24 de diciembre de 2022

OPERACIÓN GRANIZO, LA DESTRUCCIÓN DE LA FLOTA JAPONESA EN LA ISLA DE TRUK EN VENGANZA POR PEARL HARBOR

 

Por Jorge Álvarez

 

 

El ataque a Truk visto desde un avión de EEUU/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

 

Muy pocos lectores ignorarán en qué consistió el ataque a Pearl Harbor, la incursión aérea con que la Armada Imperial Japonesa destruyó la base aeronaval de los EEUU en Hawái a finales de 1941, precipitando la entrada del país americano en la Segunda Guerra Mundial. Lo que quizá no sepan muchos es que Japón sufrió un episodio muy parecido a principios de 1944, un demoledor bombardeo en su base del atolón de Truk que le supuso perder decenas de buques y cientos de aviones, lo que a medio plazo tendría graves consecuencias logísticas y estratégicas para su flota. Fue la llamada Operation Hailstone (Operación Granizo).

 

Truk (o Chuuk) es el nombre de un conjunto de ocho islas del Pacífico que, junto con Kosrae, Pohnpeo (antigua Ponapé) y Yap, forma los Estados Federados de Micronesia. Con capital en Weno, Truk no es el más grande en superficie (ciento veintisiete kilómetros cuadrados), pero sí el más poblado (algo menos de cincuenta y cuatro mil habitantes) y con una historia que, en cierto modo, debería sernos familiar porque, si bien ya estaba habitado por austronesios procedentes de Melanesia, fueron navegantes españoles los que lo descubrieron para el resto del mundo.

 

En efecto, Álvaro de Saavedra registró su avistamiento en 1528 y después fue visitado por Alonso de Arellano en 1565, por lo que fue incorporado a la Corona como parte del archipiélago de las Carolinas. Sin embargo, el control hispano sobre las islas fue meramente nominal y, salvo por algunos comerciantes y misioneros, su presencia no se hizo efectiva hasta el último cuarto del siglo XIX, cuando el contexto internacional se caracterizó por la expansión imperialista de las potencias occidentales. En 1886, tras un intento alemán de hacerse con ellas que se solucionó diplomáticamente, se izó una bandera y en 1895 se medió para buscar la paz en un conflicto entre tribus.

 

Las Carolinas y otros archipiélagos de la Micronesia/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

 

Pero cuatro años más tarde, ante la derrota en la guerra con los EEUU que le hizo perder sus territorios de ultramar, España vendió apresurada y definitivamente las Carolinas -junto con las Marianas y las Palaos- al Imperio Alemán por veinticinco millones de pesetas. En el lote iban incluidas las islas Truk, que se convirtieron en insospechado escenario de una contienda mayor al estallar la Primera Guerra Mundial. En el otoño de 1914, Japón, que se alineó con la Entente contra Alemania, envió su flota a tomar los archipiélagos germanos del Pacífico, apoderándose de las Marianas, las Carolinas, las Marshall y las Palaos, que la Sociedad de Naciones dejó bajo su control al acabar la conflagración.

 

Japoneses y estadounidenses, lanzados a una expansión por el Pacífico en creciente rivalidad mutua, firmaron un pacto para no militarizar las islas, por lo que Truk se destinó a prisión y se construyeron las instalaciones para ello: barracones para los internos, un aeródromo, un hospital… Pero desde la segunda mitad de los años veinte, en el llamado Período Shōwa (por el nombre honorífico del emperador, Hirohito), la situación se fue volviendo más tensa. Japón vivió como una humillación tener que limitar el número de barcos de su flota, quedar excluido del grupo de principales potencias y ver cómo su área de influencia se repartía entre americanos y británicos, dejando al país dependiente de importaciones de materias primas para su desarrollo.

 

Por tanto, el gobierno decidió dar un giro más agresivo a su política y ocupó Manchuria en 1931 para seis años después ampliar la operación a toda China, en lo que consideraba justo por cuanto la comunidad internacional le había obligado a abandonar las conquistas territoriales que había logrado en ese país durante la Primera Guerra Sino-Japonesa. La intervención soterrada de los EEUU en esa nueva edición bélica llevó a que las relaciones quedaran en el filo de la navaja. En 1939 estallaba la Segunda Guerra Mundial y la aproximación nipona al Eje abocaba a un cada vez más inevitable enfrentamiento directo con los EEUU. Y así llegó lo de Pearl Harbor.

 

Ofensivas simultáneas al ataque a Pearl Harbor previstas por Japón en noviembre de 1941/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

 

Como es sabido, al día siguiente los nipones iniciaron una auténtica blitzkrieg por el Sudeste Asiático, apoderándose de Malasia, Hong Kong, Filipinas, Wake, Birmania, Tailandia, las Indias Orientales Neerlandesas y Singapur, imponiéndose además en casi todas las batallas, de las que la más importante fue la del Mar de Java. Pero a partir del segundo semestre de 1942 las cosas cambiaron totalmente y los EEUU empezó a recuperar terreno con victorias en Guadalcanal, Midway, Nueva Guinea, Islas Salomón, Islas Gilbert… Así estaba el tablero bélico cuando el alto mando estadounidense proyectó una operación que debía dar un golpe a una de las principales bases enemigas en el Pacífico para dañar, sobre todo, sus líneas de suministros.

 

La Operación Granizo, como se la bautizó, marcó como objetivo la isla de Truk, que para entonces ya no era aquel presidio insular de dos décadas antes sino un importante fondeadero de la Armada Imperial, puerto de abastecimiento de la Flota Combinada y centro neurálgico desde donde enviar barcos de refuerzo a las posiciones que los necesitasen. Especialmente tras la caída de las bases de las Gilbert y Marshall, y de que la Operación Cartwheel, dirigida por el General MacArthur, tomase otra base capital, la de Rabaul (en Nueva Bretaña, unas isla de Nueva Guinea).

 

Lanchas de desembarco en la isla de Enewetak, 19 de febrero de 1944/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

 

Así, Truk, donde vivían treinta y siete mil japoneses y unos nueve mil nativos, había sido dotada de un activo puerto, protegido por defensas naturales: un atolón con arrecifes de coral con unas pocas entradas cuya defensa se incrementaba mediante baterías costeras y cañones antiaéreos. Además, se habían construido búnkeres para rechazar un desembarco anfibio y cinco aeródromos para albergar varias escuadrillas de aviones; sumaban trescientos cincuenta aparatos, de gran importancia, ya que habían sido los encargados de abastecer a Rabaul y para los norteamericanos suponían un peligro inmediato: amenazar la invasión de Enewetak, otro atolón de las Marshall, prevista para el 17 de febrero y cuya posesión serviría de palanca para atacar las islas Marianas.

 

Es decir, la Operación Granizo era el prólogo a ese ataque, tal como lo planificó el Almirante Raymond Spruance, comandante en jefe de la Quinta Flota. Lo sorprendente es que, a pesar de ese valor estratégico de Truk y a que los servicios de inteligencia japoneses descifraron en enero de 1944 unas comunicaciones enemigas sobre un ataque inminente, no se tomaran medidas para reforzar la defensa y el mando nipón se limitase a ordenar una retirada progresiva de buques en octubre de 1943. En febrero de 1944, al detectarse en el cielo los aviones de reconocimiento estadounidenses, dicha retirada incrementó su ritmo; pero iba a resultar insuficiente, como veremos, ya que allí fondeaban medio centenar de naves, aproximadamente.

 

En concreto, cinco cruceros, ocho destructores, cinco buques de guerra de otros tipos y cincuenta mercantes. Frente a ellos, Spruance opuso la Task Force 58 una fuerza de portaaviones de intervención rápida de la que tres de sus grupos de combate fueron destinados a atacar Truk: cinco portaaviones de la clase Essex (Enterprise, York, Intrepid, Bunker Hill y Essex) y cuatro de la clase Independence (Cabot, Cowpens, Belleau Wood y Monterrey) que llevaban quinientos sesenta aviones, apoyados por siete acorazados, diez cruceros, veintiocho destructores y diez submarinos.

 

El Almirante Masami Kobayashi | foto dominio público en Wikimedia Commons

 

Al mando estaba el ContraAlmirante Marc A. Mitscher, que había participado en la batalla de Midway al mando del portaaviones Hornet y se iba a medir con el Almirante Masami Kobayashi, que pese a su veteranía no había tenido oportunidad de tomar parte directa en una batalla, al haber sido destinado a labores diplomáticas, burocráticas, de adiestramiento y a formar parte del Estado Mayor. Además, Kobayashi dirigía la base terrestre de Truk sin tener barcos de guerra asignados, lo que iba a comprometer su actuación afectándola negativamente.

 

Pese a que el Almirante Mineichi Koga continuaba retirando unidades, todavía quedaban algunas destacadas en la isla, caso del acorazado Musashi, los cruceros Oyodo y Agano, etc. El primero se libró pero otros no lograrían salir, ya que la mañana del 17 de febrero llegó la primera oleada de aviones norteamericanos Grumman F6F Hellcat desde los tres grupos en que se dividió la Task Force 58. Volaban a baja altitud para evitar el radar, pero además tuvieron la suerte de que no hubiera ninguna patrulla aérea de vigilancia al estar sus miembros de permiso en tierra, por lo que se encontraron que apenas salían a hacerles frente unos ochenta adversarios en obsoletos Mitsubishi A6M Zero.

 

Esquema de la laguna de Truk, con las islas y los accesos por el cinturón de arrecifes del atolón/Imagen: W. Wolny en Wikimedia Commons

 

Fueron derribados treinta Zero por sólo cuatro Hellcat, quedando los mercantes del puerto amparados únicamente por los antiaéreos terrestres; los que intentaron zarpar y escapar fueron hundidos por los buques estadounidenses, que habían tomado posiciones en el perímetro exterior del atolón, mientras que los pocos que consiguieron salir acabaron mandados a pique por los submarinos. Además, los acorazados norteamericanos dispararon sus cañones sobre las instalaciones militares, hangares, pista, depósitos de combustible y todo aquello susceptible de servir a los japoneses, ya que el objetivo no era tomar Truk sino dejarla inoperativa.

 

Por eso aquella primera oleada sólo fue sólo el comienzo de una serie que hizo que hubiera una en cada hora de la jornada. A los cazas Hellcat se fueron sumando bombarderos Grumman TBF Avenger y bombarderos en picado Helldiver y Dauntless, que lanzaban bombas normales e incendiarias, sin que se libraran las islas de Eten y Moen, situadas en la laguna del atolón y donde Japón había construido una pista de aterrizaje y una base de hidroaviones respectivamente. Y, si los aviones japoneses fueron barridos prácticamente sin poder despegar, los barcos no sufrieron mejor suerte.

 

Barcos japoneses atacados en la laguna de Truk/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

 

En el primer envite terminaron hundidos el petrolero Hoyo Maru y el navío de municiones Aikoku Maru (que explotó con tal fuerza que la onda expansiva derribó a los propios atacantes). En el segundo y tercero se perdieron los integrantes de una escuadra que trataba de escapar: los cruceros Katori y Akagi Maru, los destructores Maikaze y Nowagi (que fue el único que logró huir), y el dragaminas Shonan Maru; habría que añadir al destructor Oite, hundido cuando volvía de rescatar a cuatrocientos supervivientes del también malogrado crucero Agano. A ellos se sumaron tres cruceros más (Naka, Fukikawa Maru y Kiyuzumi Maru), otros dos destructores (Fumikuzi y Tachikaze), un submarino (el I-169), buques de transporte de tropas o cisternas, petroleros, etc.

 

Al llegar la noche, con las unidades que les quedaban, los japoneses organizaron ocho pequeños grupos de uno a tres aviones cada uno para llevar a cabo un tímido contraataque. Uno de ellos, un bombardero Nakajima B5N2, fue capaz de salvar las patrullas enemigas y lanzar un torpedo contra el portaaviones Intrepid, dañándole su costado de estribor y matando a once marineros. Junto con otros treinta hombres muertos, veinticinco aviones derribados y ligeros daños en el acorazado Iowa, fueron todas las bajas registradas por la Task Force 58.

 

Los japoneses sufrieron cuatro mil quinientos fallecidos y perdieron casi todos sus aviones y barcos, quedando el fondo de la laguna del atolón -que aumentó su profundidad por el cráter que dejó el estallido del Aikoku Maru– alfombrado por los cascos de las naves sumergidas y los fuselajes de los aviones derribados. Irónicamente, la catástrofe de entonces es la riqueza de hoy, pues actualmente los pecios constituyen uno de los principales atractivos del turismo de buceo que llega a la isla.

 

La brutal explosión del Aikoku Maru/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

 

Aquel desastre requería que rodaran cabezas y la más evidente era la de su comandante en jefe, que fue relevado de forma fulminante, siendo nombrado sustituto el Almirante Chūichi Hara. Apodado King Kong por su voluminosa complexión física, había tomado parte en el ataque a Pearl Harbor mandando un grupo de combate compuesto por los portaaviones Zuikaku y Shōkaku, además de participar también en las batallas del Mar del Coral, las Salomón Orientales y las Islas Santa Cruz. Hara se hizo cargo de una base inoperante y aislada, ya que no recibió refuerzos ni suministros.

 

Y es que, cumplido el objetivo de la Operación Granizo, los estadounidenses dejaron atrás Truk para continuar avanzando. Las pérdidas infligidas fueron graves; no tanto por la calidad de los barcos de guerra hundidos -los mejores habían podido salir antes del raid- como por los buques cisterna, más otros factores, caso de los diecisiete mil litros de combustible quemados, las cinco pistas de aterrizaje inutilizadas o la ruptura de rutas de abastecimiento al no poder volver a usar el puerto insular. Eso quedó patente ocho meses más tarde, en la batalla del Golfo de Leyte, donde la escasez de combustible obligó a las fuerzas japonesas a zarpar de diversos sitios y unirse en alta mar.

 


Momento en el que los aviones estadounidenses alcanzan al crucero ligero Katori. Los cañones y torpedos de la Task Force 58 lo remataron poco después/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

 

Tal como había previsto Spruance, Enewetak cayó el 23 de febrero favoreciendo la invasión de Saipán, punto clave para que los bombarderos estadounidenses pudieran alcanzar Japón. Mientras la marina nipona designaba una nueva localización para la base avanzada de su Flota Combinada, en Palaos primero e Indonesia después, se recompusieron como pudieron las defensas de Truk, que resistió aislada hasta la rendición del país, el 2 de septiembre de 1945, a pesar de que en abril y junio hubo dos nuevos bombardeos que, con los anteriores, sumaron un total de siete mil toneladas de bombas arrojadas.

 

Chūichi Hara, al contrario que su predecesor en el mando, fue procesado por crímenes de guerra (ejecutar a los pilotos enemigos que sobrevivían al derribo) y sentenciado a seis años de cárcel. Aun así, obtuvo la libertad un año antes que Kobayashi, en 1951, por haber estado éste implicado indirectamente en otro caso todavía más grave: la llamada Masacre de la isla de Wake, el asesinato de un centenar de civiles norteamericanos ordenado por su superior, el Almirante Shigematsu Sakaibara.

 

Truk quedó bajo administración de los EEUU -como territorio en fideicomiso auspiciado por las Naciones Unidas- hasta terminar el plazo previsto para ello en 1986. Ese año los Estados Federados de la Micronesia, que se habían creado en 1979, firmaron un pacto de Libre Asociación con Washington, aunque en la segunda década del siglo XXI empezó a extenderse un movimiento por la independencia que exige un referéndum. Seguramente lo verían desde óptica distinta los cerca de ciento veinte nativos que fallecieron durante la guerra, así como los que vieron sus casas y bienes expoliados por los japoneses y los que tuvieron que trabajar como esclavos para ellos.

 

Fuente: https://www.labrujulaverde.com