Por
Sara Delgado
Los
bombarderos aliados destruyeron casi por completo la ciudad alemana de Dresde,
industrial y de ubicación estratégica para el Tercer Reich. Esta acción mató a
miles de personas y pasaría a la historia como uno de los ataques más
controvertidos del conflicto.
La
noche del 13 de febrero de 1945, los Aliados de la Segunda Guerra Mundial
comenzaron a bombardear la ciudad alemana de Dresde. La cifra de muertes se
desconoce, pero el consenso experto las estima en 25.000. El casco viejo de la
capital de Sajonia ardió por completo y el 70% de la zona industrial quedó
destruida, aunque no la militar. Para entonces, el Ejército Rojo se acercaba
por el este y los estadounidenses, británicos y franceses por el oeste. La
guerra se acercaba a su fin con la derrota nazi.
La
ofensiva aliada duró dos días y se repartió en tres rondas de ataques. Los
británicos iniciaron con bombas incendiarias la noche del 13, que destruyeron
las infraestructuras de comunicación, cortaron la electricidad en el centro de
la ciudad y quemaron el área urbana. Las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados
Unidos fueron las protagonistas de los días siguientes. En total, cerca de mil
bombarderos de ambos países arrojaron unas 4.000 toneladas de explosivos.
¿Por
qué Dresde?
Dresde,
a doscientos kilómetros al sur de Berlín, es conocida como la Florencia del
Elba por su riqueza patrimonial y cultural. Antes del ataque relucían sus
construcciones barrocas y su gran vida cultural, pero también un carácter
nacionalsocialista muy marcado. La amenaza era su tejido industrial y que allí
convergían los ejes norte-sur y este-oeste de la red ferroviaria nazi. Pero,
sobre todo, era un canal de paso, pues estaba prohibido instalarse en ella, por
lo que allí transitaban refugiados, prisioneros y soldados.
Los
líderes aliados vieron en Dresde un enclave cuya destrucción complicaría la
lucha nazi. Las fábricas industriales de la ciudad abastecían de material
bélico al Ejército germano y generaban gran riqueza. La reunión entre Iósif
Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt en Yalta a principios de
febrero de 1945 había decidido su destino. El primer ministro británico
resucitó la operación Thundercap, que consistía en el bombardeo estratégico de
las ciudades alemanas para forzar su rendición. Si bien los Aliados priorizaban
atacar Berlín, las condiciones atmosféricas adversas obligaron a decantarse por
Dresde.
La
“tormenta de fuego”, estrategia aliada contra los civiles alemanes
La
estrategia de guerra se basaba en medir la cantidad de bombas incendiarias y
explosivas que se lanzarían sobre el objetivo. Al caer, se desataba una
tormenta de fuego que se unía con otras, generando un incendio que arrasaba con
todo a su paso. Así, los civiles eran un daño colateral necesario para destruir
las ciudades alemanas.
En
Dresde, sin embargo, no era la primera vez que los Aliados probaban esta
maniobra. Lübeck en 1942 y Hamburgo en 1943 ya habían sufrido la acción de los
bombarderos británicos y estadounidenses, que contribuyeron a decantar la
Segunda Guerra Mundial.
La vida
después del bombardeo de Dresde
Tras los ataques, el Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels cifraba los fallecidos en cerca de 200.000 civiles. Hoy se han fijado en unos 25.000, aunque la cantidad de refugiados indocumentados que había en la ciudad y la celeridad de los nazis en restablecer las comunicaciones dificultaron saberlo con exactitud. Entretanto, en el círculo intelectual británico se desató una polémica sobre la legitimidad de los ataques que le dio mala reputación a los bombardeos de áreas específicas en las guerras. Los estadounidenses, por su parte, justificaron la ofensiva sobre Dresde desde una perspectiva estratégica contra los nazis.
Con la
derrota del Tercer Reich, los soviéticos ocuparon Dresde, que quedó dentro de la
República Democrática Alemana desde 1949. Durante ese tiempo, la reconstrucción
de la ciudad siguió los principios arquitectónicos socialistas. Tras la
reunificación alemana cuatro décadas después, la restauración siguió su curso,
y el proceso culminó en 2005 con la iglesia luterana y barroca Frauenkirche,
símbolo de reconciliación.
En la
actualidad, la extrema derecha alemana ha encontrado en la destrucción de
Dresde un hito de orgullo neonazi. Cada año, los militantes de Alternativa para
Alemania organizan una marcha fúnebre rememorando los bombardeos. Además,
comparan las víctimas con las de Auschwitz. No obstante, tanto actores
políticos como la población se han mostrado contrarios a esa
instrumentalización de la tragedia.
Fuente:
https://elordenmundial.com