17 de noviembre de 2019
SUEÑA CON SER LA PRIMERA PILOTO DE CAZA ARGENTINA: “NO DEPENDE DEL GÉNERO, SINO DE LA CAPACIDAD”
La
alférez Sofía Vier es la primera integrante de la Fuerza Aérea argentina en
graduarse del curso de aviación militar en los Estados Unidos. Dialogamos con
ella para conocer cómo desarrolla una mujer su vocación en el ámbito militar.
Por
Patricia Fernández Mainardi
La
tendencia es clara: las mujeres ya son parte de la cotidianidad de las Fuerzas
Armadas y, en la actualidad, comienzan a ocupar puestos que, hasta hace poco
tiempo, habían sido ocupados solo por efectivos masculinos.
La
Fuerza Aérea Argentina no es ajena a esa realidad. Hace apenas unas semanas,
retornó al país la alférez Sofía Vier, quien había viajado a los EEUU para
realizar el curso de aviación que dicta aquel país. Fue la primera mujer
argentina en egresar de aquella prestigiosa casa de formación.
Lleva
las alas en la sangre: su papá es miembro de la Fuerza y su abuelo, si bien
perteneció al Ejército, fue parte de quienes fundaron la Escuela de Aviación
Militar cuando la Fuerza Aérea no existía como tal.
“Durante
el curso no apuntaba a quedar entre los primeros, simplemente estaba dando lo
mejor de mí”. Foto: Fernando Calzada.
Próximamente,
Sofía accederá al grado superior, se convertirá en Teniente y, si todo sale
bien, será la primera mujer piloto de aviones de combate en el país (ya hay
mujeres pilotos de helicóptero y de aeronaves de transporte).
En
el Museo Aeronáutico de Morón, entre aviones históricos y reliquias de la
guerra de Malvinas, DEF pudo conocerla y dialogar con ella. Sofía se mueve con
confianza, sabe que, sin lugar a dudas, la vocación y el amor por la patria
trascienden cualquier diferencia de género. Nada la detiene; sueña en grande
porque, después de todo, como dijo la aviadora estadounidense Amelia Earhart:
“Las mujeres debemos intentar hacer las mismas cosas que los hombres. Si
fracasamos, nuestro fracaso será un desafío para las demás”.
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¿Cuándo supo que quería ser militar?
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Siempre me gustó el ámbito aeronáutico. Cuando cumplí 15 años, mi papá me llevó
a volar en planeador. Desde ese día, se generó dentro mío una fascinación por
el tema y supe que quería ser piloto, pero en el marco de la Fuerza Aérea. Yo
miraba los aviones de caza y los uniformes y, por dentro, pensaba “Esto es lo
mío”.
Pronto
Vier cumplirá un sueño: hará el curso de aviadores de Caza. Se trata del curso
más difícil de la Fuerza. Foto: Fernando Calzada.
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Una vez que egresó, ¿cómo fue que llegó a los EEUU?
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Entre los cadetes, hay que tener uno de los 25 mejores promedios para acceder a
la posibilidad de ser piloto, siempre que el apto físico esté bien. Cuando
egresé, yo estaba segunda dentro del promedio general y primera en lo que
respecta a la Licenciatura. También me fue muy bien en Planeadores. Entré al
escalafón Aire sin saber que iba a ir a EEUU. Nos tomaron un examen de inglés
y, aquellos que obtenían una nota de más del 85 por ciento, estaban habilitados
para viajar. Quedamos cinco, de los cuales eligieron a los dos más antiguos de
acuerdo al promedio general. Fuimos a rendir a la Embajada de los Estados
Unidos. Yo, sin competir, di lo mejor de mí. Finalmente, pasamos los dos y, si
bien él tenía mejor nivel de inglés, a mí me eligieron por vuelo y antigüedad.
Del
cielo argentino al estadounidense
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¿Cómo fue el curso en los EEUU?
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En realidad, es un programa general que se llama Aviation Leadership Program
(ALP). Empecé en Texas, allí tuve que rendir inglés aeronáutico. Esa etapa se
termina después de que uno rinde en simulador, con todas las comunicaciones que
uno puede tener en un vuelo. Luego, viajé a Colorado y allí hice el Initial
Flight Training (IFT): un vuelo de adaptación básico en el Diamond 20 (DA 20).
Ese fue mi primer “vuelo solo”. Los exámenes los toma la Federal Aviation
Administration. Una vez que aprobé, viajé a Misisipi a volar T6 y a hacer el
curso en sí. Allí tuve la oportunidad de hacer vuelo acrobático, en formación,
instrumental, etc. En total, en los Estados Unidos, estuve un año y ocho meses,
egresé como aviadora militar con aproximadamente 180 horas de vuelo.
“Los
pilotos de Malvinas son nuestro ejemplo. La gente que participó cumplió con el
juramento que hacemos todos: defender a la Patria hasta perder la vida”. Foto:
Fernando Calzada.
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¿Qué fue lo que más le gustó?
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Me asombraba la cantidad de aviones que había. Para ir a una aeronave, me subía
a un colectivo que me llevaba hasta la línea de avión. Allá hay filas y filas
de aviones y, además, la gente es muy operativa. La aeronave siempre estaba
preparada. Si había un problema, un mecánico lo solucionaba enseguida.
También
destaco el nivel de evaluación. Por ejemplo, cada inspección se rinde con un
instructor que uno no vio nunca antes en su vida; entonces, esa persona no
tiene prejuicios sobre el alumno.
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¿Realizaba el mismo curso que los estadounidenses?
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Entre estadounidenses e internacionales, no había diferencia a la hora de
evaluarnos, así que no tenía que quedarme atrás con el idioma. Las
comunicaciones en el avión eran difíciles, porque hay que acostumbrarse a
escuchar cómo comunican con las diferentes tonadas de inglés y, además, con las
máscaras. Recuerdo que, además de practicar en el escuadrón, llegaba a mi casa
y ponía las radios de la torre para seguir escuchando. Me encantó tener esa
experiencia.
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¿Cursaba con otras mujeres?
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Mientras yo estuve, me habré cruzado con cuatro o cinco mujeres. Allá no son
muchas, pero están muy incorporadas culturalmente: no hay ningún tipo de
diferencia.
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¿Qué sintió al saber que estaba dentro de los cinco mejores promedios?
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Durante el curso, no apuntaba a quedar entre los primeros, simplemente estaba
dando lo mejor de mí. Gracias a Dios, me iba bastante bien, disfrutaba lo que
hacía y por eso le dedicaba tanto. Yo no me permitía tener malos resultados
porque era la única argentina como cursante. Si a mí me iba a mal, veían a la
Argentina de esa manera. Era inevitable: yo tenía la presión de hacer quedar
bien a la Argentina.
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Ahora que está de regreso, ¿qué expectativas tiene dentro de la Fuerza?
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Pronto voy a hacer el curso de caza, es mi objetivo. Estuve muchos años
esperando el momento y hoy tengo la oportunidad de hacerlo. Si puedo
finalizarlo, habré cumplido un sueño.
Por
su profesionalismo y vocación, Vier se posiciona como una promesa dentro de la
Fuerza. Foto: Fernando Calzada.
Pasión
y vocación
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Creció en el ambiente militar y ahora es un miembro más. ¿Qué es la Fuerza
Aérea para usted?
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Yo creo que todos los que trabajamos en la Fuerza le dedicamos nuestra vida. Es
muy importante para nosotros, es una parte de nuestro ser. Es difícil
entenderlo si uno no está adentro. Yo siento amor por la Fuerza Aérea Argentina
y por todo lo que se relaciona con ella. De eso se trata la vocación. Uno lo
siente dentro y por eso le dedica tanto esfuerzo y amor a lo que hace.
- ¿Cómo siente Malvinas habiendo nacido en
1993?
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Los pilotos de Malvinas son nuestro ejemplo a seguir. Yo pienso en que la gente
que participó cumplió con el juramento que hacemos todos: defender a la patria
hasta perder la vida. Ellos pusieron el cuerpo y el alma en lo que hicieron. Y
esas fueron muestras de heroísmo. Creo que todo oficial que entrega su corazón
a la Patria aspira a ser como ellos. Nos estamos preparando todo el tiempo y,
si llegamos a tener un conflicto o catástrofe, debemos estar listos para dar lo
mejor de nosotros y defender a la patria o ayudar en una catástrofe.
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En el ámbito castrense, ¿siente que tiene algún tipo de desventaja por ser
mujer?
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Las oportunidades están para todos: mujeres y hombres. Considero que hay que
abrir el espacio para que otras mujeres puedan llegar. No se trata de una
cuestión de género, sino de capacidad. Lo importante es que demos, a nivel
profesional, lo mejor de nosotras.