Por
Rafael de Madariaga Fernández
Antecedentes
La
Aviación de la República envió sucesivamente a la Unión Soviética a cuatro
denominadas Promociones a efectuar su entrenamiento como pilotos de caza y de bombardeo,
y en algunas de ellas separó a un contingente más reducido para ser
observadores–navegantes. La historia de las tres primeras promociones que en el
caso de la segunda y tercera fueron a Kirovabad en dos expediciones distintas,
ha estado investigada y tratada por distintos expertos.
A
pesar de que muchos documentos de la Aviación Gubernamental se perdieron
durante los días finales de la guerra en Cataluña, se han podido recuperar en
gran manera los historiales debido sobre todo a que la mayoría fueron a Rusia y
volvieron para ser nombrados pilotos u observadores, y ascendidos a Sargentos
con su consiguiente titulación e inscripción en el Diario Oficial
correspondiente.
Para
la denominada Cuarta Promoción faltó un conjunto de datos muy importante, como
fue la terminación y el destino intermedio, así como el final de los distintos
componentes. Al término de las actividades de entrenamiento, entre primero de
abril y mediados de junio de 1939, tan solo un pequeño contingente podía decir
que ya eran pilotos. Sus diferentes adscripciones, las distintas opciones que
cada grupo y subgrupo pudo tomar o se vio obligado a admitir y los distintos periplos
que la inicial fase de “falsa paz” seguida de la invasión alemana les deparó,
constituyen un laberinto bastante difícil de desentrañar.
Finalmente,
las peripecias dramáticas de los que escogieron la solución peor, constituyen
uno de los episodios más tristes y violentos vividos por españoles durante y a
consecuencia de la Guerra de España y de la II Guerra Mundial, esta última
llamada por Stalin y luego por el pueblo ruso la Gran Guerra Patria.
Introducción
La
denominada Cuarta Promoción de Kirovabad estuvo formada por tres contingentes
de alumnos, el primero de algo más de ochenta miembros, formado por dos tandas,
el segundo integrado por ochenta y nueve, y el último por cincuenta. En
conjunto, y ya que fueron separados para volver a España al menos seis de la
segunda tanda y algunos más de las otras dos porque no resultaron aptos,
sumados a un pequeño grupo de al menos doce que enviaron a hacerse observadores,
quedaron 200 componentes.
Desde
la Segunda Promoción se había dividido el contingente total de cada una en dos
expediciones, quizás con la intención de duplicar los viajes, pero disminuir
los riesgos y la logística de grupos tan numerosos.
Formaron
parte de ella como en las anteriores, combatientes de todos los ejércitos de la
República, antiguos observadores y ametralladores–bombarderos que ya en la
guerra habían demostrado su valor y hasta tenían el grado de oficiales o Sargentos
pero querían ser pilotos, soldados rasos de infantería y jóvenes imberbes que
apenas habían cogido el fusil por breves momentos.
Durante
el transcurso de los siguientes dieciocho años, incluidos los años de la Gran
Guerra Patria hicieron de todo y participaron en todo tipo de actividades:
fueron activos combatientes en las fuerzas armadas soviéticas, guerrilleros,
pilotos, observadores y mecánicos, trabajadores en las fábricas más duras,
activistas a favor del régimen y algunos considerados traidores y enviados a
los peores campos de trabajos de la más remota Siberia, a los más lejanos
parajes del Asia profunda, a minas de carbón cuyos nombres hasta hace poco no
estaban ni escritos en los mapas y a otros lugares que, bien conocidos por los
exiliados, eran el epítome de la crueldad y de la segura muerte por inanición.
Contra
todo pronóstico muchos de ellos se salvaron y volvieron a ver la hermosa luz de
su lejana Patria Española, que habían echado de menos durante tantísimos años.
Analizando la composición de la lista se observa que los mayores entre ellos
habían nacido en 1913 y los más jóvenes en 1920, por lo que sus edades en 1939
oscilaban entre veintiséis y diecinueve años.
Este
trabajo de investigación y recopilación quiere ser un homenaje a todos los
componentes de la 4ª Promoción de Kirovabad, aunque la mayoría de ellos ya no
estén entre nosotros. Sentimos no haber llegado antes para realizar su necesario
ensalzamiento, pues sus tremendos sufrimientos estimamos que constituyen
algunos de los más notables y valiosos esfuerzos soportados por contingentes de
españoles durante la II Guerra Mundial.
Reclutamiento
y selección
Los
diferentes orígenes de la Promoción
Juan
Blasco era telefonista en una centralita del XVIII Cuerpo de Ejército en
Barcelona a mediados de 1938. Se presentó a una convocatoria para ser piloto y
luego de aprobar ingresó en una escuela preparatoria para pilotos en Sabadell,
donde solamente daban clases teóricas de diversas materias relacionadas con el
vuelo. Recibían temas de Matemáticas, Navegación Aérea, Aerodinámica, Lectura
de Mapas, Instrucción Militar y Teoría del Vuelo. Según nota de Carlos Lázaro
en su trabajo sobre “La formación de aviadores españoles en la URSS” el Teniente
Coronel Ramón García Larrea, era el Jefe de la Escuela de Sabadell; les dijo
que la formación de cada piloto en Rusia costaba al gobierno republicano
180.000 pesetas–oro.
La mayoría de los muchachos jóvenes tenía totalmente idealizada a la Unión Soviética, gracias a la propaganda y a las películas que se veían en la España Republicana en esos años y pensaban que era el paraíso, donde no existía ni la injusticia ni la desigualdad. Se difundía entre los jóvenes la revista “La URSS en construcción” con maravillosas fotografías de gentes jóvenes y perfectas, en composiciones fotográficas maravillosas.
La
procedencia de los futuros pilotos era de lo más variopinta, viniendo de todos
los rincones de la Península y las islas. A finales de 1938 se había
establecido en la zona catalana de la República una escuela preparatoria de
Pilotos de Aviación, que en otros documentos llevaba el nombre de Escuela de
Capacitación de Aviación de Sabadell y poseía una dependencia secundaria en San
Sadurní DʼAnoia muy próxima
al campo de aviación. El documento de creación de la denominada,
según el boletín, Escuela de Aprendices de Pilotos, aparece en el Diario
Oficial Nº 280 de 27 de octubre de 1938. Actuaba como ayudante de García Larrea
el Teniente piloto José Marqués García.
Los
cursos de esta escuela tendrían una duración de un año, admitirían alumnos de
entre 15 a 17 años pasando reconocimiento médico semestral y cursarían
asignaturas aeronáuticas y cuando llegaran a la edad militar pasarían a
efectuar el Curso de Pilotos. Estimamos que al final se entrecruzaron dos
proyectos o dos procesos de selección, el de Los Jerónimos en Murcia y el de
Sabadell en Cataluña, y se unificaron en uno solo.
Se
trataba de comenzar la selección y puesta a punto de los jóvenes que luego
pasarían a hacer los cursos de pilotos, bien en escuelas nacionales o bien en
otras fuera, como fue el caso de los que formaron parte de la 4ª Promoción de
Kirovabad. De Sabadell partieron varios grupos de alumnos, pero no todos, ya que
el último grupo de 50 se habían seleccionado en varios lugares de Murcia.
Entre
los alumnos se decía que la mitad de ellos no tenía credo político ni
convicción alguna y solo habían ingresado en Aviación por el gusto hacia
aquella profesión; un veinte por ciento eran anarquistas o mejor afiliados a
sindicatos de esa tendencia, otro diez por ciento eran afiliados a partidos del
Frente Popular y el resto, un 20 por ciento más, eran comunistas entre
afiliados y simpatizantes, ya que muchos de estos últimos consideraron que la
pertenencia al Partido era una garantía para el viaje a Rusia.
Algunos
eran republicanos de clase media. Blasco cita a Francisco Pac Morata como
desaparecido en la Unión Soviética hacia 1960, pero residió en Moscú en 1981 y tenía
su domicilio allí. Al señalarle el Teniente Coronel antes de salir para Rusia
como simpatizante de la derecha y no militante, el chico que tenía aspecto de buena
familia, era delgado, de buena estatura, pelo negro rizado y bien parecido, se
convirtió en blanco de todos. Lo tuvieron vigilado los comunistas desde el
principio y durante el viaje por temor a que escapara.
Tanto en Sabadell como en San Javier las comisiones soviéticas preguntaban y confirmaban con los alumnos sus antecedentes militares y sus vinculaciones políticas. Otros testimonios de textos personales sobre miembros de la 4ª Promoción son los de Vicente Monclús Guallar, Miguel Velasco Pérez, Vicente Reguengo y Francesc Pararols, el relato de Eusebio Ortega Bustos y el libro del periodista Daniel Arasa. Según Carlos Lázaro en su “Diario de un piloto de caza en Kirovabad” (Ediciones Campomas, Valencia) en el Diario Oficial del Ministerio de Defensa del 29 de marzo de 1938 se anunció la Convocatoria del 5º Curso de pilotos para la Aviación de la República, que integraba a 154 alumnos.
El
primero y segundo contingentes
El
primer contingente es el que describe uno de los pilotos que luego volvió en el
Semíramis en 1954. Eran unos cincuenta alumnos procedentes de Alcantarilla y de
Sabadell, que salieron a finales de agosto de 1938 y luego de viajar en ferrocarril
por Cervera y Paris accedieron a El Havre donde embarcaron en el “Maria
Ulianova”, llegando a Kirovabad a primeros de septiembre del mismo año. Iba
mandado por el Capitán Observador Antonio Blanch Rodríguez. Según Clara Rosen
llegó la primera expedición de esta denominada Cuarta Promoción el 6 de
septiembre de 1938 a Kirovabad y se trataba de un pequeño grupo de cincuenta
encabezados por Antonio Blanch.
En
cuanto al segundo, estuvo formado por 73 alumnos, procedía de la Escuela de Aviación
de Sabadell y el resultado fue anunciado por el ya mencionado Teniente Coronel
Ramón García Larrea, jefe de la misma, el 9 o 10 de octubre de 1938. El día 12
en autobuses los trasladan a Portbou y en la propia expedición están anotados
los observadores José Tuñón, Federico Gonzalo y Juan Caldevilla así como los
ametralladores Domingo Bonilla, Joaquín Carrillo Arqués y Juan Francisco Gómez
Martínez. Según Pararols a la lista inicial se adscribieron diez más que eran miembros
de las Brigadas Internacionales, totalizando 83 componentes. Según Manuel
Velasco este grupo embarcó en el puerto francés el 13 de octubre de 1938 en el
buque “Esmolnik”. Este segundo grupo de la 4ª se reunió en El Havre con el Capitán
Caldevilla que traía de vuelta hacia España al segundo grupo de pilotos de la
3ª Promoción, con los cuales coincidieron durante unas horas y fueron objeto de
la mayor curiosidad por parte de los que partían.
La tercera expedición
A
estos contingentes iniciales que partieron con un mes de separación, se unieron
en la escuela un segundo grupo de unos ochenta alumnos más seleccionados en
Sabadell, donde estuvieron varios meses dando clases, y marchando a Rusia a
finales de noviembre.
En él figuraban alumnos que hasta ese momento habían estado en la citada Escuela de Capacitación en San Sadurní DʼAnoia, un anexo de la citada Escuela de Sabadell establecido en un antiguo cuartel.
Y finalmente otro grupo más de 50 muchachos, fue escogido entre los convocados en marzo, denominados como 5ª Convocatoria y seleccionados por una comisión soviética en San Javier (Murcia). De los 2000 alumnos previamente admitidos –al igual que en las anteriores promociones– solo un grupo de 250 a 300 fueron llamados y empezaron cursos en Alcantarilla. De ese grupo inicial la comisión citada, formada por 3 o 4 personas, una de ellas una mujer, seleccionó a 60 alumnos para hacer el curso en la URSS. En noviembre los alumnos seleccionados comenzaron a viajar a Cataluña en grupos de 8 a 10 personas dependiendo de su peso, para no sobrepasar el límite de carga útil de los De Havilland DH–86 de la LAPE, que cubrían el trayecto nocturno entre la Zona Sur y Sabadell.
Eusebio
Ortega Bustos perteneció a esta última convocatoria de alumnos que fue convocada
el 2 de abril de 1938 con objeto de prepararse para hacer el Curso de Piloto.
Estuvo desde mayo de ese año estudiando en Los Jerónimos, Murcia, hasta que
entre septiembre y octubre fueron trasladados a la Base de San Javier, donde
permaneció él hasta el 31 de marzo de 1939. Allí se fueron desmembrando; unos
sesenta partieron hacia la URSS en noviembre de 1938, entre los cuales estaban
Rafael Estrela Llopis, Carlos Ayuso Garciapatos, Juan Pinto Gómez, Jacinto
López Loaisa, Antonio Gómez Naya y Antonio Esmeralda.
Vicente Reguengo, que escribió su relato con nombre falso, establece el comienzo de su periplo a finales de 1938 cuando un grupo de 50 jóvenes estaban concentrados en San Javier (Murcia) para salir hacia un lugar próximo a Barcelona al mando de un Teniente. Reguengo no quiere dar datos concretos porque escribe en 1955, él había vuelto en el Semíramis en abril de 1954 y temía perjudicar a otros que se habían quedado en Rusia. Pero indudablemente se refiere al viaje hacia Sabadell encabezados por un Teniente que ayudaba al Teniente Coronel García Larrea en sus cometidos.
Reguengo
parece dar a entender que él es Cesar, al que se refiere todo el relato, un
chico de un pueblo de Albacete de familia modesta, pero no comunista. Junto con
otro grupo –lo que parece señalar que eran más de 50– sale para Francia por vía
terrestre el 6 de enero de 1939. Embarcaron en Rouen en el buque “Kooperatsia”;
llegaron el 25 a Leningrado, cuando ya se había establecido claramente entre
ellos la separación entre comunistas y simples republicanos. Por vía férrea
arribaron a Kirovabad mientras por el camino les sucedieron todos los
acontecimientos que habían pasado los demás. En su caso los abrigos y zapatos
que les dieron eran usados y la comida todavía era buena y abundante.
Uno
de los rebeldes, que acabó yendo a las fábricas
Blasco
parece referirse siempre a componentes del segundo grupo. Este llevaba desde
comienzos de agosto de 1938 estudiando en Sabadell. A primeros de septiembre
llegaron a la Escuela tres rusos y un español acompañados del Teniente Coronel
Jefe de la Escuela, Ramón García Larrea. Hablaron con cien chicos. En la segunda
mitad de septiembre llegó un Capitán observador, sin duda Juan Manuel
Caldevilla, quien dijo ser el jefe de la futura expedición a Rusia y se declaró
poseedor de una lista de ochenta y nueve alumnos. Se decía entre ellos que era
el mejor observador de la Aviación de la República y que como premio lo
enviaban a hacerse piloto. Era pequeño, de complexión fuerte, pelo rubio, ojos
azules y facciones vulgares; el retrato típico de Caldevilla. En efecto, poco después
leyeron una lista con 89 nombres y el 9 de octubre de 1938 formaban vestidos de
paisano, siendo trasladados en cinco autocares a Portbou.
El
jefe de la escuela prometió que el resto de los alumnos seguirían a este grupo
en pocos días.
Como se ve hay discrepancias en los números aportados por los distintos protagonistas, pero esto es normal en tiempos tan turbulentos y con datos que no estaban nada claros porque nadie quería clarificarlos.
Un
viaje similar al de otras promociones
Según
el diario que escribía el Capitán observador Antonio Blanch Rodríguez, el
tortosí que había sido durante la mayor parte de la guerra tripulante de los
Tupolev SB–2 Katiuskas, tanto él como el también Capitán observador Fernando
Blanco de la Carrera encabezaron una expedición de 52 alumnos que llegaron al
centro de entrenamiento el 6 de septiembre de 1938, como atestigua también
Clara Rosen.
Los que salieron el día 12 de octubre de 1938, como Pararols, llegaron a Paris el 13, y fueron trasladados al El Havre donde arribaron el 14. Estuvieron unos días esperando su barco, que fue en su caso el “Maria Ulianova”, buque de madera viejo conocido por los historiadores de la Guerra Civil por haber trasladado múltiples cargamentos desde la URSS hacia España durante toda la contienda. El 17 llegó el navío y comenzaron un viaje a Leningrado, en el cual fueron tratados magníficamente. No rodearon Jutlandia sino que cruzaron por el Canal de Kiel y en cuatro jornadas estaban en la antigua San Petersburgo.
Es
curioso que Miguel Velasco cuente su viaje por las mismas fechas que este y
algo distinto. Escribe que el buque en el que se embarcaron el 13 de octubre
era el “Esmolnik”, que llegaron a El Havre donde apenas esperaron nada y que
hicieron una parada en Rótterdam.
Es
muy posible que dos grupos hicieran el viaje por lugares diferentes y en fechas
muy parecidas, coincidiendo casi en su llegada a Kirovabad.
El
24 de octubre de 1938 comenzaron su curso de pilotos y según los datos disponibles
eran 83 alumnos, aunque entre ellos se contabiliza a efectos del curso a cuatro
Capitanes y tres Tenientes. Su grupo de vuelo con el mismo instructor, Vladimir
Surkov, estuvo formado por Juan Eguiguren Madariaga, Mariano Chico, Antonio
Cuscó y José Maria Letosa.
El
contingente llegado a Kirovabad en noviembre
Algunos
alumnos que no cuentan a la primera expedición citada, la de septiembre,
contabilizan como segunda expedición de la Cuarta a la que llegó a Kirovabad el
14 de noviembre del mismo año de 1938 y vio interrumpido su curso de vuelo el
15 de abril de 1939, catorce días después de que el General Franco diera por
terminada la Guerra de España.
José
Viladomat cuenta que, entre sus pertrechos, y sin declarar, iba con ellos desmontado
un avión alemán capturado, un bimotor de bombardeo Heinkel HE–111, equipado con
cámaras fotográficas de reconocimiento, para entregarlo a los soviéticos.
Luego
de Portbou llegaron a Gerona donde embarcaron en vagones de ferrocarril de
carga. Caldevilla les retiró los pasaportes. Les dieron de cenar en Cervera y
una bolsa de
Mapa de la URSS con la situación de algunos campos de prisioneros en la Rusia Europea, entre Polonia y los Montes Urales. Foto M. Velasco.
Revisaron sus maletas y volvió el Capitán Caldevilla a recoger los pasaportes, que esta vez desaparecieron para siempre. Los trasladaron a la Estación de Moscú atravesando la hermosa ciudad, que tan solo pudieron observar a hurtadillas ya que les prohibieron abrir las cortinillas. Allí embarcaron en cuatro vagones, tres de pasajeros y uno restaurante, siendo esta composición enganchada al expreso de Moscú, pero sin comunicación con este. Los traductores o “periboches” les ofrecieron tabaco y les informaban de todo. En Moscú los engancharon al expreso de Tiflis y nadie pudo bajarse, permaneciendo bajadas todo el tiempo las cortinillas. El tren realizaba la ruta Moscú–Járkov–Róstov–Bakú–Tíflis. Interrogaban abiertamente a los traductores y aprendían rápido todo lo que podían de su futuro destino; había una tanda de alumnos en Kirovabad de unos noventa alumnos con el curso mediado. Al quinto día de viaje llegaron a Kirovabad. Era el día 14 de noviembre de 1938 y el Comisario Miróv, temido y respetado por todos, incluso por el Jefe de la Escuela les dirigió la primera arenga típica.
Las traductoras presentes en aquel momento eran Clarita Rosen y la “Tubo Pitot”, Aurora Steinmetz. Los traductores que estuvieron de principio a fin en Kirovabad fueron Rosso, Aurora, Yákov Shvartz “Yasha” y Clara Rosen. Los demás, que fueron numerosos, iban y venían, se cansaban pronto y volvían a Moscú.
En
un momento u en otro hubo con la 4ª Promoción cinco oficiales observadores que
se hicieron pilotos: los Capitanes Juan Manuel Caldevilla Cecilia, teóricamente
al menos, jefe responsable de los alumnos, Antonio Blanch Rodríguez, Fernando
Blanco de la Carrera, José Tuñón Albertos y Federico Gonzalo González. También
les acompañaban con el mismo objetivo tres ametralladores, los Tenientes
Domingo Bonilla Domingo, Juan Francisco Gómez Martínez y Jacinto Carrillo Arqués.
A
pesar de los rumores continúa la instrucción
La
edad media de los muchachos oscilaba entre los dieciocho y los veintitrés años;
desecharon en un nuevo reconocimiento a seis del grupo de 89. Les dieron a
conocer los campos, desde el número uno al seis y los aviones que tendrían que
volar: los Chatos I–15, los Moscas I–16, el Katiuska o SB, el Rasante R–Z y los
U–2, el I–5 y UTI–4 de entrenamiento biplazas. En realidad, nada había cambiado
mucho desde que llegó la 1ª Promoción en diciembre de 1936, tan solo algunos
pequeños detalles, todo lo fundamental seguía siendo lo mismo. El Jefe de la
Escuela era Tiagúnov, ya que se ha citado a Víctor Orlov como tal, pero este
estaba como jefe de la escuadrilla de I–16[1].
El
profesor de Blasco fue Lapiguin, un ruso joven y simpático. Le dio la suelta en
poco tiempo y describe la inmensa alegría de volar solo por primera vez, algo
que no ha cambiado desde los inicios de la Aviación en el Mundo. Hasta primeros
de abril vivieron en un buen ambiente de trabajo y se llegaron a soltar y volar
en distintos aviones muchos de ellos.
La
primera expedición que ya estaba allí cuando llegó la segunda, estaba
terminando el curso. Los de la segunda tanda estaban en la segunda fase del
mismo. A mediados de abril se cortaron los vuelos y Mirov se dirigió a ellos:
les comunica la derrota de la República Española y el fin de la guerra. Les ofrece
quedarse a trabajar en la URSS con los deberes y derechos de todos los
ciudadanos, pero “el que lo desee podrá regresar a España, no habrá
impedimentos”. El regreso podrá hacerse a través de terceros países.
Estando ya todos los de la Cuarta en Kirovabad hubo restos de promociones anteriores que regresaron a España. Antonio Blanch en su diario establece que el 23 de septiembre salen para España 61 alumnos, que son de la Tercera Promoción, con el Capitán “Maki” y el Teniente González Feo y el 11 de noviembre parten 22 pilotos más, de los cuales especifica que están especializados once en los I–16 Moscas, seis en Chatos y cinco en Katiuskas. Todos ellos serían titulados en los Diarios Oficiales emitidos ya en Barcelona hasta el día 17 de diciembre de 1938 y por tanto no deben considerarse como miembros de la Cuarta.
Cuando
las fuerzas franquistas ocupan Cataluña aun sin terminar la guerra en la zona
centro, en la Escuela de Kirovabad ya estaban ralentizados los vuelos de los
pilotos del cuarto curso. Los alumnos de esta Promoción ya estaban volando
solos en los U–2 de entrenamiento, cuando se recibió la orden de realizar menos
vuelos.
Pobres
de los que creyeron en las palabras de Mirov, que nunca se realizaron para
algunos de ellos y se demoraron de 15 a 18 años para otros.
En la Escuela de Ingenieros de Leningrado en 1945. De derecha a izquierda sentados, Viadiú, Aparicio y Artaza. De pie Gázquez, Quique, Ortega, Verduras y Pararols. Foto F. Pararols.
El
comisario estaba muy afectado según cuentan los testigos. Algunos decidieron
quedarse, pero otros se prometieron volver a su patria, aunque fuera difícil.
Los dividieron en grupos y ellos mismos se agruparon instintivamente con los
que pensaron que eran afines a sus expectativas.
Comienza la división de opiniones y de opciones
Este celebre comisario durante todos los cursos, Mirov, trató de conseguir, para mantener a raya a los alumnos, ante la falta de disciplina que ya era evidente, la ayuda de los oficiales españoles que acompañaban a los alumnos y que estaban tan preocupados como estos por cuál sería su futuro. Los otros alumnos, que comenzaron a ser denominados como “los mexicanos”, comenzaron a salir a la ciudad vestidos de paisano ya que habían encontrado el desván donde se guardaban sus maletas. A los pocos días llegó a hacerles una visita Cartón, dirigente del Partido Comunista de España repitiéndoles los argumentos que había manejado el comisario, pero esta vez en español; volvería a verlos en Moscú.
Unos
días después llegó la Comisión que les habían anunciado, formada por un Comandante
y un Capitán. Interrogaban por separado a los candidatos a quedarse o marcharse
de la URSS. Blasco quería marcharse a México, a donde no había cupo de inmigración
limitado para españoles. Según el oficial no les pondrían inconvenientes para
ir a México.
Según
Clara una vez que se supo que no habría más clases, los estudiantes se
dividieron en dos grupos; los que decidieron quedarse en la URSS eran algo más
numerosos y los situaron en la planta alta; los que querían irse en la planta baja.
Pero entre ellos comenzó una “riña de gallos” y de pronto llegaba alguien de
Moscú y se llevaba a un grupo de 8 o 10, aunque curiosamente en esos grupos
iban chicos de los dos pisos. Con los primeros que se fueron se marchó Aurora
Steinmetz. Según algunos testimonios “bien intencionados” iban a una escuela de
Radistas (Radiotelegrafistas y Navegantes), pero parece ser que iban a las
“escuelas misteriosas” de donde la NKVD los enviaba a sitios desconocidos, o
incluso a España, pero con otras tareas.
Los
primeros en marchar en grupo fueron los de “abajo” hacia Planiernaya; nunca
salieron de Rusia y entre ellos también hubo desertores que acabaron en
fábricas, donde ya trabajaban los de “arriba”. Hasta que llegó la guerra y con ella
muchos de ambos grupos solicitaron luchar. Los recalcitrantes siguieron en sus
trece y lo pagaron muy caro. Pocos días después el menú de pollo frito y
mantequilla desapareció, así como los 120 rublos mensuales. El menú cambió al rancho
normal del soldado rojo.
El 11 de abril llegó una comisión formada por un Coronel ruso que estuvo en España en la Guerra Civil y un Comandante de Estado Mayor que había estado en la escuadrilla de Katiuskas de Blanch durante la contienda. Un mes más tarde el 11 de mayo llega una segunda comisión, de la cual Monclús dice que la formaban un General de Aviación, un representante de la Internacional Comunista y un miembro del Comité Central del PCE.
La
salida casi masiva hacia Moscú de los que él llama “los buenos” los que
decidieron quedarse en Rusia allanándose a las exigencias del régimen soviético
sucedió unos días antes del 3 de mayo de 1939; en cambio los “malos” salieron
hacia la capital ese mismo día.
La
alineación inicial en mayo de 1939
De
esta alineación que no fue inamovible en unos grupos u otros, comenzaron a
formarse pequeños grupúsculos de alumnos que tomaban la decisión de integrarse
en la vida soviética y trabajar, que era lo que deseaban a toda costa sus anfitriones,
u oponerse en mayor o menor grado y tratar de volver a España, aunque
evidentemente dando un gran rodeo a través de algún otro país primero. De
aquella decisión inicial, que en muchos casos se vio alterada después nacen situaciones
totalmente distintas.
Pero
es difícil simplificar los destinos finales de los componentes de la Cuarta ya
que dentro de cada grupo se dieron cambios y el tiempo fue asignando nuevos
componentes a distintos destinos finales.
Según
Pararols cuando se decide suspender los vuelos había 180 alumnos en la Escuela,
alumnos distribuidos en grupos diversos según la fase del curso en que se
encontraban.
La última expedición llegada en enero realizaba los vuelos en U–2; otro grupo había terminado el U–2 y estaba a mitad del programa de doblemando para el avión de combate. Después de la comunicación de Mirov, la mayoría decidieron no continuar el curso. Pero un grupo de 30 que habían terminado la fase inicial tomaron la decisión de seguir volando y pedir ayuda para incorporarse al ejército de liberación de China. Por esos días se estaban produciendo los combates que luego desembocaron en el conflicto del Río Jalgin Gol, entre Rusia y China. Si no era posible ir allí como voluntarios, querían quedarse en el ejército soviético. La dirección de la escuela decidió organizar un curso especial y este se realizó en las mejores condiciones ya que el material que estaba a su disposición en aquel momento era un número poco corriente de instructores, aviones y horas de vuelo, para tan pocos alumnos. Las prácticas comprendían técnicas de alta acrobacia, combate, tiro aéreo y terrestre.
Aquel
grupo, entre los cuales se encontraba él, pilotaban el UTI–4 y ya habían
iniciado los vuelos en I–16. Esta prolongación del curso se hizo según Pararols
en los meses de abril, mayo y junio. Según la relación “Silantiev”[2]
se cita a 44 alumnos que terminaron el curso de pilotos oficialmente.
Los
treinta que volaban durante abril, mayo y junio llevaban una actividad frenética,
volando ya el llamado Súpermosca, el Polikarpov I–16 Tipo 10, capaz de subir a
10.000 metros mejorando ampliamente al Tipo 6 y montando cuatro ametralladoras
en lugar de dos. Los que volaban consideraban a “los mexicanos” como jóvenes de
extracción heterogénea sin formación ni madurez política y simplemente
desencantados por las cosas que ya habían visto en la Unión Soviética. Los que estaban
más avanzados en la progresión en vuelo eran los antiguos aviadores de otras
especialidades que habían volado en España como ametralladores–bombarderos y
observadores–navegantes. Entre estos se daba también la distinción de que
muchos eran comunistas, bien simpatizantes o miembros del PCE. Todos estos
tenían claro que querían volar de nuevo, por lo cual pasaron a ejercer de buena
gana los oficios que tenían antes de la Guerra de España. Cuando llegó la
invasión alemana inmediatamente pidieron encuadrarse en el Ejército Rojo; lo
fueron en unidades de guerrilleros, misión para la cual los rusos sabían el
enorme valor de la iniciativa y la independencia típicas del soldado hispánico.
Y al cabo de algunos meses cierto número de ellos consiguieron su sueño y
volaron en unidades soviéticas, de las que formaban parte de las VVP (Fuerzas
Aéreas de la Defensa).
Casi
180 alumnos fueron a parar a diferentes lugares de Rusia; escuelas, talleres,
fábricas, de donde saldrían muchos a mediados de 1941 para luchar contra los
alemanes en la “Gran Guerra Patria”.
Cuando
a finales de mayo y principios de junio se encontraban todos los rebeldes en la
capital, los anteriores estaban ya trabajando en fábricas, juntándose los
disidentes con docenas de exiliados en la residencia de Planiernaya, a 5
kilómetros de Moscú. Los emigrados del PCE tratan de hacer méritos convenciendo
a los díscolos, influidos ahora de nuevo por Cartón, Jefe de División en
Extremadura y algo más tarde por “Las Chicas de Lidia Cuper”, un grupo de
hermosas jóvenes adiestradas por la traductora del Partido[3].
Los disidentes le llamaban a la Casa de Reposo, de “Repaso” y algunos de los destacados miembros del PCE como Ortega, Vidiella, El Campesino, y Rubén Ruiz Ibarruri, hijo de “Pasionaria”, trataban de hacer méritos convenciendo a los recalcitrantes.
Las
acertadas opiniones de Manuel Tagüeña[4]
Según
Manuel Tagüeña la residencia de Planiernaya rebosaba de refugiados ya a
primeros de mayo de 1939 y entre ellos el conjunto de españoles era muy
prominente. La comida era de lo mejor, en franca diferencia con lo que veían
que estaba a disposición de los obreros y campesinos rusos. La mayoría eran comunistas
de los más elevados estamentos, bien colocados entre la “nomenclatura” del PCE.
A decir de él, no todos los españoles eran considerados de confianza y entre ellos los maestros que acompañaban a los niños, los alumnos de los cursos de Aviación y los marineros de los barcos mercantes bloqueados en los puertos del Mar Negro, eran todos sospechosos de “antisovietismo”. La mayoría de ellos no eran comunistas y al terminar la guerra pidieron que se les permitiera salir de Rusia hacia Francia o hacia México.
Al
no dejarles se causó un grave problema que se hubiera evitado dejándoles
ejercer su lógico derecho. Los juicios de Tagüeña sobre el sistema soviético
son benevolentes, pero no deja de señalar todo lo que era un contrasentido o una
injusticia flagrante. También desde el principio comenzaron a aflorar las
disensiones entre los líderes del PCE, por más que trataran de ocultarlos.
Tagüeña poco después fue a la Academia Militar “M.V. Frunze” donde acabó como profesor y muy bien considerado. Nada más comenzar la invasión alemana la Academia tiene que evacuarse a Tashkent, donde pasaran varios meses. En la Unión Soviética el nombre de España suscitaba mucha simpatía; los confundían con georgianos y habiendo en Rusia una gran amalgama de pueblos, no era muy significativo que no hablaran bien el idioma. Allí desde tiempo inmemorial, la nuestra es considerada una nación de leyenda, con bellas mujeres como Carmen la de la Opera, valientes soldados que lucharon como guerrilleros contra Napoleón y que hacía poco tiempo acababan de combatir tres años contra los fascistas. A lo largo y lo ancho de toda Rusia, ser español era una especie de pasaporte y por eso los excombatientes de las Brigadas Internacionales se presentaban como españoles.
Los
consejos de aviadores veteranos
Es poco conocida la presencia de aviadores de la Republica entre los “orientadores” o personajes que trataron de influir de una forma suave o de otras más violentas, sobre la conciencia y la posición tan decidida adoptada por los jóvenes opuestos a permanecer en Rusia o incluso de trabajar en ella. Miguel Velasco cita sin lugar a dudas a los pilotos, Mayor Leopoldo Morquillas y Capitán Marciano Díaz que se presentaron en una ocasión y les dieron una charla en un lugar discreto pero que no les dejaron lugar a ninguna opción sobre lo que tenían que hacer comentándoles que “esto no es de buenos aviadores republicanos”. La otra visita que recordaban fue la de Enrique Castro, un histórico dirigente comunista, bajo, rechoncho y fornido; este les contó claramente y sin ambages lo que les esperaba sin ningún género de dudas.
Valentín
González, se ofrecía abiertamente para terminar el conflicto de los pilotos a
base de tiros de pistola, sin sospechar que luego el mismo se ganaría la
estancia en algunos campos. Uno de los disidentes más destacados era Monclús y
de los pocos que salieron de Rusia pronto fue Antonio Gómez Naya, debido a sus
éxitos deportivos y su comportamiento en la Guerra de España, y por supuesto
Rómulo Negrín por ser hijo del Primer Ministro Juan Negrín.
En
conjunto y acosados de una forma u otra, los de Mónino pasaron un año de paz y
buenos alimentos, cosa que no disfrutaron ninguno de los que habían caído en
las fábricas. Uno de estos incluso consiguió volverse a Mónino abandonando su
fábrica, cuestión bastante sorprendente.
Era Miguel Velasco Pérez, y hasta él mismo estaba asombrado de que no le pasara nada a su vuelta a Mónino. De los 53 pilotos que el 3 de septiembre de 1939 se oponían a trabajar, salieron primero 17 a otra casa de reposo que Reguengo no identifica, pero debe ser Dubki. A los cinco meses solamente quedaban los 12 que llegaron a la fase final de Mónino. Entre los muchos “mentores” que querían apuntarse el tanto de convencerlos se alinearon Balaguer y Pretel, y al cabo de algún tiempo tres nombres nuevos: Binogradov, Schatajov y otro hombre del laboratorio. Mandan a algunos a otra casa en Opalija, a 40 kilómetros de Moscú. Los pilotos se dedican a visitar las embajadas, incluida la alemana.
Las
diferentes trayectorias
Diseminados
por la URSS en 1939
Los
que no llegaron a volar como pilotos profesionales tuvieron una trayectoria
distinta a la de los pilotos. Fueron inicialmente alumnos pilotos, luego en
1939 y 1940 trabajadores en distintas fábricas y algunos, muy pocos
estudiantes.
A
continuación, casi todos se convirtieron en guerrilleros al comienzo de la
invasión alemana y de ahí, sólo algunos pasaron a volar los U–2, pero la
mayoría continuaron con los guerrilleros. Esa es la razón de que miembros de la
4ª Promoción fallecieran en combate en distintos frentes de la URSS y la
mayoría en la retaguardia alemana de los años 1942 y 1943, cuando detrás de las
líneas del frente habían quedado grandes bolsas de combatientes y partisanos
soviéticos, además de penetrar en aquellas zonas bien lanzados en paracaídas o
trasladados de noche en aviones ligeros U–2. Ahí los guerrilleros hispanos de
la 4ª fueron muy valiosos, se comportaron con gran valor, sufrieron muchas
bajas y ganaron múltiples condecoraciones.
Los
pilotos que terminaron el Curso Oficial como pilotos pasaron un par de meses en
residencias de descanso; por ejemplo, Pararols estuvo en Zhanki, cerca de
Járkov en Ucrania, con varias decenas de exiliados catalanes que acababan de
arribar a la URSS. Allí coincide también con algunos pilotos como José Pallares
Ferrerós, Hipólito Nogués y José Puig Torres, jefe de escuadrilla de Moscas en los
últimos días de la guerra. A finales de agosto un grupo de estos exiliados
entre los cuales hay pilotos veteranos y de la 4ª Promoción salen para la
fábrica “Sierp y Molot” (La Hoz y el Martillo). De la Cuarta eran Sebastián
Altemir, José Maria Letosa, Juan Eguiguren, Juan Pinto, Luis del Oso, Miguel
Valles, Adolfo Torres, Mariano Chico, Felipe Escribano, Benito Ustarroz,
Jacinto López Loaisa y Francisco Pararols. Veteranos pilotos eran Juan Lario
Sánchez y Fernando Buenaño Aguilera.
Pero
antes volvamos a los comienzos de mayo de 1939.
Comenzó
el arte de divide y vencerás
A los “malos”, el día 2 de mayo les anunciaron que al día siguiente saldrían hacia Moscú casi todos ellos y así fueron embarcados en el expreso Tiflis–Moscú. Después de un trayecto en el maravilloso Metro de Moscú salieron hacia Planiernaya, donde les esperaban unos autobuses que les condujeron a la residencia, enclavada entre arboledas de pinos y álamos blancos. Allí coincidieron con españoles comunistas que estaban recién llegados con sus familias del Norte de África y de Francia.
Podían
salir a pasear por Moscú y enlazaron con chicas jóvenes que cumplían tareas de
información para la NKVD. Bailaban en el cercano Parque Máximo Gorki con las
jóvenes y veían con incredulidad a parejas formadas por dos hombres,
prodigándose caricias como enamorados.
Los
del PCE montaron acusaciones contra algunos alumnos tildados de fascistas, entre
ellos Pac Morata. Así consiguieron convencer a algún grupo que salió hacia la
Fábrica Stalin de Moscú y algo más tarde a otra en Cheliabinsk. Todavía quedaba
un grupo de cincuenta jóvenes que insistían en irse a México. Pronto recibieron
orden de preparar sus maletas para irse a otro lugar; fueron conducidos a
Mónino, donde había otra casa de reposo poblada por miembros de confianza del
PCE. Un día apareció Mirov de nuevo, el que les prometió salir de Rusia; les
dijo que era imposible abandonar la Unión Soviética y que México ponía enormes
impedimentos para ir allí.
De
inmediato pensaron en acudir a embajadas extranjeras, lo cual era la solución
más peligrosa para todos ellos. Se pasaban el día fuera de la residencia y
confiaban en las chicas que no debían y desconfiaban de las que eran de
confianza. La NKVD estaba al corriente de todo lo que hacían.
Blasco
se puso en contacto con la Embajada Alemana. En pocas semanas seis jóvenes
habían presentado solicitud de pasaporte y una petición de regreso a nombre del
Ministro de Asuntos Exteriores español Serrano Suñer. Otros decidieron darse
por vencidos, aunque fuera momentáneamente y pedir trabajo. Julián Expósito,
Jesús Martínez, Agustín López Marcos, Gustavo, el Negro, el “Sequillo”, Benito,
Marinas, Perico y ahora el propio Blasco fueron a la Comisión del Trabajo y
solicitaron trabajar en Moscú. Finalmente salieron un grupo de los
recalcitrantes para Kolomna, a cien kilómetros de Moscú. Los recién llegados
fueron alojados en una barraca de madera, algo apartados de la residencia más
compleja, un edificio de ladrillo de siete pisos y construcción reciente, donde
se alojaban los residentes españoles. Pero todavía quedaba un grupo importante
de alumnos pilotos en Mónino.
El
duro trabajo en las fábricas rusas
Les
nombraron a cada uno un obrero veterano para que les enseñara el oficio
correspondiente, entre los cuales los jóvenes españoles hicieron verdaderos
amigos. Les enseñaron como protegerse del sistema lo mejor posible. Vivían en Golutbin,
el barrio obrero de Kolomna, a donde llegaron el 20 de octubre de 1939.
El
único sitio que les causó a los españoles una auténtica sorpresa fue el Palacio
de Cultura donde contemplaron un “Lago de los Cisnes” esplendido. Luego
bailarines como el madrileño Agustín López Marcos causaron impresión entre las
chicas del baile. Los hispanos se apoderaron del ballet completo.
Habían
conocido Blasco y su amigo a un par de chicas rusas con las cuales intimaron en
distintas épocas. Juan se tuvo que casar meses más tarde con una de ellas, Kariné,
porque la muchacha se quedó embarazada. Siguió viendo de vez en cuando a los
pocos de la 4ª que en Mónino todavía aguantaban impertérritos sin doblegarse a
trabajar, para lo cual tenía que hacer largas jornadas de metro y tren en
algunos días libres. Pronto aquellos insobornables estarían en la Torre de
Pugachov encerrados durante meses.
El lunes 29 de enero de 1940 a las tres de la madrugada se presentaron en la residencia de Mónino tres rusos acompañados de una traductora y leyeron una lista: Luis Milla, Vicente Monclús, José Goixart, Juan Sala, Juan Navarro, José Gironés, Francisco Pac y Francisco Tarrés debían arreglarse y acompañarles para recoger pasaportes en el Socorro Rojo Internacional. Tres chicos más, José Riba Roca, Francisco Llopis Crespo y Pascual Pastor Justón, pidieron al que hacia de jefe que les dejara acompañarles, a lo cual accedió aunque muy contrariado. (De los citados Milla, Sala, Navarro y Tarrés resultaron con el tiempo muertos. Pac no murió en Siberia. Monclús estuvo dieciséis años en cárceles y campos; Goixart y Girones repatriados vivieron en Barcelona a su regreso). Dieron cuenta en varias embajadas de lo que sucedía con los jóvenes españoles pero nadie les ayudaba. Denunciaron personalmente a los dirigentes comunistas que vivían todavía con ellos en Mónino: Cabo Giorla, Pretel, Balaguer. Les insultaron y les pronosticaron finales parecidos a los más innobles, que luego se cumplieron: Barneto murió a los pocos meses, José Díaz se arrojó desde un balcón en Tiflis, Cabo Giorla murió algo más tarde y Pretel, Balaguer y otros arrastraron vidas miserables en la URSS.
Al
día siguiente del secuestro de los ocho compañeros, los treinta y tres pilotos
que quedaban en Mónino se dividieron en pequeños grupos y se fueron a la
Embajada Francesa. El policía de turno al ver entrar a varios pequeños grupos
telefoneó a la NKVD. Resistieron tres días en el interior de la Embajada.
Rellenaron peticiones para la Legión Extranjera. El Embajador se fue a charlar
con Molotov; pero a los pocos días los alemanes entraban en Francia y los
presuntos legionarios se quedaron en la URSS.
En
la primera mitad de abril de 1940 los pilotos que quedaban en Mónino esperando
la promesa de ir a México, fueron trasladados de nuevo, ahora a una Casa de
Reposo en Opalija hasta el 16 de mayo en que los trasladaron de nuevo hasta
Dubki, en la línea de ferrocarril de Kiev. El 23 de junio, cuarenta y ocho horas
después del ataque alemán tres de ellos, Pascual Pastor Justón, Agustín Puig
Delgado y Rafael Segura se presentaron en la Embajada de los Estados Unidos en
Moscú, para solicitar refugio político. No podían hacer nada por ellos ya que
no tenían pasaporte de ningún tipo como españoles. El 24 de junio los
levantaron de madrugada. En Moscú los metieron en vagones y salieron hacia
Siberia desde la Estación de Kazán, en la Plaza Konsomolskaya.
Tardaron 33 días y arribaron a Novosibirsk. Poco después les propusieron alistarse contra los alemanes como pilotos. Pero se negaron y los 25 pilotos restantes en ese momento, junto con el Doctor Juan Bote García pasaron en una estrecha celda seis meses. A partir de ese momento fueron a lo largo de meses y años a los campos en Igarka, Vasilok, Magalan, Kolimá, Indigirka y Karaganda, sucesivamente, juntos o en pequeños grupos.
Julián Expósito fue detenido unos días más tarde y se le propuso en la NKVD espiar a sus camaradas desde dentro del grupo. Según le dijeron tenían detenido a un primo suyo que había venido a Rusia a espiar para una potencia extranjera. Firmó y se convirtió en espía de sus propios compañeros; no tenía otro remedio. Lo mismo sucedió con otros dos compañeros más, pero se lo contaron a los otros y elaboraban los informes de acuerdo unos con otros, de la misma forma que hacia Meroño durante decenas de años con sus amigos Carlos Ayuso y Ramón Moretones, después de la Guerra.
La
embajada alemana el día 21 de junio de 1941
En
la mañana del 21 de junio de 1941, el día en que a la madrugada siguiente los
ejércitos alemanes iban a invadir Rusia, un coche con la bandera del Partido
Nacionalsocialista Alemán se detuvo en una casa donde vivían españoles emigrados.
Preguntaban por varios españoles para darles varios pasaportes que no
consiguieron entregarles; pero fue lo suficiente como para traerles la
perdición a todos los implicados. Buscaban a cinco españoles jóvenes que en su
momento habían solicitado un pasaporte alemán y eso fue el motivo de sus
posteriores sufrimientos. El automóvil alemán volvió al callejón Stanislav ó
Stanislavski Pereulok, donde se encontraba la Embajada Alemana en la capital.
A
partir de ese día las condiciones en Rusia cambiaron en poco tiempo a peor y
las fábricas se reconvirtieron para producir material de guerra. Según Blasco
el ochenta por ciento de la gente deseaba que llegaran los alemanes (Clarita
Rosen en una nota lo insulta por resaltar aquel deseo). Habían pasado muchos
meses desde el Pacto Contra–Natura Molotov–Ribentrop y al llegar el día 21 de
junio de 1941, todo el mundo huía hacia el interior, más allá de Moscú, pero en
especial los judíos y los comunistas, que rompían los carnés del partido. Los
trenes servían de parapeto a los soldados desertores que viajaban colgados de
los estribos. Muchos rusos que no eran ni judíos ni comunistas opinaban “¡¡ Con
los alemanes no se estará peor !!” Los españoles exiliados recibieron orden de
evacuarse con las fábricas respectivas. La fábrica de locomotoras de Golutbin
se evacuaba a Krasnoyarsk, en el corazón de Siberia.
Juan
Blasco mientras tanto había comenzado su viaje a Krasnoyarsk con los obreros de
la fábrica; tardaron 34 jornadas en llegar a Novosibirsk, a mitad de camino
hacia la nueva sede de la fábrica. Los pilotos habían oído que un número de
mujeres esposas de españoles, ancianos y chiquillos habían sido evacuados a la
ciudad de Kokand, donde también estaban inválidos de la Guerra de España, de
las Brigadas Internacionales y algunos revolucionarios. Los pilotos acechaban
para abandonar el tren cerca de Novosibirsk y poder escaparse hacia Kokand.
Entraron en contacto con Acevedo, un refugiado asturiano que tenía confianza
con el responsable del Socorro Rojo Internacional. Al final pudieron subir al tren
con destino a Tashkent, capital de Uzbekistán; allí hicieron trasbordo hacia
Kokand.
Kokand está en las estribaciones del Pamir. Había aumentado de tamaño tres veces desde los cien mil habitantes que tenía antes de la guerra. El Socorro Rojo los alojó y tenían contactos con antiguos miembros de las Brigadas Internacionales, esposas de refugiados españoles y sus familias. Buscaron trabajo, pero no se encontraba nada. El Teniente Coronel José Arcega vivía con su esposa y dos hijos en Kokand. Estaba físicamente muy débil. Tenía una pensión, pero muy exigua; acuciado por el hambre no se quejaba, guardaba todo para sus hijos y con su estilo de hidalgo español, aceptaba su horrible situación. Murió de inanición dejando desamparada a su joven esposa y dos hijos de seis y siete años.
Hacia
lo más profundo e incógnito de la URSS
A
los pocos días de llegar los de la fábrica a Kokand, el 24 de enero de 1942,
los veinticinco españoles que estaban prisioneros en Novosibirsk, fueron
conducidos a Krasnoyarsk, junto al Río Yenisei, donde estuvieron tres meses más
en condiciones peores que en la cárcel de Novosibirsk. A finales de abril de
1942 fueron enviados a la Colonia de Trabajo Número 1, un lugar donde
frecuentemente se producían accidentes con mutilaciones por las condiciones
inhumanas y peligrosas de trabajo en la serrería de maderas. Allí pronto
estuvieron mutilados el madrileño Vicente Montejano Moreno “Yonyi” y el
valenciano Salvador Almor Chirivella.
El
secuestro del grupo en el cual uno de los componentes principales era el Teniente
Coronel José Arcega Najera ocurrió de la forma siguiente. Cuando el grupo
principal de pilotos volvió por la “Casa de los Españoles” en noviembre de 1941
encontraron a Clarita Rosen y a la esposa de Ángel Santos; les leen una carta
de uno de los “evacuados forzosos” que desaparecieron en junio. Según ese
relato, estaban en la República de Kazajstán, en el Asia Central, en la ciudad
de Kokand cerca de la capital Tashkent, a donde arribaron los que quedaban de
los 37 españoles del colectivo español, en un vagón de mercancías. Tardaron un
mes y medio en llegar, alimentándose por el camino con lo que cogían en los
campos sembrados, coles, zanahorias, patatas ya que nunca les dieron nada de comer.
Primero murieron los pequeños, por falta de alimentos para ellos y los fueron
enterrando por el camino. Más adelante murieron los viejos algunos, marido y
mujer, juntos. Después comenzó la disentería, que se fue llevando poco a poco a
los demás ya jóvenes y viejos. Cuando llegaron al Kokand, de los 37 quedaron
ocho y al llegar allí los metieron en una cuadra. Allí murieron y fueron
enterrados el Teniente Coronel Arcega, que fuera jefe de personal de las
Fuerzas Aéreas y antes de eso jefe de la 3ª Escuadrilla de Katiuskas en el
Grupo 24 y luego Jefe del mismo, y su hijo de doce años, fallecidos de
inanición. “Ahora no sabemos que será del resto, quizás trabajemos en el Sovjoz
(Koljós o cooperativa agrícola)”.
La
dura posguerra en la Rusia soviética
En
el mes de abril de 1947, Blasco se encontraba trabajando en el Buró de
Información Soviético desde hacía ya más de diez meses, cuando recibió noticia
de que la Embajada de México le concedía pasaporte; pero esto nunca se
materializó. Meses más tarde comenzó a trabajar en la Fabrica Nº 30. Allí había
bastantes españoles y estaba incluso su compañero que luego lo delataría, que
comenzó de nuevo a frecuentar a Blasco, al igual que Federico Peña, también
piloto.
Blasco
comenzó a visitar de nuevo las embajadas extranjeras para ver si conseguía
algo. Escribió un documento que trató de hacer llegar a la de Venezuela y
finalmente fue encarcelado en la Lubianka el 25 de noviembre de 1948. Pasó la
consabida retahíla de interrogatorios y sucesivos encierros y malos tratos, y
conducido a la otra temida prisión del centro de Moscú, la Lefortovskaya, la tenebrosa
cárcel política construida en tiempos de Catalina la Grande. En la primera
mitad de septiembre de 1949 firmó su declaración y fue a parar a la Butirka,
otra prisión que no conocía. Lo condenaron a diez años de cárcel.
Coincidió
en la misma celda por unos días con el funcionario alemán que estaba en su
embajada el día 21 de junio de 1941, Karl Krüger; los funcionarios que buscaron
a los jóvenes españoles confundieron el barrio Kolomneski de Moscú con la
ciudad de Kolomna y Blasco era uno de los que buscaban; tenían que entregarles
salvoconductos para salir de Rusia.
La
nueva condena de diez años la cumplió en parte en una de las cárceles “modelo”
en la que estaban principalmente extranjeros, doscientos alemanes, veinte
austriacos y otros varios de muchas nacionalidades; allí estaba Francisco Ramos
y un costarricense llamado Francisco de Magallanes.
Poco
tiempo después llegó a aquella cárcel más humana Vicente Monclús Guallar, un
piloto de los ocho que fueron conducidos en 1939 de Mónino a la Butirka cuando
esperaban salir al extranjero; en aquel momento ya había cumplido una condena
de ocho años en Siberia. Ahora lo habían condenado de nuevo a otros diez más.
De sus compañeros de reclusión sabía bien poco; de Gironés, Goixart, Pac,
Tarrés y Milla no volvió a saber nada. Juan Sala se escapó del campo con Monclús
y fue gravemente herido. Juan Navarro se volvió loco de hambre y le dijeron que
falleció.
En
marzo de 1953 falleció Salín; comenzó a mejorar la situación en todos los
sentidos, mayores libertades, mejor comida y se empezaron a revisar condenas y
a liberar a presos. El que ahora los responsables de todas las atrocidades soviéticas
señalaban como único culpable, Laurenti P. Beria fue fusilado el 24 de
diciembre de 1953.
Unos
meses antes de la muerte de Stalin, falleció Eusebio Pons López, uno de los
pilotos secuestrados en la Casa de Dubki. Era un chaval en el que se
concentraban grandes virtudes, ya que además de su aspecto alto y distinguido
poseía una inteligencia evidente. Sus amigos de entonces eran José Antonio
Rico, José Barceló, Ramón Cerdá, y Lorenzo Gómez Naya. Según Blasco sus cuatro
amigos fueron reclutados para las escuelas de espionaje. Pons falleció en la
enfermería del Campo Número 5 de Stalino el día 16 de julio de 1952, después de
una enfermedad gástrica que no le curaron en ningún momento.
Juan
Blasco, desde el día en que fue a verle su esposa, que se había divorciado de
él tres años antes, no supo nada sobre su libertad durante dos años más. Otros
que tuvieron más suerte y colaboraron de buen grado con los soviéticos fueron
recolocados en la vida civil con mayor o menor fortuna. Pararols después de
realizar varios cursos fue profesor de una Escuela de Oficios mientras
estudiaba Perito Industrial. En conjunto todos los guerrilleros y combatientes
obtuvieron puestos que les permitieron vivir pasablemente. Pararols con su
familia, esposa española y dos chicos, volvió en el barco que salió de Rusia en
octubre del año 1956, el “Crimea”, que arribó al puerto de Valencia el día 23
del mismo mes.
Se
van a España los primeros exiliados
En la recientemente editada biografía de José María Bravo “El Seis Doble”, decíamos que “a partir de 1954 comenzaron a regresar a España exiliados españoles, muchos de ellos antiguos combatientes, gracias a un programa de intercambios patrocinados por la Cruz Roja, con una serie de cláusulas y condiciones prefijadas y como parte de los acuerdos para el retorno de los miembros de la División Azul, que habían pasado en campos de prisioneros en Rusia 11 años de sus vidas. El día 2 de abril de 1954 arribó al puerto de Barcelona el buque griego Semíramis, en el cual viajaban 286 españoles, de los cuales 229 eran antiguos prisioneros de la citada unidad, pero también volvían con ellos 19 desertores, 4 Niños de Rusia, 19 antiguos marinos mercantes y una parte, 15 de los componentes de la 4ª Promoción de la Escuela de Aviación de Kirovabad”. Se congregó una gran multitud, fue un enorme acontecimiento, desplazándose a la ciudad familiares de los tantos años perdidos, de toda España, con la esperanza de que entre los recién llegados viniera alguno de los jóvenes que habían partido tantos años antes, o alguien que supiera contar sobre los desaparecidos. En los años siguientes hubo otros dos barcos más en los que volvieron de forma institucional varios cientos de exiliados más.
Los
quince pilotos de la última promoción de Kirovabad que volvieron con los
Divisionarios en el “Semíramis”, eran una parte de los secuestrados en la
llamada por ellos Casa Solariega de Dubki. Entre los componentes de la 4ª hubo
algunos que estuvieron en Rusia 15 años, los que habían llegado en 1939 y
volvieron en 1954; pero otros volvieron luego de 18 años, desde 1938 hasta
1956. Ese fue el caso de Blasco que día por día, estuvo en Rusia desde octubre
de 1938 hasta octubre de 1956. Pero Blasco fue uno de los que tuvo que esperar
todavía dos años adicionales, siendo uno de los más desafortunados en aquel
reparto dantesco. En abril de 1955, cuando muchos españoles ya habían
conseguido volver a la Patria, él con otros dos compañeros pilotos todavía fue
de nuevo trasladado a otro campo de trabajo. Esta vez fue en uno de los viejos campos
de Potma, llamados del Dubráb Lága, en la República de Mordovia, en Siberia.
Estaba con Monclús y Ramos; este conocía desde tres años atrás estos campos.
Van a parar a la sección Número 11, que no era un mal sitio en comparación con
otros, con poco trabajo y lleno de extranjeros de todos los países.
El
mayor sarcasmo: declarado inocente
Blasco se encontró a Safárov, el antiguo barbero de Kirovabad y se saludaron con afecto; el judío había conseguido cierto manejo del idioma español y era muy simpático con los hispanos. El 1 de febrero de 1956 lo ponen en libertad, pero sin repatriarlo ya que lo declaran “inocente”, después de diez años en distintas cárceles y campos. Conoce a un antiguo Capitán de la Marina Mercante, que al quedarse su barco en Odesa al término de la Guerra de España pasó a ejercer su carrera en la Marina Soviética. Fue acusado de espionaje y terminaba sus días en una casa de inválidos en Potma, República de Mordovia. Cuando Blasco por fin consigue llegar a Moscú, en la sede del PCE fue a entregar unos datos del Capitán de la Marina Mercante, Pepín Álvarez y allí le dieron una carta de su madre a través de la Cruz Roja y fechada en febrero de 1952, cuatro años antes, preguntando por su paradero. Ni siquiera la Cruz Roja Soviética podía obrar de forma libre y desinteresada y la carta había dormido el sueño de los justos hasta 1956.
El
15 de octubre de 1956 salió con otros españoles desde la estación de Kiev en
Moscú hacia Odessa. Hacia unos meses que Dolores Ibarruri había declarado en un
mitin famoso, que los exiliados tenían que volver a España. El Partido se apuntaba
al carro de la vuelta a la Patria, luego de haber impedido por todos los medios
que aquello sucediera. Ahora la vuelta era un nuevo motivo de propaganda para
la causa del PCE. Los Dieciocho Años de los que habla Blasco en su libro eran
casi día por día los transcurridos para él en la Unión Soviética.
Al
lado del buque “Crimea” que los llevaría a España el PCE había montado un
escenario; a él subieron los amaestrados partidarios del sistema para declamar
sus papeles bien aprendidos y dictados en Moscú. Jamás pudieron subir y
declarar sus quejas los múltiples fallecidos en cárceles y campos, los tullidos
e inválidos víctimas del terror, ni tampoco los muchos presentes víctimas
neuróticas y psicológicas ya para toda la vida y que en ese momento todavía no
podían decir la verdad sobre el “Paraíso Soviético” porque de ello dependía que
abordaran aquel barco o no.
El
día 23 de octubre de 1956 el “Crimea” se acercó al puerto de Valencia, donde
cientos de personas esperaban tan emocionadas como los que viajaban en el
barco. Pascual Pastor Justón había vuelto en el “Semíramis” en 1954 y al poco
tiempo se casó con la hermana de Blasco y este escribió su tremenda historia en
1960, publicándose en Editorial “Antorcha” en Madrid en 1960.
Hace
pocos días anotaba un precioso testimonio de Imre Kertész, que sufrió en
Buchenwald la vesania de los nazis hasta 1945, el terror rojo en 1948 hasta
1956 en Hungría, y su restitución en 1957 y dice “¡¡ Siempre el mismo
espectáculo!! ¿Porque se mantuvo setenta años?; su existencia (como del otro
imperio del horror, que duró doce años) manifestó durante décadas la
posibilidad de la irracionalidad, del caos, del terror y del vegetar humano en
los niveles más bajos. Campos de concentración, asesinatos, psicopatía
generalizada, humillación, represión, todo ello como práctica cotidiana
mientras otros seres humanos vivían y nacían”.
Fuente:
https://publicaciones.defensa.gob.es//Revista de Historia Aeronáutica N° 25.
Año 2007.
[1] Clara Rosen en nota
aclaratoria sobre el trabajo de Carlos Lázaro, elimina varios errores y éste es
uno de ellos. Nota manuscrita original de C. Rosen en poder del autor.
[2] En el documento citado
por Carlos Lázaro, emitido por la Sección Consular de la Embajada de la URSS en
España, con fecha 6 de diciembre de 1989, se autentifica una Relación
confeccionada por A.P. Silantiev, Presidente del Comité Soviético de Veteranos
de Guerra. En el mismo se anota una relación alfabética de 150 alumnos aprobados
en la convocatoria del Curso de Pilotos Militares citada en la Orden Circular
Nº 5323, del 29 de marzo de 1938, Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nº
79. También se citan 44 pilotos que terminaron el curso de piloto.
[3] Lidia Cuper fue
famosa durante la Guerra de España como traductora del Mariscal Malinovski. Se
decía que era su amante.
[4] Manuel Tagúeña
Lacorte fue militar de complemento, universitario con dos carreras. Durante la
guerra civil ascendió desde brigada y alférez a través del escalafón de
milicias y eventuales, sirviendo como jefe de compañía, batallón, brigada y
división hasta llegar a ser teniente coronel jefe del XV Cuerpo de Ejército en
la Batalla del Ebro. Uno de los militares más prestigiosos del PCE.