Tras una operación puntillosamente planificada entre la Armada y la Fuerza Aérea Argentina, un misil dio en el blanco de una flota británica emblemática. La segunda entrega de un especial de DEF sobre un ataque que jamás fue reconocido por los ingleses.
Por Redacción DEF
El 30 de mayo de 1982, un grupo de pilotos de combate argentinos de la Fuerza Aérea y la Armada llevaron adelante una misión única en la historia de nuestro país. DEF reunió a los sobrevivientes de esta operación, que, en esta segunda entrega, brindaron detalles sobre las maniobras que debieron llevar adelante para concretar el ataque y, luego, regresar a la base de operaciones; sin embargo, de aquel ataque, no todos saldrían con vida.
Momentos difíciles
El hoy Brigadier Ernesto Rubén Ureta, que en la guerra de Malvinas debió pilotear uno de los A4C Skyhawk que participaron de la misión, cuenta que, una vez lanzado el misil, los dos Súper Etendard de la Armada terminaron su trabajo. Previamente, habían tomado todos los recaudos para evitar ser detectados por los radares británicos. “Solamente pueden haber alertado en el momento en el que ellos hicieron un barrido electrónico. La defensa del portaaviones o de las fragatas que defendían al ‘Invencible’, podrían haber detectado alguna emisión del radar. Los Súper Etendard barrían y bajaban. En la tercera de estas maniobras, lanzaron el misil”, detalla.
Así fue como Alejandro Francisco y Luis Collavino, los pilotos a bordo de los Súper Etendard, lanzaron el Exocet, hicieron un viraje por la izquierda y se fueron hacia el oeste, a Río Grande.
A partir de ese momento, la responsabilidad recaía en los A4C de la Fuerza Aérea: “Nos íbamos acomodando para hacer el ataque sobre el mismo portaaviones. Teníamos a la vista al Invencible con una humareda, resultado del impacto del misil. Inicialmente era una columna de humo muy definida, negra, que se elevaba en el horizonte. Con ese panorama, yo me estaba acomodando con el avión de Jorge Vázquez, Omar Castillo estaba más a mi izquierda y no lo tenía a la vista. Gerardo Isaac estaba a mi derecha, pero tampoco lo tenía tan a la vista porque me iba acomodando con el avión que tenía un poquito más adelante que el mío, el de Vázquez”. Mientras corregía su posición, Ureta llegó a ver que el avión de Vázquez salía del plano y perdía la cola. “Evidentemente, le había pegado un misil”, confirma.
“Supe que se trataba de un portaaviones”
El Alférez Gerardo Guillermo Isaac, por su posición, fue testigo de las maniobras de los tres A4C que volaban con él durante el final del ataque: “Unos minutos después de que dejé de ver la estela del misil, apareció la silueta de un barco muy grande que, claramente, y desde el primer momento en el que lo vi, supe que se trataba de un portaaviones. Lo confirmé a medida que me iba acercando. Supe que lo que estaba viendo y lo que iba a atacar era un portaaviones”.
Durante esta fase final, y antes de llegar al portaaviones, Isaac relata que él estaba enfocado en el “Invencible”. “Yo estaba formado a la derecha de todos, pero me había olvidado de lo que estaba pasando a la izquierda. Mi objetivo estaba puesto en el buque al cual le tenía que tirar mis armas. Esto se llama, técnicamente, ‘fascinación de blanco’, y eso fue lo que me pasó. Uno sale de esa ‘fascinación’ cuando algo le llama la atención: en mi caso, lo que rompió mi estado fue sentir una explosión externa”. Miró a su izquierda, donde iban los otros tres A4C, y llegó a ver que a uno se le volaba un plano: “Una de las alas se había desprendido de la explosión, el avión mostró la panza e impactó contra el agua. Esa es la foto que tengo”. Mientras Ureta solo pudo ver uno de los derribos, el de Vázquez, Isaac pudo confirmar los dos: el de Castillo y el de Vázquez.
Roberto Noe, hoy Brigadier Mayor de la Fuerza Aérea, era uno de los pilotos de los Hércules KC130 que realizaba reabastecimiento de combustible en vuelo a las otras aeronaves. (Gentileza R.N.)
A pesar de lo que ocurría, a Ureta se le acercaba el momento en el que debía lanzar sus bombas: “Me di cuenta de que estaba volando muy bajo. No iba a lanzar las bombas sin chocar el portaaviones. Entonces, levanté al avión bruscamente para poder tirar. Ahí pude hacer buena puntería y lancé las bombas. Pero, aun así, tuve que volver a tirar la palanca atrás para saltar nuevamente el portaaviones porque me lo chocaba sí o sí. Por debajo del ala izquierda, vi una bocha muy grande, no me la choqué porque no era el momento. Pude saltar el portaaviones y me alejé rápidamente al frente”. El piloto de A4C tomó el rumbo hacia Río Grande. Entre el humo, llegó a ver la proa del portaaviones.
“Asumí que volvía solo”
Por su parte, Isaac también lanzó sus bombas y puso rumbo de alejamiento. Durante el ataque no había podido ver qué había ocurrido con la tercera de las aeronaves, la que no había sido derribada. “En ese momento, rompí silencio radioeléctrico. Avisé que había salido para ver si alguien más había podido sobrevivir, igual que yo. Yo había visto dos derribos, pero era factible que hubiera un tercero. No me contestó nadie. Volví a llamar, tampoco me contestaron. Asumí que volvía solo”, cuenta.
Isaac puso rumbo de escape y, minutos después de volar rasante, observó un punto en el horizonte. “Lo primero que pensé es que se trataba de un Harrier que me venía a interceptar. Después, el punto seguía en el mismo lugar. Me di cuenta de que era otro A4 que estaba regresando. Me fui acercando y, cuando estuve cerca del avión, el piloto del otro A4 hace una seña con el brazo. Ahí pude ver que llevaba buzo color naranja. Y, en nuestro Escuadrón, de todos los trajes antiexposición, había solamente dos de ese color: uno era el mío y el otro el del Primer Teniente Ureta. En ese levantar el brazo, lo primero que noté, más que estar viendo a Ureta, es que habían derribado al Primer Teniente Vázquez y al Primer Teniente Castillo unos minutos atrás, antes del ataque al portaaviones”, responde.
Rubén Ureta y Gerardo Isaac fueron dos de los pilotos de la Fuerza Aérea que participaron de la misión y que pudieron salir con vida, luego del ataque al portaaviones. (Gentileza R.U.)
Mientras tanto, y sin defensas, los Hércules KC130 esperaban en silencio en las coordenadas previamente pactadas. Roberto Noe, hoy Brigadier Mayor de la Fuerza Aérea, era uno de los pilotos: “Ya los Súper Etendard habían abandonado la zona. Estábamos volando a la espera del arribo de los cuatro A4C. En un momento determinado, escuchamos una voz que pedía abastecimiento. Todo era ansiedad. El comandante del otro C130 no pudo aguantar ese sentimiento y preguntó: “¿Vuelven los cuatro?”. Pero una voz triste y apagada dijo: “No. Solamente volvemos dos”.
Ureta informó el resultado de la misión: el portaaviones había sido impactado por el misil Exocet y por las bombas de los A4C, pero habían perdido a Vázquez y a Castillo. El comandante quiso quedarse un tiempo más, para ver si aparecían. Pero Ureta interrumpió y de forma contundente advirtió: “Regresemos porque no van a volver. Fueron caídos en combate”.
Ambos continuaron en vuelo mientras reabastecían combustible. Luego, los A4C se desprendieron y, mientras los Hércules partieron hacia Comodoro Rivadavia y Río Gallegos, ellos se dirigieron rumbo a Río Grande.
Los aviones A4C de la Fuerza Aérea Argentina participaron de esta operación conjunta. (Archivo DEF)
El Invencible, vencido
A Ureta y a Isaac los esperaba toda la base en Río Grande. “Abrazos y demás yerbas. Isaac por un lado, y yo por el otro. Nos llevaron a distintas oficinas para hacer el informe posterior… el definitivo. Nos acompañaban los dos pilotos de Súper Etendard. Francisco con uno, Collavino con el otro. Íbamos por separado, cosa de corroborar que lo que habíamos visto era cierto, era exacto que habíamos atacado un portaaviones. En un momento, nos mostraron los perfiles de los dos buques portaaviones que estaban en el conflicto. Los dos identificamos que el portaaviones al que habíamos atacado era el Invencible”, recuerda Ureta. A 40 años de la guerra, el piloto de A4C insiste en que las islas son territorio argentino: “Dios quiera que, por medio de la acción diplomática, se pueda lograr la total recuperación”. Luis Collavino coincide con esto y subraya que, para él, las Malvinas no pueden olvidarse.
Por su parte, Gerardo Isaac confiesa sentirse un privilegiado por haber tenido la responsabilidad de participar de un momento histórico. En sintonía con Isaac, Alejandro Francisco comenta: “Aquellos que tuvimos la oportunidad de participar y perdimos amigos quizá lo sentimos un poquito más a flor de piel tema, pero creo que se trata de un sentimiento argentino”.
“Siempre aflora el sentimiento de Malvinas. Los recuerdos siempre son los mismos: orgullo, templanza y tristeza por los que no han podido volver de ese suelo que es nuestra tierra irredenta, Malvinas”, concluye Noé.
Fuente: https://www.infobae.com