20 de mayo de 2019

EL AVIÓN DE LA GUERRA DE VIETNAM QUE SE ESTRELLÓ EN BAHÍA BLANCA


La ciudad guarda miles de historias ocultas o poco conocidas. Una ocurrió en la zona de La Vitícola hace 46 años, cuando un brillante piloto de la Aviación Naval sufrió un problema que terminó con su vida.

 
Foto periodística del accidente en La Vitícola (Fotos: Archivo La Nueva y gentileza Claudio Meunier)

Por Maximilano Allica

“¡Me estoy desnucando como Peña!”, pensó Jorge Philippi el 21 de mayo de 1982, en plena guerra de Malvinas, mientras su cuerpo flameaba por los aires a 900 kilómetros por hora tras haberse eyectado de su avión. Un misil de la aviación inglesa le había volado la cola de la nave y el aparato parecía una cañita voladora.

El entonces Capitán de Corbeta se eyectó a una velocidad muy superior a la recomendada. Los manuales piden que un piloto se despida con la mayor desaceleración posible, nunca por encima de los 350 nudos (500 km/h), pero delante de la muerte decidió activar el mecanismo a 500 nudos (900 km/h) a riesgo de desmembrarse en el vacío.

“Recuerdo que estaba dando vueltas carnero en el aire y la máscara de oxígeno me tironeaba para adelante. Sentí un fortísimo dolor en la nuca y pensé: “Me estoy desnucando como Peña”, le dice Philippi a La Nueva.

Se desmayó unos instantes y despertó con el paracaídas abierto, sobre el estrecho de San Carlos. Lo rescataron milagrosamente sin heridas que le fueran a dejar secuelas. Hoy lo puede contar.

 
Un escuadrón de Skyhawk A-4Q.

Mario, medalla de oro

El Teniente de Fragata Mario Peña era medalla de oro de la promoción número 43 de la Escuela de Aviación Naval. Tenía condiciones naturales para volar, sentía al avión como una extensión de su cuerpo. Porteño de origen, su instructor directo en ese verano de la temporada 1972/73 era Philippi.

El 6 de enero de 1973, el joven piloto se subió al jet Skyhawk A-4Q para un vuelo de adiestramiento sobre La Vitícola, un ejercicio a cargo del Teniente de Navío Ruiz. “El superior le ordenó a Peña seguirlo en uno de los temas del vuelo, la acrobacia, y la maniobra era un rizo. Los dos Skyhawk se elevaron apuntando la nariz al sol y fue en el momento en que Peña realizaba la maniobra que experimentó una entrada en tirabuzón perdiendo el control del aparato”, recuerda el escritor y cazador de historias Claudio Meunier.

El comportamiento, denominado departure, era conocido por los aviadores norteamericanos y el consejo era soltar el comando para dejar que el jet saliera naturalmente de la maniobra. Entre los aviadores que habían recibido un adiestramiento básico, el dato no era conocido.

Ruiz recibió en los auriculares de su casco la voz de Peña: “Señor, estoy en tirabuzón, estoy en tirabuzón”. Contestó: “¡Guarda! Pueden ser los slats”, mientras buscaba con la mirada al avión de Peña, hasta que lo vio en su caída descontrolada.

Segundos más tarde la cortante voz de Peña informó: “Eyecto”. Hubo una breve explosión seguida de una llamarada en la cabina del A-4Q que confirmaba el escape de Peña y allí Ruiz observó el paracaídas abriéndose en forma normal. Solo le llamó la atención que, al orbitar alrededor del paracaídas, Peña no hiciera ninguna señal para informar que se encontraba en perfectas condiciones.

Al tocar el suelo, el paracaídas se infló por el viento y arrastró a Peña dando la impresión de estar desmayado. Ruiz llamó a la Base Espora solicitando el helicóptero de rescate. El Alouette (4-H-7) descendió cerca de donde yacía Peña aún enganchado al paracaídas con su velamen inflado y detenido contra un alambrado.

 
El cráter que dejó el avión caído.

El Teniente de Fragata Luis Paniego, médico a bordo, cortó las cuerdas del paracaídas. Vio a Peña con su casco puesto y el visor abajo, sin la máscara de oxígeno y el soporte roto. Tenía sangre en el cuello, manchando el overol y desgarrando la parte delantera. Le destrabó el arnés, abrió el overol, rasgó la camiseta para ser auscultado y comprobó su fallecimiento.

“Peña obvió durante el prevuelo un detalle: abrochar correctamente la manguera de su máscara de oxígeno sobre su traje de vuelo. Al entrar en barrena, la manguera suelta comenzó a flotar por obra de la ingravidez y se enredó sobre el acelerador de velocidad que tiene forma de T. Al eyectarse, la manguera quedó trabada en la T, tirando hacia abajo mientras el cuerpo salía despedido hacia arriba, desnucando al joven aviador en forma instantánea”, explica Meunier.

En el USS Saratoga

El cráter con los restos humeantes del Skyhawk A-4Q contenía un secreto histórico. Este poderoso jet, años antes, había operado en la guerra de Vietnam con el escuadrón 224 desde el portaaviones norteamericano USS Saratoga.

Más tarde fue almacenado en el depósito de Davis Monthan y poco tiempo después era adquirido por la Aviación Naval Argentina pasando a formar parte de la Tercera Escuadrilla de Caza y Ataque.

Esos mismos aviones, el 21 de mayo de 1982, atacaron y hundieron la fragata británica HMS Ardent durante la guerra de Malvinas, en uno de los tantos episodios que demostraron el espectacular heroísmo de los pilotos argentinos.

En las próximas semanas Meunier emprenderá la búsqueda en La Vitícola de los restos metálicos del A-4Q de Peña.

Fuente: https://www.lanueva.com