El Boeing B-17 Flying Fortress, uno de los aviones más emblemáticos de la Segunda Guerra Mundial, se ganó una reputación formidable por su robustez, confiabilidad y potencia de fuego. Entre los 12.731 B-17 producidos entre 1935 y 1945, uno destaca por su estelar historial de guerra y legado de posguerra: el “909”.
El "909",
que lleva el nombre de los últimos tres dígitos del número de serie militar,
42-31909, sirvió a la 8ª Fuerza Aérea, 91º Grupo de Bombardeo, 323º Escuadrón
con base en Bassingbourn, Inglaterra, con distinción y valor.
El
veterano probado en batalla
Construido
y entregado a las Fuerzas Aéreas del Ejército de los EEUU en diciembre de 1943,
el “909” se desplegó en misiones de combate desde febrero de 1944 hasta abril
de 1945.
Durante
este breve lapso, ejecutó muchas salidas sin un solo aborto o pérdida de un
tripulante, una hazaña incomparable en un momento en que la vida útil promedio
de un nuevo B-17 era de solo 11 misiones.
Los B-17 a menudo sufrieron numerosas bajas.
El “909”
arrojó 562.000 libras de bombas sobre Alemania y los territorios ocupados por
los nazis, contribuyendo significativamente al esfuerzo bélico de los Aliados
al realizar entre 126 y 132 misiones sobre Europa.
Sin
embargo, a pesar de esto, fue desguazado después de la guerra.
La
segunda vida del “909”
A
principios de la década de 1980, la Fundación Collings, una organización
educativa sin fines de lucro dedicada a preservar y exhibir aviones históricos,
adquirió el avión hermano del “909”, un B-17G-85-DL y comenzó un minucioso
proceso de restauración.
El
objetivo no era sólo devolver el avión a su configuración original de la
Segunda Guerra Mundial, sino también honrar a los hombres que pilotaron estas
poderosas máquinas en la batalla.
En
1986, la restauración estuvo completa y se pintó tal como lo estaba el “909” durante
la guerra y se elevó a los cielos una vez más.
El B-17 fue minuciosamente restaurado. Crédito de la foto: Roger Wollstadt CC BY-SA 2.0.
La icónica
librea color verde oliva del avión, completa con su diseño en la nariz con el
homónimo “Nine-O-Nine” y un gráfico de la chica pin-up “Tall Tails”, capturó
instantáneamente la imaginación de los entusiastas de la aviación de todo el
mundo.
El
trágico capítulo final
Pero la
tragedia sobrevino cuando el Boeing B-17G meticulosamente restaurado se
estrelló el 2 de octubre de 2019.
El “909”
despegó del Aeropuerto Internacional Bradley en Windsor Locks, Connecticut,
para un vuelo de rutina que formaba parte del Tour Alas de Libertad de la
Fundación Collings.
Este
recorrido permitió al público experimentar vuelos en aviones de la época de la
Segunda Guerra Mundial.
Sin
embargo, poco después del despegue, el avión experimentó problemas mecánicos.
El piloto informó de un problema en el motor y solicitó regresar al aeropuerto.
Desafortunadamente,
el avión se estrelló contra las instalaciones de deshielo del aeropuerto
mientras intentaba aterrizar y estalló en llamas.
Los restos de “909”.
En el
momento del accidente había 13 personas a bordo del avión: tres miembros de la
tripulación y diez pasajeros.
Trágicamente,
siete personas murieron en el accidente, incluidos el piloto y el copiloto. Los
seis restantes resultaron gravemente heridos y recibieron tratamiento en
hospitales locales.
En el
accidente también resultó herida una persona que se encontraba en el suelo.
La
Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) inició una investigación
sobre el accidente. Los hallazgos iniciales mostraron que el avión había estado
en el aire solo cinco minutos antes de que la tripulación informara de un
problema con el motor número 4.
A pesar
de los esfuerzos por dar marcha atrás, la aeronave chocó contra las luces de
aproximación y luego contra la instalación de deshielo.
El
accidente del “909”, uno de los aviones militares antiguos en funcionamiento
más visibles y ampliamente reconocidos, conmocionó a la comunidad de operadores
y entusiastas.
Estimuló
un debate a nivel nacional sobre los riesgos de operar aviones antiguos y el
equilibrio entre preservar la historia y garantizar la seguridad pública.
La
Administración Federal de Aviación (FAA) también enfrentó un escrutinio por su
supervisión de los vuelos de aviones antiguos.
A pesar de su trágico final, el B-17 trajo alegría a muchos.
El
trágico final del “909” sirve como un conmovedor recordatorio de los riesgos
asociados con volar estos aviones antiguos.
En
memoria
A pesar
de su trágico final, el legado del “909” sigue vivo y sirve como símbolo del
coraje y la tenacidad estadounidenses durante uno de los períodos más oscuros
de la historia mundial.
Nos
recuerda la valentía de los hombres que sirvieron a bordo de estas “fortalezas
voladoras”, luchando contra obstáculos formidables para proteger la libertad y
la democracia.
Incluso
más allá de su servicio activo, el “909” ha desempeñado un papel esencial para
mantener viva la historia de la Segunda Guerra Mundial.
Miles
de personas en todo los Estados Unidos han subido a bordo de este B-17 durante
sus recorridos y han podido vislumbrar las experiencias de la Generación Más
Grande. Su desafortunado final subraya el desafío actual y la importancia de
preservar los artefactos históricos.
En la
gran historia de la Segunda Guerra Mundial, el “909” ocupa un lugar distintivo.
Como un
faro de resiliencia, supervivencia y deber más allá del llamado del servicio,
esta Fortaleza Voladora B-17 sirve como un conmovedor recordatorio del pasado,
instándonos a apreciar los sacrificios realizados y la libertad ganada con
tanto esfuerzo que disfrutamos hoy.
Fuente:
https://planehistoria.com