Fue la primera mujer en volar sola a través del Atlántico. Su avión desapareció en 1937, cuando intentaba dar la vuelta al mundo. Mirá el video.
La placa de aluminio que podría pertenecer al avión de Amelia Earhart, motivo de una nueva pista.
“KHAQQ
llamando al Itasca. Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos. El
combustible se está agotando”. El mensaje se recibió a las 19:30 GMT. A las 20:14,
el guardacosta Itasca recibió una nueva comunicación, con la posición del
avión; poco más de una hora más tarde, ante el silencio de radio, comenzó la
búsqueda.
Amelia
Earhart y su copiloto, Frederik Noonan, ya habían volado más de 35.000
kilómetros, lo que representaba más de dos tercios de su enorme travesía
alrededor del mundo, cuando su avión Lockheed Electra 10E se comunicó por
última vez con el guardacostas de la pequeña isla Howland (perteneciente a los Estados
Unidos), en medio del océano Pacífico.
Era el
2 de julio de 1937, y desde ese día, a poco de cumplir 40 años, Amelia Earhart
pasaba a convertirse en leyenda y en un misterio eterno hasta hoy: fue una de
las primeras aviadoras del mundo y pionera en la conquista de varias hazañas,
como la primera mujer en cruzar sola el Atlántico (en 1932), la primera persona
en hacerlo dos veces (unos años antes había acompañado a un piloto y un
mecánico), haberlo logrado en tiempo récord y haber alcanzado la distancia más
larga volada por una mujer sin parar, entre otras marcas.
Amelia y su copiloto del último vuelo, Frederik Noonan.
Ahora,
una noticia sacude la historia inconclusa de esa maravillosa mujer. Los
científicos creen que han descubierto una pista clave en la misteriosa muerte
de la pionera de la aviación.
Un
equipo de investigadores del Radiation Science and Engineering Center (RSEC) de
Penn State descubrió letras nunca antes vistas en una placa de metal que llegó
a la costa de la remota isla de Nikumaroro y se recuperó en 1991.
Una
teoría muy publicitada sobre su desaparición es que murió como náufrago después
de aterrizar su avión en el remoto atolón de coral en el Océano Pacífico
occidental. Un nuevo análisis de la placa realizado por el equipo mostró las
letras y números "D24", "XRO" y "335" o
"385" grabados en el aluminio.
El
panel, oxidado y corroído por años en el océano, tiene perforaciones de
remaches similares a las del Lockheed Electra de Earhart, pero los científicos
dijeron que "no son una coincidencia precisa". Sin embargo, puede
haber sido instalado como reparación durante su vuelo, según los
investigadores.
De ser
cierto, el descubrimiento podría reforzar la teoría de Nikumaroro. Las nuevas
letras se encontraron con el uso de radiografía de neutrones, una técnica de
imagen no dañina.
Científicos de la Universidad Estatal de Pensilvania analizaron un parche de metal encontrado en una pequeña isla del Pacífico en 1991 para determinar si la pieza pertenecía al avión Lockheed Model 10-E Electra de Earhart.
El
proceso implica exponer objetos a neutrones radiactivos, que reaccionan de
manera diferente con los núcleos de diferentes partículas. Luego se registran
los contrastes y se crea una imagen que muestra información no perceptible a
simple vista.
“Encontramos
lo que parecen marcas estampadas o pintadas que podrían ser del fabricante
original”, dijo Kenan Ünlü, director de RSEC y profesor de ingeniería nuclear.
“D24 y
335, o tal vez 385. No sabemos qué significan, pero son la primera información
nueva de este panel que ha sido examinada por varios expertos con diferentes
técnicas científicas durante más de 30 años”, agregó.
Richard Gillespie, quien encontró el panel sobre Nikumaroro y dirige el Grupo Internacional para la Recuperación de Aeronaves Históricas (TIGHAR), fue contactado por Daniel Beck, gerente del programa de ingeniería en RSEC de Penn State después de ver el panel en un especial de National Geographic en 2019.
Beck preguntó si su equipo podía revisar una vez más la pieza para ver si había secretos invisibles en el panel, y Gillespie accedió.
Desde
el descubrimiento, Gillespie ha estado consultando con analistas forenses para
descifrar los caracteres y, con suerte, unirlos con un número de producción que
pueda conectar el panel con el avión de Earhart. “Mi misión, la misión de
TIGHAR, es utilizar la ciencia para ayudar a resolver los misterios de la
aviación”, dijo Gillespie, según consigna The New York Post
Amelia Earhart, en una de sus fotos más famosas.
“Si
esta información proporciona más evidencia o refuta que el panel pertenecía al
avión de Earhart, me complacerá saberlo”, afirmó.
¿Qué
pasó con Amelia Earhart?
Aquel 2
de julio, Amelia y Fred Noonan, su experto copiloto, estaban en la penúltima
etapa de otro desafío que los pondría en la historia: buscaban dar la vuelta al
mundo por una nueva ruta, mucho más desafiante que la que se solía utilizar
hasta entonces, que era en tramos cortos y por el hemisferio norte. Ellos lo
intentaban por una ruta mucho más larga y difícil, volando lo más cerca posible
de la línea del Ecuador.
Amelia junto al avión en el que desapareció, en 1937.
Y ese
día planeaban llegar desde el puerto de Lae, en Nueva Guinea, hasta esa
pequeñísima isla de Howland, en un remoto punto entre las islas Marshall y
Kiribati.
Habían
comenzado esa travesía el 1 de junio de 1937 en Miami, desde donde volaron
a Puerto Rico, luego al este de Venezuela y de allí a Brasil, para luego
cruzar a África. Karachi (Pakistán), Calcuta (India),
Rangún (Birmania), Bangkok (Tailandia), Singapur, Bandung
(Indonesia) y Darwin (Australia) fueron sus siguientes escalas, hasta aquel día
trágico.
Amelia logró varios récords, como ser la primera mujer en cruzar sola el Atlántico, hacerlo en tiempo récord y alcanzar la distancia más larga volada por una mujer sin parar, entre otros.
El
presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, se preocupó
personalmente por la desaparición, y el gobierno de los Estados Unidos no
escatimó recursos para buscar a quien era la aviadora más famosa del país:
envió 9 barcos y más de 60 aviones a recorrer la zona buscando restos del avión
y sus ocupantes, pero nada apareció. El caso concluyó con la hipótesis de que
la aeronave se quedó sin combustible y se estrelló en el océano.
Amelia Earhart desapareció con su copiloto, Frederik Noonan, en algún lugar del Pacífico sur.
La
mujer voladora
Amelia
había nacido un 24 de julio de 1898 en Atchison (Kansas), donde pasó buena
parte de su infancia. Cuando tenía 10 años, en una feria estatal en Des Moines
(Iowa), vio un aeroplano por primera vez, pero no le llamó para nada la
atención.
Una
serie de desventuras familiares terminaron con ella, su hermana Muriel y su
madre viviendo en Chicago, donde la sorprendió el inicio de la Primera Guerra
Mundial. No lo dudó y se enroló como voluntaria en tareas de enfermería en
Toronto, Canadá, donde atendió
a pilotos heridos.
Al
parecer, “el bichito de la aviación”, como dijo años después, le picó cuando,
en esas tareas de ayuda, visitó un campo del Cuerpo Aéreo Real.
Tenía poco más de 20 años cuando vio un espectáculo aéreo en California y supo que se dedicaría a eso.
En la
década de 1920, viviendo en California, vio un espectáculo aéreo en Long Beach
y supo que eso era lo suyo.
Logró que la llevaran en un biplano a sobrevolar Los Ángeles, un vuelo que más
tarde recordaría así: “Tan pronto como despegamos sabía que tendría que volar
de entonces en adelante”.
Compró
un auto al que pintó de amarillo y manejó llevando a su madre atravesando todos
los Estados Unidos de oeste a este: de California a Boston, para doble sorpresa
de los habitantes del “lejano oeste”: por el color del auto y porque hubiera
una mujer al volante.
La llamaban “Lady Lindy” porque, decían, tenía un aire a Charles Lindbergh, quien en 1927 se había convertido en el primer aviador en cruzar el Atlántico.
Tomó
clases, adquirió un aeroplano Kinner al que llamó “el Canario” por su color
amarillo, y en 1922 consiguió su primer récord, al volar a 4.267 metros (14.000
pies) de altitud.
Al año
siguiente, viviendo en Boston, se convirtió en la 16ª mujer en conseguir la
licencia de piloto de la Federación Aeronáutica Internacional y comenzó a
promover la actividad, especialmente entre las mujeres.
Ya el
Boston Globe la mencionaba como “una de las mejores pilotos de los Estados
Unidos”.
En 1928 su vida se cruzó con la de otra mujer aventurera, y apareció una gran oportunidad. Amy Guest era una aristócrata estadounidense que planeaba ser la primera mujer en cruzar el océano Atlántico, pero las presiones de su familia se lo impidieron.
Entonces
pidió que encontraran a la mujer ideal para hacerlo y el ofrecimiento para
acompañar al piloto Wilmer Stultz y al mecánico Louis Gordon fue, justamente
para Amelia. Y no iba a dejarla pasar.
Amelia Earhart
El
Fokker FVIIB-3m bautizado Friendship (Amistad), levantó vuelo el 18 desde
Halifax, Nueva Escocia, y planeaba aterrizar en Irlanda aunque lo hizo en el
sur de Gales, ya con poco
combustible. Era un detalle menor; el desafío estaba cumplido. Y aunque la
propia Amelia aseguró que todo el trabajo lo habían hecho los pilotos, fue ella
quien se convirtió, para la prensa, en la estrella de la travesía.
Cuando
regresaron a los Estados Unidos, los tres fueron recibidos con honores y el
presidente Calvin Coolidge los invitó a la Casa Blanca. Y a Amelia comenzaron a
conocerla también como “Lady Lindy” porque, decían, tenía un aire a Charles
Lindbergh, quien en 1927 se había convertido en el primer aviador en cruzar el
Atlántico.
Vivió defendiendo e impulsando los derechos de las mujeres, y la aviación entre ellas.
Luego
siguió impulsando la aviación entre las mujeres en los Estados Unidos con
distintas actividades, y en 1930 incluso ayudó a crear una aerolínea que unía
Nueva York, Filadelfia y Washington, de la que fue vicepresidenta de relaciones
públicas. Para entonces, con su avión
Lockheed Vega ya había logrado récords de velocidad
entre las “mujeres voladoras”.
Sola
sobre el Atlántico
En 1931
se casó con el publicista George Putnam y en aquel mismo Lockheed Vega partió,
el 20 de mayo de 1932 desde Harbour Grace, en la península de Terranova y
Labrador, rumbo a Gran Bretaña.
Sola. Quería ser la primera mujer en cruzar el océano en soledad. Y lo logró.
Dice
una parte simpática de la historia que al aterrizar en un campo del norte de
Irlanda, preguntó dónde estaba. Un habitante del lugar le respondió: “En el
pastizal de Gallegher. ¿Viene de lejos?”. “De los Estados Unidos”, respondió
ella, para incredulidad de su interlocutor.
Con ese vuelo estableció varias marcas: se convirtió en la primera mujer en volar en solitario a través del Atlántico y en la primera persona en hacerlo dos veces, alcanzó la distancia más larga volada por una mujer sin parar y también el récord por cruzar el Atlántico en el menor tiempo: 13 horas 50 minutos.
La
fama, giras y condecoraciones no aplacaron su espíritu. Dos años después de
aquella hazaña encaraba otra, riesgosa, porque diez pilotos lo habían intentado
antes y no sólo no lo habían logrado, sino que habían perdido la vida en el
intento: Amelia quería volar sobre el Pacífico, de Hawái a California. Y lo
hizo. Despegó de Honolulu el 11 de enero de 1935 y aterrizó en Oakland ante una
multitud, recibiendo incluso las felicitaciones del presidente Franklin D.
Roosevelt. Y siguió: ese mismo año voló en solitario por primera vez entre Los
Ángeles y Ciudad de México,
para regresar desde allí a Newark, Nueva Jersey.
Y
también ese año comenzó a planear el que definió como “el vuelo que le quedaba
por realizar”. Sí, aquel fatídico viaje alrededor del mundo con el que marcaría
dos hitos: ser la primera mujer en hacerlo y volar la mayor distancia posible
circunnavegando el globo.
Desaparición
y teorías
La
búsqueda del avión en el área de Howland fue abandonada unos 16 días después de
haberse iniciado. No se encontraron restos de la aeronave ni de sus
tripulantes, lo que seguramente ayudó a que nacieran diferentes teorías sobre
el desenlace de aquel vuelo.
Las más
descabelladas hablaban de que Amelia había sobrevivido y había regresado a
Nueva Jersey, donde había vivido con otra identidad. Otra decía que en realidad
ella siempre había sido una espía estadounidense, y luego del accidente había
sido capturada y tomada prisionera por los japoneses.
En 2009 se estrenó la película "Amelia", inspirada en su vida.
Otra,
más creíble que las anteriores, decía que en realidad Amelia y Fred habían
intentado aterrizar en la cercana isla de Nikumaroro –en verdad, un angosto y
pequeño atolón-, donde habían sobrevivido un tiempo como náufragos.
Incluso
hace poco más de dos años hubo un gran debate por un estudio científico
publicado que sostenía que se habían reexaminado restos óseos encontrados en
1940 en Nikumaroro, y que había una gran probabilidad de que fueran de Amelia.
En la pequeña isla Howland se construyó un faro en su honor.
Se
decía que en el lugar también se había encontrado un zapato de mujer, una
botella de un licor que ella solía beber y una caja sextante para contener un
Brandis Navy Surveying Sextant, similar al que usaba Fred Noonan. Pero la
polémica incluyó acusaciones, conflictos de intereses y hasta dinero de por
medio, por lo que el dato nunca fue confirmado.
En
1938, en la isla Howland se levantó un faro en honor a ella, y en 2009 se
estrenó la película “Amelia”, basada en la vida de Amelia Earhart. Dirigida por
Mira Nair y protagonizada por Hilary Swank, Richard Gere, Christopher Eccleston
y Ewan McGregor.
Fuente:
https://www.clarin.com