19 de octubre de 2021

LA AVIACIÓN ESPAÑOLA - LA DOCTRINA AÉREA DESPUÉS DE LA GUERRA DE ESPAÑA

 


 

Por Jaime de Montoto y de Simón *

 

Durante la Guerra Civil se produjo una auténtica revolución en la organización de la Aeronáutica Militar española. Para empezar, el bando nacional aceptó la autoridad del ya General Kindelán para mandar su Aviación Militar y Kindelán reunió en una sola las Aviaciones Militar y Naval, para poder aprovechar precisamente dos características básicas de la Aviación de Guerra: su universalidad de empleo y su movilidad estratégica.

 

No cabe duda de que su buen juicio y firme mano en la dirección fueron un factor decisivo en el desarrollo de la guerra en el aire, que tuvo un influjo tan crucial en las operaciones de superficie. El bando gubernamental también se decidió por la unificación de los Servicios de Aviación en julio de 1936; su Aviación fue más técnica y organizada, aunque menos agresiva y eficaz. Pero ambos bandos aplicaron la idea de una única Fuerza Aérea, que se podía dedicar tanto a obtener el dominio del aire en una zona de operaciones como a operaciones estratégicas y, sobre todo, al apoyo táctico a las fuerzas de superficie. Lo cierto es que, durante la guerra, ambos bandos se dedicaron mucho más a las misiones tácticas que a las estratégicas; casi en ningún momento se llegó a aplicar la teoría del bombardeo estratégico.



 

Una vez terminada la guerra, la doctrina, en general, era muy clara: había que constituir una Armada Aérea con capacidad para bombardear decisivamente la retaguardia enemiga, aunque sólo fuera como arma disuasoria para defender la neutralidad española. Al acabar la guerra se creó el Arma de Aviación con Escala única y, enseguida, un Ministerio y un Ejército del Aire independiente, con su propio uniforme y academias y escuelas propias; pero se marginó al general Kindelán, pese a que había creado el Arma Aérea unificada y la había llevado a la victoria, y se nombró, uno tras otro, a dos ministros del Aire que no eran aviadores ni habían tenido anteriormente nada que ver con la Aviación.

 

Aunque por motivos políticos tanto Kindelán como el Infante D. Alfonso se vieran rápidamente excluidos de la nueva cúpula aeronáutica, pudieron escribir más o menos libremente para defender y difundir sus ideas y esperar que el Ejército del Aire las aceptase, como así sucedió.

 

La primera obra de Kindelán de esta época, “Mis cuadernos de Guerra”, era un relato de ésta y sus prolegómenos, pero contenía algunos detalles de doctrina, como cuando decía que la obtención del dominio aéreo pasaba por tres fases: “la etapa previa de supremacía o preponderancia, que no era aún el dominio, la de adquisición de éste y la de ejercicio y conservación del mismo”. Igualmente está clara la idea del mando único de la gran masa de Aviación. La polivalencia y la rapidez de reacción del Arma Aérea también quedan patentes en este libro.

 

Por su parte, desde el primer número de la renovada Revista de Aeronáutica en diciembre de 1940 hasta el número correspondiente a marzo de 1942, el Infante D. Alfonso escribió una serie de artículos titulada “Aeronáutica Militar. Política Aérea. Doctrina de empleo”, en el que presentaba sus ideas sobre el particular en 19 axiomas básicos. No se trata sólo de Doctrina Aérea, sino de normas de empleo del Arma Aérea, detalles de organización del Estado y del Ejército del Aire y política de personal. Los 19 axiomas eran los siguientes:


1. El Arma Aérea abre el camino a las fuerzas de superficie y las protege en marcha y en reposo.

2. El territorio nacional es un vasto recinto aéreo cuyos bordes son defendidos contra las fuerzas de superficie enemigas por el Ejército y la Marina que cooperan con el Arma Aérea.

3. El Arma Aérea defiende la totalidad del territorio nacional, ataca al enemigo en sus puntos vitales, trata de alejar al enemigo de los puntos vulnerables propios y, con la cooperación de la Marina y del Ejército, procura adquirir puntos de partida más propicios, por estar mejor situados, ocupando territorios enemigos.

4. Las fuerzas del Ejército no sólo defienden las fronteras y avanzan en territorio enemigo, sino que también aseguran el orden interior, y deben distribuirse (y emplearse en caso extremo) para impedir la huida desordenada de la población civil propia si ésta flaquea bajo el bombardeo enemigo.

5. No se pueden emplear las fuerzas de superficie en operaciones ofensivas sin tener supremacía aérea en la zona de operaciones durante su desarrollo.

6. Las vías de comunicaciones, tanto terrestres como marítimas, son muy vulnerables por aire.

7. Es más fácil bombardear un objetivo que impedir este bombardeo.

8. Dentro del Arma Aérea la rama ofensiva la constituyen el bombardero y el destructor (el caza de largo alcance)

9. La defensa se distribuye regionalmente y debe componerse de cuatro elementos (caza, artillería antiaérea, reflectores y red de alerta y control) bajo un solo mando.

10. Las transmisiones son de vital importancia para el Arma Aérea, que debe tener su propia red de radio, teletipo y teléfono. La red telefónica civil debe estar tendida, en tiempo de paz, con miras a su empleo en guerra, de forma que enlace bien con la red de Aviación.

11. Sin una buena industria civil, capaz de ser movilizada y adaptada en caso de guerra, sólo se puede batir una nación como satélite de otra.

12. Es más importante tener numeroso personal adiestrado que mucho material, aunque hace falta un mínimo de ambos.

13. Tanto en el personal como en el material, la calidad, dentro de ciertos límites, es más ventajosa que la cantidad.

14. En el personal hay que evitar tener unos pocos “ases” y el resto malo; es preferible una buena media de calidad elevada.

15. Para obtener esta buena media es preferible apretar a los muy medianos pasándolos a la Escala de Tierra, que acelerar los ascensos de los mejores.

16. Dentro de cada categoría hace falta un mínimo de todas las cualidades; pero según vayan ascendiendo varía el valor relativo de cada componente. Es decir, que, por ejemplo, se puede pedir menos habilidad de pilotaje a un coronel que a un capitán; pero el coronel debe tener dotes de mando en un grado mucho mayor.

17. Si en 1936 la media daba como porcentaje asignado al Arma Aérea el 42 por 100 del presupuesto de Defensa Nacional, dejando el 58 por 100 a las Fuerzas de superficie, en 1.39 ya había pasado del 50 por 100 para el Aire.

18. En Alemania no hay ministro del Ejército, ni de la Marina, pero sí del Aire.

19. Antes de la guerra actual se podía hablar de igualdad entre Aire, Mar y Tierra dentro de un Alto Estado Mayor que coordina los esfuerzos de las tres ramas de defensa. Hoy debe llevar la dirección de las tres el Arma preponderante y coordinar la cooperación de las armas de superficie con esta Arma. 

 

"Al acabar la guerra se creó el Arma de Aviación con Escala única y, enseguida, un Ministerio y un Ejército del Aire independiente, con su propio uniforme y academias y escuelas propias; pero se marginó al general Kindelán, pese a que había creado el Arma Aérea unificada y la había llevado a la victoria".

 

Kindelán en su obra “Mis Cuadernos de Guerra” ya decía que la obtención del dominio aéreo pasaba por tres fases: “la etapa previa de supremacía o preponderancia, que no era aún el dominio, la adquisición de éste y la de ejercicio y conservación del mismo”.

 

Kindelán también escribió algunos artículos sobre Doctrina y Arte Militar Aéreo en la Revista de Aeronáutica, además de un buen número de libros sobre estrategia, que siempre mencionaban la Doctrina Aérea, aunque fuese de pasada.

 

Para empezar Kindelán publicó en marzo de 1941 un artículo titulado “Aeronáutica militar. Política aérea de guerra”.

 

"El Arma Aérea defiende la totalidad del territorio nacional, ataca al enemigo en sus puntos vitales, trata de alejar al enemigo de los puntos vulnerables propios y, con la cooperación de la Marina y del Ejército, procura adquirir puntos de partida más propicios, por estar mejor situados, ocupando territorios enemigos"

 

Luego, en noviembre de 1941, publicó otro artículo titulado “Aeronáutica Militar. El concepto de dominio en la guerra”. Al estudiar el Arma Aérea de otras naciones, Kindelán decía que “en el aspecto estratégico se han cometido errores por todos los beligerantes” y que “lo que ya es menos disculpable es que la Doctrina no se cumpla, que se echen en olvido sus más fundamentales principios”.



 

Admitía que “hay que estar muy penetrado de la transcendencia del principio de concentración para sostenerlo, especialmente en lo que a Aviación se refiere”. Aceptaba que “precisamente las dos características del avión militar: universalidad de empleo y movilidad estratégica, son las que hacen más difícil mantener incólume” este principio.

 

Para Kindelán estaba claro el problema de la R.A.F., “dada su debilidad en relación con la Luftwaffe”: era exclusivamente antiaéreo con un solo objetivo primordial: la Aviación alemana a la que debía combatir en el aire y en tierra.

 

En cuanto a la Luftwaffe, Kindelán empezaba por decir que “es verdad que era muy fuerte; pero no hay aviación bastante fuerte si se dispersa su esfuerzo”. “Nada que objetar doctrinalmente a las actuaciones magníficas de la Luftwaffe en Polonia y Noruega”. Pero: “¿Por qué flaqueó al abordar el problema principal de la guerra?”; porque el esfuerzo de la Luftwaffe se dispersó. Y Kindelán se preguntaba: “¿Por qué no se estableció una prelación de objetivos? ¿Cuál hubiese sido la situación relativa de los beligerantes si Inglaterra hubiese perdido en dos meses la mitad de sus flotas naval y aérea? ¿No hubiera sido más factible el desembarco?”. Para él la Luftwaffe tenía que obtener: dominio del mar desde el aire, dominio de tierra desde el aire y dominio total del aire. Es curioso que Kindelán no se atreviese a señalar lo más importante: que la Luftwaffe había sido creada, en gran parte por motivos políticos, como Aviación de apoyo al Ejército de Tierra; por ello carecía de la mentalidad, del material y de la instrucción adecuada para actuar como “Armada Aérea”.

 

Luego volvía a la Doctrina Aérea más douhetiana, recordando la importancia del dominio del aire y que ni el Ejército de Tierra ni la Marina prescindirán jamás voluntariamente del auxilio aéreo. Recordaba que “el dominio del mar tiene graduaciones y zonas de mayor o menor intensidad”, como lo demostraba el éxito de los desembarcos alemanes en Noruega y Creta y afirmaba que “el dominio del mar puede ser ejercido desde el aire”, aunque aún era una utopía, en aquel momento, “extender a los grandes mares y océanos tal posibilidad de dominio por aire”.

 

Recordaba que “La Aviación tiene entre sus posibilidades, tan extensas y varias, tres misiones de dominio: dominar el aire, dominar el mar y dominar la tierra, aunque el dominio aéreo no es casi nunca absoluto en tiempo y espacio”. La invasión de Creta era el “primer ejemplo en la historia militar de que un territorio insular bastante extenso” había sido “atacado, dominado y ocupado por la acción preponderante de una Aviación sin previo dominio naval de los mares próximos”. La conclusión era clara: antes “el intento de desembarco en una isla o archipiélago presumía el dominio del mar circundante”. Pero “hoy el dominio del mar se conquista desde el aire”.

 

"Es curioso que Kindelán no se atreviese a señalar lo más importante: que la Luftwaffe había sido creada, en gran parte por motivos políticos, como Aviación de apoyo al Ejército de Tierra; por ello carecía de la mentalidad, del material y de la instrucción adecuada para actuar como “Armada Aérea”

 

Después de la Guerra Civil Española comienzan en la II Guerra Mundial los bombardeos estratégicos de puntos neurálgicos, industriales e incluso de ciudades, para tratar de doblegar la moral enemiga (En la foto, formación de Ju-52).

 

Dadas las características de las plataformas y armas en la II Guerra Mundial, se utilizó el bombardeo en alfombra con grandes masas de aviones.


Por otra parte, en enero, abril y julio de 1941 el comandante de Aviación Ángel Salas Larrazábal escribió tres artículos defendiendo la importancia de la caza para obtener el dominio aéreo y permitir a los bombarderos el uso y disfrute de este dominio. Su tesis principal era que ni siquiera el “Avión de batalla” preconizado por Douhet podía abrirse paso a sus objetivos sin el apoyo de la caza propia, con lo cual estaba muy claro que la caza era un elemento tan decisivo como el bombardero para la obtención del dominio del aire, que debía ser el objetivo primordial del Arma Aérea. Para Salas éste “es el punto débil de su doctrina; el error parte del incomprensible poco aprecio que hace del avión de caza con el armamento fijo en el eje del aparato”.

 

Salas recordaba que al final de la guerra de España estaba claro que la caza aún no había perdido la superioridad aérea en la zona de combate frente al bombardero. Ni aun los más veloces bombarderos podían atacar impunemente, pese a ser más rápidos que algunos cazas, ya que éstos cambiaban altura por velocidad y les alcanzaban, derribándolos a continuación. Como el comandante Salas detallaba: “La superioridad del caza se manifiesta en cuatro factores: maniobrabilidad, techo, velocidad y fuego”. Por eso, “sin pretender sacar conclusiones definitivas del desarrollo de la actual contienda”, que, como él decía, “por otra parte continuamente vienen modificadas por los sucesivos avances de la técnica”, recordaba que de todas las campañas se deducían conclusiones que acababan confirmando en este campo las enseñanzas de la guerra de España.

 

Por eso, como Salas decía, “el dominio aéreo se adquiere por el combate entre cazas” y “para reducir completamente al enemigo hay que ganarle la moral derrotándole en la lucha aérea”. “La caza, derrotando al enemigo, deja el cielo libre a las demás especialidades” de aviación.


Igualmente opinaba: “A la Marina no le es menos necesario y vital el concurso de la caza para protegerse de los ataques aéreos procedentes de tierra”. Por otra parte, según recordaba Salas: “Si para efectuar una invasión rápida de un país es imprescindible obtener un gran dominio aéreo, la actitud defensiva verdaderamente eficaz será impedir al enemigo adquirir ese dominio”… “Esto sólo puede conseguirse con una Aviación de caza adecuada”. En resumen, como el comandante Salas consideraba: “Una poderosa Aviación de caza es indispensable para hacer posible una invasión rápida y el medio más eficaz para impedirla”.

 

Otro punto de la doctrina de Douhet sobre el que Salas se mostraba escéptico, era el papel estático que había reservado al Ejército de Tierra. Como él decía, “debido a los diferentes medios puestos en juego, o más bien a la diferente utilización táctica, basada en la rapidez de acción llevada al límite”, se habían visto unas profundizaciones vertiginosas en territorio enemigo. Aunque admitía que:

 

“Indudablemente una Aviación potente y con el dominio del cielo es capaz por sí sola de inmovilizar al Ejército de Tierra contrario”, la principal dificultad para obtener la decisión final empleando sólo el Ejército del aire “radica en la dificultad de obtener en estas condiciones el dominio aéreo absoluto”, si el país enemigo tiene una extensión territorial adecuada.

 

"Salas recordaba que al final de la guerra de España estaba claro que la caza aún no había perdido la superioridad aérea en la zona de combate frente al bombardero. Ni aun los más veloces bombarderos podían atacar impunemente, pese a ser más rápidos que algunos cazas"

 

Preparación de bombas momentos antes de ser cargadas en un B-24 Liberator.

 

Después del éxito de las fuerzas de bloqueo, operando desde Pollensa (Baleares) durante la Guerra Civil Española, se demostró que la Fuerza Aérea era indispensable para el control del tráfico marítimo. En la fotografía, un Savoia 79 italiano sobre el Mediterráneo en la II Guerra Mundial.

 

Pero Salas admitía la base fundamental de la doctrina de Douhet: “El Ejército del Aire debe ser apto para conquistar el dominio del aire y después explotarlo con las fuerzas capaces de determinar la ruptura de las resistencias materiales y morales”. Por eso Salas puntualizaba que: “lo indispensable y para lo que debe prepararse y concebirse el Ejército del Aire es para obtener el dominio aéreo”; una vez obtenido éste “podrá utilizarse en el apoyo del Ejército de Tierra”. Este apoyo, decía Salas “es decisivo”; … “pero esta conclusión no debe llevarnos a la herejía de pretender, fundados en ella, que al Ejército del Aire convenga proyectarle y prepararle fundamentalmente para este cometido”, que estará “siempre supeditado a la obtención del dominio aéreo, sin cuyo requisito ningún apoyo podrá recibir el de Tierra”.

 

Por tanto, la conclusión final del comandante Salas era clásica: “si ha quedado plenamente demostrado que sin el dominio aéreo no puede desarrollarse ninguna iniciativa guerrera, los recursos nacionales deben dedicarse preferentemente a crear el órgano capaz de obtenerle, o sea el Ejército del Aire, de acuerdo con lo sustentado con el general Douhet”.

 

En octubre, noviembre y diciembre de 1941 se publicó un largo y detallado artículo sobre “el Poder Aéreo”, cuyo autor era el ya coronel Francisco Fernández González-Longoria, que había sido el director de la Revista en la época de su fundación. En este artículo Longoria trataba de resumir la enorme cantidad de enseñanzas que él extraía de los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Para empezar Longoria exponía su idea central: el mundo se encontraba en un momento “de honda transformación de la guerra y de evolución completa del Arte Militar”. Este cambio se debía a la influencia del poder aéreo, que influía también en la guerra terrestre y marítima, aunque él se limitaba a exponer sus conclusiones sobre “el papel que la Aviación desempeña en la lucha contra el Ejército y la Marina”, sin entrar de lleno en las nuevas doctrinas terrestres o navales.

 

A continuación, Longoria afirmaba: “Es indudable que el hecho más transcendente ocurrido en el orden militar desde que fueron inventadas las armas de fuego es la aparición del Arma Aérea”. “Se trata de un nuevo modo de hacer la guerra. Mejor dicho, de una guerra nueva……una revolución de fondo en la suma ciencia militar, que es la estrategia”. El primer fenómeno a que había dado lugar la aparición del Arma Aérea era “una extensión inmensa de las posibilidades de la acción armada. El teatro de la nueva guerra ya no tiene límites geográficos”. Longoria recordaba que “sin la existencia del poder aéreo no podría siquiera concebirse ni Noruega, ni la reconquista de Libia, ni Creta”, ni Tarento, ni “el hundimiento del Bismarck”.

 

Por otra parte, el poder aéreo había “dado al conjunto de la acción armada una unidad que antes no tenía”. Anteriormente, la guerra terrestre y la naval “se desarrollaban casi con independencia una de otra”; pero el poder aéreo ya intervenía “constantemente en toda acción terrestre o marítima”, estableciendo así “una interdependencia muy marcada entre las tres formas de guerra”. Y recordaba que: “la iniciativa de un ataque mutuo, salvo casos absolutamente excepcionales, corresponde siempre a la Aviación”, ya que las fuerzas de superficie “se han de limitar a defenderse cuando son atacadas por ella”.

 

En consecuencia “el empleo acertado o desacertado de la Aviación será una causa de fortaleza o debilidad que repercutirá decisivamente en el resultado de la lucha”. “La estrategia aérea deberá, por consiguiente, figurar en la base de la alta estrategia de la guerra”.

 

En este aspecto la guerra ofrecía ya “modelos de operaciones combinadas Aire-Tierra”, como la campaña de Noruega y la conquista de Creta; además había otras nuevas como la acción de la aviación contra Malta para asegurar el paso de tropas y suministros a Libia. Como él decía: “la segunda guerra mundial marcará el principio de una nueva era de la guerra y señalará el punto inicial de una nueva estrategia”. Y puntualizaba: “en el mismo grado en que los beligerantes han comprendido el alcance de esta nueva estrategia… …es el grado en que han obtenido la victoria”.

 

"En consecuencia “el empleo acertado o desacertado de la Aviación será una causa de fortaleza o debilidad que repercutirá decisivamente en el resultado de la lucha. “La estrategia aérea deberá, por consiguiente, figurar en la base de la alta estrategia de la guerra” (Fernández González-Longoria)"

 

B-29, avión emblemático para el bombardeo estratégico en la II Guerra Mundial.

 

A continuación, Longoria comparaba la Primera Guerra Mundial con sus frentes estáticos y la Segunda Guerra Mundial, que marcaba “el punto cumbre y el máximo florecimiento del Arte Militar conocido hasta ahora”. Recordaba que, si en la Guerra de España se había impuesto la maniobra sobre la defensiva, se había debido, en gran parte, a “haber conquistado y mantenido nuestra Aviación durante toda la guerra el dominio del aire”.

 

La Segunda Guerra Mundial se estaba caracterizando por “la grandiosa amplitud y extrema audacia de las operaciones, la rapidez vertiginosa con que éstas son ejecutadas y lo fulminante y rotundo de los resultados de cada campaña”. Y como él decía: “es indudable que lo que esencialmente distingue a las grandes batallas actuales de las pasadas, que es la profundidad de las penetraciones en el dispositivo enemigo, las grandes maniobras de cerco, la amplitud de la explotación del éxito y la rapidez sorprendente de la ejecución, se deben especialmente a la acción combinada de la Aviación y las divisiones blindadas y motorizadas”.

 

Más adelante Longoria insistía: “la lucha en tierra está complementada hoy por la acción aérea, hasta el punto de no poderse imaginar una operación de importancia si no es contando con esa colaboración”. Y luego exponía dos consideraciones finales sobre la guerra terrestre; en primer lugar, recordaba que: “es un hecho cierto que, en todas las campañas ya terminadas,……la victoria ha estado invariablemente del lado de quien tenía el dominio del aire o la superioridad absoluta en el aire”. Y su última conclusión era: “el poder aéreo es uno de los factores que deciden la guerra terrestre, y la supremacía en el aire una condición “sine qua non” para la victoria en tierra”.

 

Luego Longoria estudiaba la eficacia del poder aéreo en la guerra marítima. En la Primera Guerra Mundial “los resultados fueron insignificantes, como correspondía al estado embrionario de los medios aéreos de la época. Pero ya en 1934 Longoria había defendido que “había de verse en la Aviación a una fuerza nueva en los mares que, actuando, ya en colaboración, ya con independencia de las fuerzas navales, obtendría resultados de suficiente importancia para influir en la decisión e imponer un cambio en la conducción de la guerra marítima”.

 

Luego recordaba que, en la Guerra de España, la Aviación Nacional había demostrado que el Arma Aérea podía “obtener por sí sola resultados que suponen un cambio radical en las condiciones de la guerra en el mar, al menos en uno de sus aspectos: la lucha contra el tráfico”.

 

Pero en la Segunda Guerra Mundial el despliegue de fuerzas había sido “afectado fundamentalmente”. Las bases navales habían “dejado de ser un refugio seguro para las flotas” cuando se hallaban “en el radio de acción de las alas contrarias”. El ataque aéreo de Tarento había vuelto a dar a Gran Bretaña “una amplia superioridad naval en el Mediterráneo”. Luego Longoria recordaba: “la eficacia del poder aéreo contra las fuerzas navales en la mar ha quedado ampliamente probada”…… “La Aviación ha hundido toda clase de buques, salvo, hasta ahora, portaaviones” (esto también quedaría ampliamente demostrado en el Pacífico, en sólo unos meses).

 

A continuación, negaba que la Aviación debiera subordinarse a las flotas como un Arma auxiliar Como él razonaba: “La acción aérea en el mar, como parte que es de la guerra aérea, no puede ser llevada a cabo donde exista inferioridad en el aire. El dominio del aire es condición indispensable para una acción aérea de envergadura”. Y recalcaba que “dominar el aire por un tiempo más o menos largo en un punto dado” sólo se podía conseguir “dentro del plan general de la guerra aérea y haciendo jugar, si ello es preciso, la totalidad del poder aéreo”. Como él decía, después de estudiar las operaciones de Noruega y Creta: “el no haber comprendido a tiempo Inglaterra que, en las grandes acciones en el mar intervendría, siempre que fuera posible, no ese Arma arbitraria que ellos llaman Arma Aérea de la Flota, sino la totalidad del poder aéreo, ha sido la causa de sus grandes desastres en ambas ocasiones”. Como Longoria señalaba, la práctica de la guerra estaba demostrando que “la inmensa mayoría de las acciones aéreas en el mar han sido ejecutadas sin conexión con ninguna acción naval”. En estas condiciones no podía “hablarse de Arma auxiliar ni de acción subordinada, sino de colaboración de dos fuerzas distintas con vistas a un mismo fin”. Luego Longoria estudiaba con detalle el caso de Creta: “una acción en la cual la Aviación por sí sola se enfrenta con una fuerza naval, la derrota y la obliga a abandonar el teatro de operaciones”.


"En 1934 Longoria había defendido que “había de verse en la Aviación a una fuerza nueva en los mares que, actuando, ya en colaboración, ya con independencia de las fuerzas navales, obtendría resultados de suficiente importancia para influir en la decisión e imponer un cambio en la conducción de la guerra marítima” 

 

Ataque británico a Toulon para evitar la caída de los buques de la flota francesa en manos alemanas.


Ejemplo de la precisión y destrucción que pueden alcanzar los bombardeos aéreos.

 

Longoria terminaba este tema diciendo que estaba claro que “en todos los aspectos de la guerra naval, la acción aérea puede presentar resultados de gran importancia, y que en ciertas condiciones el poder aéreo puede enfrentarse con el poder naval y obtener por sí la decisión, obligando a las fuerzas navales enemigas a abandonar el lugar de las operaciones”. Por tanto, él finalizaba sentando la conclusión de que “el poder aéreo es un factor de importancia decisiva en la guerra en el mar”.

 

La última parte del artículo, sobre la guerra aérea, empezaba recordando las palabras de Giulio Douhet en 1909: “No menos importante que el dominio del mar será, en breve, el dominio del aire…”. “Se combatirá, pues y duramente, por la conquista del dominio del aire…”. Longoria decía: “Las previsiones de Douhet empezaron a cumplirse cinco años más tarde”. Y a continuación recordaba que la lucha aérea “surgió espontáneamente, como un fenómeno natural e inevitable. Pues casi nadie, fuera de Douhet, había pensado que los aviones combatirían entre sí, y hasta se negaba generalmente esta posibilidad”.

 

"La inmensa mayoría de las acciones aéreas en el mar han sido ejecutadas sin conexión con ninguna acción naval”. En estas condiciones no podía “hablarse de Arma auxiliar ni de acción subordinada, sino de colaboración de dos fuerzas distintas con vistas a un mismo fin” (Fernández González-Longoria)" 

 

Ataque japonés a Pearl Harbour. Las tres fotografías indican claramente que la batalla ya nunca será naval sino aeronaval.


Torpederos basados en portaaviones se dirigen a atacar barcos japoneses cercanos a Saigón.


Daños producidos en el minador Aaron en Okinawa por el ataque de un kamikaze.

 

También mencionaba el enorme avance de la Aviación durante la Gran Guerra. Como Longoria recordaba: “La posibilidad de perfeccionar y desarrollar los armamentos aéreos con un ritmo y en una proporción que no encuentran comparación posible en los demás medios de guerra, es una enseñanza que se precisa tener hoy muy presente”.

 

La Gran Guerra había puesto de manifiesto la enorme importancia de la Aviación, “como lo prueba el hecho de que en las cláusulas del Tratado de Versalles se impusiera a Alemania la prohibición absoluta de poseer ninguna Aviación militar, mientras que en el Ejército y la Marina tan sólo se le obligó a una reducción de sus efectivos”. Pero en la guerra de 1914-18 la Aviación “no pasó de ser un auxiliar de otras fuerzas, principalmente del Ejército de Tierra”.

 

Sólo en la postguerra había pasado la Aviación a formar la tercera rama de la Defensa Nacional. Durante los años de paz “la Aviación desempeñó un papel de primer orden en el juego de la política mundial”. Entre otros ejemplos, Longoria citaba las anexiones de Austria y Checoslovaquia, que fueron “verdaderas victorias sobre Inglaterra y Francia, conseguidas principalmente por la presión de la amenaza aérea”.

 

A continuación, al comentar la Guerra de España, Longoria decía que “la nuestra fue una guerra aérea limitada. Sin embargo, la Aviación fue uno de los factores decisivos de la victoria”. …“El empleo acertado y seguro que se dio a la Aviación, tanto en el orden táctico como en el estratégico”, había marcado “un gran progreso en el arte de la guerra aérea”.

 

En cambio, según Longoria, los aliados habían pretendido repetir las condiciones que les habían dado la victoria en la Primera Guerra Mundial. Según Longoria un agravante de lo erróneo de esta concepción estratégica había sido el papel asignado a la Aviación. Para Gran Bretaña, “la Aviación era, ante todo, un arma de defensa encargada de librar a las islas de la acción aérea alemana y un medio auxiliar de la Flota”; nunca una Fuerza Aérea preparada para realizar bombardeos estratégicos. Para Francia la Aviación era “en primer lugar un elemento defensivo más en el conjunto de su actitud fundamentalmente defensiva”.

 

En cambio, en la base de la estrategia alemana el dominio del aire era una “pieza fundamental”. En consecuencia, el dominio del aire había figurado “como condición fundamental en todos los planes del Mando alemán”. El empleo de la Aviación había tenido “siempre como primer objetivo la conquista del dominio del aire”. Y, como Longoria recordaba, “la lucha por la conquista del dominio del aire ha dado lugar a batallas aéreas de una violencia extraordinaria, en las que han participado centenares de aviones”. Sin embargo, una vez alcanzado este dominio, se ejercía “generalmente en apoyo directo e indirecto de las operaciones terrestres” y no en utilizar los efectos estratégicos del Arma Aérea.

 

También recordaba Longoria que “el empleo de la Aviación para realizar ocupaciones territoriales” había sido “una de las sorpresas de esta guerra”. Igualmente recordaba que “la Aviación actual, cuyo estado de perfeccionamiento le permite tener bajo su acción a la totalidad de la organización industrial enemiga, además de su tráfico marítimo, es un arma económica de enorme valor”. 

 

"La Gran Guerra puso de manifiesto la enorme importancia de la Aviación, “como lo prueba el hecho de que en las cláusulas del Tratado de Versalles se impusiera a Alemania la prohibición absoluta de poseer ninguna Aviación militar, mientras que a Ejército y Marina sólo se obligó a una reducción de sus efectivos"

 

Durante muchos periodos de paz, la Aviación ha desempeñado un papel de primer orden en el juego de la política mundial. 


Longoria comentaba que “cualquiera que sea su ulterior desarrollo, la importancia del poder aéreo habrá de aumentar y su valor decisivo será en adelante aún mayor de lo que ha sido hasta ahora”.

 

Después de esta serie de observaciones y constataciones Longoria afirmaba rotundamente que la frase de Douhet: “conquistar el dominio del aire significa tanto como vencer; ser batido en el aire equivale a ser derrotado irremisiblemente” había adquirido “categoría de verdad indiscutible”. Esta serie de artículos terminaba recordando que la guerra seguía y que “cualquiera que sea su ulterior desarrollo, la importancia del poder aéreo habrá de aumentar y su valor decisivo será en adelante aún mayor de lo que ha sido hasta ahora”.

 

Posteriormente, en 1943 Kindelán había escrito otro libro, “España ante la esfinge”, en el que presentaba sus ideas sobre estrategia, pero sin tratar apenas la Doctrina Aérea. Luego, en el otoño de 1944, Kindelán escribió su libro “La Próxima Guerra”, más centrado en la geopolítica y la estrategia nacional que, en la Doctrina Aérea, aunque Kindelán, apoyando las ideas de Mackinder, decía: “Parece iniciarse en nuestros días la decadencia del Mar respecto a la Tierra, debido a la aparición de un nuevo instrumento bélico de incontrastable poder: el Arma Aérea”.

 

“Con el Arma Aérea, la reacción continental ha pasado de 40 Km. de alcance a más de un millar de millas”.

 

Luego Kindelán explicaba su Doctrina: “La Aviación es algo más, algo profundamente revolucionario, que permite substituir veinte combates periféricos por una sola batalla contra el corazón del país enemigo”. “Desde que la Aviación existe no es preciso destruir el frente para vencer”. 

 

B-52 en un ejercicio durante la Guerra Fría. Estos aviones se mantenían por grandes períodos de tiempo en vuelo para repeler una posible agresión nuclear.

 

En algunos aspectos, sus ideas sobre estrategia eran clásicas, como cuando enumeraba “los pocos principios militares universalmente aceptados” que enumeraba a continuación: el Secreto, la Voluntad de Vencer, la Iniciativa, la Seguridad, la Economía de Fuerzas, la Concentración de Esfuerzos, la Libertad de Acción, la Explotación del Éxito, la Sorpresa (estratégica y táctica), y la Superioridad de elementos. Pero advertía “Para el Ejército y la Marina de nada les sirve haberse preocupado de cuidar su “libertad de acción”; sin el Aire, la “iniciativa en superficie” no existe, la “superioridad de elementos” de nada sirve; Luego Kindelán afirmaba: “En contraposición a la dispersión en el concepto de “Espacio”, el desarrollo del Arma Aérea impone la concentración en el concepto de “tiempo”, lo cual afecta también a la “persistencia en la acción”. Finalmente reconocía: “Una servidumbre de la Aviación, su intermitencia ejecutiva, le impide seguir a la letra el principio de persistencia en la acción, y le obliga, en cambio, a una gran concentración en el tiempo”.

 

Pero no era un defensor acérrimo de las doctrinas douhetistas a ultranza. Por eso, presentaba tres tesis básicas:

 

a) La Aviación decidirá y ganará la guerra;

b) La guerra la ganan las fuerzas de superficie con auxilio de la Aviación;

c) Las guerras se ganan por una acción coordinada y armónica de Aviación, Marina y Ejército (que le parecía la más razonable.)

 

Para Kindelán, las principales misiones del Arma Aérea eran:

 

I. Destruir la potencia aérea enemiga hasta alcanzar el pleno dominio del aire, o a lo menos marcada supremacía (la más fundamental y prioritaria).

II. Las secundarias: proteger a las industrias de guerra, a los hogares y a las comunicaciones contra los ataques aéreos del enemigo; cooperar con la Flota en la defensa de las rutas marítimas; cooperar con las dos Armas de Superficie en operaciones ofensivas; y atacar las industrias de guerra, transportes y bases navales y aéreas del enemigo.

 

Kindelán añadía: “Además hay que agregar que, en las cinco misiones señaladas, la Aviación desempeña un papel principal, no sólo por su propia actuación, sino por la supervaloración que otorga a las armas de superficie”. Luego recordaba con Alexander de Severski: “Los buques actúan a la manera clásica (ataque al cañón) cuando la acción se desarrolla fuera del radio de acción de las aviaciones terrestres; pero recordaba que en otras ocasiones sólo actuaba la aviación embarcada, que obtenía victorias tácticas (con consecuencias estratégicas).

 

Kindelán volvía a recordar que la expedición aliada a Noruega fracasó porque la Luftwaffe logró el dominio del Mar del Norte y que en la batalla de Creta una Flota Aérea derrotó a una Escuadra naval consiguiendo expulsarla de la zona de operaciones. Como resumen de sus ideas sobre el dominio Kindelán recordaba:

 

1. El dominio del aire sólo puede lograrlo el Aire y es premisa indispensable de las operaciones terrestres o navales, a lo menos con limitación de espacio y tiempo.

2. El dominio de los mares pequeños se obtiene por acción aérea. El de los océanos por acción combinada aeronaval.

3. El dominio del terreno se obtiene por la acción aeroterrestre coordinada.

4. El dominio aéreo, es más efímero y menos absoluto que el naval.

5. En relación con el progreso de la técnica, son de prever acentuaciones en la eficacia y poder decisivo del dominio aéreo.

 

Para resumir su opinión sobre el general Douhet, Kindelán decía “de todos los grandes doctrinarios de la postguerra, sólo él ha formulado un sistema sólidamente establecido en el conjunto y en los detalles.

 

Su estudio es un manantial inagotable de reflexión, y su doctrina puede influir de modo decisivo sobre los acontecimientos de mañana.

 

Profundamente clásica en sus puntos de partida y en sus métodos, llega a conclusiones revolucionarias”. Desde luego, las primeras conclusiones de Kindelán son claras y en la línea de Douhet:

 

“a) Sobre tierra, la defensiva es aptitud fácil y económica; la ofensiva difícil y cara.

b) Sobre mar sucede cosa análoga, salvo operaciones ofensivas parciales, a las que la mar se presta.

c) En el aire la aptitud defensiva es imposible; la ofensiva es fácil y rinde mucho. Parece lógico adaptar las Armas (los tres Ejércitos) a las aptitudes de mayor rendimiento para cada una: la defensiva, para las Armas de superficie; la ofensiva, para la Aviación”.

 

Las doctrinas de Douhet y Kindelán señalan las mismas misiones asignadas a las distintas armas:

 

– A la Marina, una misión estratégica defensiva. Eventualmente, ofensiva de desembarco para establecer nuevas bases aéreas.

– Al Ejército una misión estratégica defensiva de defensa de las fronteras; eventualmente algunas ofensivas para ampliar la zona de aeródromos.

– A la aviación una misión estratégica ofensiva y una misión táctica muy compleja: ofensiva siempre en superficie; defensiva contra los ataques aéreos del adversario; eventualmente defensiva contra ataques de armas de superficie; finalmente, misiones logísticas diversas.

 

Kindelán también citaba varios principios del Mariscal Montgomery, sobre todo “Hay que ganar la batalla aérea antes de emprender la batalla terrestre o marítima”. 

 

"Kindelán presentaba tres tesis básicas: a) La Aviación decidirá y ganará la guerra; b) La guerra la ganan las fuerzas de superficie con auxilio de la Aviación; y c) Las guerras se ganan por una acción coordinada y armónica de Aviación, Marina y Ejército (que le parecía la más razonable)" 




F-22, caza de última generación para la consecución de la superioridad aérea.

 

Luego Kindelán precisaba otros Principios derivados:

 

a) No existe más dominio indispensable que el del Aire; este dominio raramente llega a ser absoluto.

b) La ofensiva estratégica es misión específica del Arma Aérea.

c) El dominio del mar lo conquista y lo mantiene la Aviación.

d) Sólo puede contrarrestarse un poder aéreo con otro aéreo.

e) Las operaciones de bloqueo y desembarco sólo debe intentarlas quien disponga del dominio del aire.

f) En el aire la calidad vence a la cantidad, y la precisión de efectos constituye el principal factor de eficacia.

g) La potencia ofensiva de una Aviación varía en razón inversa a la distancia al objetivo.

 

"En su estudio de la Batalla de Inglaterra, Kindelán consideraba que se desistió de cruzar el Canal de la Mancha porque se consideró que la empresa era muy arriesgada mientras no se derrotara a la RAF. (que se había mostrado dura y llena de espíritu combativo)".

 

Se estimó necesario –douhetismo puro– liquidar la batalla aérea preliminar entes de emprender la gran operación anfibia. Además, los alemanes emprendieron la batalla con un concepto erróneo y medios inadecuados, ya que consideraron que se trataba de combates accesorios para preparar la acción principal, reservada al Ejército de Tierra.

 

Pero se trataba de la acción principal, de la “batalla decisiva”; ganada, la invasión era una empresa fácil, de éxito seguro; perdida, de nada serviría la formidable máquina de guerra alemana. Su brazo aéreo resulto corto ante la inmensidad de los océanos y ante la extensión desmesurada del espacio ruso. También le faltó a la Luftwaffe una doctrina lógica y la fe para seguirla hasta el fin. No se emplearon los aviones adecuados, ni donde era debido, ni como era debido, ni cuando era debido.

 

Kindelán también estudiaba el desembarco en Normandía y citaba las palabras del mariscal Montgomery: “Si se logra coordinar las Fuerzas de Tierra y de Aire, nada puede resistirlas y no se puede jamás perder una batalla. Este es uno de los grandes principios del Arte de la Guerra, el primero. El segundo es que los Ejércitos de Tierra y Aire han de colaborar estrechamente, formando una unidad”.

 

"En su estudio de la Batalla de Inglaterra, Kindelán consideraba que se desistió de cruzar el Canal de la Mancha porque se consideró que la empresa era muy arriesgada mientras no se derrotara a la R.A.F. (que se había mostrado dura y llena de espíritu combativo)"


Una de las conclusiones de Kindelán es que “sobre tierra, la defensiva es aptitud fácil y económica; la ofensiva difícil y cara”.

 

Kindelán, citando principios del Mariscal Montgomery, indicaba que “Hay que ganar la batalla aérea antes de emprender la batalla terrestre o marítima”.

 

"En 1945 se publicó un nuevo libro de Doctrina Aérea, titulado “El Arma Aérea. Empleo Táctico”, libro escrito a principios de 1944 por el ya coronel Mata Manzanedo[1], diplomado de Estado Mayor del Ejército de Tierra y del Aire, que en marzo de 1942 había escrito en la Revista de Aeronáutica un artículo titulado “¡¡Sorpresa…!! Aviación”, en el que hablaba de cómo las cualidades de la Aviación permitían la sorpresa en sus tres variantes, estratégica, táctica y técnica".






En su libro Mata presentaba una serie de conclusiones:

 

1º La inexcusable intervención del Arma Aérea, imprime a toda batalla de importancia un carácter tridimensional.

2º La guerra moderna se caracteriza por la posibilidad de que la Fuerza Aérea alcance a toda la fuerza terrestre o naval, a menos que esté protegida por su propia Fuerza Aérea. 3º Es indudable que la seguridad del jefe no se logra por los medios tradicionales de otros tiempos, y por eso no podrá ejercer su libertad de acción para oponerse al enemigo mediante una acción de conjunto, malogrando su iniciativa ante el riesgo de ser sorprendido, dando al traste con la voluntad de vencer mejor templada.

 

Las acciones aéreas por él enumeradas tienen por objeto “conquistar y conservar el dominio del cielo”. Para Mata, las características esenciales del avión le otorgan la universalidad de empleo diferenciándole esencialmente de los medios de superficie y recuerda que “su acción por excelencia es la ofensiva:

 

a) En el espacio: porque todos los objetivos enemigos comprendidos en su radio de acción militar (con carga útil) resultan vulnerables a sus ataques.

b) En el tiempo: porque sus cualidades permiten mantener hasta el último momento la incertidumbre del enemigo sobre el punto que será objeto del ataque.

c) En potencia: porque la diseminación de las bases o aeródromos, no es obstáculo para que “formen masa” en el aire.

 

Para Mata la capacidad defensiva del arma Aérea es escasa. Como remate, al aparecer el explosivo nuclear, con un solo avión atacante que pase es suficiente para producir efectos demoledores, de consecuencias estratégicas, como la rendición de Japón. Por eso, para él, “el Arma Aérea ha de emplearse en masa, empeñándose ofensivamente, desencadenando una acción potente, para producir grandes efectos en el menor plazo y, en todo caso, anticipándose a las actividades similares del enemigo”. Ya no es necesaria la ocupación del país enemigo para alcanzar la victoria. En consecuencia, apunta un orden de urgencia en la ejecución de las misiones del Arma Aérea “que es unánimemente admitido”:

 

1º Destrucción de la potencia aérea del enemigo.

2º Cooperación con las fuerzas navales para la protección de las rutas marítimas cuando el abastecimiento del país se realice fundamentalmente por estas vías.

3º Cooperación con las fuerzas terrestres y navales en sus operaciones ofensivas.

4º Ataque a los recursos de todo orden del país enemigo.

 

Mata consideraba que el Arma Aérea debía estar dividida en tres componentes: Armada Aérea o Aviación de empleo estratégico, Aviación de cooperación con el Ejército de Tierra y Aviación de cooperación con la Marina. La Armada Aérea debía estar a las órdenes directas del Mando Aéreo, mientras que los Jefes de la Aviación de cooperación debían ser Generales del Aire en los Cuarteles Generales del Ejército de Tierra y de la Marina.

 

Al igual que el Coronel Mata, muchos discípulos y seguidores de Kindelán presentaron sus ideas en la Revista de Aeronáutica. Durante 1942 y 1943 el ya teniente coronel Manuel Martínez Merino[2] expuso sus ideas sobre Doctrina y Arte Militar Aéreos. Empezó por publicar, en mayo de 1942, un análisis sobre la derrota de Francia en 1940; el artículo se titulaba “Estudios sobre un cadáver”. En su opinión, estaba bien claro que Francia se había dejado adelantar por Alemania en el campo de la Aviación Militar y de la industria aeronáutica, y que, cuando quiso reaccionar ya era demasiado tarde. Después de que la Luftwaffe había sabido conquistar el Dominio del Aire sobre Francia, las fuerzas armadas alemanas no habían tenido problemas en derrotar al ejército francés y ocupar el territorio de la Francia continental. Desgraciadamente para Francia, el tiempo había dado la razón a los “douhetistas”. 

 

"En octubre de 1942 Martínez Merino publicó un extenso y detallado artículo titulado “Aeronáutica Militar. Cooperación con el Ejército de Tierra”, en el que exponía sus ideas contra las tesis de los “ultra-douhetistas”, que consideraban que esta aviación debía suprimirse por completo en beneficio de la Armada Aérea. Eso sí, cada una de estas Aviaciones de Cooperación tenía que estar bajo el mando de un General de Aviación, que debían estar en los Cuarteles Generales del Ejército de Tierra y de la Marina respectivamente".

 

En mayo de 1943, el ya coronel Martínez Merino publicó otro artículo titulado “Las Grandes Unidades Aéreas”. En éste fijaba las misiones de los Cuerpos de Ejército del Aire, que debían ser: “El dominio del aire en el territorio propio y en el de sus actuaciones; llevar al enemigo la acción estratégica necesaria, apoyar directamente a las unidades del Ejército de Tierra o Marina del sector, en cuanto les sea necesario de aviación de combate (aparte de las aviaciones de cooperación con estos Ejércitos, con las que estará enlazado); finalmente, la defensa antiaérea activa de su sector”.

 

Poco después, en octubre de 1943, Martínez Merino publicó otro artículo, titulado “Aviación sobre el mar y Aviación de cooperación con la Marina”, en el que daba por sentado “la necesidad que tiene la Marina de la cooperación aérea”, y consideraba “evidente que todo avión que actúe sobre objetivos en el mar o en las costas, coopera más o menos directamente con la propia Marina”.

 

Añadía: “Ni aun en el supuesto de una Marina con Aviación propia, puede desentenderse el resto de la Aviación del cometido de apoyarla” y “Cuanto menor sea una Marina, más necesitará el apoyo del Aire”. Y luego “Las últimas lecciones de la guerra actual nos dicen que ni en la tierra ni en el mar hay dominio posible si no le precede el dominio del aire”.

 

“Para disponer del dominio del aire, necesario a la Marina como al Ejército de Tierra, será necesario acudir al Ejército del Aire”.


"En 1945 se publicó “El Arma Aérea. Empleo Táctico”, escrito por el coronel Mata Manzanedo, que en marzo de 1942 había escrito en la Revista de Aeronáutica el artículo “¡¡Sorpresa…!! Aviación”, en el que hablaba de cómo la Aviación permitían la sorpresa en sus tres variantes, estratégica, táctica y técnica"


Finalmente, en junio de 1944, Martínez Merino publicó en la Revista de Aeronáutica su artículo “Necesario repaso a Douhet” (escrito en octubre de 1943) en el que se atrevía a decir: “Tan fuera de la realidad nos parecen los que esperan que las doctrinas de Douhet llegue a aplicarse al pie de la letra, como los detractores furibundos que en su fobia quieren negar a la Aviación capacidad para destruir ciudades, hundir barcos o abatir la moral de la retaguardia”. Martínez Merino pasaba revista a la situación de la guerra en aquel momento (octubre de 1943) diciendo que todo iba según las previsiones generales de Douhet y además recordaba que Douhet escribía para Italia, que era un país con condicionantes específicos. En cambio, Douhet había dicho: “Si yo estuviera pensando en un conflicto entre los EEUU y Japón, no llegaría a estas mismas conclusiones”.



 

Para Mata, las características esenciales del avión le otorgan la universalidad de empleo, diferenciándole esencialmente de los medios de superficie.

 

Recordaba que Douhet no pretendía establecer un Ejército del Aire que actuara independientemente de los otros dos, sino que trataba de coordinar los tres, aunque dando preponderancia al del Aire. Era la misma idea de Kindelán: “Las guerras se ganan por una acción coordinada y armónica de Aviación, Marina y Ejército”. Puntualizaba que Douhet había dicho: “No debemos preguntarle a Napoleón qué hizo, sino qué hubiese hecho si se encontrase en nuestros tiempos y en nuestras circunstancias”. También había escrito: “Se dice a menudo que el mejor medio de defenderse es atacar. En el dominio aéreo esto es cierto de una manera más absoluta. En él el único medio de defenderse es atacar”. Douhet también decía: “Conquistado el dominio del aire, la Armada Aérea victoriosa podrá proporcionar amplios medios auxiliares a su propio Ejército y a su propia Marina”. “La Armada Aérea, tal como yo la concibo, podría luchar por el dominio del aire, atacar a la nación enemiga y cooperar con la totalidad de sus fuerzas con el Ejército o con la Marina”.

 

En el Pacífico las consideradas “aviaciones auxiliares de la Marina” estadounidense o japonesa estaban llevando a cabo ataques, que ya no se llamaban batallas navales, sino “batallas aéreas” o aeronavales. Martínez Merino terminaba diciendo que las afirmaciones fundamentales de Douhet se habían cumplido, empezando por la necesidad de dominar el aire, “sin cuyo requisito ninguna fuerza podría actuar”.

 

Pocos días después de imprimirse su artículo en la revista, el éxito de la invasión de Europa y el desembarco en Normandía bajo el “paraguas aéreo” aliado demostraron que Douhet y Martínez Merino estaban en lo cierto.

 

Durante su permanencia como coronel director de la Academia de Aviación, a Martínez Merino se le encargaron las conferencias sobre temas aeronáuticos que debía explicar en los cursos de generales de la Escuela Superior del Ejército.

 

Posteriormente los recopiló y desarrolló en su libro “Arte Militar Aéreo” aparecido en 1948 y reeditado después en 1950 y fechas posteriores. También prologó el libro “Ensayo sobre arte militar aéreo”, escrito por el entonces comandante Luis Bengoechea Bahamonde. En este ensayo el autor estudiaba los conceptos de pueblo, nación y guerra, a la que consideraba como el choque entre dos pueblos.

 

Luego pasaba al estudio de la guerra moderna y especialmente de la guerra aérea, recordando la enorme importancia de encuadrar adecuadamente a la población civil, acto que consideraba indispensable. Para ello era necesario que el gobierno adoptase una política interior bien definida y consideraba que la política exterior podía constituir ya el primer acto de la guerra, apoyando los fines u objetivos de la política nacional, que se debían definir claramente para evitar seguir una política exterior zigzagueante. Luis Bengoechea consideraba que éste era el mayor error de la política de los aliados, que apoyaban a veces a sus enemigos, en lugar de apoyar a sus amigos.

 

Bengoechea defendía la necesidad de librar con todas sus fuerzas la batalla aérea inicial, para ganarla rápidamente. Recordaba que las posibilidades de lograr esta rápida victoria dependían del poder aéreo y éste de un buen uso del poder económico.

 

"Douhet: “Conquistado el dominio del aire, la Armada Aérea victoriosa podrá proporcionar amplios medios auxiliares a su propio Ejército y a su propia Marina.” “La Armada Aérea podría luchar por el dominio del aire, atacar a la nación enemiga y cooperar con la totalidad de sus fuerzas con el Ejército o con la Marina” 

 

La precisión de las armas convierte a los cazabombarderos con capacidad de reabastecimiento en vuelo o “tácticos” en aviones “estratégicos”, según los objetivos que se pretendan alcanzar.

 

Sólo así se podía derrotar rápidamente a la Fuerza Aérea enemiga en la fase inicial de la guerra, para empezar entonces la segunda fase de la guerra, si es que el enemigo no había aceptado ya su derrota, e iniciar las operaciones de superficie con una clara ventaja.

 

Bengoechea también defendía el mando único del Arma Aérea: “Lo mismo que en la guerra de superficie no existe un jefe para el ataque y otro para la defensa, y el Arma la forman el conjunto ofensivo y el protector, de igual manera sólo un jefe único ha de englobar, en el total o en las diversas partes del territorio, el mando de las acciones aéreas ofensivas o defensivas en un concepto integral de la guerra aérea”.

 

* Coronel de Aviación. Miembro de número del SHYCEA. Licenciado en Geografía e Historia

 

Fuente: https://publicaciones.defensa.gob.es/Revista Aeroplano Especial Nº 29. Año 2011.



[1] El coronel Mata Manzanedo fue profesor de la Escuela Superior del Ejercito, secretario general del Ministerio del Aire, director de la Escuela Superior del Aire, jefe de la Zona Aérea de Canarias y África Occidental española, y 2º jefe del Alto Estado Mayor. Ascendió a teniente general del EA en la Reserva.

[2] El teniente coronel Martínez Merino fue un piloto destacado en las operaciones de Marruecos (diversas condecoraciones y un ascenso por méritos de guerra); luego fue jefe de tráfico de LAPE (Líneas Aéreas Postales Españolas), jefe de un Grupo de bombardeo durante la Guerra de España, director del aeropuerto de Barajas, director General de Personal del Ministerio del Aire, director de la Academia de Aviación de León y profesor de la Escuela Superior del Ejército, delegado de España en la OACI, 2º jefe del Estado Mayor del Aire, Director General de Aviación Civil y jefe de Estado Mayor del Aire.