En la base aérea de Morón, en los hangares donde supo funcionar el Aeropuerto Internacional argentino, funciona este museo en el que aeronaves únicas en su tipo –como la que voló Saint Exupéry, la utilizada por los pioneros antárticos o las piloteadas durante la guerra de Malvinas– se exhiben para el público visitante. Imposible ser ajeno a este universo en el que la historia convive con el ambiente aeronáutico
Por Patricia Fernández Mainardi
“Una vez que hayas probado el vuelo, siempre caminarás por la tierra con la vista mirando al cielo: porque has estado allí y desearás volver”, dice una frase, bastante utilizada en el mundo aeronáutico, que se le adjudica a Leonardo Da Vinci. Hay algo maravilloso en ese mundo; lo confirmó el diputado Alfredo Palacios cuando accedió a la invitación a volar en globo hecha por Jorge Newbery: “Yo sabía lo que era una nube, pero nunca la había tocado. Y, cuando nos hallamos a pleno sol y la sombra del globo resbalaba sobre las nubes, asistí a un maravilloso espectáculo que jamás viera ni imaginara”.
A
propósito de Jorge Newbery y del desarrollo aeronáutico en el país, a menos de
una hora de CABA se encuentra el Museo Nacional Aeronáutico (MNA). Allí, y en
los hangares donde hasta 1948 funcionó el aeropuerto internacional argentino,
más de 60 aeronaves, de distintos modelos y épocas, se ubican para recibir al
público visitante. Se trata de aviones civiles y militares, muchos de ellos
joyas exóticas del ambiente, como, por ejemplo, aquel piloteado por
Saint-Exupéry o los utilizados por los pioneros antárticos. Un dato: la guerra
de Malvinas se respira en los rincones de este museo.
El
recorrido no solo interpela a los apasionados por la temática, sino también a
aquellos que, quizá con nulo conocimiento previo, se sienten atraídos por la
pasión y las hazañas de quienes fabricaron y pilotearon estas aeronaves.
¿Spoiler? Nadie sale del museo sin sentir admiración, o al menos curiosidad,
por las proezas de estas naves y sus tripulaciones, sin importar el tiempo en
el que las protagonizaron.
Un viaje a través de la historia
Normalmente,
durante los días de semana, los guías del MNA reciben a las escuelas. En
cambio, los viernes, sábados y domingos, abren sus puertas al público general
(a veces, con reserva previa desde www.mna.ar). “Muchos vienen para aprender
sobre Malvinas. Además, el museo organiza eventos durante los fines de semana.
Por ejemplo, charlas de historia aeronáutica”, comenta desde los recientemente
renovados hangares de Morón, el director del MNA, el Comodoro (retirado) Carlos
Maroni. De hecho, durante mayo, se realizará un ciclo de charlas con veteranos
de guerra de Malvinas.
Emplazados
en la plataforma, varios aviones reciben al visitante. Por ejemplo, un Bristol
de origen británico del año 1947: a esta aeronave, se le podía abrir la trompa
hacia delante para poder cargarla. A su lado, un Viking del mismo año que solía
ser utilizado por LADE; un Hércules C-130 y un Guaraní. Por supuesto, el
público no solamente se encontrará con aeronaves militares, sino también
civiles. Ya en el interior, una pieza única: la piloteada por Saint-Exupéry,
autor de El principito. “Es el único ejemplar que hay en el mundo”, confirma
Maroni, y agrega: “Es objeto de culto. Muchos franceses vienen al museo para
ver este avión”.
Mundo
de pioneros (y apasionados)
El MNA
cuenta con un espacio dedicado a los pioneros. De hecho, se está conformando un
lugar destinado a los objetos que pertenecieron a Jorge Newbery. Además, existe
una sala dedicada a las primeras mujeres de la aviación. Allí, no solamente se
pueden conocer sus historias, sino que también hay pertenencias de Carola
Lorenzini, famosa aviadora de la Argentina. De aquella época, un avión Farman
de 1908 se conserva en excelente estado. “Es muy frágil, pero, hasta hace poco,
el motor funcionaba”, comentan.
Sobre
los artefactos centenarios, hay uno que vale la pena conocer: un vehículo
Anasagasti de 1911. “El ingeniero Anasagasti integraba la Comisión Directiva
del Aeroclub Argentino. Fue, además, el primero que tuvo fábrica de automóviles
en el país. Entonces, donó a la Escuela de Aviación –que funcionaba en El
Palomar– uno de sus vehículos para que el personal pudiera trasladarlo.
Incluso, sirvió para encender los motores de los aviones, para evitar darles
pala”, cuenta el Suboficial Mayor (retirado) Walter Marcelo Bentancor, quien
está a cargo del Departamento de Investigaciones Históricas del MNA. El
vehículo aun funciona e, incluso, participa de eventos.
Durante
la visita de DEF, el MNA se encontraba preparando una nueva sala que, según
Maroni, estará dedicada a la industria nacional y va a contener aviones de
madera que deben permanecer alejados de la luz solar.
“Las
aeronaves están agrupadas de acuerdo con épocas y tipos de aeronaves. En una de
las islas, por ejemplo, se pueden apreciar los de entrenamiento, construidos
bajo licencia en la Fábrica de Córdoba, como el Mentor. También contamos con
una joya, en color rojo: el Pulqui I, primer avión a reacción construido en la Argentina”,
describe Bentancor.
Protagonistas
de una guerra
Una de
las islas del MNA está dedicada a la guerra de Malvinas. Allí, hay un Pucará IA
58, un avión construido en Córdoba que, durante el conflicto, fue el único que
tuvo base en el archipiélago. “Este es el primer prototipo del avión concebido
en la década del sesenta”, comenta Bentancor. A poca distancia, un helicóptero
Chinook que, en 1982, protagonizó traslados sanitarios. De hecho, explican
desde Morón, en él fallecieron algunos efectivos, razón por la que fue
declarado “tumba transitoria de guerra”.
En este
sector, se encuentra otra nave icónica, el Mirage V Dagger, restaurado hace
poco tiempo: se lo pintó como en 1982. “Fue el primer avión de la Fuerza que
atacó a la flota británica”, comenta Bentancor. A pocos metros, se halla un
bombardero Canberra. “Este, el Bravo 109, es el último que participó del
conflicto. La noche del 13 de junio de 1982 bombardeó a las tropas británicas”,
añade el suboficial dedicado a las investigaciones históricas del MNA.
Por su
parte, el Comodoro Maroni explica que los veteranos de la guerra de Malvinas
que pilotearon las diferentes aeronaves exhibidas son considerados los padrinos
de cada una de ellas. Además, se los convoca para participar de las distintas
restauraciones y de los procesos de pintura.
A
propósito de Malvinas, en el museo se puede observar cómo funcionó el Radar
Malvinas durante la guerra: lo escondían bajo chatarra para, así, evitar ser
detectados por los británicos.
Piezas
de museo
El
recorrido continúa y ciertas curiosidades, como una aeronave de la década del
treinta que no es ni avión ni helicóptero (carreteaba como el primero, pero se
elevaba como el segundo), despiertan la intriga del público. “De estos, hay muy
pocos en el mundo. De hecho, la nieta del inventor, Juan De la Cierva, vino a
la Argentina para verlo”, comentan.
A pocos
metros, la institución optó por continuar una tradición aeronáutica: un F-86
Sabre y un MiG-15 permanecen enfrentados. “Los museos que poseen ambas naves
las ubican así porque se atacaron en la guerra de Corea. No hay muchos lugares
en el mundo donde convivan los dos. En aquel conflicto bélico, los Estados
Unidos luchó con el Sabre, mientras que Corea, con el MiG”, cuenta el Comodoro
Maroni.
Todas las piezas del museo tienen una historia para contar. Muchas de ellas llegaron al país en el año 1947: “Con Gran Bretaña, existía una deuda por los suministros provistos durante la guerra, así que nos enviaron material bélico. Así llegaron varias aeronaves, como el avión de entrenamiento Percival que, en su momento, marcó un salto de calidad en el entrenamiento de los cadetes de la Escuela de Aviación porque permitió el vuelo nocturno”, explican.
Obviamente,
los materiales utilizados por los pioneros antárticos de la Fuerza Aérea
Argentina también tienen un lugar privilegiado. Se exhibe el avión C-47 con el
que el Vicecomodoro Mario Luis Olezza llegó al Polo Sur. “Se le puso una
turbina en la cola para que tuviera mayor fuerza durante el despegue en el
hielo, un invento argentino. Además, lleva un dibujo de un pingüino, Paco,
creación de Olezza, quien, a su vez, era muy imaginativo”, relata el Suboficial
Bentancor. También detalla que la aeronave tiene nombre: “Las prácticas para la
Antártida se realizaban en el glaciar Upsala, así que llevaban como tripulante
a un oficial de Ejército de la aptitud de Montaña, que se hizo muy amigo de
Olezza y llegó a regalarle su brevet. Olezza lo colocó en la cabina del avión
y, en su homenaje, llamó a la aeronave “El Montañés”. La cantidad de pingüinos
pintados representan las misiones cumplidas, los más grandes son aquellas realizadas
en el Polo Sur”.
¿De
dónde proviene la costumbre de pintar las aeronaves? “A partir de la década del
cuarenta, con la Segunda Guerra Mundial, en los EEUU comenzaron a dibujar sus
aeronaves, una técnica denominada ‘Nose Art’. En Argentina, se optó por
encontrar un personaje autóctono. Por entonces, fue Patoruzú, quien aparecía
realizando las actividades vinculadas a cada aeronave. Por ejemplo, en el caso
de los bombarderos, iba arriba de una bomba”, responde Bentancor.
Restauración
y mantenimiento
Para
mantener sus exhibiciones y objetos, el museo cuenta con un grupo de
voluntarios que realizan, con absoluto profesionalismo, los trabajos de
restauración. De hecho, con el objetivo de establecer un orden de prioridad a
la hora de realizar el mantenimiento, siguen determinados criterios de
selección vinculados al grado de deterioro que tienen las aeronaves. Por
ejemplo, se optó por trabajar sobre un Avro Lincoln que permaneció a la
intemperie durante bastante tiempo, lo que le ocasionó un proceso de corrosión
importante: “Esa aeronave vino a la Argentina en 1947. Hoy, en el mundo, quedan
solamente cuatro; dos están en nuestro país; otra, en Gran Bretaña; y otra, en
Australia”.
Para
los trabajos, se realiza un proceso de investigación, siempre teniendo en
cuenta que es una actividad compleja. “Muchos se confunden y consideran que la
restauración puede hacerse en el mismo taller de los aviones que se encuentran
operativos. Pero no: una cosa es mantener un avión en vuelo y otra es la
preservación de una aeronave. Son dos dinámicas diferentes”, afirma Moroni,
quien además explica que, durante el proceso, se decide a qué etapa operativa
llevar cada aeronave.
Fuente:
https://www.infobae.com