La escasez de pilotos masculinos obligó al gobierno de los Estados Unidos a crear un programa que permitiese a las mujeres pilotar aviones de guerra. Estas mujeres, miembros de la WASP (Women Airforce Service Pilots), participaron sobre todo en misiones de traslado de aviones desde las fábricas hasta las bases de despegue, pero también llegaron a entrenar cadetes, transportaron personal militar y realizaron vuelos de prueba. El reconocimiento a su labor no llegaría hasta hace pocos años.
Cuatro miembros de las WASP posando delante de un TB-25 en 1944.
Europa se hallaba sumida en una época de oscuridad y horror. La Segunda Guerra Mundial extendía sus lúgubres alas por todo el continente y en Inglaterra la Real Fuerza Aérea (RAF) estaba más que nunca necesitada de pilotos. En 1940, en los momentos cruciales del conflicto, las fuerzas aéreas disponían de más aviones que pilotos que los pudieran tripular. La RAF hizo entonces algo impensable: una llamada desesperada para reclutar mujeres que supieran pilotar y pudieran ayudar, de esta manera, al traslado de los aviones militares desde las fábricas a los hangares. Al principio tan solo fueron ocho las voluntarias que se apuntaron al programa, y que se incorporaron al Transporte Aéreo Auxiliar (ATA), aunque el número de féminas dispuestas a colaborar con las fuerzas aéreas fue aumentando paulatinamente. Pero aun así, la cantidad seguía siendo insuficiente por lo que el gobierno británico decidió pedir ayuda a su gran aliado: Estados Unidos.
El
Servicio Aéreo Femenino
A pesar
de que por aquella época los Estados Unidos aún no había entrado en guerra,
existía en el país una organización llamada Wings for Britain (Alas para Gran Bretaña)
encargada de enviar aviones norteamericanos a las islas británicas. Jacqueline
Cochran, una pionera en el campo de la aviación que formaba parte de aquella
organización hizo entonces una increíble propuesta a la primera dama, Eleanor
Roosevelt.
Junto a
Nancy Harkness Love, otra pionera de la aviación estadounidense, ambas mujeres
enviaron una carta para instar a la primera dama a que las apoyase en la
creación de una división compuesta solo por mujeres dentro de las Fuerzas
Aéreas. En un principio la idea no tuvo muy buena acogida. Entre sus
detractores se encontraba quien, en el futuro sería presidente del país, Dwight
D. Eisenhower, quien en unas declaraciones dijo estar "absolutamente en
contra" de que existiera una división formada por mujeres piloto ya que
"dudaba de la capacidad de las mujeres para manejar aviones militares
puesto que era una tarea muy poco femenina".
Dwight D. Eisenhower, dijo estar “absolutamente en contra” de que existiera una división formada por mujeres piloto ya que “dudaba de la capacidad de las mujeres para manejar aviones militares puesto que era una tarea muy poco femenina”.
Fotografía de Jacqueline Cochran tomada en 1940.
Nancy Harkness Love ajustándose el casco antes de emprender el vuelo.
Así, sin un programa militar del ejército de los Estados Unidos en el que se incluyera a las mujeres, Jacqueline Cochran y otras veinticinco mujeres se unieron a la ATA, mientras que Nancy Harkness Love creaba el Escuadrón de Transbordadores Auxiliares de Mujeres (WAFS). Cuando volvió de Gran Bretaña, Jackie Cochran formó el Destacamento de Entrenamiento Volador de Mujeres (WFTD) y, finalmente, el 5 de agosto de 1943, estos dos grupos, el WAFS y el WFTD, se fusionaron para convertirse en el Servicio de Mujeres Piloto de la Fuerza Aérea (WASP), con Cochran como líder del grupo.
Más de
25.000 mujeres se presentaron a la convocatoria para convertirse en pilotos,
pero muchas de las candidatas fueron desestimadas porque no disponían de título
de piloto, y las que sí lo tenían no podían aportar muchas horas de vuelo.
Finalmente, 1.830 mujeres fueron aceptadas para presentarse a las pruebas, y de
ellas 1.074 lograron superarlas, convirtiéndose así en miembros del WASP.
Polémicas
raciales
Apodadas
con cierta condescendencia por sus compañeros como Woofteddies (Ositos de
felpa), el salario que cobraban estas mujeres se hallaba muy por debajo del que
recibían sus homólogos masculinos, y no solamente eso: tanto el importe de los
cursos que recibían como el de los traslados también salía de sus propios
bolsillos. Pero las diferencias no terminaban ahí: las mujeres piloto tampoco tenían
derecho a sanidad ni a seguro de vida, y si caían en combate eran enterradas en
un féretro de pino y no de madera de la mejor calidad, como los hombres, y por
su calidad de civiles ni siquiera podían esperar un funeral militar ni que una
bandera cubriera su féretro. Sin embargo, sí disponían de una ambulancia de
emergencia y con la publicación de una revista llamada Gaceta Fifinella, cuyo
logo, una especie de aviadora con alas y cuernos, diseñó el propio Walt Disney
y que las componentes del WASP cosieron en sus uniformes.
Las
mujeres piloto no tenían derecho a sanidad ni a seguro de vida, y si caían en
combate era enterradas en un féretro de pino y no de madera de la mejor
calidad, como los hombres. Tampoco tenían derecho a un funeral militar ni a una
bandera que cubriera el féretro.
Con
todo, se creó cierta polémica en torno al WASP por el hecho de no aceptar entre
sus filas a mujeres afroamericanas a pesar de que una candidata, Mildred
Hemmons Carter, la primera piloto negra de Alabama, había conseguido superar
con éxito el curso. Hemmons Carter no solo sufrió discriminación por el color
de su piel, sino que más tarde fue marginada por su sexo por parte de los
Tuskegee Airmen, un grupo de pilotos afroamericanos que combatieron en los
escuadrones 332º Expeditionary Operations Group y 477º Fighter Group. Mildred
no consiguió ningún tipo de reconocimiento hasta bien entrado el siglo XXI. Sin
embargo quienes sí lograron entrar a formar parte del WASP fueron dos mujeres
de origen hispano, Verneda Rodríguez y Frances Díaz; dos de origen chino, Hazel
Ying Lee y Maggie Gee, e incluso una mujer mestiza de padre blanco y madre
lakota oglala, Ola Mildred Rexroat.
Un
trabajo peligroso y poco reconocido
Aunque
la principal responsabilidad de estas aviadoras era trasladar los aviones
recién construidos desde su lugar de fabricación hasta las bases de despegue,
algunas miembros del WASP también participaron en el entrenamiento de pilotos
masculinos y otras, incluso, ejercieron de instructoras de vuelo de los nuevos
cadetes, transportaron personal militar y carga, y realizaron diversos vuelos
de prueba. Aquel grupo de mujeres piloto llegaría a volar con todos los aviones
que la Fuerza Aérea Estadounidense (USAAF) tenía disponibles, incluidos los
grandes bombarderos B-17 y B-29. Las mujeres del WASP vestían monos de
mecánico, conocidos como trajes Zoot, o pantalones y chaquetas de cuero tipo
A-2. Cansada de vestir aquellos modelos para hombres, Cochran diseñó los
uniformes oficiales del WASP en un color que sería conocido como Santiago Blue
y en ellos fijó el símbolo del grupo. Pero aunque en principio las mujeres del
WASP no participaron en misiones de combate, su actividad no estuvo exenta de
peligros. Durante el tiempo en que estuvieron operativas, estas pilotos
sufrieron 38 bajas, tanto en acto de servicio como durante los entrenamientos;
en ninguno de los casos se les rindió honores ya que no tenían rango militar.
Cochran,
cansada de vestir modelos masculinos, diseñó los uniformes oficiales del WASP
en un color que sería conocido como Santiago Blue y en ellos fijó el símbolo
del grupo.
Al
finalizar la guerra, muchas de aquellas mujeres dejaron el grupo para casarse y
formar una familia, pero muchas otras siguieron presionando para obtener un
reconocimiento al que creían tener derecho y que merecían por derecho propio.
Las supervivientes del WASP solicitaron el apoyo de importantes personalidades
de su país, como el senador Barry Goldwater, las congresistas Margaret Heckler
y Lindy Boggs, o el Coronel Retirado Bruce Arnold. De 1972 a 1976, hubo varios
proyectos de ley en ese sentido que no llegaron a buen puerto. De hecho, no fue
hasta el año 1977 cuando un proyecto de ley concedió la condición de veterano
parcial con carácter retroactivo a aquellas mujeres. Desde entonces, en cada
uno de los homenajes a los caídos y a los héroes de la Segunda Guerra Mundial
que se han llevado a cabo en los Estados Unidos, las pilotos del WASP ha
recibido un reconocimiento explícito y la gratitud por los servicios prestados.
Aunque no sería hasta el año 2009, cuando el por entonces presidente Barack
Obama firmó una ley, redactada por la Teniente Coronel Nicole Malachowski, por
la que se otorgaba a las mujeres piloto de las WASP la Medalla de Oro del
Congreso, el más alto honor civil que puede ofrecer el país. Algunas de estas
medallas pueden verse a día de hoy en el Centro Steven F. Udvar-Hazy, un anexo
del Museo Nacional Smithsonian del Aire y el Espacio en el aeropuerto
internacional Dulles de Washington.
Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es