Enviar
23 aviones armados con bombas y ametralladoras para aniquilar un único avión
posado en tierra y desarmado parece exagerado, pero mide muy bien el tamaño del
desasosiego que provocó en los militares españoles la noticia de que Abdelkrim
estaba reuniendo una aviación propia. El presidente de la República del Rif
había declarado muchas veces a la prensa su preocupación por la acción impune
de la aviación española. Así, le dijo a Ward Price, del Daily Mail “[…] aparte
de las bombas de los aviones que matan a las mujeres y a los niños, nuestras
pérdidas son ligeras[1].”.
Por consiguiente, soñaba con disponer de aviones propios.
Como
dice en sus memorias “Yo hubiera dado cualquier cosa por que un avión rifeño
volase sobre las líneas españolas[2]”. Abdelkrim veía el doble efecto de ese vuelo: sobre sus propias fuerzas,
equiparadas así instantáneamente en tecnología con las de sus enemigos, y sobre
los españoles, que “no hubieran dejado de impresionarse a la vista de un avión
rifeño volando sobre Larache, Tetuán o Melilla”. El líder rifeño se quedó corto
en esta última afirmación: un indígena o un pueblo de color provisto de aviones
era una aberración, algo inconcebible que habría supuesto el fin del dominio
del mundo por parte del hombre blanco. Como dijo Charles Lindberg, el héroe
solitario, “La aviación … es una de estas inapreciables posesiones que permiten
a la raza blanca vivir y prosperar en un agobiante mar de gente amarilla, negra
y de color[3]”.
En
agosto de 1923, las fuerzas de Abdelkrim consiguieron atrapar un avión español
en buen estado, un DH.9 que hizo un aterrizaje forzoso cerca de la bahía de
Alhucemas. El avión fue rápidamente camuflado por los rifeños, lo que no le
salvó de la destrucción por una escuadrilla enviada expresamente para bombardearlo,
aunque parece ser que los harkeños consiguieron salvar y poner a resguardo
algunas partes del aparato. El episodio ilustra el intenso afán de una parte
por conseguir aeroplanos y el de la otra por impedírselo. Pero lo peor, desde
el punto de vista del ejército de África, estaba por llegar.
Los
intentos de crear una aerolínea en Argelia para enlazar la capital con el
interior, llamada algo exageradamente Sindicato de la Red Aérea Transafricana
(SRAT), habían fracasado al tropezar la naciente empresa con la ya asentada
Latécoère, que consideraba la zona como de su exclusiva competencia. Pero del
intento fallido quedaron seis Dorand A.R.2 aparcados en un aeródromo argelino.
Eran
aviones diseñados en 1916 como aparatos de reconocimiento y bombardeo ligero,
que no tuvieron mucho éxito y que se fabricaron en poca cantidad. El caso es
que los enviados de la incipiente fuerza aérea de la República del Rif vieron
los aviones, comprobaron su estado, compraron cuatro y consiguieron llevar uno
de ellos al territorio rifeño. Los servicios de información franceses alertaron
a los españoles, y las escuadrillas de la aviación militar comenzaron a buscar
signos de actividad aérea, o más bien de sus preparativos.
Se
vieron algunos campos de aterrizaje a medio construir, así como algunos
cobertizos sospechosos por su tamaño y por fin llegó la confirmación del lugar
exacto donde estaba el nefando avión indígena. El 22 de marzo de 1924, 23
Bristol y de Havilland soltaron 540 bombas sobre el objetivo, en Tizzi Moren,
no lejos de Alhucemas. Dos días después se repitió el ataque, pero al no ver
señales de ningún avión –a pesar de que los rifeños habían colocado un señuelo
imitando su forma– la formación aérea se dedicó a la tarea rutinaria de
bombardear zocos y aldeas. Nunca más se supo de ningún otro intento de volver a
intentar la creación de una fuerza aérea en la República del Rif.
Fuente:
https://aeropinakes.com
[1] Revista de Tropas
Coloniales, 17 de mayo de 1924. Prensa extranjera. Declaraciones de Abd-el-Krim
a Ward Price, enviado especial del Daily Mail.
[2] Julián Oller: los
aviones de Abd-el-Krim. Aeroplano, nº 23, 2005
[3] Charles Lindberg: “Aviación, Raza y Geografía” Reader’s Digest, noviembre de 1939