánster Al Capone, que ofreció sus servicios desde la cárcel.

 

Probablemente el gánster más famoso de todos los tiempos, Al Capone, más conocido como Scarface, dominó los bajos fondos de Chicago durante años a base de sobornos y asesinatos. Al final, fue encarcelado acusado de evadir impuestos, y murió en su casa en 1947.

 

En medio de aquella situación tan desesperada, un excéntrico profesor jubilado llamado Joseph Condon entró en escena. Éste público un mensaje en la prensa ofreciendo mil dólares a los secuestradores si entregaban al niño con vida y bajo secreto de confesión. Ante la incredulidad de todo el mundo, Condon recibió una carta de los secuestradores firmada con el nombre del presunto culpable. Aunque era muy extraño que el delincuente firmase la carta con su nombre, Lindbergh estaba tan desesperado que aceptó la intermediación de Condon. El misterioso mediador dijo haberse reunido con un tal John, que era un marinero escandinavo y miembro de una banda formada por tres hombres y dos mujeres, y que el niño estaba bien y escondido en un barco.

 

Para demostrar que realmente tenían al bebé, le dieron un pijama del pequeño que Lindbergh reconoció al momento, por lo que autorizó a Condon a pagar el rescate. Los certificados que entregaron a los secuestradores estaban a punto de vencer, por lo que si querían cobrarlos tenían que ser rápidamente canjeados. Era la manera de poderlos rastrear y capturarlos. El supuesto John los aceptó sin rechistar, pero no devolvió al bebé. Más de dos meses después, un camionero encontró el cadáver del niño cuando paró el camión para orinar.

 

Charles Lindbergh junto a su avión, el Spirit of St. Louis. El aviador se convirtió en héroe nacional al realizar el primer vuelo transatlántico sin escalas en mayo de 1927, pero su admiración por Adolf Hitler lo convirtió en persona non grata.

 

Para encontrar al secuestrador, la policía basó su investigación en los números de serie de los certificados de oro. Finalmente, y tras dos años de pesquisas, la policía declaró que el culpable era un tal Bruno Richard Hauptmann, un ex militar alemán, carpintero y ex convicto que se había fugado de la cárcel. Tras perder su empleo con la depresión económica de 1929 y, siempre según la Justicia, vio en los Lindbergh la oportunidad de ganar un dinero fácil. El juicio se celebró a comienzos de 1935 y Hauptmann fue declarado culpable de infanticidio y condenado a la silla eléctrica. Hauptmann nunca aceptó los cargos y proclamó su inocencia hasta el final.

 

Después de la tragedia

 

Lindbergh y su familia, rotos por el dolor, se trasladaron a Europa en 1935 para superar el trauma emocional de aquellos últimos años. En una visita a Alemania, Lindbergh realizó inspecciones para comprobar el potencial armamentístico de la Luftwaffe. Allí, vivió en primera persona, y al parecer no sin admiración, el surgimiento del nazismo. El piloto norteamericano llegó a ser condecorado por el mismísimo Adolf Hitler. A su regreso a los Estados Unidos, la II Guerra Mundial estaba a punto de estallar. El héroe utilizó todo su prestigio para convertirse en uno de los líderes del movimiento aislacionista norteamericano, que pretendía que bajo ninguna circunstancia los Estados Unidos entrara en el conflicto (aunque durante el conflicto llegó a participar en acciones de combate contra aviones japoneses en el Pacífico). Lindbergh estaba seguro de que Hitler iba a ganar la guerra y compartía su filosofía antisemita. Esas declaraciones lo convirtieron en persona non grata cuando Roosevelt declaró la guerra al Eje después del ataque japonés a Pearl Harbor.

 

Veinte años después, Charles Lindbergh había pasado de ser el hombre más adorado del mundo entero a ser visto como uno de los admiradores más fervientes de Adolf Hitler. Desengañado, se entregó a la protección del medio ambiente y dedicó el resto de sus días a rescatar animales en peligro de extinción y a preservar áreas inexploradas del planeta. Realizó extraordinarios descubrimientos arqueológicos y antropológicos, y prosiguió con las investigaciones médicas que había iniciado durante los años treinta.

 

Retirado junto a su esposa en Maui, Háwai, Charles Lindbergh murió de cáncer el 26 de agosto de 1974.

 

Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es