Por Blas Vicente Marco; Carlos
Mallench Sanz; Carlos Lázaro Ávila
Introducción
La
noticia se propagó en el Estado Mayor del General Franco a finales de abril de
1938 y debió correr como la pólvora por los despachos de los Agregados Militares
de los países que mantenían relaciones diplomáticas con el Gobierno de Burgos.
En un principio, todo debieron ser conjeturas, pero lo cierto es que la
información se recibía en un momento de la guerra civil española (final de la
campaña de Aragón e inicio de la ofensiva de Levante) en el que la contienda, a
priori, se decantaba a favor del bando nacional. Sin embargo, en Alemania e
Italia comenzaban a cuestionarse la continuidad de su apoyo a Franco porque
empezaban a tener más en cuenta sus propias políticas exteriores en Europa y
África.
La
aparición de la noticia en el contexto bélico español fue constatada en el
frente, como veremos, con la actuación autónoma de las unidades aéreas alemanas
durante el inicio de la campaña en Levante y hay que relacionarla con los
objetivos políticos de Alemania e Italia respecto a su posición política en
Europa. Berlín empezaba a dar sus pasos expansionistas hacia Austria y
Checoslovaquia (que desembocará en la conferencia de Múnich), por lo que se
valoró si se enviaban más tropas y material, porque en esos momentos la Legión Cóndor
(LC), necesitaba un serio refuerzo material. Mientras tanto, en Roma se
llevaban a cabo las gestiones del futuro acuerdo anglo-italiano de Semana
Santa, en el que Italia y Gran Bretaña acordaron la retirada del Corpo Truppe
Volontarie (CTV) una vez acabada la guerra de España, lo que conllevaría el
reconocimiento británico del Imperio italiano.
El
hipotético abandono de España del personal alemán (al que Burgos dio
importancia crucial al componente aeronáutico) ha recibido diversa atención por
parte de la bibliografía (no así por las fuentes documentales) y fue objeto de
un complejo juego político entre Burgos y Berlín (al que Roma, a veces, asistía
como convidado de piedra) que, a partir de la primavera de 1938, deparó
consecuencias notorias tanto para Franco como para sus aliados, tanto en el
campo militar como en el del aprovisionamiento bélico al bando nacional.
¡Los
alemanes abandonan España!
En
este artículo vamos a explicar el origen de esta decisión, así como las medidas
adoptadas por españoles, alemanes e italianos para paliar sus posibles efectos.
Vientos
de guerra en Europa: el Memorándum de Hossbach
En
primer lugar, dado que los sucesos bélicos de España –así como la retirada de
la Legión Cóndor- estaban íntimamente relacionados con la política exterior de
Berlín (y también la de Roma) queremos aportar y examinar el contexto alemán
antes de la primavera de 1938. Para ello, es de obligada referencia el
Memorándum de Hossbach, documento elaborado el 5 de noviembre de 1937 por el Coronel
de Estado Mayor Friedrich Hossbach, ayudante militar de Adolf Hitler y jefe de
la División Central del Estado Mayor General de la Whermacht[1],
en el que se refleja el resultado de la reunión secreta mantenida en la
cancillería de Berlín entre Hitler y sus colaboradores más cercanos: el
ministro de la Guerra, Werner von Blomberg, el ministro de Exteriores,
Konstantin Werner von Neurath, los comandantes de la Whermacht (General Werner
von Fritsch), Armada (Almirante Erich Raeder) y Luftwaffe (Hermann Göring).
La
historiografía clásica de la preguerra considera que en este documento el
canciller del Reich expresó claramente sus objetivos expansionistas a la hora
de obtener el lebensraum (espacio vital) para el pueblo alemán, destacando que
ese objetivo se tenía que hacer a costa de los territorios del este europeo, en
concreto de Austria y Checoslovaquia, cuyas consecuencias depararían a Europa
una nueva conflagración (de hecho, el Memorándum de Hossbach se usó en el
Juicio de Nuremeberg por parte de la acusación aliada).
Para
el tema que nos ocupa, nos interesa subrayar que Hitler, partiendo de la
situación industrial, militar y económica alemana (que como veremos, guarda
estrecha relación con la España de Franco), planteó tres casos a los que el
Reich debería hacer frente si quería cumplir los objetivos del lebensraum, para
lo cual habría una guerra que debería producirse entre 1943 y 1945 con Francia,
Checoslovaquia, Austria y Gran Bretaña. En relación con ellos, Hitler hizo su
propia evaluación de la guerra de España:
“El
Führer, dados los últimos acontecimientos en el desarrollo de la guerra en
España, considera que su fin no debe llegar muy rápidamente. Teniendo en cuenta
el tiempo perdido por Franco en su ofensiva[2],
una prolongación de las hostilidades por tres años está dentro de las
posibilidades. Por otra parte, una victoria de Franco al 100 % no es deseable
desde el punto de vista alemán, al contrario, tenemos interés de ver
prolongarse la guerra y mantener la tensión en el Mediterráneo. Cuando Franco
sea dueño de toda la península Ibérica, los italianos no podrán intervenir más
y deberán abandonar las islas Baleares. Puesto que nos interesa ver la guerra
prolongarse en España, nuestra política dentro de poco será la de apoyar a los
italianos para que se queden en sus islas. Pero si se instalan firmemente,
Francia e Inglaterra no podrán tolerarlo y pueden llegar a declararle la guerra
a Italia[3];
en ese caso, España, si está totalmente en manos de Franco, intervendrá
probablemente junto a Italia. Es poco seguro que esta lleve las de perder en un
conflicto de esta naturaleza. Ella podría siempre procurarse la materia prima
necesaria por medio de Alemania[4]”.
¿Por
qué deseaba Hitler prolongar la guerra de España? ¿Había alguna relación con
las materias primas que podría suministrar a Italia en caso de un conflicto con
Francia y Gran Bretaña?
Sencillamente,
porque Alemania, a raíz de la intervención de la LC a favor de Franco, le
obligó a aceptar como pago a crédito de la ayuda alemana una serie de acuerdos
comerciales que englobaban el suministro de alimentos y materias primas (sobre
todo minerales de carácter estratégico) para la industria militar y la economía
alemana[5].
El
III Reich tenía muy claro la importancia económica que le podría proporcionar
Franco (de ahí que le interesara que la guerra se prolongase) para poder
surtirse de materias primas vitales de cara al futuro conflicto europeo. En
este sentido, con vistas a nuestro siguiente análisis, no debemos olvidar que,
pese a las contraprestaciones en minerales de Franco, hay que tener presente
cuáles eran los objetivos fundamentales marcados en noviembre de 1937 para
Hitler: el previsible enfrentamiento militar contra Austria y Checoslovaquia
que, inevitablemente, repercutiría en las tropas desplazadas a España[6].
¿De
dónde partió la propuesta de repatriar a la Legión Cóndor?
La
pregunta es pertinente dado el especial contexto político militar que se estaba
viviendo en España y en Europa central. La sugerencia de repatriar a la LC de
España ¿Salió de un círculo próximo a Franco, eufórico por los resultados
bélicos de la campaña de Aragón, deseoso de restar protagonismo militar y
político (así como reducir el coste económico) de su principal aliado? ¿Salió
de Hitler, deseoso de iniciar su política de lebensraum en Centroeuropa y que
necesitaba todos sus efectivos militares? O, como también se ha sugerido ¿Fue
producto de la desesperación del General H. Volkmann, jefe de la LC (conocido
en España con el apodo de Veith), ante la oposición de Franco a seguir las
propuestas alemanas de aplicar una estrategia de guerra moderna para acabar con
el conflicto español?
Si
analizamos cronológicamente la bibliografía, el origen apunta inicialmente a
Volkmann. Ramón Hidalgo Salazar dice que fue el jefe de la LC quien propuso su
salida de España tras la batalla de Alfambra (5-8 de febrero de 1938) que
culminó con la reconquista de Teruel. Según Hidalgo, “esta tentativa de
retirada” de la presencia alemana (sin especificar si se refería a hombres o
material) fue una excusa que puso Volkmann por su temor de no estar en Alemania
ante las posibles acciones de la anexión de Austria (el Anschluss o
reunificación que se produjo el 12 de marzo de 1938).
Para este autor, en realidad, este argumento escondía algo más profundo: la oposición del General alemán a la reconquista de Teruel, pues Volkmann estaba más interesado en la proyectada ofensiva sobre Madrid que acortaría el fin de la guerra[7]. Raymond L. Proctor también se adhiere a la opinión de Hidalgo Salazar, aunque incide en que, para el mando español, Volkmann escondía en la petición de retirada de la LC para hacer frente a un hipotético enfrentamiento en Austria su enfado por no haberle hecho caso a la hora de atacar Madrid[8]
El
periodista Ramón Garriga Alemany, por su parte, achaca la idea de la
repatriación de la LC a “algunos optimistas” de Burgos (envanecidos por los
resultados de la campaña de Aragón) que, “en vista de la situación militar
favorable y un próximo fin de la lucha, pensaron que había llegado el momento
de estudiar la pronta retirada de la Legión Cóndor. El mismo Franco pareció
inclinarse a continuar la guerra, en un plazo relativamente corto, sin el apoyo
de la Legión Cóndor”. Es la primera vez que se habla específicamente del
material aéreo, pues “existía bastante personal español preparado para manejar
los aviones que, indudablemente, dejarían en la Península los que regresaran a
Alemania”. En cuanto al punto de vista español, Garriga aduce, textualmente
(pero sin citar documentos), tanto el enfado del ministro de Asuntos Exteriores
Joachim Von Ribbentrop porque esta maniobra ponía en peligro la “hegemonía
germana en la Península”, como la complacencia de Adolf Hitler, quien indicó
que “una buena parte de la aviación militar que se hallaba en España se
necesitaba para organizar la Luftwaffe en Austria”, concluyendo que “lo
debiéramos haber intentado ya varias veces[9]".
Según
Garriga, la euforia del círculo de poder de Burgos se desvaneció en abril de
1938 cuando se tuvo constancia del reaprovisionamiento con material ruso y
francés del Ejército Popular que sirvió a Juan Negrín para frenar la ofensiva
franquista sobre Valencia y organizar el cruce del Ebro a cargo de líderes comunistas[10] y, siguiendo su lógica, que los “vientos de guerra” que recorrían Europa (tan
gratos a los oídos de Negrín) aconsejaban prudencia. En este sentido, el
periodista catalán presenta como providencial la visita del Almirante W.
Canaris a Franco (como sucedía cada vez que se tenía que resolver un asunto de
real importancia) con quien el General español convino que se establecerían
condiciones y fecha para la retirada de la LC. El 4 de mayo, volvieron a
reunirse Canaris y Franco, y éste último le dijo que, ante la resistencia
republicana, necesitaría todavía los servicios de la LC. Por último, siempre
según Garriga, Canaris trasmitió a Berlín la idea de que, por la evolución de
la política europea, alemanes e italianos tuvieran que abandonar la península,
para lo cual Franco tomó “medidas anticipadas para que los aviadores españoles
pudieran utilizar el material aéreo” (nueva insistencia sobre el interés
español en la aviación) y, mediante el embajador Stohrer se tranquilizó a
Berlín comunicando el compromiso de Franco para solicitar la salida de la ayuda
alemana prudencialmente.
Garriga
argumenta que la LC llevaba desde marzo de 1938 sin recibir repuestos (podemos
precisar que sobre todo en lo que se refiere a los Bf 109 y Heinkel 111) y que
Berlín dudaba de su efectividad bélica ante la recepción del nuevo material
soviético por parte republicana, por lo que se optaba por una de las tres
opciones: la rápida retirada de la LC, reaprovisionarla para devolverle su
capacidad combativa o reducirla para que operara sin necesidad de suministros
desde Alemania. A esta última opción se negó Volkmann por una cuestión de
prestigio bélico ante sus aliados españoles, y cuando en junio de 1938
(recordemos, casi acabando la ofensiva de Levante) viajó a Berlín para que se
eligiera entre la repatriación o el reaprovisionamiento, se le preguntó si, en
el caso de salir de España, los aviadores españoles podrían hacerse cargo del
material alemán, a lo que respondió rotundamente: “Sin un servicio alemán de
mantenimiento riguroso y competente, el material se desgastará aún más
rápidamente[11]”.
Por último, Garriga anota que el 16 de junio de 1938 se le comunicó a Volkmann
que Hitler había decidido reaprovisionar a la LC y que le hiciera ver a Franco
el nuevo sacrificio alemán por su causa[12].
El
intenso movimiento diplomático
El
análisis de los comunicados diplomáticos entre Burgos y Berlín (y por
extensión, Roma) nos permite acotar mejor nuestra investigación y ver algunas
coincidencias con lo expuesto por Garriga. Hasta ahora, la posible repatriación
de la LC pivota sobre dos bases coincidentes en el tiempo: la primera es el
óptimo resultado del esfuerzo bélico del bando nacional, mientras que la
segunda radica en los deseos de Hitler de contar con sus efectivos para iniciar
su expansión en Europa. A ello se le puede sumar un tercer puntal cronológico
protagonizado por el Comité de No Intervención (o Comité de Londres, CNI) que,
ya desde febrero de 1938, con el fin de liberar presión al contexto político
europeo, intentaba poner medidas para que ambos bandos retiraran a sus
voluntarios del conflicto español, a la par que se sucedían contactos
diplomáticos entre Berlín, Londres, París y Roma, tal y como se desprende del
análisis de la documentación diplomática alemana[13].
De hecho, uno de sus primeros pasos fue valorar los medios de verificación y
costes de las retiradas de alemanes, italianos y miembros de las Brigadas
Internacionales.
El 28 de febrero de 1938, el secretario de Estado alemán Mackensen comunicaba a la embajada de España que Londres y Roma habían comenzado a negociar la retirada de tropas del CTV (que culminará en el famoso acuerdo de Semana Santa de 16 de abril de 1938 con el que daría comienzo la repatriación de soldados italianos que llevaran más de 18 meses en España) y, en gran medida, la situación alemana dependía de los resultados bélicos. Mackensen comenta que se le sugirió al embajador español que Franco evaluara si se veía capaz de ganar la guerra sin el apoyo germano-italiano (sobre todo aéreo). El funcionario alemán recalca en su comunicado que, hasta ese momento, el cobro de la ayuda alemana y las futuras contraprestaciones comerciales entre Berlín y Burgos quedaban aseguradas mediante un acuerdo secreto firmado el 20 de marzo de 1937, pero que, en función de las conversaciones entre Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia sobre España, habría que revisarlo cara a las futuras relaciones germano-españolas[14]. Por el momento, el Reich alemán se aseguraba que fluyeran las materias primas esenciales para afrontar su primer objetivo: la incorporación de Austria, para la cual, Alemania (que carecía de los cruciales efectivos de la LC) se encontraba con serias deficiencias[15].
El embajador alemán en Madrid, Eberhard von Stohrer comunicó en un telegrama del 4 de marzo de 1938 a su ministerio de Asuntos Exteriores el optimismo de Franco tras la campaña del Norte y su confianza en la nueva ofensiva sobre Madrid, aunque se enteró que el General español le dijo al embajador italiano que estaba preocupado por el efecto moral de la retirada de voluntarios. Al hilo de esta nueva maniobra militar de Franco, Berlín tuvo un respiro después de la exitosa anexión de Austria el 12 de marzo para la cual no había hecho falta mover al personal de la LC de España, dada la tibia respuesta de las democracias occidentales y la Sociedad de Naciones. Aún quedaba por determinar la posible utilidad del material aéreo situado en la península ibérica para organizar a la Luftwaffe en la nueva provincia cara a la siguiente apuesta político-militar, los Sudetes, previsiblemente más compleja por cuanto implicaba el apoyo diplomático de Francia y la Unión Soviética (mientras que Gran Bretaña se mostraba “conciliadora”) y podría implicar un choque bélico para el cual sí sería, previsiblemente, necesaria la presencia de la LC.
Por
ello, no es extraño que el día 30 de marzo, Volkmann recibiera una nota del
ministerio de la Guerra en el que se le pedía al jefe de la delegación militar
alemana que sugiriera a Franco que cambiara el curso de su ofensiva: en vez de
atacar Valencia, que se dirigiera hacia Cataluña, último núcleo del esfuerzo
industrial republicano[16].
Sabemos por Garriga que la propuesta fue desestimada por Burgos, causando un
notorio enfado en el jefe de la LC (porque acortaría mucho la guerra y
permitiría la salida de la LC) a la par que, –suponemos- sorpresa en Berlín.
Pero es probable que el estupor en la capital alemana fuera mayor cuando el Almirante
Canaris y Stohrer comunicaron a Exteriores el 5 de abril que Franco (versión
ratificada después por el General Jordana, ministro de Exteriores) les había
manifestado discretamente la retirada eventual de la LC. Para ello, el General
español se basaba en la evolución favorable de la campaña (recordemos que se
acaba de iniciar la ofensiva sobre Valencia), en el buen curso de las
negociaciones en el seno del Comité de No Intervención, en adelante CNI, y la progresiva
eliminación de asperezas políticas con los franceses y británicos. Además, el
embajador alemán añadió que el General Kindelán había dispuesto que 50 pilotos
españoles se hicieran cargo de los aparatos alemanes bajo supervisión de
personal alemán y que quería hacer lo mismo con los efectivos aéreos italianos.
En
un segundo encuentro, Franco habló más extensamente sobre cuestiones de
colaboración militar “en tiempos de paz” (lo cual dice mucho de la
autoconfianza de Franco en finalizar la guerra pronto) y, por primera vez fuera
del ámbito aéreo, hace una precisión sobre la participación de marinos alemanes
como instructores en la Armada española “operando discretamente”. Al final del
documento, Canaris y Shtorer se muestran concluyentes: “La impresión general es
que Franco, abiertamente, se quiere librar de nosotros”[17].
Ante esta eventualidad, los documentos diplomáticos muestran que Berlín reaccionó rápidamente y esbozó el borrador de un acuerdo político-militar para atraer a Franco al eje Berlín-Roma y garantizar que el territorio español no fuera utilizado por Francia ni Gran Bretaña como territorio de operaciones o tránsito. El acuerdo fue corregido por Hitler, quien prefería un tratado comercial (de nuevo, con los ojos puestos en las necesidades industriales del lebensraum) y no veía mal la retirada de las tropas (primera alusión a los efectivos terrestres). El Führer hizo especial hincapié en la aviación de combate, que serviría al Reich para reconstituir la aviación en Austria (recordemos, recién anexionada al Reich y cercana a la “enemiga” Checoslovaquia), así como en dar a conocer a Italia las intenciones de Franco[18]. En suma, a primeros de abril de 1938, Berlín se aseguraba la neutralidad de Franco en un conflicto europeo, reforzaba la bilateralidad comercial que le suponía el pago de la ayuda militar mediante los envíos de las materias primas esenciales, “salvaba la cara” ante el CNI con la retirada de los voluntarios germano-italianos y, desestimando las sugerencias de Volkmann, daba crédito al optimismo de Franco en finalizar la Guerra Civil después de la batalla de Levante.
A partir del 8 de abril, Stohrer comienza a remitir a Berlín los pasos que Franco quiere dar sobre la retirada de la LC; a través de Canaris le comunica que el material alemán, sobre todo los aviones, se quedaría en España, y no tiene inconveniente en la supervisión alemana (todo ello dependiendo de la evolución de la campaña militar). Aunque la prensa española había tendido una cortina de humo indicando que se elevaría la presencia del CTV, Franco estaba negociando la retirada italiana a sabiendas de las discusiones previas entre Londres y Roma (aunque Franco aún no había informado de ello a los italianos[19]). Canaris consideraba poco satisfactoria la futura colaboración hispano-germana, aunque se había discutido la formación de oficiales españoles en Alemania. A partir de ese momento, Franco optó por un doble juego: mantuvo en vilo a los alemanes sobre cuándo se decidiría a negociar la salida de la LC y ocultaba parcialmente a Roma sus intenciones sobre negociar la retirada de la CTV. Es probable que conociera que Berlín y Roma (esta última probablemente muy molesta por la falta de claridad del dirigente español) se mantuvieran mutuamente informadas de sus intenciones y que Alemania e Italia supieran del progresivo rearme republicano con material de la URSS y otros países europeos, pero también jugó a la confusión: dejó pasar un lapso de casi veinte días tras los que Stohrer tuvo que, ante la imposibilidad de entrevistarse con Franco, interpelar a Jornada sobre la decisión de aquel (recibiendo la respuesta de que los alemanes no saldrían hasta la certeza en la victoria), mientras que al embajador italiano Roberto Cantalupo le comunicaba que Franco le había dicho que necesitaba a las tropas del CTV y no había recibido presión del CNI para su retirada del frente[20].
Es
evidente que Franco fue intencionadamente impreciso con sus aliados, quizás
porque la férrea defensa del Ejército Popular y las fuerzas aéreas de la República
(FAR) en la ofensiva de Levente le hicieron pensar que la guerra aún no estaba
ganada (y las noticias del rearme republicano para una posible reacción militar
le hicieron ser prudente en su estrategia política), pero Alemania no se quedó
quieta. A lo largo del mes de abril siguió mostrando al CNI sus intenciones de
que la LC abandonara España, a la par que reforzaba y aseguraba sus vínculos
políticos, culturales y económicos con Burgos (sobre todo la participación
alemana en las explotaciones mineras ratificada por la nueva ley minera
aprobada por el Gobierno franquista) mediante el envío de un nueva remesa de
aviones Messerschmitt Bf 109, Heinkel He 111 y Dornier Do 17 realizada el día
24 (lo cual incrementaba de nuevo el coste de la ayuda militar germana).
Mientras, el consejero económico de la legación diplomática en España había
recibido instrucciones precisas de Hitler respecto a que la salida de la
península ibérica se haría en coordinación con Roma, recalcando el aspecto
económico de la operación. En concreto, el Führer dejaba a su criterio si el
material de guerra se dejaría en España y en caso de producirse, en función de
una serie de cálculos de gastos -prolijamente detallados y en los que se
incluye en los pagos en divisas, la adquisición de derechos mineros por la
HISMA (Hispano-Marokkanische Transport-Aktiengesellschaft, Sociedad Hispano
Marroquí de Transportes) haciendo hincapié en que los gastos del CTV eran
superiores-, indicaba que la deuda española se elevaría a los 250 millones de
marcos[21].
De esta manera, Berlín no solo dejaba claro el coste de su ayuda a Franco, sino
que, una vez más, en caso de salir de España, se aseguraba la dependencia
económica española en el suministro de materias primas.
Como vamos viendo, a tenor de los hechos, la idea de un abandono de España de las tropas alemanas iba tomando cuerpo poco a poco. El material, por supuesto, se quedaría aquí, de hecho, ya estaba previsto que el Comandante Gonzalo Taboada Sangro[22] (obedeciendo órdenes del Teniente Coronel Francisco Arránz Monasterio) se hiciese cargo del mismo. Los datos precisos los encontramos en una serie de cartas que se entrecruzaron el infante de Orleans, Alfonso de Borbón, y el General jefe del Aire, Alfredo Kindelán, en las que nos detallan cómo iba a ser el traspaso.
El
motivo de la aparición de estos dos personajes es que, Kindelán había elegido a
S.A.R Alfonso de Orleans y Borbón para mandar la nueva Gran Unidad. Para
llevarlo a cabo, Kindelán estampillaría de Coronel al infante, y este, tras
tomar el mando de las distintas unidades alemanas, haría entrega al Estado
Mayor del Aire de los Junkers, de los He 51 y de parte de las baterías
antiaéreas. Con el resto de las unidades, S.A.R. debía crear una nueva brigada
aérea a imagen de la que ya estaba funcionando desde octubre de 1937, la 1ª
Brigada del Aire.
En
la primera de las dos cartas que conocemos, fechada el día 3 de mayo[23],
se marcaban fechas y se preveía el organigrama de mandos de las unidades y su
composición. Al parecer, S.A.R., junto con el Coronel Hermann Plocher,
acordaron una serie de líneas Generales a seguir:
1)
Hitler regresaría de Roma el 9 de mayo, por lo que se preveía que no tomase
decisión sobre la marcha del personal alemán antes del 15 de mayo.
2)
El infante debía confeccionar una lista del personal de cuadros imprescindibles
con nombres del elegido. Por lo menos debían ser: el jefe E.M., 2º jefe de E.M.
y Operaciones; Comandantes de los grupos, unos cuantos jefes de Escuadrilla.
Los jefes de servicios en tierra para los aparatos, jefes y oficiales de
fotografía, parque, transmisiones y antiaeronáutica (Sic).
3)
Una vez conocida la fecha estimada para la marcha del personal alemán, se
debería llamar a estos mandos para que viesen cómo funcionaba la Cóndor,
quedando agregados a los servicios indicados.
4)
Se nombraría entonces el personal subalterno que debía sustituir al alemán.
5)
Se nombraría el personal alemán que debía quedar cuando se marchase la casi
totalidad del personal alemán (estos quedarían como asesores consultivos de los
españoles por algún tiempo, serían poco numerosos y casi todos especialistas).
6)
Cuando llegase la fecha fijada para la marcha de la casi totalidad del personal
alemán se llamaría a los indicados en el punto 4).
7)
Desde el primer momento se incorporarían como personal de tropa español un
número de
a)
mecánicos,
b)
montadores,
c)
radios,
d)
electricistas,
e)
armeros, así como para fotografía, parque, artillería antiaérea (A.A.),
transmisiones, automóviles, combustibles y municionamiento.
8)
El infante debía ayudar, en contacto con el Coronel Plocher directamente o por
medio del Coronel Alexander Von Scheele, a partir del 8 de mayo.
Se
estimaba que sería difícil hacer entrega de la Legión Cóndor en menos de tres
meses. En la misma carta, S.A.R. daba cuenta a Kindelán del personal español
elegido (punto 2)[24]:
Jefe
de Estado Mayor: Teniente Coronel José Lacalle Lárraga[25]
2º
Jefe de Estado Mayor y Operaciones: Comandante Francisco Mata Manzanedo[26].
Jefes
de las escuadrillas de Heinkel 111: Antonio Rueda Ureta[27],
Ricardo Guerrero López[28],
Luis Rambaud Gomá[29],
Teodosio Pombo Alonso[30].
(Nota: aparecen según es la transcripción del documento, pero todos eran
militares)
Jefe
de la escuadrilla de Dornier 17: Comandante Vicente Eyarallar Almazán[31].
Jefe
de los Heinkel 51: Gerardo Fernández Pérez[32].
Jefe
de la Caza (Messerschmitt): Comandante Joaquín García-Morato[33].
Jefe
de Fotografía: comandante Carlos Soler Madrid[34].
También explicaba en dicha carta a Kindelán que se debía personar en Salamanca a fin de solicitar el siguiente personal:
3
Capitanes y 3 Tenientes ingenieros para servicio en Tierra
1
Comandante para Parque
1
Comandante, 5 Capitanes, 6 Tenientes de Artillería para A.A.
2
Capitanes y 4 Tenientes de Artillería para A.A.
1
Comandante, 3 Capitanes, 3 Tenientes para Transmisiones.
Y
estudiar si hace falta más personal para cuadros de mando.
De
esta carta se deduce que se pretendía crear una nueva brigada aérea, a imagen y
semejanza de la ya por entonces existente, la 1ª Brigada Aérea (creada en
octubre de 1937) que mandaba el Coronel Apolinar Sáez de Buruaga, donde el
propio infante mandaba la 2ª Escuadra de bombardeo de Savoia S 79. El personal
que se iba a hacer cargo de las distintas unidades ya estaba en aquel momento
desempeñando importantes puestos en la citada brigada.
Como se ha podido comprobar, había algo más que un simple rumor sobre la hipotética marcha del personal alemán. Justo al día siguiente, el 4 de mayo, Sthorer manifestaba a la capital alemana que Franco era favorable a la salida de la LC de España, y aunque por medio de Canaris seguía transmitiendo a sus aliados buenas noticias sobre la marcha de la guerra, no precisaba la fecha. Debido a la repatriación de los alemanes, había previsto la reciente compra de más material bélico germano con el fin de ser autónomo militarmente en la contienda, aunque subrayó repetidamente que no esperaba ser capaz de reemplazar, ni de lejos, a los excelentes pilotos alemanes[35]. A la vista de los documentos, es evidente que, a medida que progresaba la batalla de Levante y la tensión política derivada de la crisis de los Sudetes, para Berlín, la oferta de Franco se estaba convirtiendo en una “patata caliente”. El 2 de junio, el General W. Keitel le había pedido a Hitler que tomara una decisión sobre la LC: o se repatriaba el personal y se dejaba el material (lo cual implicaba remitir repuestos) o se la dejaba en España, dotándola de suministros para volver a tener efectividad operativa (se tenía noticias del desgaste de aparatos y cañones); pero el Führer no llegaba a decantarse y transmitió que no tomaría ninguna decisión sin saber qué iba a hacer Roma[36]. La “patata” iba rodando por los diferentes despachos alemanes e iba provocando opiniones de todo tipo: el 3 de junio, el Coronel E. Jaenicke de la Whermacht señalaba que, aun estando necesitada de refuerzos, la LC tenía un gran valor militar para Franco y desaconsejaba su retirada de España[37]
Habrá
que esperar al 11 de junio de 1938 para que volvamos a tener noticias sobre la
LC, una vez más, a petición de Berlín, que parece acusaba la tensión provocada
por la crisis de los Sudetes (así como el fracaso de la ofensiva nacional sobre
Valencia) y, a la vista del contenido de un informe de Volkmann al secretario
de Estado, dudaba sobre su repatriación. El informe, remitido por el jefe de la
sección política IIIa Schwendemann a Exteriores, recoge el desgaste de material
(Volkmann hace hincapié en la imprecisión de los temibles cañones antiaéreos de
88 mm Flak 18/36/37/41 por el desgaste del ánima, así como en el desgaste de
los cazas), y que el jefe militar de la LC consideraba inaceptable reducir sus
efectivos por una cuestión de prestigio, por lo que apuesta por la recepción de
refuerzos o la retirada completa.
Al
preguntarle por los efectos militares de la repatriación de la LC, Volkamann comenta
a Berlín el incremento de la efectividad bélica y material de los republicanos
y que sería deseable un nuevo contingente de pilotos alemanes e italianos.
Por
último, y aquí se introduce otro matiz diferente al aportado por Garriga,
considera que el traspaso del material aéreo a los españoles solo sería
efectivo si hubiera asesores alemanes y recuerda el problema de mantenimiento
de los mismos porque “la España nacionalista no tiene industria aeronáutica[38]”.
Es probable que la opinión de Volkmann desbloqueara el dilema, pues ese mismo 11 de junio el secretario de Estado, Ernst von Weizsaecker, anota que, basándose en los informes militares, von Ribbentrop va a proponer a Hitler el refuerzo y permanencia de la LC en España, tomando todas las medidas necesarias para el envío del material, a la vez que comunicaba a la embajada alemana en España que transmitiera a Franco y Jordana la decisión de Berlín, lo cual implicaba –como ya dijo Garriga- “grandes sacrificios” para los alemanes[39]. A finales de junio se da carpetazo al espinoso asunto de la repatriación de la LC y Berlín recibió con satisfacción las peticiones que el General Luis Orgaz, en nombre de Franco, le hacía ahora a los alemanes: recibir los métodos de instrucción militar alemana, envío de oficiales instructores alemanes para crear una unidad de instrucción que siga el método alemán y, por último, el desarrollo de la industria bélica española en estrecha colaboración con la alemana.
Pero
para Berlín, estas peticiones diferían de las hechas por Franco a Canaris, en
las que el español le transmitió el deseo de que el Ejército nacional tuviera
una formación propia y autónoma; además, los alemanes constataron las nuevas
oportunidades que se les brindaban, pues hasta ese momento se habían encargado
de la formación de la infantería, dejando en manos italianas la instrucción en
materia de aviación y artillería[40].
Y
¿qué opinaba el Duce?
Como
se ha podido comprobar en la hipotética marcha del personal alemán
intervinieron muchos personajes que jugaron un papel relevante en el Gobierno
de Burgos y en el III Reich, pero este último, independientemente de que el
asunto le implicara directamente, nunca dejó de consultar con Italia (a
sabiendas de que Franco a veces le ocultara o diera una versión diferente del
hecho de acuerdo a sus intereses) a fin de no generar una posible crisis en el
seno de los aliados (recordemos que Mussolini se inhibió ante el Anschluss y
respaldó a Hitler en Múnich). Pero ¿qué pasaba por la cabeza de los socios
italianos?
El
rumor de una más que probable repatriación de las fuerzas alemanas no debió
sentar muy bien en Italia. La preocupación era patente, sobre todo porque
Franco ya había dejado caer su intención de prescindir del CTV[41].
Así pues, Mussolini, alertado por las noticias, debió pedir informes a sus
embajadores, siendo el más interesante el que llegó el 16 de mayo[42],
redactado por el propio ministro de Asuntos Exteriores italiano:
“Retiro
de la Legión Cóndor de España
El
encargado de Exteriores en Berlín, en fecha 14 de los corrientes, refiere
cuanto sigue:
“El
General Bodenschatz, jefe de la Oficina Militar del Mariscal Göring, me
comunica cuanto sigue:
1).-
La legión Cóndor no ha recibido ninguna orden de Berlín de repatriación de todo
el personal.
2).-
El General Volkmann no ha ido a Alemania para tratar tal cuestión. Él está
todavía en España.
El
origen de los rumores de una repatriación inmediata de la Cóndor es debido a la
circunstancia de que efectivamente, tres semanas atrás, cuando la solución de
la guerra española parecía inminente, se impartieron las primeras disposiciones
en previsión del estudio de la repatriación. Ahora, dado que la guerra continúa
y continuará, presumiblemente por algún tiempo, la Cóndor no se moverá y
permanecerá en España a disposición de Franco.
Estas
noticias me son nuevamente confirmadas por el embajador de España, Marqués de
Magaz, el cual estaba al corriente de estas disposiciones “preventivas” para
una eventual repatriación de la Cóndor, emanadas hace tres semanas desde
Berlín. Y esta mañana también Von Ribbentrop me ha confirmado que los
voluntarios alemanes permanecerán en España hasta una solución favorable de la guerra”.
De
estas noticias, recibidas cuando la “patata caliente” de la repatriación se
pasaba de un lado a otro en Berlín y aún no habían recibido la crucial opinión
de Volkmann emitida el 11 de junio (LC inefectiva, o se repatría o se reequipa)
se deduce que a Franco no le interesaba que Mussolini conociese los verdaderos
planes.
Y
la “sombra” de la salida de España del personal alemán, continuaba en el
ambiente. En este sentido, contamos de nuevo con el testimonio del infante
Alfonso de Orleans, que en una nueva carta fechada en Zaragoza el 13 de julio
de 1938, le refiere al Jefe del Aire una reunión que acaba de tener con los
mandos alemanes (el General Volkmann y el Coronel Plocher). En esta carta[43],
S.A.R. refiere a Kindelán la existencia de una carta de fecha 11 de julio de
1938 que le entregó el General Fith (en realidad, es Veith, nombre de guerra de
Volkmann en España) en el que se le proponía el modo de entrega del material de
la Cóndor a personal español, y que quedaría como sigue:
“a)
Baterías A.A. 8,8 mm.
El
General desea que el personal (anexo N° 1[44])
llegue completo por batería, con el material citado en II.
(Coche,
camiones, cocina, tiendas, etc.)
Son
cinco las baterías. Se presentará pues el personal en cinco etapas. El oficial
español más caracterizado de cada batería tendría el mando administrativo y
para cuestiones de disciplina y permisos de todo el personal español agregado a
la batería. Tácticamente estará el personal español a las órdenes de los
alemanes durante el período de instrucción. Cuanto antes llegue la primera
expedición mejor, pero insiste en que venga completa.
b)
Heinkel 111:
Insiste
que venga en tres expediciones. Cada expedición se compone del personal y
material que irá a una de las escuadrillas. La razón de solo pedir (anexo 2) 6
observadores, 6 radios y 6 mecánicos para 9 aparatos es porque hay 3 españoles
de cada especialidad ya en la Cóndor.
c)
Personal de tierra para caza:
Pide
que venga por equipo de escuadrilla completa, es decir, una parte del citado
(son 3 escuadrillas). Cuando el mínimo citado es menos de 3 insiste en que
venga uno de cada especialidad con la primera expedición.
d)
Los Do.17:
Pide
que vengan a Tudela cuanto antes, y todos a la vez, el personal siguiente:
pilotos, observadores, mecánicos, radios, armeros, electricistas, especialistas
de motores, jefes de mecánicos y tropa para 9 Dornier.
El
oficial de enlace puede dar la cantidad de material y el número de cada
especialidad reglamentaria.
Los
9 Dornier serían entregados después de ser completamente revisados.
Quedaría
como personal consultivo la plantilla alemana siguiente:
1
Oficial, 1 jefe de mecánicos, 2 pilotos, 2 radios, 2 armeros, 3 mecánicos, 2
electricistas y un especialista de motores.
En
cuanto el personal español conozca bien el material alemán, propone el General
que una Escuadrilla de 9 Do.17 haga servicio con el Grupo Do.17 alemán algún
tiempo por si tienen alguna pega en su empleo.
e)
Caza: Me dijo el General que no tenía previsto que personal volante español
viniera agregado al grupo de Caza.
Pidió
que toda gestión para adquirir aviones de caza para nuestra aviación se hiciera
por vía diplomática[45].
El Gobierno de Burgos no podía confirmar a los socios italianos que los alemanes se iban a marchar del conflicto español, así que, como hemos apuntado, fue de nuevo la lógica de la guerra la que puso en su sitio a los germano-italianos: los reveses de la campaña de Levante, donde la resistencia republicana había sido más tenaz, retrasó (junto a la decisión adoptada en Berlín) la puesta en marcha de la repatriación, a lo que se unió, dos meses más tarde, la ofensiva del Ebro. Muy cauto, Franco felicitó el 17 de julio a los alemanes por la actuación de la aviación alemana[46], contingente bélico que, a partir de agosto de 1938, iba a necesitar, más que nunca (junto al CTV y la Aviazione Legionaria), para frenar la sorprendente reacción republicana en el Ebro[47].
Por último, a título anecdótico, queremos señalar que las posibles consecuencias de una intervención alemana en Checoslovaquia y la probable repatriación de la LC se llegaron a percibir más allá del alto mando germanoitaliano como prueba el testimonio del célebre as y piloto de caza alemán Adolf Galland: “…Al esbozar planes para una posible operación de tropas aerotransportadas sobre Checoslovaquia, se reconoció a Berlín la importancia que en semejante empresa tendría la aviación de ataque; y se recordaron, por lo tanto, los numerosos informes que sobre nuestras experiencias en España habíamos enviado desde la Península. Se encontraban en las cajas fuertes del Ministerio de Aeronáutica, prolijamente reunidos en legajos que ahora debían ser aprovechados para extraer de los mismos la utilidad práctica consiguiente. Para ello se necesitaban pilotos de ataque con experiencia en España y el que había reunido la mayor parte de ella en el curso del año anterior era yo. Fue así que Berlín adoptó un tono conminatorio y el mando de la Legión me ordenó que me preparase para ser relevado inmediatamente y regresar a Alemania sin pérdida de tiempo”[48]”.
A partir de este momento, no tenemos constancia escrita de nuevos encuentros entre los jefes alemanes y españoles para hacer efectivo el traspaso. Sabemos, eso sí, que en el verano/otoño de 1938 comenzaron a llegar a las unidades alemanas bastantes pilotos y tripulantes españoles que formaron parte de las escuadrillas, tanto de He 111 (el día 20 de agosto se creó con personal español y aviones He 111 alemanes un grupo que se denominó 10-G-25 que dependía directamente de la Legión Cóndor) como de Do 17 (hasta el 4 de octubre no efectuó servicios de guerra un grupo denominado 8-G-27 con aviones Do 17 alemanes y personal español), por lo que entendemos que estaban en período de formación en dichas unidades.
Pero
el traspaso del material no llegaba. Quizás lo duro de las campañas de Levante
(su final), el Ebro (donde recibió un duro castigo por parte de los nuevos
cañones antiaéreos republicanos) y Cataluña, hizo replantearse a la Jefatura
del Aire que el personal alemán abandonase el conflicto.
Bien
es cierto que, al finalizar la guerra, las fuerzas alemanas dejaron España y
aquí quedó parte de su material de vuelo. Esta vez, sí pasó a manos españolas,
pero con un organigrama diferente al pretendido y sin la presencia de S.A.R el
infante de Orleáns:
Se
creó, con los aviones de bombardeo, la 3ª Brigada Aérea, con la siguiente
composición[49:
3ª
Brigada Aérea Hispana (Coronel Apolinar Sáez de Buruaga Polanco).
8ª
Escuadra (Comandante Eugenio de Frutos Dieste).
-
Grupo 8-G-27 (Comandante José María Ibarra Montís[50]).
Dornier Do 17.
Escuadrilla
1-E-27 (Capitán Enrique Cárdenas Rodríguez).
Escuadrilla
2-E-27 (…). Nombre desconocido
Grupo
10-G-25 (Comandante Antonio Rueda Ureta). Heinkel He 111.
Escuadrilla
1-E-25 (Capitán José Ordovás González).
Escuadrilla
2-E-25 (Capitán habilitado José A. García y Menéndez Conde).
-
Grupo 11-G-25 (Comandante Ricardo Guerrero López). Heinkel He 111
Escuadrilla
3-E-25 (Capitán habilitado Luis Millas Prendergast).
Escuadrilla
4-E-25 (…). Nombre desconocido
Dentro
de la 1ª Brigada Aérea, estaba la 7ª Escuadra de Caza, y a ella fueron a parar
los cazas alemanes:
7ª
Escuadra (comandante Joaquín García Morato).
-
Grupo 5-G-5 (Comandante José Muñoz Jiménez-Millas).
Escuadrilla
1-E-5 (Capitán Miguel García Pardo).
De
aviones He 112.
Escuadrilla
2-E-5 (Capitán Javier Murcia Rubio).
De
aviones Bf 109.
Creemos que entonces sí se consiguió un anhelo de Franco: crear un Ejército del Aire (que se materializaría pocos meses más tarde de las manos de un nuevo jefe, el General Yagüe) con aviones foráneos y personal propio.
Conclusiones
e interrogantes finales
Hemos
profundizado notoriamente en los complejos movimientos políticos y militares
que tuvieron que llevarse durante la guerra de España ante la noticia de que el
principal apoyo cualitativo de Franco podría dejar la contienda (a costa de
perder el crucial factor del personal de vuelo alemán, como fue resaltado por
el propio Franco). Ya se ha visto que todo fue producto de una mera hipótesis
(eso sí, con bases firmes) que, como hemos demostrado documentalmente, pendió
como una espada de Damocles sobre alemanes e italianos en relación con sus
propias políticas europeas y, a veces, tuvo serios visos de convertirse en
realidad.
La idea originaria de Franco, envanecido por el progreso de la guerra hasta la primavera de 1938, de quedarse con el material de la Legión Cóndor para afianzar su propio ejército (en la que, probablemente, también tuviera cabida el material italiano) estuvo sometida a un largo debate político-militar que para el Gobierno de Burgos evolucionaba en función de la campaña. Berlín, por su parte, tuvo que considerarla bajo dos enfoques estrechamente relacionados con su expansionismo europeo: sacar al personal de España para acometer la incorporación militar de Austria y los Sudetes, y estrechar los vínculos comerciales con Franco para garantizarse el suministro de materias primas para su industria de guerra.
Pero
en esta evaluación, Berlín nunca perdió de vista –ni el contacto- con Roma, que
pese a pactar con Londres una progresiva reducción del CTV para afianzar su
propia política en África, se mostraba reacia a abandonar del todo España.
Todo
este análisis nos permite extraer algunas conclusiones y varios interrogantes. Sin
embargo, esta hipotética salida de la Legión Cóndor de la guerra también nos
genera una serie de interrogantes:
¿alemanes
e italianos mostraron en algún momento (abierta o veladamente, de manera
respectiva) su deseo de dejar de intervenir militarmente en España convencidos
de que, en breve, la victoria sería de Franco? Probablemente sí. La división
del territorio republicano en dos grandes zonas (Zona Norte catalana y Zona
Centro sur) quizás hizo pensar a Berlín y Roma que la dinámica de la guerra,
aunque les disgustara que fuera planteada por Franco como una contienda de
desgaste a la usanza de la I Guerra Mundial, conduciría, más tarde o temprano,
a una victoria para el bando nacional.
En
relación a dicho planteamiento, la victoriosa defensa de Valencia en la línea
X-Y-Z por parte del Ejército Popular, así como la correosa resistencia de unas
ya mermadas -pero aún peligrosas- Fuerzas Aéreas Republicanas (FAR) analizadas
por Mallench y Vicente[51],
¿fueron dos elementos a tener en cuenta por los germano-italianos para mantener
la presencia humana y material en España? Aquí nos inclinamos a pensar que sí
resultaron elementos decisivos a la hora de mostrar a Franco que la República
aún no estaba vencida.
Y,
aun así, si hemos de hacer caso a la reunión del infante de Orleáns con Fith
(Volkmann) y Plocher, el 13 de julio, sin valorar los resultados de la ofensiva
de Levante (que aún estaba en su curso final) y sin contar con la sorpresa que
le depararía al bando nacional la ofensiva republicana del Ebro, los alemanes
aún seguían pensando en dejar España.
Por
otro lado, habida cuenta del enorme trasiego diplomático ocurrido entre Berlín,
Burgos y Roma a cuenta de la posible salida de la Legión Cóndor ¿tuvo
conocimiento el Gobierno de Juan Negrín (y, por extensión la Unión Soviética) de
esta posibilidad? Nada ha trascendido al respecto en la documentación y
bibliografía publicada. Ángel Viñas no se ha hecho eco de ello en la trilogía
que le ha dedicado a la República[52],
ni tampoco aparecen referencias en la reciente y documentadísima publicación
sobre el papel de Indalecio Prieto en la contienda, ministro de Defensa
Nacional al iniciarse la ofensiva sobre Levante[53].
Y por último, después de tantos años, es fácil analizar con retrospectiva hechos como el que analizamos aquí que, de haberse consumado (o sido conocidos por el gobierno republicano) podrían haber dado un giro a la contienda; pero no es menos cierto que este desconocimiento también podría haber afectado al bando de Franco, pues cuando en la primavera de 1938 los alemanes e italianos se estaban cuestionando los efectos políticos y militares de su permanencia en España, el Gobierno de Negrín recibía el espaldarazo económico de Moscú para mantener el pulso en Levante y apuntalar sus propias apuestas político-militares: la ofensiva del Ebro, la retirada de las Brigadas Internacionales y aguardar el resultado del choque entre fascismos y democracias en la conferencia de Múnich (julio a septiembre de 1938).
Fuente:
https://publicaciones.defensa.gob.es//Revista de Historia Aeronáutica N° 36.
Año 2018.
[1] Hemos utilizado el
texto publicado por F.G. Landáburu “Los protocolos de Hossbach” en Historia
Militar, N° 338; mayo-junio 1970.
[2] A fin de
contextualizar este documento con los acontecimientos de España, en esos
momentos el Gobierno republicano se preparaba para iniciar la conquista de
Teruel, mientras que Franco planificaba una repetición de la fracasada ofensiva
italiana por Guadalajara en 1937 para aislar y tomar Madrid.
[3] Hitler no andaba muy
desencaminado ante esta eventualidad. El 13 de marzo de 1938, después de la
anexión alemana de Austria, se reunió en París el Comité Permanente de Defensa
Nacional en el que el Gobierno francés evaluó la posibilidad, por razones
estratégicas, de intervenir en la guerra de España. Entre las múltiples
opciones que se barajaron se encontraba la invasión de Mallorca, pero se
desechó por la debilidad de la aviación francesa.
[4] Landáburu, op, cit, página 66.
[5] Estos acuerdos,
llevados a cabo mediante los consorcios HISMA/ROWAK, han sido estudiados
ampliamente por A. Viñas en El honor de la República (Crítica, 2009. Barcelona;
pp.107-122) y P. Barbieri La sombra de Hitler: El imperio económico nazi y la
Guerra Civil española (Taurus, 2015). Como curiosidad, cabe decir que los
alemanes trataron de sacar el mayor partido al conflicto español hasta el punto
de venderles material bélico germano ¡a los republicanos! Este tráfico ha sido
analizado por G. Howson, e involucraba a empresas de armamento alemanas y
austriacas y altos jerarcas nazis como el propio Göring. El servicio de
espionaje del bando nacional supo que el Reichmarshall se llevaba una comisión
de una libra esterlina por cada fusil Máuser de un pedido de 750.000 unidades
fabricadas por una empresa austríaca en marzo de 1938. Estos fusiles fueron
vendidos a una empresa griega que se los hacía llegar a la República. La
captura de material fabricado alemán despertó las alarmas del Gobierno de
Burgos, que denunció –tardíamente- el hecho al Gobierno griego del General I.
Metaxás (Armas para España. Península. Barcelona; pp.278 y ss).
[6] La propuesta de
expansionismo era contundente, pero no fue bien acogida por algunos políticos y
militares alemanes. Von Blomberg y Von Fritsch se opusieron a la guerra porque
consideraron que Alemania no estaba preparada y fueron destituidos el 4 de
febrero de 1938. Hjalmar Schach, ministro de Economía dimitió porque los gastos
militares estaban provocando la inflación en la economía alemana (y protestaba
por la injerencia de Göring, a quien consideraba un incompetente en finanzas,
en la economía del Reich.
[7] La ayuda alemana a
España, San Martín, 1975, página 97. Hidalgo insiste en la oposición de
Volkmann a la política militar de Franco, aduciendo –sin proporcionar la causa-
la destitución de Von Blomberg, Von Fritsch, Schacht y Neurath, quizás porque
Hitler les consideraba opuestos a sus planes.
[8]
Hitler´s Luftwaffe in the Spanish Civil War. Greenwood Press; 1983,
página 182.
[9] La Legión Cóndor.
Plaza y Janés. Barcelona, 1978; pp. 242 y ss.111
[10] Es cierto que se produjo un desembarco de material en este mes que dio lugar a una incursión especial de la LC en los puertos valencianos (Operación Neptuno), pero, como han señalado Vicente y Mallench en “La inexpugnable línea XYZ” Ares N° 49, las unidades que defendieron Valencia en la línea X-Y-Z, no tuvieron nada que ver con los mandos y unidades comunistas que sí jugaron un papel determinante en el Ebro, donde la aviación republicana recibió el grueso de sus envíos.
[11] Op. cit.; p.245.
[12] Después de Hidalgo, Garriga, Proctor y Galland, la posibilidad de repatriar a la LC tan solo ha pasado prácticamente inadvertida en la bibliografía reciente sobre el conflicto y la Legión Cóndor. Jesús Salas Larrazábal mencionó en la década de los 80 la posibilidad de la repatriación para junio de 1938 de los bombarderos, pero sin citar la cesión de material: “… que se venía preparando con la sustitución por españoles de la tercera parte de las tripulaciones, una por patrulla, de sus polimotores”. (Historia de la Aviación Española. IHCA; 1988; página 234), pero no lo trató en su reciente tetralogía (Guerra Aérea, 1936-1939) sobre la contienda. F. Pedriali en Guerra di Spagna e Aviazione Italiana, Societa Storica Pinerolese, 1989) solo ha mencionado que la LC estaba muy mermada de material (p.304); tampoco fue comentado por K. Ries y H. Ring (The Legion Condor. Schiffer, 1992). Recientemente, ni R. Arias Ramos (La Legión Cóndor en la Guerra Civil, La Esfera de los Libros, 2003) menciona este hecho, pese a que la propuesta tuviera un considerable peso diplomático, gran calado político y apuntaba a medidas que afectarían notoriamente a Franco y sus aliados italianos.
[13] Archives Secrètes de
la Wilhemstrasse. Vol III. L´Alemagne et la Guerre Civile Espagnole, 1936-1939.
Plon. París, 1952; (en adelante, ASWAGCE).
[14] ASWAGCE, p.495 a 497.
[15] La debilidad de la
Luftwaffe era notoria entre sus propios integrantes, como así lo señalaba el
propio piloto de caza T. Osterkamp en sus memorias. Lo que salvó a Berlín fue
la división y la falta de una postura enérgica ante el primer paso del
expansionismo de Hitler (Siempre piloto de caza. Fermín Uriarte editor, 1957).
Agradecemos a F. Valero esta matización.
[16] ASWAGCE, p.499-500 y
514-515. A este respecto, cabe mencionar lo que señala el periodista Wilfred
von Oven (Hitler y la Guerra Civil Española, pp.289 y ss.) quien califica como
“chifladura de Franco” el cambio del ataque hacia Valencia y achaca a Canaris
un papel crucial en ese cambio de opinión tomada a raíz de un encuentro con
Franco el 4 de abril de 1938.
[17] Op. cit., páginas
515-516.
[18] Op. cit., páginas 519-520.
[19] En cambio, Berlín sí
tanteó a Roma: Weizsaecker contactó con Massimo Magistrati en la embajada
italiana de Berlín para que le preguntara a Mussolini su reacción ante una
posible retirada de tropas alemanas de España. Roma no respondió hasta un mes
más tarde indicando que, pese al acuerdo con los británicos, tan solo
pretendían reducir los efectivos del CTV.
[20] Op. cit., páginas
525-526 y 530. Telegramas del 27 y 29 de abril de 1938.
[21] ASWAGCE, informe del consejero Sabath del 30 de abril de 1938, páginas 532-534).
[22] Por aquel entonces,
Taboada pertenecía a la 1ª Brigada del Aire, desempeñando el empleo de
inspector de material de vuelo.
[23] AHEA, Colección
Kindelán, Referencia N2728-2, págs. 39 a 44.
[24] Conocemos exactamente
el empleo de cada uno de los citados en este documento gracias a que en el
Archivo Histórico del Ejército del Aire se conserva, y hemos podido consultar,
una escalilla (relación de jefes y oficiales destinados en el arma de Aviación)
de fecha 1º de mayo de 1938, justo siete días antes de fecharse esta carta. Por
otra parte, todo este personal ya estaba desempeñando importantes puestos de
responsabilidad de la recién creada 1ª Brigada Aérea Hispana. Creemos que la
supervivencia de la 1ª BAH podría quedar en el aire, o que el alto mando debía
tener previsto una serie de sustituciones de los mandos, bastante importante.
[25] Lacalle era en ese
momento, jefe de la 2ª Escuadra (S.79) de la 1ª Brigada del Aire.
[26] Mata estaba destinado
en esa fecha a la 2ª Sección de Estado Mayor.
[27] Rueda era el jefe del
4-E-14 (de He 70).
[28] Guerrero estaba en
ese momento en formación con los He 111 en una escuadrilla de la Legión Cóndor.
[29] Rambaud era jefe de
una patrulla de He 111 en la Legión Cóndor.
[30] Pombo estaba
destinado en el 1-G-22 de Ju 52.
[31] Eyarallar estaba
destinado en la 1ª Sección de Estado Mayor del Aire.
[32] Fernández era el jefe
de la Escuela de Pilotos.
[33] En aquel momento,
García-Morato estaba destinado al Estado Mayor de la 1ª Brigada del Aire.
[34] Soler era el jefe del grupo de He 70, llamado 7-G-14.
[35] Informe de Sthorer al
Ministerio de Asuntos Exteriores del 4 de mayo de 1938, p.537-538.
[36] Nota del consejero de
la legación, von der Heyden-Rynsch, del 2 de junio de 1938. Op.cit, p.552-553.
[37] Extractos de la
exposición hecha por el Coronel Jaenicke, Estado Mayor General,…. Op, cit.
p.554-556.
[38]
Op, cit.; p.572-573.
[39] Op, cit.; p.574-576.
[40] Nota del jefe de la
División Política III a. Op, cit. p.576-77.
[41] Ver Blas Vicente et
alii Italianos en la batalla de Levante (Operazione Levante, 13-25 de julio de
1938). Dobleuve Comunicación, 2014; pág. 63.
[42] Telegrama del
ministro de Asuntos Exteriores [Galeazzo Ciano] dirigido al ministro de la
Guerra italiano, al de la Aeronáutica y al jefe del CTV en España. Hemos tenido
acceso a la copia dirigida al Ministro de la Aeronáutica que se conserva en el
Ufficio Stórico della Regia Aeronáutica.
[43] AHEA, Colección
Kindelán, referencia N2728-2, págs. 48-55.
[44] 44 Lamentablemente, aún no han trascendido los anexos de estos informes.
[45] En el verano de 1938
había un empeño de los mandos españoles en sustituir los anticuados Cr.32
italianos por cazas alemanes. El propio García Morato viajó hasta el aeródromo
de La Senia a probar los aviones Bf 109 y He 112. Morato se decantó por los He
112 y pronto se crearía una unidad de caza con ellos.
[46] Proctor, op.cit;
página 216.
[47] Franco, por su parte, no se mostró pasivo e intentó saber en todo momento lo que pudiera ocurrirles a sus aliados en relación con sus respectivas políticas europeas. Si bien el Gobierno de Burgos conocía el envite político que Hitler, con el respaldo de Mussolini, iba a hacer en la conferencia de Múnich, su Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) le informó el 19 de agosto de 1938 que, en previsión de una retirada de la Legión Cóndor, Alemania no podía entrar en guerra porque, en esos momentos carecía de materias primas y víveres suficientes (Documentos inéditos para la Historia del Generalísimo Franco. Fundación Nacional Francisco Franco, 1992. Tomo 1; página 1051) Parte de esos recursos esenciales eran los que Berlín estaba tratando de asegurarse desde España para la futura guerra europea, poniendo toda la carne en el asador en la ofensiva de Levante y en el rechazo del ataque republicano en el Ebro.
[48] Memorias. Los
primeros y los últimos. AHR. Barcelona, 1955; página 69.
[49] Datos obtenidos de
Blas Vicente y Juan Arráez: “Historia de las Brigadas Aéreas. 2ª Parte”, en
proceso de edición.
[50] Fallecido el mismo día que el comandante García Morato. Puede leerse un extenso artículo sobre ambos en http://museoaviacionmilitarespaola.blogspot.com.es/2016/11/joaquin-garcia-morato-y-jose-ibarra.html.
[51] Op. cit.
[52] La soledad de la
República (2006), El escudo de la República (2007) y el Honor de la República
(2009) publicados por Crítica; Barcelona.
[53] Octavio Cabezas Moro
Indalecio Prieto en la guerra civil. Ministerio de Defensa -Marcial Pons.
Madrid, 2018. Prieto casi siempre estuvo bien informado de lo que ocurría en el
bando enemigo, pero conviene señalar que cuando surgió la posibilidad de que
las tropas alemanas abandonaran España, el político socialista acababa de
abandonar el Ministerio, cuya titularidad pasó a manos de Negrín.