Por
Guillermo Carvajal
Uno
de los eventos menos conocidos de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar en 1941,
cuando británicos, iraquíes, alemanes e italianos se enzarzaron en una batalla
por el control del país mesopotámico. La campaña, que se conoce como Operación
Sabine o Guerra Anglo-Iraquí, duró apenas mes y medio pero jugó un papel
decisivo en el devenir del conflicto mundial.
En
marzo de 1940 era nombrado primer ministro de Irak el antibritánico Rashid Ali
al-Gailani. Los británicos querían que Irak rompiera relaciones con Alemania e
Italia, algo a lo que Gailani se negó rotundamente. Al contrario, haciendo
visible su disgusto por el control extranjero de su país, estableció contactos
con diplomáticos nazis y fascistas, y obstaculizó el movimiento de las tropas
inglesas.
Las
sanciones y represalias económicas no tardaron en llegar y supusieron la caída
de Gailani, sustituido el 31 de enero de 1941 por un primer ministro más de
agrado británico, Nuri al-Said. Pero Gailani no se quedó quieto y organizó un
golpe de estado. El 2 de abril se llevaba a cabo y volvía a hacerse con el
poder, aunque sin derrocar la monarquía.
Su
primer acto como nuevo primer ministro fue cancelar la alianza anglo-iraquí y
cortar el suministro de petróleo a los británicos. También declaró que las
tropas inglesas ya no estaban autorizadas a atravesar Irak a menos que las allí
estacionadas se retirasen.
La
respuesta británica fue enviar 9.000 soldados más, que desembarcaron en Basora
el 18 de abril. Doce días después los iraquíes cercaban la base inglesa de
Habbaniyah con una fuerza de aproximadamente 6.000 hombres y 30 piezas de
artillería. El 2 de mayo comenzaba la batalla por el control de ese punto
estratégico.
Los
británicos disponían de 18 tanques y 96 aviones, la mayoría de entrenamiento
pero que fueron modificados sobre el terreno para transportar bombas. Esta
superioridad aérea inclinaba la balanza a favor de los ingleses, a pesar de que
las fuerzas de tierra iraquíes estaban mejor preparadas.
Por
ello el gobierno de Gailani solicitó apoyo militar a las potencias del Eje.
Hitler, viendo la oportunidad de abrir un nuevo frente aprobó la petición y
puso al frente de la operación al General Hans Jeschonnek de la Luftwaffe, con
el título de Fliegerführer Irak.
Así,
entre el 10 y el 12 de mayo de 1941, 12 aviones Heinkel He 111 y 14
Messerschmitt Bf 110 llegaron a Mosul para apoyar al ejército iraquí. Desde las
bases aéreas de la Francia de Vicky en Siria se enviaron también 13 Junkers Ju
52 y Junkers Ju 90. A ellos se sumó un escuadrón de cazas de la Regia Aeronáutica
italiana. Todos estos aviones fueron pintados con distintivos iraquíes. De
repente Irak se había convertido en un campo de batalla de la Segunda Guerra
Mundial.
El
caso es que con toda la superioridad de la RAF se impuso. Los aviones del Eje
se hallaban muy lejos de sus bases de aprovisionamiento, y los británicos
continuaban desembarcando tropas y tanques, casi un centenar, en Basora. Para
el 27 de mayo ya estaban en Bagdad. Dos días después huía de la ciudad todo el
personal de la Luftwaffe y los diplomáticos alemanes, junto con Gailani y la
mayor parte de sus ministros. Lo hacían en los dos últimos aviones que les
quedaban, dos Heinkel He 111, con destino a Berlín.
Se
firmó el armisticio y se reinstauró un gobierno probritánico. De ese modo se
evitó la expansión del Tercer Reich en Oriente Medio, y se aseguró el acceso
aliado al petróleo iraquí. En 1942 Irak se convirtió en el primer país musulmán
en declarar la guerra a las potencias del Eje.
Fuente: https://www.labrujulaverde.com