Por Hugo G. di RISIO
Esta es la historia del Ingeniero Roque Alejandro Mascías, pionero de la aviación civil y militar de la República Argentina que, a su vez, protagonizó hechos trascendentes de la historia iberoamericana y mundial del arte de volar. Esta, no es una biografía. Su mejor biógrafo fue el Dr. Alberto Méndez Mascías, sobrino nieto quien supo valorar, por un lado, a su tío abuelo preferido, hombre familiero que no pudo tener su propia descendencia y desplegó su amor familiar sobre sus hermanos, sobrinos y nietos. Por otro lado, rescató al hombre de ciencias, aventurero y audaz que realizó las hazañas aéreas necesarias para que la historia aeronáutica mundial siguiera su camino, sembrado de lápidas y pedestales, como lo exige el devenir del tiempo.
Esta obra es más bien, una mirada justiciera que se ve urgida por rescatar la imagen de un prohombre de nuestra aviación que hizo más de lo que hubiera podido hacer un mortal por ella, y no dedicó un solo minuto ni esfuerzo a su promoción personal. Su grandeza estuvo en su propia humildad.
Alberto
R. Mascías, un hombre de su tiempo, bien educado y formado en la Argentina y en
Francia. Cultivado en lo mejor del aprecio por la ciencia, la belleza y la
cultura, con una posición económica holgada que le hubiera permitido no
trabajar jamás, decidió dar rienda suelta a su pasión por el vuelo y al
advertir su trascendencia científica, social y humanitaria le dedicó toda su
vida hasta agotar sus fuerzas, incluso, postergando sus placeres y relegando el
reclamo de sus emociones.
Su actitud dedicada se sumó a la amistad y la lealtad incondicionales que supo construir con el otro numen de la aviación tutelar argentina, el Ing. Jorge A. Newbery. Esta sociedad estratégica produjo la difusión de la actividad aeronáutica argentina que se materializó con la creación de la aviación militar en 1912 y la promoción de la aviación civil desde la muerte de Newbery, hasta los últimos días de Mascías.
Puede
manifestarse sin duda que el Ing. Mascías dedicó más de cincuenta años a la
aviación desde que interceptó a Alberto Santos Dumont en Paris, en 1900, para ofrecerle
su colaboración desinteresada y manifestarle su interés por la aerostación.
Su vida estuvo ligada a las personalidades mundiales que, como él, estaban cambiando el rumbo de la historia: Santos Dumont, Antoine de Saint Exupery, Amado Nervo, Belisario Roldán, Marcelo T. de Alvear, Marcel Paillette...
Del
mismo modo, frecuentó los lugares del mundo en donde estaba ocurriendo la
germinación de las ideas modernas sobre el arte y la ciencia, y la forja de la
tecnología como la Ecole Nationale des Ponts et Chaussées (Escuela Nacional de
Puentes y Calzadas), Ille de France en Paris, el Campo Aeroestático de
Saint-Cloud, ........., todos ellos con la naturalidad con que visitaba los
barrios de Belgrano, Nueva Pompeya, el centro de Bs. As., Núñez, Parque
Saavedra, San Telmo o San Javier en la provincia de Santa Fé, siendo en todos
ellos un vecino destacado y ejemplar.
Hombre
admirado por los hombres y amado por las mujeres de su época debido a su figura
arquetípica caracterizada por su formación y prestancia, su inteligencia,
sensibilidad y porque la actividad que desarrollaba con globos aeroestáticos y
aviones en los 1900 equivalía a la que desarrollaría hoy un astronauta, entre
vuelo y vuelo espacial, difundiendo las ventajas de ver las cosas del mundo
desde un punto de vista referencial en el espacio exterior, con la delicadeza
de percibir y ponderar las verdades filosóficas de la vida, los primeros
principios y las ultimas causas.
A la vez, fue modelo de piloto metódico y meticuloso, instructor y mecánico aeronáutico calificado y dedicado, capaz de mutar, tan solo en instantes, sus ropas vuelo o su mameluco de trabajo en el hangar por el traje de etiqueta y enamorar en perfecto idioma francés, a las damas más cultas y refinadas de Buenos Aires y Europa, con la ingenuidad, curiosidad e inocencia del superhombre que baja a la tierra, tan solo para desentrañar el misterio de la vida de los humanos mortales.
Su humildad hizo que, siendo grande como Newbery, casi no se notara ese hecho para la historia ya que, en silencio, continuó y concretó su obra tras la muerte del primero, convirtiéndose en el representante de la Argentina en todos los Congresos Nacionales e Internacionales de Aviación Civil que fueron dando origen a la Organización Internacional de Aviación Civil de la que hoy forma parte la República Argentina, como país miembro.
Al
mejor estilo de su amigo dilecto y colega Jorge Newbery, desarrolló un abanico
de actividades multidisciplinarias tan intenso y profundo a lo largo de su vida
que no podemos menos que reconocer en él, a un héroe desconocido, rescatar su
figura y elevar sus recuerdos en homenajes, estatuas y retratos en todos los
ámbitos que promovió y puso en marcha como la Fuerza Aérea Argentina, el Aero
Club Argentino, el Club del progreso, la Colonia Agrícola Mascías en San
Javier, Provincia de Santa Fé, la Federación Aeronáutica Internacional...
Deportista,
ingeniero en puentes y calzadas, piloto de aeróstato, piloto de avión, empresario
agropecuario, bailarín de tango aficionado, admirador de las manifestaciones de
las artes en todas sus formas…
Su
grado de compromiso con el desarrollo de a aviación argentina fue tan profundo que
a la muerte de Newbery, fue Mascías quien tomó la responsabilidad de concretar las
proezas faltantes y con el avión de aquél, intentó el cruce de la Cordillera de
los Andes salvando su vida milagrosamente y aunque no lo logró, mostró su
entrega total, sin mesurar precio ni sacrificio.
La partida del Ingeniero Mascías
Mil
novias estuvieron a punto de capturarlo y aunque él les prodigó el culto a su
amor en cada caso, nunca pudo prometerles un futuro feliz ya que en esa época
el riesgo de volar podía asegurarle a cualquier piloto que no moriría como
anciano en una cama de hospital. Sin embargo, a pesar de haber sobrevivido a
varios accidentes de aviación, falleció en 1951, paradójicamente, en una
clínica de la Calle Jorge Newbery, a los setenta y cuatro años, rodeado de sus
hermanos y sobrinos a los que amó como hijos.
Fue, desde el primer hasta el último día, un niño grande que no tuvo la suerte de que una mujer lo disciplinara y lo hiciera dedicar su vida a sí mismo y a su éxito personal. Más bien vivió rodeado y admirado por notables, vengando contra el destino, la muerte de su amigo entrañable, el Ing. Jorge A. Newbery y de muchos otros que no pudieron conocer la edad madura por haber entregado su juventud y su vida a los actos fallidos de la aviación.
Junto
con Santos Dumont, asumió la reinvidicación de la aviación con fines
humanitarios y no bélicos. Debemos considerar que al haber sido testigos del
rol que le cupo a la herramienta aérea en la I y la II Guerra Mundial, Mascías
no pudo menos que marcar, para la opinión pública, la necesidad de utilizar la
aviación para unir a los pueblos y asistir a los necesitados.
Ese
papel pacifista no halló lugar en un mundo convulsionado por los horrores de la
guerra, sin embargo, Mascías lo asumió con valentía y lo dejó claro en cuanto
foro nacional e internacional participó. Recordemos que esa imagen belicista de
la aviación generadora de muertes fue, entre otras, la causa principal que
llevó a Santos Dumont al suicidio.
Fue
tan amigo de Newbery que nunca le preocupó resaltar su propia figura como lo
famoso e importante que era, sino que lo secundó y lo admiró tanto que continuó
su obra tras la muerte de éste.
Su
rol como representante de la aviación argentina en los foros internacionales es
más que suficiente para que la ANAC, CADEA o la Fuerza Aérea Argentina lo tengan
como símbolo emblemático.
Pudiendo
quedarse en Europa y disfrutar de su fortuna y sus amistades de los círculos artísticos
y culturales que frecuentaba en Paris, volvió a la Argentina y la hizo grande
con sus proezas y su trabajo.
Al
final de sus días, pudo concretar otra iniciativa que se debía a sí mismo para
continuar la obra de su padre y nos dejó una Colonia Agrícola que fundó en la
localidad de San Javier, provincia de Santa Fé: la Colonia Mascías.
Fuente:
Revista del Consejo Profesional de la Ingeniera Aeronáutica y Espacial – Espacio
Aéreo Número 17 - Año 2015