Al
estallar la Guerra Civil el aeropuerto de Barajas no era ni una mínima parte de
lo que conocemos actualmente. En realidad, en julio de 1936 llevaba muy poco
tiempo funcionando, en concreto empezó en 1931, aunque los primeros vuelos
comerciales no despegarían hasta 1933.
Antes
de entrar en materia y analizar cómo se desarrolló la entrega de las
instalaciones a las tropas de Franco el 29 de marzo de 1939, queremos abordar
un suceso que nunca hasta la fecha había salido a la luz y que estaba
directamente relacionado con el aeropuerto de Barajas. Se trata de relatar el
triste desenlace que sufrió durante los primeros meses de guerra el alma máter,
fundador e ingeniero principal del aeropuerto, el Teniente Coronel Rogelio Sol
Mestre. Originario de Lleida, este ingeniero militar había vendido en el año
1929 un total de 164 hectáreas que tenía en su propiedad al Gobierno de España
para que levantara un campo de aviación en la zona de Barajas.
A
los pocos meses de comenzar la guerra, Rogelio apareció asesinado en una
carretera de Vallecas el 12 de noviembre de 1936. Junto a él también apareció
el cuerpo sin vida de Felipe Gómez-Pallete, también Teniente Coronel de
Ingenieros cuyo hijo llegó a ser médico personal de Azaña (que luego se
suicidaría en Francia en 1940). Tanto Gómez-Pallete como Rogelio Sol eran
considerados reaccionarios y derechistas. En los archivos de la Audiencia
Provincial de Madrid hay un sumario judicial con la investigación de estas
muertes.
Ahora
centrémonos en la razón de ser de este artículo que es la forma en la que se
produjo la entrega de Barajas a las tropas de Franco. Lo primero que hay que
destacar es que, en marzo de 1939, tras producirse el golpe de Casado, el
General Hidalgo de Cisneros dejó de ocupar la jefatura de las Fuerzas Aéreas de
la República. De hecho, el militar vitoriano se marchó de España el 05 de marzo
junto a Negrín y otros miembros destacados del PCE dejando desvalidos a un
sinfín de mandos, jefes de escuadrilla y pilotos que confiaban en la capacidad
de mando y carisma de Hidalgo de Cisneros.
Tras
el triunfo del Coronel Casado sobre los comunistas en la zona republicana solo
quedaba negociar el fin de la Guerra Civil y la entrega del armamento a las
fuerzas de Franco. Como sabrán nuestros lectores, el día 23 de marzo de 1939 se
mantuvo una negociación secreta en la base aérea de Gamonal (Burgos) entre
emisarios republicanos y militares franquistas para pactar la entrega de la
capital y poner punto final a la guerra. Una de las exigencias de los
nacionales durante aquella negociación era la entrega inmediata de la aviación
republicana, como tarde, el 25 de marzo. Se solicitaba que todas las aeronaves
del Frente Popular aterrizaran en los aeródromos franquistas de Navalmoral,
Cáceres, Badajoz, Mérida, Córdoba, Getafe, Griñón, Velada (Talavera) y Teruel.
La
reunión en Gamonal fue tensa. Los emisarios republicanos que participaron en
aquel encuentro fueron el Teniente Coronel Antonio Garijo Hernández y el
Comandante Leopoldo Ortega Nieto. Ambos llegaron hasta Gamonal pasadas las 11:00
de la mañana a bordo de un Douglas DC-1, acompañados por tres agentes del SIPM
(Servicio de Información y Policía Militar del bando nacional) que trabajaban
como infiltrados en Madrid. Sabemos la identidad de dos de estos tres agentes
del SIPM, José Centaño de la Paz y Enrique Guardiola de los que hablamos
profundamente en nuestro libro “La Quinta Columna” de la Esfera de los Libros.
Los emisarios republicanos fueron recibidos por el Teniente de aviación Juan
Ignacio Pombo, famoso aviador que consiguió unir Santander y México el 13 de
mayo de 1935.
Tanto
Garijo como Ortega comunicaron a los representantes del bando nacional que
realizar la entrega de toda la aviación republicana en apenas dos días era
“casi imposible”. De todas formas, dijeron que esta exigencia la expondrían
ante sus superiores del Consejo Nacional de Defensa en cuanto llegaran a
Madrid. Volvieron a la capital pasadas las 17:00h y en el mismo aeropuerto de
Barajas comunicaron a los ayudantes más próximos de Casado que la entrega de la
aviación era uno de los requisitos más relevantes que habían solicitado los
nacionales durante la negociación.
El
Consejo Nacional de Defensa debatió durante la madrugada del 23 de marzo las
peticiones de los franquistas en la reunión de Gamonal y todos los presentes
coincidieron en la imposibilidad de entregar el día 25 toda la aviación. Por un
lado, era realmente complicado preparar una entrega completa y por el otro, los
aviones eran la mejor vía de escape para abandonar España por parte de personas
comprometidas.
Con
el objetivo de retrasar los plazos de la entrega de la aviación, Casado
solicitó una nueva reunión con los oficiales franquistas para el 25 de marzo,
fecha en la que ya se tendría que haber entregado la aviación. Según un informe
interno del SIPM nacional, las Fuerzas Aéreas de la República contaban a
finales de marzo con un total de 138 aviones: 12 bombarderos, 54 naves de
reconocimiento y bombardeo ligero, 45 de caza y 27 de transporte desplegados en
Albacete, Alicante, Ciudad Real, Cuenca, Madrid, Murcia, Toledo y Valencia.
El
Coronel Casado jugó un papel muy importante en la entrega de Barajas
Finalmente,
el 25 de marzo de 1939 se celebró una nueva reunión entre franquistas y
republicanos en Gamonal: los participantes en aquel encuentro fueron los mismos
que en el encuentro del día 23. Curiosamente, Antonio Garijo y Leopoldo Ortega
estuvieron a punto de perder la vida antes de partir rumbo a Gamonal ya que un
grupo de comunistas pretendían atentar contra ellos en las inmediaciones de
Barajas donde iban a coger el Douglas para desplazarse de nuevo a zona
nacional. Las fuerzas de seguridad del Consejo evitaron lo que hubiera sido una
tragedia. Los emisarios republicanos llegaron más tarde de lo previsto al
segundo encuentro en Gamonal, aterrizando pasadas las 15:00.
Durante
la reunión los representantes nacionales se mostraron indignados con el Consejo
Nacional de Defensa por no haber entregado la aviación el día y a la hora
acordada. La conversación se cortó de manera abrupta por orden de Franco,
“harto de tantas dilaciones”, según explica Ricardo de la Cierva en su libro “Agonía
y Victoria”. Franco estaba dispuesto a llevar a cabo una ofensiva, en cuestión
de horas, de gran tamaño que terminaría finiquitando la contienda.
Durante
la conversación, el Coronel Ungría (jefe del SIPM) les preguntó a los
republicanos de manera maliciosa si la aviación tenía previsto “venir esta
tarde a nuestra zona”. Garijo contestó que no sería posible “por el mal
tiempo”, así como por “no tener en la mano todos los aparatos”. Sin embargo, sí
hizo saber que el jefe de las Fuerzas Aéreas estaba dispuesto a ser él quien se
entregase con el personal de su confianza, pero no respondía de los demás
aparatos por el temor de que las tripulaciones, una vez en el aire, se expatriasen”.
También dijo que “honestamente”, no creía que la entrega de la aviación se
pudiera llevar a cabo en la fecha indicada por “dificultades de orden técnico”,
teniendo en cuenta la serie de aparatos que tiene: Súper Mosca, Mosca, Chato, Natacha,
Katiuska, así como el despliegue de estas fuerzas que precisaban hacer escala
para llegar a los campos señalados.
Garijo
afirmó que la Fuerza Aérea Republicana estaba teniendo grandes dificultades
para asegurar el “paso completo” de toda la aviación a zona nacional. De hecho,
relató un incidente que se produjo en el campo de aviación de Totana donde
desertaron tres aparatos tipo “Dragón” con veinte personas a bordo. “Estos
aparatos fueron puestos en marcha por amenazas de elementos comunistas al jefe
del aeródromo”, afirmó Garijo.
Garijo
y Ortega trataron de ganar tiempo diciendo que su regreso a Madrid podría ser
peligroso ya que las condiciones meteorológicas para volar eran totalmente
adversas: había ventisca en Somosierra y la luz es escasa para hacer la vuelta
con todas las garantías. Con todo, el Cuartel General de Franco ordenó a los
emisarios republicanos que partieran inmediatamente, rompiendo de esta manera
todas las negociaciones.
En
el ministerio de Hacienda se preparó la entrega de Barajas
Tras
regresar los negociadores a Madrid, el Consejo Nacional de Defensa celebró una
nueva reunión de urgencia en los sótanos del Ministerio de Hacienda que empezó
a las 23:30 y que todavía estaba presidida tanto por el General Miaja como por
el Coronel Casado. Allí se analizó la situación y Casado informó a los
presentes de que otros seis cazas republicanos habían desertado. La reunión
terminó a las 24:15 y se tomó la decisión de pedir a los agentes del SIPM
franquista emboscados en la capital que transmitieran por radio el siguiente
mensaje de manera “urgentísima”:
“Mañana
lunes se entregará toda la aviación. Rogamos fijen hora. Imposible hoy por
servidumbres técnicas”.
Este
mensaje fue recibido por los escuchas del SIPM en la localidad de Torre de
Esteban Hambrán a las 02:15h de la madrugada y descifrado a las 02:40. Este no
fue el único mensaje que los agentes nacionales enviaron desde Madrid aquella
madrugada a petición del Consejo Nacional de Defensa. Pasadas las 03:00 h los
escuchas volvieron a recibir otro mensaje cifrado que decía:
“Ampliamos
radio anterior para manifestar que tal vez sea posible la entrega de la
aviación en la tarde de hoy. En este caso se comunicará oportunamente”.
Pese
a la insistencia del Consejo de enviar estos mensajes, Franco ya había tomado
una determinación horas antes. A las 20:15 h (coincidiendo con la llegada a
Madrid de Garijo y Ortega) del 25 de marzo el General ya había transmitido a sus
tres ejércitos la orden de realizar la última operación militar a gran escala
para finiquitar la guerra.
El
día 26 amaneció nublado sobre Madrid y tanto en la Casa de Campo como en Ciudad
Universitaria algunos soldados ya empezaron a confraternizar, conscientes de
que la guerra había terminado. El Consejo Nacional se reunió por última vez en
Madrid, en esta ocasión sin Miaja que ya se había marchado a Valencia. Fue una
última reunión puramente ceremoniosa ya que no se tomaron decisiones de interés
más allá que informar al pueblo de Madrid por radio de la situación.
Durante
la noche del 26 al 27 de marzo, la Quinta Columna empezó a trabajar en Madrid
ya de una manera visible controlando las principales líneas de abastecimiento
de la capital, así como el subsuelo y el transporte público. Precisamente el
día 27 fue una jornada de despedidas ya que los principales miembros del
Consejo Nacional realizaron un último discurso por radio antes de abandonar
Madrid y dirigirse a Valencia.
El
28 de marzo Madrid estaba plagado de banderas blancas en los balcones y
terrazas. Casado realizó uno de los últimos vuelos de un avión republicano
trasladándole desde el aeródromo de Algete (todavía republicano) hasta el
aeropuerto de Manises en Valencia. Según hemos podido leer en el magnífico blog
http://aerodromoalgete1936-39.blogspot.com.es/ la marcha de Casado de Madrid
fue a través de un avión Douglas que estaba semioculto entre unos árboles de la
finca “Soto Heredad de la Torre” situada en el noroeste del aeródromo. Muy
recomendable la lectura de este blog al que nos referimos para conocer de
primera mano cómo fue la triste marcha de Casado de la capital. En el mismo
avión también viajaban José García Pradas (interesante testimonio describiendo
la llegada hasta Algete), Eduardo Val y Manuel Salgado Moreira.
Justo
este día 28 se celebró en el aeropuerto de los Llanos en Albacete una reunión
crucial entre los principales jefes de la aviación republicana entre los que
estaban los Coroneles Antonio Camacho Benítez (jefe de aviación de los
Ejércitos del Centro y del Sur), Manuel Cascón Birega (jefe de aviación y
máximo responsable de los Llanos) y los Tenientes Coroneles Luis Alonso Vega y
Leocadio Mendiola Núñez. En el encuentro se acordó que los aviones volaran a
Barajas al día siguiente (29 de marzo) y no a Griñón como se había pensado con
anterioridad. Se dio libertad a los pilotos de entregarse voluntariamente o
expatriarse fuera de España. Los tres mandos, salvo Manuel Cascón, decidieron
exiliarse abandonando España en los pocos Katiuska que quedaban en los Llanos.
Sin
embargo, hubo otros jefes republicanos que decidieron entregarse en Barajas
tanto ellos a título particular como sus escuadrillas. Fue el caso de Francisco
Hernández Chacón que rindió casi íntegramente al grupo 30 de Natacha junto a
los jefes de la 3º y 4º escuadrilla con un total de 16 tripulaciones. El
investigador militar Jesús Salas Larrazabal se carteó mucho años después de la
Guerra Civil con Francisco Hernández Chacón que le contó como fue el último
vuelo de los Natacha de su grupo.
Según
este testimonio, antes de volar desde Albacete hasta Barajas, las tripulaciones
decidieron pintar de blanco las banderas de los timones y las franjas de
fuselaje. El objetivo era que los cazas franquistas les permitieran entregar
las naves con total seguridad en el aeropuerto madrileño de Barajas. Según la
versión de Chacón “fue el servicio más desagradable, anodino y acaso peligroso
de toda la guerra”. Dijo que varios de sus compañeros les aconsejaban que se
fuera a Argelia ya que podían correr el riesgo de ser fusilados en Barajas.
Lo
cierto es que el viaje hasta Barajas de la 3º escuadrilla empezó con el peor de
los augurios. Uno de los aviones que estaba pilotado por el Teniente Bartolomé
Munuera Vera se estrelló en Albacete poco después de su despegue. Según varios
testimonios, el Teniente Munuera se le ocurrió efectuar “un picado violento”
con el objetivo de dar una “espectacular pasada sobre el terreno”. Por
desgracia para él, el plano derecho del avión se desprendió y entró en barrena.
Munuera (que no era militar profesional) no consiguió hacerse con el control y
el Natacha cayó contra el suelo. El avión se incendió, pero tanto él como su
observador, Miguel Mulet Alomar, pudieron salir por su propio pie de la nave
malheridos. Ambos fueron trasladados al hospital de Albacete: Munuera moriría
horas más tarde mientras que Mulet consiguió sobrevivir, pero con una
importante cojera en la pierna.
Hoy
nadie sabe por qué Munuera realizó aquel movimiento tan extraño que le costó la
vida. ¿Quería disfrutar de su último vuelo como aviador antes de entregarse? o
¿pretendía quitarse la vida? Eso nunca lo sabremos.
Los
Natacha de Chacón no fueron los únicos que viajaron hasta Barajas para
entregarse. También decidió volar hasta allí desde Albacete la 2º escuadrilla
del grupo 16 de Chato con el Capitán Francisco Viñals al frente y el Teniente
Joaquín García Calvo.
En
Barajas se entregaron un total de 39 tripulaciones republicanas. Veamos como
describe el Teniente Joaquín Calvo Diago, uno de los que se entregaron, su
llegada a Barajas junto a Viñals:
“Aquella
mañana, la del 29 de marzo, llegamos a Barajas los pilotos de tres de las
cuatro patrullas que componían dos escuadrillas de 12 aviones. Veníamos a
entregarnos por orden de nuestros mandos. En Barajas no había ni un alma.
Serían las nuevas. Yo podía haberme marchado a mi casa y desaparecer pues vivía
en Canillejas, pero decidí quedarme. Al poco llegaron dos aviones alemanes
Messerschmitt, de uno de ellos descendió uno de los jefes de la Legión Cóndor,
Wolfran Von Richtofen, sobrino del famoso Barón Rojo, as de la aviación alemana
en la I Guerra Mundial. Se dirigió a nosotros con la frase: “Ayer enemigos, hoy
amigos”. Fue muy amable. Los alemanes estaban fascinados con los Chato,
nuestros cazas biplanos Polikarpov I-15 con cuatro ametralladoras tras el motor
único. Su maniobrabilidad les tenía seducidos. Nos pidió verlos. Yo le
acompañé. Luego le pedí ver su avión y me lo enseñó. Mientras nuestros aparatos
tenían los mandos hechos con bolitas de madera, los alemanes eran de ámbar y
otras lindezas. Poco después llegó el infante Alfonso de Orleans, uno de los
jefes de la aviación de Franco. Me presenté a él militarmente y entonces me
espetó: “Pero si tú eres una mierda y un mocoso”. Yo tenía 19 años y un aspecto
aniñado”.
Poco
después de la llegada de estos dos aviones alemanes a Barajas hizo entrada un
avión nacional con un Alférez a bordo que repartió agua y algo de leche
condensada entre las tripulaciones republicanas. Después, como ya se ha dicho,
llegaría Alfonso de Orleans que ordenaría a los republicanos formar junto a la
pista de aterrizaje y pidió que los jefes de escuadrilla que dieran un paso
adelante. Según varias versiones Alfonso de Orleans insultaría a los
responsables de estas escuadrillas, versión que se parece a la facilitada por
Calvo.
Los
pilotos republicanos, ya en calidad de prisioneros, pasaron la noche en Barajas
y fueron trasladados al día siguiente hasta la cárcel Porlier y no hasta Alcalá
de Henares como estaba previsto. Entre los pilotos que se entregaron se
encontraba un maestro de escuela albaceteño llamado Arquímedes Gómez Palazón,
que durante la Guerra Civil había hecho un curso de piloto en la Unión
Soviética. Llegó a ser jefe de escuadrilla del grupo 24 de Katiuska y estuvo a
las órdenes directas de Leocadio Mendiela. Fue juzgado en julio de 1939 y
trasladado posteriormente a Valencia donde fue sometido a un Consejo de Guerra,
junto a otros 32 aviadores republicanos, que le condenó a muerte. Fue fusilado
el 09 de noviembre de 1939 en el cementerio de Paterna, sin embargo, al resto
de sus compañeros les conmutaron la pena por cadena perpetua. Hoy sigue siendo
un misterio el fusilamiento de Arquímedes Gómez y la salvación de sus
compañeros.
También
fue fusilado al terminar la guerra el responsable de la aviación republicana
que había decido entregarse, el Coronel Manuel Cascón que pudo haber escapado
con otros altos oficiales a Argelia pero que prefirió quedarse en España
asumiendo “todas las consecuencias”. Fue juzgado el 20 de julio de 1939 y
durante la sesión, cuando el fiscal se refirió a él como “Coronel de la
Aviación roja”, Cascón le replicó de la siguiente manera: “De ninguna manera.
Soy Coronel de la aviación republicana. Yo no me rebelé nunca. Quiénes os
habéis rebelado habéis sido vosotros”. Murió fusilado en Paterna el 3 de agosto
de 1939.
Terminada
la Guerra Civil, también fue juzgado en Valencia Joaquín Calvo Diego, el Teniente
republicano que tuvo el encontronazo con Alfonso de Orleans en Barajas. Se le
acusó de haber asesinado al aviador nacional Carlos de Haya al que se había
enfrentado en la Batalla de Teruel y que moriría en combate en 1938. La esposa
de Haya declaró como testigo de cargo en el juicio y destacó que a su marido “no
le habían asesinado, sino que había muerto en combate”. De esta manera Joaquín
Calvo pudo salvar la vida, permaneciendo solo tres años en prisión. La
Democracia le reconoció en 1984 el grado de Coronel y en sus últimos años y
hasta 2010 fue presidente de la Asociación de Aviadores de la República.
Fuente:
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