19 de octubre de 2021

LA AVIACIÓN ESPAÑOLA – LA DOCTRINA AÉREA DESPUÉS DEL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 

A pesar de la precisión de las armas actuales, siempre será necesario contar con un número mínimo de plataformas para contrarrestar la reacción enemiga.

 

Por Jaime de Montoto y de Simón * 

 

Después de la victoria definitiva de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, en España el modelo ya no era la Luftwaffe, sino la USAF o la RAF, pero los principios básicos seguían siendo los mismos, aunque con distintos matices.

 

Durante 1946 el ya Coronel Martínez Merino volvió a dar un repaso a la cooperación con el Ejército de Tierra y con la Marina, escribiendo varios artículos bajo el epígrafe “ARMA AÉREA”. El primero fue “El Ejército del Aire en las batallas de superficie”, que apareció en el Nº 64 de la Revista de Aeronáutica de marzo de 1946. En este artículo enumeraba las misiones del Ejército del Aire:

    

  • Destrucción del poder aéreo enemigo, atacándole en sus bases, en el aire o en sus fábricas, consiguiendo así el dominio del aire.
  • Protección del territorio nacional contra los ataques aéreos.
  • Atacar el interior del territorio enemigo.
  • Cooperar con el Ejército de Tierra en todas sus operaciones.
  • Cooperar con la Marina en las operaciones navales.

 

Todo muy douhetiano.

 

A continuación, empezaba con un estudio histórico sobre la Segunda Guerra Mundial en el que recordaba cómo “la curva de los éxitos y de los fracasos” coincidía exactamente en los dos bandos con la del dominio aéreo, tanto en el orden estratégico como en el táctico. Luego explicaba con detalle la organización de la Luftwaffe y cómo los aliados, primero Gran Bretaña y luego los Estados Unidos, habían ido modificando sus organizaciones. Recordaba las palabras de Churchill después del fracaso de la campaña en Noruega, reconociendo que su inferioridad frente al poder aéreo enemigo había sido suficiente para justificar la retirada de la Escuadra inglesa. “La potencia aérea alemana no es invencible. La potencia aérea –de Alemania o de cualquier otro país– sólo es invencible cuando no puede contrarrestarse con la suficiente potencia aérea”. Gran Bretaña se había dedicado a desarrollar su fuerza aérea de un modo frenético, dado su retardo inicial frente a Alemania.

 

Por su parte los Estados Unidos se habían apropiado también el lema “La victoria se conseguirá en el aire”, y la Aviación Militar estadounidense, tanto la del Ejército como la de la Marina se desarrolló enormemente y mantuvo una Aviación Estratégica que realizó sus misiones sobre Europa con arreglo a las doctrinas de Douhet y de Severski y en colaboración con la RAF hasta conseguir aplastar a la Luftwaffe; por otra parte, creó sus Fuerzas Aéreas Tácticas para apoyar a las fuerzas de tierra.



 

La campaña del Pacífico pertenecía a la guerra sobre el mar y Martínez Merino la resumía diciendo que había sido la lucha por la ocupación de una serie de bases aéreas necesarias para llegar a poder atacar el territorio metropolitano del Japón.

 

“Los Estados Unidos habían apropiado el lema “La victoria se conseguirá en el aire”, y su Aviación se desarrolló enormemente y mantuvo una Aviación Estratégica que realizó misiones sobre Europa con arreglo a las doctrinas de Douhet y de Severski y en colaboración con la RAF hasta conseguir aplastar a la Luftwaffe”

 

A pesar de la precisión de las armas actuales, siempre será necesario contar con un número mínimo de plataformas para contrarrestar la reacción enemiga.

 

En este teatro de operaciones se realizaron numerosos desembarcos navales y aéreos, cuyo éxito estuvo asegurado siempre que se contó con la supremacía aérea, o fracasó cuando se perdió, como en Nueva Guinea o en Midway.

 

En el siguiente artículo titulado “La Aviación y la guerra en el mar”, aparecido en el N° 68 de la Revista de Aeronáutica (julio de 1946), repasaba todas las acciones navales de alguna importancia, para sacar conclusiones de ellas. Señalaba que los ingleses habían estado a punto de perder la Batalla del Atlántico y que sólo la ganaron gracias a la mejora de la capacidad y del radio de acción de los aviones del Mando Costero de la RAF.

 

Recordaba que en el Mediterráneo no había habido enfrentamiento directo entre las Flotas de batalla italiana y británica, sino golpes de la Aviación embarcada británica en Tarento y de los hombres-rana italianos en Alejandría, para reducir estas flotas; la verdadera lucha había sido por los convoyes de abastecimiento: los italianos para abastecer Libia y los británicos para abastecer Malta.

 

Sobre la guerra en el Pacífico recordaba que no había habido grandes batallas navales, sino aeronavales, en las que las aviaciones de ambos bandos, embarcadas o con base en tierra, habían atacado y puesto fuera de servicio o hundido a los grandes buques enemigos. Después las fuerzas de superficie desembarcaban en una isla para adelantar el despliegue aéreo y siempre la conquistaban si contaban con la supremacía aérea. Los desembarcos en el Mediterráneo y en el Pacífico habían proporcionado una experiencia valiosísima a los aliados, que así pudieron desembarcar con éxito en Normandía y en Provenza, bajo la protección de las Fuerzas Aéreas aliadas. La experiencia de estas enormes operaciones con fuerzas de Tierra, Mar y Aire bajo un mando común, habían llevado al Presidente de los Estados Unidos a crear la Junta de Jefes de Estado Mayor en Washington, organismo luego implantado en casi todos los países del mundo.

 

En el siguiente artículo, aparecido en el N° 69 de la Revista de Aeronáutica (agosto de 1946) titulado “Intervención del Poder Aéreo en la guerra en el mar”, Martínez Merino recordaba que la aparición del Arma Aérea había introducido en la guerra sobre el mar “un nuevo factor cuya importancia ha de ir en aumento”. Así recordaba diversas batallas aeronavales, llamadas “batallas aéreas” por los japoneses, debido a que la mayoría de las flotas de combate no habían llegado al contacto balístico, habitualmente ni al contacto visual.

 

Martínez Merino sacaba una conclusión clara: “la participación de la Aviación en todos los cometidos de acción sobre el mar, se ha manifestado también como resolutiva”. Inmediatamente recalcaba que no quería decir que la Marina llegaría a ser un auxiliar secundario del poder aéreo, sino que, en el mar, como en tierra, “ninguna acción será ya posible sin la intervención aérea y sin el dominio del aire”.



 

Finalmente, en diciembre de 1946, en el N° 73 de la Revista de Aeronáutica, Martínez Merino publicaba su larguísimo y detalladísimo artículo “Análisis de algunas doctrinas de guerra aérea” que, había sido publicado primero en la revista Ejército antes de acabar la Segunda Guerra Mundial y había sido reproducido en parte en el número de junio de 1946 de la “Military Review” estadounidense. Empezaba por definir el objeto de las doctrinas de guerra aérea, luego pasaba revista a las doctrinas aéreas que consideraba más revolucionarias y discutidas, luego veía sus aplicaciones o sus repercusiones en la última guerra y, finalmente trataba de deducir las directrices Generales de las futuras doctrinas de guerra aérea. Recordaba que “el objeto de una doctrina de guerra es establecer reglas Generales para el mejor empleo de las fuerzas armadas y deducir la mejor organización de estas fuerzas para conseguir la victoria”.

 

Después de un vistazo a las Aviaciones Militares de la Primera Guerra Mundial, Martínez Merino pasaba a estudiar la doctrina de Douhet, demostrando que la conocía con detalle. Recalcaba que Douhet no la había formulado con carácter General, sino específicamente para Italia; detallaba las “características probables de las guerras futuras” que Douhet había predicho y los principios de doctrina que había deducido de sus observaciones.

 

Terminaba diciendo que la historia le había dado a Douhet la razón en la mayor parte de sus puntos, aunque no en todos.

 

A continuación, pasaba revista a las ideas del General William Mitchell. Detallaba las ideas directrices de su doctrina, y finalizaba con algunas frases de Mitchell muy significativas como: “La potencia aérea es el factor decisivo en nuestra defensa en el Pacífico. Sin ella, tanto cualquier intento de apoderarse de nuestras posiciones como el de proteger nuestra propia nación contra un enemigo, serán infructuosos”. Como colofón aseguraba que todas las ideas de Mitchell estaban contenidas en las doctrinas de Douhet y de Severski.

 

Posteriormente pasaba revista a las ideas de Alexander de Severski. Hablaba brevemente de su vida y extraía la base de su doctrina de la obra de Severski “Intervención del Poder Aéreo en la victoria”, escrito en 1942 (luego de Severski publicaría en 1950 “El Poder Aéreo, clave de la supervivencia”); también precisaba algunas diferencias entre las ideas de Douhet y las de Severski. 

 

“Martínez Merino sacaba una conclusión clara: “la participación de la Aviación en todos los cometidos de acción sobre el mar se ha manifestado también como resolutiva”. Recalcaba que, en el mar, como en tierra, “ninguna acción será ya posible sin la intervención aérea y sin el dominio del aire”  

 

Entre las frases de Severski, Martínez Merino destacaba: “ahora nos damos cuenta de que, si nuestra estrategia en el Pacífico se hubiese fundado en un predominio del poder aéreo, hubiéramos podido responder a la agresión del Japón lanzando inmediatamente sobre sus islas toda nuestra potencia aérea de bombarderos”. “Indudablemente nuestro dominio en el Pacífico debe estar basado en una estrategia aérea”.

 

Después Martínez Merino pasaba a analizar las doctrinas y sus aplicaciones en la guerra que aún no había acabado cuando escribió su artículo. Aquí volvía a sus ideas de siempre demostrando la conveniencia desde el punto de vista económico, operativo y doctrinal de tener toda la aviación reunida en un Ejército del Aire, aunque luego éste pudiera dedicarse al apoyo y cooperación con las fuerzas de superficie. También reiteraba la conveniencia de un mando supremo interejércitos en cada batalla o en cada teatro de operaciones, que podía ser un alto jefe del Ejército, de la Marina o del Aire, en cada caso. Douhet pedía un “Ministerio Único de las Fuerzas Armadas”.

 

Martínez Merino citaba también al Mariscal Montgomery, que decía “La victoria aérea es la clave de la victoria terrestre”. Luego Martínez Merino presentaba las organizaciones de las Fuerzas Aéreas de varios países (Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Rusia, Francia, Italia y Japón). Para finalizar, estudiaba el posible futuro. Consideraba que todas las naciones acabarían por aceptar la importancia de la Aviación, que en todas ellas se crearía un Mando Supremo para coordinar los esfuerzos de Tierra Mar y Aire, y que la guerra sería total, ya que cada vez habría que contar más con la retaguardia para ganar la guerra.

 

Las misiones principales de la aviación serían las tres ya clásicas: atacar al país enemigo para acabar con su voluntad de lucha, defender el territorio propio y cooperar con las fuerzas de superficie.

 

Sólo se atrevía a establecer un nuevo concepto General: “Cada día más, el cielo será quien dé o quite la victoria”.

 

“Martínez Merino consideraba que todas las naciones acabarían por aceptar la importancia de la Aviación, que en todas ellas se crearía un Mando Supremo para coordinar los esfuerzos de Tierra, Mar y Aire, y que la guerra sería total, ya que cada vez habría que contar más con la retaguardia para ganar la guerra”


Después de la II Guerra Mundial se construyeron aviones como el XB-36, con un alcance de 12.000 kilómetros sin carga, capaz de llegar a cualquier objetivo desde sus bases en los Estados Unidos. El diseño de este avión se utilizaría más tarde para el B-52.

 

Finalmente, Martínez Merino publicó en 1948 su libro “Arte Militar Aéreo”, reeditado en 1950 y fechas posteriores. En este libro recopilaba y desarrollaba las conferencias sobre temas aeronáuticos que había impartido en los cursos de Generales de la Escuela Superior del Ejército, y se reafirmaba en sus ideas básicas que exponía con más detalle que en sus artículos: el mando único de las Fuerzas Armadas de la nación, los aciertos (y errores) de los grandes pensadores y la importancia de lograr el dominio del aire desde el primer momento de las hostilidades.

 

Ya en la introducción, Martínez Merino dice que “la guerra moderna ha de considerarse en su aspecto integral” y que “es indispensable la unidad de mando” (el modelo de Alto Mando unificado que patrocina es el de los EEUU). La guerra será total, ya que hasta la retaguardia será un frente de combate; habla de las enormes dimensiones de los futuros teatros de operaciones y de “la futura guerra transatlántica, transcontinental y transártica, que tendrá que ser eminentemente aérea”. Como consecuencia, “en el Arte Militar, todo ello no será sino la coronación de un cambio profundo que se venía incubando desde la aparición del aeroplano”. Para él “la guerra tridimensional” crea “ese nuevo Arte Militar”, que abarca la guerra total, los tres Ejércitos integrados en una sola Fuerza, y una estrategia única abarcando los tres elementos y los tres Ejércitos.

 

En el capítulo “Doctrinas de Guerra Aérea”, Martínez Merino recuerda los principios fundamentales: voluntad de vencer, acción de conjunto, libertad de acción y economía de fuerzas, que considera “eternos” y “universales”. También menciona otros, menos fundamentales o derivados de los anteriores, que son: sorpresa, rapidez, superioridad de medios, iniciativa, seguridad, secreto, audacia, concentración de esfuerzos, persistencia en la acción, ataque al punto más débil, superioridad de la ofensiva y conservación de la fuerza.

 

A continuación, estudia las doctrinas de guerra aérea de Douhet, Mitchell y Severski, insistiendo en lo ya expuesto en su artículo “Análisis de algunas doctrinas de Guerra Aérea”. De Douhet, puntualiza que éste buscaba soluciones para Italia “y en el marco de los recursos y necesidades de Italia”, por lo que no se debe “tratar de aplicar íntegramente o trasplantar sus ideas a todos los países del mundo.” Luego presenta la evolución de los escritos de Douhet. Para él, Douhet había acertado plenamente en sus ideas sobre: guerra total, triunfo por el dominio del aire, posibilidad de adquirir este dominio, grandes ofensivas aéreas, destrucción total de ciudades, necesidad de crear el Ejército del Aire, unidad de acción de los tres Ejércitos, defensa aérea por el ataque aéreo y no limitación del empleo de los aviones por convenios internacionales; en cambio no había acertado en sus afirmaciones sobre el concepto estático de la guerra terrestre, resistir en la superficie para decidir en el aire (si bien esta afirmación la había hecho sólo respecto a Italia) y supresión de la caza en la defensa nacional y en la defensa aérea.

 

Al estudiar las doctrinas de Mitchell, recordaba su experiencia como aviador y su demostración de que las bombas de aviación adecuadas podían hundir a un acorazado. Resumía las ideas fundamentales de su doctrina en: la Aviación se debía separar del Ejército y de la Marina; había que crear un verdadero poder aéreo en EEUU y preparar grandes Unidades de Aviación de bombardeo estratégico de gran radio de acción; no se debía confiar en el poder de la Flota naval, que sería inútil ante una Aviación poderosa; y había que basar la estrategia americana, especialmente en el Pacífico, en una poderosa Aviación.

 

“Martínez Merino publicó el libro “Arte Militar Aéreo”. Se reafirmaba en sus ideas básicas: el mando único de las Fuerzas Armadas de la nación, los aciertos (y errores) de los grandes pensadores y la importancia de lograr el dominio del aire desde el primer momento de las hostilidades” 



Los elementos aéreos, en algunos casos auxiliares, se pueden convertir en estratégicos cuando el conflicto se transforma en operaciones de mantenimiento de la paz


Finalmente estudiaba las doctrinas de Alexander de Severski, que resumía en:


"El Arma Aérea ha modificado profundamente los principios tácticos y estratégicos; sólo una potencia aérea puede llevar a cabo una guerra ofensiva y ganar así la guerra; la Aviación es la única de las tres Fuerzas que puede operar independientemente y además puede apoyar a las otras dos; no es posible ninguna operación importante de superficie sin apoyo aéreo; el poder aéreo debe tener la primacía en la nueva estrategia; sólo un poder aéreo puede vencer a otro poder aéreo; en la guerra aérea la calidad es más importante que la calidad; la aviación terrestre será siempre superior a la embarcada; la aviación de bombardeo necesita cazas que la protejan. Además, Severski decía: “para una victoria definitiva sobre el Japón, necesitamos imponerle un bloqueo de tres dimensiones, valiéndonos del poder aéreo”.

 

A continuación, Martínez Merino analizaba los puntos fuertes y los errores de las tres doctrinas, haciéndolo en conjunto para las tres doctrinas. Consideraba que había, sobre todo, cinco puntos comunes a todas ellas:


  • La guerra será total;
  • Es posible obtener el dominio del aire;
  • El dominio del aire garantizaba el triunfo y la victoria era imposible sin el dominio;
  • Era posible llevar a cabo grandes ofensivas aéreas y lograr la destrucción total de ciudades, centros y moral enemiga y la Aviación podía conseguir la decisión por sus medios (de esto Martínez Merino estaba seguro de que no era cierto, porque la guerra se ganaría por la coordinación de los tres elementos, tierra, mar y aire);
  • La Aviación debía formar un Ejército independiente de Tierra y Marina: el Ejército del Aire. Las aviaciones auxiliares, Naval y de Ejército, deben desaparecer. La unión de toda la Aviación en un solo organismo (Ejército del Aire) con su Ministerio, podía ser discutible en los países ricos, pero era indiscutible en los países pobres, para aprovechar su universalidad de empleo.

 

“Martínez Merino recordaba que se había confirmado que la sorpresa técnica es definitiva en la guerra aérea mientras dura, que, contra un poder aéreo, la única defensa es el ataque con un poder aéreo superior, y, finalmente, que con el dominio del aire se consigue el dominio del mar”

 

Una característica de las fuerzas aéreas es su visibilidad o presencia tanto en paz como en conflicto.

 

En cuanto a los otros puntos no comunes a todas las doctrinas, recordaba que se había confirmado que la sorpresa técnica es definitiva en la guerra aérea mientras dura, que, contra un poder aéreo, la única defensa es el ataque con un poder aéreo superior, y, finalmente, que con el dominio del aire se consigue el dominio del mar. Luego citaba al Mariscal Montgomery, que era un decidido defensor de la obtención de la superioridad aérea antes de intentar ninguna acción terrestre de envergadura y de que el Ejército de Tierra y la Fuerza Aérea debían actuar tan unidos que formasen una sola entidad.

 

Cuando estudiaba las diferentes organizaciones aéreas, Martínez Merino puntualizaba que, la Luftwaffe era una Aviación independiente, con su propio Ministerio del Aire, pero estaba demasiado consagrada al apoyo al Ejército de Tierra y carecía de mentalidad, doctrina y material para ser una aviación estratégica, como se había puesto de manifiesto en la Batalla de Inglaterra. En cambio, la RAF sí había aprendido a lo largo de la guerra y modificó su orgánica y su material según vio que era necesario hacerlo. En los Estados Unidos la evolución había sido mayor y había creado no sólo una Fuerza Aérea independiente, sino también un Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor y un Ministerio de Defensa. Después hacía algunas predicciones sobre el futuro, bastante acertadas y prudentes.

 

Al hablar de estrategia recordaba el papel doblemente estratégico de las Fuerzas Aéreas, por atacar la totalidad del país enemigo y defender la totalidad del propio. También recordaba los principios básicos de la estrategia, que seguía siendo los mismos. Hablaba de las diferencias entre dominio del aire y supremacía aérea. Recalcaba la importancia del Plan de Información y de la elección de los objetivos del bombardeo estratégico.

 

Como vemos, durante los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial la doctrina del Ejército del Aire era básicamente douhetiana, aunque se careciera de medios para ponerla en práctica. El material del Ejército del Aire estaba constituido por una especie de “museo volante” de principios del II Guerra Mundial, con aviones cada vez más anticuados y que casi no podían volar por falta de repuestos y gasolina. Básicamente contaba con el Me-109 como avión de caza y el He-111 como bombardero, y ambos remotorizados con motores británicos.

 

Como decían algunos aviadores de la época: “El Ministerio es un fiel reflejo del Ejército del Aire, pues tiene tantas torres como aviones operativos y tantas ventanas como Coroneles”.

 

Desde el año 1953 la Doctrina Aérea del Ejército del Aire español estaba claramente influida por la correspondiente doctrina de la USAF, lo cual constituye un contraste con la política General de defensa del Gobierno español y con la capacidad del Ejército del Aire, que sólo podía colaborar en la defensa aérea de la OTAN en Europa, y poseía una mínima capacidad de apoyo táctico, aunque siguiera considerando que lo más esencial de la Doctrina Aérea era la capacidad de destrucción del poder y el potencial aéreo enemigos. Sin embargo, durante la crisis de Ifni en 1956 y 1957, no se pudieron emplear los F-86 “Sabre” de la ayuda norteamericana y hubo que recurrir de nuevo a las Me-109, los He-111 y los Ju-52. Posteriormente, la adquisición de los Mirage III y los F-5, seguidos de los F-4 “Phantom” y los Mirage F.1, ensanchó el horizonte operativo del Ejército del Aire, aunque las ideas estratégicas básicas permanecieron sin cambios.

 

En la Doctrina Aérea oficial de 1965 que se impartía en la Academia General del Aire, se citaban como características fundamentales del Arma Aérea la rapidez de reacción, la flexibilidad de empleo, la capacidad de penetración en territorio enemigo y la potencia de sus ataques en caso necesario.

 

En la “Enciclopedia de Aviación y Astronáutica”, editada en 1972, el entonces Comandante de Aviación Rafael González-Granda Aguadé, decía que la base de la Doctrina Aérea estaba constituida por los siguientes postulados:


  • Las características más acusadas de las fuerzas aéreas son: gran radio de acción, velocidad, movilidad, flexibilidad y capacidad de penetración. Las fuerzas aéreas ejercen una influencia decisiva en todos los aspectos de las relaciones internacionales.
  • Las fuerzas aéreas son indivisibles; es decir, para que sus características se exploten al máximo, deben ser empleadas en todos los escalones como un instrumento indivisible.
  • Las fuerzas aéreas se deben emplear primordialmente para conseguir y explotar el dominio del aire.
  • En caso de guerra, la neutralización de la capacidad destructora de las fuerzas aéreas enemigas es de vital interés.
  • La existencia de fuerzas aéreas de defensa, organizadas en tiempo de paz, es indispensable para la seguridad nacional.
  • En la guerra, el dominio del aire eleva el concepto de seguridad de todas las fuerzas militares en acción.
  • Las fuerzas aéreas poseen capacidad para conducir operaciones militares contra todos los componentes del potencial enemigo.
  • El esfuerzo aéreo debe repartirse cuidadosamente entre los diversos tipos de operaciones.
  • Las fuerzas aéreas deben emplearse continuamente en la obtención de información.
  • El término poder aéreo comprende la total capacidad aérea de una nación y su potencial aéreo puede cambiar radicalmente la marcha de una guerra.

 

Por otra parte, la doctrina española de esta década, expuesta en el libro “Arte Militar Aeroespacial” de la Escuela Superior del Aire (marzo de 1977), aplicable a los tres Ejércitos y a las acciones conjuntas, comprendía ocho principios. Cuatro de ellos (Principios básicos) se consideraban fundamentales: Voluntad de vencer, Acción de conjunto, Conocimiento del enemigo y Sorpresa; los otros cuatro (principios operativos) eran derivados de aquéllos: Libertad de acción, Aprovechamiento del éxito, Medios adecuados y Economía de fuerzas. El texto citado presentaba como esencia o propiedad característica del Poder Aeroespacial, “La capacidad para “Destruir” cualquier objetivo enemigo, sea cual fuere su ubicación, naturaleza y entidad, y para “Apoyar”, es decir completar y/o ampliar las acciones y actividades de los demás elementos integrantes del Poder Militar de una nación”.

 

“Martínez Merino puntualizaba que, la Luftwaffe era independiente, con su propio Ministerio del Aire, pero estaba demasiado consagrada al apoyo al Ejército de Tierra y carecía de mentalidad, doctrina y material para ser una aviación estratégica, como se había puesto de manifiesto en la Batalla de Inglaterra”

 

En el mismo libro se enumeraban como características positivas de las Fuerzas Aéreas las siguientes:

 

– Flexibilidad

– Movilidad

– Penetración

– Potencia

 

También se mencionaban las características negativas:

 

– Elevado costo

– Vulnerabilidad (sobre todo en tierra)

– Dependencia Meteorológica (aunque cada vez menos)

– Escasez de Medios (debido a su elevado costo)

 

El texto oficial recordaba que el Control del Aire se realiza “alcanzando y manteniendo el Dominio del Aire o alguno de sus aspectos parciales”, que eran la Superioridad General (también denominada Supremacía Aérea) o la Superioridad Local (también llamada Superioridad a secas). Para conseguir el Dominio del Aire o la Superioridad Aérea no había otro medio que la Batalla Aérea “… encaminada a la destrucción de todos los medios enemigos capaces de interferir la acción aérea propia”.

 

En los años 80 y posteriores, tras la entrada de España en la OTAN, la Doctrina Aérea del Ejército del Aire estaba constituida básicamente por la IG00-1 sobre Doctrina Aeroespacial, que es un fiel reflejo de las siguientes publicaciones OTAN: ATP-27B (Operaciones Ofensivas de Apoyo Aéreo), ATP33 (Doctrina Aérea Táctica), ATP-34 (Apoyo Aéreo Táctico de Operaciones Marítimas), ATP-40 (Doctrina y Procedimientos para el Control del Espacio Aéreo en la Zona de Combate) y ATP-42 (Operaciones de Superioridad Aérea), que también se desarrollan en las Normas para el Apoyo Aéreo a las Fuerzas Terrestres (NAAFT) y las Normas y Procedimientos para las Operaciones Armada-Aire (NPOAA).


“Con su integración en un grupo de ataque de la OTAN sobre Kosovo, el Ejército del Aire español había realizado bombardeos estratégicos, alcanzando los objetivos que tradicionalmente se asignarían a una Armada Aérea: obligar a un gobierno a capitular y aceptar un cambio radical en su política” 


Después de la integración de las Fuerzas Armadas españolas en la estructura de la OTAN, España ha cesado de tener una Doctrina Aérea propia para adoptar la de la Alianza.

 

Epílogo

 

En 1999 aviones del Ejército del Aire forman parte de un grupo de ataque de la OTAN dentro de la Operación Allied Force para demostrar al gobierno serbio su voluntad de apoyar por la fuerza sus exigencias de que se modificara la situación en Kosovo. Después de varios ataques similares el gobierno serbio no dudó en modificar su actitud y aceptar las condiciones de paz de la coalición internacional. Finalmente, el Ejército del Aire español había realizado bombardeos estratégicos, alcanzando los objetivos que tradicionalmente se asignarían a una Armada Aérea: obligar a un gobierno a capitular y aceptar un cambio radical en su política. Estos ataques obtuvieron una victoria estratégica porque se disponía del personal (pilotos, mecánicos, armeros, controladores, etc...) perfectamente adiestrado, de un material adecuado como el F-18 (capaz de actuar como avión de ataque), y a que se hizo buen uso de las enseñanzas de los pensadores que durante más de 75 años habían defendido la correcta Doctrina Aérea para el Ejército del Aire.

 

* Coronel de Aviación. Miembro de número del SHYCEA. Licenciado en Geografía e Historia

 

Fuente: https://publicaciones.defensa.gob.es/Revista Aeroplano Especial Nº 29. Año 2011.