25 de junio de 2019
LOS INDIOS NAVAJOS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
En la historia de los Estados Unidos de América, el
destino de los indios nativos americanos ha sido predominantemente trágico. Los
colonos se quedaron con sus tierras, no entendieron sus costumbres y diezmaron
sus poblaciones. Paradójicamente, durante la II Guerra Mundial, el gobierno
estadounidense necesitó la ayuda de los indios navajos.
Contra todo pronóstico, aquellos que habían sufrido
tanto a manos del gobierno que ahora les pedía su ayuda, respondieron
afirmativamente a la llamada patriótica. Las comunicaciones seguras siempre son
un aspecto vital de cualquier guerra y la II Guerra Mundial no iba a ser la
excepción.
De batallón a batallón o de acorazado a acorazado,
todo el mundo debía estar en contacto para saber cuándo y dónde atacar o cuándo
replegarse. Si el enemigo llegaba a escuchar una conversación táctica, no
solamente se arruinaba el factor sorpresa, sino que podía mover sus efectivos y
tomar la delantera.
Los códigos (encriptaciones) eran por tanto
esenciales para proteger dichas conversaciones. Por desgracia, todos los
códigos terminaban descifrándose. En 1942, un hombre llamado Philip Johnston
ideó un código que creía que sería indescifrable para los japoneses, un código
basado en el lenguaje navajo.
La idea de Philip Johnston
Hijo de un misionero protestante, Philip Johnston
pasó gran parte de su infancia en una reserva navaja. Creció junto a niños
navajos, aprendiendo su lenguaje y sus costumbres. De adulto, Johnston se
convirtió en ingeniero de la ciudad de Los Ángeles, pero siguió muy vinculado a
la cultura navaja.
Un día, Johnston estaba leyendo la prensa y se topó
con una noticia que hablaba de una división armada en Luisiana que estaba
tratando de crear un código militar con la ayuda de personal nativo americano.
Algo hizo clic en la mente de Johnston y al día siguiente se dirigió a Camp
Elliot, cerca de San Diego, y expuso una propuesta de código al teniente
coronel James E. Jones, oficial de comunicaciones de la zona.
El Teniente Coronel Jones se mostró inicialmente
escéptico. Los intentos previos empleando códigos similares habían fracasado
porque los indios americanos no tenían palabras en su lenguaje para designar
términos militares. Ciertamente, los navajos no tenían la necesidad de añadir a
su idioma palabras como “ametralladora” o “blindado”, del mismo modo que en
castellano no usamos palabras distintas para designar al hermano de nuestra
madre y al hermano de nuestro padre, cosa que sí ocurre en otros idiomas: simplemente
recurrimos a la palabra “tío”.
A menudo, cuando se crean nuevos inventos, otros
idiomas simplemente absorben la palabra del país en el que se crea la
invención. Por ejemplo, en alemán radio se dice “Radio”. Por esta razón, al
coronel Jones le preocupaba que, en caso de emplear el idioma de los indios
americanos como manera de encriptar las comunicaciones, la palabra para
“ametralladora”, es decir “machine gun”, sería idéntica a la usada en inglés,
lo que haría que el código fuera fácilmente descifrable por los japoneses.
No obstante, Johnston tenía otra idea. En vez de
añadir la traducción calcada de “ametralladora” (“machine gun”) al lenguaje
navajo, emplearían una o dos palabras ya existentes en ese idioma para
referirse a cada término militar. Por ejemplo, el término para “caza” sería
“colibrí” y “ballena” para “acorazado”.
El Teniente Coronel Jones le propuso una
demostración de la idea de Johnston al General de División Clayton B. Vogel. La
demostración fue todo un éxito y el General de División le envió una carta al
Mando del Cuerpo de Marines de los EE.UU. recomendando el alistamiento de 200
indios navajos para actuar como locutores de claves, es decir, como intérpretes
humanos. Esta petición obtuvo respuesta positiva, ahora bien, se comenzaría
como un proyecto piloto con tan sólo 30 indios navajos.
Cödigo de los indios navajos en la II Guerra
Mundial
Fuente y autoría: USMC Archives [bajo licencia CC
BY-2.0], vía Flickr
Locutores de claves navajos en julio de 1943. Como
bien puede verse en esta fotografía, los rasgos faciales de los navajos
similares a los de los orientales sería sinónimo de varios incidentes de fuego
amigo durante la II Guerra Mundial.
Los inicios del programa de locutores de claves
navajos
Los reclutadores visitaron una reserva navaja y
seleccionaron a los primeros 30 locutores de claves, uno terminó cayéndose de
la lista, así que el programa inició su andadura con tan sólo 29. Muchos de
estos jóvenes navajos nunca habían estado fuera de la reserva, lo que complicó
aún más la ya de por sí difícil transición a la vida castrense. Aun así, dieron
lo mejor de sí mismos. Trabajaron infatigablemente día y noche ayudando a crear
el código y aprendiéndolo.
Una vez creado el código, los reclutas navajos
fueron sometidos a exhaustivas evaluaciones. No podía permitirse ningún fallo
en ninguna de las traducciones. Hay que tener en cuenta que una palabra
malinterpretada podría conducir a la muerte a miles de personas.
Una vez que se finalizó el entrenamiento de los
primeros 29, 2 de ellos se quedaron en los Estados Unidos para ser instructores
de futuros locutores de claves navajos y los 27 restantes fueron enviados al
infierno de Guadalcanal para poner en práctica por primera vez este nuevo
código.
Johnson, al no haber podido participar en la
creación del código porque era civil, se ofreció voluntario para alistarse
siempre y cuando se le permitiese participar en el programa. Su oferta fue
aceptada y Johnston tuvo la misión de encargarse del aspecto formativo del
programa.
El programa en sí fue todo un éxito y pronto el
Cuerpo de Marines de los Estados Unidos autorizó el reclutamiento ilimitado de
locutores de claves navajos. La comunidad navaja contaba con 30 000 miembros y,
a finales de la II Guerra Mundial, 420 hombres navajos habían trabajado como
locutores de claves.
El código navajo
El código inicial consistía en la traducción de los
211 términos ingleses más usados en las conversaciones militares. En la lista
había términos para denominar rangos militares, aeronaves, meses y vocabulario
general. También se incluían los equivalentes navajos de las letras del
alfabeto inglés, para que los locutores de claves pudieran deletrear nombres de
lugares específicos.
Sin embargo, un criptógrafo de Camp Elliot sugirió
que el código podría aumentarse. Mientras estaba supervisando varias
trasmisiones, se dio cuenta de que, dado que había demasiadas palabras que
deletrear, la repetición de los equivalentes navajos de cada letra podía darles
a los japoneses la oportunidad de descifrar el código.
Así que, siguiendo las sugerencias del criptógrafo,
se decidió añadir 200 palabras nuevas y equivalentes navajos adicionales para
las 12 letras más empleadas en las conversaciones. Tras esta operación, el
código constaba de 411 términos.
En el campo de batalla, nunca se llegó a poner el
código por escrito, usándose exclusivamente de manera oral. Durante los
entrenamientos, los navajos habían sido bombardeados constantemente con los 411
términos. La rapidez en las transmisiones era vital: no había tiempo para dudas
ni vacilaciones.
En los campos de batalla de la II Guerra Mundial
Desgraciadamente, cuando se introdujo por primera
vez el código navajo, los líderes militares que se encontraban sobre el terreno
se mostraron muy escépticos. Muchos de los reclutas tuvieron que demostrar la
utilidad y validez del código.
No obstante, a excepción de algunos casos aislados,
la mayoría de los comandantes estuvieron muy agradecidos a los navajos tanto
por la rapidez como por la precisión con la que sus mensajes podían ser
transmitidos.
De 1942 a 1945, los locutores de claves navajos
participaron en numerosas batallas a lo largo del pacífico, incluyendo la
batalla de Guadalcanal, Iwo Jima, Peleliu y Tarawa. No sólo se ceñían al ámbito
de las comunicaciones, sino que combatían como soldados regulares,
enfrentándose a los mismos horrores de la II Guerra Mundial que el resto de
compañeros en el ejército.
Cabe destacar que los locutores de claves navajos
tuvieron que enfrentarse a problemas adicionales en el campo de batalla. Con
demasiada frecuencia, los propios soldados estadounidenses los confundían con
los soldados japoneses por sus rasgos faciales. El peligro de fuego amigo que
suponía la alta frecuencia de las identificaciones erróneas dio lugar a que
algunos comandantes asignaran un guardaespaldas a cada locutor de claves.
Durante tres años, en todos los lugares en los que
desembarcaban los marines, los japoneses sólo escuchaban extraños sonidos
sibilantes entremezclados con otros que se parecían a la llamada a la oración
de los monjes tibetanos y al sonido que se produce al vaciar una botella de
agua caliente: los navajos habían creado un código que el enemigo no podía
descifrar.
Fuente: https://segundaguerramundial.es