Por
Miguel Salas Aguilar
Poco o nada se ha escrito sobre el primer aviador boliviano, ¿por qué de esta indiferencia?, cuando su valor conquistó los cielos nacionales con sus proezas del 10 y 21 de noviembre de 1921 que enterraron el mito de que a estas alturas era imposible los vuelos. Gracias a una prolongada entrevista con la Sra. Sofía Mendoza, hija del héroe, en la ciudad de Cochabamba, y en general de la familia Soria Mendoza, toda, nace este reportaje con inéditas noticias que enaltecen y sacan del olvido la figura del heroico “dominador de los aires” el orureño Juan Mendoza y Nernuldes.
El
llamado del estaño
A
finales del pasado siglo XIX, Bolivia conllevó trágicos acontecimientos
internacionales como la nefasta guerra del pacífico de 1879, con la
consiguiente pérdida de Bolivia en el escenario marítimo; posteriormente
sobrevino la fratricida guerra civil de 1898 en la que se disputó la capitanía
de la República, en que las fuerzas de la ciudad de La Paz salieron
triunfantes, mientras que las de Sucre se replegaron heridas en su orgullo;
Oruro, fue el cuartel general de las operaciones militares de uno y otro
ejército, por su importante conexión ferrocarrilera inaugurada hacia el año
1892.
Todos
estos factores principalmente el traslado del poder político de Sucre a La Paz,
y la caída de la plata y el despertar económico del estaño y su alta demanda
mundial, hicieron de Oruro, una plaza de fuertes economías internacionales
instaladas en la pequeña pero bien desarrollada urbe; el estaño fue el místico
imán que atrajo a miles de extranjeros y nacionales en procura de fortunas, una
de tantas familias fue la del joven chuquisaqueño el químico don Ángel Mendoza
y María Nernuldes, quienes fueron sin saberlo padres de un niño que nació con alas,
para hacer historia.
Una
inquieta juventud. Juan Mendoza y Nernuldes, nació en la población de Obrajes,
cerca de nuestra ciudad, el 16 de noviembre del año 1893.
Motivado
por las novedades mecánicas procedentes de ultramar, fue testigo presencial de
los vuelos en globo del aeronauta Eduardo Laiselle, en nuestra ciudad el 4 de
Julio de 1901, apenas tenía 8 años, y su corazón latía, inspirado por las
novedades tecnológicas.
Años
después como estudiante del colegio Bolívar, fue uno de los primeros
afortunados jóvenes, en tener el mayor invento llegado de ultramar: la
bicicleta, con la que realizó el primer raid desde nuestra ciudad a La Paz,
superando la infinita distancia de la pampa en aquel artilugio de la invención
inglesa, y que le hizo merecedor de una medalla de oro. Uno de esos pueblos
indígenas apostados al camino, desconociendo el invento, hondeó ferozmente al
heroico joven, a quien confundieron con Supay, quien tuvo que pasar
forzadamente dos veces por la misma senda, para cumplir su aventura.
Pero
su juventud, se vería afectada cuando su padre don Ángel, falleció
accidentalmente al estar en contacto directo con el mortal cianuro, durante el
análisis de unas muestras mineralógicas.
La
patriótica decisión orureña.
Nuestra
ciudad organizo el 26 de marzo de 1915, la primera institución aérea del país,
mediante un “Comité Pro Escuela Militar de Aviación de Oruro”, sin ninguna
ayuda del Gobierno esta institución, logró recaudar acaudaladas cifras para
este cometido, logrando aquel año el gasto de traslado del joven chileno Luís
Omar Page, quien sobrevoló su frágil avión tipo Bleriot, en la pampa orureña el
30 de Julio de 1915. Entre la multitud, testigo de aquel sorprendente
acontecimiento estaba el joven Mendoza, quien decidió desde entonces su futuro,
y apostó por ser el primer aviador nacional.
Gracias
al vuelo de Luís Omar Page, la conquista por el cielo nacional, había
comenzado. Meses después… “el Presidente Ismael Montes gestionó ante los
gobiernos de la Argentina, Chile y España la obtención de becas, habiendo sido
enviados a la Escuela de ‘El Palomar’ (Argentina), los oficiales Vásquez,
Alarcón y Pareja. Mientras tanto el viril y patriota pueblo orureño, reuniendo
recursos propios, enviaba al aviador Mendoza para que hiciera sus estudios en
la Escuela de Villa Lugano…”
Los
primeros días de enero de 1916, gracias al aporte económico de los propios
orureños, sin auxilio alguno del gobierno, el hábil mecánico Mendoza partió
rumbo a la distante capital argentina, con la promesa en el corazón de lograr
superar las pruebas físicas, teóricas y prácticas del estudio del vuelo: ¡y
todo gracias a la iniciativa a y aporte de Oruro!
Un
exitoso orureño en Buenos Aires.
Poco
se sabe de los tres militares becados por el Gobierno en las escuelas de vuelo
de Argentina, Chile y España, quienes al parecer nunca lograron acumular
méritos de aviadores; uno de ellos José Rafael Alarcón, murió trágicamente
cuando su máquina cayó en suelo extranjero, durante un ensayo de vuelo, fue el
23 de enero de 1917.
Mientras,
el diestro Juan Mendoza, lograba despertar aún más el Fénix que tenía en su
alma, superando los rigurosos vuelos de prueba, en la Escuela de “Villa
Lugano”, primero en globos aerostáticos, y finalmente los vuelos solitarios, y
con ellos el examen final, logró en apenas medio año de entrenamiento, el
Brevet de Piloto Internacional Nº 103, otorgado por la Federación Aeronáutica
Internacional el 18 de Julio de 1916. ¡Apenas medio año de su partida! Sumado
al vasto conocimiento el “diseño de máquinas y mecánica de Aviación”, superando
con creces en conocimiento y práctica de otros novatos militares, había ahora
que demostrarlo en los cielos de su patria.
En
la gran ciudad de Buenos Aires, el círculo de amistades que había cultivado su
carismática personalidad, lograron su permanencia un tiempo más, pero tenía que
cumplir su promesa como orureño, al pueblo que había costeado su estudio. En la
capital porteña, le ofrecieron “cielo y tierra” para que se quedara en la
escuela de vuelo, pero su lealtad pudo más, tenía que demostrar la conquista de
los cielos bolivianos.
Rumbo
a Oruro; en carreta, tren y aire
Hacia
el 1919, regresó a Bolivia con los documentos que acreditaban su capacidad
aérea, solicitando al gobierno nacional, la compra de un avión para completar
el cometido del vuelo en el país. Increíblemente se negó la petición, a más de
eso, los fondos del “Comité Pro Escuela de Aviación de Oruro” fueron
centralizados inexplicablemente a La Paz.
Y
otra vez fue Oruro, quién auxilio al joven héroe en su cometido, el empresario
Alfredo Etienne fue quien sugirió comprar un avión en Buenos Aires, para lograr
los vuelos del piloto; nació una sociedad entre éstos quienes aportaron a
mitades la compra del costoso aparato. Filmando incluso una película que hoy está
protegida en la Filmoteca de la Generalitat de Valencia-España.
Ya
en Buenos Aires, ambos, adquirieron un poderoso avión Fiat por un valor de
30.000 bolivianos, fuera de 1.119 pesos argentinos que representaron los gastos
de transporte, hasta Uyuni. El Fiat italiano se trasladó desarmado desde los
hangares argentinos hasta Villazón, allí, surgió otro obstáculo, de Villazón a
Atocha se carecía de vía férrea, por lo que se recurrió a las carretas. Venciéndose
a sudor y voluntad las dificultades el avión desarmado, fue otra vez trasladado
en ferrocarril desde Atocha a Uyuni. Fue en esa población donde el avión se
bautizó como “Cobija” y una vez ensamblado, el extraño aparato se elevó a los
cielos nacionales, era el 10 de noviembre de 1921.
El
inmenso salar de Uyuni, fue testigo de las hazañas del joven orureño que se
elevaba al cielo inmensamente azul. Las fiestas en Uyuni, fueron ruidosamente
festejadas. ¡los Vivas a Bolivia y al valor de Mendoza!, se multiplicaron
cuando la aeronave, realizó el prolongado raid Uyuni – Chivas – Pelechuco –
Huanchaca – Uyuni. Mientras tanto una noticia se transmitió por el telégrafo
desde Uyuni a todo el país ¡Un piloto boliviano, había conquistado los cielos
nacionales!
Luego
de algunos días de permanencia. El avión “Cobija”, nuevamente desarmado fue
transportado en ferrocarril hasta Poopó, desde donde se completaría el esperado
vuelo en su ciudad natal: Oruro, donde se esperaba al joven héroe, con el mayor
de los protocolos y las campanas de las iglesias, esperaban el asomo del avión
para anunciar el histórico momento.
Rumbo
a la conquista del cielo orureño.
Una
vez llegado al poblado de Poopó, rearmó la maquinaria voladora. Un gran espacio
se abría ante ellos, hasta su destino final… la pampa inmensa, sería el testigo
de la hazaña, los pobladores veían cómo se preparaba aquella proeza mecánica,
el telégrafo anuncio la noticia a Oruro, que pronto estarían allí aquellos
viajeros de los aires… la población esperaba con el oído atento a las próximas
noticias; y un día claro el 21 noviembre de aquel año de 1921 se alzó de la
alta tierra de los andes bolivianos, al diáfano cielo aquel avión, llevando a
Mendoza y al mecánico Ángel Mardesich Velarde durante un vuelo de 15 minutos,
que harían historia!!
¡La
gran aventura había empezado! Un gran espacio se abría ante ellos, hasta su
destino final… mientras la muchedumbre se apostó por cientos en los cerros
próximos, entre sendas calderas de ponche y ligeros copetines de whisky. Y por
increíble que parezca, la precaución maternal optó por recluir a algunos niños
o jóvenes, dentro de las viviendas. “Era prudente no salir, cuando “Juanito”
Mendoza trataba de volar aquella mezcla de arado y carretón con alas… algunos
creían pues, que aquello no podría remontarse en los aires y si lograba
hacerlo, tendría que caer y por lo tanto era mejor estar recluido en el hogar”.
Luego
de un vuelo de 15 minutos, el avión llegó a su destino final: Oruro. Luego de
planear sobre toda la ciudad, el avión tomó tierra en Papel-Pampa, y una
muchedumbre sacó a Juanito Mendoza, turnándose los hombros para cargar al héroe
hasta la misma Plaza, donde se hicieron ruidosas manifestaciones de homenaje
público. Su pecho se convirtió en una constelación de bien merecidas medallas
de oro, nacidas del incomparable júbilo de su pueblo natal.
Mendoza
cumplió con el pueblo que había depositado en él su confianza, seis años antes,
y Oruro sin saberlo demostraba ser la ciudad pionera de la aviación; donde se
forjó hacia el año 1915 el anhelo de establecer la capacidad de dominar los
cielos nacionales. Se dedicaron estribillos y cuecas, al valor del piloto. Pero
una fatalidad se acercaba lentamente a su gloria, el centralismo vio con malos
ojos la proeza del orureño.
El
gobierno nunca demostró afecto público al acontecimiento. Nunca se le permitió
ingresar a la Escuela de Aviación establecida en 1923, y el déspota gobierno de
Bautista Saavedra, terminó secuestrando su preciado avión.
Fuente: https://impresa.lapatria.bo