Por
Nicolás Salas
Los
difíciles años republicanos y la guerra civil borraron de la memoria ciudadana
la frustración sufrida por los sevillanos con el dirigible Zeppelín y la
construcción del Aeropuerto Terminal de Europa, dos proyectos unidos por la
vocación aeronáutica de la ciudad que, desde 1910, cuando se realizó el primer
vuelo en la dehesa de Tablada, estuvo vinculada a hitos decisivos de la
historia de la aviación española. Tanto el Zeppelín como el Aeropuerto Terminal
de Europa son dos asuntos básicos de la historia sevillana del primer tercio del
siglo XX, pero nunca se han valorado las circunstancias negativas que
malograron el protagonismo de la ciudad en la llamada “Batalla Comercial del
Atlántico”, en la que España perdió la oportunidad de lograr el control aéreo
mercantil entre Europa y América.
Crónica
de una frustración nacional
Sevilla
y el Zeppelín
Estos
terrenos fueron donados para este uso por la familia Sánchez Mejías. Y luego,
los terrenos de San Pablo, por la familia Marañón y Lavín. La fotografía fue
captada por pilotos de la Base Aérea de Tablada.
El
dirigible Zeppelín vino a Sevilla en diecisiete ocasiones, pese a las dificultades
que presentaban las instalaciones provisionales de anclaje y la nula ayuda de
los Gobiernos de Madrid para construir hangares de invierno y otras infraestructuras
básicas. Casi todas las llegadas del Zeppelín a Sevilla fueron atendidas en
terrenos de la huerta de Hernán Cebolla, cercanos al actual aeropuerto de San Pablo,
cedidos ambos campos generosamente por las familias Sánchez Mejías y Marañón
Lavín, respectivamente, y sólo en dos ocasiones las aproximaciones de los
dirigibles se realizaron en el aeródromo de Tablada.
La
primera visita del Zeppelín fue el día 24 de abril de 1929, como homenaje a la Exposición
Iberoamericana. En esta ocasión no tomó contacto con tierra y se limitó a dar
varias pasadas por el cielo de Sevilla a baja altura, causando enorme expectación
en los ciudadanos. La segunda vez que vino el dirigible fue el día 16 de abril
de 1930, aterrizando en el campo de Hernán Cebolla. Este mismo año de 1930, el
Zeppelín pasó otra vez por Sevilla, en ruta de vuelta desde Buenos Aires.
LIBROS
BASICOS
El
proyecto de construir en Sevilla el primer Aeropuerto Terminal de Europa se
inició a finales de 1919 y fue confirmado en 1922 por el Gobierno de Madrid; luego
ratificado en 1927, vuelto a confirmar en 1933 y después olvidado hasta 1944,
cuando al aeropuerto de San Pablo se le reconoció oficialmente el carácter de internacional,
después de muchos años de ser utilizado por compañías extranjeras para sus
vuelos transoceánicos.
De
manera que el historial del aeropuerto internacional entra de lleno en el
capítulo de asuntos sevillanos que se eternizaron, cuyo último episodio lo
protagoniza la nueva esclusa del Guadalquivir.
La
historia de la aviación sevillana tiene en Tomás de Martín Barbadillo su máximo
valedor. Entre 1933 y 1955 publicó en el diario ABC medio centenar de artículos
defendiendo el proyecto de Aeropuerto Terminal de Europa y el protagonismo del aeródromo
de Tablada en la historia de la aeronáutica española. Antes, en los periódicos
El Correo de Andalucía y El Liberal, había publicado varias decenas de artículos
y reportajes sobre idénticos temas.
En
1934 publicó un libro básico titulado Sevilla Aeropuerto Terminal de Europa.
La batalla del Atlántico, donde recogió todas sus publicaciones fundamentales y los documentos oficiales sobre los proyectos de establecer tanto el aeropuerto como la estación de anclajes para los dirigibles. Después hubo un largo período de olvidos hasta que en 1971 y 1982, se publicaron los estudios de los Tenientes Generales Luis Serrano de Pablo y Fernando de Querol Müller, respectivamente, sobre la Base Aérea de Tablada. La historia de Tablada fue completada por José Clemente Esquerro, Coronel del Ejército del Aire, en la revista “Aeroplano” (número 12, 1994).
Pero el gran hallazgo fue la publicación en 1997 del libro del profesor Emilio Atienza, titulado Del Guadalquivir al Plata en dirigible, editado por la Fundación AENA, donde se recupera la memoria histórica del tiempo en que España participó en la rivalidad aérea internacional por el control comercial del Atlántico, teniendo a Sevilla como principal protagonista. El profesor Atienza aporta documentos básicos para conocer las decisivas circunstancias vividas por los sevillanos durante los años veinte y treinta, y descubre sin rodeos y con suficiente base científica como Sevilla sufrió la frustración de ver perderse la oportunidad de ser la base de las comunicaciones aéreas entre Europa y América. Esta obra constituye la puesta al día del tema y además aportando documentos y análisis esclarecedores para valorar un proyecto que en Sevilla nunca fue estimado económica y políticamente, pese a su trascendencia.
Sevilla
pudo ser, por sus condiciones geográficas, orográficas, climáticas e históricas,
la base final europea de la entonces llamada “Batalla Comercial del Atlántico”,
en la que Francia e Inglaterra se disputaron con España el privilegio de ser el
último escalón europeo de la aviación intercontinental. Pero España, con la base
de Sevilla, aportaba el enclave geográfico con mejores condiciones de conjunto
y fue siempre la preferida de la Casa Zeppelín.
SEVILLA
FUE LA ELEGIDA
La
vinculación del Zeppelín con Sevilla se inició en 1918, cuando comenzaron los
estudios para unir a Europa con América del Norte utilizando dirigibles, según
la idea del ingeniero y piloto granadino Emilio Herrera, que tuvo que acudir a la
empresa alemana Luftschiffbau Zeppelín para desarrollarla ante la falta de apoyos
españoles. Lo mismo les había sucedido a Leonardo Torres Quevedo y Juan de la
Cierva con sus inventos. Herrera ya pensaba en líneas intercontinentales desde
1914, y en 1918 proyectó la línea La Coruña-Nueva York, que fue desechada por
cuestiones meteorológicas. En 1920 se ampliaron los estudios a otros trayectos
y en 1922 se concluyó en que la mejor solución posible era la línea Sevilla-Buenos
Aires, con escalas en Pernambuco y Río de Janeiro. En paralelo se desarrollaron
pugnas entre Francia e Inglaterra para hacerse con el control de la llamada
“Batalla Comercial del Atlántico”.
Dos compromisos que quedaron en aguas de borrajas. En la primera fotografía puede verse al Teniente Coronel Emilio Herrera firmando el acta de colocación de la primera piedra de lo que iba a ser el primer aeropuerto para dirigibles, en Hernán Cebolla, el día 21 de julio de 1928. Y en la segunda, están el alcalde, José González Fernández de la Bandera; al presidente de la Diputación, José Manuel Puelles de los Santos, y varios capitulares, entre ellos Hermenegildo Casas Jiménez. El primero por la derecha es el comandante Eckener, representante de la Casa Zeppelín.
Los
acuerdos se firmaron el día 23 de enero de 1933, pero nunca fueron apoyados por
el Gobierno de Madrid.
Cuando
el Zeppelín permanecía posado varias horas en el campo de Hernán Cebolla, los
pasajeros realizaban una rápida visita al centro de la ciudad en el ómnibus del
Hotel Alfonso XIII, que los recogía en la misma pista junto al dirigible. El
documento fotográfico pertenece al fondo de Juan José Serrano Gómez (Fototeca
Municipal).
Para
1940 estaba previsto que el aeropuerto transoceánico de San Pablo, tuviera en uso
todas las instalaciones incluidas en el croquis que reproducimos presentado en 1932.
Pueden verse las pistas centrales para grandes aviones capaces de volar sin escala
desde Sevilla a Pernambuco, los dos postes de amarres para dirigibles y el enorme
cobertizo doble, el canal de agua para pista de hidroaviones, alimentado por el
Canal del Valle Inferior del Guadalquivir, y el complejo de instalaciones
anexas, como las fábricas de hidrógeno y etano, depósitos, sala de espera, etc.
Desde Pernambuco y Río los aviones terrestres e hidroaviones intercontinentales enlazaban con Buenos Aires y Centro y Norte América. El dirigible también voló hasta la capital argentina.
Y
en España, Barcelona, con el apoyo de los Gobiernos de Madrid, le disputó a Sevilla
la escala última europea hasta que la Casa Zeppelín optó por las condiciones geográficas,
orográficas y climatológicas sevillanas.
La
Casa Zeppelín se decidió desde el primer momento por España como país y por
Sevilla como base final europea, por su posición geográfica de cara a la América
del Sur, la climatología y la orografía propia para actividades aeronáuticas.
Con el fondo del dirigible Zeppelín, posado en el campo de Hernán Cebolla en 1933, está la familia Wolf, vinculada a la aeronáutica sevillana. El primero por la izquierda, es Félix Wolf, funcionario de empresas navieras; el segundo es un jovencísimo Rodolfo Wolf, el socio más veterano de la actual Asociación de Amigos de Tablada; luego están la esposa y las hijas del autor de la fotografía, Gustavo Schulz, y un curioso
Desde
1923 comenzaron las campañas de Prensa a favor de la idea de Emilio Herrera,
apoyadas con entusiasmo por Tomás de Martín Barbadillo desde las páginas de El
Correo de Andalucía. Antes, en 1921, el Ayuntamiento había concedido a CETA una
parcela en la dehesa de Tablada para instalar su barracón, iniciando ese mismo
año la línea Sevilla-Larache, primera de España de transportes aéreos de
pasajeros y correo. Los años siguientes, desde 1922 hasta 1931, durante el
periodo monárquico alfonsino, se sucedieron las noticias positivas con los problemas
planteados por Madrid, que nunca pasó de las buenas palabras y las normas
oficiales sistemáticamente incumplidas.
El
21 de julio de 1928 se inauguraron las obras del campo de Hernán Cebolla, cedido
por la familia Sánchez Mejías. En 1929 vino el Zeppelín por primera vez a Sevilla,
pero no aterrizó, lo que sí hizo en 1930 en tres ocasiones. Con la proclamación
de la II República se relanzó la idea de dotar a Sevilla del gran aeropuerto transoceánico
que permitiera el uso de dirigibles, aviones e hidroaviones intercontinentales.
Pero entre 1931 y 1935 no hubo acuerdos concretos, sino sólo buenas intenciones,
que al final quedaron olvidadas durante la Primavera Trágica de 1936 y luego
borradas de la memoria histórica por la guerra civil de 1936-1939 y la larga y
penosa posguerra de 1939-1952.
Durante
tan largo período de tiempo, el aeropuerto de San Pablo quedó relegado y no fue
reconocido como internacional hasta 1944, cuando ya llevaban varios años las
compañías internacionales utilizándolo para sus vuelos.
Fuente: https://publicaciones.defensa.gob.es//Revista de Historia Aeronáutica N° 22. Año 2004.