Por
Irena Fischer-Hwang
El 4 de
junio de 2013, la ciudad de Huntsville, Alabama estaba disfrutando de un
hermoso día. Cielos azules, temperaturas suaves. Justo lo que los
pronosticadores habían predicho.
Pero en
las horas posteriores al almuerzo, los meteorólogos comenzaron a ver lo que
parecía ser una tormenta eléctrica apareciendo en el radar meteorológico. El
“blob”, como se referían al fenómeno, se multiplicó en la pantalla del radar. A
las 4 PM, cubría toda la ciudad de Huntsville. Extrañamente, sin embargo, la
vista real desde las ventanas de las casas seguía siendo un cielo azul
tranquilo.
La
fuente de la mancha resultó ser no un frente climático monstruo, sino más bien
una nube de “chaff” o señuelos de radar, una tecnología militar utilizada por
las naciones de todo el mundo hoy en día. Su fuente era el cercano “Redstone
Arsenal”, que, al parecer, había decidido que un cálido día de verano sería
perfecto para una prueba militar completamente rutinaria.
Sin
embargo, más sorprendente que el efecto que el “chaff” tiene en los sistemas
meteorológicos modernos es el hecho de que el trabajo de la vida de su
inventora se vio oscurecido por la bruma de las tradiciones obsoletas de una
comunidad científica centrada en los hombres.
Quien
inventó el “chaff” de radar fue una mujer llamada Joan Curran.
Nacida
Joan Elizabeth Strothers y criada en Swansea, en la costa de Gales, se
matriculó en el Newnham College de la Universidad de Cambridge en 1934.
Strothers estudió física con una beca completa y disfrutó remando en el lago
cercano en su tiempo libre. Al terminar sus requisitos de grado en 1938, fue al
preeminente Laboratorio Cavendish de la Universidad para comenzar un doctorado
en física.
En el
Cavendish, Joan fue asignada a trabajar con un joven llamado Samuel Curran.
Durante dos años, Joan se llevaba bien con su nuevo compañero de laboratorio.
Pero con el desarrollo de conflictos internacionales en Europa, en 1940 la
pareja fue transferida dos veces para trabajar en investigación militar y
terminó en Exeter.
Allí,
los dos desarrollaron fusibles de proximidad para destruir aviones y cohetes
enemigos. Allí también, Joan se casó con Sam y tomó su apellido, convirtiéndose
en Joan Curran. Poco después de su boda en noviembre, los Curran se
transfirieron al Establecimiento de Investigación de Telecomunicaciones (TRE)
en el otoño de 1940. Curran se unió a un equipo dirigido por el físico
británico y experto en inteligencia militar científica R.V. Jones que estaba
desarrollando un método para ocultar aviones de la detección de radar enemigo.
La
idea, explicó Jones más tarde en su libro “Most Secret War”, era simple. Los
detectores de radar miden el reflejo de las ondas de radio de una cierta
longitud de onda que rebotan de los objetos entrantes. Como resultado, unas
tiras de metal delgadas pueden resonar con las ondas que las impactan y también
volver a irradiar esas ondas. Bajo las condiciones adecuadas, las ondas
re-radiadas crean la impresión sónica de un objeto muy grande cuando en
realidad, no hay ninguno, eso fue lo que pasó en Alabama.
Este
efecto físico significa que unos pocos cientos de reflectores delgados podrían,
en conjunto, reflejar tanta energía como lo haría un avión bombardero británico
pesado. Una gran colección de tiras podría ocultar la ubicación exacta de un
avión durante una incursión detrás de una gran nube de señal, o incluso llevar
al enemigo a creer que estaban observando un ataque importante cuando en
realidad, sólo había uno o dos aviones.
Para
cuando Pearl Harbor fue atacado en 1941, Curran estaba casi un año en
minuciosos experimentos sobre el uso de metales para reflejar señales de radar.
Ella había intentado un número aparentemente incontable de tamaños y formas,
desde cables singulares hasta folletos metálicos del tamaño de papel de
cuaderno. Los folletos habían sido una idea particularmente interesante, ya que
podían cumplir una doble función como hojas de propaganda con texto impreso en
ellos.
En
1942, Curran finalmente se decidió por reflectores que tenían unos 25
centímetros de largo y 1.5 centímetros de ancho. Los reflectores eran tiras de
papel aluminizadas agrupadas en paquetes de una libra y destinadas a ser
expulsadas de la aeronave líder. Cuando se arrojan desde una escuadrilla de
bombarderos un paquete cada minuto, podrían producir “el equivalente de radar
de una cortina de humo”, según Jones.
En
1943, las tiras reflectoras fueron sometidas a una seria prueba militar cuando
los Aliados lanzaron la Operación Gomorrah en Hamburgo, Alemania. Esa operación
de bombardeo fue una brutal campaña de ataques aéreos incendiarios que duró más
de una semana, destruyó la mayor parte de la ciudad y resultó en casi 40.000
muertes de civiles. Pero con índices de sólo 12 pérdidas de aviones de los 791
en el bombardeo de una noche, la campaña fue una gran victoria para los
Aliados, en gran parte debido a los reflectores de Curran.
Tal vez
lo más notable, de los chaff de radar es que se utilizó como parte de una
diversión a gran escala y elaborada el 5 de junio de 1944 para evitar que las
fuerzas alemanas supieran exactamente dónde comenzaría la invasión aliada a la
Europa continental controlada por fuerzas alemanas. Desplegado en la víspera de
lo que se conocería como el Día-D, dos lanzamientos de chaff, las Operaciones
Taxable y Glimmer, se combinaron con cientos de falsos paracaidistas ficticios
para desviar la atención alemana hacia las partes más septentrionales de
Francia, y lejos de las playas de Normandía.
Curran
continuó trabajando en muchas más tecnologías científicas y militares tanto en
el Reino Unido como en los Estados Unidos, incluido el Proyecto Manhattan. Ella
es recordada como un investigador verdaderamente única y experta, y fue alabada
en su obituario por tener “el equivalente científico de los dedos verdes de
jardinería (“gardening green fingers”) o la habilidad de hacer crecer las
plantas.”
Pero a
pesar de su impresionante trabajo, el legado de Curran fue oscurecido debido a
las costumbres de la época. De hecho, Curran en realidad no poseía un título de
grado de Cambridge cuando hizo todo su notable trabajo para ayudar a ganar la
guerra. Esto no fue por razones de falta de mérito, que por supuesto lo tenía,
había completado todos sus cursos para obtener un título con honores en física,
sino sólo porque en ese día y en esa época, las mujeres simplemente no recibían
títulos, a pesar de completar todo sus estudios y ser contratadas para
continuar sus estudios.
Finalmente,
en 1987, Curran fue galardonada con un título honorario de Doctora en Derecho
por la Universidad de Strathclyde.
Joan Elizabeth Curran murió en 1999.
Fuente:
https://www.exordio.com