- 485 bombarderos B-29 fueron derribados.
- 212 cazas P-51 y P-61 fueron derribados.
- 3041 tripulantes resultaron muertos.
16 de febrero de 2020
OPERACIÓN MATTERHORN (15-6-1944)
Cuando
queremos leer algo sobre el fin de la guerra en el Pacífico, terminamos de
manera inequívoca en los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, los bombardeos incendiarios al
que fueron sometidas las ciudades japonesas son tan poco conocidos que los
pasamos por alto, si acaso, se conoce más sobre el bombardeo convencional de
las industrias bélicas japonesas.
Para
llenar ese vacío, desde hace unos años han comenzado a aparecer publicaciones
sobre el tema, extraordinarias por la cantidad de material gráfico
utilizado. Eso es interesante, pues como
se sabe, los japoneses destruyeron una enorme cantidad de documentación militar
para evitar que cayera en manos del enemigo y por su parte el gobierno militar
estadounidense, se encargó de desaparecer las pruebas que encontraron.
Entre
esa documentación destruida por los propios japoneses, por ejemplo, se
encuentran todos los archivos relacionados con el otorgamiento de
condecoraciones y ascensos, datos históricos que sólo se pudieron reconstruir
parcialmente en base a testimonios suministrados hace no mucho tiempo por
veteranos y civiles japoneses supervivientes. Cientos de fotografías celosamente ocultas durante medio siglo están
apareciendo, como testimonio irrefutable de los bombardeos incendiarios y es
posible que existan otros miles de documentos celosamente guardados, pero que
quien sabe cuándo serán hechos públicos.
Bases
de B-29 en Asia
Como
las distancias a los blancos en Asia eran mucho mayores que en Europa, los
estadounidenses equiparon inicialmente las bases en ese continente,
particularmente en la India, con aviones B-17 y B-24, pero desde finales de
1943 los mandos del Cuerpo Aéreo del Ejército de los Estados Unidos
planificaron el desplazamiento de los nuevos bombarderos Boeing B-29 que
operarían contra el Japón desde bases en la India y China. La Operación Matterhorn estaba en marcha.
En
1944, apenas un puñado de esos bombarderos estaba disponible y por ello, las
primeras misiones estuvieron a cargo de los B-17 y B-24. Fue sólo recién en abril de 1944, que los
primeros B-29 cruzaron la "Joroba" para aterrizar en Chengtu donde
75.000 campesinos chinos bajo las órdenes del General Chenault, comandante de
la 14ª Fuerza Aérea en China, construyeron las pistas de aterrizaje para los
B-29 de la 20ª Fuerza Aérea. El día 26
de abril, ocurrió el primer encuentro de un B-29 con los cazas japoneses,
combate en que el bombardero salió bien librado, aunque con serios daños. Los pilotos japoneses, que ya sabían de la
existencia del nuevo avión, quedaron impresionados ante la vista del enorme y
moderno aparato.
Bombardeos
incendiarios en Japón
Así,
las operaciones de la 20ª Fuerza Aérea, desde ocho bases en India: Dudkhundi,
Chakulia, Kharagpur, Kalaikunda, Piardoba, Chittagong, Horhat y Chabua, más la
base de China Bay en Ceilán fueron incrementadas con las bases en China:
Myityina, Yunnani, Kunming, Likiang, Hsishang, Iping, Pengshan, Kiunglai,
Hsingshin, Kwangang, Liuchow y Kewiling.
Los
objetivos de los nuevos aviones eran Hankow, Mukden y Anshan en China;
Shinchiku, Kagu, Tainan, Okayama y Takao en la isla de Formosa; Palembang en
Sumatra; la ciudad de Singapur; Camrahn Bay en la Indochina Francesa; Bangkok
en Tailandia; y las ciudades de Omura, Sasebo y Yawata en Kyushu al sur de
Japón límite del alcance de los bombarderos.
No arriesgaron la creación de bases más cercanas a Japón puesto que
dudaban que los chinos pudieran defenderlas ante un ataque japonés. Los cálculos eran que al menos se necesitaban
50 divisiones chinas para detener a los 400.000 efectivos del ejército del
General Hada, quien efectivamente ocupó los sectores desde donde podrían haber
operado los B-29 con mejor alcance.
La
primera misión sobre Japón de los B-29 de la 20ª Fuerza Aérea, fue realizada el
15 de junio de 1944 desde las bases en los alrededores de Chengtu a más de 1500
millas de distancia. Sólo 47 de los 68
aviones B-29 llegaron al objetivo. Cuatro abortaron, cuatro se estrellaron, seis soltaron las bombas antes
de llegar al blanco y otros debieron bombardear blancos alternos o de
oportunidad, por diversas causas. Un
B-29 fue derribado.
Era
evidente que, para llegar hasta el corazón de Japón, requerían una base más
cercana y para ello, el objetivo inmediato de los mandos estadounidenses en
Washington, fue la invasión del archipiélago de las Marianas para instalar
bases en Saipan, Tinian y Guam, desde donde era posible alcanzar Tokio. En julio de 1944, una vez invadida la isla de
Saipan, los estadounidenses establecieron una base aérea desde donde pudieron
bombardear el Japón y Corea. Las bases
para el nuevo avión debían ser muy grandes, las pistas dobles de aterrizaje
debían tener 60 metros de ancho y 2590 metros de longitud, más un total de 4500
metros de pistas auxiliares con los correspondientes hangares y pistas de
parqueo. En octubre de 1944, las bases
estaban listas para entrar en funcionamiento, aunque con sólo una pista
operativa.
Bombarderos
Boeing B-29 lanzando bombas incendiarias sobre Japón
Siderúrgica
de Yawata 20-8-1944
Al
comenzar las operaciones en agosto de 1944 contra el territorio metropolitano
de Japón, los bombardeos fueron diurnos y de gran altura, tal como la 8ª Fuerza
Aérea lo hizo siempre en Europa, pero los resultados no fueron los
esperados. El bombardeo con 60 aviones
B-29 contra las instalaciones de la siderúrgica de Yawata dio como resultado
que sólo el 2% de la planta resultó dañada y costó el derribamiento de 4 B-29 y
8 más fueron seriamente averiados, aparte de otros 10 aviones perdidos por
diferentes causas. Los bombarderos
reclamaron 17 cazas japoneses derribados y 12 probables. El día 20 de agosto un nuevo intento con 70
aviones B-29 resultó en el derribamiento de 18 bombarderos y los daños causados
a la planta en Yawata fueron de apenas del 25%.
Un total de 99 tripulantes de B-29 fueron muertos. Al menos tres B-29 hicieron aterrizajes
forzosos en Rusia y los aviones fueron confiscados y usados después de la
guerra como modelos para fabricar aviones de transporte y bombarderos Tupolev.
Tokio
24-11-1944
La
primera aparición del B-29 sobre Tokio ocurrió el día 01 de noviembre de
1944. La misión consistía en tomar
fotografías desde 35.000 pies de altura.
Las fotos fueron tomadas con toda tranquilidad puesto que ni la
artillería antiaérea japonesa ni los cazas podían alcanzarlo a esa altura. El primer bombardeo sobre Tokio ocurrió el 24
de noviembre de 1944. Fue dirigido por
el General Emmett O’Donnell volando el "Dauntless Dotty" al frente de
111 aviones B-29 cuyo objetivo principal fue la fábrica de motores de
Musashima. El lanzamiento a 30.000 pies
de altura no fue efectivo, debido a la nubosidad y los fuertes vientos
procedentes de Siberia que impedían a los bombarderos adquirir el blanco con
precisión. Sólo 24 aviones vieron el
objetivo, los demás lanzaron las bombas a ciegas.
Mitsubishi J2M Raiden
("Jack")
El
General Curtis E. LeMay abandonó la China para volar a las Marianas y tomar
directamente el control de las operaciones al mando de la nueva 21ª Fuerza
Aérea. En marzo de 1945, más de 300
aviones B-29 estaban realizando misiones contra Japón. Las pérdidas estadounidenses eran grandes por
la aparición de los cazas japoneses Kawanishi N1K2J Shiden ("George")
y Mitsubishi J2M5 Raiden ("Jack"). Aunque a los japoneses le faltaban pilotos experimentados, muchos
jóvenes se presentaban voluntariamente para volar los cazas e interceptar a los
bombarderos.
Tokio
25-2-1945
Mientras
tanto, el día 25 de febrero de 1945, Curtis LeMay ordenó el primer bombardero
incendiario a gran altura. Una flota de
172 aviones B-29 arrojó 450 toneladas de bombas incendiarias sobre la capital
japonesa. Fueron arrasadas 27.970
edificaciones. Seis bombarderos fueron
derribados. En su informe diario al
Emperador Hiroito, el Primer Ministro Tojo aseguró que los Estados Unidos no
podría continuar incrementando los bombardeos, teniendo en cuenta que fuerzas
cada vez más numerosas estaban lanzando bombardeos diarios sobre las ciudades
alemanas. Le dijo Tojo al Emperador
Hiroito que los bombardeos ocurrían uno por semana y sólo si bombardearan la
capital con miles de aviones diariamente podría comenzar a preocuparse. Por su parte, el Príncipe Konoye no asistía
ya a las reuniones pues consideraba que la guerra ya estaba perdida.
Kawanishi N1K2J
Shiden ("George")
Una
semana después, los hechos parecían confirmar la teoría de Tojo. Un nuevo ataque diurno con bombas
convencionales a gran altura, con 150 aviones B-29, tuvo que bombardear por
medio de radar la fábrica Mitsubishi debido a la gran cantidad de nubes. El resultado fue que la fábrica permanecía
incólume después del ataque. Posteriores
incursiones, la última el 4 de marzo, que sumaron un total de 875 aviones
durante varios días, causaron daños en sólo el 4% de las instalaciones. LeMay
con macabra satisfacción por la inutilidad de los bombardeos convencionales
diurnos, tenía suficientes argumentos para justificar lo que iba a hacer, dado
que las fábricas de aviones estaban siendo dispersadas en forma de módulos en
la campiña japonesa y los bombardeos eran ineficaces.
Curtis
LeMay había dirigido los bombardeos de las ciudades alemanas donde emplearon
bombas explosivas (para destruir los techos, puertas y ventanas de los
edificios) combinadas con incendiarias para incinerar todo lo que se encontraba
dentro. Como en Japón el bombardeo
estratégico con bombas convencionales no daba resultados contra las fábricas
LeMay estaba decidido a emplear técnicas similares a las empleadas en Europa,
pero a baja altura para mejorar la precisión y con el aprovechamiento de otros
ingredientes, producto de las circunstancias y de las particularidades de las
construcciones japonesas y su medio ambiente.
James
Bradley, en su libro "Flyboys: A true story of courage" paginas
268-269, Little Brown (New York, 2003) dice que para probar el poder letal de
las bombas incendiarias construyeron un "Pequeño Tokio" en Dugway
Proving Ground en Utah. Los carpinteros fabricaron
grupos de docenas de casas copiadas al estilo japonés. En esa pequeña ciudadela probaron el efecto
de varias bombas de Napalm y eventualmente quedaron satisfechos con los efectos
destructivos de la bomba incendiaria AN-M69 que contenía paquetes de bombas de
magnesio. Una de las preguntas que se
hace el autor en el libro es: ¿Si los blancos industriales eran la prioridad en
el plan de destrucción, por qué probaron las bombas AN-M69 en modelos de casas
japonesas de madera?
Lo
cierto es, que, al no poder destruir las fábricas, LeMay planificó eliminar a
los que trabajaban en ellas. Tenía que
destruir las ciudades y matar a sus habitantes para mermar la moral y para
inducir a los obreros a abandonar el trabajo.
A eso, añadía LeMay que era necesario destruir las fuerzas de defensa
japonesas en preparación a una futura invasión, defensas que estarían
conformadas por millones de civiles en armas.
El 19 de febrero de 1945 cambió la táctica de bombardeo convencional por
la de bombardeo incendiario de baja altura.
El vuelo a baja altura, eliminaba el efecto de la nubosidad y tenía
además un propósito político: era necesario evitar dañar el centro de Tokio
donde se encuentra el Palacio Imperial, porque dañar al Emperador significaba
enfrentarse a una resistencia hasta la muerte del pueblo japonés. Además, porque el único que podía
eventualmente ordenar una rendición, era el Emperador Hiroito, nadie más sería
obedecido.
Incendiarias
M69 en compartimiento de bombas de B-29
Bombardeo
de Hankow
El
18 de diciembre de 1944, Curtis LeMay ordenó el inicio de los bombardeos
incendiarios de baja altura, el primero de ellos, en calidad de prueba, sobre
la ciudad portuaria de Hankow en China.
Desde 1895 hasta 1917 Hankow fue una concesión alemana y de los
japoneses desde 1898, y permanecieron en ella como resultado de la Primera
Guerra Mundial. Al comenzar la Segunda
Guerra Mundial ocuparon las concesiones británicas y francesas en ese próspero
puerto chino. En Hankow, las condiciones
eran similares a Tokio, una ciudad con casas de madera a la orilla del mar, con
una población numerosa distribuida entre calles estrechas.
De
las bases de Chengtu despegaron 89 aviones B-29, de los cuales 63 llegaron al
blanco y descargaron 511 toneladas de bombas incendiarias. Fue el primer ataque incendiario llevado a
cabo por los aviones B-29. A la luz de
los resultados satisfactorios para LeMay, decidió que era tiempo de preparar el
próximo ataque incendiario masivo contra la ciudad de Tokio, mientras seguían
los ataques convencionales casi diarios con bombas explosivas y Napalm en todo
Japón.
La
captura de Iwo Jima en marzo de 1945, permitió que los B-29 volaran escoltados
por cazas P-51 y después por los cazas nocturnos Black Widow P-61 que fueron
estacionados en esa isla. Para entonces,
la efectividad de los cazas japoneses fue casi mínima puesto que los japoneses
no tenían un avión similar al P-51 y menos un caza nocturno que se pudiera
enfrentar al P-61.
Plan
de bombardeo incendiario nocturno
En
esas circunstancias, el primer bombardeo incendiario contra Tokio fue
planificado para la noche del 9 al 10 de marzo de 1945. Los aviones de la misión Nº 40 de la 21ª
Fuerza Aérea, volarían a alturas de apenas entre 1500 y 1800 metros, llevando
1650 toneladas de bombas incendiarias, con la ventaja de que no esperaban que
Japón enviara cazas nocturnos. Por eso,
fueron retiradas las ametralladoras y todo peso extra, incluyendo los
artilleros, excepto el de cola, que actuaría como observador, teniendo así
mayor capacidad de bombas.
Los
objetivos eran las ciudades de Tokio, Kobe, Osaka y Nagoya que contaban con
miles de fábricas artesanales instaladas en las casas de los habitantes de esas
ciudades y donde vivían las familias de los obreros de las grandes
fábricas. LeMay estaba decidido a
incinerar las ciudades japonesas. Como
efecto colateral esperaba que los masivos incendios se extendieran debido a la
tormenta de fuego que se crearía y destruirían de paso también a las
fábricas. Los canales que alimentan los
ríos Sumida y Arakawa no impedirían la tormenta de fuego, pues el flujo de agua
es controlado por compuertas y sirven de depósitos de troncos de árboles. Siendo el blanco muy extenso, y sin oposición
de caza, los bombarderos volarían más separados entre sí, encargándose las
incendiarias de magnesio y Napalm de esparcir el fuego en toda el área.
Saldo
de la Operación Matterhorn
Para los Estados Unidos:
Algunos
tripulantes que saltaron en paracaídas sobre Japón fueron acusados de asesinato
contra la población civil y ejecutados.
Parece que eso no ocurrió en Tokio.
Para
Japón:
Sin
contar los civiles muertos en la isla de Okinawa, el número de civiles muertos
en Japón como consecuencia de los bombardeos incendiarios se estima en 560000
personas. El número exacto de personas
muertas jamás podrá conocerse, porque muchos cráneos simplemente quedaron tan
carbonizados que no pudieron ser reconocidos e incluidos en la cuenta de
cráneos encontrados o en su defecto fueron a dar al mar en la desembocadura del
río Sumida.
Si
bien es cierto que muchos aviadores estadounidenses, que durante la guerra
bombardearon Japón, han considerado que los bombardeos con explosivas e
incendiarias a la población civil fue acto justo y necesario, se cuentan por
cientos aquellos que han sobrellevado un enorme sentimiento de culpa por el
resto de sus días. Algunos de ellos han
podido de alguna manera aligerar ese peso haciendo diferentes tipos de
actividades de desagravio, pero otros se lo han llevado a la tumba sin poder
hacerlo.
Fuente:
https://www.exordio.com