11 de junio de 2023

UN AVIÓN DE PEARL HARBOR DESCUBIERTO EN LA JUNGLA NOS CUENTA UNA ANTIGUA HISTORIA LEGENDARIA

 

Por Amanda B

 

Esta es la historia de una increíble pieza de la historia estadounidense que se perdió durante décadas en una tierra lejana, y los esfuerzos por rescatarla y traerla de regreso a los Estados Unidos.



 

Un descubrimiento improbable

 

En 1972, soldados a bordo de un helicóptero sobrevolaban el país insular de Papúa Nueva Guinea, en el suroeste del Pacífico, cuando vieron abajo algo inusual.



 

En medio del remoto pantano de Agaiambo, casi oculto a la vista, había algo que, obviamente, no pertenecía al ambiente. Decidieron investigar. ¡Aterrizaron lo mejor que pudieron y vieron que, lo que parecía tan pequeño desde el cielo era, en realidad, un poderoso avión de guerra!

 

El Fantasma del Pantano

 

Uno se pregunta cómo diablos pudo terminar un avión militar en esta zona. Obviamente, no se había estrellado porque, si así fuese, se habría quebrado en pedazos. Pero, ¿por qué alguien lo habría dejado en medio de un pantano, y cuánto tiempo habría estado allí?



 

Es difícil evaluar cuánto tiempo hacía que había quedado abandonado allí pero, dada la lejanía de la zona, podrían ser décadas. Aun así, aunque probablemente sería viejo, el avión estaba inquietantemente intacto. Intrigados por su hallazgo, los soldados lo apodaron "El Fantasma del Pantano".

 

Congelado en el tiempo

 

El Agaiambo es uno de los pantanos más remotos del planeta, y escondió perfectamente al Fantasma del Pantano bajo su vegetación de 12 pies de altura. Aislada del mundo, la aeronave quedó congelada en el tiempo, como si alguien la hubiera dejado allí por un minuto y estuviera a punto de regresar por ella.



 

Tras una inspección más cercana, los soldados vieron que las ametralladoras de la aeronave estaban completamente cargadas, como si estuvieran preparadas para la acción. Dentro de la cabina, había un cenicero usado y un termo con los restos de lo que, alguna vez, fue café fuerte y caliente.

 

¿Qué pasó con la tripulación?

 

Los objetos dentro de la aeronave demostraban que, alguna vez, había llevado a una valiente tripulación, pero ahora no había señales de ella. Si hubiera habido víctimas relacionadas con el aterrizaje de este avión, las señales serían visibles pero, afortunadamente, ese no era el caso.



 

¿Qué pasó con la tripulación del avión entonces, y cómo es que terminaron en medio de un pantano, en primer lugar? Ávidos por más información, los soldados contactaron a los Estados Unidos informando acerca del descubrimiento, y el avión fue identificado como el legendario B-17 41-2446.

 

Todo un alboroto


El B-17 41-2446 era un avión de la Segunda Guerra Mundial con una historia increíble por detrás, y llegaremos a eso en su momento. Por ahora, basta decir que, una vez que se supo que el B-17 en el pantano de Agaiambo era "ese" B-17, se armó todo un alboroto.



 

Da la casualidad de que cuando se descubrió el avión en el pantano, la "caza de aves de guerra" se estaba convirtiendo en algo serio. Lo que pasó a seguir fue que el avión, que había estado descansando en perfecta quietud durante 40 años, se convirtió en el centro de una agitación internacional.

 

Caza de pájaros de guerra

 

Un cazador de pájaros de guerra es una persona que viaja por el mundo, a menudo a lugares aislados, para buscar restos de aviones de tiempos de guerra. Algunos lo hacen solo por la emoción de verlos personalmente, mientras que otros buscan retirarlos, exportarlos y venderlos a coleccionistas privados o a museos.



 

Publicado unos años después del (re)descubrimiento del Swamp Ghost, el libro "Pacific Aircraft Wrecks" se convirtió en una especie de guía para los primeros cazadores de pájaros de guerra, y ayudó a difundir la leyenda de ese poderoso avión al mostrar docenas de fotos de él, junto con los detalles sobre su ubicación.

 

Llamando la atención del mundo

 

En los años siguientes, los visitantes comenzaron a dirigirse al lugar de descanso del Fantasma del Pantano. Los buscadores de aventuras extranjeros volaban a Papúa Nueva Guinea (PNG) para hacer el agotador viaje hasta el medio del pantano, y los lugareños lo convirtieron en negocio al guiarlos hasta allí.



 

El Fantasma del Pantano se convirtió en una especie de atracción, y muchas personas no desaprovecharon la oportunidad de llevarse algunos "recuerdos" a casa: se llevaron piezas pequeñas del avión, instrumentos e, incluso, armas.

 

Un hombre con una misión

 

A lo largo de las décadas siguientes, la estructura del Fantasma del Pantano se mantuvo intacta, pero algunos entusiastas temían que solo fuera una cuestión de tiempo hasta que también terminara degradado en manos de los viajeros. O, eventualmente, comenzaría a desintegrarse en el agua del pantano.



 

Uno de esos entusiastas fue Alfred Hagen, un autodenominado "carpintero de Pensilvania con delirios grandiosos" y un cazador de pájaros de guerra con una misión: salvar al Fantasma del Pantano y traerlo de vuelta a los Estados Unidos.

 

Conexión personal

 

El interés de Hagen en la caza de pájaros de guerra nació de su conexión con un pariente que nunca tuvo la oportunidad de conocer: su tío abuelo, el comandante William Benn, un pionero de la técnica de "bombardeo saltado" que figuraba como Desaparecido en Acción, en 1943 , después de una misión en el Pacífico.



 

En 1995, Hagen inició su viaje por las selvas de PNG. Estaba buscando el lugar del naufragio en el que su tío abuelo había perdido la vida. Finalmente tuvo éxito, en 1998, pero ese no sería el final de su viaje. No, ese sería sólo el principio.


Proyecto controvertido


Hagen ayudó a localizar y rescatar muchos aviones que, en su opinión, merecían ser restaurados y conservados. Llevó su misión a varios lugares del mundo, pero su proyecto más grande y controvertido sucedió allí mismo donde comenzó.



 

El rescate del Swamp Ghost, que había estado inactivo en Papúa Nueva Guinea durante décadas, requeriría años de esfuerzos y miles de dólares en inversiones. También provocaría acusaciones muy graves contra Hagen y su equipo.

 

Esfuerzo colectivo

 

Alfred Hagen estuvo lejos de ser la primera persona que intentó salvar el B-17 del pantano. Un museo en California, por ejemplo, había llevado a cabo negociaciones con una institución de PNG durante más de 10 años (!) antes de, finalmente, darse por vencido.



 

El esfuerzo colectivo de Hagen con el empresario millonario y entusiasta de las aeronaves de guerra, David Tallichet, y el salvador de aeronaves de guerra con experiencia, Rob Greinert, fue lo que garantizó que su esfuerzo fuera exitoso. Eso, además de mucho trabajo duro y $100.000, pagados al Museo Nacional y Galería de Arte de Nueva Guinea a cambio de un permiso de exportación del Fantasma del Pantano.

 

Comienza el arduo trabajo

 

El amplio respaldo financiero de Hagen le permitió volar a PNG para trabajar él mismo en el rescate. Tenía un equipo de 43 personas, listas para trabajar duro e inteligentemente pero, como si salvar un avión de la Segunda Guerra Mundial de 60 y tantos años no fuera lo suficientemente desafiante, también tendrían que lidiar con las duras condiciones del medio ambiente. 



 

Trabajaron sin parar durante casi cuatro semanas, desmontando los motores, cortando las alas, quitando la cola y levantando el fuselaje, todo, mientras luchaban contra el clima cálido, insectos, escorpiones e, incluso, cocodrilos.

 

Tropiezos

 

Mientras tanto, las noticias sobre las actividades de Hagen se habían difundido y daban lugar a un gran debate en PNG sobre si estaba haciendo algo ilegal. Las cosas se intensificaron rápidamente, y pronto, un comité especial del Parlamento estaba sopesando.



 

Llegaron a la conclusión de que el Museo Nacional, que había otorgado a Hagen el permiso de exportación del Fantasma del Pantano, en realidad, no tenía derecho a hacer tal cosa. Entonces, cuando la aeronave fue rescatada del agua y estaba lista para ser llevada a los Estados Unidos, el gobierno de PNG ya había decidido que no podría abandonar el país.

 

Una mudanza muy polémica, y el largo camino a casa

 

El avión permaneció incautado durante cuatro años y nadie sabía qué sucedería a continuación. Entonces, un día, en un movimiento muy polémico, Hagen, simplemente, se cansó de esperar por la autorización oficial y tomó medidas. Envió el Fantasma del Pantano a los Estados Unidos sin autorización.



 

Una vez llegado a los Estados Unidos, pasarían algunos años más hasta que el avión llegase a su hogar final: al Museo de Aviación de Pearl Harbor, en Hawái, donde el público ahora puede aprender sobre lo que lo hizo legendario en primer lugar: la historia de lo que le sucedió a su tripulación.

 

Nueve hombres con una misión

 

Era 1942, apenas unos meses después del ataque a Pearl Harbor, cuando los Estados Unidos entraron formalmente en la Segunda Guerra Mundial. El país estaba liderando su primera misión de largo alcance contra los japoneses, y el B-17 41-2446 era uno de los aviones asignados.



 

El Capitán Fred Eaton tenía una tripulación de ocho hombres que aceptaron la misión, con gran valentía. El B-17 debería despegar de Australia, ejecutar su misión sobre Nueva Bretaña, recargar combustible en Port Moresby (ambos en Papúa Nueva Guinea) y luego regresar a la base aliada, en Australia. Pero, como sucede a menudo en tiempos oscuros como aquellos, las cosas no salieron según lo planeado.

 

Una serie de eventos desafortunados

 

Desde el principio, la misión estuvo plagada de una serie de eventos desafortunados. En primer lugar, se suponía que el avión pilotado por el Capitán Eaton era uno de los nueve, pero debido a varios problemas, cuatro de los aviones ni siquiera despegaron.



 

El cielo estaba completamente oscuro y la visibilidad era baja. Los aviones que despegaron se toparon con varios tornados, y pronto el B-17 fue uno de los dos únicos aviones que permanecieron en el aire.

 

Un enfrentamiento inesperado

 

Cuando finalmente volaban sobre su objetivo, se suponía que debían dejar caer su carga, pero debido a un misterioso problema mecánico, las puertas del compartimiento no se abrieron. Se vieron obligados a hacer un amplio círculo para volver a intentarlo.

 



Tuvieron éxito pero, para entonces, los aviones japoneses estaban listos para atacar. De repente, la tripulación del B-17 se encontró en una batalla desesperada por sus vidas, ya que eran perseguidos por media docena de aviones enemigos.

 

Un escape milagroso

 

Eran ampliamente superados en número y, además de eso, por las terribles condiciones de vuelo de la noche sus probabilidades no eran buenas, en absoluto. La frenética persecución continuó, y fue entonces cuando un proyectil antiaéreo perforó el ala derecha del B-17.



 

La gente dice que nunca se sabe lo fuerte que uno es hasta que ser fuerte es la única opción y eso, ciertamente, se aplica aquí. La tripulación estadounidense perseveró, incluso cuando parecía haber desvanecido toda esperanza y, milagrosamente, pudieron zafarse de los perseguidores.

 

Otro problema imprevisto

 

El plan original era que el B-17 ejecutara su misión, partiera para Port Moresby (que hoy es la capital de PNG) y luego regresara a la base aliada en Australia, de donde había despegado.



 

Pero el encuentro con los aviones enemigos significó que habían pasado mucho más tiempo en el aire de lo previsto. Tuvieron suerte de haber sobrevivido al encuentro, pero mientras aceleraban hacia Port Moresby, se dieron cuenta de que no tenían suficiente combustible en sus tanques como para llegar a destino.

 

Cambiando de rumbo

 

Volaban sobre PNG, pero estaban aún a más de cien millas de Port Moresby cuando el Capitán Eaton miró hacia abajo y vio lo que pensó ser un campo de trigo. No tenía suficiente combustible para seguir volando por mucho más tiempo, por lo que informó su decisión.



 

Tendrían que prepararse para un aterrizaje de emergencia en los campos. Giró la aeronave y comenzó el descenso. Poco sabía él que, en realidad, se dirigían hacia un pantano peligroso.

 

Con el agua hasta el pecho

 

El aterrizaje fue un éxito, pero una vez que abrieron las puertas del avión, los hombres se dieron cuenta de que tenían un nuevo problema. El avión estaba parado dentro de seis pies de agua. 



 

Saltando del avión, estaban hundidos hasta el pecho en el pantano de Agaiambo. Y supieron que lo que parecía trigo, desde arriba, era en realidad Imperata cylindrica, también conocida como kunai, o “hierba de hoja”. Como sugiere su nombre, sus hojas altas pueden cortar la piel como una cuchilla.

 

Una pesadilla viviente

 

Los nueve hombres intentaron salir del pantano. Desafortunadamente, eso resultó ser más que un desafío: fue una pesadilla viviente. Caminar por la hierba afilada como navaja era desagradable, por decir lo menos, pero el tiempo de descanso no era mucho mejor.



 

Por la noche, trataban de descansar sobre unos montículos de hierba improvisadas, pero no conseguían dormir, tanto porque los montículos se iban hundiendo como porque los mosquitos los estaban comiendo vivos.

 

Hambre, sed y alucinaciones

 

Sus raciones de emergencia se habían hundido en el agua, por lo que no tenían nada para comer, y un pantano no es exactamente un lugar para buscar comida. El agua potable tampoco era abundante. 



 

Estaban hambrientos, con frío, sedientos y exhaustos. Las cosas se pusieron tan mal que algunos comenzaron a tener alucinaciones. Uno de los hombres “vio” un comedor y se dirigió hacia él para conseguir algo de comer, casi separándose del resto del grupo; por suerte, alguien lo despertó antes de que eso sucediera.

 

¿Amigos o enemigos?

 

Les tomó días llegar a tierra firme. Sacar los pies del agua fue un alivio, pero aún estaban perdidos e inseguros pensando en lo que encontrarían en el camino. Después de mucho andar, se encontraron con las primeras personas que habían visto en mucho tiempo: eran unos papúes cortando leña. 



 

El Capitán Eaton y sus hombres, probablemente, estaban emocionados por ver a otros humanos, pero tenían que ir con cuidado (después de todo, había una guerra mundial en curso). Primero, necesitaban saber: ¿serían amigos o enemigos? Resulta que los papúes eran amistosos y estaban felices por poder ayudar a los estadounidenses.

  

Todavía quedaba un largo camino por recorrer

 

Los papúes recibieron a los estadounidenses en su pueblo para pasar la noche, alimentándolos y brindándoles un lugar para dormir. Luego, usaron sus canoas para transportarlos por el río a la costa, al magistrado residente de Australia.



 

Sin embargo, el viaje no había terminado: aún les tomaría varios intentos fallidos hasta que pudieran partir desde allí, en bote, a Port Moresby, a donde se deberían dirigir en primer lugar (usted lo recuerda, antes de que su avión fuera baleado y quedase sin combustible).

 

Está bien lo que acaba bien

 

Cuando los nueve hombres finalmente llegaron a Port Moresby, ya habían pasado 36 días completos desde su aterrizaje de emergencia en el pantano. Para entonces, todos habían sido atacados por la malaria y necesitaban de un buen descanso.



 

El grupo fue transportado para recibir tratamiento hospitalario en Australia, donde su viaje había comenzado hacía, lo que parecía, una vida. Solo tomó un par de semanas hasta que fueron declarados aptos para el servicio y regresaron al combate.

 

Nace una leyenda

 

En las misiones posteriores del Capitán Eaton, cada vez que sobrevolaba los restos del naufragio en el pantano de Agaiambo, le contaba a su nueva tripulación la historia de cómo nueve hombres habían sobrevivido a una serie de eventos de lo más desafortunados.



 

Las personas dentro de ese B-17 habían vivido para contar la historia de que les dispararon, de que se quedaron sin combustible, que aterrizaron de panza en el pantano, que los mosquitos se los comieron vivos, que no tuvieron nada para comer durante días y que contrajeron malaria. Si eso no es legendario, no sabemos qué lo es.

 

Dejando las cosas claras

 

Ese fatídico sobrevuelo de 1972, que condujo al (re)descubrimiento del Fantasma del Pantano, no fue la primera vez que se lo vio desde que terminó la guerra. En verdad, siete años antes, en 1965, un hombre llamado Frank Gray lo vio durante un vuelo de un día. Más tarde, él y tres compañeros hicieron la ardua caminata para tratar de encontrar el avión.



 

Les tomó tres intentos y atravesaron el último cuarto de milla del viaje en más de cuatro horas, pero finalmente llegaron allí. Para su sorpresa, encontraron que todo funcionaba casi a la perfección, pero como sus guías locales estaban ansiosos por regresar a su pueblo, muy poco pudieron hacer.

 

Entonces, ¿Quién es realmente el dueño?

 

Una gran pregunta se encuentra en el trasfondo de toda esta historia: ¿Quién es el dueño de los restos de aviones abandonados, hace mucho tiempo, como el Fantasma del Pantano? Bueno, la situación legal es casi tan complicada como navegar en ese mismo pantano. Mire, la Marina de los Estados Unidos nunca renuncia a los reclamos de propiedad de ningún barco o aeronave, ya sea sobre o debajo del agua.



 

La Fuerza Aérea, sin embargo, considera cualquier avión que se estrelló en tierra, antes de noviembre de 1961, como abandonado, es decir, libre para ser tomado. ¿Simple? No realmente, ya que eso no se aplica a los aviones que se estrellan contra el mar. ¿Quiere otra complicación? Aquí: ¿el pantano es mar o tierra? Buena suerte con eso en la corte…

 

El caso de los locales

 

Sin embargo, eso solo tiene en cuenta la perspectiva estadounidense. Hay un otro lado en esta cuestión. Después de todo, aunque el avión fuera estadounidense y estuviera tripulado por militares estadounidenses, se estrelló en Papúa Nueva Guinea, donde permaneció durante décadas. Si bien no es legal, ¿los lugareños no tienen, al menos, un derecho moral sobre él?



 

Augustin Begasi, hijo de un jefe local, trató de bloquear el retiro del avión por parte de Hagen. Fracasó, pero se mantuvo firme en que no estaba bien. “El avión atraía turistas, pero ahora no hay nada”, lamentó. “Ese pueblo no tiene nombre ahora. Si lo dejaran allí, ya tendría un nombre”.

 

No particularmente interesado

 

Teniendo en cuenta que Swamp Ghost fue durante años un punto de discusión entre un gobierno nacional y empresarios internacionales, es bastante sorprendente descubrir a quién ni siquiera le importaba un poco: ¡a su propia tripulación! Para el cambio de milenio, solo tres miembros de la tripulación original del Fantasma continuaban vivos.



 

Uno de ellos, George Munroe, no anduvo con rodeos. “Mucha gente quedó cautivada con ese avión, lo que me desconcierta”, afirmó. “Simplemente, no estoy muy interesado. Son solo trivialidades. Ni siquiera se pensó que fuéramos héroes…

 

 

121 agujeros de bala

 

Habiendo sido finalmente llevado a su lugar de descanso final, en el Museo de Aviación del Pacífico en Pearl Harbor, los expertos finalmente pudieron observar más de cerca la legendaria máquina de guerra. Lo que encontraron fue asombroso. Se cree que el Fantasma del Pantano es el único bombardero B-17E intacto y no retirado de la Segunda Guerra Mundial que aún existe.



 

Según el museo, es un "ejemplo único" del avión que desempeñó un papel vital en la victoria de los Aliados en la guerra. Y ciertamente es el único B-17 en el mundo que aún conserva cicatrices de batalla. Según el último recuento, el Fantasma tenía 121 agujeros de bala, ¡y ni siquiera eso lo detuvo!

 

Recibir el homenaje de Disney

 

Hablando del museo, ahora que Swamp Ghost ha encontrado un lugar de descanso permanente allí, los funcionarios del museo han decidido honrar el avión y a su legado de una manera muy especial. En la Segunda Guerra Mundial, Walt Disney Studios proporcionó creaciones artísticas para muchos de los aviones que participaron en combate.



 

De hecho, Disney entregó más de 1200 insignias a las fuerzas estadounidenses y aliadas, haciendo uso de muchos de sus personajes icónicos. El más popular fue el Pato Donald, por lo que cuando el museo se acercó a Disney solicitando una creación artística para el Fantasma, fue una obviedad. La insignia que usted ve aquí fue creada por el codirector de Pocahontas, Mike Gabriel, y otros.

 

Una bala suelta

 

Pero, ¿Qué pasa con Alfred Hagen? Resulta que su carrera estuvo llena de… digamos, del uso de métodos poco ortodoxos para hacer las cosas. Ha encontrado partes de otros siete aviones de la Segunda Guerra Mundial en Papúa Nueva Guinea. En el proceso, ayudó a las autoridades estadounidenses a identificar los restos de 18 aviones estadounidenses que se consideraban desaparecidos en combate.

 

Sin embargo, en un caso memorable, pensó que la maquinaria burocrática del ejército se movía demasiado lentamente, por lo que se puso en contacto con la familia de un militar cuyos restos encontró y les reveló su destino, 51 años después. A cambio, las autoridades militares lo calificaron de “renegado” y de ser una “bala perdida”, pero no se arrepiente de nada.



 

Descargo de responsabilidad: Algunas fotos pueden ser imágenes de archivo utilizadas solo con fines ilustrativos. Las personas o lugares en estas fotos no deben asociarse con el artículo.

 

Fuente: https://foodisinthehouse.com