Gracias
a su actuación, el Capitán piloto José Corrochano evitó que las tropas
franquistas capturaran al General Miaja en los últimos latidos de la Guerra
Civil. Su historia tiene tintes épicos, porque consiguió evacuar in extremis al
General republicano y llevarle a Orán (Argelia), donde iniciaría su exilio.
Poco se sabe de este aviador talaverano que también protagonizó una misión de
altísimo secreto unos días antes de que concluyera la guerra. Pero antes de
adentrarnos en su misteriosa vida, vamos a empezar por los comienzos.
José
Corrochano Márquez nació en Talavera de la Reina en 1901, localidad donde
también había nacido Juan Reus, otro piloto español destacado. Formaba parte de
una familia acomodada y liberal: su padre trabajaba como administrador de
fincas y había formado parte del Partido Liberal durante varias elecciones de
los años treinta. Nuestro protagonista, por el contrario, trató de encontrar estabilidad
a su vida y en 1921 se presentó a unas oposiciones del Cuerpo de Correos y
Telégrafos. Dos años después, en 1923, se adentró en el mundo militar después
de que fuera movilizada su quinta debido a la cruenta guerra del Rif.
Tras
formarse como soldado de complemento de Ingenieros, ascendió a Cabo y, el 28 de
noviembre de 1923, solicitó ingresar como voluntario en la Aeronáutica Militar:
lo hizo presentando escrito al Coronel jefe del Servicio de Aviación con sede
en Cuatro Vientos. Desconocemos el origen de su interés por la aviación, pero
no descartamos que se dejara llevar por la tendencia de la época: cada vez eran
más los periódicos que hablaban de la valentía de esos pilotos españoles que ya
actuaban en la campaña africana.
Lo
cierto es que Corrochano ingresó en la Aeronáutica Militar en enero de 1924.
Tras realizar un curso en Los Alcázares (Murcia) de ametrallador de bombardero,
finalmente fue destinado a África en 1925. Ya como Sargento de complemento, su
bautismo de fuego se produjo coincidiendo prácticamente con el Desembarco de
Alhucemas en septiembre de este año. En su hoja de servicios hemos encontrado
numerosas operaciones de bombardeo y ametrallamiento en las que participó,
aunque una de ellas estuvo a punto de terminar en tragedia. Unos días después
del desembarco, el Bristol 60 en el que viajaba Corrochano como observador
(estaba pilotado por el Teniente Rodríguez Company), sufrió más de veinte
impactos de bala “del enemigo” que le obligaron a realizar un aterrizaje de
emergencia en la desembocadura del rio Kert. Ninguno de los dos aviadores
resultó herido, pero el susto fue mayúsculo.
Tras
la guerra del Rif
Nuestro
hombre continuó participando en las operaciones de bombardeo contra fuerzas
rifeñas hasta que la guerra dio por concluida. Sus familiares más próximos
relatan que su experiencia en África fue un tanto traumática para Corrochano,
sobre todo porque aquellos aviones en los que actuaba como ametrallador iban a
muy baja altura. Cuentan que fue especialmente duro para él ver el rostro de
los “enemigos” a los que disparaba durante las aquellas acciones en las que
intervino. Es posible que también por estas fechas empezara a coquetear con la
Masonería al igual que hicieron otros muchos militares españoles que
participaron en la campaña del Rif.
En
febrero de 1928 regresó a la península para realizar el curso de “piloto” en el
aeródromo de Alcalá de Henares. Después de casi tres años participando en
acciones militares como ametrallador, Corrochano quiso dar un giro radical a su
vida haciendo este curso que se prolongó hasta el mes de julio. Tras hacer las
prácticas de rigor, fue destinado como piloto al aeródromo de Getafe donde
permanecería tres años, hasta la proclamación de la II República en 1931.
Solo
unos meses después, a finales de 1931, tomó la decisión de abandonar el
Ejército y para ello empezó a hacer gestiones para ingresar en la aviación
civil, en concreto en las recién creadas LAPE (Líneas Aéreas Postales
Españolas). En 1932 ya disponía de una licencia para pilotar aeronaves
turísticas. Creemos que tuvo problemas administrativos para abandonar la
Aviación Militar a pesar de contar con el respaldo de un superior. El jefe de
su escuadra en Getafe, Apolinar Sáenz de Buruaga (durante el franquismo fue
subsecretario del aire), dirigió un escrito al Ministro de Comunicaciones
solicitando una autorización para que Corrochano pudiera pilotar aviones
civiles.
No
pudo desligarse de la Aviación Militar hasta 1934. Hasta esa fecha siguió
ocupando su puesto habitual de suboficial de complemento de la escuadrilla de
Getafe donde juró lealtad a la República en febrero de 1933. Unos meses después
participó en un raid entre Sevilla y Tetuán, que fue su última gran actuación
dentro del Ejército.
En
el Ministerio de Hacienda
Por
fin, en 1934 ingresó definitivamente en la Aviación Civil. Gracias al apoyo del
Teniente Coronel Apolinar Sáenz de Buruaga, consiguió su incorporación al servicio
de fotogrametría del Ministerio de Hacienda para participar en un proyecto
relacionado con el catastro. A través de la fotografía aérea, este proyecto
pretendía reducir el fraude por parte de los propietarios de las tierras, algo
muy común en aquella época. Las fotografías aéreas era una técnica muy eficaz
pues permitía determinar el relieve del terreno de una forma más rápida y
económica que el trabajo topográfico sobre el terreno. Su trabajo consistía en
hacer fotografías aéreas y para ello pilotaba una de las cuatro avionetas
civiles que había adquirido el Ministerio de Hacienda cuyos modelos eran
Havilland, Fox, Moth y Major. El jefe de este servicio del catastro, y su gran
valedor en la aviación civil, fue Ismael Warleta, otro piloto procedente de la
aeronáutica militar que durante la guerra combatiría junto a los republicanos.
Hemos
podido averiguar que la actividad de nuestro protagonista antes de que
estallara la Guerra Civil fue muy intensa, ya que simultaneaba su trabajo para
el Ministerio de Hacienda con el de piloto de pruebas. En la antesala de la
sublevación militar, participó como “probador” en un concurso de construcción
de avionetas convocado por la República que ganaron los ingenieros González Gil
y Pazó Montes. También hemos sabido que, en abril de 1936, ejercía como “piloto
de pruebas” en una factoría de avionetas de Cuatro Vientos. Su nombre salió en
la prensa cuando probaba la avioneta “Numancia”, un aparato financiado
económicamente por el pueblo soriano que pretendía hacer un raid entre España y
la Argentina bajo la dirección de José Velaz de Medrano. Un raid que finalmente
no llegó a producirse por el inicio de la contienda.
El
inicio de la Guerra Civil
Al
estallar la Guerra Civil, Corrochano se posicionó del lado de la República.
Creemos que lo hizo con cierto convencimiento ideológico porque fue
militarizado a los pocos días de la sublevación militar, incorporándose al
grupo 31 de Getafe. A finales de julio del 36 ya estaba combatiendo a los
sublevados en el frente de Somosierra en los primeros enfrentamientos aéreos
que se produjeron durante el conflicto. El día 26 participó en un importante
combate que tuvo lugar sobre los cielos de Buitrago de Lozoya. Según la prensa
de la época pilotaba un caza Nieuport-52 “de dos plazas”, aunque desde ADAR
(Asociación de Aviadores de la República) nos dicen que esto no es posible
porque no existían Nieuport-52 con dos plazas. Es posible que pilotará otro
avión y los periodistas se confundieron. El caso es que se enfrentó a tres
Breguet XIX franquistas, a dos de los cuales conseguiría agujerear sus alas.
Según cuentan las crónicas de la época, el tercer aparato sublevado “evolucionó
por debajo del de Corrochano, haciéndole nutridísimo fuego de ametralladora de
abajo a arriba que le hirió en una pierna”.
Pese
a estar herido, nuestro protagonista no perdió la calma. Tras varios minutos
planeando para buscar por los alrededores de Buitrago un “lugar seguro” para
aterrizar, finalmente tomó tierra en unos sembrados. El Cabo ametrallador que
iba con él consiguió sacarle del caza, auxiliado por varios milicianos y
soldados que se encontraban en la zona. Por medio del investigador de la Guerra
Civil Michel Lozares hemos averiguado la identidad de ese Cabo ametrallador:
Pablo Segura Navarro. En un camión le evacuaron a toda prisa hasta el hospital
de sangre de la Cruz Roja de Buitrago. Así relató el periódico “La Voz de
Madrid” su evacuación al hospital, refiriéndose a él en todo momento como
piloto de la “aviación civil”:
“A
una velocidad vertiginosa, los soldados y milicianos transportaron al hospital
de sangre al gran aviador. La entrada en el establecimiento benéfico de la Cruz
Roja fue de una emoción intensísima. Algunos muchachos de los que lo llevaban
lloraban de pena y otros de rabia e indignación. Pero el valiente Corrochano, a
la nota de valor y heroísmo dada en el aire, unió ya en tierra una serenidad y
fortaleza extraordinaria. Con el puño en alto saludaba a cuantos por la
carretera encontraba a su paso y les decía: ‘Ánimo compañeros, la victoria es
nuestra’ “
En
ese hospital de sangre le hicieron las primeras curas a Corrochano. Un joven
médico fue el encargado de comprobar su estado y tras las pruebas de rigor,
determinó que las heridas no eran graves, pero tendría que estar varias semanas
en reposo. El proyectil le había entrado por la “región lumbar con salida por
la región glútea de la pierna izquierda”. Unos minutos después, el protagonista
de este artículo fue evacuado hasta Madrid en una ambulancia de la Cruz Roja,
justo antes de que la aviación sublevada atacara las inmediaciones de este
hospital de Buitrago.
Según
el libro “La Aviación en la Guerra Civil” editado por el CESEDEN, Corrochano
Márquez fue el primer piloto herido en combate durante la contienda española.
Este libro facilita los nombres de los aviadores nacionales que le hirieron en
ese histórico combate de la sierra de Madrid: el Breguet XIX estaba pilotado
por Ramiro Pascual (futuro jefe de EM del Aire en los años 70) y el disparo
corrió a cargo del observador, Julián del Val, militar que se había incorporado
a los sublevados desde el aeródromo de Gamonal.
Corrochano
fue trasladado a la clínica de San Carlos en Madrid para restablecerse de sus
heridas de guerra donde estuvo ingresado más de veinte días. Allí se enteró de
la detención de uno de sus compañeros del servicio fotográfico del catastro
donde trabajaba antes de estallar la Guerra Civil. Ese compañero se llamaba Lorenzo
Richi y creemos que le podía unir cierta amistad pues ambos también habían
trabajado como pilotos probadores en el concurso de construcción de avionetas
nacionales. Sus compañeros del catastro le informaron de los pormenores del
arresto de Richi, un personaje muy famoso en España por haber sido el primer
piloto que estableció el correo postal aéreo entre España y Guinea. Le contaron
que la Policía republicana le había detenido bajo la acusación de “fascista” en
los talleres del servicio de vuelos del catastro. Unos meses más tarde, nuestro
protagonista se enteraría de que a Richi le habían fusilado en una de las sacas
de Paracuellos del Jarama el 7 de noviembre de 1936.
En
el frente norte
Solo
unos días después del asesinato de su compañero, a Corrochano Márquez le
ascendieron a Teniente según viene reflejado en la Gaceta de la República con
fecha del 18 de noviembre de 1936. No sabemos con exactitud en que operaciones
militares participó tras su ascenso a Teniente, pero hemos podido confirmar que
en marzo de 1937 fue trasladado al frente norte. Allí le nombraron jefe de una
escuadrilla de bombarderos ligeros “Koolhoven FK.51”, unos aparatos holandeses
que había adquirido el Gobierno de la República para reforzar el maltrecho
frente de Bilbao y Santander.
Creemos
que durante los meses de marzo y abril de 1937 estuvo combatiendo a los
franquistas en la campaña de Vizcaya, aunque en mayo, pasó junto a lo que
quedaba de su escuadrilla a Cantabria” en vuelo directo” ya como “Capitán
piloto”. No tuvo apenas tiempo de participar en la Batalla de Santander pues un
mes después le ordenaron regresar a la zona centro para incorporarse a una
escuadrilla del grupo 12 de Tupolev que se estaba formando con tripulaciones
mayormente soviéticas. Este grupo de aeronaves soviéticas participó en aquella
época en diferentes operaciones de bombardeo contra posiciones franquistas en
los frentes del centro, pero también en su retaguardia.
Su
participación en operaciones militares directas concluyó en septiembre de 1937.
Corrochano fue nombrado jefe de la Escuadrilla de Transportes y Enlaces del
Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas de la República, un destino a priori más
tranquilo que los anteriores pues no tendría que enfrentarse (al menos
directamente) con el enemigo. Su misión ahora consistiría en trasladar a los
principales mandos del Ejército republicano en sus viajes por las diferentes
regiones militares, algo que, pese a todo, no estaba exento de riesgos. Los
desplazamientos de esos altos oficiales de la República tenían que llevarse a
cabo en el más estricto de los secretos ya que podrían ser un objetivo sensible
del “enemigo”. Corrochano fue uno de los principales valedores de “camuflar”
estos aviones para evitar ser detectados por las baterías antiaéreas enemigas.
Piloto
personal del General Miaja
Corrochano
se convirtió en el piloto personal de los Generales Antonio Cordón y José Miaja
respectivamente a los que trasladó durante meses a los diferentes teatros de
operaciones. Por cuestiones de seguridad estos dos Generales viajaban en
aviones tripulados por pilotos de total confianza como era el caso de nuestro
protagonista. No hay que olvidar que, en más de una ocasión, algunos escoltas
de Miaja habían planeado secuestrarle y aprovechar los viajes del General para
entregarlo al “enemigo”. Nuestro protagonista entabló una relación muy especial
con el militar asturiano que perduraría hasta los instantes finales de la
guerra.
Antes
de que concluyera la contienda, al Capitán Corrochano le ordenaron que
participara en una misión de “alto secreto” que tendría que llevar a cabo con
total discreción. Fue sin lugar a dudas una de las acciones más delicadas de la
Guerra Civil, no tanto por el peligro que podría entrañar sino por su
importancia. Aquella misión tuvo lugar en marzo de 1939, cuando el conflicto
estaba dando sus últimos latidos. Como bien sabe el lector, por esas fechas el Coronel
Segismundo Casado había constituido el Consejo Nacional de Defensa para
levantarse en armas contra Negrín y forzar una “paz honrosa” con los
franquistas. Miaja apoyó el levantamiento y se asumió la presidencia del
consejo, un cargo puramente representativo.
Tal
y como relatamos en nuestro libro “La Quinta Columna” (Esfera de los Libros),
varias organizaciones quintacolumnistas presionaron a Casado para que iniciara
el golpe y pusiera fin de una vez por todas a la Guerra Civil. Una vez
derrotados los comunistas, el Coronel republicano quiso negociar con los
sublevados esa “paz honrosa” que, según él, añoraban “todos los españoles”.
Ya
hemos escrito un artículo sobre estos días finales de la Guerra Civil. A
finales de marzo de 1939 se celebraron en Gamonal (Burgos) dos reuniones
históricas entre representantes de la República y de los sublevados. La guerra
estaba tocando su fin y Casado estaba convencido de que podría llegar a un
acuerdo con Franco para negociar poco a poco la entrega de sus fuerzas. A
Corrochano le ordenaron que pilotara el avión que trasladaría a dos emisarios
republicanos hasta el aeródromo burgalés donde serían recibidos por una
delegación de los franquistas. Aquellos emisarios que representarían a la
República eran dos militares profesionales, íntimos de Casado: el Teniente Coronel
Antonio Garijo y el Mayor Leopoldo Ortega. Junto a ellos viajarían tres
miembros de la Quinta Columna que tenían que tenían como misión custodiar a los
republicanos durante el viaje por si se produjera alguna eventualidad. Sabemos
la identidad de dos ellos, José Centaño de la Paz y Enrique Guardiola.
Un
viaje a territorio franquista
El
23 de marzo de 1939 se celebraría la primera reunión en el aeródromo de
Gamonal. El avión que pilotaría Corrochano era un Douglas DC-2 con matrícula
EC-AAY con capacidad para 14 personas. Había pertenecido a las Líneas Aéreas
Postales en 1935, pero fue requisado al empezar la Guerra Civil. Bautizado con
el nombre de “Orión”, al principio de la contienda el aparato fue usado como
bombardero, aunque pasados unos meses se incorporó a la Escuadrilla de
Transportes y Enlace de la aviación republicana.
Como
piloto de aquel Douglas, Corrochano tuvo que preparar a conciencia los
pormenores de aquel viaje. Sus superiores le entregaron las instrucciones que
tendría que seguir para llegar a Gamonal haciendo caso a las indicaciones de
los servicios secretos franquistas que se comprometían a no atacar a ese
Douglas republicano entre las 09:00h y las 12:00 horas del 23 de marzo. El
avión debería realizar un vuelo recto a través de Somosierra y aterrizar en
Burgos en esa franja horaria.
El
aparato pilotado por nuestro protagonista abandonó el aeródromo de Barajas
pasadas las 09:20h de la mañana y llegó a Gamonal poco antes de las 11:00 horas.
El viaje que transcurrió “sin novedad”.
Justo
después de tomar tierra, los dos emisarios republicanos y los tres miembros de
la Quinta Columna fueron trasladados a unos despachos donde se celebró la
reunión con los representantes nacionales. Corrochano fue recibido por el Teniente
Juan Ignacio Pombo, jefe del aeródromo por entonces, con el que mantuvo una
conversación en la pista de aterrizaje. No es descartable que ambos se
conocieran desde antes de la Guerra Civil ya que Pombo era un aviador muy
famoso pues había conseguido unir Santander y México en un raid aéreo muy
mediático.
Obviamente,
Corrochano no estuvo presente en la reunión entre los emisarios republicanos y
los representantes de Franco en Gamonal. De esta reunión escribimos en su día
un artículo en nuestro blog que puedes leer pinchando en este enlace. Suponemos
que nuestro hombre permaneció junto a su aeronave hasta que las conversaciones
dieron por concluidas sobre las 17:00h. A esa hora, emprendió el vuelo de
regreso a Madrid trasladando a los dos emisarios republicanos y al
quintacolumnista Guardiola.
Los
madrileños supieron que en Gamonal se estaban celebrando negociaciones secretas
de paz, pero no conocían los detalles de las conversaciones. La sociedad
francesa, sin embargo, sí que estuvo al corriente de lo que pasaba en el
aeródromo burgalés. Dos periódicos parisinos, Le Peuple y L’ Action Francaise,
publicaron por estas fechas sendos artículos sobre esta primera reunión
diciendo que el “célebre piloto Corrochano” había trasladado a los emisarios de
la República hasta Burgos. Este periódico se equivocó al decir que aquellos
emisarios que habían volado a zona nacional eran el propio Coronel Casado y
Wenceslao Carrillo.
Un
segundo viaje a Gamonal
Dos
días después, el 25 de marzo, los dos representantes de la República fueron
autorizados a regresar a Gamonal para mantener una nueva reunión con los
franquistas. Corrochano, nuevamente, fue el encargado de pilotar el Douglas
DC-2 que tendría que recorrer exactamente el mismo itinerario que el 23 de
marzo, es decir, realizar un “vuelo recto” desde Somosierra y hasta Burgos.
Vamos a leer un telegrama urgente que el SIPM franquista envió a sus baterías
antiaéreas para evitar que el aparato republicano fuera atacado:
“Entre
las nueve y las doce horas del día de hoy se espera la llegada de un avión
rojo, posiblemente tipo Douglas con emisarios autorizados para venir a nuestra
zona y tomar tierra en el aeródromo de Gamonal. Lo que comunico a Vd para que
de las órdenes oportunas al Servicio Antiaéreo a fin de que esté prevenido y no
haga fuego sobre dicho aparato”.
El
Teniente Coronel Garijo y el Mayor Ortega volverían a ser los representantes de
la República en Gamonal y viajarían acompañados por el quintacolumnista Enrique
Guardiola. De nuevo Corrochano sería el piloto que les trasladaría hasta el
aeródromo burgalés en el más estricto de los secretos. Pese a la
confidencialidad del viaje, los dos emisarios republicanos sufrieron un pequeño
atentado antes de trasladarse a Barajas para emprender la salida. Desconocemos
quiénes pudieron ser los atacantes, pero intuimos que podría tratarse de
individuos afines al Partido Comunista. En cualquier caso, todo quedó en un
pequeño tiroteo entre los escoltas de Garijo y Ortega y los atacantes que
consiguieron huir a toda prisa en un vehículo de color marrón.
En
esta ocasión, el viaje desde Barajas a Gamonal fue terrible y muy arriesgado
por las condiciones meteorológicas. El día había amanecido con una fortísima
tormenta y unas rachas de viento muy fuertes que imposibilitaban el despegue
del Douglas desde Madrid. La salida tuvo que retrasarse hasta las 14:00 horas,
con dos horas de retraso de la franja horaria que habían reseñado el SIPM
franquista a sus baterías antiaéreas. Corrochano pilotó con valentía su avión,
especialmente en Somosierra donde hubo rachas de ventisca tan grandes que a
punto estuvieron de hacerle perder el control de la nave. Gracias a su pericia
y experiencia en el aire, consiguió llegar a Burgos pasadas las 14:45h y
posibilitó que allí se celebrara la segunda reunión entre representantes de la República
y de Franco.
En
esta ocasión, la reunión fue más breve de lo normal. Corrochano permaneció a la
espera dentro del aparato hasta que pasadas las 17:00 horas, un responsable del
aeródromo se dirigió a él y le pidió que fuera encendiendo los motores pues el
encuentro estaba a punto de finalizar. Tendrían que salir inmediatamente por
orden de Franco que se había cansado de parlamentar. Además, las condiciones
meteorológicas empeoraban por momentos y hacían necesario el despegue antes de
que la cosa fuera a peor. Los franquistas decidieron romper las conversaciones
tras conocer que los republicanos no podrían entregar la aviación de manera
inminente tal y como se había acordado en la anterior reunión.
A
los pocos minutos aparecieron en la pista de despegue con los rostros
desencajados el Teniente Coronel Garijo y el Mayor Ortega que se subieron al
Douglas para regresar a Madrid. El quintacolumnista Enrique Guardiola se quedó
en Burgos por orden directa del Coronel Ungría, jefe de los Servicios Secretos
de los sublevados. El viaje de regreso a la capital fue muy complicado para el Capitán
Corrochano, pero consiguió trasladar sanos y salvos a los dos representantes
del Ejército republicano que esa misma noche dieron cuenta al Consejo Nacional
de Defensa del fracaso de las negociaciones. Muchos lectores pensarán que los
viajes a Gamonal fueron las últimas misiones de Corrochano en la Guerra Civil,
pero nada más lejos de la realidad. Todavía tenía por delante dos operaciones
tremendamente delicadas que tendría que llevar a cabo antes de que acabara la
contienda de manera oficial.
Traslado
de Casado a Valencia
Algunos
autores han asegurado que el General Miaja huyó de Madrid a Valencia en avión
después de que fracasaran las negociaciones de paz. Muchos pueden pensar que
Corrochano pudo pilotar ese supuesto avión que trasladaría al General hasta el
Levante español: a fin de cuentas, había sido el piloto personal de Miaja
durante gran parte de la guerra. Pues bien, esto no es del todo cierto. El
sobrino de Miaja (Fernando Rodríguez Miaja) dejó claro en sus memorias que el General
no se desplazó a Valencia en avión, sino que lo hizo en coche, en concreto en
un vehículo blindado de la marca Hispano-Suiza. ¿Qué pasó entonces con
Corrochano?
Hemos
podido averiguar que el Capitán Corrochano permaneció en Madrid hasta la mañana
del 28 de marzo de 1939, justo el día en el que las primeras tropas franquistas
empezaron a entrar en la capital. Antes de que se produjera la entrega de
Madrid en Ciudad Universitaria, nuestro protagonista volvió a hacerse con los
mandos del Douglas DC-2 que le había llevado a Gamonal tres días atrás. En el
más absoluto de los secretos, pues la Quinta Columna empezaba a controlar la
retaguardia republicana, fue el encargado de trasladar hasta Valencia al Coronel
Casado ya que pretendía exiliarse desde allí en el extranjero. No fue el único.
Junto a él, una docena de representantes del Consejo Nacional de Defensa se
subieron en el avión que partió del aeródromo de Algete. Entre esos
representantes estaban varios oficiales del Ejército del Centro y algunos
dirigentes de la CNT como García Pradas o Salgado Moreira.
Al
mediodía del 28 de marzo de 1939, el avión pilotado por Corrochano llegó al
aeródromo de Manises (Valencia). La Guerra Civil estaba a punto de terminar,
aunque la República todavía controlaba una pequeña parte de su territorio como
las ciudades de Valencia y Alicante. Tras el fracaso de las negociaciones de
paz, el Coronel Casado y sus asesores decidieron qué los políticos y militares
republicanos más destacados debían huir al extranjero en avión pues su vida
podía correr peligro en el caso de ser detenidos por los franquistas. Uno de
ellos era el General Miaja, para muchos el “héroe” de la defensa de Madrid” y
uno de los personajes más odiados por el franquismo.
Miaja
tendría que exiliarse de España lo antes posible y el medio “más seguro” para
formalizar la huida era el avión. Debería trasladarse hasta Orán (Argelia)
junto a su círculo más estrecho de colaboradores antes de que Franco entrara en
Valencia. Una vez más, Corrochano fue designado para llevar a cabo la delicada
misión de trasladar a Miaja hasta tierras argelinas. Le eligieron a él pues era
uno de los hombres en los que más confiaba el General.
Preparando
el exilio de Miaja
Corrochano
no pilotaría solo el avión. También fue designado como mecánico de vuelo el Teniente
Ángel Barcaiztegui Garmendia, un joven vasco que generaba una gran confianza en
el entorno del General. Una vez en Valencia, los dos aviadores permanecieron en
contacto estrecho con el sobrino de Miaja y con uno de sus ayudantes, el mayor
de Aviación Mario Páramo. Entre los cuatro prepararon la evacuación del General
en el más estricto de los secretos. El avión que se utilizaría para la huida
sería el Airspeed Envoy que había empleado Miaja durante gran parte de la
guerra para moverse por los diferentes frentes. Se trataba de un pequeño
aparato (6 plazas), de fabricación inglesa, que no estaba municionado y que
carecía de instrumentos para la navegación nocturna. Su poca autonomía de vuelo
y la falta de combustible hacían que el viaje rumbo al exilio solo permitiera
llegar hasta Argelia. Se da la circunstancia de que el Airspeed de Miaja era un
modelo muy parecido del avión en el que viajaba el General Mola cuando se
estrelló en junio de 1937.
La
situación en Valencia el 28 de marzo de 1939 empeoraba por momentos a medida
que pasaban las horas. La opinión pública ya sabía que los sublevados habían
entrado en Madrid, por lo tanto, en pocos días u horas también lo harían en
tierras valencianas. Por las calles de la ciudad ya se observaban banderas
monárquicas y las primeras organizaciones falangistas empezaban a controlar la
ciudad. En esas circunstancias, la vida de Miaja podía correr peligro. Sus
ayudantes decidieron trasladarle esa misma noche hacia Alicante para intentar
salir de España al día siguiente desde el aeródromo de Rabasa. Se alojó en la
Casa de Reposo de los Aviadores en la Playa de San Juan, escoltado por sus
hombres de confianza, donde pasó su última noche en España.
Mientras
tanto, Corrochano y Barcaiztegui pasaron la noche en Valencia protegiendo el
Airspeed que llevaría al General Miaja al exilio. A primera hora del 29 de
marzo, volaron hasta Rabasa donde se habían citado con Miaja y su séquito para
emprender la marcha a Orán. Sin embargo, durante el viaje a Alicante el aparato
gastó más combustible de lo normal, por lo que fue necesario hacerse con un
tanque extra con unos 200 litros de gasolina. El sobrino de Miaja relató en sus
memorias que a las 09:00 horas de la mañana, nuestro protagonista ya se
encontraba en Rabasa “muy nervioso” esperando a Miaja y a su séquito. Comentó
que el aviador estaba atacado de los nervios y esperó al General sentado en una
de las alas del avión por miedo a que alguien pudiera intentar inutilizarlo. Ya
habían salido rumbo a Argelia todos los pilotos de caza que querían exiliarse y
solo quedaban en el aeródromo aquellos que pretendían entregarse a las tropas
de Franco. Corrochano y Barcaiztegui tenían miedo a que alguien, “por hacer
méritos ante los vencedores”, quisiera detener a Miaja “por lo que era
suficiente con disparar a una rueda del tren de aterrizaje”.
La
salida de España de Miaja
A
las 10:30 horas de este 29 de marzo se presentó finalmente Miaja en el
aeródromo acompañado por sus tres ayudantes con los que se exiliaría a Argelia:
se trataba del Mayor Páramo, el Teniente Coronel Pérez Martínez y el sobrino
del General cuyo nombre era Fernando. Para que el vuelo fuera más seguro y los
cuatro pasajeros pudieran llegar a su destino sanos y salvos, Corrochano les
exigió que solo llevaran consigo un pequeño maletín como equipaje. El único
armamento que llevaban a bordo los pasajeros eran un rifle Winchester y unas
pocas pistolas.
Sin
honores militares de despedida, el Airspeed pilotado por Corrochano abandonó
Rabasa a las 10:35h y antes de las 12:00 horas ya se encontraba en territorio
argelino. Si repasamos el testimonio del sobrino de Miaja, el aparato aterrizó
en el aeródromo de Orán; el General republicano fue recibido con honores por
los pilotos españoles que también habían llegado hasta allí. En plena pista
fueron recibidos por un oficial francés al que le comunicaron que a bordo de
aquel avión iba el afamado General, “héroe de la defensa de Madrid”. Al
tratarse de un personaje ilustre, uno de los responsables del aeródromo recibió
a los recién llegados y les dispensó un trato de favor. Según el sobrino de
Miaja, ese trato de favor no estaba relacionado con el prestigio de su tío,
sino por la condición de masón de Corrochano y del Mayor Páramo.
El
periódico L’ Echo d’Alger publicó en su portada la llegada de Miaja,
mencionando los nombres y apellidos de todas las personas que aterrizaron junto
a él (Corrochano incluido) en el aeródromo de Orán. Corrochano y el resto de
exiliados republicanos fueron trasladados por las autoridades francesas desde
Orán hasta la localidad de Cherchell. Los seis viajaron durante la tarde del 29
de marzo hasta ese pequeño pueblo costero argelino donde permanecieron dos
semanas. En sus cafés y casinos se enteraron de que a muy pocos kilómetros de
allí se había librado en 1937 un feroz combate naval entre fuerzas nacionales y
republicanas.
La
vida en Argelia y el traslado a Marruecos
No
tenemos demasiados detalles sobre cómo fue la vida de nuestro protagonista en
Argelia, tan solo hemos podido averiguar que permaneció al lado del General
Miaja y sus colaboradores hasta mediados de abril de 1939. Por esas fechas, el
Gobierno francés permitió que el General de la República viajara hasta Marsella
donde se reencontraría con su familia. Así que a los pocos días abandonó
Argelia en compañía de su sobrino.
Desconocemos
si nuestro piloto tuvo opciones o no de trasladarse hasta Francia con el General
Miaja, pero creemos que por esas fechas ya había tomado la decisión de viajar a
Tánger. La esposa e hijos de Corrochano se encontraban en esta ciudad marroquí que,
por entonces, todavía estaba controlada por una coalición internacional. Vivían
allí junto a un cuñado del aviador que era médico de profesión (José Cosmea
Blasco) y que durante la contienda había ejercido como Capitán sanitario en el
Ejército republicano.
Corrochano
pudo reunirse con su familia en Tánger en la primavera de 1939. La felicidad
del reencuentro no duró demasiado, ya que unos meses después, tras la ocupación
nazi de París, fue desmantelado el gobierno internacional de la ciudad. De esta
manera, el territorio tangerino fue anexionado al protectorado español de
Marruecos, lo que significó el control total de las tropas de Franco.
Sabemos
por medio de los descendientes directos del piloto que en 1940 se entregó a las
autoridades franquistas que lo detuvieron inmediatamente y lo pusieron a
disposición de la justicia. No está demasiado claro si esa entrega la realizó
en Tánger o si regresó a Madrid, lo que sí hemos podido averiguar es que fue
juzgado por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el
Comunismo, cuyo sumario se encuentra actualmente en el CDMH de Salamanca.
Obviamente, este tribunal le acusó de formar parte del movimiento masónico,
algo que sí era cierto, pero también de haber formado parte del Partido
Comunista. Nosotros estamos en disposición de confirmar que los vínculos de
Corrochano con el PCE no existieron apenas, ya que, en caso contrario, Casado
no le hubiera permitido participar en las negociaciones de Gamonal.
En
cárceles franquistas
Además
de acusarle de ser comunista, los fiscales le acusaron de ser espía y de
trabajar directamente para la RAF (Real Fuerza Aérea Británica). Dijeron que,
tras abandonar España, aprovechó el desplazamiento para llevarse consigo
numerosos planos militares de los franquistas que pudo haber entregado a los
británicos. Desconocemos si existió realmente esa relación con los espías
ingleses, tan solo hemos sabido que uno de los fiscales solicitó por este y
otros motivos su condena a muerte. Algunas influencias de su familia,
permitieron que la sentencia no se llevara a cabo: un hermano suyo (Fidel) era
muy conservador y tenía muy buenos contactos. Además, su suegro había tenido
vínculos con la Casa Real en el pasado.
Pasó
más de seis años en diferentes cárceles franquistas como las prisiones
madrileñas de Yeserías o Porlier. También estuvo recluido en el penal de Burgos
donde recobraría la libertad en noviembre de 1946. Su nombre aparece en el BOE
junto a otros reos en un documento que dice lo siguiente: “Franco ha tenido a
bien conceder el beneficio de la libertad condicional con la liberación
definitiva del destierro del siguiente penado: José Corrochano Márquez, de la
prisión General de Burgos”. Este mismo año su nombre volvió a aparecer en el
boletín en un escrito en el que se informa que había cumplido su pena y, por lo
tanto, estaba “exento de responsabilidad”.
Tras
recobrar la libertad, Corrochano regresó a Tánger donde seguía instalada su
familia desde el inicio de la Guerra Civil. Tanto él como sus allegados lo
pasaron francamente mal durante aquellos años, pero pudieron salir adelante
gracias a varias personas entre los que estaban su cuñado, una familia judía
que les cedió un piso y una mujer falangista que tenía buena relación con su
esposa. Nuestro aviador no volvió a pilotar, aunque sí que impartió clases de
aviación privada en un aeródromo de Tánger. También trabajó en una compañía de
seguros y como gerente en un hotel.
Muchos
años después regresó a España (en 1974) y se instaló en Salamanca donde vivió
junto a su hija hasta su muerte. Falleció en 1975. La hija de Corrochano
todavía vive en Salamanca y ha sido durante años una destacada militante
comunista. Tanto ella como su hijo (nieto del piloto) han tenido la amabilidad
de atendernos en esta investigación y contarnos aspectos muy poco conocidos del
aviador republicano. Otro hijo de Corrochano, de nombre José, falleció hace
unos años en Alicante y fue un destacado miembro de la Masonería en esta
ciudad.
Hemos
descubierto a través del Archivo Histórico del Ejército del Aire que la viuda
de Corrochano hizo gestiones ya en Democracia para recibir una pensión de viudez
de su marido por haber formado parte de la Aeronáutica Española. Inicialmente,
Defensa declinó entregar esa pensión ya que, al estallar la Guerra Civil,
nuestro protagonista ya figuraba como piloto civil del Ministerio de Hacienda.
Según sus descendientes, finalmente sí lograron que le otorgaran esa pensión de
viudedad.
Fuente:
https://guerraenmadrid.net