11 de enero de 2021

VICENTE MONTEJANO MORENO, UN PILOTO REPUBLICANO EN LOS GULAGS DE STALIN

 

Tras formarse como aviador en la URSS, fue represaliado por el régimen soviético

 

Por Montserrat Llor Serra

 


Vicente Montejano.

 

“Nuestro piloto Montejano ha hecho su último despegue hoy, 10 de febrero de 2017, a las 14.45, duro y resistente hasta el final, a sus 98 años. ¡Hasta siempre, Comandante!”. Así rezaba el texto que recibimos del hijo de Vicente Montejano, Luis, médico de profesión, el heredero de la memoria de su progenitor, piloto de la cuarta expedición de aviadores de la Segunda República a Kirovabad, Azerbaiyán, a quien logré entrevistar tiempo atrás en su domicilio. Este último año también nos dejaron el piloto Gregorio Gutiérrez, Guti, y el mecánico de aviación Antonio Vilella, ambos de la Asociación de Aviadores de la República (ADAR).

 

Montejano, madrileño, creció rápido, lo aprendió todo con celeridad, era el mayor de ocho hermanos. Había perdido a su madre siendo pequeño y con apenas ocho años se fue a vivir con sus abuelos, propietarios de una cerería en la que tuvo que trabajar, motivo por el cual se afiliaría a la CNT, rama de Químicas.

 

Durante la Guerra Civil, en 1937, se presentó voluntario al Ejército Republicano para luchar y un año más tarde, el 2 de febrero de 1938, con apenas 19 años, decidió incorporarse a la aviación. Efectuó unos exámenes para ingresar como alumno piloto en las Fuerzas Aéreas de la República y tras superarlos fue enviado al complejo de formación aeronáutica de Murcia. Sería seleccionado para completar su preparación en la Unión Soviética.

 

Su expedición, la cuarta de Kirovabad, partió de Murcia el 5 de agosto de 1938 y embarcó en el puerto francés de Le Havre a bordo del María Uliánova con destino Leningrado. Tras pasar por Moscú llegarían a la 20ª escuela militar de vuelo de Kirovabad, en el Cáucaso, donde se impartían los cursos para los pilotos españoles. Allí aprendió a volar, vio morir a algún compañero en prueba de vuelo y, milagrosamente, sobrevivió a un grave incidente en el aire gracias a su ingenio.

 

La guerra en España terminó, su instrucción en la URSS también, y la cuarta de Kirovabad, con más de 180 pilotos españoles, quedó atrapada en aquellas lejanas tierras. Montejano hizo en vano todas las gestiones posibles para dejar el país. Las autoridades soviéticas ofrecieron a los españoles integrarse en la vida laboral, siendo presionados por militares y civiles del PCE para que aceptaran. El piloto se negó, al igual que otros 25 compañeros, solicitando su repatriación a España.

 

La afrenta de la no integración en el sistema soviético sería castigada severamente. En junio de 1941, en plena II Guerra Mundial, Montejano y sus compañeros fueron detenidos y trasladados a la cárcel de Novosibirsk, en Siberia occidental, iniciando su peregrinación, durante 16 años, por el cruel sistema del gulag soviético. Primero fue Krasnoyarsk, en Siberia oriental, un campo de reeducación donde, en marzo de 1942, sufrió un grave accidente en el aserradero en el que trabajaba en el que perdió tres dedos. Posteriormente fue enviado a Kok-Usek, aledaño a Spassk99 —en Karagandá, exrepública soviética de Kazajistán—, donde permaneció hasta 1948, de donde fue trasladado junto con los demás aviadores a Odessa. Aquí coincidiría con los prisioneros de la División Azul, con los que serán repatriados en abril de 1954 a bordo del buque Semiramis, desembarcando en Barcelona.

 

A su regreso a España, Montejano conocería a su esposa, que trabajaba entonces en la secretaría de la Delegación Nacional de Excombatientes. Residieron en Madrid, tuvieron tres hijos y reinició su vida no sin dificultades y una mano mutilada. Con la llegada de la democracia y el esfuerzo de ADAR para la obtención de las correspondientes graduaciones militares de los aviadores republicanos, en 1984 llegaría el esperado reconocimiento del grado de Comandante de aviación. Jamás olvidó aquel tiempo estremecedor, el mismo que su hijo, Luis, ha investigado documentalmente, con astucia y perseverancia mientras la mente de su padre, hasta sus últimas horas de vida, volaba libre hacia el pasado.

 

 

 

Fuente: https://elpais.com