El desarrollo de la aviación en el país se debió, en buena parte, a las falencias de nuestra infraestructura vial. Foto: Cortesía Avianca
28 de noviembre de 2019
LA NAVE DE LOS SUEÑOS: UN REPASO POR LOS 100 AÑOS DE LA AVIACIÓN COLOMBIANA
Por
Gustavo Arias De Greiff (*)
El desarrollo de la aviación en el país se debió, en buena parte, a las falencias de nuestra infraestructura vial. Foto: Cortesía Avianca
Volar,
para los colombianos, se convirtió en algo común. La aviación comercial creó
rutas por el país y algunas regiones estarían aisladas de no ser por los
servicios del transporte aéreo. A bordo de una aeronave caben todas las clases
sociales y allí se desplazan hasta sus destinos de forma rutinaria y normal. No
es este un vehículo para las élites. Les sirve a todos. Y a nadie le parece
sorprendente. Aunque lo sea.
El
desarrollo de la aviación en el país se debió, en buena parte, a las falencias
de nuestra infraestructura vial, a la topografía agreste y, de otro lado, había
razones culturales y hasta genéticas, para que esto sucediera. Basta recordar
que los indígenas del altiplano eran admiradores de las aves y en su mitología
tenían un papel muy relevante las figuras voladoras. Los chibchas produjeron
innumerables objetos de orfebrería con formas de pájaros en vuelo y muchas de
sus creaciones parecen representar aparatos volantes de avanzado diseño,
incluso para nuestros días. Fue tal la ‘predestinación’ que el desarrollo
vertiginoso de nuestro transporte aéreo antecedió al de todos los países de
América, incluyendo al del poderoso Estados Unidos.
El
francés que no voló
En
1919 Colombia apenas contaba con ferrocarriles rudimentarios, carreteras
incipientes, caminos de herradura y dependía de la lenta navegación fluvial
para conectar el centro del país con su costa Atlántica y el resto del mundo.
Ante
este retraso y tales impedimentos, se hacía necesaria otra forma de movilizar
las mercancías y a las personas. El entusiasmo de algunos empresarios provocó
la formación de dos compañías pioneras de transporte aéreo, y este es un caso
único en el Tercer Mundo.
En
sus primeros años la aviación en el país tuvo un carácter de aventura, casi de “deporte
extremo”, y poco después se convirtió en un espectáculo con visos circenses. En
1911, con el fin de entretener a las masas, unos entusiastas acaudalados
trajeron a Bogotá al piloto francés Paul Miltgen, quien debía realizar varias
exhibiciones aéreas en un avión Bleriot, similar al primero que cruzó el Canal de
la Mancha. Sin embargo, esa “hazaña de entretenimiento” fracasó debido a la
altura de Bogotá. Miltgen no pudo despegar y la nave terminó exhibida, colgada
en cuerdas, en el techo del Salón Egipcio, en el Parque de la Independencia.
A
finales de 1912 el norteamericano de origen alemán Geo Schmitt, quien ese año
completaba su segunda temporada de vuelos de exhibición por países del Caribe,
hizo tres de ellos en Santa Marta y uno en Barranquilla. Su avión era un
biplano Baldwin, que por estar forrado en tela roja se llamó el Diablo Rojo
(Red Devil). El piloto viajó luego a Medellín. Allí, en 1913, sus vuelos
quedaron inmortalizados en las fotografías de la época. Schmitt fue el primer
aviador que sobrevoló la geografía colombiana.
La
industria alada
Todos
esos episodios “curiosos” y anecdóticos fueron el prólogo de lo que sucedería
pocos años más tarde. El 5 de diciembre de 1919, en Barranquilla, nació la
Sociedad Colombo Alemana de Transportes Aéreos, Scadta (que luego se
transformaría en Avianca). Esta adquirió dos aviones Junkers F-13. Este modelo,
junto con el DC-3 y el Boeing 707, se convertirían en aeronaves icónicas de la
aviación.
Un
año después, en diciembre de 1920, la compañía comenzó a operar, entre pruebas
y exhibiciones, y sus pilotos se convirtieron en expertos en la misteriosa
ciencia de la mecánica tropical y en la “tecnología de la cabuya y el jabón de
tierra”. Con estos insumos, según relata el experimentado aviador Herbert Boy,
tapaban los escapes de agua del radiador y del sistema de refrigeración del
motor, y amarraban cualquier cosa que se zafara en vuelo. La Scadta viajó a
Barranquilla, Girardot y Bogotá, entre otros destinos.
A
pesar de su importancia, esta no fue la primera empresa de transporte aéreo
creada en Colombia. La Compañía Nacional de Navegación Aérea (CNNA) fundada en
septiembre de 1920, fue la pionera en este negocio y llegaba a destinos como
Cartagena, Medellín, Puerto Berrío y Santa Marta. Sus aviones estaban
fabricados en madera y tela, y tenían capacidad para pocos pasajeros que debían
viajar incómodos, apretujados unos contra otros, en una cabina abierta.
Desde
ese periodo hasta el actual, millones de aviones con sus pasajeros, funciones,
tecnologías y trajines han sobrevolado las fronteras nacionales. Y logramos
esta proeza a pesar de nosotros mismos. Mejor dicho, a pesar de nuestra
geografía montañosa y de las zonas de alta pluviosidad. Por eso hay que
celebrar con gran entusiasmo el primer siglo de la aviación colombiana y sus 98
años de operar en forma regular y continua. Esta es, no cabe duda, una de las
industrias más relevantes del país y, permítanme decirlo, una de las más "aladas".
(*) Historiador
Fuente:
https://www.semana.com