Por
Adolfo Roldán Villén
La
presencia de España en la costa occidental africana, se remonta nada menos que
al día 8 de julio de 1449, en que el Rey don Juan II de Castilla concedió al
duque de Medina Sidonia el derecho a conquistar la costa africana, desde el
cabo de Agüer hasta el de Bojador. Años más tarde, cuando se resolvió a favor
de Castilla la larga disputa entre este reino y el de Portugal, por la posesión
de las Islas Afortunadas (Bula de Clemente IV), el señorío de ellas fue pasando
por las manos de varios poseedores hasta que en 1452, lo heredaron Inés Peraza
y su marido el Adelantado español don Diego García de Herrera que, además del
realengo en las citadas islas, recibieron el derecho de conquistar la costa
africana y en uso de él, en 1476, se dirigió con una pequeña flota a un punto
llamado Güader o Vado del Mediodía donde construyó una torre-factoría que
permitiera el cómodo acceso a la ruta del oro de las caravanas y a la que
denominó Santa Cruz de Mar Pequeña.
Destinado
a pesquerías, el fuerte y sus escasos habitantes, nativos en su mayoría, fue
languideciendo y a pesar de los numerosos ataques y asedios que sufrió la
fortaleza, la presencia de Castilla sólo duró hasta 1524 en que fue tomada y
destruida, por el sultán Mohamed el Mahdí. Durante todo el siglo XVI,
insistieron los canarios, sin éxito, en establecerse en la costa africana, pero
la piratería musulmana hizo imposible el deseo. España, al renunciar Portugal a
sus conquistas atlánticas en aquél espacio geográfico, abandonando sus
posesiones, reivindicó sus seculares derechos.
Por
el tratado de Tetuán (Wad–Ras, 1860) con el que finaliza la Guerra de África
(1859-60), impuso el General OʼDonnell
la concesión a España del derecho a
ocupar el territorio necesario para establecer una pesquería,
por lo que España vuelve a recuperar las antiguas factorías de Santa Cruz
del Mar Pequeña.
Aunque
la reivindicación se había mantenido durante tres siglos, se había perdido la
memoria del emplazamiento y hubo que encontrarlo. Para ello se nombró una
comisión hispano-marroquí que localizó las ruinas de la antigua fortaleza
española en un paraje situado a la derecha del uad (río) Ifni, que en honor y
homenaje a un santón de la comarca pasó a denominarse Sidi–Ifni.
Este
territorio de Ifni está situado en la unión del macizo montañoso del Anti
Atlas, con la gran llanura del Sahara occidental. Su suelo, quebrado, de una
altitud media de 350 metros, asciende desde la costa hacia el interior hasta
alcanzar 1.250 metros. La costa, llena de acantilados, constituía una muralla
pétrea, sin más discontinuidad que la desembocadura de los uad, torrentes que
sólo llevan agua durante algunas semanas del año. Este litoral, en cuyo centro
estaba la capital de Ifni, no tenía fondeaderos y las pocas playas que existían
eran de difícil acceso desde el mar dada la fuerte resaca y el gran oleaje.
El
clima, uniforme y cálido, es parecido al de Lanzarote y Fuerteventura. De Ifni
se llegó a decir que era una isla más del archipiélago canario, varada en la
costa africana. Su extensión de unos 1.800 kilómetros cuadrados (similar a
Guipúzcoa) y con 25.000 habitantes de raza bereber, con incrustaciones
negroides; de religión musulmana, no desprovista de supersticiones
centroafricanas, y de lengua, una variedad del susi, dialecto del bereber.
Ifni
era territorio de soberanía española, dependiente de la Presidencia del
Gobierno, hasta enero de 1958 en que se convirtió en provincia española y así
continuó hasta once años más tarde en que el Estado Español entrega al Reino de
Marruecos (Tratado de Fez) el territorio de Ifni.
El
otro territorio que, junto a Ifni, formaba el África Occidental Española (AOE),
estaba constituido por el Sahara. El Sahara español estaba situado en la costa
occidental de África, era desértico y de escaso relieve geográfico, constituido
por un conjunto de mesetas de distintas altitudes, llanuras, largos
acantilados, cauces secos, depresiones y salinas. La hamada, forma desértica de
la meseta, ocupa una parte considerable del antiguo Sahara español, y es
terreno llano, pedregoso y lleno de rocas muy erosionadas. El otro tipo de
terreno de nuestro territorio es el aguerguer, conjunto de dunas fosilizadas,
que forman pequeños cerros.
En
el Sahara español no había verdaderos oasis, ni existían ríos, con la sola
excepción del Dra, que lleva agua todo el año, los demás son ríos fósiles,
cauces secos por donde corre aquella de modo ocasional. Con una superficie de
300.000 kilómetros cuadrados, su población apenas superaba los 40.000
habitantes nativos, con casi 4.000 españoles; su clima extremado, con
oscilaciones de temperatura entre 50º C en verano y 0º en invierno de noche. La
pluviosidad era muy reducida y el viento de levante (irifi) muy cálido y seco,
que soplaba de vez en cuando, y que generaba tempestades de polvo y arena que
hacen muy penosa la vida cuando sopla.
Los
saharauis son de raza bereber, –mezclados con elementos árabes y negros–, de
religión musulmana. Su idioma, el hasania (dialecto del árabe), se hablaba sólo
en el Sahara español y en ciertas regiones de Mauritania. Eran pastores nómadas
que recorrían grandes distancias en busca de pastos para sus manadas de
camellos y rebaños de cabras.
El Sahara español se constituyó en provincia española, con capital en El Aaiún, en enero de 1958, al mismo tiempo que Ifni, con capital Sidi Ifni. Recordemos que respecto a Ifni, varios intentos de ocupación se habían realizado, por el Coronel Bens, pero la imperialista política marroquí lo impidió. Finalmente, el 6 de abril de 1934, desembarcaba el Coronel Fernando Capaz (delegado de Asuntos indígenas de la Alta Comisaría de España en Marruecos) en la playa de la desembocadura del uad Ifni y la bandera de España se izaba en las ruinas de la Alcazaba de Amezdog.
Para la ocupación pacífica de Ifni, el apoyo de la Aviación fue determinante dada la orografía en esta zona de la costa africana. Capaz contó con dos Escuadrillas de Aviación, la Escuadrilla Colonial de Cabo Juby (Villa Bens, Tarfaya) y una Escuadrilla de reconocimiento del Grupo 3º de la Base Aérea de Getafe (Madrid). Al día siguiente, el Coronel Capaz, con el personal desembarcado (1 Oficial, 1 Cabo señalero y una estación radiotelegráfica de campaña) y unos 200 indígenas, marcha a unos terrenos elegidos como posible campo de aviación, situados en una planicie cerca del poblado con 100 metros de altitud y lindantes con la costa. En dos días, limpian de piedras, jalonan los límites y pintan en el centro del terreno un gran círculo blanco con el nombre de “Sidi Ifni” y una “T” para indicar la zona de aterrizaje. El campo tenía unas dimensiones de 200 x 100 metros. El 9 de abril aterriza el primer aeroplano, un Breguet XIX, pilotado por el Suboficial José Pérez Sánchez, en el reducido e improvisado aeródromo.
Al
término de nuestra guerra 1936-39, los territorios de Ifni y Sahara, como ya
hemos comentado, estaban integrados en una sola entidad política y militar, y
habían de vivir años de paz.
Años, en los que una actitud de atracción a los nativos, de respeto a las creencias, de modestas inversiones, de precios políticos y de inexistencia de impuestos, llevó a un clima de distensión. Por otro lado, el estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo imposible dedicar a la rehabilitación del país las energías necesarias para sacar a España de las pérdidas humanas y los daños materiales que nuestra guerra civil había dejado. Se hacía preciso un gran esfuerzo de reconstrucción para recuperar lo que se había perdido. De esta manera, los años cuarenta se caracterizaron por la necesidad de sostener una costosa estructura militar que nos mantuviera alejados de la posibilidad de ser arrastrados a la guerra.
La
terminación del gran conflicto pareció abrir nuevos horizontes de paz para
todos. España inició un desarme progresivo, trasvasando recursos a la
reconstrucción, para dejar reducidos los gastos de defensa a las posibilidades
de la nación, harto necesitada de obras de paz.
Las
Fuerzas Armadas, sin una presión militar exterior inmediata, pasaron a ser la
verdadera “cenicienta” en lo económico. El “haber” del soldado era bajo, los
sueldos de los cuadros de mando se mantuvieron en niveles de una modestia
espartana, el vestuario era de baja calidad (sin uniforme de campaña), el
armamento anticuado, etc. En la Aviación, nuestros pilotos seguían volando
restos de material ruso y alemán, y sólo algunos Heinkel 111, Junkers 52 y
Messerschmitt de reciente fabricación consiguieron mantener a nuestros
aviadores como tales.
Al
iniciarse la década de los cincuenta, aparece un nuevo y grave peligro en el
horizonte internacional: la liquidación de los imperios coloniales. España,
aunque modesto, tenía en esta época un “imperio” colonial compuesto por el Protectorado
marroquí, las posesiones del África Occidental Española y los dominios del
Golfo de Guinea.
El
riesgo que sobre estas tierras se cernía no era de guerra abierta, guerra
convencional al estilo de la que había acabado pocos años antes, sino de una
guerra solapada iniciada con protestas y actividades terroristas y que podía
degenerar en guerra colonial parecida a la que España sostuvo en Maruecos en el
primer tercio del siglo XX; nuestra nación no estaba en condiciones de soportar
una prueba semejante, con el albur de una posible derrota de consecuencias
incalculables.
El
peligro de contagio de la actividad anticolonialista no era apremiante en el
África Occidental Española. No había en esta época indicios de actividades en
este sentido, aunque no se pudieran descartar. Pero, caso de producirse tales
síntomas, era muy diferente en Ifni que en el Sahara. Ifni, pequeño pero
montañoso, presentaba condiciones especiales para la guerra de guerrillas. El
Sahara, de relieves poco pronunciados y escasa vegetación, favorecía el empleo
de unidades convencionales.
En
el África Occidental Española se iban creando situaciones que aumentaban con el
problema constituido por los refugiados de la represión francesa. Represión
consecuencia del nacimiento del Partido de la Independencia y creación del
Ejército de Liberación que, en la zona bajo administración francesa, llevó a
cabo 750 atentados, cuatrocientos muertos y realizó más de 2.000 actos de
sabotaje. La reacción española a esta situación de los refugiados-agitadores
fue tibia y tolerante.
El gobierno español tuvo la desafortunada idea de hacer pagar impuestos a los saharauis, impuesto que recaería tanto sobre sus ganados como sobre los artículos de primera necesidad –té, azúcar, petróleo–. Este inoportuno e imprudente intento de cobrar a gentes realmente pobres unas gabelas que apenas representaban nada para la Hacienda española, sería aprovechado por la propaganda nacionalista para indisponer con España a los nativos que nunca habían pagado impuestos a nadie.
A
estos hechos hay que sumar que los franceses repusieron a Mohamed V en el trono
de Marruecos y que se concede en 1956, la independencia a Marruecos. Durante
los dos años anteriores, el ejército llamado de “liberación”, formado por
gentes del Rif, montañeses del Atlas, tribus del sur y guerrillas urbanas,
habían hecho pasar un verdadero calvario a los franceses.
Por
otro lado, las dificultades de Marruecos de integrar las dos facciones
ideológicamente opuestas (monárquica y republicana) existentes en sus recién
creadas Fuerzas Armadas Reales, hizo que, tratando de eludir la persecución y
de mantener la lucha contra las potencias coloniales, los hombres del Ejército
de Liberación, de tendencia republicana, se fueran a establecer al sur de Ifni,
asignándose la misión de reivindicar para Marruecos los territorios españoles
del África Occidental, para crear lo que el gran ideólogo del Istiqlal,
Al-lal-Fassi llamó el Gran Marruecos. Inicialmente mantuvieron una actitud
respetuosa hacia las autoridades españolas.
Poco
duraría esta situación, pues en el territorio de Ifni el sentimiento
nacionalista se exaltaría y, ante la pasividad de las autoridades españolas, se
establecieron en todos los poblados importantes, oficinas del partido marroquí
Istiqlal. Aducían que España tenía que devolver Ifni y la provincia de Cabo
Juby (Villa Bens o Tarfaya) a Marruecos, pero el gobierno español reaccionó y
manifestó la intención de mantener su autoridad en ambos territorios.
Cuantos
abusos los dirigentes del partido cometían, el gobierno español los cortaba,
pero con tan excesivo "tacto” que no desalentaba a los dirigentes del
Istiqlal. Pronto la población indígena se cansó de estas intervenciones de los
pro-marroquíes y fueron volviendo la espalda al “partido”, por lo que sus
dirigentes iniciaron en Ifni una campaña terrorista que culminó con el
asesinado de cuatro indígenas al servicio de España.
El gobierno no descubrió a los autores de los asesinatos, por lo que detuvo a varios dirigentes del “Partido”. La reacción imprevista fue el cierre del comercio en el territorio y la realización de pequeños actos de sabotaje (cortes de líneas telefónicas, cortes de carreteras y pistas) para forzar la liberación de los detenidos; en el verano de 1957 se inició un periodo de aparente calma que no hacía presagiar nada bueno.
En
cuanto al Sahara Occidental la situación era diferente, puesto que no había
sentimiento nacionalista y sólo era una puerta para elementos extraños, ajenos
al territorio. En diversos lugares de la región se establecieron pequeños
núcleos del Ejército de Liberación, dotados de buen armamento, bien
organizados, instruidos y dirigidos, y con dos objetivos, uno aprovechar la
zona española para atacar a los franceses en Mauritania y otro aumentar
paulatinamente sus efectivos para lograr la superioridad numérica para dirigir
un movimiento armado de independencia del Sahara.
Recordemos que las fuerzas que guarnecían el África Occidental Española eran escasas y compuestas, en su mayoría, por personal indígena de lealtad –en el mejor de los casos– dudosa. Consistían estas fuerzas en el Grupo de Tiradores de Ifni –tres Tabores en Ifni y uno en el Sahara– un Grupo de Artillería a lomo de 105/11, un Grupo mixto de Ingenieros y Unidades de Servicios; y cuatro Cuerpos de Policía Indígena –uno en Ifni y tres en el Sahara–.
Las
fuerzas navales para toda el AOE, tenían en Sidi Ifni una Comandancia de Marina
que dependía de la Base Naval de Canarias, con cuatro distritos con cabecera en
Sidi Ifni, Cabo Juby, Villa Cisneros y la Güera. Por lo que se refiere al
Ejército del Aire, todo el África Occidental Española constituía un Sector
Aéreo, dependiente de la Zona Aérea de Canarias y África Occidental (ZACAO),
con tres Comandancias Aéreas en Sidi Ifni, Villa Bens y Villa Cisneros. El
Sector disponía de una escuadrilla de transporte destacada del Ala N° 36 de
Gando con cinco Junkers Ju-52, que estaban situados en las cabeceras de las tres
comandancias. Estaban encargados de realizar misiones de transporte, enlace y reconocimiento.
El
personal que en estos aeródromos mantenía el Ejército del Aire era de 74 hombres
en Ifni, (5 oficiales), 138 en Cabo Juby, (5 oficiales) y 54 en Villa Cisneros,
(4 oficiales).
Dadas
las insistentes peticiones del Gobernador Militar del África Occidental
Española, el Ministro del Aire decidió, a principios de marzo de 1957, el envío
de un escuadrón de Heinkel 111 (B2H) de bombardeo ligero y reconocimiento. Estos
aviones serían situados en Sidi Ifni, Cabo Juby y El Aaiún, aeródromo que
comenzaba a adquirir importancia.
La
paz y la tranquilidad que habían sido el factor dominante en los territorios
del África Occidental Española, se quebró a partir de 1956 en el que se
producen una serie de escaramuzas por parte de los indígenas que dan a entender
al gobierno que la situación en la zona está cambiando. En agosto y septiembre
del año siguiente las agresiones en Ifni se recrudecen.
Para
la aviación, un grave incidente se produce el 4 de agosto de 1957 al ser
incendiados por mano desconocida el depósito de bidones de combustible (60.000
litros) que tenía instalados la compañía Atlas en la playa de Sidi Ifni. Este
grave incidente provocó una reunión en Sidi Ifni presidida por el Gobernador
General y a la que asistieron representantes de los tres ejércitos. Las
decisiones que se adoptaron afectaron directamente a la aviación; podemos citar
entre otras, la suspensión de los ejercicios de lanzamiento de paracaidistas,
para tener mayor disponibilidad de aviones; transportar dos secciones de
Tiradores de Smara al El Aaiún y trasladar una compañía de Infantería de Marina
desde Fuerteventura a Lanzarote, para embarcar y dirigirse al continente
africano.
La
presencia de la aviación en el África Occidental Española se cobró pronto,
desgraciadamente, sus primeras víctimas, aún antes de iniciarse oficialmente
las hostilidades. Así, el 8 de mayo de 1957 un avión Junkers Ju 52 que
transportaba una patrulla de la 9ª Compañía de la II Bandera Paracaidista del
Ejército de Tierra se estrelló poco después de despegar de Sidi Ifni,
incendiándose y causando la muerte de ocho ocupantes –entre ellos la
tripulación– y seis heridos de diversa consideración.
Posteriormente,
11 de agosto, tuvo lugar la desaparición de un avión, por lo que se ha
considerado ese día como fecha inicial de la campaña. Aquella tarde de agosto,
en el Heinkel 111 (B2I-27-9), cayeron los que serían los primeros muertos de la
campaña: Capitán piloto Alberto Antón Ordóñez; Alférez piloto Ángel Sánchez
Barranco –primer oficial de la Milicia Aérea Universitaria muerto en Ifni– y
los Sargentos Manuel Moure Álvarez –mecánico–, Jaime Moreno –radiotelegrafista–;
el Cabo 1º Ángel Maniega y el Comandante del Ejército de Tierra José Álvarez
Chas de Berbén, jefe del Grupo de Policía Indígena N° 1.
Dada
la situación del AOE, el Ministro del Aire mandó concentrar en la Base Aérea de
Gando (Gran Canaria), aviones Heinkel 111 (B2I) de las Alas 25 (Tablada), 27
(Albacete) y 28 (Alcalá de Henares), donde formaron la 29 Agrupación que llegó
a tener una dotación de 30 aviones. Unos días más tarde, el Escuadrón 71 de Messerschmitt
109 (C-4K, Buchon), de la BA del Copero, se dirigió en vuelo a Canarias para
participar en la Campaña de Ifni, asimismo los Texan T-6, armados y convertidos
en cazas (denominación C.6) también se incorporaron a la campaña de Ifni.
Como
era de esperar, las acciones de las bandas fueron subiendo de tono, y de las
simples escaramuzas del verano del 57, se pasó a ataques con medios acorazados
en otoño, lo que obligó a las autoridades españolas a evacuar parte de las
posiciones en el Sahara.
Ya
en octubre, los reconocimientos aéreos llevados a cabo por la aviación, venían
a confirmar los informes de que disponía el Gobierno del África Occidental
Española sobre la existencia de concentraciones de más de 1.200 hombres de las Bandas
Armadas de Liberación (BAL).
En
este mismo mes, un Junker 52, en misión de reconocimiento por la Saguia el
Hamra, es atacado por individuos de las BAL teniendo que regresar a su base de
Cabo Juby, con más de treinta impactos. Este suceso hizo que la ZACAO pidiera
la realización inmediata de una acción de represalia sobre los campamentos
descubiertos, pero inexplicablemente el Gobierno de AOE retrasó un día la
represalia con lo que se dio oportunidad de que los campamentos fueran
desmantelados y trasladados a otras zonas. De cualquier forma, se realizó la
represalia con un bombardeo por aviones Heinkel 111, que lanzaron su carga
mortífera de bombas en dos pasadas a 1000 metros.
Aunque
a efectos oficiales la campaña duró seis meses y medio –desde la desaparición
ya citada del Heinkel 111 el 11 de agosto de 1957 hasta el 20 de marzo de 1958–
fueron realmente cien días de guerra efectiva, desde el 23 de noviembre en que
se produjo el ataque de las BAL a la plaza de Sidi–Ifni y los puestos y
destacamentos distribuidos por el territorio de Ifni, hasta el 7 de marzo de
1958 en que se terminaron las operaciones de limpieza del Sahara.
Esta
corta campaña podemos considerar tuvo tres fases bien definidas y
diferenciadas: la primera, que finalizó el 10 de diciembre, comprendía los
ataques enemigos a los puestos del territorio de Ifni, la defensa y auxilio de
los destacamentos; el rescate de sus guarniciones y la consolidación del
perímetro de la plaza; la segunda es la acumulación de medios, que finalizó el
10 de febrero de 1958 con la ofensiva final contra las BAL y la tercera que
comprende las operaciones realizadas en campo abierto para eliminar el enemigo
y limpiar de él el territorio del Sahara y que finalizó el 7 de marzo de 1958.
Por
lo que al Ejército del Aire se refiere, la primera fase se caracteriza por el
gran esfuerzo y entusiasmo para que, con el modesto material aéreo del que se
disponía, mantener abastecidos los puestos sitiados, realizar el transporte de tropas
para reforzar la guarnición del territorio de Ifni, lanzar paracaidistas,
bombardear y ametrallar al enemigo e informar al Mando de la situación y fuerza
del mismo.
En
la segunda, el mantenimiento activo de la guerra queda a cargo, casi
exclusivamente, de la Aviación, que busca hostigar continuamente al enemigo con
reconocimientos ofensivos, protección de convoyes y estableciendo un “puente
aéreo” permanente entre la península, las islas y los territorios del África
Occidental española, supliendo de esta forma las grandes limitaciones de los
desembarcaderos de Sidi Ifni, Cabo Juby y El Aaiún.
La
tercera, es de ataque constante de la Aviación, abriendo paso a las columnas
con las ametralladoras y los cohetes y abasteciéndolas de los elementos
necesarios para su desenvolvimiento sobre el terreno, facilitando combustible para
sus vehículos, lanzando paracaidistas, evacuando heridos y muertos y
localizando concentraciones enemigas.
Se inicia la campaña cuando el 23 de noviembre, a las cuatro de la madrugada, quedaron cortadas todas las líneas telefónicas entre Sidi Ifni y los puestos del territorio. Aunque se esperaba algo, no estaba claro donde ni como sería el estallido. A las cinco y treinta de la madrugada se resolvió la incógnita.
“Sin
novedad, mi Capitán: han matado al centinela” con éste aviso surrealista del
soldado indígena del cuerpo de Tiradores de Ifni a su superior, se evitó la
sorpresa y se consiguió abortar el plan del recientemente creado Ejército de
Liberación marroquí para volar el polvorín y asaltar la ciudad. No obstante,
consiguieron entrar con camiones y establecerse en el Bu Al Alam, monte que
domina Sidi Ifni. A pesar de la sorpresa el ataque fue rechazado.
A
las siete de la mañana se produjo el segundo ataque sobre Sidi Ifni de los
marroquíes. Unos doscientos hombres muy decididos trataron de infiltrarse, pero
el asalto fue rechazado, y la Ciudad de las flores, como así bautizaron los
primeros españoles que la fundaron en 1934, se salvó de milagro. La docena de pequeños
fuertes repartidos por lo que llamaban El Campo –2.000 kilómetros cuadrados en
el perímetro del enclave– fueron tomados o asediados con distinta suerte. La
sorpresa ya no se produjo y el desenlace resultó fatal para los atacantes.
Los
puestos más pequeños (Tabelcut, Bifurna, Hameiduch) con apenas media docena de
soldados cayeron rápido. Los grandes resistieron las embestidas. En Mesti, en
el Zoco de Arbaa de Mesti, la situación era apurada pues estaba siendo atacado
por fuerzas muy superiores a la pequeña guarnición que la guarnecía. En Telata
de Sbuia, el panorama era aún peor, pues el asalto había sido durísimo y tenían
heridos graves que tenían que ser evacuados; Tamucha tenía pocas posibilidades de
resistir y en Tiugsá (Tagragra), Tenín de Amel-lu y Tiliuín, el más alejado de
todos, aguantó en una situación extrema sin apenas comida, agua y municiones.
La
salvación les vino del cielo el 29 de noviembre cuando la aviación comienza a
abastecer por aire a los puestos sitiados y lanza a los paracaidistas que les liberaron
del asedio. El primer puesto que se beneficia de este empleo de los aviones es
el puesto de Tamucha, al que un avión Junker 52 le abasteció, superando las
dificultades creadas no por las fuerzas enemigas sino por una nube de langostas
que produjo al avión serias averías en los motores pero que no le impidieron
regresar a Sidi Ifni y tomar tierra. A pesar de ello la misión se cumplió,
cayendo los suministros dentro del puesto.
La
labor de la aviación fue incesante durante los días que los puestos estuvieron
sitiados, realizando acciones de fuego y abastecimiento aéreo, facilitando los
medios necesarios para mantenerse y rechazar al enemigo hasta la llegada de las
columnas de socorro. Al terminarse las operaciones de repliegue de los puestos
a Sidi Ifni, se habían lanzado desde el aire más de 12 toneladas de
abastecimiento entre víveres, municiones, agua, medicamentos, armamento y
material de fortificación. Las misiones de abastecimiento de los Junkers eran
apoyadas por los Heinkel, que bombardeaban y ametrallaban a los sitiadores para
permitir a los defensores salir de los parapetos y recoger las cargas.
Dado
que las fuerzas que España disponía en el territorio de Ifni el 22 de noviembre
de 1957 (3.391 hombres de los cuales 3.255 pertenecían al Ejército de Tierra,
90 eran de la Marina y 46 del Ejército del Aire) eran insuficientes para
defender la plaza de Sidi Ifni, hubo que enviar refuerzos inmediatamente. Como
no era posible desembarcar tropas y elementos en la playa de Sidi Ifni, dado el
estado del mar, la única vía abierta era la del aire.
El
Ala N° 36 (Gando), con sus veteranos Junkers 52, tuvo que hacerse cargo de la
situación y, de forma rápida, improvisó un pequeño “puente aéreo” que resolvió
el problema.
El
mismo día 23, los Junkers destacados en El Aaiún trasladaron a Sidi Ifni, 112
hombres de la VI Bandera de la Legión y 3 toneladas de equipos, municiones y
víveres. Dos días más tarde salen de Getafe 11 Douglas DC-3 y cuatro Bristol
170 con 360 hombres con equipo de la Bandera paracaidista. En siete días, el
Ejército del Aire realizó un total de 830 salidas de combate y transporte, con
más de 2.854 horas de vuelo, consiguiendo en los abastecimientos un rendimiento
superior al 85 por ciento del total lanzado, pese a lo reducido de las
superficies de las zonas de lanzamiento.
Los
aviones de las Alas 35 y 36, en los siete primeros días de la campaña,
trasladarían a Ifni unas 1.200 bombas desde El Aaiún, Gando, Getafe y Villa
Cisneros. Durante estos primeros días, fueron trasladados desde la península y
las islas al África Occidental Española, más de 114 toneladas de material,
equipos, víveres y municiones.
De
todos los puestos y destacamentos sitiados y atacados en el territorio de Ifni
durante los primeros días de la campaña, el de Tiliuín, como ya hemos dicho,
era el que se encontraba en situación más comprometida. Allí las cosas habían
empeorado considerablemente. Los casi continuados intentos de ocupación por parte
del enemigo iban consiguiendo poco a poco mermar las posibilidades de defensa.
Su escasa guarnición –60 hombres de los que las dos terceras partes eran nativos–
estuvo sometida desde el primer día a fuego de mortero y a continuos intentos
de asalto. Agravaba la situación el que en él hubiera mujeres y varios heridos,
alguno de ellos de gravedad.
A
pesar de que en Sidi Ifni no se disponía de las fuerzas suficientes para enviar
columnas a reforzar las guarniciones de los puestos sitiados o a rescatar a sus
defensores, la delicada situación de Tiliuín forzó a realizar una acción de
socorro de desembarco aéreo llamada “Operación Pañuelo”. En ella participarían
dos secciones de legionarios y una escuadra de morteros de la II Bandera
Paracaidista del Ejército de Tierra.
El
Ejército del Aire realizó el lanzamiento con cinco aviones Junker T2B, con 15
paracaidistas cada uno, a los que prestaron apoyo otros cinco Heinkel B2I.
Estos últimos aviones bombardearon en primer lugar todas las posiciones
enemigas que rodeaban el aeródromo de Tiliuín por el Norte, el Oeste y el Sur.
Una vez descargadas las bombas, los B2I atacaron al enemigo con sus armas de a
bordo, rodeando y protegiendo con un círculo de fuego a los paracaidistas,
mientras éstos descendían a tierra. El bombardeo no tuvo el éxito que se
esperaba ya que solo explosionaron el 35 por ciento de las bombas.
Poco
más tarde, un T2B, volando a sesenta metros de altura, lanzó sobre el fuerte el
segundo escalón del desembarco, que consistía en seis empaques de morteros,
lanzagranadas, municiones y víveres. El fuego de los bombardeos aplastó contra
el suelo a los oponentes y, cuando quisieron reaccionar, los paracaidistas ya
en tierra, impusieron su propio fuego, logrando entrar los setenta y cinco
hombres al completo de su dotación reglamentaria. La operación resultó un
completo éxito y la posición fue reforzada.
Al
finalizar noviembre, se habían transportado a Ifni por vía aérea más de 1.600
hombres equipados, más de 86 toneladas de víveres, municiones y material de
transmisiones. Con estos refuerzos y con las noticias inquietantes del Sahara,
se consideró llegado el momento de iniciar la recuperación de los efectivos
militares y personal civil aislados en los puestos del interior.
Con
este objetivo, se planificaron dos operaciones que se desarrollarían
sucesivamente; la primera llamada “Operación Netol”, pensada para liberar en
una sola acción los puestos de Telata, Tiliuín y Mesti y una segunda operación
llamada “Operación Gento” planeada para avanzar rápidamente, como sugiere el nombre
del famoso extremo izquierdo del Real Madrid, que se realizaría en beneficio de
los puestos de Tiugsá y el Tenín.
Para
apoyar estas acciones, el Ejército del Aire situó en Sidi Ifni, seis Heinkel
111. Cuando se inicia la “Operación Netol”, el 1 de diciembre, recibió apoyo
permanente de los bombarderos Heinkel, que en los tres primeros días realizaron
doce salidas, bombardeando y ametrallando al enemigo en misiones de
reconocimiento armado, destacando el bombardeo de Tagüenza, en el que se
castigó duramente una concentración de moros, pues debido al mal tiempo
reinante no se realizó el desembarco paracaidista previsto para el 3 de
diciembre.
Un
día más tarde, hay que resaltar que cuando un Heinkel realizaba una misión de
reconocimiento en la frontera norte, recibió fuego antiaéreo de una batería de
ametralladoras de las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos, emplazada en el puesto
de Mirleft, lo que demuestra de forma fehaciente el apoyo que recibían las
bandas.
La
Operación “Gento” se inició el día 5 de diciembre; las fuerzas que se dirigían
a sus objetivos de Tiugsá y el Tenín, encontraron mayor resistencia del enemigo
que en la fase anterior. Además, las condiciones meteorológicas, redujeron las
salidas de los B2I hasta un mínimo de una salida. Al día siguiente, el fuerte
viento reinante obligó también a suspender el desembarco paracaidista, lo que
permitió que los once Junkers previstos para dicho desembarco pudieran realizar
siete salidas en apoyo de la columna que avanzaba hacia Tiugsá. Bombardearon y ametrallaron
los núcleos enemigos que trataban de detener el avance de los españoles.
Para
romper la resistencia encontrada al avance, el día 7, los Heinkel llevaron a
cabo nueve salidas en apoyo de la columna que avanzaba hacia Tiugsá. Costó
trabajo llegar a Tiugsá y el Tenín, y costó más aún replegarse desde éste
último puesto. De cualquier forma, ese mismo día Tiugsá y Tenín fueron liberados.
En
la evacuación de Tiugsá, el día 8 de diciembre, las fuerzas terrestres combaten
con un pegajoso enemigo que, aprovechando el accidentado terreno, hostiga a las
tropas. Los Heinkel realizan seis salidas, bombardeando y ametrallando y los
Junkers esa misma tarde transportan más de 8 toneladas de víveres.
La
Operación "Gento” resultó mucho más dura que la operación "Netol",
pues el número de bajas fue casi diez veces superior.
Un
día antes de la evacuación de Tenín y Tiugsá, el 7 de diciembre, 320 paracaidistas
del Ejército del Aire, al mando del jefe escuadrón Teniente Coronel Mariano
Gómez Muñoz, en quince aviones Douglas DC-3 del Ala 35 (Getafe) y tres Bristol
170 requisados a la Compañía AVIACO llegan a Sidi Ifni. A su llegada quedó el
Escuadrón a las órdenes directas del Gobernador General. En la madrugada del
día siguiente comienzan sus primeras acciones. La 1ª Escuadrilla debía relevar
a los paracaidistas del Ejército de Tierra que guarnecían una posición situada en
el monte Busgadir; la 2ª Escuadrilla defendería el aeródromo y otros puestos
sensibles de la plaza, relevando a las fuerzas de artillería y del Grupo de
Tiradores de Ifni; la 3ª Escuadrilla escoltaría un convoy con abastecimientos y
refuerzos hasta la cota 646 del macizo Ait-Bu-hus. Llevaba el convoy además de
víveres y municiones, una radio de campaña, medicamentos y camillas. La
escuadrilla regresó al día siguiente por la noche transportando 15 muertos, 23
heridos y dos prisioneros.
Una
vez concluida esta operación, a la 3ª Escuadrilla de paracaidistas del Aire, se
le asigna la misión de proteger la columna del Teniente Coronel Crespo, jefe de
la unidad de paracaidistas del Ejército de Tierra, que desde Tiugsá (Tagragra) se
repliega a Sidi Ifni que se encuentra con muchas dificultades en el camino, lo
que una vez resueltas no le impidieron estar el día 9 en Sidi Ifni.
En
los días siguientes, las Escuadrillas de paracaidistas del Aire van rotando en
sus cometidos. El día 22 de diciembre una escuadrilla del Escuadrón protege un
convoy de víveres y municiones que se dirige al vértice de Buyarifen, que había
sido ocupado después de un intenso fuego de la aviación. El día 27 se ordena
que la 1ª Escuadrilla sea relevada del Centro de Resistencia que ocupaba, y que
junto a la 2ª y 3ª escuadrillas quede acuartelada en la capital a la espera de
nuevas órdenes.
Cuatro
días más tarde, el escuadrón queda a disposición del Gobernador General de la
Provincia del Sahara, saliendo, por vía aérea, hacia El Aaiún.
Aunque
no se llevó a cabo la Operación Banderas no la pasaremos por alto por ser la
primera operación paracaidista conjunta. Iban a participar dos Banderas del
Ejército de Tierra y la de igual clase del Ejército del Aire. El día 5 de enero
de 1958 estaba previsto realizar un lanzamiento de una escuadrilla del aire
para ocupar, organizar y defender hasta su relevo, la cota 348 del macizo Alat
Ida Usugun. Cuando se lograsen esos objetivos la VI Bandera de la Legión
quedaría de guarnición en el Centro de Resistencia, que era el objetivo de la
operación. Desgraciadamente, las malas condiciones meteorológicas, obligaron a
suspender la operación.
Por
otro lado, recordemos que el 10 de enero de 1958, un Decreto de la Presidencia
del Gobierno divide el África Occidental Española en dos territorios: Ifni y
Sahara. Se forman dos Gobiernos, uno para cada territorio, dependientes del
Capitán General de Canarias, quedando el General Zamalloa al frente del primero
y nombrando para el segundo al General Héctor Vázquez. Además, se crean dos
nuevas provincias españolas, Ifni, con capital en Sidi Ifni y el Sahara que la
tendría en El Aaiún.
Simultáneamente
el Ejército del Aire, creó un Mando Aéreo en cada uno de los territorios, que
por tener doble dependencia –de la Zona Aérea y de la Capitanía General– se
vieron en algunas ocasiones en difíciles circunstancias. Para el Mando Aéreo de
Ifni se nombró al Coronel Francisco Pina Alduini y para el del Sahara al
Coronel Carlos Ferrándiz Arjonilla.
Al
finalizar el año 1957, la Aviación había realizado 830 salidas, de reconocimiento,
transporte, bombardeo, ametrallamiento y evacuaciones; además de cinco de
lanzamientos de paracaidistas; se lanzaron más de 12 toneladas de
abastecimiento a posiciones sitiadas, se transportaron 3.225 hombres y más de
221.000 kilos de carga; se arrojaron cerca de dos mil bombas, se dispararon
unos 27.000 cartuchos y se evacuaron 4 muertos y 95 heridos. Estas salidas
realizadas por el Ejército del Aire supusieron 2.816 horas de vuelo.
Mientras
tanto, en el Sahara el enemigo continuó con sus agresiones, pues en dicha zona
las bandas armadas estaban desde hacía más de un año. En el Sahara se habían
producido síntomas alarmantes que podían dar lugar a una segunda edición del
caso Ifni. Pequeñas escaramuzas llevadas a cabo por dichas bandas en la Saguía
el Hamra, dio lugar a que aumentase de forma alarmante la tensión en este
territorio.
Como
el problema en el Sur podía enconarse en cualquier momento, se tomaron en el
otoño de 1957 una serie de medidas.
Unas
de carácter activo entre las que podemos citar, el incremento de los efectivos
existentes y la mejora de la infraestructura y otras de carácter pasivo como
podían ser el abandono de los puestos del interior y la potenciación de cuatro
núcleos de defensa de la costa: El Aaiún, Cabo Juby, Villa Cisneros y la Güera.
Recordemos
que el desembarcadero de hombres, municiones, pertrechos y suministros de
cualquier clase que podían llegar por mar destinados a El Aaiún, era la playa
de Huisi Aotman, situada a 30 Km de la ciudad. Entre la ciudad y la playa
existía y existe una cadena de dunas de gran tamaño y anchura, que permitía los
movimientos a cubierto, de efectivos a pie, que podían concentrarse o
desaparecer, en breve tiempo, sin dejar rastro.
La guarnición de la playa, formada por una Compañía de la XIII Bandera de la Legión, fue atacada a primeras horas de la tarde del día 25 de noviembre, por un indeterminado número de moros, entablándose un tiroteo entre estos y los legionarios que resultaron con varios heridos. Este hecho, junto al que días antes (8 de noviembre) se había producido con el ataque al coche correo que iba de Cabo Juby a El Aaiún, obligó a reforzarla zona de El Aaiún.
Las autoridades españolas comenzaron a acumular medios en esta zona. Para ello, aviones DC-3 del Ala de Transporte N° 35 trasladaron de Villa Cisneros a El Aaiún a la IV Bandera de la Legión y más de 12 toneladas de equipo y material diverso, que constituían el primer refuerzo, de cierta importancia, para la escasa guarnición de la plaza.
Por
otro lado, el 30 de noviembre el faro internacional de Cabo Bojador, deja de
funcionar. Fue asaltado y desaparecieron los tres empleados del faro, sus mujeres
y dos soldados. La Aviación con un Heinkel apoyó la operación de desembarco en
la playa de quince infantes de marina que iban a inspeccionar el saqueo e
inutilización del faro. El mal estado del mar impidió que los infantes pudieran
ser reembarcados, por lo que durante dos días tuvieron que ser abastecidos por
aire. Días más tarde se efectuó otro desembarco para reparar el faro y
rehabilitar la pista de aterrizaje para poder asegurar el eventual apoyo
logístico aéreo. Un Heinkel fue el encargado de los reconocimientos y de dar
cobertura aérea al destacamento desembarcado.
Simultáneamente,
los Heinkel realizaban dos salidas de protección a cada convoy que,
aprovechando los pocos días que el mar permitía el desembarque, trasladaban
desde la playa al El Aaiun el material pesado –blindados, camiones, artillería,
combustibles, municiones y víveres– que se iban concentrando y que iban a
utilizar en las futuras operaciones.
Francia,
el 30 de diciembre, aprobó la realización de operaciones combinadas con España
en el Sahara, ya que a los franceses les interesaba mucho conservar Mauritania
y sus minas de hierro. Una semana más tarde el gobierno español aceptó la
propuesta.
Las
Bandas Armadas de Liberación tenían en el norte del Sahara, tres objetivos
principales: Cabo Juby, El Aaiun y Sidi Atzman. Para su control establecieron
una serie de puntos formando un arco de 200 Km. Los puntos más fuertes de este
arco eran Edchera y Tafudart.
La XIII Bandera de la Legión cuando el 13 de enero, llevaba a cabo un reconocimiento armado por la Saguía para confirmar el despliegue enemigo y comprobar si su centro de gravedad estaba en la zona de Edchera-Tafudart, cayó en una emboscada que obligó a un combate en muy malas condiciones. Un Heinkel daba protección a la columna, pero no pudo ametrallar pues las fuerzas propias estaban demasiado cerca de las enemigas. El avión, que fue alcanzado por fuego de tierra, regresó a El Aaiún para repostar y cargar bombas que lanzó, posteriormente, sobre los objetivos que le marcaban desde tierra. El combate resultó muy cruento para la Bandera que tuvo 112 bajas (47 muertos), pero los legionarios vendieron cara su vida, porque en el lugar del combate se recogieron al día siguiente una cincuentena de cadáveres de las bandas.
Este
mismo día 13, también la aviación tuvo que proteger el repliegue a El Aaiún de
las fuerzas terrestres que se encontraban en Edchera. Posteriormente, efectuó
una misión de apoyo aéreo de transporte para evacuar las bajas a Las Palmas.
“La
hora de la aviación, como arma decisiva en el ataque a tierra, aún no había
llegado. Faltaban cosas esenciales para ello, pero el camino hacia el éxito había
empezado ya a andarse”, escribe el General Casas de la Vega.
Este
combate supuso para las fuerzas españolas en el Sahara algo más que una
demostración de la fuerza del enemigo y unas dolorosas pérdidas. Por primera vez,
el Ejército español, tras el periodo de evacuación de los puestos del interior
y el período de concentración de medios, se disponía emprender la ofensiva.
Por
otra parte, parecía el momento adecuado para un cambio radical de actitud, en virtud
de que la concentración de medios necesarios estaba ya hecha y que las
relaciones de buena vecindad con los franceses y la prisa de éstos en
solucionar cuanto antes el problema, nos daba grandes facilidades para su
completa solución.
Respecto
al Ejército del Aire, el 28 de enero tuvo lugar en Villa Cisneros la entrevista
entre los Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas de Cooperación, francesas
y españolas. La entrevista tenía como objetivos redactar un plan de
transmisiones, establecer en el aeródromo de El Aaiún una zona de aparcamiento para
los Nord 2501 franceses, así como de intercambiar información sobre las Fuerzas
Aéreas que habían de participar en las futuras operaciones.
Por
otro lado, en Ifni, al objeto de dar a la posición defensiva mayor fortaleza y
más espacio vital, se planeó la operación Diana, para cerrar accesos al enemigo
y ampliar el terreno por el norte y por el sur.
La
misión asignada a la aviación tenía tres acciones fundamentales, lanzamiento de
paracaidistas, interdicción y apoyo directo a las Agrupaciones terrestres. Para
ésta operación se asignaron trece aviones Junkers para el lanzamiento de los
paracaidistas y un Grumman de salvamento como escolta. La formación voló desde
la Base Aérea de Gando a Ifni, transportando más de 12 toneladas de víveres y
material de alojamiento.
La
operación Diana se realizó el 31 de enero, aunque el desembarco paracaidista,
por el fuerte viento reinante, no pudo llevarse a cabo. De cualquier forma, el apoyo
facilitado por la Aviación, con nueve Heinkel de los destacados en Ifni, resultó
de gran eficacia y el enemigo pudo ser desalojado de las posiciones que
ocupaba.
A finales de enero, quedó estabilizada la posición de Ifni y situados los elementos, tropas y pertrechos suficientes en las bases del Sahara, Cabo Juby, Aaiún y Villa Cisneros, para iniciar las operaciones de limpieza en la Saguía el Hamra y en Río de Oro. Mientras esto ocurría, la aviación llevó a cabo una misión que llamó poderosamente la atención y que fue de dudosa eficacia. Se le ordenó el lanzamiento de octavillas dirigidas a la población civil nómada para atraerla de nuevo a la influencia española.
Operación
en el Sáhara, febrero de 1958.Tres días estuvieron los Junkers lanzando
octavillas sobre las haimas que iban descubriendo. ¡A una población analfabeta
en un 97%, se le arrojaron octavillas redactadas en español y árabe a unos
saharauis cuya lengua era el hassanía!
Mientras
tanto, el Ejército del Aire también se estaba preparando. El 28 de enero
llegaban a Las Palmas, a bordo del Ciudad de Palma, cinco helicópteros Sikorsky
S-55 pertenecientes a la 57° Escuadrilla de la Base Aérea de Getafe y siete
avionetas AISA I-115 y una Dornier 27 de la recién creada Escuadrilla de Enlace
N° 100.
Dos
días más tarde, también llegaba a Sidi Ifni el Escuadrón de caza-bombardeo N°
71, con quince aviones Messerschmit 109 C-4 K (Buchon) que volaron directamente
desde San Pablo (Sevilla) a Sidi Ifni. El 31 de ese mismo mes llegarían a Sidi Ifni,
procedentes de Alcalá de Henares, cuatro aviones del 33 Escuadrón del Ala N° 3
de Villanubla. Eran los monoplanos North American T-6D (Texan) que después de
repostar se dirigieron a El Aaiún, donde se les montaron los tubos lanza
cohetes que traía el T-3 que les acompañaba como nodriza. Una semana después
llegaron otros ocho Texan T-6D procedentes de la Base Aérea de Alcalá de
Henares, donde se había organizado e instruido la unidad.
El
1 de febrero, voló de Ifni a El Aaiún el Escuadrón Paracaidista del Ejército
del Aire, que esa misma tarde entró en campaña posicionándose en la línea
defensiva de El Aaiún.
En
ésta época, las Fuerzas Aéreas del ZACAO tenían un centenar de aviones, en su
mayoría anticuados, pero que se consideraban suficientes para las operaciones
que se avecinaban. Aunque el Ejército del Aire estaba dotado de material aéreo
mucho más moderno, más de dos centenares de cazas reactores F-86 Sabre, el
tratado de Ayuda Mutua con los Estados Unidos no permitió utilizar dicho
material.
Definitivamente,
para limpiar de enemigos el Sahara, el Mando designó el 10 de febrero como el
día “D” de la operación “Teide”, que se había de desarrollar en combinación con
fuerzas francesas que denominarían “Ecouvillón” a su apoyo a la operación.
La
operación se realizaría en dos fases: la primera, en la zona de la Saguía el
Hamra, con la finalidad de “destrucción del enemigo en las zonas de Edchera y
ocupación de Smara y de los pasos de la Seguía de Edchera y Sidi Ahmed Laarosi
y con una duración de diez días; la segunda en Río de Oro, con dos acciones
distintas, una de limpieza en el norte y otra de ataque a las concentraciones menores
del sur.
Para
llevar a cabo las acciones de esta operación se organizaron dos Agrupaciones
combinadas, “A” y “B”, que partirían de El Aaiún la primera y de Cabo Juby la
segunda. Las dos columnas francesas partirían de Tifariti la primera y de Tinduf
la segunda.
La
actuación del Ejército del Aire en esta operación comienza el 9 de febrero
(D-1) realizando catorce salidas desde Gando de Heinkel, cuatro de ellas de
interdicción de los pasos del Dra que, por las lluvias recientes, llevaba agua;
asimismo se realizaron tres misiones de bombardeo y ametrallamiento en los
alrededores de la alcazaba de Tan Tan. Por otro lado, se ametralló la
concentración observada en las proximidades de Hagunía y se bombardearon
objetivos del uad Tigsert y de la zona de Tafudart.
Al
día siguiente los B-2I continuaron los bombardeos de la Alcazaba de Tan Tan,
los reconocimientos armados sobre Treig, Negu Laagad y los pasos del Dra, así
como los reconocimientos visuales de Daora, Anech y Edchera.
En
la operación Siroco a la aviación se le señalaron las misiones de apoyo General
antes y durante la maniobra y de apoyo directo. Para ello, se tendría un avión
en vuelo permanente para apoyo por el fuego de la Agrupación y tres aviones en alerta
en tierra para satisfacer misiones urgentes.
Simultáneamente,
los Heinkel apoyaron a las fuerzas terrestres en la operación Siroco, cuyo
objetivo era el reconocimiento en fuerza hasta Arbaa del Mesti. El segundo día
(11 de febrero), los Heinkel, bombardearon Tafudart, el cauce del uad Abeddús y
una vez más Tan Tan; ametrallaron el cauce del Tigsert y realizaron
reconocimientos fotográficos desde Guelta Zemmur a Aguelmin Mel Las. Desde El
Aaiún se efectuó un reconocimiento armado de Hagunía.
Los
siguientes días, los B-2I continuaron efectuando reconocimientos visuales de la
pista Daora - Gaada, de los pasos del Dra y atacando con ametralladoras a un
grupo de camellos que era un importante medio logístico del enemigo.
Ya
el día 16, eliminados los grupos enemigos en la Saguía y las columnas
efectuando misiones de limpieza, los Heinkel efectuaron reconocimientos
visuales de las pistas de El Aaiún, Hagunía, desembarcadero de Tan Tan y
desembocaduras del Dra y Asaka, llegando hasta Ifni.
La
operación Siroco fue un completo éxito. El enemigo que sufrió los efectos del
fuego especialmente aéreo, aprendió una lección importante: que las salidas
para realizar actos de fuerza en cualquier parte del territorio que ocupaba
eran posibles y poco costosas.
De
nuevo el Mando, que ha recibido grandes refuerzos, decide llevar a cabo una
acción potente para destruir a las bandas enemigas que han penetrado en el
Sahara y para ello decide la llamada Operación Teide, que se llevaría a cabo en
las Regiones Norte y Sur del Territorio, en colaboración con las fuerzas
francesas basadas en Fort Trinquet, Fort Gouraud y Port Etienne.
El
10 de febrero de 1958 se iniciaron simultáneamente las operaciones Teide y
Ecouvillon. La primera fase de la operación tenía como finalidad “la
destrucción del enemigo en las zonas de Edchera y Tafudart y la ocupación de
Smara y de los pasos de la Saguí en Edchera y Sidi Ahmed Laarosi.
Los
dos últimos días de la primera fase de la Operación Teide, ya se consideraba la
zona de la Saquía el Hamra libre de enemigos por haberse refugiado en
Marruecos; no obstante, la Agrupación “B” continuó los recorridos de limpieza desde
Magder hasta Hagunía.
La
Aviación tuvo durante los diez días que duró esta fase una destacada actuación.
Los aviones Heinkel efectuaron reconocimientos fotográficos de los pasos del Dra
y bombardearon Tisgui Remz, Tiliuin y reconocieron el aeródromo de Gulimin.
Los
Junkers y los Douglas, realizaron misiones de enlace y transporte, operando
desde Gando y El Aaiún. En estas operaciones se transportaron más de 115 TM de
víveres, material de guerra y sanitario, más de 280 hombres y se evacuaron a 30
heridos. El apoyo de las Fuerzas Aéreas francesas fue la actuación de dos
Noratlas destacados en Gando, que transportaron más de 36 TM de vehículos
militares, víveres y material de guerra, tanto desde Gran Canaria como de
Tenerife.
Mención
especial merece la aparición en estas operaciones de dos nuevos tipos de
aviones, los cazas Messerschmitt 109 (Buchones) y los Texan T-6 de ataque a
tierra. La primera misión de guerra que efectuaron los Buchones, el día 2 de
febrero, fue la protección del convoy del desembarcadero a El Aaiún,
posteriormente protegieron a la columna que de Cabo Juby marchaba a Daora y
atacaron con cañón en vuelo rasante, objetivos en la zona de Tafudart. Su
escaso rendimiento en éste tipo de operaciones obligó a que se decidiera
suspender sus misiones. Días más tarde se trasladaron a Gando.
Los
Texan T-6, armados con dos ametralladoras Breda y con diversas cargas de
cohetes y bombas ligeras dieron un excelente resultado.
El
día 9 de febrero, inician su actuación dando protección al convoy que iba de
Huisi Aotman a El Aaiún y a la columna a Daora, efectuando además un
reconocimiento armado sobre la zona de Edchera.
Además,
de la protección permanente de los convoyes que se dirigían a El Aaiún desde la
playa, hicieron misiones de apoyo por el fuego a la Agrupación A, que así logró
vencer la resistencia que los rebeldes ofrecían en el espolón de Auseiegt.
Seis
T-6, efectuaron reconocimientos ofensivos en la zona de Lemlihas; así como
sobre las columnas que operaban en la Saguía el Hamra, donde atacaron con
cohetes y ametralladoras a grupos enemigos. Otros reconocimientos armados los
efectuaron sobre las zonas de acción de las Agrupaciones terrestres y asimismo
sobre el sur de Gaada, entre Tagda y la Saguía el Hamra, ametrallando y
destruyendo varios vehículos enemigos.
Los
últimos días, los reconocimientos armados se realizaron sobre la zona de Daora,
uad Marmuza, uad Ininegt, y otras dos sobre la zona Hagunía–uad Edchari, hasta
la ocupación del antiguo puesto de la Bandas Armadas de Liberación en Hagunia. Esta
acción se inició el día 17 y consistió en una operación combinada entre fuerzas
de tierra y aire. Las de tierra contribuyeron con una Bandera del Tercio, un
batallón de Infantería y el Grupo de Escuadrones de Pavía. Las del aire, tras
una preparación por el fuego de los T-6, los Junkers efectuaron el lanzamiento
de los paracaidistas del Ejército del Aire.
En
el lanzamiento participaron, el día 18, la 1ª Escuadrilla y la Plana Mayor del
Escuadrón de Paracaidistas del Aire que saltaron con unos efectivos de unos 150
hombres en la denominada operación “Morabito” –el mayor lanzamiento efectuado
hasta la fecha en operaciones por paracaidistas españoles– sobre Hagunía, cruce
de pistas y punto de paso entre Ifni y Sahara, con objeto de impedir la
retirada de las bandas enemigas acosadas por las fuerzas terrestres que
actuaban por tierra. La operación se desarrolló sin incidentes, manteniendo el
Escuadrón sus posiciones hasta la llegada de las columnas que procedentes de Daora
y Gaada confluían en Hagunía.
En
esta operación también participaron helicópteros de la 57° Escuadrilla de
Getafe, destacados en el Sahara, que efectuaron abastecimiento de municiones y
medicamentos a las columnas y evacuaron a los heridos graves de estas mismas
columnas. Además, efectuaron misiones de enlace transportando a diversos Mandos
de las Fuerzas Armadas.
Limpia de enemigos la zona de Saguía el Hamra, ya solo quedaba en el Sahara fuerzas enemigas en Río de Oro, en las regiones de Tennuaca y Ausert y contra ellas se dirigieron las operaciones de la segunda –y definitiva– fase de la operación Teide–Ecouvillón. Participarían, por parte del Ejército de Tierra, la Agrupación Ligera V y la Agrupación C. La primera saldría de El Aaiún y la segunda de Villa Cisneros. Por parte francesa intervendrían dos columnas que procedían de Fort Gouraud y Port Etienne. Esta fase comprendería desde el día 20 al 24. Las columnas procedentes de El Aaiún y Fort Gouraud, confluirían en Bif-Nzaran y las de Villa Cisneros y Port Etienne sobre Ausert. Esta limpieza del sur del Sahara costó más trabajo y sangre de lo que se había pensado. Las bajas propias fueron 5 muertos y 17 heridos y las enemigas 40 muertos. En los cinco días que duró la segunda fase de la operación Teide, se realizaron toda clase de misiones aéreas. Los Heinkel desde Villa Cisneros, realizaron el primer día reconocimientos armados sobre el Aargub, Bif Nzaran, Tichla, Ausert y Guelta Zemmur. En los días siguientes los reconocimientos ofensivos los efectuaron desde Cabo Juby a Fum uad Dra, continuando hasta Betaina y de la pista de Tisgui Remz a Cabo Juby por Hagunía, sin observar actividad del enemigo. El último día de ésta fase, realizaron reconocimientos ofensivos sobre uad Dra, zona de Aargub-Ausert-Tichla y la de Aargub-Ausert-Bir Nzaran y en el área de acción de las columnas.
El
apoyo por el transporte realizado por los aviones Junkers y Douglas DC-3, consistió
en trasladar más de 66 toneladas de víveres y material diverso, 150 hombres y
19.000 kilos de gasolina para las fuerzas de tierra tanto españolas como
francesas.
Por
otro lado, los Texan T-6 realizaron salidas de reconocimiento armado en
beneficio de la Agrupación Ligera V y además llevaron a cabo la cobertura de la
columna Herrera, tomando tierra en Bir Nzaran y regresando a Villa Cisneros.
En
ésta fase de la Operación Teide, se combatió duramente en la zona de Tennuaca y
Agracha, donde el enemigo sintiéndose cercado, ofreció una dura resistencia y
colocó a las fuerzas en una delicada situación que sólo se resolvió con el
apoyo aéreo de dos parejas de T-6, que ametrallaron a rebeldes y camellos
localizados entre los matorrales.
Con
este combate y la limpieza de la región de Negyir se dio por terminada la
segunda fase de la operación Teide-Ecouvillon, quedando el Sahara libre de las
Bandas Armadas de Liberación, aunque restos diseminados habrían de ser
eliminados en las semanas sucesivas.
La
guerra, de hecho, estaba terminada, pero aún pasarían diez días hasta que
cayeran las últimas bombas arrojadas por los Heinkel, en el África Occidental
Española. Fue el día 7 de marzo, cuando dos Heinkel en misión de reconocimiento
armado en Sidi Ifni sobre la frontera del Dra, bombardearon en Id Chelen,
Takharut e Id Buthini. Fueron estas 40 bombas de 50 kilos las últimas arrojadas
en la campaña. Al finalizar ésta, después de 105 días, la Aviación había efectuado
2.179 salidas en las que se arrojaron 3.083 bombas de 50 kilos y 1.258 granadas
de mortero, se dispararon 294 cohetes y 54.395 cartuchos; se transportaron
6.263 bombas y 976.379 kilos de municiones, víveres, combustibles y carga
diversa –65.840 Kg por aviones franceses–, se lanzaron 420 paracaidistas y 13.200
kilos de abastecimientos a posiciones sitiadas y se evacuaron 243 bajas,
volando en total 6.694 horas y 26 minutos.
Para finalizar, podemos decir que, en el aspecto aéreo, la campaña de Ifni-Sahara dejó patente que, aunque el material aéreo no era el adecuado, la Aviación cubrió todos sus cometidos, viéndose como en ocasiones anteriores –revolución asturiana de 1934 y guerra civil 1936-39– que el personal estaba bien adiestrado y psicológicamente preparado para afrontar la guerra desde los primeros compases de ella, probablemente por darse las circunstancias de que la vida habitual en las bases aéreas en tiempo de paz, es muy similar a la de la guerra.
Fuente:
https://publicaciones.defensa.gob.es//Revista de Historia Aeronáutica N° 26.
Año 2008.