Las
montañas del Parque Nacional de Aigüestortes siguen guardando secretos
relacionados con la Guerra Civil Española y con la II Guerra Mundial que no
siempre pueden resolverse. Aunque nuestro blog se centra básicamente en la
contienda de nuestro país, en esta ocasión nos vamos a permitir la licencia de
enfocar nuestro artículo hacia el conflicto que asoló Europa entre 1939 y 1945.
De
todos es conocido que cientos de aviadores abatidos estadounidenses, ingleses y
canadienses llegaron a España atravesando el Pirineo Catalán y huyendo de los
alemanes. Se han escrito muchos libros y artículos relacionados con estas
heroicas evasiones con las que se buscaba la neutralidad de nuestro país. Sin
embargo, no suele ser de dominio público el hecho de que varios aviones de
combate cayeran en territorio español durante la II Guerra Mundial. Los hechos
que en su día fueron ocultados por las autoridades franquistas, han vuelto a
ver la luz gracias al pequeño librito que publicó un empleado de banca
jubilado, llamado “Avions Alemanys caiguts al Pallars sobirá durant la II
Guerra Mundial”. Josep Pla es el magnífico escritor que escribió este libro que
hemos podido adquirir recientemente.
El
libro, muy recomendable para aprender cómo se realiza una investigación de
carácter histórico, explica primeramente la historia del bombardero DORNIER
DO-217 E4. La madrugada del 24 de agosto de 1943, un bombardero alemán DORNIER
DO-217 despegaba de la base aérea de la Luftwaffe de Villaroche, muy cerca de
París, para realizar un vuelo de reconocimiento. La tripulación estaba formada
por cuatro militares alemanes entre pilotos, copiloto, operador de radio y
artillero (ninguno superaba los 30 años de edad).
Gracias
a sus contactos con los diferentes archivos militares alemanes y españoles,
Josep Pla consiguió saber que aquel vuelo de reconocimiento del DORNIER DO-217
no pudo regresar a su base. Tras hora y media de vuelo, estando en el sur de
Francia, los mandos del bombardero empezaron a fallar. Era una noche
tremendamente oscura y en unos minutos los dos pilotos se quedaron totalmente
desorientados. Sin perder la calma, el comandante trató de enviar un SOS por
radio, pero el sistema de comunicaciones también había fallado (¿un sabotaje?).
El avión trató de descender altura para buscar luces similares a un aeródromo,
pero nadie vio absolutamente nada por dos motivos: 1) La noche era muy oscura
2) Sin saberlo los pilotos, el avión estaba a punto de adentrarse en España en
una zona montañosa: la comarca de Pallars.
Conscientes
de que hacerse con las riendas del avión era una misión imposible, los cuatro
miembros de la tripulación del DORNIER DO-217 decidieron saltar del paracaídas,
dejando que el avión siguiera su rumbo hacia las montañas donde posiblemente
terminaría estrellándose sin nadie dentro. Tres de los tripulantes del
bombardero llegaron a tierra sanos y salvos, sin embargo, el operador de radio
Alfred Gidler, de 25 años, no tuvo tanta suerte: su paracaídas no se abrió y el
murió en el acto. Pese a lo escarpado del terreno, los supervivientes
consiguieron llegar a pie a la localidad francesa de Bidarray, a escasa
distancia de Baiona.
Día
5 de septiembre de 1943. El alcalde Espot, un pequeño pueblecito de Lérida que
por aquel entonces tenía 300 habitantes, acompañaba a un buen amigo suyo a
hacer una ruta por la montaña. Cuando se dirigían a un pequeño refugio situado
en lo alto de una cresta, el alcalde comprobó que sobre el suelo había rocas
quemadas y restos de algo que parecía metal. Siguieron caminando dirección
norte y a los pocos metros se encontraron con lo que parecía el ala de un
avión. Casi sin darse cuenta comprobaron que en un radio de lo más escaso había
cientos de restos del bombardero alemán desperdigados por toda la cresta que
desde ese día empezó a ser conocida como la “Cresta del avión”.
A
pesar de que el alcalde de Espot dio aviso del hecho a la Guardia Civil, que se
personó en la cresta el día 07 de septiembre, en las jornadas siguientes se
desplazaron hasta la Cresta del avión cientos de aficionados a la montaña para
ver los restos y llevarse algún pedazo de la aeronave de recuerdo. Todavía hoy
algún aficionado a la montaña puede encontrar algún resto en la zona en la que
se estrelló el aparato.
Finalmente,
el Ejército del Aire se personó para averiguar lo que había sucedido
estableciendo un perímetro de seguridad para evitar el pillaje de los
montañeros aficionados. Al no encontrarse restos humanos en las inmediaciones
del avión, los investigadores militares hicieron un informe en el que se
aseguraba que el avión se estrelló sin tripulantes. Gracias a su investigación,
Josep Pla ha confirmado que el bombardero nazi voló sin tripulantes varios
kilómetros adentrándose de lleno en España, hasta que se estrelló. Los aviadores
alemanes saltaron en paracaídas en la zona francesa.
Josep
Pla ha intentado contactar con los supervivientes del DORNIER DO-217 y no tuvo
fortuna. En las diferentes hermandades militares germanas le dijeron que
previsiblemente los tres tripulantes del avión siniestrado en España no
llegaron con vida al fin de la II Guerra Mundial. El radioperador Alfred
Gindler, que murió después de que no se le abriera el paracaídas, estuvo
enterrado inicialmente en el cementerio de St Etiene y ahora se encuentra en el
cementerio militar alemán de Berneuil.
Un
Junkers Ju 88 estrellado en Enviny
Otro
de los casos que más nos han impactado de aviones caídos en la zona de Lérida
durante la II Guerra Mundial, tuvo a un JUNKERS JU 88 como principal
protagonista. Corría la primavera de 1944 cuando los vecinos de Enviny,
localidad perteneciente ahora mismo al término municipal de Sort, escucharon un
impacto en la montaña. Hasta días después no pudieron comprobar con sus propios
ojos que aquel ruido ensordecedor había sido el accidente que había sufrido un
bombardero alemán JUNKERS JU 88 en la zona de Font Cabrista.
El
avión era un bimotor germano pilotado sorprendentemente por una persona. A las
autoridades que se desplazaron hasta Font Cabrista les sorprendió encontrar tan
sólo un cadáver cuando el avión puede tener hasta cuatro personas como
tripulantes. Además, diferencia del caso anterior, los restos del JUNKERS JU 88
no estaban tan desperdigados y tenían un tamaño mayor.
Existen
fotografías en el libro de Josep Pla que demuestran que el avión era 100%
germano ya que aparece en una de las imágenes una Cruz Gamada.
La
caída de aquel avión nazi sobre la montaña de Lleida sigue siendo un misterio,
aunque las hipótesis que barajó tanto el Ministerio del Aire franquista como la
embajada alemana en España se aproximaban al “terrible accidente”.
Aparentemente, el piloto, cuya identidad nunca se ha podido dar a conocer,
podría estar haciendo unas pruebas con el avión que estaba cargado de bombas.
El
impacto contra el suelo provocó un cráter de al menos tres metros de
profundidad que todavía hoy puede vislumbrarse 71 años después de que terminara
la II Guerra Mundial. El cuerpo del piloto estaba desmembrado y algunas partes
se encontraban carbonizadas. Su cara estaba totalmente desfigurada por lo que
nunca pudo ser reconocido. Unos vecinos de la localidad recogieron su cadáver
que fue enterrado en el cementerio de Enviny, gracias a un ciudadano anónimo
que cedió un nicho propiedad de su familia. En la lápida se podía leer algo así
como “aquí yace un soldado alemán desconocido”.
Años
más tarde, la embajada de Alemania en Madrid decidió trasladar los restos de
este aviador de Enviny al cementerio militar germano en la localidad extremeña
de Cuacos de Yuste.
Fuente: https://guerraenmadrid.net