8 de febrero de 2020
HISTORIA DE LAS FUERZAS AÉREAS DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA
Polikarpov I-16 “Mosca”
Polikarpov I-15 “Chato”
La
historia de las Fuerzas Aéreas de la República Española (FARE) es el relato de
los hechos acontecidos en torno a la fuerza aérea del bando republicano durante
la guerra civil española. Debido a la división de la Aeronáutica Militar, la
aviación republicana se reorganizó internamente y recibió material aéreo del
extranjero, principalmente desde la Unión Soviética.
Si
bien las FARE lograron mantener la superioridad aérea desde la llegada de los
aviones soviéticos y obtuvieron importantes éxitos como la batalla de
Guadalajara, a partir de la batalla de Brunete los republicanos comenzaron a
verse cada vez en mayor inferioridad frente a los aviones de la “Legión Cóndor”
y la “Aviación Legionaria”, que habían llegado en apoyo del bando sublevado.
La
batalla del Ebro constituyó la última gran operación militar en la que la
aviación republicana tuvo una actuación destacada, pero salió muy debilitada de
ella, con más de cien aviones destruidos. La caída de Cataluña a comienzos de
1939 supuso el canto de cisne antes del final de la guerra el 1 de abril de
aquel mismo año.
Comienzo
de la guerra
División
de la Aeronáutica española
Al
comienzo de la rebelión de la guarnición colonial en el Protectorado de
Marruecos en julio de 1936, el Gobierno de Casares Quiroga dio órdenes de
bombardear las principales plazas africanas, como Ceuta o Tetuán. Para esas
fechas en España había 400 aviones de distinto tipo: 100 estaban dedicados a
labores comerciales, correo o transporte civil, mientras que la Aeronáutica
Naval poseía otros 100 aparatos y al final estaban los efectivos de la
Aeronáutica Militar.
La
aviación del Ejército tenía
53 cazas (50 Nieuport-Delage NiD 52 y 3 Hawker Spanish Fury), 100 aviones de
reconocimiento (en su mayoría los anticuados
Breguet XIX) y 30 bombarderos ligeros (algunos Fokker F.VII, De Havilland
D.H.89 "Dragon Rapide" y Douglas DC 2 reconvertidos).
Los
3 Hawker estaban destinados a modelo base para su posterior construcción
en la factoría de Hispano-Suiza, como sustitución
de los obsoletos NiD 52, pero el proyecto quedó paralizado con el inicio de la
guerra. Pero muchos de los aviones militares en aquel momento se encontraban en
reparación, desarmados o muy desgastados para seguir siendo
usados.
Avión
de transporte Caudron C.448 perteneciente a la LAPE, con los colores
republicanos
Tras
el fracaso del golpe de Estado y el comienzo de la Guerra Civil Española, eran
leales al Gobierno unos 200 aparatos y 150 pilotos de combate, mientras que los
rebeldes se habían hecho con el control de unos 90 aviones, a los que se les
unieron 90 pilotos militares. La República también
mantenía las cuatro escuadrillas de combate con base en Getafe y
Barcelona, además de la escuadrilla de Patrulla. La mayor parte de los
aviones de la compañía Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE) quedaron bajo
control del Gobierno, a excepción de un Douglas DC2 que capturaron los
sublevados en el aeródromo de Tablada (Sevilla) cuando iba a partir para
bombardear Tetuán.
La
Aeronáutica naval también quedó en manos
republicanas, con numerosos efectivos: 27 Vickers Vildebeest, 20 Dornier Do J
"Wall" y otra veintena de Savoia-Marchetti SM.62. En manos
republicanas también quedaron numerosas avionetas y aviones civiles. Para
los republicanos constituyó un duro golpe la pérdida del director general de
Aeronáutica, el General Miguel Núñez de Prado, que aquel agitado julio viajó a
Zaragoza para intentar convencer al General Cabanellas de que no se sublevase,
pero que acabó siendo detenido y más adelante fusilado.
Primeras
operaciones
Un
mes después del fracaso del golpe de Estado, la ayuda recibida por Francisco
Franco procedente de la Alemania nazi (Legión Cóndor) y la Italia fascista
(Aviazione Legionaria) supuso el golpe de mano que necesitaban los rebeldes
para imponer su superioridad aérea. No obstante, los primeros bombardeos
alemanes e italianos ya habían comenzado a finales de julio, al tiempo que los
primeros cazas Fiat CR-32 y Heinkel He-51 empezaron a operar en agosto.
Debido
al envío de material bélico por parte de Italia (que fue descubierto por las
autoridades francesas), algunos funcionarios del Gobierno de León Blum
organizaron el envío de material a los republicanos. Aviones como los
bombarderos Potez 54 o los cazas Dewoitine 371 fueron enviados a la zona
republicana y recibidos en el aeródromo de Prat de Llobregat (Barcelona).
Para
el 8 de agosto habían sido enviados unos 70 aviones galos, mientras que
entre el 9 de agosto y el 14 de octubre salieron 56 aviones más. En esta
segunda remesa destacaron 6 cazas Loire 46 y otros tantos Dewoitine 371.
André
Malraux, destacado político francés que había
colaborado activamente en la venta de aviones y armamento galo, pronto obtuvo
permiso de las autoridades republicanas para formar una escuadrilla. Logró
reunir una veintena de aviones, junto a más de una docena de pilotos
mercenarios y personal técnico (mecánicos, logística y un intérprete). En el
momento de firmar los contratos (y solo por escaso tiempo), Malraux aseguró
sueldos de 50000 pesetas de la época, aunque solo sería para algunos pilotos en
concreto. La escuadrilla tuvo primero su base en Barcelona y más tarde se
trasladaron al aeropuerto de Barajas (Madrid), donde los pilotos fueron
alojados en el Hotel Florida. Por otro lado, muchos aviones y material
procedentes de los EEUU sufrieron el embargo por la Ley de Neutralidad, motivo
por el que llegaron a España a través
de México, país que desde el primer
momento se mostró partidario de la República.
La
denominada “batalla de Guadarrama” constituyó la primera campaña de importancia
de la guerra civil, y el objetivo del Gobierno republicano residía en detener a
las columnas del General Mola a lo largo de la cadena montañosa del Guadarrama.
La aviación gubernamental centró sus operaciones en el bombardeo y
hostigamiento de posiciones sublevadas, así como en misiones de reconocimiento
en la retaguardia. Desde el comienzo, los republicanos dispusieron de la
superioridad aérea y logística, dada la cercanía de Madrid como centro
logístico y base de operaciones.
En
los primeros meses de la contienda, las operaciones aéreas se concentraron en
la sierra de Guadarrama y en el estrecho de Gibraltar: si bien la aviación
republicana tuvo un buen desempeño en los combates al norte de Madrid, esta fue
completamente ineficiente contra el puente aéreo que los rebeldes establecieron
para trasladar al Ejército de África. El Gobierno pensó
que la verdadera lucha se encontraba en los alrededores de la capital, justo en
las sierras que bordean Madrid por el norte, descuidando gravemente los frentes
del sur.
El
3 de agosto, los sublevados iniciaron un importante avance terrestre desde
Sevilla en dirección norte, con la intención de enlazar con la zona norte
controlada por el General Mola. Durante su avance, las tropas coloniales
africanas contaron con el apoyo local de los aviones alemanes e italianos, al
tiempo que los republicanos no les hicieron frente. La Escuadrilla España
de Malraux tuvo una destacada participación durante la Campaña de Extremadura,
cuando sus aviones bombardearon y casi destruyeron toda una sección de la
Columna de Asensio Cabanillas en la localidad de Medellín.
Progresivamente,
la llegada de material aéreo dio el dominio de los cielos a los rebeldes, lo que
se manifestó con el comienzo de los bombardeos sobre la capital: el 23 de
agosto, los Junkers 52 alemanes bombardearon el aeródromo de Getafe, y el 25 lo
hacían sobre Cuatro Vientos. Los días 27 y 28 de agosto,
fue bombardeado el centro urbano de Madrid, lo que reflejó la inferioridad en
que se encontraban los aparatos republicanos, que también empezaban a estar muy
desgastados o anticuados frente a los efectivos italo-germanos.
A
pesar del desgaste de los republicanos, los aviadores italianos tuvieron unas
bajas muy elevadas en estos meses. Las pérdidas entre la nueva “Aviación
Legionaria” italiana fueron tan elevadas que los mandos italianos prohibieron a
sus pilotos internarse en territorio republicano.
El
2 de septiembre, caía Talavera de la Reina, donde los rebeldes capturaron su
importante aeródromo y dos aviones republicanos. Desde ese momento, amenazaban
directamente la capital. En septiembre, debido a las recientes derrotas
sufridas en Extremadura y el valle del Tajo, la Aviación sufrió una
reestructuración interna: se colocó al Teniente Coronel Antonio Camacho Benítez
al frente de la nueva Subsecretaría del Aire que dependía del Ministro de
Marina y Aire (y que sustituía a la antigua Dirección General de Aeronáutica),
mientras que el Teniente Coronel Ignacio Hidalgo de Cisneros ostentaba la
jefatura de las Fuerzas Aéreas de la República. El Teniente Coronel Carlos Núñez
Mazas fue destinado a Los Alcázares, donde organizó
una nueva escuela de pilotos.
Etapa
de apogeo
La
llegada del material soviético
En
octubre llegaron unos 100 aviones soviéticos de primera línea que, en su
mayoría, eran cazas Polikarpov I-15 “Chatos” y Polikarpov I-16 “Mosca”, que por
entonces eran los más veloces de toda Europa. El “Chato” presentaba una velocidad 350 km/h
y estaba equipado con cuatro ametralladoras y una pequeña carga de bombas
opcional, mientras que el “Mosca” disponía de dos ametralladoras pero
desarrollaba una velocidad de hasta 480 km/h. Pronto se organizaron dos
escuadrillas de cazas equipadas con estos aviones, cada una de ellas equipada
con treinta y un aparatos.
Algunos
pilotos y técnicos rusos ya habían llegado a España en septiembre,
encontrándose en un ambiente muy acogedor. Los soviéticos
instalaron en Alcantarilla una base de cazas y otra de bombarderos, a las que
pronto siguieron tres nuevas bases en El Carmolí, Algete y especialmente en el
aeródromo de Alcalá de Henares. A mediados de octubre, Núñez
Mazas reestructuró la organización del aeródromo
de Los Llanos (Albacete), coincidiendo con la llegada de las nuevas
escuadrillas de aviones soviéticos (a los que
preparó antes de que fueran enviados a la Defensa de Madrid). Los “Katiuskas”
realizaron su primera misión de combate el 28 de
octubre, cuando atacaron el aeródromo de Tablada, en
Sevilla, con gran sorpresa de los sublevados.
En
el éxito de la defensa de Madrid desempeñaron un papel muy importante los
aviones enviados por la Unión Soviética con sus respectivas dotaciones, que
entraron en acción nada más iniciarse el asalto a la capital por las tropas
sublevadas a principios de noviembre de 1936. Así los 132 cazas soviéticos “Moscas”
y “Chatos” disputaron la superioridad aérea a los 117 aviones de la Legión
Cóndor alemana y a los cazas italianos, hasta entonces indiscutida.
El
primer día en que empezaron a actuar los “Chatos” fue el 4 de noviembre,
logrando dispersar a los cazas Fiat C.R.32 que escoltaban a los Junkers Ju 52
que iban a bombardear Madrid, y en los días siguientes lograron derribar seis
aviones enemigos. El 13 de noviembre, se enfrentaron 13 “Chatos” con 14 Fiat
C.R.32 sobre el paseo de Rosales, pero, pese a su mayor velocidad, los aviones
soviéticos no consiguieron eliminar del cielo a los aviones rebeldes.
Poderío
aéreo republicano
A
comienzos de 1937 los fracasos del bando sublevado en su intento por conquistar
Madrid y también por cercarla llevaron a un replanteamiento de su estrategia:
los italianos, que para entonces habían mandado un Cuerpo de Ejército autónomo
(Corpo Truppe Volontarie, o CTV), propusieron al Alto mando franquista una
operación que consistía en el ataque de Madrid desde su retaguardia, en el
valle del río Henares.
El
8 de marzo comenzó la ofensiva italiana con una rápida ruptura en el Frente de
Guadalajara, aunque el temporal de lluvias pronto retardó el avance del frente.
Los republicanos, mientras tanto, se reorganizaron y enviaron refuerzos desde
el Frente de Madrid, mientras que la aviación republicana comenzaba sus ataques
sobre las líneas de avance italiana. Los italianos no pudieron ofrecer una
buena cobertura aérea a sus divisiones porque sus aeródromos de la provincia de
Soria se habían convertido en un lodazal debido las incesantes lluvias, pero
los republicanos podían contar con las pistas asfaltadas de sus bases aéreas en
Barajas, Alcalá de Henares y Guadalajara. A partir del día 12 los contraataques
republicanos se fueron endureciendo, como también se hacían más duros los
bombardeos de su aviación. Numerosos vehículos italianos habían quedado atascados
a lo largo de la N-II, por lo que se convirtieron en presa fácil para los “Natachas”
que atacaban en vuelo rasante. A partir del día 18 comenzó la retirada general
italiana, que no finalizó hasta el 23 de marzo, cuando el frente volvió a
quedar estabilizado. La posteriormente conocida como batalla de Guadalajara
acabó con un importante triunfo para las armas republicanas.
Durante
la primavera el Coronel Hidalgo de Cisneros presentó al Consejo de Ministros
republicano la propuesta de bombardear la capital italiana, Roma, en venganza
por el asesinato de un piloto republicano que había sido arrojado sobre el
aeropuerto de Barajas, con el cuerpo amputado y un letrero con insultos en
italiano. Llegó incluso a decir que acompañaría
a sus hombres en la misión, pero la idea fue finalmente desechada por las
complicaciones diplomáticas que podía provocar.
El
14 de mayo las Fuerzas aéreas republicanas sufrieron una importante
reorganización interna: Ese día pasaron a constituirse como un arma
independiente del Ejército de Tierra, estableciendo también una nueva
estructura interna. Tres días después
se formaba un nuevo gobierno en la zona republicana bajo el liderazgo del
socialista Juan Negrín, mientras que Indalecio Prieto ocupaba la nueva cartera
del Ministerio de Defensa Nacional. El servicio de artillería antiaérea
(Defensa Contra Aeronaves —DCA—) quedó originalmente incorporado a la Aviación,
aunque posteriormente volvería a depender de nuevo del Ejército de Tierra.
El
29 de mayo las FARE provocaron un serio incidente internacional cuando dos de
sus bombarderos “Katiuskas” atacaron al acorazado alemán “Deutschland” en la
bahía de Ibiza, creyendo que en realidad estaban atacando al crucero “Canarias”.
Los dos Katiuskas con base en Los Alcázares habían despegado para perseguir una
flotilla de la armada rebelde que estaba operando en el Mediterráneo, entre los
que se encontraba el “Canarias”. El ataque al buque alemán dejó más 30 muertos
entre la tripulación y graves daños en el buque, lo que provocó la ira de Hitler,
que en venganza ordenó bombardear Almería. Al final todo quedó en una serie de
protestas diplomáticas, sin que la situación llegara a más.
Mientras
tanto en el norte estaba teniendo lugar la Campaña de Vizcaya, donde las
fuerzas republicanas y vascas defendían Bilbao frente a la ofensiva encabezada
por el General Mola. La superioridad se hacía sentir en el aire, donde los
vascos apenas si disponían de algunos aparatos. Por ello las fuerzas
gubernamentales se esforzaron en enviar aviones al aislado norte. Un primer
grupo de aviones que pretendía llegar al País vasco a través de Francia quedó
inmovilizado en Toulouse por las autoridades francesas, haciéndoles volver,
desarmados, a la zona republicana. Finalmente, el 22 de mayo otro grupo de
siete aviones sobrevoló la zona enemiga y logró llegar a Bilbao sin novedad.
Así
pues, durante las siguientes semanas llegaron 50 aviones más, casi todos ellos
del tipo "I-15" e "I-16". Sin embargo, muchos de estos
aviones se encontraban muy desgastados y usados tras varios meses de combates
constantes en la zona centro. A principios de junio llegó por mar a Bilbao un
nuevo cargamento de armas, entre las que figuraban dos escuadrillas de cazas
"Chatos".
A
finales de mayo las Fuerzas aéreas se prepararon
para intervenir en una ofensiva sobre Segovia con la intención
de aliviar la presión en el Frente norte, para la cual reunieron 108
aparatos. De estos, había presentes 18 cazas “Chatos”, 14 "Moscas”, 27
bombarderos “Katiuskas”, 21 Polikarpov R-5 “Rasantes” y 28 “Natachas”. A pesar
de la participación de un gran número de aparatos, su
intervención fue deficiente y la ofensiva de las tropas terrestres también
acabó en fracaso. El Coronel Domingo Moriones comentó al respecto:
Nuestros
aviones han emprendido bombarderos desde una gran altura y sin
cuidado...nuestros cazas mantenían una distancia respetable y rara vez se
ponían a tiro de las ametralladoras enemigas...los aviones enemigos fueron
altamente activos y extraordinariamente efectivos...
Todos
estas medidas no consiguieron evitar que la ofensiva sobre Bilbao se reanudara
de nuevo el 11 de junio, a lo que siguió la caída de la ciudad ocho días. Los
republicanos se retiraron a Santander, donde reorganizaron sus fuerzas.
Emblema
"Alas" que se entregaba a los pilotos republicanos.
Polikarpov
I-16 "Mosca", actualmente en el Museo del Aire de Madrid.
Durante
las siguientes semanas los republicanos estuvieron preparando fuerzas para una
nueva ofensiva, esta vez cerca del Frente de Madrid. Según apunta Hugh Thomas
estos concentraron 200 aviones, mientras que Antony Beevor da una cifra de 50
bombarderos y 90 cazas (aunque de estos, solo 50 operativos). El objetivo de
este ataque era cercar a las fuerzas sublevadas que sitiaban Madrid en un
movimiento de tenazas. Al amanecer del 6 de julio la 11ª
División del Comandante Líster comenzó
el ataque tras un bombardeo previo de la artillería y la aviación, penetrando
en las líneas franquistas y alcanzando Brunete al cabo de unas horas.
En
los días sucesivos fueron cayendo otras localidades ante las divisiones, como
Villanueva de la Cañada, Quijorna o Villanueva del Pardillo. La aviación
también se mostró muy activa: el día 8 el yugoslavo Boško Petrović derribó el
primer Messerschmitt Bf 109 en la historia, una victoria que pocos días repitió
el americano Frank Glasgow Tinker. A partir del día 15 los avances
republicanos se detuvieron, mientras que en el aire los combates se
recrudecieron con la llegada de refuerzos de la Legión Cóndor y tropas desde el
Frente norte. El día 18 comenzó la contraofensiva franquista, que
inmediatamente chocó con la resistencia del Ejército Popular, fuertemente
atrincherado.
Ese
mismo día la Legión Cóndor derribó 21 aparatos republicanos, volviendo a dar a
los sublevados el dominio del aire. El 25 de julio las operaciones militares
finalizaron tras la reconquista franquista de Brunete. Los republicanos
sufrieron numerosas bajas, al igual que unas elevadas pérdidas materiales con
alrededor de 100 aparatos destruidos frente a los 23 que perdieron los sublevados
y sus aliados.
A
pesar de las pérdidas en Brunete, entre los meses de junio y agosto la
República recibió nuevas remesas de material soviético: 93 “Moscas”, 31 “Chatos”,
62 “Natachas” y 31 “Katiuskas” que permitieron reequipar a las FARE. A partir
de entonces comenzó a organizarse la fabricación bajo licencia de
los Polikarpov I-15 en factorías de la retaguardia republicana, las cuales
comenzarían a entregar los aparatos a partir de finales de 1937.
Combates
en el Frente de Aragón
En
agosto las unidades republicanas se trasladaron al Frente de Aragón para
emprender allí nuevas acciones. El objetivo ahora era Zaragoza, capital de
Aragón e importante nudo de comunicaciones, que además se hallaba mal defendida
como el resto del frente de los sublevados en esta zona. La Ofensiva de
Zaragoza comenzó la madrugada del 24 de agosto y durante el desarrollo de las
operaciones, una vez más la actuación de los efectivos de las FARE volvió a ser
deficiente por la falta de coordinación con las fuerzas terrestres.
Lo
cierto es que el plan republicano fracasó, puesto que las
tropas de la 45ª División Internacional se
acercaron a la ciudad, pero no la atacaron, y al final el Ejército
Popular se centró en la conquista de Belchite. Dentro de la ofensiva
contra la capital aragonesa, el aeródromo de Garrapinillos era un objetivo de
primer orden. Esta base aérea, una de las principales de los sublevados en
Aragón, había sido construida a principios de 1937 por operarios de la Aviación
sublevada.
Desde
el Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas republicanas, el Comandante Carlos Núñez
Mazas preparó la operación y quedó como comandante en jefe de la misma. El ataque se produjo
en la madrugada del 15 de octubre, cogiendo totalmente por sorpresa los pilotos
y equipos de tierra. Fueron destruidos 3 Junkers 52, 6 Fiat CR.32, y 3 Heinkel
He 46.41 A este éxito
se unió el derribo de 5 "Chirris" en un combate aéreo
el 12 de octubre.
En
el Frente norte las operaciones continuaron con una superioridad total por
parte de los sublevados. El 14 de agosto comenzaba la batalla de Santander, que
se saldó en apenas dos semanas con una completa victoria. A comienzos de
septiembre comenzó la ofensiva sobre Asturias, que finalizó el 21 de octubre
con la capitulación de los últimos baluartes republicanos.
Para
entonces, la mayor parte de los bombardeos aéreos y marítimos del bando
sublevado estaban concentrándose en las ciudades y puertos de la costa
mediterránea: Alicante, Valencia, Denia, Gandía o Castellón se encontraban
entre los objetivos más destacados. Por este motivo, y para contrarrestar los
ataques aéreos a la costa mediterránea, la aviación
republicana volvió a bombardear el puerto y los aeródromos
de Mallorca en varias ocasiones: el 7 de octubre y el 7 de diciembre de 1937.
El último ocasionó graves pérdidas a los aviones republicanos por la acción de
los cazas italianos del 10º Grupo Autónomo de Caza de las Baleares organizado
por la Aviación Legionaria, y algunas bombas cayeron sobre la ciudad de Palma,
causando 40 muertos y 15 heridos. También fueron realizados
diversos bombardeos sobre poblaciones del interior de la zona sublevada, como
Pamplona, Calatayud, Zaragoza, Alfaro y Jaca durante el mes de noviembre.
Durante el mes siguiente volvieron a ser atacadas Zaragoza y Calatayud. A
finales de año el número de efectivos
bajo el mando del Coronel Hidalgo de Cisneros era de más
de 500 aparatos, pero esta se encontraba cada vez en mayor inferioridad frente
a la Aviación franquista, la “Aviación
Legionaria” y la Legión Cóndor.
Estos
últimos ataques preparaban el terreno para una nueva operación del “Ejército
Popular”, esta vez sobre Teruel, cuyo ataque se inició el 15 de diciembre. La
ciudad pronto quedó cercada y después de dos semanas de duros combates se
rindió a los republicanos el 7 de enero de 1938, en lo que inicialmente
constituyó un gran éxito de los republicanos. Durante los combates por Teruel
no se paralizaron los bombardeos del bando sublevado sobre la zona republicana,
sino que más bien se incrementaron, centrándose especialmente en Barcelona, la
nueva capital de la República desde noviembre de 1937. Los bombardeos aéreos de
Barcelona en enero de 1938 comenzaron el mismo día 1 y tuvieron una magnitud
desconocida hasta entonces.
Los
bombardeos continuaron los días 6, 7, 8, 11, 15 y el 19 de enero y el de este
último día, según los historiadores Solé i Sabaté y Villarroya fue “sin duda el
primer bombardeo aéreo de terror sufrido por Barcelona”. El ataque dejó más de
170 muertos entre la población civil. Estos ataques motivaron que fueran
bombardeadas algunas ciudades importantes del bando sublevado: Salamanca (21 de
enero); Sevilla (23 de enero); y Valladolid (25 de enero). Ciertamente, estas
acciones obedecían más las órdenes
del Coronel Hidalgo de Cisneros y contradecían las directrices marcadas por
Indalecio Prieto de no bombardear núcleos urbanos. En una declaración
del gobierno republicano, se dijo que:
...
mientras nuestra aviación ha venido consagrándose exclusivamente a las
operaciones militares de Teruel y en otras zonas a mantener servicios de
vigilancia y protección, los facciosos han dedicado buena parte de sus aviones
rápidos de bombardeo a agresiones que desde semanas constituyen un sistema
ininterrumpido, pues no pasa día en que no se produzcan víctimas.
Los
combates en Teruel continuaron durante las semanas de enero y febrero. El 21 de
febrero moría el As sublevado Carlos de Haya González, tras ser embestido por
un avión republicano y caer al suelo. Al día siguiente las tropas franquistas
reconquistaban Teruel, cuya batalla había supuesto un gran desgaste para ambos
bandos.
El
7 de marzo comenzaba una gran ofensiva en el Frente de Aragón por parte del
Ejército franquista, con la ruptura de las líneas republicanas entre el río
Ebro y Vivel del Río. Aunque inicialmente no le concedieron importancia sí
respondieron rápidamente y atacaron varios aeródromos sublevados, dañando
algunos aviones, pero los Heinkel He 111 también atacaron la retaguardia
republicana y dañaron sus aeródromos. Los días 12 y 13 de marzo
se produjeron fuertes combates aéreos entre ambos
contendientes, pero el 14 se produjo el mayor combate aéreo
de la campaña cuando entablaron batalla más
de 100 aviones de ambos bandos, y que terminó con 5 “Chatos”
y 4 “Fiat” derribados.
Vista
de los bombardeos sobre Barcelona desde un avión italiano el 18 de marzo de
1938.
Mientras
se sucedían las derrotas republicanas en el Frente de Aragón, tuvieron lugar
una nueva serie de bombardeos masivos sobre Barcelona, ordenados por el
dictador fascista italiano Benito Mussolini sin consultar con el “Generalísimo”
Franco. Como dejó constancia en su diario el conde Galeazzo Ciano,
ministro de asuntos exteriores de la Italia fascista y yerno del Duce, el
objetivo era abatir “la moral de los rojos, mientras las tropas avanzan en
Aragón”. El primer ataque comenzó a las 10:08 de la
noche del 16 de marzo de 1938 y el último terminó
hacia las 3:19 de la tarde del 18 de marzo, y durante ese intervalo se
produjeron 13 incursiones que duraron unos 16 minutos en total y sin embargo
las sirenas no dejaron de sonar durante esas 40 horas. Los efectos de los
bombardeos fueron devastadores. La cifra oficial de víctimas
fue de 924, según el registro del depósito de cadáveres
del Hospital clínico, pero no incluye las personas desaparecidas entre los
escombros. Según Hugh Thomas, "la República disponía
de cazas para repeler la agresión, pero las
rivalidades y envidias internas le impidieron aprovechar sus recursos al máximo.
El desánimo se fue extendiendo, hasta que se retiraron del frente algunas
unidades de cazas para organizar la fuerza de defensa costera a las órdenes del
Comandante Andrés García Lacalle".
Los
avances en Aragón continuaron, entrando las tropas franquistas en Cataluña con
la conquista de Lérida. El 15 de abril las tropas de Camilo Alonso Vega
llegaban alcanzaban el Mediterráneo, cortando en dos la zona republicana.
Hacia
la derrota
Operaciones
en Levante y el Ebro
Tras
la división de la zona republicana en dos, hubo una reorganización interna: el Teniente
Coronel Camacho Benítez pasó a dirigir las fuerzas aéreas en la zona
centro-sur, por lo que Núñez Mazas fue nombrado subsecretario de Aviación. La República
recibió para la primavera noventa y nueve nuevos I-16 “Supermoscas”,
equipados con cuatro ametralladoras y más veloces. Para entonces también
estaban siendo entregados los “Chatos”
producidos en las factorías de Sabadell, Reus y Rabasa. También
llegaron los Grumman FF que se integraron en el Grupo 28 como aviones de
ataque. Para entonces ya se había producido la retirada de un importante número
de pilotos y técnicos soviéticos de vuelva hacia la URSS, aunque muchos todavía
permanecieron en España. Sin embargo, en esa misma época llegaron 200 pilotos
españoles tras completar sus programas de entrenamiento en la URSS, que
compensaron esta pérdida. A lo largo de 1938, regresaron desde la Unión
Soviética un total de cuatrocientos pilotos españoles
allí adiestrados.
El
Ejército franquista se había vuelto a poner en marcha, esta vez en dirección a
Valencia. La nueva Campaña del Levante debía atravesar la provincia de
Castellón hasta alcanzar la capital valenciana, aunque los republicanos habían
reorganizado sus fuerzas en esta región. En estos primeros avances, destacaron
algunos ataques al suelo emprendidos por los “Heinkel”, a pesar de que algunos
aparatos fueran derribados por la artillería antiaérea republicana. Las FARE
obtuvieron un importante éxito defensivo durante los combates en Levante cuando, el
23 de mayo, tres escuadrillas de “Moscas” derribaron veintidós aviones
franquistas (diecisiete aviones Fiat CR.32 y dos Savoia S.M. 79). Sin embargo,
para entonces las pérdidas republicanas también estaban siendo muy elevadas: el
18 de julio, por ejemplo, los “Messers” derribaron tres “Moscas” y los Fiat
abatieron siete “Chatos”en el frente de Segorbe. En estos días,
estaban teniendo los combates más duros en torno a la
Línea XYZ, eje del sistema defensivo de los republicanos y
en el que estos habían reunido seis cuerpos de ejército. En ese momento existían
tres escuadrillas de “Moscas” y de “Chatos” en el Frente de
Levante, mientras que en Cataluña también
había un número similar de
aparatos de caza.
A
comienzos de junio, una escuadrilla de bombarderos republicanos atacó el
aeródromo de La Cenia, en aquel momento principal base de operaciones de la
Legión Cóndor, aunque la operación resultó un gran fracaso. El ataque se saldó
con varios aviones derribados o gravemente dañados, sin haber logrado sus
objetivos.
Pieza
de artillería antiaérea republicana durante la batalla del Ebro, donde
desempeñaron un destacado papel.
Los
combates en Levante fueron deteniéndose paulatinamente a partir del 25 de julio,
cuando el Ejército republicano lanzó una ofensiva en el Ebro. Durante el primer
día del ataque, los republicanos habían logrado hacer cuatro mil prisioneros y
ocupar numerosas poblaciones, al tiempo que avanzaban hacia el interior. Sin
embargo, la aviación republicana no hizo acto de presencia (buena parte se
encontraba en Levante) y permitió que la Aviación franquista pudiera atacar sin
oposición, a excepción de la de las baterías antiaéreas, desde el aire. Tras el
comienzo del asedio de Gandesa, la aviación republicana continuó
sin aparecer en el frente, lo que permitió a los sublevados
consolidar sus posiciones defensivas. De hecho, el Teniente Coronel “Modesto”
había planeado el bombardeo de Gandesa antes de la ofensiva,
pero éste no se produjo.
A
finales de julio, comenzaron a aparecer los aparatos republicanos sobre el
Ebro, aunque en una intervención muy tardía.
Cada día escuadrillas alemanas e italianas de hasta 200 aviones
atacaban las líneas republicanas, a pesar de la decidida respuesta de los cazas
“Moscas” y “Chatos”. Cuando la aviación republicana se
concentró en suficiente número, empezó
a ofrecer oposición a las escuadrillas de “Messerschmitt”
y “Chirris”, aunque sufrió graves pérdidas a manos de estas.
Las nuevas versiones de Bf 109 eran superiores a los cazas republicanos. A
principios de agosto, la república había perdido completamente el control de
los cielos en el frente del Ebro.
A
lo largo del verano, mientras proseguían los combates en el Ebro, los
republicanos recibieron nuevos refuerzos aéreos: doce “Supermoscas”, cincuenta “Moscas”,
cincuenta “Chatos” y veinticuatro “Katiuskas”.
El
30 de octubre, comenzó la última ofensiva en el sector del Ebro, que se
concentró en la sierra de Cavalls: durante los combates por aquellas alturas,
los franquistas dieron parte de haber derribado catorce aviones republicanos. A
mediados de mes, las últimas tropas del Ejército del Ebro
cruzaban el río y con ello finalizaba la batalla más larga de toda la
contienda. Para entonces las FARE habían perdido más de ciento veinte aviones
durante los combates, mientras que buena parte del resto se encontraba muy
desgastada.
En
noviembre el recién ascendido Coronel Carlos Núñez Mazas hubo de hacerse cargo
de las FARE de forma accidental, mientras Hidalgo de Cisneros realizaba un
viaje a la URSS para adquirir material bélico. Por encargo del presidente del
Gobierno, Juan Negrín, Hidalgo de Cisneros negoció
con Stalin una partida de armas para el Gobierno republicano, en la que se
incluían doscientos cincuenta aviones además de tanques, ametralladoras y
piezas de artillería, por un importe total de ciento tres millones de dólares.
El
7 de noviembre, los republicanos bombardearon Cabra: Hacia las siete y media de
la mañana varios “Katiuskas” bombardearon la localidad cordobesa causando,
según el parte de guerra franquista, ochenta y seis muertos y ciento diecisiete
heridos, en su totalidad civiles y, en gran número, mujeres y niños. De acuerdo
con los testimonios de uno de los observadores de los Katiuska que participaron
en el ataque, se había advertido al servicio de información
de su formación de la presencia en Cabra de una unidad italiana de
paso. Pilotos y observadores esperaban encontrar un campamento de tiendas en
las inmediaciones de la localidad y vehículos militares por todas partes. Al
llegar pudieron ver fugazmente gran número de tiendas en la plaza central de
Cabra (que resultaron ser el mercado, no un campamento militar) y atacaron muy
rápidamente. Este fue el bombardeo republicano que más
víctimas produjo en toda la contienda.
La
campaña de Cataluña
En
Cataluña la situación de las FARE era bastante comprometida, pues en diciembre
disponían de ciento ocho aparatos, pero muchos de ellos se encontraban muy
desgastados. Por otro lado, en la zona centro la aviación
republicana se concentró para participar en el previsto Plan P que debería
desarrollarse en Extremadura con el objetivo de aliviar la presión franquista
en caso de una ofensiva sobre el territorio catalán.
Maqueta
a escala de un Tupolev SB-2
A
comienzos de diciembre, se volvió a preparar un bombardeo del aeródromo de La
Cenia, donde la Legión Cóndor había concentrado toda su aviación de caza y gran
número de bombarderos en previsión a la próxima Ofensiva sobre Cataluña. El
ataque lo realizaron doce Katiuskas (nueve de la 4ª
escuadrilla, de Celrá, y tres de la 2ª, de Bañolas),
todos ellos bajo el mando de Leocadio Mendiola. La mañana del 16 de diciembre,
a pesar del mal tiempo, los aviones republicanos atacaron el aeródromo en medio
de una completa sorpresa para los alemanes y como resultado destruyeron siete
Bf 109E que se encontraban estacionados en tierra y causaron graves daños en la
pista de vuelo y las instalaciones. Pero este éxito tuvo un precio
para los republicanos: La artillería antiaérea
alemana se cobró dos aviones "Katiuska" y cuatro hombres
resultaron muertos.
El
23 de diciembre de 1938, comenzaba la ofensiva de Cataluña, para lo cual los
sublevados y los italo-germanos reunieron una fuerza de quinientos aviones. Al
día siguiente, una formación de once
"Natachas" era interceptada por los sublevados, que en una fácil
pasada derribaron nueve aviones. Durante el mes de enero de 1939, las FARE
perdieron treinta aparatos frente a los cinco que los sublevados perdieron a su
vez. Los ataques de la aviación sublevada también
afectaron a las columnas de militares y civiles que huían
a la frontera francesa y a las líneas de comunicación, como ferrocarriles y
carreteras. Para entonces había empezado a llegar
armamento soviético que se había adquirido en la última
compra, en especial treinta cazas Polikarpov I-152 "Superchato". El Coronel
García Calle, que era partidario de ofrecer una resistencia
resuelta, se encargó de la retirada de aviones a los aeródromos de la provincia
de Gerona. La caída de Barcelona el 26 de enero provocó que se acelerase la
retirada a la frontera. Así pues, la República empezó a concentrar sus
escuadrillas en los aeródromos del norte de Cataluña, paso previo a su
evacuación al sur de Francia.
Durante
los meses de enero y febrero de 1939, los ataques a los aeródromos republicanos
en la zona fueron una práctica sistemática: en el aeródromo de Figueras fueron
destruidos cinco aviones, aunque en el ataque al aeródromo de Vilajuïga se
produjo la mayor destrucción. El aeródromo de Vilajuïga
fue uno de los objetivos más atacados por la
aviación franquista ya que en los momentos finales de la campaña
de Cataluña era el más importante y prácticamente el único que quedaba en manos
de la aviación republicana. Según algunos historiadores,
fueron destruidos treinta y cinco cazas (“Chatos”y “Moscas”)
y algunos bombarderos “Katiuska”, pero según el parte
de guerra franquista de ese día se precisó la destrucción o incendio de dos
bombarderos y de veinticuatro cazas. El 10 de febrero, el Ejército
franquista alcanzaba todos los puestos fronterizos, finalizando las operaciones
en Cataluña.
En
el frente de Extremadura la planeada Ofensiva de Valsequillo se inició a
comienzos de enero y logró una importante ruptura y la captura de numerosos
territorios en la zona. Sin embargo, este ataque no tuvo ninguna influencia en
el desarrollo del conflicto y acabó siendo detenido por los franquistas,
dándose por finalizadas las operaciones en este sector para el 4 de febrero.
Constituyó la última ofensiva que
las Fuerzas armadas republicanas emprendieron durante la contienda.
El
final de la guerra
El
16 de febrero de 1939 se organizó una reunión en el aeródromo de Los Llanos
entre el presidente Negrín y los principales mandos militares republicanos para
tratar la situación militar. El Teniente Coronel Antonio Camacho Benítez era
pesimista respecto al desenlace de la guerra y dijo que disponía operativas
tres escuadrillas de bombarderos “Natachas”, dos escuadrillas de “Katiuskas” y
25 aviones tipo “Chato” o “Mosca”. Sin embargo, las reservas de combustible
para la aviación todavía garantizaban las
operaciones militares para un año más.
Este
estado de la situación había llevado a que se organizase una conspiración
golpista encabezada por el Coronel Casado, con el objetivo de deponer al
gobierno de Negrín y negociar directamente con el bando franquista el final de
la guerra. Nuñez Mazas, que había regresado a la zona central y era conocedor
de la trama golpista, ordenó concentrar en el aeródromo de Monóvar todos los
Douglas DC-2 y demás aparatos de transporte para tenerlos bajo su control
directo y evitar que cayeran en manos de los alzados. Cuando se produjo el
Golpe de Estado de Casado, el 5 de marzo, no lo apoyó
pero en cambio sí consiguió evacuar a numerosos
republicanos comprometidos y miembros del gobierno Negrín.
Hidalgo de Cisneros tampoco apoyó el golpe y salió de España, pero Camacho
Benítez y el Coronel Cascón Briega si se unieron a la sublevación.
De
inmediato el nuevo Consejo Nacional de Defensa intentó llegar a un acuerdo con
el gobierno de Burgos para lograr una “paz honrosa”, pero en el bando sublevado
se insistía desde febrero en que sólo sería admitida la rendición incondicional
de la República. El 19 de marzo, Franco aceptó recibir a los enviados
republicanos y, en efecto, Casado envió el día 23 unos emisarios a Burgos, el Teniente
Coronel Garijo y el Comandante Ortega, aunque no estaba dispuesto a que
acudieran allí los mandos superiores. La reunión de los dos enviados
de Casado con los representantes de Franco tuvo lugar el 23 de marzo por la mañana,
en el aeródromo de Gamonal en Burgos. Ante la pretensión del Teniente
Coronel Garijo de presentar un escrito con el título “temas a tratar”, que
incluía una serie de propuestas sobre la evacuación de personas y la entrega
del Ejército Popular por zonas, el Coronel franquista Luis Gonzalo le respondió
que él “venía en representación de un ejército vencido” y que lo que tenía que
hacer era cumplir las diez “normas para la entrega del Ejército rojo y
ocupación total del territorio” que le había entregado nada más comenzar la
reunión. Una de aquellas diez condiciones era la entrega de la aviación
republicana, con los aparatos desarmados, dos días después.
El 25 de marzo tuvo lugar una segunda reunión en el aeródromo
de Gamonal durante la cual, entre otras cuestiones, Garijo insistió en retrasar
la entrega de la aviación, posponiéndola para el día 28. Entonces los
representantes franquistas recibieron órdenes de finalizar los contactos. En la
madrugada del 26 de marzo Franco dio la orden de avanzar en todos los frentes,
comenzando la Ofensiva final.
Tras
la huida de Casado y la salida de España del Coronel Camacho, Jefe de la
Aviación de la zona centro-sur, fue el Coronel Manuel Cascón Briega quien permaneció
en su puesto para hacer entrega de los aviones republicanos a los rebeldes en
Albacete, una de las exigencias de los franquistas. Cascón tuvo la posibilidad
de huir, pero se quedó porque no podía abandonar a sus hombres y dejarlos en la
estacada. También confió en las promesas del “Generalísimo” Franco de que no
habría represalias para aquellos militares profesionales que, como él, no
hubieran pertenecido a ningún partido político y se habían limitado a cumplir
órdenes. Por ello ordenó que nadie se moviese de su puesto, ni destruyese
material de ninguna clase. Las primeras tropas de los vencedores en llegar a la
base de Albacete fueron italianos que se comportaron con corrección, pero
después apareció el Comandante sublevado de Aviación, Gerardo Fernández Pérez,
que, después de humillar al Coronel Cascón, reunió a todos los jefes y
oficiales del Estado Mayor de la aviación republicana y les dijo:
¿Qué
se han creído Vds.? ¿Que han perdido unas elecciones? ¡Nada de eso! ¡Han
perdido una guerra con todas sus consecuencias! Y no piensen en la cárcel, pues
luego vienen los indultos. ¡Piensen que serán condenados a muerte y fusilados!
Los
jefes y oficiales fueron trasladados a Valencia, donde fueron juzgados por
procedimiento sumarísimo por el Consejo de Guerra Permanente de Aviación,
acusados del “delito de rebelión militar”; tiempo después muchos de ellos
serían fusilados como el propio Cascón. El 1 de abril de 1939 fue emitido el último
parte de la guerra civil española, dándose
por finalizada la contienda.
Intervención
extranjera
Perfil
de un caza Dewoitine D.510TH
La
Unión Soviética desoyó el aislamiento internacional impuesto a la República
Española por los acuerdos de no intervención y ayudó al Gobierno republicano
con el suministro de armamento y pilotos. De hecho, algunos de los pilotos más
eficaces en España eran jóvenes soviéticos. La Fuerza Aérea de la República
Española no solo carecía de aviones modernos, sino también de pilotos
experimentados. Pero, a diferencia de la mayoría de los otros pilotos
extranjeros al servicio de la aviación republicana, los pilotos soviéticos eran
técnicamente voluntarios. No recibieron incentivos, como bonificaciones de
combate, para complementar sus salarios. Muchos aviadores soviéticos llegaron
en el otoño de 1936, junto con los nuevos aviones que la República había
comprado a la URSS. Después de que las democracias occidentales se negaran a
ayudar militarmente al Gobierno republicano en nombre de la “no-intervención”,
la Unión Soviética era prácticamente la única nación que ayudó a la España
republicana en su lucha.
De
una manera similar a Hitler con el rearme alemán y el envío de la Legión Cóndor
a la Península Ibérica, Stalin vio la adquisición de experiencia de combate por
los pilotos y técnicos soviéticos como esencial para sus planes con respecto a
la disposición y capacidad de combate de las Fuerzas Aéreas soviéticas. Por
tanto, se hizo hincapié en comprobar el funcionamiento y en los resultados del
nuevo equipo militar soviético y de las tácticas de guerra.
Anatoli
Serov, bajo el alias de “Mateo Rodrigo”, estableció la “Escuadrilla de Vuelo
Nocturno” para operaciones de caza nocturna junto a Mijaíl Yakushin. Esta
sección de vuelo nocturno usaría los I-15 Chatos que había modificado tubos de
escape, de modo que los gases del motor no dificultaran la visión del piloto
por la noche. Yakushin se convirtió en el líder de la escuadrilla de caza
nocturna que más éxitos obtuvo contra los ataques nocturnos de los Ju 52
alemanes.
A
finales de noviembre de 1936, había más
de 300 pilotos soviéticos acantonados en los alrededores de Madrid. La gran
capacidad de resistencia de los republicanos en esta región elevó fuertemente
la moral en otras aéreas de la España leal. Los pilotos soviéticos mostraron su
mejor desempeño durante la batalla de Guadalajara, aprovechándose de la
completa ausencia de la Aviazione Legionaria y golpeando sin cesar a las
unidades de tierra italianas. Siguiendo las exigencias del Comité de No
Intervención, antes de finales de 1938 los pilotos soviéticos habían salido de
España y tripulaciones españolas ocuparon sus antiguos puestos. De un total de
770 pilotos y tripulantes soviéticos que sirvieron en las Fuerzas Aéreas
republicanas, unos 99 perdieron la vida. Muchos de los que regresaron a la URSS
en 1939 se convirtieron en víctimas de la Gran Purga de Stalin.
Fuente:
https://es.wikipedia.org