13 de noviembre de 2019

APOYO AÉREO CERCANO, MITOS Y REALIDADES



Por Santiago Rivas

A manera de continuación de la columna anterior, en donde traté sobre la actualidad de plataformas de apoyo aéreo cercano como es el Pucará, especialmente en escenarios de guerra asimétrica o no convencional, este trabajo pretende plantear algunos puntos de vista entre lo que veo que en general sostienen muchos de quienes tocan el tema basándose en lo que algunos medios publican y lo que se percibe al analizar en profundidad la diversidad de conflictos actuales y posibles y la experiencia que comparten quienes en nuestra región latinoamericana hoy toman parte en los conflictos locales.

A la hora de plantear la realidad de las aeronaves de apoyo aéreo cercano se sostienen en general tres aseveraciones de manera absoluta, que creo que tienen poco realismo y cuyo valor es muy relativo, y estas son:

1) Las aeronaves de apoyo aéreo cercano hoy son demasiado vulnerables a los misiles antiaéreos portátiles.
2)  Hoy los drones cumplen la tarea de los aviones de apoyo aéreo cercano.
3)  Hoy solo se usan armas guiadas o inteligentes en misiones de ataque y no los cañones, cohetes y bombas convencionales.

Creo que estos planteos parten básicamente de lo que muchas publicaciones repiten hasta el cansancio, pero no de un análisis de primera mano de la información que se puede recoger, al menos, en los conflictos actuales en América Latina, especialmente las experiencias en Colombia y Perú, donde la guerra no convencional se sigue manteniendo con variaciones en cuanto a intensidad y tipos de guerra.

Aeronaves vs. misiles en entornos de selva y montaña

En cuanto al primer punto, hay que empezar por el hecho de que ningún arma jamás fue invulnerable. Si se abandona un concepto de armamento o un arma específica solo porque puede tener alguna vulnerabilidad, no habría armamento en el mundo que pudiera emplearse. La vulnerabilidad de un arma debe compararse con su eficacia a la hora de cumplir con el objetivo para el cual se la pretende emplear y si eso justifica el nivel de bajas que puedan sufrir. Por ejemplo, prácticamente la mitad de los bombarderos Boeing B-17 Flying Fortress empleados en la Segunda Guerra Mundial se perdieron en combate, pero el efecto que tuvo la aviación de bombardeo estratégico en afectar a la maquinaria de guerra alemana justificó dichas pérdidas, dado que hasta el final de la guerra en Europa no se encontraron otras alternativas (recién el uso de la bomba atómica generó un cambio en este tipo de operaciones). En todas las guerras en las que ha participado la aviación de manera central (desde los años treinta en adelante), aquellas aeronaves que operan más cerca del enemigo, como son los helicópteros y aviones de apoyo aéreo cercano, normalmente son las que sufren más bajas, por estar más expuestas al fuego enemigo. Como ejemplo, en la guerra de Vietnam se perdieron unos 3500 helicópteros de la familia Huey (casi uno por día que duró el conflicto, a los que hay que sumar cientos de helicópteros de otros modelos), pero eso no invalidó el uso del helicóptero en misiones de asalto aéreo y ataque y hoy el Huey y sus derivados sigue siendo de los helicópteros más empleados en el mundo.

Por otro lado, yendo al escenario latinoamericano, tenemos dos ejes de posibles conflictos: convencionales y no convencionales. El primer caso es el menos probable en la actualidad y es donde una aeronave de apoyo aéreo cercano sí se vuelve muy vulnerable ante armas antiaéreas, debiéndose preferir el uso de armamento guiado lanzado a gran distancia. Además, en general, es más posible que los blancos a atacar puedan ser fácilmente identificables a gran distancia y valga la pena el uso de armas guiadas para neutralizarlos.

Pero en el caso de la guerra no convencional, que es el más probable en la actualidad, el escenario es completamente distinto. El enemigo generalmente no dispone de una capacidad antiaérea demasiado sofisticada y los misiles portátiles pueden ser lo más poderoso con lo que puedan contar. Sin embargo, hay que analizar varios puntos en este sentido. Dado que para cualquier fuerza convencional que se oponga a grupos terroristas o guerrilleros, la capacidad del enemigo de contar con misiles es considerada una amenaza significativa, el esfuerzo de inteligencia para saber si el enemigo cuenta con ellos y, en caso de que los tenga, dónde los tiene, es muy grande. A eso se suma que un misil portátil es un arma grande para llevar por una unidad guerrillera pequeña, ya que no es algo que se puede llevar simplemente al hombro, sino en cajas donde van el lanzador y los misiles. Eso implica contar con cierta cantidad de personas que formen la unidad antiaérea o contar con vehículos (algo imposible en muchas zonas selváticas y montañosas de América Latina, lo que obliga a moverse a pie), lo cual implica que en un escenario de guerra asimétrica donde el enemigo se mueve en unidades muy pequeñas, la presencia de una agrupación mayor para poder operar misiles le brinda a los servicios de inteligencia la indicación de que deben prestar mayor atención a dicha unidad y posibilitaría detectar con anticipación la presencia de estas armas.

Otro aspecto a tener en cuenta es que la cabeza del misil necesita estar refrigerada para poder mantener su capacidad de detectar el calor de un motor y diferenciarlo de otras fuentes de calor. En general, se emplea nitrógeno con una pureza que debe pasar el 99% para que la cabeza se mantenga en las mejores condiciones. Conseguir ese nitrógeno no es fácil en áreas aisladas y su manipulación tampoco es simple, a la vez que su eficacia tiene una duración en el tiempo y luego se va perdiendo. Además, el propulsante del misil se ve afectado en escenarios de mucha humedad, sobre todo si ésta supera el 80%. Esto ocurre también con sus circuitos eléctricos. Si bien es posible mantener en condiciones al misil mientras se lo tenga preservado, requiere de cierta infraestructura y capacidad. Así, una organización guerrillera que obtenga misiles portátiles, deberá intentar emplearlos en el corto plazo para poder tener efectividad. En escenarios donde la movilidad se ve muy reducida, debido a la falta de vías de comunicación, como ocurre en la selva, esto se complica, ya que el misil puede demorar varios días en llegar al área de operaciones y su traslado está expuesto a que sea localizado por las fuerzas gubernamentales.

Otro punto es que para el disparo del misil se requiere de un área abierta, ya que no se puede lanzar desde debajo de la vegetación, lo que implica también que el lanzador quede expuesto a ser localizado.

En Colombia, hasta ahora se conoce de un único intento de derribo de un helicóptero AH-60L Arpía de la Fuerza Aérea Colombiana, usando un misil SA-7 de origen ruso, pero éste no se enganchó en el blanco y el lanzamiento fue fallido. Se estima que la cabeza del misil no estaba en buenas condiciones, debido justamente a las dificultades para mantenerla. Si bien en el propio video de dicho lanzamiento se ve la existencia de al menos otro lanzador, no se conocen más intentos de derribos con misiles por parte de la guerrilla colombiana.

En general, se pone de ejemplo lo que sucede en Siria o Afganistán, donde hay muchos videos publicados de derribos con misiles portátiles, pero no se cuenta con datos estadísticos sobre la efectividad de los misiles. Es importante tener en cuenta que los videos publicados, como se trata de propaganda, solo muestran derribos exitosos, pero hoy no es posible tener datos de cuántos misiles han obtenido, cuántos de esos pudieron lanzar y cuántos de esos lograron un derribo, que es lo importante. Además, tampoco hay estadísticas sobre cuántos derribos hubo sobre la cantidad de misiones realizadas por la aviación, para saber si esos derribos realmente tienen un impacto importante en el desarrollo de las operaciones.

Como otro ejemplo, en la guerra de Malvinas, ambos bandos emplearon misiles portátiles y se realizaron varios lanzamientos, aunque su efectividad fue limitada y no alteró el desarrollo de las operaciones. Las fuerzas argentinas solamente lograron el derribo de un Harrier GR.Mk.3 el 21 de mayo con un misil Blowpipe, mientras que los británicos derribaron un Pucará el 21 de mayo con un misil Stinger y un Aermacchi MB-339 el 28 de mayo con un Blowpipe, resultando fallidos todos los demás lanzamientos o intentos de lanzamiento por ambos bandos.

En el conflicto del Cénepa entre Perú y Ecuador en 1995, el único avión ecuatoriano alcanzado por un misil de este tipo, un Cessna A-37B, logró regresar a su base y volver al servicio tras ser reparado, mientras que la Fuerza Aérea del Perú perdió un helicóptero MiL Mi-25 y el Ejército del Perú perdió un MiL Mi-8T a manos de misiles Igla, mientras que otro Mi-8T fue derribado, según algunas versiones, por un misil, y según otras, por armas de tubo.

En otro conflicto donde en la región se emplearon estos misiles fue en El Salvador, donde la guerrilla del FMLN derribó un Cessna A-37B, un Basler BT-67, un UH-1M, aunque solo significan un 30 % de las aeronaves derribadas (el resto fueron por armas de tubo).

Así, el uso de misiles portátiles no ha sido hasta ahora un cambio radical en el empleo de medios aéreos en misiones de apoyo aéreo cercano, a pesar de que desde hace ya unos cincuenta años que están presentes en los conflictos, pero simplemente se suman a la variedad de armas antiaéreas ya disponibles, con la ventaja, con respecto a las armas de tubo, de que la aeronave puede detectar la presencia del misil y lanzar bengalas para evitar el impacto, lo cual no se puede hacer contra una ametralladora o cañón antiaéreo. Eso no les quita importancia, pero el planteo es que no son armas infalibles ni fácilmente empleables en algunos escenarios de guerra asimétrica, por lo que no debe dárseles una relevancia mayor a la que realmente tienen.

UAVs

Si bien hoy nadie duda que el uso de drones o vehículos aéreos no tripulados (UAV por sus siglas en inglés) está cada vez más difundido y su eficacia va en aumento para una variedad cada vez mayor de misiones, también es cierto que aún falta un largo camino para que reemplacen a los aviones tripulados en muchas de éstas. Por ahora, los UAV disponibles tienen una capacidad de armas muy limitada, lo cual los hace útiles para poder atacar blancos puntuales y, principalmente, se los emplea para poder emplear ese armamento durante misiones de reconocimiento, al detectar blancos de oportunidad. Pero todavía se está muy lejos de contar con UAV capaces de realizar misiones de apoyo aéreo cercano a tropas que están combatiendo en tierra, donde se precisa de un gran poder de fuego y de la saturación de áreas. Es muy seguro que en algún momento se llegue a contar con ellos, pero todavía queda una generación, al menos, de aeronaves de ataque tripuladas para enfrentar los conflictos actuales y en el corto plazo. Un punto esencial del éxito de una misión de apoyo aéreo cercano es la identificación de las fuerzas propias y enemigas, que pueden estar a corta distancia y la apreciación del piloto sobre dónde lanzar su armamento, para causar el mayor daño al enemigo sin causar bajas propias ni daños colaterales. Para ello, aún es fundamental que el piloto esté a bordo de la aeronave.

Armamento

Nadie duda hoy tampoco del desarrollo en armas guiadas, muy efectivas para no exponer a la aeronave al fuego enemigo durante el ataque y poder contar con mayor precisión. Pero hay que tener en cuenta varios puntos a la hora de una misión de apoyo aéreo cercano contra una fuerza irregular. Este tipo de fuerzas normalmente opera en grupos muy pequeños, a veces moviéndose de manera dispersa y también muchas veces protegidos por la cubierta de árboles. Emplear armas guiadas contra este tipo de blancos, para neutralizarlos de manera individual, no es una gran idea, comenzando por la dificultad para apuntar las armas si no se tiene contacto visual con el enemigo y el costo de las mismas. Usar una bomba guiada por láser o un misil contra cada guerrillero que compone una fuerza tiene poco sentido.

Hoy, este tipo de armas se emplean casi únicamente contra blancos de alto valor estratégico o táctico, cuando el blanco justifica su uso y requiere de un buen trabajo de inteligencia, que no es fácil en zonas selváticas. Por ejemplo, en Colombia se han empleado bombas guiadas por láser para neutralizar a cabecillas de la guerrilla, pero normalmente no se las emplea cuando se apoyan operaciones terrestres del Ejército, dado que el enemigo está en constante movimiento, está disperso en pequeños grupos y no ofrece blancos rentables para ese tipo de armas. Lo mismo ocurre con el uso de misiles como puede ser el Spike (en uso por las fuerzas colombianas), que se considera para emplear contra construcciones, vehículos u otro tipo de blancos, pero no contra pequeños grupos de combatientes dispersos en la selva. Ésta también es la experiencia en el VRAEM en Perú y ha sido la experiencia en todas las guerras irregulares en América Latina y otras partes del mundo.

Retomando el ejemplo de Malvinas, cuando el 28 de mayo los Pucará de la Fuerza Aérea Argentina y los Aermacchi MB-339 del Comando de Aviación Naval realizaron misiones de apoyo aéreo cercano, se encontraron con la falta de blancos rentables en la mayoría de los casos, ya que las fuerzas británicas avanzaban en pequeños grupos muy dispersos. La única manera de intentar neutralizarlos era empleando armamento que pueda barrer un área y no un blanco puntual. Por eso se priorizó el uso de ametralladoras, cañones y cohetes.

En el caso de Perú, se realizan ataques de saturación con bombas y, si se logra contacto visual con el enemigo, se emplean cañones y cohetes.

Lo mismo me indicaron en su momento los operadores de los Basler BT-67 Fantasma de la Fuerza Aérea Colombiana. Su misión es hacer fuego sobre un área y no sobre un blanco puntual, por eso no cuentan con un sistema de puntería de demasiada precisión (una vieja mira de T-33) y es el concepto de las aeronaves cañoneras (la saturación del blanco y cubrir un área y no tanto blancos puntuales). En este tipo de misiones, además de la neutralización del enemigo, se apunta a aferrarlo al terreno y permitirle a la propia tropa tomar una posición más ventajosa en tierra.

Así, las bombas convencionales, ametralladoras, cañones y cohetes siguen siendo las armas más efectivas (en el pasado también lo eran las armas incendiarias, hoy prohibidas) cuando se trata de neutralizar grupos irregulares pequeños y apoyar fuerzas terrestres propias. En cuanto a las bombas convencionales, hay que tener presente que las computadoras de tiro de los sistemas de tiro modernos permiten lanzarlas con muchísima precisión sobre el blanco, incluso desde grandes distancias y su costo es muchísimo menor al de un misil o un kit de guiado por láser o por GPS para una bomba.

Una realidad vigente

El escenario con este tipo de conflictos no solo está vigente, sino que hay muchos indicios de que puede agudizarse en el futuro en varias regiones del mundo, especialmente en América Latina, con el crecimiento en poder de bandas criminales y terroristas, con mayor poder de fuego, por lo que este es uno de los tipos de guerra hacia los que las fuerzas aéreas regionales más deberían enfocarse, teniendo en cuenta las experiencias de aquellas fuerzas que están empeñadas en este tipo de conflictos. Es fundamental analizar los hechos de manera objetiva separándolos de lo que se ve a primera vista si solamente se toma en cuenta lo que se publica en algunos medios, especialmente en redes sociales, sin estadísticas ni análisis sobre el efecto real de algunos armamentos o modos de empleo.

Agradezco al Brigadier Mario Roca de la Fuerza Aérea Argentina, al Mayor Alex Martínez de la Fuerza Aérea Colombiana y al Capitán Renzo Papi de la Fuerza Aérea del Perú por su ayuda para hacer esta nota.