La
Guerra Civil española tuvo unos comienzos complejos, difíciles de analizar de
forma global, puesto que como en toda contienda civil intervinieron elementos
ajenos al ejército. En principio no hubo frentes definidos. La sublevación
triunfó en diversas provincias y de la misma manera quedó sofocada en otras.
Tal fue el caso de Cartagena, la principal Base Naval de la República que
permaneció fiel al Gobierno.
La
plaza fuerte de Cartagena quedó bajo las órdenes del Gobierno Republicano, y
muchas poblaciones colectivizadas por el modelo anarcosindicalista (destacó La
Aparecida, cuyos habitantes cambiaron el nombre del pueblo por “Caserío
Francisco Ascaso”), a pesar de que el Alzamiento también tuvo adeptos, en el Arsenal,
por ejemplo, donde la situación estuvo dudosa durante 36 horas y también en la
cercana base de la Aeronáutica Naval, en Santiago de la Ribera. Finalmente, los
oficiales sublevados fueron reducidos tras una encarnizada escaramuza dentro
del arsenal de la marina, afuera decenas de cartageneros y cartageneras
esperaban en las puertas a la espera de ver como terminaban los
acontecimientos.
Objetivo
de la maquinaria militar fascista, el puerto:
Razones
Cartagena
posee un puerto natural extraordinario equipado, militar y mercantemente
hablando, al completo, y fue el imán que atrajo las bombas de la aviación
Nacional. En la Base Naval de Cartagena fondeaba lo mejor de la escuadra naval
española. La marinería, anarcosindicalista y comunista en su mayoría, hicieron
fracasar el golpe de estado que sus oficiales de a bordo llevaron a cabo, reduciéndolos
en sus camarotes o directamente en sus puestos de mandos, muchos oficiales,
respaldados por suboficiales, protagonizaron una encarnizada resistencia en
cubierta y en el interior del arsenal. Una vez comenzadas las hostilidades
empezó a haber tránsito de barcos de forma extensiva por todo el puerto, y se
decidió dispersar los numerosos buques de la armada, de manera que no se
acumularan en ningún punto del puerto varias de las unidades de guerra.
Así
el acorazado Jaime I solía atracar en el dique de la Curra, al final, y más al
principio del mismo dique el crucero Libertad. El crucero Méndez Núñez estaba
en el club de Regatas, aunque algunas veces también atracaba en la Curra,
mientras que el crucero Miguel de Cervantes amarraba frente al Hospital Naval,
en el muelle Alfonso XII. La flota de destructores y submarinos se dispersaba
por los muelles del Arsenal, dique de la Curra, muelles de la zona de Santa
Lucía y no eran raras las veces que había destructores en el centro de la
dársena, o incluso fuera de las aguas interiores.
Muchas
unidades menores y auxiliares también iban ocupando distintos emplazamientos
por los recovecos del puerto, dejando el muelle de Alfonso XII para la carga y
descarga de buques mercantes.
Militarización
En
septiembre de 1936 fue militarizado todo el muelle y sus aledaños con cañones
de defensa naval Vickers, un entramado de fortalezas que recorría la costa
desde Mazarrón a Cabo de Palos, teniendo éstas defensas un alcance máximo de
disparo de 20 kilómetros, cubriendo una amplia zona que va más allá de Águilas
y La Manga del Mar Menor.
El
mes de agosto fue un mes de mucha actividad mercantil con grandes barcos como
el Ita que luego fue requisado en el Puerto de Mazarrón, el Recca italiano, el
Aldecoa requisado también, el Campeche y el Elcano. La presencia militar
también quedó reflejada en los registros de entrada, como el día 7 el
destructor José Luis Díez, el 8 el submarino B-5, o el 24 que lo hicieron el
destructor inglés Galatea, el submarino B-6 y el acorazado Jaime I. Todo tipo
de cargas entraron y salieron, pero aún no había empezado a recibirse el
material de guerra.
En
los meses de septiembre y octubre de 1938 sí se recibieron buques con material
de guerra en el puerto de Cartagena, que como se ha indicado, entraban
directamente a las instalaciones del Arsenal, para realizar las labores de
descarga. También entraron otros buques de carga que no pasaron por la aduana.
Las
recepciones de material de guerra del mes de octubre se dispararon con la
llegada de varios vapores que trajeron aviones con destino a los talleres de
montaje de la Base Aeronaval de Los Alcázares, completaban su carga tanques,
material ligero y otras armas de todo tipo.
El primer bombardeo: 18/10/1936.
Tras
unos intensos días de descarga de material de guerra tanto en los muelles del
puerto como del Arsenal, el mando Nacional preparó una operación sobre
Cartagena para cortar este enorme flujo de entrada o al menos dificultarlo,
puesto que los efectivos usados fueron pocos. Así, sólo dos Junkers 52/3m de
las escuadrillas de “Pedros” y “Pablos” iban a utilizarse en este bombardeo.
En
el mes de octubre de 1936, aún no estaba formada en España como tal la Legión
Cóndor, aunque diversos envíos de material y personal alemán operaban en la
zona sublevada desde el primer mes de la guerra. Entre estas unidades aéreas se
encontraban seis Junkers 52 con tripulaciones alemanas y que formaban dos
patrullas: “Pedros” y “Pablos”. Estos trimotores ya habían actuado en diversas
operaciones de bombardeo o de aprovisionamiento como en el caso del asediado
Alcázar de Toledo, y además como parte del puente aéreo del paso del Estrecho
realizado en el mes de agosto de 1936.
Los
Junkers 52 fueron destacados a la base de Armilla, Granada, desde donde
despegaron hacia las 4 de la mañana del domingo 18 de octubre de 1936. Tras un
vuelo de unas 2 horas, estos Junkers localizaron el puerto aún de noche, y a su
vez fueron localizados por las baterías antiaéreas de Cartagena que empezaron a
dispararles. Los aviones dieron una sola pasada en ruta sur a norte, uno detrás
del otro, y desde unos 1.500 metros de altura pudieron lanzar 10 bombas de 250
kilos contra los barcos anclados en el muelle, pero el reguero de bombas se
introdujo en la ciudad y provocó el despertar de los cartageneros que dormían
en sus casas; era las 6:15 horas.
El
impacto de las potentes SC-250 destrozó numerosas edificaciones de las calles
más céntricas de Cartagena y provocó el fallecimiento de 22 personas según el
periódico Cartagena Nueva del día 20. También hubo numerosos heridos entre
militares y población civil. Las ambulancias de la Cruz Roja de Cartagena
tuvieron que actuar al máximo aquella madrugada, pero no debieron ser tantas
las víctimas.
La
confianza de los habitantes de Cartagena tanto en sus defensas antiaéreas, como
en el hecho de vivir lejos de los frentes, es decir, en la retaguardia, se
quebró drásticamente aquella madrugada de domingo. Desde algunos puntos de la
ciudad las explosiones de las bombas se interpretaron como tracas de fiesta,
pero nada más lejos de la realidad. El miedo a los bombardeos crecería en el
futuro, pero curiosamente aquel domingo, muchos cartageneros “pasearon” por
estas calles con la intención de descubrir lo que aquellas bombas habían
provocado en su querida ciudad.
Para
aquel domingo estaba prevista una manifestación y que curiosamente fue la causa
del bombardeo estratégico del puerto de Cartagena con unas pocas bombas. Los
aviones sufrieron el fuego antiaéreo de las piezas Vickers, pero pudieron
regresar a su base de Armilla sin más contratiempos.
El
segundo bombardeo: 20/10/1936.
Bastante
inquietud creó en los cartageneros el hecho del primer bombardeo aéreo que se sufrió
el domingo 18, pero hay que reconocer que no cambió sus vidas, pues la
ciudadanía y las unidades militares no alteraron comportamientos.
En
el primer ataque se utilizaron dos Junkers con tripulaciones alemanas, pero
existían dentro de la Aviación Nacional, doce Junkers iguales que formaban dos
escuadrillas españolas al mando del Capitán Carrillo, la escuadrilla montó una
misión de bombardeo para la madrugada del martes día 20.
Tres
Ju.52 despegaron pasada la medianoche de Armilla y volaron siguiendo la ruta de
la propia carretera, presentándose hacia las 3:35 horas sobre Cartagena. Era
una noche muy oscura pero el objetivo de bombardear, probablemente la estación
de Ferrocarriles, tenía que cumplirse. Pronto fueron localizados por las
baterías de la antiaéreas que empezaron a hacer sobre ellos un nutrido fuego
que complicó el bombardeo casi a oscuras. La carga era en esta ocasión de 6
bombas de 250 kilos en cada Junker, 18 en total. En una sola pasada lanzaron
casi toda su carga.
Sin
poder observar nada, los aviones pudieron aparecer más tarde, hacia las 4:00
horas, para ver el lugar donde habían bombardeado casi a ciegas. Esto llevó a
alargar el tiempo de alarma y de nuevo los disparos de las piezas antiaéreas.
De cualquier manera, los tres trimotores volvieron a su ruta de carreteras y
hacia las 4:30 horas pasaron por la vertical de Totana. Uno de estos tres
Junker se salió de la formación y volvió hacia Totana para lanzar a las 4:35
horas la carga que en su bodega aún quedaba. Sin más contratiempos los aviones
regresaron a su base de Armilla en Granada.
El
tercer bombardeo: 27/10/1936.
Tan
solo una semana después, la aviación nacional constatando que el tráfico de
material bélico en el puerto de Cartagena continuaba, y que el objetivo a batir
eran los talleres de la Base Aeronaval de Los Alcázares, donde se montaban los
cazas republicanos I-15, I-16 y los bombarderos SB-2, volvió a operar con una
formación importante de ocho aviones sobre el puerto de Cartagena, y la citada
base a orillas del Mar Menor. Sería una misión doble y coordinada entre las
unidades nazis alemanas e italianas fascistas.
La
misión organizada cuidadosamente utilizaría tres Savoia S.81 de la Aviazione
Fascista del Tercio, que fueron trasladados el mismo martes 27 desde Tablada en
Sevilla, a Armilla en Granada. En
Armilla se encontraban los Junkers alemanes que para esta misión usarían a
cinco de sus “Pedros” y “Pablos”, para machacar el puerto de Cartagena.
La
doble formación de ocho aviones fue despegando y se dirigió a sus objetivos con
los italianos delante, que despegaron a las 19:35 horas y sobrevolando Sierra
Nevada, estaban sobre Cartagena hacia las 21:15 horas. En el momento en el que
las baterías antiaéreas les disparaban, el S.81 de Altomare sufrió problemas en
un motor, pero se mantuvo en formación con sus puntos y atacó con bombas
incendiarias la base de Los Alcázares. Minutos más tarde, eran los Ju 52 los
que llegaban a Cartagena y sufrían el acoso de la defensa antiaérea, lanzando
sus bombas en la trayectoria este-oeste.
Los
destrozos en la base de Los Alcázares fueron escasos, alcanzando las bombas la
zona de vuelo y sólo alguna cayó cerca de los talleres. El pueblo, muy cerca de
la base, no sufrió ningún impacto de bomba, aunque hubo algunas víctimas en la
base. En Cartagena murieron en el muelle marineros, y los destructores y
cruceros que estaban dentro del puerto no sufrieron ningún impacto directo, la
estación de ferrocarriles fue blanco también de la aviación fascista.
Las
baterías de la DCA (defensa antiaérea) dispararon contra las formaciones varias
veces, al pasar los italianos en dirección a su objetivo en el Mar Menor, al
llegar los alemanes y al volver todas las formaciones. Por tanto, la alarma
duró desde las 21:15 hasta las 23:00 horas. A pesar de que la respuesta de las
distintas piezas antiaéreas fue tremenda, ningún avión fue alcanzado y esa
noche pudieron llegar a sus bases, los alemanes a Armilla, mientras que los
Savoia volvieron directamente a Tablada.
El
mes de Noviembre, bombardeo de las 4 horas.
Tres
bombardeos en el mes de octubre de 1936 no frenaron en Cartagena el ritmo
frenético del puerto tanto en materia de cargas y descargas de mercancías como
en lo tocante al material de guerra. Tampoco los cartageneros se marcharon de
la ciudad en masa, aunque muchos suponían y con acierto, que lo de los
bombardeos iría en aumento, en cantidad y “calidad”.
Algunos
sí se habían marchado al extenso Campo de Cartagena, otros a Mazarrón o al Mar
Menor, pero casi todo el mundo permaneció en sus casas, y por supuesto en sus
trabajos. Las autoridades habían hecho una valoración prioritaria en lo tocante
a la necesidad de los refugios, pero muchos comenzaron a abrir o acondicionar
cuevas y grutas en los montes y cabezos que jalonan la orografía cartagenera.
El puerto comenzó noviembre con su actividad habitual en estas fechas bélicas y
ello se ve en el cuadro de lo que podemos denominar visitas especiales con
material de guerra.
El
día 23 de noviembre de 1936, uno de los Heinkel 70 nazis de la escuadrilla de
reconocimiento de largo alcance, despegaba de Sevilla tripulado por el Teniente
Balthasar para reconocer el puerto de Cartagena, emplazamientos en la ciudad,
las instalaciones del puerto y del Arsenal, la Escuadra, baterías antiaéreas,
fuertes y otros objetivos, todos ellos fueron desde las 15:15 horas,
fotografiados con detalle. La DCA le disparó sin alcanzarle y las sirenas lo
presentaron como el primer bombardeo diurno. Según el Gobierno Republicano, se
supo que se estaba preparando un ataque mucho más duro y cruento que el del
anterior mes.
En
la memoria colectiva de los cartageneros se dice que uno de los aviadores era
de aquí, teoría utilizada en muchas zonas del frente y que en éste caso puede
ser cierto, los historiadores no han querido profundizar más para no comprometer
a ningún descendiente actual, según dicen diferentes fuentes.
Queipo
de Llano, desde su emisora de Radio en Sevilla, predijo los acontecimientos
amenazando a la población civil y diciendo textualmente: “Cartageneros os
acordaréis de mi nombre, será tan duro el castigo que acabaréis corriendo como
conejos hacia vuestras madrigueras”, haciendo referencia a las cuevas que la
población empezaba a adecuar para protegerse de los continuos bombardeos. Hecho
únicamente conocido por el bando fascista gracias a la quinta columna, o
franquistas que vivían entre la población aportando información al bando
nacional y realizando actos de sabotaje en la ciudad.
Comienza
el bombardeo.
La
distancia a recorrer en el vuelo era de unos 300 kilómetros, a realizar en unas
2 horas. Los primeros aviones llegarían aún de día y señalarían con bengalas la
trayectoria del ataque y los objetivos. El plan de vuelo incluiría una altura
media de 4.000 metros, aunque estaba previsto que, para los pequeños objetivos,
se descendiera hasta los 2.000 o 2.500 metros en el momento de la suelta de las
bombas. La carga, unos 1.250 kilos por cada Junker, sería variada, llevando en
las primeras oleadas las SC-250, bombas tremendas de 250 kilos. Las últimas
oleadas lanzarían gran número de bombas incendiarias de 1 kilo. La ruta seguida
fue la costa mediterránea desde Almería hasta Cartagena.
La
misión estaba preparada a conciencia por los mandos de la Legión Cóndor, cuyo
comandante era en esta primera época el General Sperrle, y su jefe de estado
mayor, el Coronel von Richthofen. Se pretendía que la operación fuera un duro
golpe contra la retaguardia republicana y una tarjeta de presentación de la
ayuda alemana, suficiente para contrarrestar los envíos rusos que en esas
fechas entraban masivamente a España en su mayor parte por Cartagena. En primer
lugar, actuaría el 2.º/K.88 con objetivos como el muelle comercial, el Arsenal
y la estación del FF.CC. El marcado de la trayectoria final se hizo con
bengalas desde la zona de La Aljorra, zona bombardeada. Más tarde se actuaría
con el objetivo de alcanzar los cuarteles militares, fuertes, la escuadra
naval, y provocar incendios ya completamente de noche.
Las
bombas no pararon de caer desde las 17:30 horas hasta las 21:30 horas de la
noche, hecho recordado tras 70 años como el bombardeo de las 4 horas.
Al
final de la jornada, y contando los bombardeos de las pasadas semanas, el
rastro del rencor y odio de las bombas de la aviación fascista dejaron cerca de
90 muertos y cientos de heridos. Decenas de casas inhabitables, otras tantas
destruidas, calles destrozadas, familias sepultadas. Una bomba cayó justo en el
hospital de la muralla de Mar, dejando más muertos de los heridos que ya se
encontraban en su interior. También en Barrio Peral y en el Hospital de Los
Pinos se sucedieron diversos incendios. La casa republicana del barrio de San
Antón fue totalmente destrozada por una tremenda bomba de 250 kilos. Otra bomba
alcanzó de pleno en la Plaza del Ayuntamiento haciendo esquina con la Calle
Bodegones, a una familia entera de un conocido dirigente del sindicato
anarcosindicalista CNT/AIT, matándolos a todos, mujer e hijos, en el acto.
Entre
todos debemos dar eco de éstos y otros hechos sucedidos en la guerra, muchas
veces desconocidos para la mayoría, para que entre todos consigamos hacer
frente al futuro conociendo el pasado y evitando la pura barbarie.
Debemos
romper los muros de nuestra memoria colectiva, muros que algunos desde un punto
ideológico concreto, varado a la derecha, intentan imponer. Rompamos pues el
silencio y hagamos frente al futuro teniendo en nuestras manos la verdad
histórica.
Abrimos
pues, éste espacio histórico en el que se expondrán diferentes temas
relacionados con la memoria colectiva de Murcia y del sureste peninsular.
Fuente:
https://indysureste.wordpress.com