Las
calles de Valladolid se convirtieron en un infierno la mañana del 8 de abril de
1937. La tragedia la desató un avión republicano -solo uno- al lanzar
setecientos kilos de bombas sobre la ciudad. En el ataque contra la población
civil murieron más de treinta personas, entre ellas doce niños. Un dramático
capítulo histórico que tuvo lugar solo unos días antes del bombardeo franquista
sobre Guernica, pero que ha pasado desapercibido para la mayoría de los
investigadores de la Guerra Civil.
El
ataque republicano sobre Valladolid coincidió casi en el tiempo con el inicio
de la ofensiva sublevada sobre Vizcaya. Era una época medianamente dulce para
el Frente Popular, pues había conseguido contener a los nacionales en el Jarama
y les había dado un duro golpe a las tropas italianas en Guadalajara provocando
una auténtica carnicería en el Corpo di Truppe Volontarie. Por estas fechas,
las incursiones aéreas sobre la retaguardia enemiga se estaban empezando a
normalizar por parte de los dos bandos. Sin ir más lejos, el 1 de abril se
había producido un duro bombardeo republicano sobre Córdoba, que fue respondido
de manera muy violenta sobre Jaén por parte de la aviación franquista. Un día
antes, aviones sublevados bombardearon Durango dejando decenas de muertos, la
mayoría civiles.
Pero
centrémonos en aquel 8 de abril de 1937, una fecha que ha permanecido guardada
durante años en la cabeza de cientos de vallisoletanos, especialmente aquellos
que eran niños durante la Guerra Civil. Según consta en un informe de la
Jefatura del Aire franquista, el ataque “enemigo” se produjo a las 12:05 h de
la mañana. Lo protagonizó “un avión de bombardeo que, con dirección sur y
altura de 3.000 metros, arrojó cinco bombas causando graves desperfectos en la
población”. El bombardero al que se refiere el informe era un Tupolev SB 2
Katiuska, un aparato de fabricación soviética que pertenecía casi con toda
seguridad al Grupo 12 de las Fuerzas Aéreas Republicanas.
Unos
minutos después de que se produjera el ataque, el gobernador militar de
Valladolid informó por telegrama urgente al Cuartel General de Franco de lo que
había pasado. Ese telegrama indicaba que había “varios muertos y heridos”, así
como graves desperfectos en “viviendas cercanas a la Academia de Caballería”.
Una
polémica nota de prensa
Lo
que parece claro es que el bombardeo sobre Valladolid se produjo en una mañana
soleada, con cientos de personas en la calle y un elevado número de niños que
acaban de salir del colegio. Según dijo la prensa franquista de la época, el
aparato republicano llevaba “los colores nacionales” para no llamar la atención
de las baterías antiaéreas que protegían la ciudad. Leamos un fragmento de una
nota de prensa que emitió la recién creada Delegación de Prensa y Propaganda
del bando franquista dos días después del ataque y que se distribuyó entre los
periódicos locales:
“En
la mañana del 8 de abril, se presentó un avión sobre la ciudad de Valladolid.
Llevaba la bandera nacional y volaba a escasa altura, evolucionando sobre la
población, lo que pudo hacer a raíz de esa infame estratagema…Cuando los
transeúntes y el público lo contemplaba sin cuidado alguno, el avión, que
resultó ser enemigo, lanzó en un brevísimo espacio siete bombas las cuales
produjeron graves desperfectos, treinta muertos y más de cien heridos…De los
muertos aproximadamente la mitad eran niños que salían de la escuela”.
No
sabemos con exactitud si esta nota de prensa se ajusta a la realidad o hay
cierta invención con fines propagandísticos. Aunque las cifras de muertos y
heridos que facilitó la nota sí que eran verdaderas, hay otros aspectos que
muestran numerosas contradicciones. Para empezar, tenemos que decir que el
informe de la Jefatura del Aire de los sublevados hablaba de cinco bombas
caídas sobre Valladolid y no siete. Podemos entender el error y lo achacamos a
la tensión del momento. Lo que no entendemos demasiado bien es por qué el informe
de la Jefatura del Aire no recoge el supuesto camuflaje del avión republicano
con la “bandera nacional”, algo que por el contrario sí que menciona la
Delegación de prensa y propaganda.
Según
Michel Lozares, experto en aeronáutica militar durante la Guerra Civil, es
“improbable” que el aparato republicano llevara la bandera rojigualda. En todo
caso podría llevar otras marcas que solían lucir los aviones nacionales como un
punto negro en el fuselaje, las bandas negras en las alas o la Cruz de San Andrés
en el timón de cola. En la misma línea se encuentra Carlos Lázaro, de la
Asociación de Aviadores de la República, que considera “poco probable” que el
avión republicano llevara los colores de la “bandera rojigualda” para realizar
su ataque ya que, en caso de regresar a su base, “podría ser objetivo de
confusión por parte de la caza de alarma o de las baterías antiaéreas”. Aun
así, Lázaro tampoco puede desmentir documentalmente que el ataque se produjera
tal y como relató la propaganda franquista a pesar de que “no he conocido
ningún caso de un avión republicano que efectuara una misión portando insignias
del bando sublevado”.
Nosotros
nos hemos detenido en una investigación que realizó recientemente el doctor en
historia, Juan Boris Ruiz Núñez sobre los bombardeos republicanos en la Guerra
Civil. En ella cita varios ataques sobre la retaguardia franquista, mencionando
un Boletín de Información de Aviación de los sublevados con fecha del 24 de
junio de 1937. En este boletín se decía que seis aparatos de la República
atacaron por esas fechas la estación y las proximidades de Aranda del Duero
arrojando 30 bombas. Aseguraba que los aviones llevaban “las flandas y círculos
de nuestra aviación”. En esta ocasión, a efectos militares, los sublevados sí
que hablaban abiertamente de la táctica de “false flag” puesta en marcha por la
República, solo dos meses después del ataque a Valladolid.
Según
los estudios de Juan Boris Ruiz, los servicios de información franquistas
también alertaron de esta táctica por parte de la aviación republicana en
octubre de 1937. El SIFNE denunció, tras recabar información de pilotos
gubernamentales que viajaron a Francia, que varios aparatos republicanos en
aeródromos de Cataluña tenían pintados “distintivos” sublevados en su fuselaje.
La
prensa republicana recoge al ataque
Pero
volvamos de nuevo al bombardeo de Valladolid del 8 de abril de 1937. Al igual
que los franquistas, el parte de guerra republicano también reconoció que sus
Fuerzas Aéreas habían realizado una incursión sobre la ciudad castellana
durante la mañana del 8 de abril. Los periódicos del Frente Popular, ciñéndose
al parte de guerra, recogieron en todo momento el éxito de la misión sin hacer
mención a las víctimas civiles que había provocado el bombardeo. Leamos un
fragmento de ese breve parte que recogió el periódico Ahora el 9 de abril de
1937:
“En
el sector del centro, uno de nuestros aviones rápidos estuvo bombardeando desde
las once de la mañana hasta la una de la tarde, la estación de ferrocarril de
Valladolid y sus alrededores”.
Tras
consultar un gran número de archivos, nacionales y locales, hemos conseguido
reconstruir el ataque republicano sobre Valladolid. Para ello hemos tenido que
estudiar los destrozos que causaron las bombas en una buena parte de la ciudad
y las labores de reconstrucción que tuvo que realizar el Ayuntamiento de
Valladolid en viviendas y locales afectados por las bombas. La principal fuente
de información que hemos usado para realizar esta reconstrucción han sido las
diligencias que realizó un juez de instrucción de la ciudad unas horas después
del ataque. Unas diligencias muy relevantes que nos han cedido amablemente
Francisco Redondo, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica de Valladolid. También nos ha permitido investigar las consecuencias
del ataque, las licencias de obra que solicitaron numerosos vecinos de la
ciudad para poder reconstruir sus viviendas afectadas por las bombas. Unas
licencias que están depositadas en el Archivo Municipal de Valladolid y que
también nos han sido cedidas para llevar a cabo este artículo.
Gracias
a todos estos documentos, hemos podido confirmar que uno de los objetivos del
ataque republicano era la estación de ferrocarril tal y como decía el parte de
guerra gubernamental al que nos hemos referido antes. Hemos averiguado que una
de las bombas cayó muy cerca de allí, pero golpeó de lleno a un edificio de
viviendas situado en el número 21 de la calle Estación, a escasos 4 minutos del
lugar donde se encontraban los trenes. Creemos que, tras alcanzar las
inmediaciones de la estación, el Tupolev republicano sobrevoló la calle Joaquín
Costa (actual calle Dos de Mayo) donde dejó caer otra bomba que destrozó un
edificio situado en el número 4 provocando varios muertos, todos ellos civiles.
La onda expansiva afectó a otros bloques cercanos y a la Delegación de Hacienda
cuyos cristales saltaron por los aires.
El
bombardero “enemigo” prosiguió su avance hacia la calle Miguel Iscar donde dejó
caer una bomba que afectó enormemente a una casa denominada “La Mantilla” y que
provocó el derrumbe de varias plantas. Varias familias quedaron sepultadas y
durante días los bomberos de la ciudad tuvieron que trabajar para rescatar los
cadáveres. Ese mismo artefacto también golpeó un garaje llamado Carrión donde
varios vehículos quedarían enterrados de escombros. El avión se aproximó acto
seguido hasta la Academia de Caballería donde se encontraba instalado el
Cuartel General de Falange. Allí dejó caer una bomba que afectó de lleno a uno
de los patios principales provocando un “gran hoyo” junto a la parte central,
rompiendo todos los cristales de la academia. Un falangista murió y varios
resultaron heridos.
La
Academia de Caballería fue prácticamente el último objetivo del bombardeo
republicano sobre el casco urbano de Valladolid. Sin embargo, antes de que el
avión abandonase la ciudad, atacó la fábrica de harinas de La Magdalena que
estaba situada en la carretera de Adanero a Gijón. Las consecuencias aquí no
tuvieron que ser devastadoras solo quedó afectado un pabellón contiguo a la
fábrica.
Decenas
de muertos y heridos
Las
investigaciones para esclarecer las consecuencias del bombardeo fueron llevadas
a cabo por el juez de instrucción del distrito de Audiencia cuyo nombre era
Abelardo Sánchez. Junto a él, también participaron en las investigaciones, los
médicos forenses Isaías Chillón Lozano y Gerardo de Dios Gil, así como el
agente judicial Pedro González Ruiz. Tras hacer una primera inspección ocular
por las calles bombardeadas, la comitiva judicial se trasladó posteriormente a
los diferentes hospitales de Valladolid donde fueron llevados los muertos y
heridos en el ataque.
El
primer centro al que acudieron fue el Hospital Militar, situado en las
instalaciones actuales de la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y
León. En su depósito de cadáveres se encontraron con los cuerpos de ocho personas
que habían fallecido como consecuencias de las explosiones, dos de ellas niños
de corta edad. Las identidades de las víctimas eran las siguientes: María Luisa
García Muro (4 años); Ángel Gonzalco Carcedo (5); Fernando Rodas Gaya (17),
falangista; Natividad Juárez Rodríguez (22); Antonia Martín (24); Manuel
Valiente Aguilar (20), soldado; Luis Alonso Martínez (29) e Isabel Gómez Repiso
(49). En este mismo sanatorio también fueron atendidas un total de 48 personas,
la mayoría con cortes y heridas provocados por la rotura de cristales y la
caída de cascotes.
La
comitiva judicial visitó posteriormente el Hospital Provincial, situado en lo
que hoy conocemos como la Diputación de Valladolid. Allí se toparon con
veintitrés cadáveres, diez de ellos menores de edad. Las identidades de estos
niños: Ángeles García Muro (4 años), su hermana María Luisa también murió en el
bombardeo, pero fue trasladada al hospital militar; Virgilio García Muro (6),
hermano de la anterior; Dionisio Miguel Jover (2); Pascual Aguado Calvo (8);
Antonio Aguado Calvo (2), hermano del anterior); Mauro Fernández Tamames (5);
Emilia Sastre García (13); Encarnación Bello Blanco (12); Cesáreo González
Martínez (5) y María Pérez Miguel (6).
Además
de estos niños, también fueron llevados hasta el depósito de este hospital los
cuerpos de los siguientes adultos: Francisco Calleja Estrada (44); María
Rubiales Barajas (24); Consuelo Juárez Rodríguez (18), hermana de otra fallecida;
José Luis García Sanz (16); Emilia Blanco Gómez (18), Jaime Herrero Isla (43);
Enriqueta González Caballero (60); Juan Fernández Cañada (43), miembro de la
Guardia Civil; Francisco Pérez Sánchez (34), capitán de Ingenieros; Concepción
Regadera Martínez (38); Damiana López Sabán (45) y Federico Enríquez
Entrecanales (20). En este Hospital Provincial fueron tratados 56 heridos,
según consta en la declaración del director de este centro.
La
mayoría de las víctimas del bombardeo de Valladolid fueron enterradas en el
cementerio del Carmen durante los días siguientes al ataque. La cifra exacta de
fallecidos no la sabemos con total exactitud pues pudieron morir durante los
días posteriores al ataque algunos de los muchos heridos que permanecían en los
hospitales de la ciudad. Creemos, en cualquier caso, que la cifra de muertos
tras la incursión republicana podría rondar los cuarenta.
Tras
consultar con los responsables del cementerio del Carmen, hemos sabido que el 9
de abril de 1937 (el día después del bombardeo) fueron enterradas un total de
27 personas de “todas las edades” sin que conste en el libro de archivo el
lugar ni la causa de la muerte. Entendemos que la mayoría de estos
enterramientos están relacionados con la acción aérea del 8 de abril. El 10 de
abril fueron enterradas 7 personas (sin datos sobre la causa de la muerte) y el
día 13 dos fallecidos más “como consecuencia de las bombas del día 8”.
Reacciones
al bombardeo
El
ataque a Valladolid acaparó todas las portadas de los periódicos de la España
nacional que recogían el comunicado difundido por la Delegación de Prensa y
Propaganda. En ese comunicado se hacía una denuncia internacional para
demostrar que la República había realizado un bombardeo contra la población
civil. Suponemos que esa denuncia llegó a Alemania o Italia, pero no tenemos
claro que se difundiera en Reino Unido o Francia. A través de la hemeroteca
internacional francesa (Gallica) tan solo hemos encontrado una mención al
bombardeo. El diario “Le Radical de Marselle” publicó el 16 de abril la noticia
del ataque donde tan solo se reseña que una de las bombas había caído en la
Academia de Caballería, sin mencionar a las víctimas mortales.
Parece
claro que el bombardeo republicano paralizó la vida de Valladolid. A nivel
político, el Ayuntamiento de la ciudad en su reunión ordinaria del 14 de abril,
condenó el ataque según consta en el libro de actas que se encuentra depositado
en el Archivo Municipal. Uno de los miembros de la junta gestora que manejaba
el consistorio, cuyo apellido era Ruiz de Huidobro, pidió que esta condena
apareciera oficialmente reflejada en el acta. También agradecía las
disposiciones tomadas por el alcalde -Florentino Criado Sáenz- para “evitar” en
el futuro desgracias y víctimas.
A
buen seguro que muchos de nuestros lectores se preguntan cuáles fueron los
motivos por los que Valladolid fue atacada por la aviación republicana aquel 8
de abril de 1937. Comprendemos perfectamente las dudas pues la ciudad
castellana estaba muy alejada de los frentes de batalla y no tendría que ser, a
priori, un gran objetivo militar para el Gobierno del Frente Popular. Nosotros
achacamos el bombardeo a dos posibles causas:
- Un intento por parte de la República de cortar los suministros de las tropas sublevadas con su retaguardia. Atacar la estación de ferrocarril de Valladolid podía retrasar el envío de armas y soldados desde la ciudad castellana hasta los frentes madrileños.
- Una represalia republicana a las incursiones aéreas franquistas en Durango (31 de marzo) y Jaén (1 de abril) donde se produjeron un elevado número de víctimas mortales. Un intento por parte de la República de cortar los suministros de las tropas sublevadas con su retaguardia. Atacar la estación de ferrocarril de Valladolid podía retrasar el envío de armas y soldados desde la ciudad castellana hasta los frentes madrileños.
Por
desgracia no podemos inclinarnos hacia ninguna de estas dos teorías, porque no
tenemos la suficiente información. Sí que creemos que el piloto de aquel
Tupolev de la República actuó de manera desproporcionada dejando caer varias
bombas en calles que estaban lo suficientemente alejadas de objetivos militares
como podían ser la estación de ferrocarril o la Academia de Caballería. No se
puede justificar bajo ningún concepto el lanzamiento de bombas sobre las calles
Miguel Iscar o Joaquín Costa donde perderían la vida los más de diez niños que
fueron víctimas del ataque. Tampoco descartamos que la tripulación del aparato
errara a la hora de lanzar las bombas ya fuera por un fallo humano o por falta
de cuidado.
Conocer
la identidad del piloto y la tripulación del bombardero republican, todavía hoy
sigue siendo un misterio. Algunas fuentes apuntan directamente a Leocadio
Mendiola que por esas fechas manejaba, casi mejor que los rusos, los Katiuska
soviéticos. No tenemos que olvidar que el propio Mendiola llegó a ofrecer a
Hidalgo de Cisneros en 1938, utilizar un bombardero alemán Heinkel (capturado
al enemigo), sin cambiarle los emblemas, para atacar a las autoridades
franquistas que presenciarían un desfile aéreo en Salamanca. No tenemos la certeza
de que fuera realmente Mendiola quien atacó Valladolid, pero esta propuesta
suya realizada un año después nos siembra de dudas.
Otros
bombardeos sobre Valladolid
El
ataque del 8 de abril no sería el único que sufrió Valladolid durante la
sangrienta primavera de 1937. El 21 de abril la ciudad castellana volvió a ser
atacada por la aviación republicana en una acción cuyo objetivo principal
volvió a ser la estación de ferrocarril. El parte de guerra de la República
aseguraba que el bombardeo fue perpetrado por “uno de nuestros aviones rápidos
que bombardeó dos trenes (uno de 15 unidades y otro de 20) y el edificio de la
estación”. Según este mismo parte, tres CR32 franquistas salieron al
“encuentro” del aparato y uno de ellos fue “derribado”.
Las
informaciones del bando franquista sobre este ataque fueron algo diferentes. La
prensa de Valladolid aseguraba que el bombardeo sufrido ese 21 de abril lo
habían perpetrado varios aviones “enemigos” y no uno como decía la prensa
republicana. También reconocía que el taller de pintura de la estación de
ferrocarril había sido golpeado por las bombas, así como el centro farmacéutico
de la ciudad, situado en la plazuela de la Universidad y la fábrica de
Membrillo. Al igual que todas estas infraestructuras, la población civil sufrió
las consecuencias después de que fueran atacados algunos edificios de viviendas
de las calles de la Cadena y de la Lora. Según el Archivo Militar de Ávila, un
total de ocho personas perdieron la vida en aquella incursión aérea.
Hasta el final de la Guerra Civil, la ciudad sería atacada otras cuatro veces por la aviación de la República. El 21 de mayo de 1937 un bombardeo enemigo dejó quince muertos y sesenta heridos. Otro bombardeo que se produjo al día siguiente, mató a siete personas e hirió a más de veinte. El 16 de agosto, otra incursión “enemiga” acabó con la vida de una mujer y provocó heridas de diversa consideración en otras cinco personas. El último ataque que sufrió Valladolid durante la contienda se produjo el 25 de enero de 1938 y causó la muerte de catorce personas.
Fuente:
https://guerraenmadrid.net