8 de junio de 2021

FIGURAS DE LA AVIACIÓN ESPAÑOLA: JUAN LARIO SÁNCHEZ

 

 

Juan Lario con uniforme ruso


Por Rafael de Madariaga Fernández

 

De entre el grupo de pilotos de la República Española que se formaron en la Escuela de Kirovabad, Azerbaiján, durante la Guerra Civil española pocos hubo tan distinguidos como Juan Lario, formado en la Segunda Promoción, que se anotó un buen historial durante año y medio de contienda, marchó a Rusia y participó muy activamente con la Fuerza Aérea Soviética en la II Guerra Mundial.

 

Su historial ha sido parcialmente publicado en su propia biografía que se extiende solamente durante la contienda nacional, denominada “Habla un Aviador de la República”, del año 1973, así como en distintos artículos publicados en revistas nacionales de Historia y de Aviación[1].

 

Introducción y años juveniles

 

Juan Lario nació en Madrid en 1918 en el seno de una familia de clase media en la cual era habitual ver trabajar a cada miembro desde bien jóvenes, con el ejemplo de su padre que era Maestro de Obras con un constructor. Obtuvo su formación inicial en los colegios públicos de los años treinta y tenía trece años cuando llegó “la República más democrática del mundo”, según decía algún eslogan de la época, en abril de 1931.

 

El 18 de julio de 1936 ya se había convertido en delineante en la empresa de su jefe que era el mismo que el de su progenitor. Su futuro inmediato era convertirse en Aparejador de Obras, lo que luego se configuro como Perito e Ingeniero Técnico de Caminos.

 

Los inicios de la guerra en Madrid le llevaron como a tantos operarios y estudiantes jóvenes a encuadrarse en las milicias y pronto se vio realizando su entrenamiento elemental en Canillejas y en Vicalvaro, encuadrándose en el 4º Batallón de Juventudes de Las Ventas, barrio donde vivía la familia. Participó en los combates de Somosierra y Buitrago a las órdenes de José Galán, hermano del Capitán Fermín Galán, fusilado en diciembre de 1930 por la prematura sublevación de Jaca.

 

Su primer batallón denominado “Río Tinto” quedó al poco tiempo en cuadro por las bajas en la carretera de Burgos y se encuadró en el “Capitán Benito”. Juan describe con sorna muy típica suya la diferencia entre los combates en la Sierra y la vida en la retaguardia, en el Madrid casi cercado que alterna el cine con los bombardeos, las películas soviéticas como “Los Marineros del Kronstadt” con el Festival de Estrellita Castro, los cañoneos de las zonas centrales de la ciudad de Madrid, con las actuaciones del payaso “Ramper” o del actor “Sepepe”.

 

Contempla con asombro algunos combates aéreos sobre la capital, con la envidia que producía aquella actividad aeronáutica incipiente en los soldados de infantería; se decían “¡¡Que pericia la de aquellos hombres!!, que manejaban los Chatos, Moscas, Pavas y Fiats[2].

 

El día 6 de noviembre de 1936 los distintos batallones se replegaron para proteger los barrios de Madrid y fueron distribuidos por los límites exteriores de los barrios de Cuatro Caminos, Tetuán, Fuencarral, el Puente de San Fernando, la Cuesta de las Perdices y Pozuelo de Alarcón. En los primeros días de 1937 participa en los combates en Pozuelo y Aravaca hasta la retirada hacia la carretera de La Coruña. A juzgar por los lugares que cita debió combatir casi a ojos vista junto a Manuel Montilla, que se ganaba los galones de Sargento y luego de Teniente eventual junto a las tapias del cementerio de Pozuelo por esas mismas jornadas. Ambos coincidirían en la Segunda Promoción de pilotos en Rusia. Herido en un pie y en la mano pasó convaleciente a Valencia y se incorporó como Sargento en marzo del mismo año a su unidad.

 

La guerra de España

 

En abril de 1937 se convocaron exámenes para Aviación, y Juan Lario se trasladó con un nutrido grupo de jóvenes entusiastas hasta Albacete en autocar y luego hasta Cartagena en ferrocarril y a La Ribera en coche. Como las restantes promociones de futuros pilotos pasaron los seleccionados al Monasterio de Los Jerónimos, junto a la ciudad de Murcia donde comenzaron clases e instrucción. El 22 de mayo se juntaron en Barcelona los miembros de la Segunda Promoción que permanecieron allí cuatro semanas y luego marcharon a Port Bou, a continuación, a Marsella, en barco a Odesa y por ferrocarril a Moscú.

 

Se vio sometido a todas las experiencias y al entrenamiento que los rusos habían diseñado para los futuros aviadores de la República y fue encuadrado entre los que se especializaron en Polikarpov I-15 Chatos. En aquellos momentos, desde las experiencias de la promoción anterior ya no perdían tiempo ni horas de vuelo en soltarlos en todos los aviones que habían llevado a la escuela; los especializaban en el avión que iban a volar en España de forma casi directa por lo cual Lario voló allí primero el U-2 biplano de entrenamiento, el I-5, un complicado avión de caza ya algo anticuado y difícil y a continuación el I-15 Chato. Después de su estancia en Kirovabad volvieron por Moscú, Leningrado, Bélgica, El Havre, Paris, Puigcerdá, Barcelona y Madrid a donde llegó el 31 de diciembre de 1937; habían pasado 192 días desde el 22 de junio de 1937 en que partió en el buque “Theophile Gautier”. Pasó quince días de permiso con su familia en el Barrio de Quintana; ya no llegó a tiempo de ver a su padre que falleció el día 12 de ese mismo mes.

 

Su primer destino como Sargento de Aviación lo llevo a Sabadell donde se estaba formando la 4ª Escuadrilla de Chatos al mando de Ladislao Duarte, un magnífico piloto acreditado por su experiencia en el Frente Norte, que luego continuaría su carrera como piloto de combate en Rusia durante la II G.M. A su llegada los recibió el Comandante Arcega en el chalet de Fuerzas Aéreas situado en el Tibidabo, donde se albergaba la Sección de Personal. La 4ª en aquel momento se completaba con los novatos Marquina, Muñoz, Orozco, López, Negrín y Lario, que se mezclaban con los veteranos del Norte como el propio Duarte, Llorente, Recalde y Castillo.

 

En enero de 1938 la escuadrilla tenía solamente cuatro aviones. Pronto pasó Lario a la 2ª de Chatos que se encontraba en El Toro al mando del Teniente Leopoldo Morquillas. Para la que luego se llamaría Batalla de Teruel los Moscas estaban desplegados en Villar del Arzobispo junto a la 3ª de Chatos del Teniente Juan Comas. Comienza su aprendizaje con el dominio completo del propio avión, dedicando mucha atención y análisis, para luego poder utilizarlo como máquina de guerra. De lo más importante para el combate es ver todo lo de alrededor, tener idea del conjunto y estar pendiente de todos los detalles de cada ángulo.

 

Como piloto de Grumman Delfín en el Grupo 28.

 

Piloto de Chatos sobre Teruel y Levante

 

Por último, se reúnen los Chatos con dos escuadrillas en El Toro y dos en Barracas, teniendo lugar sobre los campos de Teruel los primeros combates en que los alemanes comienzan su empleo de la pareja distanciada o elemento táctico de combate simple; dos parejas formaban el “schwarme”, la formación táctica después llamada por los americanos el “four finger tip”.

 

Cuando estaba finalizando ya la Batalla de Teruel, en marzo de 1938, había en la Aviación Republicana cuatro escuadrillas de Chatos completas y seis de Moscas, y se estaban fabricando en Reus los Chatos I-15 a razón de un avión diario. Todas las unidades funcionaban con doce aviones, aunque algunas tenían hasta quince, aproximándose la cifra total de aviones operativos a 130.

 

Durante la retirada en Aragón hacia Cataluña, los Chatos estuvieron estacionados en Balaguer, Lérida y Tárrega. Los sublevados llegaron al mar Mediterráneo por Vinaroz, separando en dos zonas el territorio de la República, estableciéndose por breve tiempo el frente a lo largo de los ríos Segre y Ebro desde el 20 de abril de 1938. En mayo de ese mismo año la 2ª y 3ª Escuadrillas de Chatos se ubican en El Vendrell. Por aquellos días sufrió Lario un accidente en Igualada por el cual tuvo que ser hospitalizado en la Clínica Platón de la Bosanova, en Barcelona, donde fue visitado por el Comandante Lacalle.

 

El 25 de mayo una vez ya repuesto, pasó destinado al nuevo Grupo 28 de Grumman F-2, Delfín, una nueva unidad que se estaba formando en Celrá recibiendo los aviones que se montaban en Vic. La suelta la realizó en el enorme aeródromo de Celrá, donde habitualmente estaban estacionadas dos escuadrillas de bombarderos SB-2 Katiuska. El Grumman F-2 era un biplano, biplaza dotado con un motor Pratt and Whitney de 900 c/v, tren retráctil, dos ametralladoras de 7,7 m/m, una de ellas para tiro frontal a cargo del piloto y la otra montada en una torreta giratoria. Podía llevar seis bombas de 50 kilos y alcanzaba una velocidad de 300 kilómetros por hora.

 

Con ellos se formó el Grupo 28 al mando del Comandante Lacalle como jefe, el Comandante Allende como jefe de Estado Mayor y el Capitán Riverola como segundo jefe. Su primer asentamiento fue Cardedeu considerándole como avión de asalto y luego del entrenamiento en mayo y junio se pudieron considerar listos para el combate. Poco antes del comienzo de actividades del nuevo Grupo, Juan Lario ascendió a Teniente, lo cual da buena prueba de su valía, ya que el sistema de asignación de condecoraciones o reconocimiento de méritos en la Republica simplemente no existía, a excepción de los ascensos: todos los Sargentos que luego de un periodo de servicios de guerra de varios meses tenían méritos suficientes, eran ascendidos a Tenientes, como única recompensa.

 

Actuando con los Grumman Delfín

 

Durante los meses siguientes actuó en misiones de bombardeo, reconocimiento y ametrallamiento en muy distintos frentes, sacando buen partido a las magníficas condiciones del avión, que dotado de equipo de radiofonía, permitía novedosas posibilidades de actuación con bastante precisión, información en vivo sobre las posiciones de tierra e incluso la activación por radio con despegue inmediato, conectados a una central de radio-transmisión móvil a bordo de un vehículo Chevrolet y otra central fija en Valencia.

 

Con estas características los Grumman F-2 prestaron buenos servicios como aviones de asalto actuando desde Reus, Liria y Requena, y el aeródromo de Carlet. También efectuaron vigilancia en el entorno de Cartagena desde El Carmolí, no llegando a emplearse en la Batalla del Ebro ni en Extremadura. El Teniente Morquillas había cedido a Lario para la constitución de la 1ª Escuadrilla del Grupo 28 a condición de que pasara a ser jefe de la segunda patrulla y segundo jefe de la escuadrilla. Por esto el ya Teniente Juan Lario se hizo cargo del Grumman CD-013/-4, llevando habitualmente como tripulante al Sargento ametrallador-bombardero Ángel Martínez Torrijos como su operador de armas. Las dos escuadrillas del Grupo 28 se separaron el 30 de junio de 1938 pasando la 1ª a la zona centro en la cual luego de ubicarse provisionalmente en un par de campos, se fijaron en Carlet.

 

Lario se queja de la retaguardia llena de molicie y escaso espíritu de victoria que reinaba en la Valencia del otoño de 1938. Estaba todo lleno de gentes de alubión, la mayoría no valencianos, predominando los típicos emboscados y vividores. Los aviadores del grupo patrullaban sobre la ciudad para ahuyentar a los incursores que venían desde Mallorca.

 

De Valencia pasan a Igualada y tiene la oportunidad de ver a su madre en Madrid a finales de septiembre de ese año, sin saber que estaría 19 años sin verla desde aquel día.

 

Según el libro “DELFIN” de David Gesalí “Las tripulaciones esperaban en la cabina como única medida válida para que los tres aviones fuesen más eficaces en la interceptación, pero tras una patrulla de una hora aterrizan sin novedad y con el mal sabor de que Valencia ha sido bombardeada por la Aviación Legionaria de las Baleares. Las dificultades que tienen los Grumman para interceptar a los bombarderos son tremendas. Los atacantes llegan a una altura que roza el techo operativo de los defensores, asimismo, la velocidad ascensional del Grumman es floja, en realidad es su punto más débil. La única solución posible son las largas patrullas volando a 5.000 metros esperando ver algo. Pero con cuatro dotaciones y tres aparatos el acertar es una quimera, y si se consigue, generalmente en solitario y con ametralladoras deficientes, un suicidio”. Esta es la amarga realidad de la defensa de Valencia por las patrullas de los Grumman Delfín en el Levante de la República en 1938.

 

Junto a miembros de su Escuadrilla en el Grupo 28.

 

Juan no se ve libre de las exageraciones de la época, surgidas entre los combatientes acerca del número extraordinario de aviones que los llamados nacionales podían poner en vuelo. Con los años se ha visto que la diferencia no era tan abultada, simplemente la organización era mejor y los medios estaban proporcionados a las necesidades: la capacidad de aglutinar unidades para una campaña u ofensiva en muy poco tiempo y concentrarlas en el lugar adecuado era superior a la de los gubernamentales. También las aportaciones de alemanes e italianos eran mucho más regulares en su cadencia, que las aportadas por los soviéticos.

 

Lario voló en España Chatos y Grumman, aviones que según su criterio cumplían con su cometido; en Rusia voló además el I-16 pero al mismo tiempo llegó a pilotar hasta veintiún tipos distintos de aviones de caza, soviéticos, ingleses y norteamericanos, lo cual lo convirtió en uno de los más expertos aviadores españoles durante la II Guerra Mundial.

 

La retirada sobre Cataluña y el final

 

Los Delfines actuaban sobre las trincheras de los contrarios usando la formación en “pescadilla” mientras los nacionales le llamaban “cadenas”; los Delfines estaban practicando el bombardeo en picado desde mayo de 1938, pero debido a su incapacidad de estabilizar la velocidad durante el picado, no podían hacerlo de forma pronunciada, bajo el peligro de no poder recuperarlo. En la retirada de Cataluña Lario pasa como refuerzo a la 2ª Escuadrilla de Grumman y continuó con la subsiguiente unidad de Costas, la 2ª Escuadrilla del Grupo 71, hasta el final de la campaña. Durante la gran retirada hacia Cataluña desde el 23 de diciembre de 1938 ya se evidenciaban grandes diferencias en el número de aviones, hombres y material entre los dos bandos. El 26 de enero es la toma de Barcelona y las Fuerzas Aéreas republicanas todavía tienen cincuenta aviones en vuelo, pero la desorganización es brutal. Los Grumman van de Sabadell a Cardedeu, próximo a Granollers y de ahí a Cassá de la Selva y la mitad de la unidad a Figueras, donde se encuentran también la 2ª y 3ª escuadrillas de Superchatos I-15 Bis.

 

Finalmente, solamente les quedan los aeródromos de Figueras y Villajuiga con el Comandante Allende como jefe de Estado Mayor. El último día en Villajuiga es el 6 de febrero de 1939, desde donde se emprende la retirada final hacia Francia. Llegados a Argelés, Lario es de los que protagoniza al menos dos escapadas con sus vueltas correspondientes, recorriendo la zona desde el Castillo de Colliure, a través de Port Vendrés y Saint Ciprien. En Perpignán consigue un pasaporte con el que ya llegaría unido al resto de aviadores a Pau, y al campo de Gurs, en Olorón Saint Marie, departamento de los Pirineos Occidentales. En la documentación del libro de David Gesalí sobre los Grumman, Juan Lario figura como Capitán, pero se debe sin duda a contabilizarse el ascenso que Hidalgo de Cisneros comunicó a todos los pilotos combatientes en los días finales de la guerra, pero que no se materializó en órdenes ni boletines oficiales.

 

Componentes de la 1ª Promoción de Kirovabad.

 

El 28 de mayo de 1939, con sus documentos en regla para emigrar a la URSS, cincuenta miembros de la Aviación de la República marchan a Pau y luego a El Havre, embarcando el día 29 a las cinco de la tarde en un vapor hacia Rusia.

 

En la URSS hasta el 21 de Junio de 1941

 

El 7 de junio de 1939 desembarca Juan Lario en Leningrado, ciudad en la que todos los españoles emigrados son recibidos “con grandes muestras de cariño y enviados, en coche cama a Járkov, vía Moscú”. A continuación, estuvieron un grupo de pilotos en la Casa de Reposo de Zanki, también en Ucrania, durante varias semanas. Al cabo de dos meses, ya que su titulación civil es la de aparejador, entra a trabajar como delineante en una fábrica de maquinaria agrícola.

 

Trabajó en Járkov hasta principios de 1941; luego realizó estudios de sociología en Moscú junto a muchos extranjeros, franceses, búlgaros, chinos entre los cuales conoce a Chou En-Lai, el que andando el tiempo sería uno de los máximos dirigentes de la Republica Popular china.

 

En la noche del 21 al 22 de junio, domingo, Alemania invade Rusia. La invasión fue una enorme sorpresa para todos los españoles exiliados en la “Patria Soviética”, pero una vez pasada la paralización inicial, la mayoría de los hispanos reaccionaron tratando de colocarse de inmediato en las fuerzas armadas, aceptando de buen grado cualquier puesto, muchas veces muy por debajo de su experiencia y de sus conocimientos militares, que habían obtenido en la pasada y todavía muy presente Guerra de España.

 

La gran guerra patria

 

Según el propio Lario, “El comienzo de la guerra germano-soviética el 22 de junio de 1941 sorprendió a Domingo Bonilla, Antonio Arias y Juan Lario en Moscú, con motivo de hallarse cursando estudios en un centro docente, a unos 20 kilómetros de Moscú. Tres días después, el 25 del mismo mes estos tres aviadores fueron trasladados, juntamente con un nutrido grupo de españoles residentes en la capital por orden de la “superioridad política” a un recinto denominado “Escuela Superior del Comisariado del Interior”, situado en la calle Kirov. Allí se efectuó una selección de voluntarios españoles para ser combatientes, contabilizando a ciento cincuenta que deseaban encuadrarse en las unidades de combate. Los congregados fueron instalados en el Estadio “Dinamo”. “Transcurridos dos días, ya efectuados los trámites oportunos, correctamente uniformados y armados, todos los componentes de este grupo especial, bajo el mando de oficiales soviéticos abandonaron el mencionado centro, excepto los tres aviadores que por orden “venida de arriba” deberían esperar instrucciones complementarias. Naturalmente a estos tres antiguos amigos las autoridades correspondientes rogaron con carácter voluntario, la confección de un informe sobre los veteranos aviadores españoles que habían luchado en España. Al cabo de quince días comenzaron a llegar los colegas incluidos en la relación demandada por nuestra jefatura, pertenecientes a los núcleos colectivos de españoles afincados en Moscú y Gorki (Antigua Nizni Nóvgorod)”.

 

A estos núcleos originales no pudieron unirse otros ex-combatientes de la Guerra de España que se encontraban en Járkov y que debido al rápido avance alemán en Ucrania se vieron sorprendidos, participando en cambio en una retirada desde aquella ciudad hasta Voronezh, combatiendo a base de golpes de mano y destruyendo material de los ocupantes, avanzando hacia la retaguardia por senderos y caminos paralelos a los invasores. Ese grupo estaba formado por José María Bravo, Andrés Fierro, Mariano Chico, Belda, Alberca, Nogués, Zarauza, Herrera, Sancó y así hasta cerca de treinta combatientes, que formaban a las órdenes del Coronel Stárinov, del Comandante Domingo Ungría y el Capitán Francisco Gullón. Todos ellos se vieron impulsados a actuar primero como guerrilleros y los que ya eran pilotos pasaron un año más tarde a prestar servicios en Aviación.

 

El núcleo originario de lo que Lario denominaba el “Grupo de los diecinueve” estuvo compuesto por los tres pilotos mencionados en primer lugar. Además, el núcleo de la Fabrica “Stalin” estaba formado por Francisco Meroño, Antonio García Cano, Vicente Beltrán, José María Pascual “Popeye”, Manuel León, Severino Burgueño, Francisco Benito, todos ellos pilotos, Damián Macayá, observador, José Moretones, ametrallador-bombardero, y Jesús Rivas Concejo, mecánico. Del “Instituto Pedagógico Mendeleiev” procedía solamente el aviador Fernando Blanco de la Carrera, Teniente observador de SB-2 Katiuska en España y formado como piloto con la Cuarta Promoción de Kirovabad.

 

El núcleo de la Fabrica “Molotov” de Gorki estaba formado por Ladislao Duarte Espés, Alfredo Fernández Villalón de la Jara, Francisco Paredes, Isidoro Nájera, todos ellos pilotos e Ignacio Aguinaga, mecánico.


Lario junto a otros pilotos rusos que volaban Spitfire MK-IX.

 

Guerrilleros aéreos en los Urales

 

“En la primera decena de agosto de 1941 este grupo comenzó los vuelos de entrenamiento en el aeródromo Chékalov, enclavado a 30 kilómetros de Moscú, pilotando los entonces modernísimos aviones de caza Yak-7 y Yak-1. A finales de agosto nos trasladamos a la lejana ciudad siberiana de Sverdlovsk, la antigua Ekaterimburgo, en la región central de los Montes Urales.

 

Desde la fecha de llegada hasta el 9 de noviembre del mismo año, permanecimos en la citada ciudad ejercitándonos en vuelos de toda clase, utilizando aviones alemanes de los tipos Ju-88, Do-217, Me-109 y Me-110, con vistas a efectuar vuelos de guerrilla sobre la retaguardia enemiga y “rapto” de aviones en los aeródromos alemanes, cooperando con los destacamentos guerrilleros terrestres, tal como se planeó y ejecutó durante el verano de 1942 (táctica sin precedentes en la historia de las guerras aéreas)”.

 

Parece ser que volaron desde el aeródromo de Aramil, próximo a la ciudad citada. Los aviones de origen alemán habían sido conseguidos directamente de los germanos con anterioridad a la guerra, dentro del Pacto de No-Agresión firmado en agosto de 1939 por Molotov y Von Ribbentrop. Otros se consiguieron durante la Guerra de España y fueron trasladados con gran sigilo en barco desde la Península. Los aviadores fueron distribuidos con arreglo a su experiencia, ocho de ellos en los cazas, tres en el caza pesado bimotor, tres pilotos y dos observadores en los bombarderos y dos expertos mecánicos como técnicos con plaza en vuelo, usando las nuevas técnicas empleadas por los germanos.

 

Como aviones auxiliares con los cuales entrenarse inicialmente, dispusieron de Messerschmitt Me-108 Taifun y Foke Wulf FW-145. La táctica de introducir aviadores en retaguardia enemiga, no dio el resultado previsto, pese a ser probado en concretas ocasiones. Lario estuvo volando los Me-109, una experiencia que le sería muy útil más adelante.

 

Se produjo un grave accidente despegando en un Ju-88 en el cual resultaron gravemente heridos Manuel León, Ignacio Aguinaga que perdió el uso de las piernas y el Coronel Opadchi, encargado del programa.

 

Defensa de Moscú hasta junio de 1942

 

Bien por este hecho, bien por cambio de planes, el grupo de los “Diecinueve” fue retirado y desde noviembre de 1941 hasta finales de junio de 1942 quedó integrado en las escuadrillas de la Iª Brigada Aérea Especial de Guardafronteras, dependiente del Comisariado de Interior, (o Comisariado del Pueblo de Asuntos Interiores, NKVD ) unidad que días antes había arribado a Moscú desde el Lejano Oriente, para cooperar en la crítica defensa de la capital, quedando emplazada en el aeródromo de Bíkovo, a 30 kilómetros al sur del extenso núcleo urbano. Participaron en la defensa de la capital hasta finales de mayo de 1942, aunque ya pilotando los aviones de caza soviéticos MIG-1 y MIG-3 y dejando a un lado las operaciones especiales con aviones alemanes. Luego del regreso de los “Diecinueve” a Moscú y su actuación en Bíkovo, pasaron a mediados de junio de 1942 a diversas unidades de caza de la Defensa Contra Aeronaves, PVO, en grupos de dos a tres pilo

 

Los nuevos cazas soviéticos MIG tenían características similares y además de las dos ametralladoras de grueso calibre, llevaban bajo las alas los famosos cohetes reactivos R-S Reaktiuni Snariad, tan potentes que uno de ellos usado por un avión de asalto como el Iliushin IL-2 Stormovik era capaz de volcar al impacto un carro de combate.

 

Otros grupos de aviadores se incorporaron a las Fuerzas Aéreas de la Aviación Táctica (VVS, Voienni Vozduzni Sil) en febrero de 1942, de los que ya estaban en la URSS desde septiembre de 1938 cursando estudios en la Academia Superior de Aviación de Lipesk y en el verano del mismo año otra veintena formada por los recuperados gracias a las gestiones realizadas por el ahora General Újov, Capitán piloto de I-16 en España, a quien tuvieron la suerte de contactar en Moscú. También lo hicieron pilotos de la Cuarta Promoción de Kirovabad y siete muy jóvenes de entre los Niños evacuados a Rusia

 

Defensa del Cáucaso Norte en la zona de Grozny y Azerbaiján

 

En junio de 1942 tanto Lario como los pilotos de caza Isidro Nájera, madrileño, y Francisco Paredes, valenciano, marcharon a Grozni, capital de Chechenia, zona que forma junto con Azerbaiján el área petrolífera del Cáucaso. Allí se encuadraron en el 108 IAP[3], formando parte de la 105 IAD[4], una división aérea táctica estando ambas unidades mandadas por antiguos combatientes en la Guerra de España.

 

Allí operan con el avión Yak-3 que Lario encuentra muy similar a los MIG que había volado ya, pero con más capacidad de maniobra, más ligero en vuelo y muy apto para combatir desde el suelo hasta cinco mil metros y dotado con una potencia de fuego muy aceptable.

 

En aquella zona próxima, en los campos petrolíferos de Bakú, llegan en esa época de la mitad de 1942, a varios regimientos de caza para la defensa de la zona, cinco pilotos veteranos de la guerra civil española, los Capitanes Manuel Zarauza y José María Bravo y los Tenientes José Carbonell, Joaquín Díaz y José Pallarés. Tanto Zarauza como Pallarés fallecieron durante la II G.M.

 

Cuando se encontraba en Grozny el 12 de octubre de 1942 le llegó la orden de presentarse en el Estado Mayor de la Aviación de Caza en Moscú. Se hizo cargo de inmediato de una escuadrilla con la que se dirigió al noroeste, al Frente de Velikie-Luki, donde se realizó una ofensiva soviética a mediados de octubre; este ataque fue paralizado muy pronto y parte de las fuerzas trasladadas a Stalingrado.

 

El siguiente escenario donde actuó Lario fue por lo tanto los alrededores de la ciudad del Volga, formando parte de la 208 IAD dentro de la autoridad del Mariscal Rokososvki. Su regimiento operaba desde la parte norte del cerco que formaban tres Grupos de Ejército sobre el VI Ejército alemán entre agosto y principios de octubre de 1942, llegando a completar el círculo cerrado entorno al mismo. Allí fallecieron en acción de guerra Anselmo Sepúlveda a bordo de IL-2 Stormovik y José María Pascual Santamaría, que contaba con nueve victorias confirmadas en el combate en que fue derribado, el 23 de agosto de 1942. Este último recibió póstumamente la Orden de Lenin.

 

Stalingrado y otra vez la “guerrilla aérea”

 

Según el propio Lario explicaba en “Historia y Vida” “La batalla de Stalingrado empezó para mí el 12 de noviembre de 1942, en un día triste, sin sol, con una densa niebla. Llegamos a un improvisado aeródromo situado en las cercanías de un insignificante pueblecito de la estepa, Postóvaia Kliétskaya, a unos 20 kilómetros al norte del río Don”. La unidad a la que pertenecía Lario, la División Aérea IAD 105, había sido formada recientemente a partir de veteranos de diferentes frentes con el fin de destinarles a la batalla de Stalingrado. Lario había participado en la lucha en varios sectores. Ahora de nuevo cambia de avión el regimiento en el que volaba Lario, pasando al Yak-9, una extraordinaria máquina dotada con ametralladoras de calibre 13 milímetros y motor muy potente, un avión muy bien preparado para hacer frente a los fríos intensos del crudo invierno en las estepas rusas.

 

“La primera semana que estuve en Postóvaia Kliétskaya, en la zona del Don la niebla fue tan intensa que no pudimos despegar ni un solo día. Se estaba realizando una gigantesca concentración de tropas de todo tipo, lo que hacía presagiar acciones ofensivas de importancia. Me acuerdo que la Aviación contaba con numerosas divisiones aéreas completas con 102 aviones cada una.

 

Un día me llamó el jefe de nuestra gran unidad, Coronel Zdánov y me dijo que podía incorporarme a cualquiera de los tres regimientos que él mandaba; aunque se inclinaba por enviarme al del Coronel Puzeikin, que había participado en la Guerra de España. Me fui con este. Más adelante recibiría misiones especiales.

 

Una mañana…vi que la niebla, como los días anteriores impedía la visibilidad a pocos metros de distancia…Cuando regresaba a los refugios subterráneos oí un fuerte cañoneo…De repente se oyó llegar un coche a la puerta del refugio y entro el jefe de Estado Mayor de nuestra División Aérea. Nuestras tropas habían iniciado una ofensiva de gran envergadura a las cinco de la mañana de aquel 19 de noviembre, nos explicó. Nuestra función iba a ser la de colaborar con las unidades de tierra, evitando la presencia enemiga y apoyando desde el aire las acciones de la Infantería y las unidades acorazadas. Contábamos con cientos y cientos de los más acreditados cazas soviéticos, Yak-1, Yak-3, Yak-9, Lak-5 y Lak-7. A pesar de las ordenes seguíamos sin despegar a causa de la niebla hasta que el 23 amaneció despejado”.

 

“Éramos dueños absolutos del espacio (se refiere a algunas misiones de protección de bombarderos sobre aquella zona). El enemigo se batía bien, justo es reconocerlo, pero se hallaban en una situación deplorable: pocos aviones, escaso combustible y con técnica y personal mal preparados para enfrentarse con el “general invierno”. El ocaso alemán comenzaba”.



 

De nuevo la idea de la “guerrilla aérea”

 

En aquel momento parece que se iba a recuperar aquella vieja idea de la “guerrilla aérea”, utilizando aviones alemanes capturados para actuar de forma equivoca, contra sus formaciones y sus aeródromos. Al disponer en ese momento de al menos quince aviones de la Luftwaffe capturados intactos en el aeródromo de Osinóvka, cerca de Kalach, el Mando requiere a Lario, que tiene experiencia en ese tema, para ver que puede hacer.

 

“Al día siguiente, en vuelo rasante con un U-25 triplaza, llegamos a Osinóvka. La jornada era soleada y fría. Los técnicos se encontraban revisando un Me-109 G. Ya habían colocado debajo del motor tres estufas para ambientarlo. Mientras tanto, me dediqué a enseñar la cabina y los aparatos de mando de a bordo para que se familiarizaran con ellos. Pusimos el avión en marcha y le hice correr por la pista de nieve, pero sin despegar: se hallaba en buenas condiciones de vuelo y así lo hice constar. Pero consideré conveniente probarlo en el aire: despegué y volé algún tiempo sobre el aeródromo. Todo marchaba perfectamente. Después de trasladar todos los Me-109 comenzamos con los Gotha-14[5] A. Este tipo de avión no lo conocía yo en vuelo, pero tampoco ofrecía ninguna clase de inconvenientes. Observamos y estudiamos, dentro de nuestras posibilidades, sus características y nos hicimos rápidamente con él. Los vuelos tenían lugar siempre dentro de la red de aeródromos de nuestra división. En uno de ellos, de regreso a Serafimovich, una pareja de cazas Yak-9 nos dieron un susto algo más que superlativo. Pero todo pasó y un buen día nuestra misión quedo totalmente cumplida. Desde entonces tuve un Gotha a mi entera y plena disposición, en calidad de obsequio del Mando. Semanas después, cansado de las preocupaciones que me causaba, pedí que lo devolviesen a la retaguardia”.

 

Lario y el ruso Petrenko, comandante adjunto del Coronel Zdanov y compañero suyo en aquellas lides de la “guerrilla aérea” realizan vuelos de reconocimiento sobre territorio enemigo donde, a la vista de sus cruces gamadas, les toman por alemanes.


Lario en el Comité de Veteranos de guerra en Moscú. 

 

En el aeródromo de Ermakóvskaya, recién bombardeado por los soviéticos, evalúan tranquilamente los daños causados, sobrevolándolo en círculos mientras en tierra disparan señales de humo para indicarles que, a causa de los destrozos, no pueden aterrizar. Apenas si aprovechan la añagaza para conseguir derribos, pues eso habría alertado al enemigo. La emplean para obtener concienzudas informaciones sobre el despliegue alemán. Solo hacen sonar las alarmas cuando sorprenden a algún solitario avión de transporte y siempre que vuele sobre territorio soviético pues así, si alguien de la tripulación se salva no podrá contar lo que ha visto: ¡¡Un caza propio ametrallándoles!!

 

Se ponían en formación con los Junkers 52 de transporte, que se jugaban el todo por el todo para abastecer de noche a los sitiados del 6º Ejercito de Von Paulus y ante sus cruces gamadas se confiaban; fueron derribados en varias noches sucesivas un número importante de aviones de transporte. El método no falló nunca ni dejó vestigios en los días en que lo utilizaron; fueron pocos días, ya que luego la bolsa se estrechó y se produjo el descalabro total y la rendición.

 

“Antes de finalizar el mes de diciembre de 1942, tuvimos que ponerle punto final a la experiencia pues había dejado de ser necesaria: los germanos, desbordados, iniciaban un éxodo impresionante que acabaría para los más en el cautiverio”.

 

Járkov, Tula, Kursk, Smolensko y Kiev

 

Mientras se dejaba atrás Stalingrado y se progresaba hacia el Oeste, Lario tuvo la oportunidad de volar diferentes aviones americanos e ingleses proporcionados mediante la Ley Norteamericana de Préstamo y Arriendo. Llegaron bombarderos ligeros Douglas A-20 Boston, Curtiss P-40 Kitty Hawk y Bell P-39 Aircobra de los Estados Unidos y también Hurricane y Spitfire Mark Mk-IX ingleses. Juan participó en los grandes combates sobre Járkov volando el Spitfire, que le parecía “muy bueno, el más maniobrero y noble que he conocido. Alcanzaba los 13.000 metros de altura, pero yo solo subí hasta los 9.000 porque pese a la calefacción, el frio resultaba insoportable….Contaba con dos cañones y cuatro ametralladoras presentando, como defecto, al igual que el Me-109, un tren de aterrizaje muy estrecho que en tiempo tormentoso o con grandes vientos podía provocar un vuelco”.

 

También pudo tripular los Bell P-39 Airacobra que montaba su motor en el centro del fuselaje, detrás del piloto y que con su tren triciclo y ancha vía permitía aterrizar y despegar desde las “autobahn” (autopistas) alemanas, en la primavera de 1945, al acercarse a Berlín. Sobre los aviones del enemigo su admiración se la llevaba sin duda el Foke Wulf Fw-190, del que aseguraba que era lo más temible, dándole tan solo la réplica, aunque no lo superaba, el Lavoskin La-7.

 

Hacia el final a través de Polonia y el Este de Alemania

 

En julio de 1943 la continuación de la guerra lleva a Juan a través de otros campos de batalla actuando en Járkov y en la batalla del Arco de Kursk, la mayor confrontación de carros de combate de la II G.M. y de toda la historia bélica moderna.

 

Se progresa a lo largo de Ucrania, combatiendo y reconquistando Poltava, Kiev, y luego se avanza a través de Polonia: Lvov, Sandomir, Cracovia, Katowitz, Gleimitz. Ya en Alemania se detienen brevemente en Morav-Ostrová, Opelln, Breslau para alcanzar Berlín.

 

“En la batalla de Berlín fue donde pereció de verdad la Luftwaffe. No podía ser de otra manera si se recuerda que nosotros teníamos unos dos mil aviones, tripulados por hombres expertos y muy motivados, con moral de victoria. Eso sí, los pilotos alemanes pelearon hasta el final ya que las hostilidades cesaron, en Berlín, el 2 de mayo y el último combate en el que participé tuvo lugar unos pocos días antes, el 30 de abril de 1945”.

 

Terminó la guerra volando en el Regimiento 348 IAP que estaba dotado con Spitfire Mk-IX y se estacionó en la ciudad de Gliwice, en la frontera de la Baja Silesia, desde donde los alemanes habían lanzado su ataque a Polonia el 1 de septiembre de 1939.

 

Juan Lario reclamaba siete victorias conseguidas en la Guerra de España y luego tenia anotadas en su libro de vuelo veintisiete durante la Gran Guerra Patria, aunque además de ellas ocho fueron compartidas con otros componentes de su escuadrilla. Quizás lo más importante de su historial consistía en que desde junio de 1941 hasta mayo de 1945, cuatro años, realizo 2.660 vuelos con un total de 1377 horas de vuelo. Se vio inmerso en 886 servicios de guerra y tomo parte en 97 combates aéreos.

 

Juan Lario explicaba que, “En la aviación soviética existían escuadrillas específicas de caza, integradas por ases, ya que le habían copiado el método a la Luftwaffe. Se dedicaban exclusivamente a los derribos… Nosotros, las unidades regulares de combate, asumíamos todo tipo de misiones: acompañamiento de bombarderos, ametrallamientos, tareas en retaguardia etc. Nuestra prioridad era, por ejemplo, que los bombarderos alcanzasen sus objetivos y solo cuando la caza contraria trataba de interceptarlos interveníamos”.

 

Fue afortunado tanto en España como en la II G.M. ya que nunca fue derribado y lo más dramático que le ocurrió en esta última contienda consistió en que, tras parársele el motor del caza que tripulaba hizo un impecable aterrizaje, con el tren recogido, en la estepa nevada para descubrir, cuando iba a saltar de la carlinga que ¡¡había caído en un campo de minas!!

 

Vistiendo el uniforme de Coronel de la Aviación española.

 

Como muchos aviadores españoles que combatieron en Rusia, recibió muchas condecoraciones, aunque las más valiosas fueron una Orden de la Bandera Roja, dos de la Estrella Roja y dos de la Gran Guerra Patria, así como numerosas medallas de la campaña. Permaneció en las Fuerzas Aéreas soviéticas hasta mediados de 1948, pasando en ese momento a la vida civil.

 

Posguerra en Rusia y retorno a España

 

Al poco tiempo de la terminación de la Gran Guerra en 1946 contrajo matrimonio en Ucrania con María Laurentivna de cuya unión nacieron sus dos hijas Violeta y Florentina.


Permaneció en las Fuerzas Aéreas soviéticas hasta 1948 y a continuación desarrolló su actividad en Moscú donde trabajó y acudió a la Universidad, en la cual se especializó como traductor técnico y estudio cursos de Ciencias Políticas y Económicas.

 

En enero de 1957 regresó a España con su mujer y sus dos hijas. Pronto y debido a sus conocimientos paso a trabajar en la Fabrica ENASA de Camiones “Pegaso” en Madrid, donde desarrollo una positiva actividad como proyectista y algo más tarde como especialista en el Departamento de Relaciones Industriales. En conjunto trabajó allí durante veinte años hasta su retiro.

 

Trabajos literarios, crónicas, artículos y libros a lo largo de cuarenta años

 

En mayo de 1973 Lario quedó finalista en el concurso “Memorias de la guerra española, 1936-1939” con su libro “Habla un aviador de la República” que se había publicado ese mismo año. En aquel momento, tenía 54 años, desempeñaba un puesto como experto operario en el Departamento de Relaciones Industriales de la fábrica madrileña “Pegaso”.

 

En febrero de 1976, presento un artículo titulado “Aviadores Españoles en la URSS” al premio “ESPEJO DE ESPAÑA”, instituido por Editorial Planeta y que se falló en Madrid el día 15 de febrero del mismo año. Su trabajo obtuvo el Tercer Puesto, un lugar muy meritorio si se tiene en cuenta que al mismo fueron preseleccionados quince textos de una gran calidad.

 

Algo más tarde en diciembre de 1991, le fue publicada una crónica en la revista de historia denominada “Historia y Vida” de Barcelona y Madrid, en el número 285, con el título “Republicanos Españoles al servicio de la URSS”.

 

Durante los años en Alcalá de Henares, Avenida de la Virgen del Val, Lario había colaborado en numerosas ocasiones con el boletín de la Asociación de Aviadores de la Republica “ICARO”. Tenía en preparación un par de libros, uno de los cuales se iba a titular “La Rusia de ayer y de hoy” y el otro consistía en un texto de memorias sobre la II Guerra Mundial con el título “1942, días de guerra mundial”.


Las más altas condecoraciones soviéticas.

 

En abril de 1994, a la muerte de su amigo y compañero Antonio Arias, había escrito algunos fragmentos poéticos en honor de sus compañeros aviadores en España y en Rusia:

 

“Alas rojas, tenaces… jamás olvidareis los eventos,… orlados con penas, triunfos,… sudor, cordita y vientos,… pero siempre, siempre juntos.

 

Cielos hispanos ardientes,… rasgados con nuestro filo,… lloraron sangre caliente,… del contumaz enemigo. Aires del Guadarrama,… os impregnaron de rojo,… y

los cauces del Jarama, …blasonaron vuestro arrojo. Madrid, Guadalajara, el Norte,… Brunete, Aragón, Levante, el Ebro,… batallas de altura y corte,… libradas con honor y cerebro”.

 

En noviembre de 1996, Lario me dirigió una nota desde su casa de la Avenida Virgen del Val en Alcalá de Henares, comunicándome su intención de publicar un libro con sus memorias completas de la II Guerra Mundial. A través de sus notas tuve yo al menos los primeros nombres de los aviadores españoles más notables que combatieron en la Fuerzas Aéreas soviéticas en la guerra europea. También me remitió una relación de barcos de la República que se quedaron en la URSS al término de la Guerra de España, tanto en Odessa como en Feodosia, Mar Negro y Crimea respectivamente, y otros que permanecieron en Murmansk, en el Mar de Barents.

 

El día 21 de enero de 2000, que era viernes, visité junto a José María Bravo a Juan Lario que se encontraba viviendo en una residencia en la Urbanización Los Manantiales, junto a Sevilla la Nueva. Pasamos un rato muy agradable con él y aproveche para preguntarle diferentes cuestiones que siempre quedaban un poco oscuras.

 

Contó el problema que había tenido La Serna, conocido como Roque Serna, uno de los españoles que habían participado como guerrilleros en Rusia en la Gran Guerra Patria.

 

Reuniendo testimonios escribió el libro titulado “Guerrilleros españoles en la II Guerra Mundial”. Justo en ese momento de 1959, lo enviaron a Cuba como asesor, al igual que a otros españoles excombatientes y estuvo allí casi siete años. Al marchar les había confiado a tres amigos suyos periodistas todo el texto y las fotografías reunidas con enorme esfuerzo. Durante su ausencia, los tres “amigos”, dirigidos por un periodista de Mundo Obrero llamado Cimorra, le cogieron el texto y las fotografías y publicaron el libro “El sol sale de noche”, en el cual reprodujeron la mayor parte de los textos y fotos de La Serna, pero deformando muchos de los nombres, especialmente los de aviadores. Le robaron de la manera más ignominiosa. Esto ha sido la fuente de sucesivas confusiones en nombres de pilotos participantes en la II G.M. a lo largo de los años; Fierro pasó a ser Acero, Bravo se llamó Barco y así sucesivamente muchos de los más afamados aviadores vieron sus hazañas e historiales distorsionados y mal plasmados. Luego estos errores fueron reproducidos una y otra vez. Finalmente, La Serna consiguió ver publicado su libro original al cabo de muchos años en España, aunque ya el daño de los nombres y hechos erróneos estaba hecho para siempre.

 

Recuerdo que Lario nos pidió saludar en su nombre al General Ruiz Nicolau, entonces Director del Museo del Aire, al cual tenía una gran estima y sabía que era gran amigo y compañero mío, lo cual no dejamos de hacer en la primera oportunidad en que coincidimos.

 

Juan Lario falleció en Alcalá de Henares el 24 de junio de 2000, a la edad de 82 años, luego de vivir durante muchos años en la ciudad admirado por amigos veteranos de muchos años, querido por jóvenes y mayores, reconocido como un valeroso aviador por la familia aeronáutica. El Ejército del Aire le había otorgado el grado de Coronel Retirado al comienzo de la Transición Democrática, al igual que a otra decena de antiguos combatientes en las filas de la República Española, así como en la Fuerzas Aéreas de la URSS en la II Guerra Mundial.

 

Fuente: https://publicaciones.defensa.gob.es//Revista de Historia Aeronáutica N° 26. Año 2008.



[1] El autor tuvo la gran suerte de contar con su amistad y de recibir en diferentes oportunidades documentos, fotocopias y misivas de Lario, que ahora se utilizan para completar lo mejor posible su historial.

[2] Todos ellos son nombres ya comunes asignados a los aviones de caza de la Guerra Civil, como los Polikarpov I-15 Chato, el Polikarpov I-16 Mosca de los gubernamentales y el Chirri Fiat CR-32 o las Pavas, denominación extensiva a varios tipos de aviones pesados, de los nacionales.

[3] IAP Regimiento de Aviación de Caza, Istrivitelny Aviatsionny Polk.

[4] IAD División de Aviación de Caza, Istrivitelny Aviatsiony Divisia.

[5] El avión Uchevny U-2 se utilizaba para enseñanza y durante la guerra para muchas misiones más; enlace, recuperación de heridos, traslados de combatientes en peligro e incluso tomas de tierra en retaguardia o lanzamiento de paracaidistas. Pasaron luego a denominarse Polikarpov Po-2.