7 de octubre de 2021

TORRES ANTIAÉREAS: EL ÚLTIMO BASTIÓN DEL III REICH

 

Las Juventudes Hitlerianas vigilaron el cielo de Alemania en la agonía del III Reich ocupando las baterías antiaéreas de las torres construidas para defender las ciudades alemanas de las tormentas ígneas desatadas por los bombardeos angloamericanos.

 

Por Manuel Moncada Lorén

 

Un Flak 38 de 105 mm y su dotación en la azotea de la torre antiaérea del zoológico de Berlín.


Esta historia forma parte de "Al servicio de Hitler", una serie especial de documentales que revela el papel que desempeñaron las SS y las Juventudes Hitlerianas en el III Reich. 

 

En agosto de 1940, la Royal Air Force británica (RAF) comenzó los bombardeos estratégicos sobre Berlín como respuesta a las incursiones aéreas de la Lufwaffe sobre el Reino Unido que trataban de dañar los principales centros industriales de Inglaterra.

 

Hasta ese momento, Adolf Hitler había confiado en la capacidad de la Luftwaffe para sostener la superioridad área de los cielos en Alemania, ya que según el mismo Goering le había prometido, “ningún bombardero aliado atacará Berlín jamás”.

 

El ataque británico sobre la capital del Reich puso de manifiesto la debilidad de las ciudades alemanas ante los ataques aéreos, por lo que se puso en marcha un programa de construcción de instalaciones defensivas antiaéreas fijas.

 

La joven dotación de un Flak 88.


A finales de 1941, las fuerzas del III Reich fueron llevadas al límite al verse obligadas a luchar contra las fuerzas combinadas de la URRS, EE.UU y Gran Bretaña. En aquellos momentos, la gran mayoría de los adultos alemanes ya estaban prestando servicio, por lo que las baterías antiaéreas fueron manejadas casi en su totalidad por miembros de las Juventudes Hitlerianas.

 

La primera incursión de envergadura sobre Alemania (1.000 aeronaves) tuvo lugar en mayo de 1942 sobre la ciudad de Colonia. Ese mismo mes, los jóvenes alemanes con edades comprendidas entre los 16 y 18 años fueron convocados para recibir adiestramiento militar durante tres semanas bajo la supervisión de la Wehrmacht.

 

En estos campos de entrenamiento, llamados Wehrertüchtigungslager (Campos de Fortalecimiento de la Defensa), los jóvenes aprendieron a manejar armas portátiles, ametralladoras pesadas, granadas de mano y Panzerfausts (Puños antitanque, un lanzagranadas alemán desechable) además de baterías antiaéreas (Flak).

 

Un Flakvierling 38 y su dotación en la torre del zoo de Berlín.


En principio se trataba de puestos de defensa instalados cerca de sus casas, pero conforme la guerra fue arrinconando a Alemania, se ordenó su despliegue en torno a los centros industriales y en las principales ciudades del país.

 

Los muchachos más jóvenes eran los responsables de manejar los reflectores antiaéreos y cumplían funciones de enlace, normalmente montando bicicletas.

 

Después de cada incursión aérea, los miembros de las Juventudes Hitlerianas colaboraban en la limpieza de escombros y ayudaban a reubicar a las personas que habían perdido sus casas, además de hacer balance de daños.

 

Una de las torre Flak durante su construcción.


Las Torres Flak o torres antiaéreas, fueron unos complejos de cemento y hormigón armado de 30 metros de altura que se convirtieron en el último bastión del III Reich defendido por miembros de las Juventudes Hitlerianas

 

Construidas en las ciudades de Berlín, Hamburgo y Viena, estas estructuras estaban dotadas de cuatro plataformas de armamento antiaéreo de diverso calibre y focos reflectores para localizar los bombarderos de noche. Estos focos también se utilizaban para cegar a los pilotos que se aproximaban.

 

Estas auténticas fortalezas tenían su propio centro de control de fuego y elevadores de munición central blindados. Estaban equipados con los famosos cañones Flak de 88 mm., las piezas de artillería antiaérea que se habían revelado también muy efectivas contra los carros de combate, tal fue su éxito, que este cañón pasó a ser el que montaban los blindados pesados alemanes como los Tiger, entre otros modelos.

 

Estructuras similares fueron levantadas en ciudades como Stuttgart, Frankfurt y en otras localizaciones estratégicas en territorio ocupado; Angers (Francia), Trondheim (Noruega) y en la isla Helgoland en el mar de Frisia.

 

Soldados alemanes suben la escalera de caracol que lleva hasta la azotea.

 

Adicionalmente, cada una de las torres disponía de una antena de radar cuyo plato podía retraerse bajo una gruesa cúpula de acero y hormigón armado para su protección.

 

Con muros de hormigón de hasta tres metros y medio de grosor, los diseñadores consideraron que las torres antiaéreas eran invulnerables al ataque de los artefactos convencionales que portaban los bombarderos pesados ​​de la RAF en el momento de su construcción.

 

Estos robustos edificios tenían la capacidad de albergar hasta 10.000 civiles y un hospital. Las torres, durante la caída de Berlín, eran auténticas ciudades, con decenas de miles de berlineses refugiándose en su interior durante la batalla.

 

Artilleros alemanes cargan munición en el elevador blindado.


Auténticas fortalezas

 

Al igual que las fortalezas medievales, las torres fueron un lugar relativamente seguro en una ciudad en ruinas y fueron los últimos lugares en rendirse al Ejército Rojo.

 

En medio del bombardeo aliado, la torre del zoológico del Berlín se convirtió en la caja fuerte de tesoros arqueológicos recopilados por Alemania a lo largo de los siglos, como en busto de Nefertiti, el altar de Zeus de Pérgamo e incluso la colección de monedas del Kaiser Wilhelm.

 

Además de estas valiosas reliquias, la torre del zoo acogió el cuartel general del ministro de propaganda del Reich y plenipotenciario para la guerra total, Joseph Goebbels, aunque más tarde se trasladó al búnker de la Cancillería para asistir al final del “Reich de los mil años”, donde se suicidó junto con su mujer después de envenenar a sus seis hijos mientras dormían.

 

Armamento

 

Las torres fueron capaces de mantener una cadencia de fuego de 8.000 disparos por minuto gracias a sus cañones de diversos calibres (como el Flak 40 de 128 mm o el Flak 38 de 105 mm), con un alcance de hasta 14 kilómetros y un campo de fuego de 360 ​​grados.

 

Sin embargo, sólo los cañones más pesados de 128 mm tenían la capacidad para defenderse de los bombarderos cuatrimotores ​​de la RAF y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAAF). A pesar de la incontestable superioridad aérea de los aliados, las tres torres antiaéreas de Berlín crearon un triángulo de fuego que cubría el distrito gubernamental.

 

Puesto de mando de una de las torre antiaéreas de Berlín.


Las largas formaciones de bombarderos aliados, trataban de evitar entrar en el rango de tiro de las torres para no resultar alcanzados por su alta potencia de fuego. Las alas de caza de la Luftwaffe trataban de empujar a las columnas de bombarderos aliados a las zonas inferiores de fuego antiaéreo.

 

Desde el aire, las torres eran casi invulnerables, ya que sobrevolar una de estas estructuras significaba exponer la zona ventral de las aeronaves al devastador fuego de las torres antiaéreas.

 

Incluso desde tierra eran un obstáculo formidable. Las torres Flak resultaron un obstáculo molesto para el Ejército Rojo durante su asalto a Berlín, ya que encontraron difícil infligir un daño significativo a estas superestructuras incluso con artillería rusa de grueso calibre, como los obuses M1931 (B-4) de 203 mm.

 

En consecuencia, las fuerzas soviéticas generalmente maniobraron en torno a las torres para rodearlas hasta que la guarnición se rindiese.

 

Las torres Flak tenían la ventaja de estar completamente abastecidas con municiones y suministros, y los defensores pudieron usar los devastadores cañones contracarro ligeros del calibre 20 contra la infantería soviética que atacaba la base de las torres.

 

Una de las torres antiaéreas de Viena en la actualidad.


Para muchos soldados del Volkssturm (la milicia nacional alemana) y de las Juventudes Hitlerianas que sirvieron desde el principio, las torres antiaéreas y el búnker del Führer fueron el último bastión del III Reich.

 

Estas torres de hormigón son de construcción tan robusta que algunas no han podido ser demolidas tras el conflicto y siguen en pie hoy en día. Fue muy difícil dinamitar las torres, porque se encontraban en medio de zonas residenciales. Dado el grosor de las paredes, fue casi imposible desmantelarlas de forma tradicional y hoy en día están catalogadas como monumento histórico.

 

El bombardeo de Alemania

 

El bombardeo angloamericano de Berlín alcanzó su apogeo de noviembre de 1943 hasta marzo de 1944. El máximo responsable de esta campaña de destrucción de áreas urbanas alemanas fue el Comandante en Jefe del Comando de Bombarderos de la Royal Air Force, Sir Arthur “Bomber” Harris, apodado “butcher” (carnicero) por sus propios colegas.

 

En octubre de 1943, una dotación de focos reflectores recibió el impacto directo de una bomba británica, destruyendo la posición y matando a toda la dotación, compuesta por niños de 14 años.

 

Los bombarderos norteamericanos B-17 se sirvieron del radar para atacar por encima de las nubes.


Más allá de acabar con la industria bélica alemana, Harris creía que el bombardeo indiscriminado de la población civil podría ser el golpe definitivo para el ardor combativo alemán: "podemos destruir Berlín de extremo a extremo si llega la USAAF con nosotros. Nos costará entre 400 y 500 aviones, pero a Alemania le costará la guerra".

 

Las incursiones de los bombarderos pesados ​​Avro Lancaster británicos y de las fortalezas volantes B-17 estadounidenses orquestadas por Harris, no solo desplegaron su lluvia de azufre sobre Berlín.

 

En 1945, con Alemania acorralada y sin ninguna capacidad de respuesta, los Aliados no se detuvieron en su propósito de reducir las ciudades alemanas a escombros.

 

La ciudad alemana de Dresde totalmente destruida por las bombas aliadas.


El Zwinger Museum y la catedral Frauenkirche eran dos de los edificios más emblemáticos de Dresde, una ciudad que, hasta aquellos días de hace ya 73 años, no fue considerada un punto estratégico para ninguna las partes beligerantes.

 

Para los aliados no representaba un obstáculo en su avance a Berlín y por este motivo los alemanes trasladaron sus baterías antiaéreas a otros centros industriales.

 

Víctimas de la misma estrategia de desmoralización, numerosas ciudades germanas fueron reducidas a escombros por los bombardeos de estadounidenses e ingleses: los primeros atacaban de día; los segundos, de noche.

 

A las 21:51 del martes de carnaval, 13 de febrero de 1945, el rumor de los cuatrimotores de la RAF activó la alarma antiaérea en la ciudad que soportó una lluvia de fuego que descargó casi 4.000 toneladas de bombas –muchas de ellas incendiarias, de fósforo blanco- en menos de 48 horas.

 

La noche se vio interrumpida por la incursión de ocho bombarderos Mosquito, que se encargaron de señalar con bengalas de humo rojo los objetivos para los 244 bombarderos estratégicos que los seguían.

 

A las 22:14, los bombarderos aliados dejaron caer 525 toneladas de explosivos y 350 toneladas de bombas incendiarias en menos de 20 minutos. Esa fue la primera oleada de un ataque que por su naturaleza no obedece a ningún criterio estratégico, sino más bien era una aplicación de manual del denominado bombardeo en alfombra, un ataque que busca la destrucción total de un área en concreto.

 

Bombarderos norteamericanos

 

Una formación de B-24 del General de División Nathan F. Twining de la 15ª Fuerza Aérea de Estados Unidos ataca las líneas férreas cerca de Salzburgo, Austria.

 

El bombardeo en alfombra más conocido, tanto por el número de víctimas civiles causadas como por sus consecuencias, es el que ejecutaron la RAF y USAAF sobre la ciudad de Dresde durante la Segunda Guerra Mundial.

 

El ataque se produjo un martes de carnaval, con las calles abarrotadas por cientos de miles refugiados civiles y soldados heridos que en pleno invierno huían del avance ruso hacia el oeste, y se prolongó hasta el mediodía del 15 de febrero, cuando el último B-17 estadounidense lanzó su carga incendiaria sobre una ciudad en ruinas.

 

Tormentas ígneas

 

Cuando un incendio alcanza la magnitud necesaria, se convierte en una tormenta ígnea. Dada la magnitud del bombardeo de fuego y del número de dispositivos inflamables que cayeron sobre la ciudad, el incendio resultante se convirtió en un infierno que mantuvo su propio sistema de ventilación, con vientos que alcanzaron temperaturas superiores a los 2000 grados centígrados.

 

Las ciudades de Dresde (Alemania) y Tokio (Japón), fueron las principales víctimas de estos fenómenos. Se dice que, en el bombardeo de Dresde, las personas se derretían e incendiaban en las condiciones de horno resultantes, mientras que Tokio unas 60000 personas ardieron vivas.

 

El informe que la RAF distribuyó a sus pilotos la noche del ataque decía lo siguiente:

 

“Las intenciones del ataque son golpear al enemigo donde más lo sienta, en la retaguardia de un frente a punto de desmoronarse [...] y enseñar a los rusos cuando lleguen de lo que es capaz el Comando de Bombarderos de la RAF.”

 

Sin embargo, las principales zonas industriales de la periferia, que tenían una extensión considerable, no fueron bombardeadas.

 

El bombardeo de Dresde y sus consecuencias llegaron rápidamente al Reino Unido, donde los periodistas se preguntaron cuál era el objetivo principal del ataque, e incluso la agencia norteamericana Associated Press lanzó un teletipo que informaba de cómo los Aliados habían recurrido a los bombardeos para aterrorizar a la población.

 

Churchill, en un telegrama dirigido a los jefes del estado mayor británico que no llegó a enviar, dijo que “ha llegado el momento de replantearse la cuestión de bombardear las ciudades alemanas con el mero propósito de propagar el terror o bajo otros pretextos [...] La destrucción de Dresde pone seriamente en entredicho la conducta de los Aliados en lo referente a bombardeos”.

 

Dresde, Londres, Guernica o Hiroshima, fueron víctimas de los bombardeos indiscriminados contra sus habitantes y constituyen un ejemplo de que las bombas de uno y otro bando causan el mismo dolor cuando explotan.

 

Al servicio de Hitler



 

Las Juventudes Hitlerianas constituyen un ejemplo del proceso que radicalizó a toda una generación de jóvenes alemanes. Para adentrarte más en uno de los episodios más oscuros de la historia, no te pierdas la serie documental “Al servicio de Hitler”, que desvela la historia de las SS y las juventudes hitlerianas.

 

Fuente: https://www.nationalgeographic.es