15 de junio de 2023

UN SUICIDIO POR ERROR Y UN CADÁVER DESAPARECIDO

 

 

El omañés Antonio García Flórez fue abatido en su avión en 1936 pero salvó su vida con otros tres pero se suicidaron creyendo por error que iban a ser apresados.

 

Si no fuera una historia trágica y real parecería un guion de película. Un joven leonés, de una humilde familia omañesa, que cumple su sueño de ser piloto de aviación. Llega la guerra, su avión es abatido y de los seis tripulantes cuatro salvan su vida, uno de ellos es el leonés... Caminan hacia “tierra firme” y ven acercarse a un grupo de gente que suponen soldados franquistas. Uno de los cuatro había dicho desde que comenzó la guerra que “a mí no me cogerán vivo las fuerzas de Franco” y lo cumple él pero además convence a sus compañeros: los cuatro se pegan un tiro en la cabeza, así lo confirmaría la autopsia... pero fue un error, no eran fuerzas franquistas. Terrible.

 

Y, para el leonés, hay otro fleco cruel de su trágica historia, a día de hoy su familia no sabe dónde está su cadáver, pese a que fueron trasladados al hospital para hacer la autopsia, pese a que otros compañeros tuvieron un entierro “casi de Estado”... pero él (y un compañero) es otro de esos republicanos que seguramente no esté en una cuneta, pero no se sabe dónde está.

 

Pongamos nombres. El aviador leonés era Antonio González Flórez, nacido en la pequeña localidad de Socil el 24 de abril de 1912 y falleció el 25 de septiembre de 1936. El avión era el famoso ¡Aquí te espero!, del que se dice que fue el más fotografiado una vez abatido, era uno de los Potez (nombre de la factoría donde se fabricó en Toulousse) que formaban parte de la ayuda que Francia envió a la República en España para luchar contra el franquismo...

 

El sueño de Antonio era ser piloto, trabajó en un hotel para pagarse las clases hasta que lo logró. Los nombres de los otros tripulantes del ¡Aquí te espero! son: el Comandante piloto Joaquín Mellado Pascual; el Capitán copiloto Vicente Vallés Caballé; el Teniente ametrallador Máximo Moreno Martín; el Alférez ametrallador bombardero José Brea Expósito; el Sargento piloto Antonio González Flórez y el Sargento mecánico Nicolás López Rodríguez.

 

El hijo del herrero de El Castillo

 

Vayamos con la historia del leonés, Antonio González Flórez. Y ahí es fundamental la figura de un sobrino, Octavio González, hijo de Socorro, hermana del piloto fallecido. Este familiar lleva años rastreando la historia de su tío, buscando en archivos y periódicos, documentando la historia del que cree que “es el único piloto republicano leonés del que se tienen referencias”.

 

Recuerda Octavio González la condición humilde de esta familia de Socil. Su madre Filomena era de este pueblo y su padre José fue conocido en la comarca pues ejerció como herrero muchos años en la cercana localidad de El Castillo. “Siempre tuvo claro que quería para su hijo otro futuro mejor del que podía darle en Omaña y a ello se unía el sueño de Antonio, que soñaba con ser piloto de aviación”.



 

El destino no podía ser otro: Madrid. Pero allí tampoco era fácil para este chaval de más de dos metros que llamaba la atención en su tierra pero también en la capital de España con esa talla, tan grande como su decisión de ser aviador. “Antes de entrar en la vida militar realizó varias horas de vuelo en la aviación civil para formarse, pero dichas clases eran muy costosas y para sufragarlas se puso a trabajar en el Hotel Gran Vía de Madrid, desde el que le envió las primeras cartas a su madre, mi abuela Filomena. Las siguientes ya aparecen con el logotipo de la hélice de La Base de Getafe, en cuya Escuadra Nº 1 estaba destinado”, recuerda su sobrino en base a los 31 documentos que se custodian en el Archivo Histórico del Ejército del Aire de Villaviciosa de Odón (Madrid).

 

Une su sobrino información de los documentos y también recuerdos familiares. “De niño oí varias veces decir a mi madre, Socorro, que su hermano era masón desde que había trabado amistad con Ramón Franco (hermano del dictador) que era quien le había examinado de aptitud para el vuelo mandándole poner el avión varias veces panza arriba. Antonio lo puso el doble de veces recibiendo una grandísima reprimenda de Ramón Franco al bajar del avión, pero comprendiendo también que era un gran aviador”.

 

Su madre fue a visitar a Antonio García en Madrid, en 1936, y contaba que el hijo le pidió que regresara a El Castillo pues “se estaba preparando una muy gorda”, que también tiene nombre: la guerra civil. Y así llega a aquel fatídico día 25 de septiembre de 1936, cuando el ¡Aquí te espero! fue derribado “entre las 9.40 y las 10.40 horas, a 2 kilómetros de Villamiel de Toledo por los cuatro Fiat CR-32 de Ángel Salas Larrazábal (conocido con el tiempo como El carnicero de Ochandio), Julio Salvador Díaz Benjumea y los italianos Gian Lino Baschirotto (Giri), Ángelo Boetti (Illaqua) y Sirio Salvadori (Salvo)”. El leonés tenía 24 años.

 

Aquel día se dio otra fatal casualidad. El ¡Aquí te espero! llevaba mucho peso, en bombas, e iba a ser escoltado por otro avión pilotado por un excelente aviador, Andrés García Lacalle, pero sufrió una avería su aparato y no lo acompañó.

 

Al ser derribado el avión perdieron la vida dos de los tripulantes (Joaquín Mellado y Vicente Vallés) y los otros cuatro emprendieron el camino en busca de “refugio”. En ese momento “vieron venir a lo lejos a un grupo numeroso de gente armada, los tomaron como enemigos y decidieron pegarse un tiro en la sien pues Máximo Moreno, que había participado en el asesinato de Calvo Sotelo, había dicho muchas veces que a él Franco no le iba a pescar con vida. Lo que no sabían era que aquella gente eran milicianos”, recuerda Octavio González, quien señala que los cadáveres fueron “recogidos de inmediato por el Comandante Pavón, pero no pudo sacar a los otros dos pues estaban atrapados y se acercaban las tropas de Franco”.

 

Filomena Flórez Bardón, de Socil, madre de Antonio, con otros familiares. 


Los cadáveres fueron trasladados al Hospital Militar de Carabanchel y después de hacerles la autopsia en la morgue, “los cuerpos de Máximo Moreno Martín y de José Brea Expósito recibieron honrosa sepultura en los cementerios de La Almudena y de San Sebastián Mártir de Madrid, pero los de mi tío, Antonio González Flórez, y de Nicolás López Rodríguez desaparecieron misteriosa e inexplicablemente sin saber hasta el momento el destino de los mismos. Hemos recorrido todos los cementerios, nos hemos puesto en contacto con la alcaldesa, pero nada se ha vuelto a saber de ellos”.

 

Y así permanece desaparecido este aviador leonés, al que su sobrino define siempre como “un héroe Omañés de Socil, pues murió defendiendo la libertad”; por eso le duele la falta de reconocimiento en su tierra, en su pueblo, en su municipio... “pero es que Riello es muy de derechas, mucho”, dice con pena.

 

Otra pena guarda esta familia. “Antonio tenía novia en Madrid pero no he podido dar con ella o con los descendientes de la misma por más que lo he intentado. Mi abuela Filomena decía que ella se había quedado con todos los efectos personales de su hijo y que no le había mandado absolutamente nada, lo que agravó todavía más la gran pena de la madre de Antonio, que también había perdido a una hija de 4 años que jugando cayó en la masera del pan y se quemó”.

 

Fuente: https://www.lanuevacronica.com