Comenzó
a formar parte del Aeroclub de Allen en 1962.
Por
Lic. Vicky Chávez
Narrar
algunos tramos de la historia de vida de una institución y de un hombre que
dedicó su vida a los aviones, significa sumergirnos en un mundo valletano que
organizaba su rumbo, en este caso, desde la aviación. Cuando el Aeroclub de
Neuquén comenzó a ponerse en marcha, muchos allenses concurrían a realizar
prácticas de vuelo. Desde sus inicios se formaron comisiones para la creación
del Aeroclub en Allen pero no tuvieron éxito.
Hasta
que a fines de la década del ’40 se radicó en esa ciudad un médico, Moisés
Eidilsein, quien comenzó a pergeñar la idea de la construcción de una pista en
las bardas de la ciudad a para realizar vuelos sanitarios, y transporte de
enfermos a lugares de difícil acceso. Luego, en 1948, Eidilsein conoció a un
piloto allense, Paco Prado, que volaba en Neuquén, y conformaron la primera
comisión directiva del Aeroclub de Allen. Primero compraron un avión Piper PA
22 Colt o el Colsito, que es la insignia del Aeroclub.
Don
Lorenzo Marzialetti comenzó a formar parte del Aeroclub de la ciudad en 1962, y
que -según relató la autora del libro Proyecto Allen, Graciela Vega- recalcaba
lo duro que se sentían los vientos en un lugar casi desértico como Allen. Desde
un comienzo fue instructor de vuelo, ya que era el más experimentado.
Nació
el 10 de agosto de 1925 en Ramón Castro, Neuquén. Sus padres eran Enrique Marzialetti,
procedente de Italia, y su madre Jesusa del Rosario Echegaray, oriunda de la
zona. Fue el mayor de 10 hijos y cursó sus estudios en la escuela número 23 de
Allen. Siempre tuvo afición por los aviones: desde niño se dedicaba al
aeromodelismo y era tanto su amor que pedía el material a Buenos Aires.
Entre
los 15 y los 16 años iba con su padre y hermanos a mirar al Aeroclub Neuquén un
avión que bajaba una vez al mes, un avión trimotor Jumker que hacía el
recorrido Buenos Aires – Bariloche y que se abastecía de nafta en Neuquén. Él
era feliz mirando al avión detrás del alambrado, según relató una de sus hijas.
A
los 19 años comenzó el curso de piloto privado en el Aeroclub Neuquén, el avión
era un Piper Cub J3 y el instructor Juan Etchemaite llegaba desde Neuquén en un
avión biplano Fleet, aterrizaba a lo largo de la calle Libertad de Allen
(habilitada en su tramo final) y realizaba el Vuelo de Bautismo.
Para
realizar el curso, don Lorenzo viajaba desde Allen en auto con su amigo Mariano
Ferrer o en colectivo y después caminaba. Pasado un tiempo consiguió trabajo en
la construcción y se fue a vivir a Neuquén para volar todos los días. En 1962
se incorporó a las actividades del Aeroclub Allen: dando instrucción de vuelo
formó a muchos pilotos de la zona incluyendo a sus hijos. Se casó con Carlota
Ortega y tuvo cinco hijos, Rogelio, Lorenzo, Yolanda, Graciela y José. Cuando
le tocó el servicio militar pidió que lo trasladaran a la Fuerza Aérea y fue a
El Palomar, donde estuvo por un año.
A
fines de los ’70 y comienzos de los ’80 se hizo cargo del Aeroclub allense Gino
Ghirardelli, que había estado en la II Guerra Mundial y su experiencia era
vasta. Junto a él trabajaron Lorenzo y Concepción Chichita Biló, y otras
personas apasionadas. Por ese entonces se construyó la Sede Social y el Hangar,
se compraron aviones. La lista de los pilotos que recibieron su licencia de
manos del “gran maestro”, como lo llamaron, es interminable. Fueron tiempos de
sacrificio, de amor por los aviones, de pasión por el vuelo; en épocas de
dificultades supieron salir adelante con base en el trabajo apasionado.
Con
la aparición del Aeroclub Neuquén, algunos allenses iban a prácticas de vuelo a
las instalaciones que tenía en Colonia Valentina. Por esto se creó una
subcomisión compuesta por Aquiles Lamfré, Diego Piñeiro Pearson, Celiar Pomina,
Armando Bagliani y Juan Tarifa. Luego de reuniones con las autoridades
municipales se decidió el emparejamiento del tramo final de la calle Libertad,
entre la propiedad de Biló y las vías.
De
esta manera era posible que aterrizara en la ciudad rionegrina el avión
sanitario del Aeroclub Neuquén. El 20 de diciembre se iniciaron trámites para
organizar la comisión local y se designaron cargos, pero lamentablemente la
iniciativa no tardó en frustrarse y recién en los años ‘50 se reunió nuevamente
un grupo para reiniciar aquel impulso.
Los
pilotos que capacitaba Lorenzo Marzialetti debían ser presentados a través de
aeroclubes, como el de Roca o Neuquén. A mediados de 1971 la Dirección de
Fomento y Habilitación le otorgó al Aeroclub de Allen el carácter de Escuela
Civil de Pilotaje Aéreo y Centro de Entretenimientos de Vuelos con Motor.
Este
avance, que fue soñado por directivos anteriores, permitió a Marzialetti
presentar a sus propios alumnos. Esto dio comienzo a una larga e interminable
lista de pilotos que recibieron su licencia de manos del “gran maestro”.
Cuanto
Marzialetti empezó a formar parte del Aeroclub, en 1962, estaba en condiciones
completamente diferentes a como están en la actualidad. A partir del primer
momento que llegó al Aeroclub empezó a cubrir el rol de instructor de vuelo, ya
que él era quien tenía mayor experiencia volando, pero su título oficial lo
recibió unos años después. A pesar de que habían pasado muchos años, se
acordaba de muchos de los alumnos que tuvo.
Los
primeros fueron Aroldo Bárcena, Ernesto Brinni, Rubén Rodríguez, Isaac
Darquier, Bartolomé Morales e Ilva Barbieri. Más adelante siguieron Laura
Velasco, Hugo Ramasco, José Espíndola, Osvaldo Marzialetti, Juan Ortega, León
Matus, Elizabeth Osses, Amilcar Di Giaccomo, Luis Palomeque y Chichita Biló.
También recibieron su diploma Luis Tortarolo, Walter Barion, Hugo Rodríguez,
José Martínez, Juan Schroeder, Gregorio Pardo, Oscar Marzialetti, Pedro
Accimelli, Luis Koprio, Hugo Iluminati, Eduardo Rosembroc, Piero Ghirardelli y
Javier Ríos.
En
1979 la institución pasaba por uno de sus peores momentos. El avión con el que
se dictaban las clases estaba roto, la gente se acercaba muy poco a la sede y
la comisión directiva no podía reaccionar e incluso se rumoreaba que ese sería
el último año del club. Pero como suele suceder, en los momentos más difíciles
es cuando surge la voluntad y el sacrificio para sacar a flote una situación,
un ideal, una forma de vida. Esto fue gracias a pilotos y a entusiastas que de
la mano de Gino Ghirardelli pudieron dejar atrás los malos momentos y dar la
bienvenida a una de las épocas más prósperas del Aero Club. Su paso por la II
Guerra Mundial como piloto lo había vuelto un hombre muy sensible. Estaba
convencido de que con trabajo, entusiasmo y dedicación todo era posible. “Si en
verdad se quiere, se puede” era su frase de cabecera.
Con
Ghirardelli estaban siempre predispuestos Marzialetti y Chichita, junto a un
grupo de personas muy entusiastas. Esta etapa fue “casi gloriosa” ya que se hicieron
cosas muy importantes. Se realizaron compras y cambios de aviones, hubo un gran
número de pilotos recibidos, se construyeron la sede social y el tan ansiado
hangar. También en esa época se participó de importantes campeonatos de
aterrizajes y vuelos de precisión, logrando campeonatos nacionales en ambas
disciplinas. Pero una de las cosas de mayor importancia fue que el Aeroclub de
Allen trascendió como la institución más activa de Río Negro y es conocido como
el club en el que siempre están las puertas abiertas.
Chichita
Biló fue una mujer aviadora importante en la historia del Aeroclub de Allen. Se
recibió de piloto en el año 1975. Desde muy pequeña, ella veía como los aviones
provenientes de Neuquén aterrizaban en frente del galpón de su padre: “Todos
los domingos íbamos a Neuquén a ver los aviones de los amigos de su papá”.
Cuando
llegó el avión empezó a compartir muchas horas de vuelo con la gente del
Aeroclub, especialmente con el instructor Lorenzo Marzialetti. En 1996 el club
se encontraba con problemas institucionales importantes. No había gente nueva,
la dirigencia estaba desgastada por el pasar de los años, faltaba apoyo oficial
y la población no se interesaba por ese espacio tan preciado, creado con tanto
esfuerzo. Los balances estaban atrasados hacía años y el avión escuela estaba,
una vez más, roto en el hangar, lleno de tierra y bajo una lona.
En
enero de 1997 la instructora Laura García sufrió un terrible accidente mientras
regresaba de Comodoro Rivadavia. Estaba viajando en el Archer LV-ARN hacia
Allen cuando observó que su tanque se quedaba de pronto sin combustible. Fue
así como tuvo que improvisar un aterrizaje forzoso, en medio de la noche y en
las bardas. Por suerte no hubo que lamentar víctimas fatales, pero el Aero Club
sufrió la pérdida casi total de su avión más importante. Pero al igual que en
ocasiones anteriores un grupo de personas pusieron el pie, una vez más a la
institución que amaban. Se reunieron Roberto Nievas, Omar Díaz, Lucas Braun,
Carlos David y Luis Bulgaroni para intentar dar vuelta esta situación.
Se
puede decir que aquí comenzó una nueva etapa en el Aeroclub. A pesar del mal
comienzo de 1997 no se dejaron amedrentar y de todas maneras se hizo el primer
festival en el club, con un éxito que llenó de nuevas esperanzas a todos. Luego
se llevaron los aviones dañados a reparar a General Pico, se contrataron nuevos
instructores y en agosto de ese mismo año ya había cinco nuevos pilotos
recibidos en Allen. Es interminable la cantidad de actividades que se han
llevado a cabo en esta última etapa. Se agregaron disciplinas como la actividad
aerodeportiva, el aeromodelismo, el paracaidismo y los planeadores.
Parte
de una historia de una institución señera en el Alto valle del Río Negro y
Neuquén, una que enseñó y enseña a generaciones enteras a mirar el alto cielo y
a tener despiertos el sueño más lindo: el de volar como los pájaros.