Por Alberto Martín
En 1976
un piloto y su MiG-25 desertaron a Japón. Nadie había visto de cerca hasta el
entonces caza más impresionante, y eso lo cambió todo.
El
MiG-25 fue, sin duda, uno de los grandes iconos de la Guerra Fría. Con
capacidades de caza de reconocimiento e interceptor, era capaz de alcanzar una
velocidad máxima continua de Mach 2,83 (3200 km/h), lo que supuso que se
convirtiera en uno de los signos del poderío de la URSS. Para los países de la
OTAN, era un misterio. Un caza multi capacidades del que se sabía muy poco,
pero si se tenía la certeza que era peligroso. Muy peligroso.
De
hecho, el MiG-25 es uno de los aviones interceptores más rápidos y más temibles
de todos los producidos en serie, marca que incluso ostenta a día de hoy.
Además tiene el honor de ser el caza más rápido más allá de los experimentales,
solo seguido por el avión de reconocimiento SR-71. La diferencia principal era
que el SR-71 era solo de reconocimiento, mientras que el MiG-25 tenía capacidad
de ataque e intercepción.
Apodado
como Foxbat, durante los años que estuvo en servicio fue un auténtico misterio.
Los datos que los países occidentales tenían de él durante la Guerra Fría eran
bastante limitados, y dadas sus capacidades, causó tal conmoción sobre sus
capacidades que fue el germen para desarrollar el F-15 Eagle. El caza americano
era su contrapartida, pero las capacidades del MiG-25 siempre han sorprendido a
propios y extraños.
MiG-25:
el caza más impresionante de la Guerra Fría
Durante
los años más importantes de la Guerra Fría, el MiG-25 era tan asombroso como
desconocido. Pero sucedió algo que cambió para siempre el curso de la guerra y
desveló todas las cartas ocultas que tenía la URSS con el temible MiG.
En mitad de la Guerra Fría, sucedió algo inesperado. Si bien para los países occidentales el MiG-25 seguía siendo un misterio 10 años después de su primer vuelo, el interés por el caza interceptor de la URSS siempre estuvo al alza. Por eso fue una sorpresa para toda la industria de aviación militar cuando el 6 de septiembre de 1976, un piloto a los mandos de un MiG-25 Foxbat del 513º Regimiento de Caza del Comando de Defensa Aérea Soviética, desertó con su avión hasta el aeropuerto de Hakodate al norte del Japón.
Su
nombre, Viktor Ivanovich Belenko, se quedó para siempre marcado en el curso de
la Guerra Fría. ¿La razón? Era la primera vez que occidente veía de cerca un
MiG-25. Y lo más importante: tenía en su poder el caza más impresionante que ha
había diseñado hasta el momento. Esto permitía a los países occidentales algo vital
para el curso de la Guerra Fría: analizar a fondo el MiG-25 y poder diseñar
cazas para dominar su superioridad aérea.
Belenko
llevaba consigo algo más que el MiG-25 que pilotaba
Pero
Belenko no solo desertó con el caza. En su poder también llevaba consigo el
manual de piloto del MiG-25, cuyo análisis y traducción permitió a los
ingenieros aeronáuticos y a los pilotos de caza norteamericanos conocer a fondo
las capacidades del MiG y poder contrarrestar su poder. Además algunos de sus
innovaciones fueron la pista de salida para el diseño de los futuros cazas
interceptores.
No
obstante, el piloto y su caza habían desertado a Japón, y no a los Estados
Unidos. Pese a que los servicios de inteligencia interrogaron a Belenko, el
gobierno japonés no permitió a los ingenieros norteamericanos realizar pruebas
en tierra sobre el caza, tan solo analizar sus motores y los sistemas de radar
y contramedidas.
El caza
se examinó a fondo, y acabó siendo totalmente desarmado para analizar cada uno
de sus componentes, su configuración interna y los sistemas de aviónica, pero
no se voló y se hicieron pruebas de campo con el caza en vuelo. No obstante,
los occidentales subestimaron el caza.
Si bien
se determinaron algunos de sus componentes claves, como el sistemas de motores
Tumansky R-15 (B), tremendamente avanzados para la época, o su fabricación en
aleación de níquel y no de titano (tal como se creía por los escasos que se
tenían antes del caso Belenko), los occidentales siempre pensaban que los datos
que tenían sobre el caza eran incorrectos, y que no era capaz de alcanzar Mach
2,83, sino que su velocidad máxima era de 2600 km/h, algo que era totalmente
falso. El MiG-25 era uno de los cazas más rápidos de la historia, y muchas de
sus marcas siguen a día de hoy siendo imbatibles.
Cuando
terminaron de analizar el MiG-25, totalmente desmontado, se embarcó en varios
contenedores y se devolvió a la Unión Soviética, pero cuando eso sucedió, los
países occidentales ya tenían todos los datos del caza. Y el Foxbat, que así se
apodó, pasó de ser una leyenda y un misterio a convertirse en el caza más examinado,
analizado y conocido de los aliados de la OTAN.
La
deserción de Belenko tuvo consecuencias directas para las operaciones de la
URSS durante la Guerra Fría: no solo ofreció a sus enemigos los datos de uno de
los secretos mejores guardados de la Unión Soviética, también obligó a repensar
las capacidades de sus cazas para que esto no volviera a pasar. A partir de ese
momento, se limitó la cantidad de combustible que llevaban muchos de sus cazas
para evitar que pudieran desertar a zonas fuera de sus operaciones.
Si bien
Belenko no fue el primer piloto soviético en desertar con un caza, si fue el
primero en hacerlo con un MiG-25. Y lo cambió todo.
Fuente:
https://hipertextual.com