5 de octubre de 2020

LOS VUELOS TRASATLÁNTICOS


 

Por L. Gómez 

 

Durante el mes de julio los americanos Roger Williams y Lewy Yancey han realizado otra travesía atlántica, a bordo de un monoplano Bellanca con motor Wright de 200 HP., titulado "Path-Finder" (algún periódico serio ha traducido libremente "Pablo Finder").

 

Estos aviadores estaban preparados al mismo tiempo que los franceses Assolant y compañeros, con otro aparato titulado "Flash Green", y también el mismo día (29 de mayo) que ellos intentaron su vuelo por presentarse buen tiempo en el Atlántico, trataron de despegar, inutilizando el aparato antes de lanzarse al aire.

 

El "Path-Finder" partió del mismo aeródromo de Old Orchard el lunes 8 de julio, a las ocho y cuarenta locales (trece y cuarenta de Europa), llevando a bordo 2.300 litros de esencia, y su propósito era llegar a Roma en un solo vuelo, con lo cual hubieran realizado la travesía América-Europa de más largo recorrido. Los cálculos para este proyecto se basaban en tener bastante con esa cantidad para marchar cincuenta y dos horas a una velocidad de crucero de 144 kilómetros.

 

Pero la realidad fue muy distinta, pues a las treinta y dos horas de vuelo se encontraban a punto de terminarse la esencia y a la vista de la costa cantábrica, por lo cual tomaron tierra en el pueblo de Oyambre, cerca de Santander, excediendo en muy poco el recorrido de Assolant. Eran las veintiuna y quince del día 9.

 

Al día siguiente, y después de repostarse de gasolina, siguieron a las once y veinte su vuelo, llegando a Roma en diez horas, a las veintiuna y treinta y cinco.

 

En este viaje, la marcha prevista del avión resultó en la parte atlántica muy favorecida por los vientos, pues la velocidad media fue de 170 kilómetros por hora.

 

El “Pájaro Amarillo”

 

Entre los que desde esta primavera estaban preparados en Norteamérica para realizar la travesía atlántica a Europa, figuran los aviadores franceses Assolant, Lefevre y Lotti, que tripulaban un avión Bernard, proyecto del malogrado ingeniero francés Hubert, con motor Hispano de 600 HP, bautizado "L'Oiseau Canari". Su proyecto era hacer el vuelo directo desde el aeródromo de Old Orchard hasta Francia, y la verdadera meta era la capital.



 

Con la larga espera que la meteorología del Atlántico impone a los que quieren atravesarlo sin incurrir en temeridad, y después de un intento frustrado en abril último, se lanzaron por fin al aire el jueves 13 de junio, llevando 3770 litros de gasolina, un peso total de 5780 kilos, lo que representa, dada la superficie de sustentación (43 metros cuadrados) y la potencia, unas cargas, respectivamente, de 134 kilos por metro y 10 por unidad de potencia.

 

La partida tuvo lugar a las diez de la mañana (hora local), que representa las quince del meridiano de Greenwich, y tuvo que rodar muy cerca de dos kilómetros para conseguir despegar. A la hora y media de vuelo lo divisó un torrero de las costas del Estado de Maine y en todo su viaje sólo fue visto por el buque inglés "Wytheville", a 900 millas del cabo Race. Aunque el proyecto de los aviadores era pasar por el Norte de las Azores, la gran tempestad de lluvia que encontraron les obligó a desviarse hacia el Sur. También esta misma causa hizo cambiar su plan de alcanzar progresivamente altura hasta llegar a los 4000 metros; a las veintiuna horas de vuelo tuvieron que descender a unos 300.


El día 14, a las veinte, tomaban tierra en Comillas, provincia de Santander.

 

Ha sido ésta la primera travesía atlántica realizada por aviadores franceses, y representa, en realidad, un vuelo de gran mérito, aunque no realizaran su programa exactamente; recorrieron 5500 kilómetros en veintinueve horas, lo que da un promedio de 190, velocidad comercial muy elevada.

 

La causa del aterrizaje fue el agotamiento de la gasolina, y en el momento de tomar tierra parece, por sus primeras declaraciones, que se encontraban completamente desorientados; sólo no sabían el punto de la costa a que arribaban, sino que no estaban muy seguros si era España o Francia.

 

El incidente de haber aparecido a bordo como viajero inopinado el joven yanqui Schreiber, ha dado lugar a extraños comentarios; se conoce que estas grandes hazañas tienen algo que las hace ir acompañadas de sucesos accidentales que les quitan seriedad. En primer término, en un avión con carlinga de reducido espacio es casi inconcebible que pueda deslizarse un polizón, según designación que ya parece consagrada, sin ser observado, y sin que, dado el estudio minucioso de los pesos que ha de hacerse en la preparación delicada de estos viajes, sea notado antes de la partida. Y después, las consecuencias que se han querido sacar de este aumento de peso, achacándole, a pesar de su insignificancia relativa, nada menos que el agotamiento prematuro de la gasolina y, por ende, el no haber realizado el plan de llegar a Francia, no admite la más ligera critica, pues el peso de poco más de 60 kilos representa una media hora en el radio de acción total, con lo cual las características generales del viaje hubieran variado muy poco.

 

A pesar del apasionamiento francés por todo lo propio y de que el gran público siempre resulta desorientado en cuestiones aeronáuticas, ha habido voces sensatas en la propia Francia que han reaccionado contra las exageraciones y que han clamado por dejar las cosas en su verdadero lugar; reconociendo, como todo el mundo, la importancia de esta nueva hazaña, con la cual la Aeronáutica francesa ha logrado el éxito que hace tanto tiempo y a costa de tan grandes esfuerzos y sacrificios perseguía.

 

Como dato o coincidencia curiosa puede hacerse notar que se llevó a cabo exactamente en el décimo aniversario de la primera travesía del Atlántico, llevada a cabo en 1919 por el Capitán Jack Alcock y el Teniente Arturo W. Brown, ambos ingleses.

 

En estos diez años se han hecho nueve travesías del Atlántico, sólo una en la dirección Este-Oeste, y a pesar de los progresos alcanzados, el viaje sigue siendo a feat una hazaña. Se está todavía muy lejos de esas travesías regulares en avión que algunos, excesivamente entusiastas, ven ya como inmediatas.

 

Después de realizado su magnífico vuelo trasatlántico, los aviadores Assolant, Lefevre y Lotti, acompañados del ingeniero de la casa constructora M. St. Pierre, emprendieron un recorrido por las principales capitales de Europa, empezando por Madrid. El jueves 8 tomaron tierra en Cuatro Vientos y fueron invitados por el Real Aero Club con una cena, a la que asistieron algunos representantes de la Aviación Militar, en número reducido, por ser época de vacaciones, pero entre los que se contaban personalidades como el General Soriano, los ases Jiménez, Iglesias, Franco, Lecea y Spencer, el vicepresidente de la F. A. I., Sr. Ruiz Ferry, y otras personalidades de la industria aeronáutica.

 

El Sr. Ruiz Ferry pronunció breves palabras en francés, y el General Soriano saludó después a nuestros huéspedes.

 

A la mañana siguiente salieron para Lisboa, donde hicieron escala, y el domingo 11, en su paso para Marsella, hicieron una etapa de aprovisionamiento en Getafe, donde les esperaba el Teniente Coronel La Llave, encargado del despacho de la Jefatura Superior por ausencia del Coronel Kindelán, y los jefes y oficiales del aeródromo. Mientras se llenaban de gasolina y benzol los depósitos, se les sirvió un "lunch", que ofreció el Teniente Coronel La Llave en francés, haciéndoles notar que la época obligaba a que la representación oficial fuera poco numerosa, pero que no por ello era menos efusiva y sincera la acogida de la Aeronáutica Militar, y deseándoles un feliz viaje en su rondonée europea.

 

Esta ha continuado triunfalmente por Atenas, Roma y continúa al escribirse estas líneas. Desde Atenas, M. St. Pierre ha tenido la gentileza de dirigir al Teniente Coronel La Llave una expresiva carta.

 

AÉREA saluda afectuosamente a los primeros, franceses vencedores del Atlántico, que han terminado su brillante viaje en tierra española, y que este país va a celebrar el hecho con un monumento que lo conmemore perennemente. 

 

Fuente: AÉREA, Revista Ilustrada de Aeronáutica, Año VIII, Agosto 1929, N° 73 - Hemeroteca Digitalhemerotecadigital.bne.es